Consultas Psicológicas de la Tierra Media

12 de Mayo de 2004, a las 00:00 - elf-moon
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Sesión psicológica del Balrog

Ayyyy, doctor, me encuentro muuuy mal... es el reuma que me está matando...¿el chichón? Si yo le contara... necesito su consejo, doctor, que tengo la estima por los suelos y necesito que alguien me ayude a decidirme...

¿Por qué la tengo tan baja? Yo diría que subterránea, doctor, a ver si me entiende. Yo soy un balrog, doctor, aunque más tendría que decir El Balrog, el último de los míos -aunque de eso, no estoy totalmente seguro, que unos primos míos creo que andan por las montañas...-, el Daño de Durin. Uno es un Maia, mal que le pese a algunos y durante siglos, he sido uno de los campeones de Melkor, y no precisamente por mi cara bonita. Uno era más poderoso que los dragones y era una de las manos derechas de mi primo Gothmog, señor de los balrogs y capitán de Angband, que he visto caer bajo sus garras al creído de Fëanor, y le ayudé a cargarse a  Fingon durante la Nirnaeth Arnoediad, o como quiera que se llame la batalla esa de las lágrimas innumerables, que yo fui el balrog que lo ayudó agarrando al dichoso rey elfo con mi látigo de fuego por la espalda mientras él lo aporreaba con su hacha negra y a Echtelion de Gondolin, también al chulo de mi primo, no nos engañemos... y he sido el terror de la Tierra Media. Uno se las ingenió para escapar de la ruina de Angband, para sobrevivir al desastre padre de la primera edad cuando ocurrió el holocausto de la Guerra de la Ira que puso fin al reino de Melkor y se esconde de los dichosos Valar y sus huestes, se refugia en las Montañas Nubladas, crea su hogar, con su camita, sus alfombritas, su televisión por cable, y se dedica a no molestar al resto de las criaturas durante casi tres edades para que unos desaprensivos lo molesten en su propia casa y se líe una bonita fiesta. Cuando uno consigue cierta respetabilidad entre los elfos, que me temen como a pocas cosas en éste mundo, llega un punto que te crees invencible, doctor. ¿Cuántas criaturas pueden alardear de ser llamados la llama y la sombra y despertar terrores inimaginables? Ninguna, ni siquiera los dragones, doctor. A mi no me gana nadie usando mi látigo de fuego, que saqué matrícula de honor en el cursillo de "Látigo, teoría y práctica del látigo de fuego", vamos, que ni el primo Gothmog lo consiguió. Yo sobreviví y él la palmó... ¿Y de qué me ha servido? De nada doctor, que ya no queda respeto. ¿Usted se cree que es normal que uno esté tranquilito en la cama leyendo "Las Memorias de Ungoliant" cuando una plaga de enanos se ponen a agujerear tu techo? ¿Qué hubiera hecho usted, doctor? Pues yo me enfadé, normal, que un poco más y se me cae la lámpara de cristal de roca encima de la testa. Por supuesto que me puse a perseguirlos y me cargué un par de sus reyes, ese Durin que decían inmortal y no lo era y el barbudo de su hijo Náin... y lo peor de todo, doctor, es que esos enanos ni siquiera sabían lo que era yo... ¿pues no me llamaron el mal de Durin? ¡¡¡A mi,  un balrog!!! ¡¡¡Vamos, que yo no soy de nadie!!! ¡¡¡Pues claro que los eché!!! )¿Y sabe lo que habían hecho? Me habían agujereado todo el techo de casa en busca del dichoso mithril. Entonces empecé a entender por qué tenía goteras en el salón de mi casa. Vamos, como para no enfadarse... contraté a unos orcos y a un par de trolls para que me vigilaran la casa mientras volvía a mis soledades con mi libro "Las Memorias de Ungoliant" y me puse a leer tranquilamente... hasta hace unos años. Sí, doctor, volvió otra plaga de enanos, que empezaron de nuevo a agujerearme el tejado. ¿Y qué hubiera hecho usted? Pues mandarles a mis orcos y mis trolls, que para eso les pago... menudo lío organizaron, matándose los unos a los otros y dejándome el tejado hecho una porquería. Pero para algo sirvieron los dichosos orcos y se los cargaron a todos. Y la tranquilidad volvió a mi casa; podía dormir tranquilamente, leer mi colección de grandes éxitos literarios de los malos de la Tierra Media, pasearme por las galerías que había hecho la dichosa primera plaga de enanos...  