El Señor de los Armarios

15 de Junio de 2003, a las 00:00 - Wampag y Oriön
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Capítulo II: La sombra del pasado
Gandalf se acercó al recibidor donde ahora descansaba el armario de su amigo para arrimarlo a una pared, pero en el momento en que se disponía a tocarlo vio algo que lo estremeció. Fue peor que lo que acababa de ver con la Conga, incluso peor que ver a Aramís Fuster en bañador. Fue como un fogonazo, pero ahí estaba. Un enorme ojo rojo, pero no a causa de conjuntivitis, que parecía expandirse sobre toda clase de luz, absorbiéndola inexorablemente hacia él (vaya, me parece que me ha quedado una parrafada literaria total, ¿no?). Visto aquello prefirió no tocar el armario, por lo que pudiera ocurrir. Las siguientes 3 horas las pasó sentado en un rincón oscuro del salón de la casa de Bilbo, sumido en sus pensamientos y fumando en pipa. Lo que estaba fumando ya no queda tan claro, pero tenía que ser lo bastante fuerte como para tenerlo en babia durante tantísimo tiempo.

Gandalf: (Pensando) Mmmmm... me comería ahora mismo un chuletón de ese hipopótamo rosa que está bailando la Macarena en lo alto del escritorio... No sé por qué, pero empiezo a pensar que esta hierba para pipa que me dio Frodo de su cosecha privada está adulterada con otras cosas. Vamos, Gandalf, céntrate. Debes pensar en el armario. Eso que has visto es preocupante... ¿Y si resulta que al final este es ese Armario...? Pero tal vez no lo sea... Una cosa está clara, no le voy a poner la mano encima. Necesitaría que viniera algún pringado al que endiñarle la carga.

En ese momento Frodo aparecía por la puerta llamando a su tío. No había llegado antes porque hacía 10 escasos minutos que se había recuperado de su último coma etílico por las cervezas de la fiesta.

Frodo: ¡Eh, Bilbo! No te lo vas a creer. Me han robado la cartera mientras dorm... - ¡¡¡CRONCH!!! - ¡Aaaaaay, mi nariz! ¿Quién ha sido el idiota que ha dejado el armario apalancado delante de la puerta?

En ese instante Gandalf vio que sus plegarias habían sido oídas. Podría comprobar la procedencia del armario, y de propina, si se confirmaban sus temores, incluso podría llegar a deshacerse de Frodo.

Frodo: ¡Bilbo! Se ha ido, ¿verdad Gandalf? Llevaba tiempo advirtiendo... que me iba a mandar a un correccional. Bueno, mejor que se haya ido él que yo, jejeje.
Gandalf: Así es, se ha ido a un asilo en Rivendell. Te ha dejado todas sus cosas... y su armario.
Frodo: Sí, sí, pero me ha dejado también la pasta, ¿no? Uuuf, me viene de maravilla para arreglar ciertos asuntillos pendientes.
Gandalf: Sí, pero antes de eso deberíamos considerar algunas dudas que me surgen sobre el armario.
Frodo: Bueno. Mientras no nos lleve mucho rato... es que en la fiesta quedé con unas titis estupendas y deben estar al caer. Así que tú dirás...
Gandalf: Bien, pues según el guión ahora deberíamos tirar el armario al fuego, pero como tú comprenderás esto no cabe en el hueco de la chimenea. Así que tengo un plan B.

En ese momento Gandalf sacó de sus rosadas vestiduras una especie de linterna fluorescente, pero que emitía una luz violeta y empezó a pasarla sobre la superficie del armario.

Frodo: ¿Qué estás haciendo?
Gandalf: Busco unas escrituras que puedan corroborar lo que me temo. Estoy usando una lámpara de luz ultravioleta que me han dejado Grissom y Warrick de CSI. Se la tengo que devolver antes del lunes, que tienen otro episodio.
Frodo: ¡Qué chulo! Déjame probar a mí.

Mientras Gandalf daba unos pasos alejándose del armario, Frodo abrió las puertas y empezó a mirar por dentro.

Gandalf: (Con preocupación) ¿Qué ves?
Frodo: Nada.

El mago suspiró aliviado durante unos segundos hasta que la voz del hobbit le interrumpió.

