Las raíces de Eowä

05 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Nolara
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Capítulo 4- Elfos

El campamento se encontraba a menos de una hora de la aldea. Estaba constituido por una veintena de tiendas ordenadas en dos filas, una decena en cada lado. Todas eran de color verdoso y no eran muy grandes. Eowä supuso que entrarían dos elfos en cada una.

Llevaba varios días observándolo y cuanto más lo hacía, más curiosidad sentía. Le gustaba contemplar las pequeñas tiendas y a los elfos que dotaban de vida al campamento.  La mayoría poseía rubias y largas melenas, aunque había algún que otro de cabellera morena, igual que la suya. Eran altos y delgados, elegantemente vestidos y muy bellos. Le resultaba gracioso observar sus puntiagudas orejas, que a pesar de la distancia a la que se encontraba, las podía divisar.

Eowä se escondía detrás de unos secos arbustos que se situaban a una distancia prudencial y que le proporcionaban una espléndida vista. Pasaba muchas horas allí escondida y había pensado en más de una ocasión, en acercarse y preguntar por su madre y por ella, pero esta idea era rápidamente rechazada por su mente, "¿cómo van a saber quien soy yo y quien era mi madre si ni tan siquiera lo sé yo? Ellos no pueden ayudarme", solía pensar con amargura. Tanto Tala como Sama sospechaban algo, pero ninguna nada le comentó y ésta lo agradeció.

Como otra tarde cualquiera de estos últimos días, Eowä se encontraba escondida tras los secos arbustos, absorta en la observación, por ello no se percató de unos pasos que se acercaban, hasta que una voz sonó a su espalda:

-Hola.

Eowä, sobresaltada y confusa, se giró y observó como un hermoso y apuesto elfo de cabellera rubia y ojos azules, desmontaba de un espléndido corcel blanco y se aproximaba a ella con una cálida sonrisa. A causa del sobresalto de la joven elfa, la capucha que llevaba puesta para ocultar sus orejas, resbaló por su morena y bella cabellera, descubriendo sus puntiagudas orejas. La sonrisa del elfo se desvaneció y su rostro dibujó una mueca de asombro; "¡Una elfa! ¿qué hará una elfa por estos parajes? ¿quién será? su rostro no me resulta familiar", pensó el elfo al contemplar las orejas de la elfa, mientras, confuso la observaba detenidamente, pues todas las elfas ya habían partido, solo quedaban ellos por partir. Eowä no poseía una gran belleza pero resultaba muy atractiva, y este hecho no pasó desapercibido para el joven elfo. Su moreno cabello caía en cascada sobre sus delicados hombros, mientras algunos mechones acariciaban su pálido rostro. Sus ojos poseían un exquisito color cielo y sus labios constituían una sensual boca. Aunque Eowä no lo sabía, poseía las características típicas de cualquier elfa: belleza, inteligencia y elegancia.
Al contemplar que se trataba de una elfa, el joven le preguntó en su lengua:

-Aiya, man nalye? Man noa esselya?- pero al observar la extrañeza en el rostro de la elfa, se lo preguntó en la lengua de los hombres- ¿Quién sois? ¿Cómo os llamáis?.
-Mi nombre es Eowä- respondió la aludida una vez que se había incorporado y calmado. A pesar de la extrañeza que reflejó su rostro, le agradó volver a escuchar la musicalidad del élfico. Ella sabía que había sido su lengua materna, pero desde que Tala la encontró, no lo había vuelto a escuchar y con el tiempo y el aprendizaje de la lengua de los hombres, lo había olvidado por completo. Observó que su respuesta había desconcertado al joven elfo, así que decidió explicar la razón por la cual se hallaba allí- únicamente observaba, no cometía ning... .
-¿Eowä habéis dicho?- le preguntó el joven con sorpresa, interrumpiendo  su explicación.
-Sí, Eowä- respondió ésta más desconcertada aún.
-Acompanadme entonces.

Aunque confusa, Eowä obedeció al elfo y con la ayuda de éste,  montó en el caballo. El joven se colocó detrás de ella mientras cogía las riendas y con un sencillo movimiento ordenaba al caballo que galopará. Eowä observó que se dirigían al campamento. "¿Dónde me lleva? ¿qué quiere de mí? No debí haber venido" se lamentaba mientras se acercaban al campamento.  Una vez que llegaron a éste, se aproximaron a una de las verdosas tiendas pero de mayor tamaño que las restantes.  Con gran agilidad, el elfo desmontó del caballo y ayudó a la elfa a bajar.

-Esperad aquí- le ordenó el joven antes de desaparecer en el interior de la tienda.

Eowä contempló su alrededor. Se había percatado de que todos la estaban observando, pero no le preocupaba, al contrario, le agradaba. A pesar de su nerviosismo, no temía por su vida y por alguna razón, confiaba en aquellos elfos. Desconocía porqué el elfo le había traído hasta allí, y descubrirlo era su mayor deseo; pronto obtuvo respuesta.

El joven la encontró donde la había dejado y la invitó a pasar. Eowä aceptó la invitación y se introdujo en el interior de la tienda. Observó la pequeña estancia. Estaba prácticamente vacía, aunque bien iluminada. Únicamente contenía un fino lecho que se situaba a su derecha y una amplia mesa con tres sillas de madera a su izquierda. En frente se hallaba un elfo sentado en un pequeño trono.

-Acercaos- le pidió con voz grave.

Eowä supuso que había hablado con el elfo que la encontró pues desde el principio le habló en la lengua de los hombres. Obedeció y se acercó a él. Lo observó detenidamente. Se trataba de un elfo adulto, maduro a su entender. Su cabello era moreno y largo y su rostro apuesto.  Poseía unos ojos azul oscuro y vestía con un sencillo traje verde. Su ser emanaba nobleza, valentía y elegancia. Cualquier persona hubiera dicho que era igual a todos los demás elfos, pero por alguna razón que Eowä desconocía, su rostro le resultaba familiar.

-Sentaos- le invitó con suavidad.

Eowä no había sido consciente de que el joven elfo había colocado una de las sillas detrás suya. Así que una vez que se percató, se sentó.

-Bien, antes de comenzar vamos a presentarnos. Mi nombre es Tinorduil y él- dijo señalando al joven elfo- es Rinvoël.
Eowä se sorprendió al escuchar el nombre de Tinorduil , pues también le resultó familiar. Éste continuó:

-Soy el capitán de esta tropa de elfos, los últimos que quedan en toda la Tierra Media. Y él, Rinvoël, es uno de mis mejores soldados. Bueno, ahora os toca a vos.
-Mi nombre es Eowä y vivo en la pequeña aldea que está próxima al campamento- la joven observó que el capitán asintió mirando al joven cuando comunicó su nombre.
-Y ¿qué hace una elfa como vos por estos parajes? Todas partieron tiempo ha.
-Cuando era pequeña, una aldeana me encontró en un cercano bosque y me recogió. Desde entonces vivo con ella. Aún, hoy, no sé porqué me encontraba allí, aunque supongo que me perdí.
-¿No recordáis nada de vuestro pasado? ¿quiénes eran vuestros padres o vuestra familia?- insistió interesado el capitán.

Eowä negó con la cabeza. Tinorduil guardó silencio antes de añadir:

-Bueno, pues poneos cómoda porque yo sí lo sé y a continuación, os voy a contar vuestra historia y toda la verdad.



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