Recuerdo

12 de Agosto de 2004, a las 00:00 - Vanimist
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

-Mmm, sí a Caras Galadon, vais a volver Anderon, Direlwen y Huthor.

-¿Y puedo saber quién ha decidido eso?-me preguntó Huthor hurañamente. Por las buenas podía ser el más agradable y complaciente que una se hubiera encontrado, pero por las malas era imposible tratar con él.

-Yo.

-¿Y se supone que debemos volver?-me inquirió de nuevo.

-¿Qué misión cumplíais al venir?-pregunté intentando encontrar un modo razonable de hacerles obedecer mis órdenes.

-La de buscaros, encontraros y traeros de vuelta a casa.-me llamó la atención el modo de darme el tratamiento de cortesía de “vos”, cuando siempre me había tratado de tú. Con qué frialdad trataba ahora de alejarme de él y proteger su coraza de orgullo.

-¿Y quién os lo ordenó?

-Vuestro padre, Heleriel.- Por desgracia mi padre, el rey, siempre tendría más poder que yo, y yo no podía eludir ni tratar de modificar las órdenes dadas por él sin su consentimiento. Por lo que decidí variar el sentido de la orden.

-Bien, mi padre os ordenó llevarme de vuelta a casa en el supuesto de que yo estuviera raptada. Si yo, una vez libre optara por regresar por mi cuenta, no os tendría que importar, ¿no creéis?

-Incumpliríamos las órdenes, Heleriel, no hay modo de evitar que vengáis con nosotros. Y me temo que ellos se verán obligados a venir con nosotros también.-me dijo solemne y convencido.

-¿Ellos?-preguntó Herendor provocativo, dispuesto a comenzar una disputa con el sólo motivo de procurarse una satisfacción presentando abierta oposición a cualquiera de las opiniones de Huthor.-¿Qué ellos?

-Vosotros, Herendor. Me temo que tanto tú, como Thalalhoth y Dechelel tendréis que acompañarnos hasta la Corte, porque las órdenes dejaban bien claro que, en el caso de que os halláramos a vosotros os deberíamos llevar con nosotros, salvo que estuvierais muertos, y en tales circunstancias, deberíamos regresar y dar parte de vuestra localización exacta, para hacer todo lo posible por trasladar vuestros restos a tierras dignas.

-Bueno, pues no nos habéis encontrado.-Concluyó amenazadoramente Herendor. Aquí se veía su faceta más arisca y violenta, que pocas veces salía a la luz, y nunca salió conmigo, ni en los malos tiempos.

-Sí os han encontrado, Herendor.-aclaré yo- Mira, Huthor, yo tengo un plan, y mi intención es cumplirlo. Yo me voy, y quiero que en la Corte sepan que tanto Thalalhoth, como Dechelel y Herendor están bien.

-Es lo justo.-me interrumpió Dechelel.

-Sí, es lo justo-continué.-Y una vez la preocupación de nuestros allegados haya sido calmada, seguir viajando sin que nadie me coarte, sin que nadie ponga límites a mi estancia fuera ni fronteras en los senderos que voy a recorrer. Tú puedes venir o regresar, pero yo voy a ir ocurra lo que ocurra, y ni tú ni nadie me lo va a impedir. Ahora, de vosotros tres depende la calma del reino.

   Y pronto quedamos los tres Edain, cuyos nombre ya conocía (Zeregurn, Saeron y Minther) , Danaron, Innerol, Phalail, Herendor, Thalalhoth, Dechelel y yo en contra de Huthor y sus compañeros de expedición, que, además de minoría, se habían colocado involuntariamente en la posición de represores de nuestros sueños y deseos con su impasible falta de solidaridad.