Frodo: ¡Espera! Veo... unas letras. Creo que es una especie de escritura, como un mensaje. Puedo leerlas, pero no las entiendo...

Aserejé ja dejé
Dejebe tu dejebede sebiunoubua
Majabi ande bugui an de buididipí

¿Qué es? No puedo entenderlo.
Gandalf: Pocos pueden. Eso es la lengua de Mordor.
Frodo: ¡Mordor! -  exclamó con expresión asustada, aunque en realidad se empezaba a interesar por el tema, ya que pensaba que por fin iba a llegar algo de acción a este asqueroso pueblucho perdido en el mapa, donde lo más emocionante que ocurría era el parto de una cabra.
Gandalf: En la lengua común dice tal que así:

Un Armario para travestirlos  a todos.
Un Armario para maquillarlos,
Un Armario para atraerlos a todos
Y atarlos en el Torero Torero.

Como yo me temía - prosiguió el hechicero- este es el Armario Único construido por Marsauron en la Carpintería del Pepino, en Mordor. Lo más grave es que probablemente sepa que está aquí, en La Comarca y quiera venir a recuperarlo.
Frodo: ¿Pero cómo puede saberlo?
Gandalf: (Exasperado) ¡Y yo qué sé! Mira, si de verdad quieres protagonizar esta historia Marsauron va a tener que saber que el Armario está aquí y tú vas a tener que salir por patas, ¿vale? No sé... supongo que para arreglar esta laguna podríamos decir que Gollum se lo dijo, y por eso lo sabe.
Frodo: ¡Gollum! ¡Ese asqueroso hippie! Como lo pille... Espera... ¿y yo por qué me tengo que ir de aquí? Llévatelo tú.
Gandalf: ¡NO! No me lo ofrezcas. No quiero ni tocarlo. En mis manos se desataría un poder inigualable. Ya viste lo que le pasó a Bilbo en la fiesta (si es que no estabas ya durmiéndola). A mí eso no me hace falta. Imagínate las cosas horribles que vería el mundo si mi poder se viera acrecentado por el Armario.
Frodo: (Metido en un rincón, tapándose la cara con las manos y llorando) ¡Qué horrible! ¡Qué atroz! ¡No quiero verlo!
Gandalf: Por eso mismo tienes que llevártelo. Vete a Bree, al Poney Rebuznador y espérame allí, que iremos juntos a Rivendell a ver que nos aconsejan los elfos. Lo más importante ahora es sacarlo de aquí. Así que hala, lía un petate y sal de aquí pronto.
Frodo: ¿Y si llamamos a la grúa para que lo lleve directamente?
Gandalf: No, tú eres el portador del Armario y ningún otro puede llevarlo. (Pensando: jejejeje, a ver si llevando eso en tu espalda te centras un poco y dejas de hacer el burro, niñato).
Frodo: ¿Y tú qué harás mientras?
Gandalf: Estooooo... pues iré a ver a Saruman, que es mi superior a ver que me aconseja. (Pensando: en eso echaré solo un día, luego vendré aquí y me pegaré la vida padre teniendo la casa vacía  para mí hasta que me dé por ahí y tire para Bree, jejejejejejeje).

En ese momento escucharon un ruido de cristales rotos. Era Samsagaz Ganso, el jardinero, que estaba en la puerta escuchando todo y se le acababa de caer la botella de champagne que llevaba de la impresión de oír tantas cosas prodigiosas.

Frodo: ¡Sam! ¿Y las titis?
Sam: Oh, bueno... se tuvieron que ir - mintió Sam, que en realidad les había dado largas porque tenía la idea de intentar ligarse a Frodo en la fiesta... Pero señor Frodo, va a hacer un viaje muy peligroso y no puedo consentir que vaya solo. ¿Y si le ocurre algo?
Gandalf: Veeeeeenga, vaaaale. Puedes ir tú también. Pero ya sabéis, id prestos a Bree que allí nos veremos. "Tu camino discurre por sendero diferente al mío. La Fuerza estará contigo... siempre".
Frodo: ¿Qué?
Gandalf: ¡Uy, perdón! Eso es de otra película. Pues nada, que nos vemos.

Con estas palabras Gandalf el Rosa partió veloz a lomos de su caballo Sombradeojos hacia Isengard, donde vivía su jefe Saruman (conocido como Saru, para los más íntimos), mientras los dos enanillos graciosos iban brincado y saltando por los campos en dirección Bree.


