La Caida de Gondolin

12 de Octubre de 2005, a las 23:38 - Enrique Dueñas
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VIII-Los refugiados de Gondolin

>>Tuor se alegra mucho cuando todos han cruzado la entrada y su temor se disipa un tanto; en realidad, sólo porque así lo quisieran los Valar pudieron bajar todos sin que los Orcos lo advirtieran.

>>En ese túnel cavado en la tierra estuvieron por cerca de dos horas, y hacia el final apenas estaba abierto y sus flancos eran ásperos y estrechos. Llegó de esta manera el grupo, al extremo del túnel que, astutamente, habían hecho desembocar en un gran pozo que otrora había estado lleno de agua pero que ahora estaba lleno de arbustos. Sin embargo entre la confusión y el dolor inconsolable de los refugiados con horror advirtieron Tuor e Idril que Eärendil no estaba con ellos. Ante eso, ambos amantes sintieron una gran congoja en el corazón. Todos los demás se lamentaron también , porque en medio del valle que los rodeaba se distinguía el ejército que los pisaba los talones. Y tras abrazar fuertemente a Idril y besarla largo rato dijo -Ahora seréis guiados por Glorfindel para alejaros cuanto podáis en dirección a las Colinas Circundantes antes de que llegue el alba, y no tenemos mucho tiempo- Y Glorfindel preguntó -¿Y tu adonde irás, oh, Tuor, aquel que nos has salvado?- y respondió –Yo parto de nuevo a la ciudad a buscar a mi hijo.- Y Voronwë decidió acompañarlo.


>>El sol ya brillaba en lo alto de una garganta de las colinas del este, y lucía rojo y majestuoso; y la niebla que los envolvía se disipó casi por completo, pero las ruinas de Gondolin estaban ocultas casi por completo como si una nube las envolviese. Entonces, cuando el aire se despejó, vieron a unas pocas yardas de distancia a un grupo de refugiados que huían a pié y no habían escapado a tiempo, perseguidos por una extraña carga de caballería, porque los jinetes eran Orcos cabalgando inmensos lobos, blandiendo lanzas negras. Entonces Tuor dijo a Voronwë: -¡Mira! ¡Allí esta Eärendil, mi hijo! ¡Su rostro brilla como una estrella en el páramo!

>>Los buenos elfos atravesaron el pasaje secreto de huida dirigidos por Glorfindel, y llegaron al lugar donde el Crissaegrim se precipita al abismo, pero, pese a todos sus esfuerzos, los demás avanzaban dispersos en el profundo túnel a lo largo de casi una milla. Fue por entonces cuando recién habían comenzado a cruzar la cascada, de nadie supo donde oyeron un chillido que retumbó en las montañas. Glorfindel supuso que se habían encontrado con una de las huestes vigías de Morgoth y sólo temía una violenta escaramuza, pero entonces comenzaron a caer piedras y la situación se volvió difícil porque dejaron muchos malheridos; pero mas grave le pareció aun cuando finalmente vio que los que lo que les acechaba era un Balrog.

>>Entonces sintió mucho tiempo de que les hubiesen tendido una trampa, y en realidad eso era lo que había sucedido; porque Morgoth había emplazado a vigías en todas las colinas circundantes. Ya la mitad de los refugiados habían atravesado el peligroso sendero cuando el Balrog saltó con gran ímpetu a unas rocas altas que bordeaban el lado izquierdo del camino, sobre el borde del precipicio, y desde allí, con un salto furioso, cruzó sobre los hombres de Glorfindel hasta llegar adelante, donde estaban las mujeres y los enfermos, agitando su látigo de llamas. Entonces Glorfindel se abalanzó sobre él mientras su armadura dorada lanzaba extraños destellos contra la escasa luz de la gruta y golpeó de tal manera al demonio que éste volvió a saltar sobre una piedra enorme, seguido de Glorfindel. Entonces se trabaron en una lucha a muerte en esa roca elevada encima de los del grupo, que, empujados hacía atrás y sin poder avanzar, se acercaron tanto unos a otros que nadie alcanzaba a ver, y los soldados solo llegaron una vez finalizado el combate. El furor de Glorfindel hizo saltar al Balrog de un lugar a otro, y la cota de malla lo pretegía de su látigo y sus garras. Le hundió su porra en el yelmo de hierro y le dislocó el hombro del brazo con el que blandía el látigo. Atormentado de dolor y de miedo, el Balrog se abalanzó sobre Glorfindel, que lanzaba dentelladas como una serpiente; pero sólo alcanzó a cogerlo por un hombro y entonces se enfrentaron cuerpo a cuerpo, acercándose peligrosamente al filo del risco. Entonces Glorfindel comenzó a manotear con la mano izquierda en busca de una daga y la hundió en el vientre del Balrog cerca de su propia cara (porque tenía el doble de su estatura); con un chillido, cayó de espaldas desde la roca, pero, al caer, alcanzó a agarrarse de los cabellos dorados de Glorfindel que se le escapaban del yelmo y así se precipitaron los dos al abismo.

>>Eso fue un hecho funesto, porque todos sentían un gran amor por Glorfindel, y he aquí que el estruendo de su caída retumbó en las colinas y el abismo se estremeció. Y cuando en presencia de un combate en el que El Bien se enfrenta a una furia maligna que lo supera, los Eldar aun dicen: -¡Ay! Es como Glorfindel y el Balrog- y sus corazones aún sufren por la suerte de este Noldor.

>>Los que montaban en lobos eran una veintena y alrededor de Eärendil sólo quedaban seis hombres vivos dispuestos a defenderse; por tanto, Tuor y Voronwë no tuvieron mas remedio que atacar y dio lugar entonces un combate feroz, en el que tanto el Elfo como el Hombre sufrieron múltiples heridas pero en el cual se demostró una vez más que la valentía vale siempre mas que el número. Con tanta habilidad pelearon que sólo dos lograron huir, pero heridos y sin los animales.

>>Eärendil estaba feliz de reunirse con Tuor, y éste sintió una alegría inmensa al encontrarlo; pero Eärendil dijo: -Tengo sed, padre, porque he corrido desde lejos- Pero su padre no dijo nada, porque no tenía agua y pensaba en toda la miseria del grupo que le había seguido; pero Eärendil dijo entonces:-¿Cuándo volveremos a casa, y pisaremos las calles de Gondolin?- Y Tuor entonces sonrió aunque una gran tristeza le invadía y antes de cargarle a sus hombros dijo: -No podremos pisarlas, porque Gondolin ya no existe. 

Continuó entonces Elfrith hijo de Bronweg diciendo:-Los exiliados de Gondolin se establecieron entonces en la desembocadura del Sirion, junto a las olas del Gran Mar. Eärendil se convirtió en un hermoso joven y hay otras muchas historias que hablan de sus grandes hazañas. Por su parte, Tuor finalizó su prodigiosa aventura junto con Idril, su esposa. Hubo días que la vejez le invadía y el deseo de unirse al mar le crecía con fuerza en el corazón. Por tanto construyó un gran barco en el que fueron juntos, el Ëarrámë y no se supo mas de él pero algunos cuentan que su destino se separó del de los Hombres para unirse definitivamente al de los Noldor. Y así llega a su fin el extraordinario relato de Tuor hijo de Huor y de La Ciudad de Los Siete Nombres... ¡Que triste suerte la de Gondolin!- Y en la Sala de los Leños todos se quedaron quietos y en silencio por largo rato.
 



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