-Bien, en vista de que esto es una trampa que nos habéis tendido y de que no deseáis nuestra presencia en vuestra aventura, nos vemos obligados a marchar. Ahora bien, no contéis con nuestro apoyo ni nuestra amistad, y a nuestra llegada a la Corte, declararemos que, como rebeldes, renegasteis la autoridad de Vuestro Señor, Elrohir, y por la fuerza, debido a vuestra aplastante mayoría, nos obligasteis a regresar de vuelta a casa, haciendo imposible el cumplimiento de las órdenes que nosotros recibimos.-declaró Huthor insolentemente, tratando de hacer ver su gran autoridad y mostrándonos a todos, sin él desearlo, la soberbia que podía llegar a albergar en su corazón, haciendo una vez más gala de su orgullo.

-Está bien. Ningún problema.-comentó tranquilo y socarrón Herendor.

-Y no contéis con ser bien recibidos en el Reino cuando regreséis a casa, cuando quiera que vayáis, si es que os dignáis a volver. Pues los infieles lo habrán de pagar, y seréis detenidos esperando al juicio del rey, que, desafortunadamente no será justo y la fuerza de su mano se verá disminuida por el amor que cualquier padre profesa a sus hijos.-prosiguió Huthor.

-Estamos de acuerdo, Huthor y no esperamos otra cosa. Ahora cumple con tu rey, y puesto que con vuestra amistad no contamos, dejaremos ahora de comer las manzanas que nos habéis proveído, pues a la insolencia no hay mejor respuesta que la soberbia, pues de otro modo nuestro ánimo se vería turbado de veras. Y dado que éste es nuestro campamento, pues con la sangre de nuestras venas, el sudor de nuestra frente y las lágrimas salidas de nuestras almas que a nuestros ojos asomaron, lo conseguimos, y no vuestro, será conveniente que esta noche empaquéis para partir mañana al alba de regreso a vuestra tierra. La misión ha concluido y no es propio que os demoréis en llevar las noticias del incumplimiento de las normas por parte de los infieles, con el fin de que se tomen medidas cuanto antes.-proclamé furiosa, pero contenta por demostrar con orgullo que, si él podía fingir ser legal y frío, olvidando todo lo que tuvimos, yo podía aún más. Si él podía pasar por alto las caricias que compartimos, las confidencias y la intimidad que juntos vivimos, yo no sólo las olvidaría, sino que las repudiaría haciendo que comiera sus estúpidas y gélidas palabras. Y, con una final mirada glacial, me despedí.-Ahora me voy, tengo muchas cosas importantes que hacer. Phalail, ¿me puedes acompañar?

-Claro Heleriel, inmediatamente te sigo.-me dijo en un claro tono de apoyo y fulminando con una mirada acusatoria a Huthor, Direlwen y Anderon.

   Tan pronto como ambas estuvimos en pie, tomé rumbo al bosque, seguida por Phalail. Apenas nos habíamos introducido en el bosque cuando me detuve y torné sobre mis talones dirigiéndome a Phalail.

-¿Y bien?, ¿para qué querías venir?-me inquirió Phalail dubitativa.

-Voy a echar un vistazo al entorno. Quiero ver si esta zona está “limpia” y cómo podremos salir de aquí sin dejar mucho rastro, igual que quiero ver si hay agua para recargar las cantimploras antes de salir.

-¿Agua?, claro que hay, la recogieron antes Direlwen y compañía para el almuerzo.

-Ya sé que aquí sí hay, quiero saber si hay por la zona que estos días vamos a recorrer.

-¿Has decidido ya la ruta?

-Línea recta. El camino que atraviesa las Hithaeglir no está muy lejos, pero me temo que no haya arroyos suficientes. Eso es lo que quiero ver.

-¿Sólo por eso has venido?

-Bueno, por eso y porque... Necesitaba pensar. El bosque siempre me ofrece algo más de intimidad y de misticismo, es mucho más fácil concentrarse en el bosque. Tú eres del bosque, si tú no piensas así...

-Sí, claro que lo pienso. ¿Quieres que nos sentemos juntas a reflexionar?

-A reflexionar y a algo más.-le confesé con un halo de misterio en mi voz.

