Las raíces de Eowä

05 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Nolara
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Capítulo 7 - El viaje

Con paso ligero, pues quería saborear sus últimos instantes en la Tierra Media, llegó al campamento antes del atardecer.  Éste rebosaba de actividad, pero eso no impidió que se fijaran en ella. Eowä, en cambio, olvidándose de que la observaban, se dirigió directamente a la tienda de Tinorduil y se introdujo en su interior deseando que estuviera allí. Y allí lo encontró. Al verla, el rostro del capitán reflejó asombro y rápidamente se acercó a ella. Fue ésta la primera en hablar.

-Vengo a solicitaros que me permitáis marchar con vosotros a Valinor - le pidió con voz entrecortada y las mejillas arreboladas del viaje.
-Petición aceptada, podéis venir con nosotros. Ahora que os hemos encontrado, no tenéis otra opción- le respondió sonriente- pero ¿ha ocurrido algo para que hayáis tomado esta decisión?.

En aquel momento entró Rinvoël en la estancia e interrumpió la conversación. Se extrañó de encontrarla allí pero le sonrió amablemente al verla. Eowä le respondió con otra sonrisa y contestó a Tinorduil:

-Tala, la aldeana que me recogió y me ha cuidado hasta ahora, ha fallecido esta mañana.
-Lo lamentamos- se lamento Tinorduil incluyendo a Rinvoël. Tras guardar un breve silencio, continuó- bueno, debo marcharme a cenar. Cuando Rinvoël os acompañe a una tienda donde pasaréis la noche, os invito a cenar con nosotros- tras decir esto, abandonó la tienda.

Rinvoël, que se había mantenido en silencio, le pidió que le acompañara. No tuvieron que caminar mucho, la tienda que le fue asignada se encontraba a unos ocho pasos de la anterior.  Era pequeña, pero suficiente para ella.

-Debo irme a cenar, la esperamos allí- le comentó Rinvoël. Seguidamente añadió- esperamos que os resulte cómoda la estancia.  En el caso de que tengáis alguna queja, hacédnosla saber.

Eowä sencillamente asintió con un leve gesto de cabeza y el elfo abandonó la estancia. Fue en aquel momento cuando pensó en su futuro, "¿estaré haciendo bien? ¿no debí quedarme en la aldea?", se preguntaba mientras se sentaba en el fino y estrecho lecho tras colocar en el suelo la mochila. En estas estaba cuando recordó que debía ir a cenar, pero rechazó la idea, no tenía mucha hambre y no le apetecía ver a nadie. Así que decidió quedarse allí reflexionando.
Una voz del exterior, la sobresaltó y asustó:

-¿Puedo entrar?.

Eowä reconoció la voz y , una vez recuperada del sobresalto, le permitió pasar. Rinvoël entró cuidadosamente para no derramar la cena que llevaba entre sus manos.

-Como vi que tardabais en venir, creí conveniente traeros la cena a la tienda ¿espero que no os importe? - esto último se lo dijo con una cálida sonrisa.
-No, no me molesta, os lo agradezco- le respondió Eowä mientras se levantaba y le ayudaba a colocar la cena en el suelo pues la estancia no tenía mesa.
-Deseo que os guste.

Eowä asintió y comenzó a comer bajo la atenta mirada del elfo. Por alguna razón, se sentía cómoda con aquel elfo al que apenas conocía, y no le molestó que la observaba y acompañara durante la cena.

-Me ha gustado mucho, estaba deliciosa- le dijo una vez finalizada la comida mientras se limpiaba con un paño.

Él guardó silencio hasta que finalmente se atrevió a decir:

-Lamento mucho lo de su amiga Tala.

Eowä sonrió con tristeza y seguidamente se incorporó y se dirigió al lecho para estar más cómoda. Ante la duda de él, ella le invitó a sentarse junto a ella, y él aceptó la invitación.  Se hallaban muy próximos el uno junto al otro, y aquello le dio confianza a Eowä para expresar sus sentimientos.

-La echaré mucho en falta. Aunque no era realmente mi madre, para mí lo fue- le confesó mirándole a los ojos.

Él asintió y le sonrió. Sentía lástima por aquella joven y desde que la había conocido, sentía la necesidad de protegerla.