hasta hace unos días. Aquel día, yo descansaba en mi camita, consultando con la almohada, pensando en si aceptaba o no la proposición de Sauron de volver a recorrer los senderos de la Tierra Media, porque me dijo que no acababa de fiarse de sus tropas orcas y de sus Nazgûl, que por cierto aún no he visto, porque mi retiro en estas últimas dos edades me ha impedido ver a esos espectros famosos que dice Sauron que son la leche dejando comatosos al personal sin tocarlos... Bueno, lo que le decía, que no acababa de fiarse de sus tropas y me quería para una ofensiva sobre los elfos de Lórien... y uno se lo pensaba cuidadosamente, porque ¿hay algún deshonor en servir a Sauron, aunque ahora sea un ojo de fuego? Porque al fin y al cabo, uno ya había servido a sus órdenes... Cuando unos desaprensivos entran por la puerta de atrás y se cargan la puerta que tanto me costó cerrar cuando me deshice de la plaga de enanos... Al principio no me mosqueé, porque también andaba por ahí un bicho repugnante que iba diciendo "mi tesssoro, mi precioso" todo el rato y que había entrado por el otro lado... al fin y al cabo, estaban los orcos y los trolls y me puse a dormir la siesta... y maldita la gracia, doctor, que uno de los intrusos lanzó no se qué a una de mis chimeneas y me encontré lo que quedaba de uno de esos despreciables enanos y un cubo ¡¡¡en el salón de mi casa!!! ¡¡¡ENCIMA DE MI ALFOMBRA ELFA!!! Eso sí que no lo tolero, doctor, y mandé a los orcos para arriba, con ese troll de las cavernas estúpido que tenía atado a la pata de la cama... ¡¡¡y se cargaron a mi mascota!!! ¿puede creerlo, doctor? ¡¡¡Se cargaron a mi troll!!! Eso sí que no lo tolero, me dije, agarré mi látigo y mi espada y me fui directo hacia arriba. Y cuando llegué, me encontré con nueve intrusos, unos enanos sin barbas, uno normal, dos hombres, un mago y ¡¡¡UN ELFO!!! ¡¡¡mío, mío!!! ¡¡¡Dadme al elfo!!! me puse a berrear por todo el tejado, que hacía mucho que no veía ninguno y tenía ganas de pillar a uno... pero los muy condenados corrían como descosidos y no me dejaban pillar al elfo. Y entonces llegamos a uno de los puentes que habían construido la primera plaga de enanos y el mago se me planta en medio, y empieza a gritarme que no paso y que es siervo del fuego sagrado y que vuelva a sombra ¡¡¡pero cómo se atreve!!! ¡¡¡Mandarme a mi a la sombra, entérate que yo soy la llama y la sombra!!! ¡¡¡Dame al elfo, viejo!!! y el muy bruto le dio tal porrazo al puente con su vara, que lo rompió y me caí con el puente... pero no caí solo, porque si yo caigo, caemos todos, le arreé con mi látigo y caímos los dos hacia el abismo. Y mientras yo caía y desplegaba mis alas, el muy bestia pilla su espada elfa y empieza a arrearme en la chepa. ¡¡¡Desconsiderado!!! Yo, que en las últimas dos edades no he salido de mi casa, no me he cargado ningún elfo ni ningún hombre, que sólo me he cargado a dos plagas de enanos que invadieron mi casa, cayendo con un mago poseído encima de la chepa... caímos y caímos hasta que pillamos la escalera interminable y empezamos a subir para arriba, hacia la montaña... y cuando llegamos arriba, a mamporros nos liamos... luchamos y luchamos... hasta que un maldito aguilucho pasó, me arreó con su ala y me despeñó de la cima... de ahí mi chichón, doctor; y suerte tuve que el maldito mago se largó con el aguilucho traidor y me dejó tirado en la cima, aquejado de un ataque de lumbago... ¿puede creerlo? ¡¡¡vencido por un aguilucho a traición!!! Y lo peor es que el elfo se me escapó... snif, snif, yo que lo quería hacer mi nueva mascota en substitución del troll... ¿qué me dice doctor? ¿sería rebajarme si le pido a Sauron un par de sus Nazgûl para que me hagan de perros guardianes y no dejen entrar más intrusos ni plagas enanas en mi casa?



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