   Su mirada tornó de comprensiva a intrigada. Empezaba a preguntarse qué era exactamente qué quería decir yo con “algo más”. Su rostro denotaba que sus elucubraciones no la dirigían a ninguna conclusión buena. Con la mano hizo un gesto tratando de invitarme a continuar hablando, a explicarle qué quería hacer, pero no me apetecía hablar. No me atrevía a especificar qué era ese “algo más”. Finalmente, habló:

-¿Qué es algo más, Heleriel?-me preguntó aterrada, según a mí me pareció.

-No me es fácil decirlo, pero quizá sepas que mi bisabuela era Galadriel.

-Eso no es difícil de decir.-me contestó con su habitual resolución y claridad.

-Ya, lo que ocurre es que he heredado de ella una especie de “poder”. No es exactamente un poder, es una forma de meditar diferente. Mis meditaciones me llevan en ocasiones a “predecir” actos que no son realmente predicciones, pero luego estas visiones se cumplen. No sé si ahora lo lograré, pues en realidad me ha sucedido cinco veces en toda mi vida, y siempre estando frente a su espejo, que es un espejo especial.

-¿Qué es eso de que es especial?

-Sí, es un espejo en el que ella veía visiones, valga la redundancia. Como discípula de Melian que era, sabía algo de encantamientos, y tenía aptitudes genéticas para llevarlos a cabo. Pues bien, parece que yo he heredado alguna de esas aptitudes, pero no las puedo controlar. Celeborn dice que si los trato de ejercitar, esos poderes aumentarán, tanto por la herencia de Galadriel, como por el hecho de descender (muy indirectamente) de una Maia.

-Pensé que era algo peor. Eso les ocurre a muchos. El mismo Thranduil sabe hacer algo de eso.

-Sí, pero Thranduil convivió con Melian muchos años en Menegroth. Es normal que aprendiera algo. De todos modos, me conforta saber que no soy la única.

-¿Y pretendías que ahora se desplegaran tus aptitudes?

-Las cinco veces que he tenido visiones, han sido en momentos de extrema confusión en mi vida. Momentos en los que algo cambiaba y en los que el rumbo de mi vida era incierto. Ante la indecisión, el futuro se revela ante mis ojos, eso sí, una vez he tomado una decisión determinante. Pero nunca antes había intentado provocarlas. Ahora necesito una guía. Sólo puedo rezar a los Valar para que inspiren estas visiones.

-¿Y crees que funcionarán?

-No lo sé.

-¿Y por qué no lo haces más a menudo?, ¿por qué no has intentado que tengan lugar más veces?, ¿cómo es que no has entrenado esta habilidad cuando llevabas una vida más relajada en Caras Galadon?

-Porque me agotan. Tras la última de ellas pasé dos días en cama, y al no creer necesitar utilizar el poder nunca, no me había molestado en investigarlo. Pero ahora creo necesitar saber qué va a ocurrir. Ya he tomado la decisión, ya no va a influir la visión en mi destino, pero quiero saber si voy a un abismo sin fondo y a perder el amor de los míos, o si sólo voy al abismo.

-Eres grande, Heleriel. Eres increíble. Cuando pensé que no podrías dar más de ti misma y creí haber conocido qué guardaba tu corazón, me dices que no te importa morir mientras conserves el amor y la amistad de los que quieres. Una reina, sí, tienes la venia para hacer lo que desees, la venia y la capacidad, eres joven, ágil y fuerte, sabia e inteligente, y a pesar de todo, lo único que te preocupa es el bienestar y tus relaciones con los demás.

-Cualquiera lo haría, Phalail. No es tan fácil abandonar a los nuestros. Sería valiente si lo hiciera, pero soy una cobarde empedernida y necesito sentir los pies bien atados a mi sitio, a mi gente. Si fuera tan grande como me describes, echaría a volar sin pensar en los demás, pero jamás tendré la fortaleza necesaria para desprenderme de todo.

-No lo creas así, es posible que ahora no lo veas. Pero he estado bastante tiempo vinculada al ejército, y hay grandes héroes a quienes no les importaban sus amados, y por eso yo los he considerado vacíos. Sé una heroína de las que yo admiro, sé la heroína de los Eldar de esta aciaga Edad del Sol.- Me pidió con vehemencia.