-¿Fuisteis feliz con ella?- quiso saber él.
-Muy feliz, fue muy buena conmigo- guardó silencio- pero estos últimos días, yo no lo fui con ella. Por ello falleció- finalizó con tristeza y voz queda agachando la cabeza.
-¿Por qué decís eso?- le preguntó él alzándole el rostro con delicadeza y contemplando sus brillantes ojos que advertían llanto.
-Porque yo sabía de su delicada salud y debí haberle evitado de cualquier sobresalto o disgusto. Pero no lo hice, murió por mi absurda estupidez- le respondió con voz temblorosa para evitar el llanto que nacía en sus ojos.
-Estoy seguro de que no murió por ello, ¿por qué os castigáis? - le recriminó con dulzura y suavidad.

Eowä se sentía culpable de la muerte de Tala y nadie podía convencerla de lo contrario.

-Además no pude estar con ella en su últimos momentos, únicamente para despedirse de mí. No me lo perdonaré nunca.... - y con esta idea en la cabeza y la culpabilidad en su corazón, las lágrimas comenzaron a manar de su tristes ojos, bailando por su pálidas mejillas con total libertad.

Tras unos segundos, rompió a llorar en amargos sollozos. Lloró lo que no pudo llorar cuando Tala murió. Rinvoël la abrazó fuertemente y dejó que se desahogara. Eowä se sentía tan cómoda y protegida junto a él, que no pudo evitar caer en sus brazos; y una vez cesado su llanto, se mantuvo entre ellos mientras se abrazaba y se unía más al cuerpo del joven elfo. A causa del cansancio y de las últimas emociones vividas, se durmió plácidamente. La tranquila y pausada respiración de Eowä, le percataron al elfo de que la joven se había dormido. Sin embargo, la mantuvo entre sus brazos un tiempo más y la atrajo hacia sí para sentirla más cerca. Después, con delicadeza, se separó de ella y cogiéndola en brazos, la colocó sobre el lecho, la tapó y la besó dulcemente en la mejilla. Finalmente, se marchó.


Poco a poco Eowä abrió los ojos con una agradable sensación de felicidad. Confusa inicialmente por desconocer donde se hallaba, se incorporó sobre el lecho y observó la estancia, siendo consciente con rapidez de donde se encontraba. La sensación que la embargaba era de sencilla felicidad y sonrió al recordar a Rinvoël, pero ésta se borró al recordar porqué se hallaba allí. Meneó la cabeza para olvidar aquel sentimiento, se levantó y se cambió de ropa.
Una vez preparada, recogió su cama, se colocó la mochila en la espalda y salió al exterior. El sol brillaba en lo alto y tuvo que protegerse los ojos con la mano. 
El campamento se encontraba en plena actividad. Prácticamente habían recogido la mayoría de las tiendas, exceptuando la suya, la de Tinorduil y un par más. Todos los elfos ayudaban a desmontarlas , y una vez recogidas, eran colocadas en un carro de grandes proporciones tirado por dos caballos.
Eowä supuso que pronto partirían, así que con la vista comenzó a buscar a Rinvoël o a Tinorduil.  Pero fue el primero quien la encontró. Eowä sintió que suavemente le golpeaban en el hombro y se giró para saber de quien se trataba. Se alegró de ver a Rinvoël.

-Aiya Eowä , ¿habéis descansado bien?- le preguntó con una de sus bellas sonrisas.
-Sí, perfectamente. ¿Cuándo partimos?.
-En unos instantes, una vez recogidas las últimas tiendas. Así que, acompañadme.

Se dirigieron a un claro cercano donde se hallaban un par de elfos conversando, que al verlos se alejaron, y cuatro caballos. Rinvoël seleccionó dos, ambos blancos, y le ofreció uno a ella.

-Tomad, éste es para vos. Se llama Rala, espero que os guste.
-Es precioso, os lo agradezco- Eowä guardó silencio mientras observaba al bello animal- pero sabéis que yo no sé montar a caballo, no voy a poder... .
-Tranquilizaos, no os preocupéis- le tranquilizó el elfo mientras se acercaba a ella y le acariciaba la mejilla con suavidad- un servidor estará a vuestro lado. Además, iremos a trote. No tenéis de qué preocuparos.