Capítulo III: La traición de Isengard
Después de unas jornadas de camino Gandalf el Rosa llegó a Isengard, donde vivía el decano de su orden, Saruman el Malva. Éste se había hecho construir una torre llamada Orthanc para vivir con el dinero negro que le había quedado en pesetas antes de la llegada del euro. Cuando Gandalf llegó se encontró con que su superior entraba en la torre con una palangana llena de ropa mojada debajo del brazo.

Saruman: (Cantando) ...sooooy rebelde porque el mundo me hizo asiiiiiiiií, porque nad... ¡Hombreeeeee! Si es Gandalf el Rosa. ¿Qué te trae por aquí? ¿Te han vuelto a pillar sacando hierba de contrabando de la Comarca?
Gandalf: No, no es eso. Vengo a buscar tu consejo, Saruman el Malva.
Saruman: Bueno, pues mira, acompáñame a la azotea de la torre y mientras tiendo mis trapitos me vas contando.

Mientras el decano de la orden de magos tendía su malva colada, Gandalf le iba contando los prodigiosos acontecimientos relacionados con el Armario y la partida de los hobbits. Una vez que acabó Saruman le dijo con preocupación:

Saruman: Ummm... Esto que me cuentas es muy grave. Anda, pasemos a mi despacho y seguiremos considerando el tema.

Despacho de Saruman, Isengard
Hora zulú - 12:34 a.m

Mientras Gandalf se encuentra de pie, Saruman está sentado en un sillón de piel de vaca junto a una mesita con acabados de caoba.

Saruman: El tema es muy serio, cielito. ¿Sabes? Me ha dicho un pajarito que el poder que el tal Marsauron tenía ha aumentado cantidad. No veas, el ejército que se ha hecho el machote.
Gandalf: Pero, ¿cómo es eso posible? ¿Cómo es que existe Marsauron? Aún no lo entiendo.
Saruman: Cosas de la vida, tú sabes. Como el chavalote no ha encontrado un cuerpo a su medida tiene la forma de un "jojo" enorme rodeado de fuego pasión.
Gandalf: Ajam, sí, ya veo. Pero oye, una cosilla. No es que desconfíe de ti ni nada de eso, guapetón. Pero es que me pica la curiosidad. ¿TÚ CÓMO PORRAS LO SABES?
Saruman: Ois, chico. Uno aquí que tiene sus contactos. Mira, ven. Acompáñame.

Saruman condujo a Gandalf a través de un saloncito de té mu mono y lo llevó hacia una especie de mesilla en la que había algo parecido a una bola de cristal.

Gandalf: Uis. ¡Qué cosas! Un palantir. Pero no debemos usarlos. No sabemos quién más podría estar mirando.
Saruman: ¿Por qué? ¿Por qué debemos temer usarlo? ¡Si ahora te sale un pedazo de oferta con el pack Dúo de Amena.

En cuanto Saruman pronunció esa palabra, a su alrededor empezaron a aparecer chicos vestidos de Papá Noeles verdes, y bailando como nunca. Mientras, Saruman se unió a ellos mientras de fondo se oía esa canción tan famosa: Libreeeeeeeee, como el sol cuando amaneeeeece yo soy liiiiiiibreeee...
Gandalf, sin poder soportarlo, tapó el palantir, y justo en el momento en el que lo tocó, vio un "jojo" muuuuy grande. Era la caña de España. Se quedó así como un poco consternado, pero peor lo había dejado la visión de Saruman y el coro de los jóvenes de Brodway. Saruman se quedó quieto, y los jóvenes desaparecieron.

Saruman: Venga tío, no me cortes el rollo ahora.
Gandalf: Déjate de tonterías. Ya jugarás a las Spice Girls en otro momento. Ahora tengo que irme a por Frodo, porque si el ojo este ve por toda la Tierra Cuarto y Mitad, seguro que sabrá que el personajillo ese tiene el Armario. Aunque no me vendría mal que le dieran un escarmiento... Bueno bueno, aquí estamos para lo que estamos, ¿no? Así que me piro a por el niñato este. 