   Permanecimos en silencio un tiempo, y retomé la marcha. Continuamos adentrándonos en el bosque, hasta que de pronto me senté. Phalail me imitó, y tomó asiento sobre la potente y nudosa raíz de un viejo roble, a mi lado.

   Cerré los ojos, y pensé. Pensé en mi hogar, en mi familia, en lo que los echaba de menos. Pensé en mis amigos, en lo bien que lo pasábamos juntos y lo que necesitaba hablar con ellos, compartir mi inquietud y escuchar sus voces comprensivas calmándome. Sentir sus abrazos, sobre todo los abrazos de Celeborn.

   Recuerdo que en ese momento mis pensamientos volvieron a Herendor, que era una pequeña porción de todo lo que había en mi hogar. En sus brazos sentía la misma clase de consuelo y calor que en los brazos de mis amigos, en los de mis padres, en los de mi hermana, e incluso el recuerdo de cuando abrazaba a Celeborn. Pensé en Herendor como amigo y compañero eterno, sabía que él siempre estaría ahí, lo amaba como a un hermano, e incluso a su padre, Erestor, lo amaba como a un tío. Quizá fuera por la amistad que Elladan y Erestor se profesaban, que los llevaba a estar siempre juntos y a comportarse de forma similar pero, según reflexioné, eso no explicaba el amor entrañable que hacia Erestor yo sentía. Y me convencí de que, mientras tuviera a Herendor, nada me faltaría.

   Phalail se colocó en su asiento, moviendo algunas hojas que  produjeron un chasquido. Mis ojos se abrieron, y vi a Phalail con los ojos de nuevo cerrados. Mis pensamientos habían regresado al presente, al viaje.

   Mi mente me llevó entonces a pensar en Galadriel. En aquella figura majestuosa y grande a la que intentaban asemejarme. Nunca la había conocido, no en persona. Pero en una ocasión una de mis visiones me hizo ver en el espejo la imagen de una mujer similar a mí, pero diferente. Al mirarme en el espejo, vi reflejada a Galadriel, y sobre ella las copas de los árboles que ahora se alzaban sobre mi cabeza, por lo que supuse que se trataba de ella mirando al espejo en el pasado.

   Tras una noche descansando tras las convulsiones que la visión me produjo, consulté con Celeborn, que fue quien más confianza me inspiró para tratar este incidente, y le conté qué había visto y como era ella. No había duda, se trataba de Galadriel.

   Y volví a pensar en el presente. Oía la respiración de Phalail, y me pregunté qué haría Galadriel en mi situación. Qué pensaría ella si algún día se enterara de mi escapada. Quizá pensara que había sido muy valiente, que era digno de admiración el hecho de que sin seguridad y sin la certeza de saber que regresaría, hubiera decidido marcharme a conocer mundo. O tal vez pensara que no era más que una chiquilla caprichosa que posee todo y que desea demostrar que vale para hacer algo más que su tía Arwen. Que podía viajar, llevar a cabo misiones, pelear y ser útil.

   Entonces retorné a la teoría de que Galadriel estaría de mi lado. Desearía que demostrara que una mujer vale para algo más que tejer. O quizá pensara que en tiempos en que no hay necesidad de arriesgar mi vida, era estúpido ponerme en peligro.

   Y entonces llegó la visión: Ahí estábamos Phalail, Herendor, Innerol y yo caminando con unas capas de piel sobre nuestros hombros y las capuchas de las mismas cubrían nuestras cabezas recorriendo un gélido páramo. La nieve caía sobre nosotros, sobre los cabellos que el viento empujaba fuera de la capucha, haciéndonos tan blancos como el paisaje, y el fuerte viento pugnaba con nuestras fuerzas por arrebatarnos las pieles.