Eowä sonrió, agradecía la amabilidad con que Rinvoël la trataba y así se lo hizo saber:

-Os agradezco vuestra ayuda y compañía - sonrió ruborizada, fijando su vista en un punto lejano, pues se sentía incapaz de mirarlo a los ojos.
-No tenéis por qué. Fue un placer- Rinvoël había apoyado su mano en la mejilla de la elfa y la miraba directamente a los ojos.

Al encontrarse con su mirada, Eowä notó un desconocido cosquilleo en el estómago a la par que su cuerpo temblaba ligeramente.  En más de una ocasión, Sama le había comentado que sentía aquellos cosquilleos cuando veía a Danto. "¿Me estaré enamorando?", pensó en aquel momento. Pero aquella idea no  le resultó desagradable, sino todo lo contrario, le agradó enormemente. Y llevada por aquel pensamiento y por el nuevo y bello sentimiento que comenzaba a nacer en su interior al conocer a Rinvoël, se aproximó a él y le besó. El elfo, para alegría de ella, no se apartó sino que respondió a su iniciativa besándola inicialmente con ternura y suavidad y seguidamente, con pasión y deseo pero sin abandonar la ternura y dulzura del principio.
El potente sonido de un cuerno, que iniciaba la marcha , les interrumpió, sobresaltándoles a ambos. Se separaron y montaron en sus respectivos caballos.
Rápidamente se unieron al grupo y partieron.

Ambos cabalgaron juntos durante todo el trayecto, él sosteniendo las riendas del caballo de ella para controlarlo. Eowä se sentía abrumada y muy feliz aunque nerviosa por lo que le esperaba. Al principio, avergonzada por lo ocurrido antes de marchar, no se atrevió a mirar ni a conversar con Rinvoël, que la observaba de reojo. Pero finalmente rompió su silencio:

-¿Cuál es la duración del viaje?.
-Menor de una jornada.
-¿Cómo sabré que hemos llegado?.
-A Valinor llegaremos en unos días, pero ahora nos dirigimos a los Puertos, donde embarcaremos hacia Valinor- guardó silencio antes de volver a mirarla y añadir- cuando en el horizonte observéis la grandiosidad del Mar, estaremos cerca.

Eowä asintió. Deseaba conocer a su madre Lamaratwën y a su padre, Baënduin, pero una parte de su ser se entristecía de abandonar la Tierra Media y su pasado. Por ello, se encontraba enormemente agradecida de tener a su lado a Rinvoël, era un gran apoyo. Pudo divisar a Tinorduil en la marcha, quien le estaba mirando y a quien saludó.

El viaje transcurrió con tranquilidad, el grupo se encontraba en silencio, incluidos Eowä y Rinvoël.
No se hizo ningún alto en el camino, les estaban esperando. Eowä, a pesar de hallarse absorta en sus pensamientos, percibió el palpable nerviosismo y tristeza que se respiraba en el ambiente.  Abandonaban el mundo que había sido su hogar durante miles de años, dejando paso al dominio de los Hombres, y ellos lo sabían. Eran los últimos elfos que aún se encontraban en la Tierra Media y que pronto dejarían de pertenecer a ella, como hicieron todos los demás , y también lo sabían. En sus rostros se leía la tristeza por abandonarlo y la alegría por recibir al nuevo mundo y reencontrarse con los suyos.

El tacto de una mano en la suya, la despertó de su ensimismamiento. Se trataba de Rinvoël, que con un ligero movimiento de cabeza, le indicaba el horizonte. Desconcertada por la situación, pues aún se mantenía en su pensamientos, Eowä hizo lo que Rinvoël le pedía y miró al horizonte. Sus ojos contemplaron, aunque lejana, una ilimitada franja azul celeste que se abría paso entre los robledajes que les rodeaban. "El Mar, ya estoy cerca. Mamil, pronto os volveré a ver" , pensó al vislumbrar aquel paisaje.

-Pronto estaréis en casa - Rinvoël guardó silencio antes de añadir- y también con ellos, con vuestra familia.

Eowä asintió emocionada mientras observaba el sonriente y hermoso rostro de Rinvoël y apretaba fuertemente su mano entre las suyas, antes de volver a contemplar el lejano Mar y responder:

-Lo sé.



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