Gandalf se dirigió hacia una de las puertas, pero ésta se cerró de repente. Se fue hacia la otra, e hizo lo mismo. Y así en todas las puertas de la habitación. Cuando hubo agotado todas las posibilidades, le dirigió a Saruman una mirada fulminante, de estas que si mataran ya estaría muerto, cosa que por un lado le habría ido bien a los personajes de la historia, pero no a nosotros porque si no, no tendríamos nada que contar. Total, el caso es que cuando miró a Saruman, éste le dijo:

Saruman: ¡Ah! Pero, ¿es que de verdad te piensas que un yonqui puede torcer la voluntad del Armario? Venga hombre... Piensa un poco chiquito mío. Eso no puede ser.
Gandalf: Y, ¿qué se supone que debemos hacer, Saruman?
Saruman: Lo que debemos hacer es unirnos, unirnos a Marsauron y convertir esta tierra en lo que debería ser: un lugar lleno de gorriones, jilgueros y ruiseñores. No creas que un simple hobbit puede acabar con Marsauron. Los Nueve ya han salido de Mordor. Unámonos a él, sería lo más sensato, amigo mío.

Gandalf se quedó un momento aterrorizado, sin saber qué decir, cuando se le ocurrió de pronto un comentario:

Gandalf: ¿Llevas mucho tiempo ensayando ese discurso?
Saruman: Bueno, unos cuantos días. ¿Tanto se me nota?
Gandalf: Pse. Una pizca. Pero te ha quedado súper glamouroso.
Saruman: Ois, gracias, gracias. Bueno, ¿qué me dices?
Gandalf: Pues mira, te voy a ser sincero. La idea me atraía, hasta que has llegado a la parte de los pájaros. ¿Por qué no pueden ser flores?
Saruman: Porque no, porque yo he llegado antes y me toca la mejor parte. Si quieres bien, y si no... ya puedes darte por muerto. 
Gandalf: Dime, "amigo" (con cierto y leve retintín). ¿Cuándo abandonó Saruman el Malva la jardinería por la ornitología?

Este simple comentario no le hizo mucha gracia a Saruman, así que decidió sacar su arma secreta: las uñas. Se lanzó sobre Gandalf (en el sentido más puro de la expresión), y se dedicó a hacerle un collage en la cara. Claro que Gandalf no se quedó quieto y sacó también sus uñas, un poco puercas con el paso de los años quitándose las costras de las greñas. De los dos, por increíble que parezca, salió ganando Saruman, el cual mandó a Gandalf de un bofetón a la azotea, con los trapos (así sería el bofetón que le metió). Y no se volvió a saber del pobre Gandalf hasta capítulos siguientes.


Capítulo IV: El Jinete Negro.
Volvamos al lugar en el que nos dejamos a Frodo y a Sam. Estos chavalotes estaban cruzando la Comarca, campo a través, sin darse cuenta de que estaban atravesando el huerto del granjero Maggot. Sam salió de uno de los maizales, cuando, en el silencio del día escuchó una vocecita estremecedora, exactamente igual a lo que se oía en "Señales" cuando Mel Gibson se mete en el maizal:

Vocecita: Knknknknknknkn.

A Sam se le erizó el pelo sólo de oírlo, y de pronto empezó a llamar con voz temblorosa a Frodo, cuando este salió de otro de los maizales.

Frodo: ¿Y a ti qué te pasa ahora?
Sam: Es por algo que dijo el señor Gandalf: "No pierdas de vista ese hermoso torso de Frodo". Y no pienso hacerlo.
Frodo: Pero, ¿tú te caíste de cabeza al nacer? Tío, que estamos en la puerca Comarca todavía, no vamos ni por la mitad, ¿y me entretienes para decirme esa cursilada del viejo senil ese? Venga hombre, ¿qué nos puede pasar?

De pronto, como escondidos y escuchando la conversación, salieron dos hobbits del maizal. Eran Merry y Pippin, los dos mejores amigos de Frodo que acababan de escapar de un correccional.

Pippin: Tío, ¿qué pasa? ¿Qué te trae por aquí?
Frodo: Lo mismo os iba a preguntar yo, troncos. Creí que estabais en un correccional.
Merry: Y lo estábamos pero nos escapamos. Echamos laxantes en los vasos de los guardias, así que imagínate: la fiesta la espuma.
Sam: Y, ¿habéis entrado en el huerto de este tío? ¿Para qué?