    Tras nosotros venían más figuras, pero entre ellos sólo pude reconocer el rostro de Danaron. Por desgracia no pude contar cuántos éramos, ni quienes eran los demás. Y así, ceñudos como estábamos y apretando los labios, se cerró esta visión, llevándome a una vasta y verde pradera donde la hierba se mecía al ritmo de una suave brisa que invadía el espacio imprimiéndole frescura a todo lo que veía. Y en ella estaba yo, tumbada sobre la hierba, con mi cabeza descansando sobre el vientre de Herendor.

   Pronto llegaron, surgiendo de entre los árboles que limitaban la pradera Thalalhoth, Dechelel y un elfo a quien no conocía, y señalaron al frente. Herendor y yo tornamos nuestros cuellos, para descubrir un gigante azul, un extenso espacio aguamarina, meciéndose a la par de la hierba, pero no eran briznas, sino el agua del mar. Teníamos el gran Belegaer frente a nosotros, y Herendor y yo nos levantamos tomándonos de la mano, para aproximarnos más al acantilado donde el verde terminaba para dejar paso al profundo azul, todo bañado de la cobriza luz que irradiaba el sol en su puesta.

   Y mi visión me llevó a mi hogar. Entraba en Caras Galadon por el gran portón donde la muralla se abría dejando paso a la gran avenida que daba la bienvenida a la ciudad. De pronto se produjo a mi alrededor todo un despliegue militar, un cortejo de bienvenida, pero en absoluto con intenciones de arrestarme. Entré en la ciudad, y la atravesé, las calles me daban la bienvenida, los ciudadanos se asomaban desde telain de todas las alturas, e incluso a pie de calle para darnos la bienvenida a los que regresábamos. Sonriente y infinitamente complacida recorrí la ciudad entera hasta llegar al Mallorn Real, donde toda la dicha que henchía mi pecho se desvaneció. Todas las estancias de los Telain del Árbol estaban vacías. Nada había quedado, a excepción de los muebles y las pertenencias que yo había dejado al partir, en el mismo orden en que yo los recordaba.

   Tras salir de la Estancia del Trono, en el Talan del Trono, vacío como todo lo demás, me senté en el suelo, con las piernas encogidas, y pronto vi a Herendor ascender por la escalera hacia mí. Al verme, me dirigió una sonrisa, algo que aligeró mi corazón de un modo indescriptible, y se arrodilló para estar más próximo a mí. Tras mirarme a los ojos, me abrazó fuertemente, llenando de vigor y fortaleza mis hastiados miembros y mi corazón.

   Y súbitamente, abrí los ojos. Creí que habrían pasado horas desde que empezara a soñar, pues todo había sido sumamente lento y lo había sentido en tiempo real. El frío en mis huesos, la dura caminata luchando contra el viento la había sentido realmente, y había caminado un buen trecho según lo que vi. Un rato había estado sobre el vientre de Herendor antes de que llegaran Dechelel, Thalalhoth y el elfo desconocido, y tras eso, nos levantamos y caminamos un buen trecho hasta la costa, y más tarde, el recorrido por todo Caras Galadon se me había hecho de una larga felicidad, mientras que la visita a mi Mallorn se me antojó demasiado larga para soportar el vacío en que mi corazón estaba sumido.

   Y sin embargo, el sol se intuía sobre las copas de los árboles en la misma posición que cuando había abierto los ojos por última vez. Miré en derredor, estaba en posición horizontal. Phalail se abalanzó sobre mí, su voz temerosa delataba que estaba asustada, por primera vez la veía en semejante estado de confusión.

-¡Heleriel!, ¡Heleriel!, ¿estás bien?-me preguntó histérica.

-Eso creo.-intenté decirle, pero de mi garganta no brotaba ningún sonido.

-Heleriel, vamos. Si no puedes levantarte te llevaré en brazos hasta el campamento, pero dime si estás aquí, o si al menos sigues viva, si te moviera en trance podría separar tu alma de tu cuerpo definitivamente. ¡Dime algo!.-Yo traté de expresarme, decirle que estaba bien, que estaba ahí, pero ni un solo músculo respondía a mis órdenes.-¡Heleriel, por favor!



N. de Autora: Ya sabéis, para lo que queráis: vanimist@hotmail.com



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