Las raíces de Eowä

Capítulo 2- Sama

Se levantó pasado el amanecer, como hacía habitualmente. No había logrado conciliar el sueño pero se sentía descansada. Desayunó frugalmente y después de lavarse y recoger un poco la casa, salió en busca de Sama. No tuvo que buscar mucho, pues se la encontró a mitad de camino.

-Hola Eowä, ¿se lo disteis? - le preguntó su joven amiga.

La aludida asintió. El día anterior, Sama le había dado un generoso trozo de pastel, elaborado por ella misma, para Tala , a quien le encantaba.

-Sí, se lo di y te está muy agradecida. Dice que eres demasiado buena con ella- Sama sonrió y se sonrojó- Oye, Sama, ¿puedo conversar con vos un momento? Es importante.
-¿Podéis esperar? Debo llevarle esta cesta a Delo - al decir esto, le guiñó un ojo y sonrió - esperad aquí, en un momento estoy de regreso.

Eowä asintió y sonrió también. Conocía el significado de aquel guiño y de aquella sonrisa. Delo era la madre de Danto, un joven y atractivo aldeano del que Sama llevaba un par de años enamorada. Como sus pasteles eran muy apreciados por todos los aldeanos, especialmente por Delo, Sama aprovechaba sus mañanas libres para obsequiarle con una cesta de sus deliciosos pasteles, y a su vez, poder ver a su amado Danto, el cual siempre se hallaba allí.  

Eowä tenía una excelente relación con los jóvenes de la aldea, pero no se sentía atraída por ninguno de ellos. De todas maneras, aquello no le preocupaba, tenía otras cosas más importantes en las que pensar.

Mientras esperaba a su amiga, repasaba su plan. No era en absoluto complicado, más bien sencillo, pero necesitaba la ayuda de Sama ya que era la que mejor conocía el bosque. La dulce voz de ésta, interrumpió sus pensamientos.

-A ver, ¿de qué queríais conversar conmigo? - por el tono de su voz, Eowä supuso que aquella mañana Danto no se hallaba en casa.
-Pues..., os agradecería enormemente que me llevarais al Bosque de las colinas.
-¿Al bosque?- repitió Sama un poco desconcertada. Por todos era conocido el temor de Eowä por los bosques, y su petición le extrañó sobremanera.

Eowä asintió.

-Habéis vuelto a sufrir la pesadilla ¿me equivoco?.
-No- musitó la elfa.
-Y ¿deseáis encontrar respuestas a vuestras dudas comprobando si el susodicho bosque resultara ser el mismo que el de vuestro sueño?.
-Exacto- afirmó Eowä.
-No sé, no sé- dudó Sama.
-Os lo ruego Sama, sabéis que siempre he querido averiguarlo pero hasta hoy me fallaban las fuerzas. También sabéis que Tala me encontró allí y es muy posible que ambos sean el mismo. Os lo suplico, me sería de gran ayuda. Sois la persona que mejor conoce dicho bosque y ... - dejó inacabada la frase para que hiciera efecto sobre su amiga. Sabía que Sama adoraba el poder ayudar y el ser de utilidad, así que tenía esperanzas en que aceptara.
-Bueeenooo, pero debemos partir antes del amanecer, ¿de acuerdo?. Además, me vendrá bien pues debo recoger un par de plant... .
-Gracias, muchas gracias- con la palabra aún en los labios de Sama, Eowä la había abrazado alegremente y ambas reían.

El resto del día, pasó tranquilo. Estuvieron toda la tarde haciendo los preparativos para el viaje y cuando anocheció, marcharon a su respectivos hogares.

Eowä se acostó dichosa y realmente agradecida. Adoraba a su querida Sama. Siempre había sido muy buena con ella, pero no solo con ella, sino con toda la aldea, quien la apreciaba y quería. Era la primera dispuesta a ayudar y aquello era de agradecer. Se caracterizaba por su alegría y simpatía y aunque no era bonita, resultaba muy agradable y se hacía querer. Era bastante modesta y uno de sus mayores deseos era hacer feliz a los demás. Su ingenuidad le impedía percibir la palpable atracción que Danto sentía por ella y menos aún, creer las palabras de Eowä cuando se lo advertía.

Pensando en su apreciada amiga y en que finalmente vería cumplido uno de sus deseos, durmió plácidamente aquella noche sin que ningún mal sueño la molestase.