Oyeron una voz que provenía del fondo, pero esta vez era muy distinta a la primera vocecita. Esta venía gritando cosas como: "Os conozco. Sé dónde vivís", "Me cago en vuestras muelas", "Yonquis niñatos" y derivados. De repente, Merry y Pippin se agacharon para recoger el vídeo, el DVD y el televisor panorámico que se les había caído al suelo y que casualmente habían robado de aquel mismo huerto.

Merry y Pippin: Tío, vámonos que este nos mata. ¡Nos mata!

Todos salieron corriendo, hacia el final del huerto, hasta que no hubo más terreno donde pisar y se cayeron ladera abajo. Al llegar al suelo, Frodo y Sam empezaron a mirar a los otros dos hobbits con cierta cara de desprecio. No se percataron de ello, pues Pippin exclamó:

Pippin: ¡Mirad! ¡María!

Claro, aquí los insensatos de los hobbits empezaron a recoger la hierba aromática sin darse cuenta de que estaban en un camino, hasta que de pronto oyeron los cascos de un caballo acercándose. Frodo dijo:

Frodo: ¡Salid del camino!

Todos ellos, sin preguntar por qué, se escondieron debajo de una pedacho de raíz, mientras liaban la planta recién cogida. La encendieron, y mientras se podía oír la voz de Pippin diciendo:

Pippin: ¡Que rule, tío, que rule!

En ese mismo momento apareció un jinete vestido de negro, agachado sobre la rama. A todo esto, el Armario sigue de momento en escena y lo sigue llevando Frodo, por lo que no es de extrañar que cuando llegara el Jinete Negro, Frodo sintiera un deseo impulsivo de meterse dentro de él. Escucharon el sonido de un olfateo en el aire, proveniente del jinete. Mientras, el humillo del canuto encendido llegó a la nariz de aquel jinete, y de pronto todos oyeron una risita, que poco a poco iba creciendo en intensidad hasta que se convirtió en una carcajada, y en un:

Jinete Negro: (Tirado por los suelos) ¡¡¡CUÑAAAAAOOOOOOOO!!!

 El jinete se apontocó en el suelo hasta no poder ya más, casi perdiendo fuelle. Así los cuatro hobbits lograron escapar de aquel jinete negro sin que este se diera cuenta ni siquiera de su presencia.
Total, Merry y Pippin ya se pusieron un poco mosca con el tema. Y preguntaron a Frodo de que se trataba todo eso, mientras Frodo ya empezaba a cagarse un pelín al ver que el tema del armario era serio.

Merry: A ver si lo he entendido, tronco. El viejo te dio el armario, y ahora resulta que si te metes dentro te conviertes en mujer.
Sam: Yo no veo dónde está lo malo...
Merry: (Haciendo caso omiso) Y encima tienes que destruir ese armario en la Carpintería de Mordor - dijo después de que Frodo les hubiera explicado todo.
Frodo: Sí, ¿qué quieres que le haga? Entre eso y que me mande a un correccional...

Se hizo el silencio, y Pippin se quedó mirando a Frodo, después miró a Merry y otra vez a Frodo.

Pippin: ¿100.000 semillas y tú fuiste la más rápida en germinar?
Frodo: ¿Me estás desafiando o qué? ¿Buscas pelea? Porque aquí hay uno que te la encuentra fácilmente...
Pippin: Mira como tiemblo, chiquitín...
Sam: ¡Chicas! ¡Chicas! (dijo mientras imponía orden... o intentaba, porque con la voz de pito que tiene...). Dejadlo ya. Lo hecho, hecho está y no se hable más. Venga, ahora tenemos que ir a Mordor. Merry, guíanos.
Merry: ¿Y por qué yo si puede saberse, nenaza?
Sam: Uis, calla que me sonrojas al llamarme así... Bueno, centrémonos. Nos guías tú porque eres el más guay chachi de todo el grupo y porque tú te conoces estos panoramas.

Tras pensárselo durante un momento, Merry afirmó con una sonrisa torva.

Merry: Te tengo preparao un camino que es la caña, Frodo (y entre dientes murmuró) a ver si se te quita el estado de trance que siempre tienes encima.
Frodo: ¿Qué has dicho?
Merry: Que en la mochila llevo carne de alce y morcilla.



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