El rey de la ciudad de piedra

31 de Diciembre de 2004, a las 02:36 - Gelmir
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2. El Consejo y la Espada.

-¿A dónde se supone que va toda esa gente?, por Eru, ¿es que se han vuelto todos locos?- Preguntó incrédulamente Finrod.
No obtuvo respuesta porque ninguno de sus tres compañeros la tenía; una multitud salía poco a poco de Tirion y se iban organizando para el viaje en las faldas de la colina de Tuna, unos pocos marchaban ya hacia el norte y entre ellos se vislumbraban el estandarte de la casa de Fëanor y, lo que era más sorprendente, el de Finwë, rey de los Noldor. Al acercarse a la gente vieron a Maedhros, el hijo mayor de Fëanor, que daba órdenes a algunos de los que se disponían a partir.
-Aiya Maedhros-Saludó Turgon- ¿Podrías explicarnos todo esto?
-Aiya primos, me alegro de veros, pero me temo que esto no os va alegrar de la misma forma. Mi padre ha sido exiliado de Tirion por los Valar.
-¡¿Qué?!- Preguntó Fingon- esto no tiene ni pies ni cabeza, es cierto que las relaciones entre ellos no eran buenas pero esto es demasiado, ¿Qué ha hecho para acabar así?
-Será mejor que eso se lo preguntes a tu padre. Pero de todas formas, la cuestión no está en qué haya hecho, si lo destierran, los que le queremos estamos obligados a partir con él, vamos al norte e intentaremos construirnos una ciudad para nosotros mismos.
-Pero, ¿es qué lo han desterrado por mucho tiempo?
-Doce años, pero, de todas formas supongo que mi padre estará dispuesto a autoexiliarse por más tiempo sólo para no tener que dar su brazo a torcer y pedir disculpas.
-¿No nos vas a contar qué ha pasado?-Inquirió Turgon- doce años es bastante tiempo, o Mandos se ha vuelto muy riguroso...
-O mi padre demasiado subversivo. Sabéis que esto me gusta tan poco como a vosotros porque en las palabras y actos de mi padre veo más los engaños de Melkor que su propia voluntad, pero no puedo renegar de él, y estando a su lado quizás encuentre la forma de hacerle entrar en razón. Si habláis con vuestros padres os explicarán mejor lo que ha pasado, yo ahora tengo que irme.
-Está bien Maedhros, Nai Eru varyuva len.-Se despidió Artanis.
-Espero que la próxima vez que nos encontremos sea en mejores circunstancias. Por cierto, se me olvidaba deciros que Finwë parte también con nosotros, ahora Fingolfin es el señor de la ciudad. Namárië.

Los cuatro vieron alejarse a su primo y después se encaminaron hacia las puertas de la ciudad. Mientras entraban, la gente se puso en marcha alejándose de Tirion, algunos no volverían a ver la bella ciudad. Cuando llegaron a la parte alta, tuvieron que despedirse, los palacetes de Finarfin y Fingolfin se encontraban cada uno a un lado de la Torre así que los primos se separaron prometiendo verse pronto y se dirigieron a la casa de sus padres.
-Amo esta ciudad, no soportaría abandonarla- Dijo Fingon mientras entraban en la casa de su padre- la verdad es que Maedhros lo debe estar pasando fatal, el y Maglor siempre se han parecido más a nosotros que sus hermanos.
-Sí, la verdad es que son bastante más sociables.

Al entrar en la casa, se encontraron con Alasse, el ama de llaves de su padre por quién los dos hermanos sentían un gran afecto porque se había ocupado de ellos muchas veces durante su infancia y se había convertido en parte de la familia, siendo como una tía para ellos y una gran amiga y confidente para su madre. Era una mujer ciertamente muy cariñosa y agradable pero tenía el defecto de hablar demasiado y muy atropelladamente aunque los dos hermanos habían aprendido hacía tiempo a rebuscar entre el torrente de información que salía de su boca y quedarse sólo con lo importante.
-¡Qué sorpresa! No les esperábamos hasta dentro de dos días, su padre se va a poner muy contento de verles, especialmente después de lo que ha pasado... ¿se habrán enterado ya, no?, claro que sí, todo Tirion lo sabe, después de todo la plaza bajo la Mindon no es el mejor sitio para discutir asuntos familiares. De hecho mi prima estaba allí esa tarde, vino a casa tremendamente pálida, imagínense...
-Aiya Alasse- saludó Fingon en cuanto le fue posible-, nos gustaría ver a nuestro padre, ¿está en casa?
Los dos hermanos sabían que era mejor no preguntarle por los hechos que tenían en vilo a toda Tirion porque si lo hacían tenían unas dos horas de charla aseguradas con poco de lo que les interesaba y demasiados rumores y palabrerías.
-Sí, sí, está en la terraza con la dama Aredhel, ella ha llegado de Valmar esta mañana, en cuanto se enteró de lo sucedido, aunque su madre se ha quedado allí.
-Muchas gracias Alasse, ¿te importaría avisar a alguien para que se ocupe de nuestras cosas?
-Por supuesto, descuiden. Vayan a hablar con su padre, ¿no quieren nada de comer?, puedo pedir que les preparen algo ahora mismo...
-No, no es necesario, gracias de nuevo.
-Como deseen, llámenme si necesitan algo.- Dijo el ama de llaves mientras desaparecía por la puerta de la cocina.
-Me alegra ver que algunas cosas no cambian nunca- Bromeó Turgon.
-Ya lo estás haciendo otra vez.
-¿El qué?
-Hablar como si llevaras años sin pasar por casa cuando vives a menos de diez minutos. Lo haces sólo para mortificarme con tu independencia, como tú te has casado y yo no..., como soy mayor que tú y todavía vivo con papá...
-No te enfades, no lo he hecho queriendo, seguro que encuentras a alguien tarde o temprano. ¿Al fin y al cabo quién va a resistirse a todo un príncipe?, simplemente tienes que darte tiempo y no agobiarte.
-Ojalá mamá pensase igual que tú, cada vez que me ve me pregunta por mi vida amorosa, menos mal que se ha ido una temporada a Valmar porque no soporto que me tenga vigilado y menos que tenga fichadas a todas las damas de los alrededores para dilucidar cuál de ellas me conviene.
-Por cierto ¿van a quedarse los dos a cenar?- Dijo Alasse reapareciendo detrás de ellos.
-No Alasse, creo que mi esposa regresa a última hora con mi hija, me iré a casa en cuanto hable con mi padre.
-De acuerdo, es que como ya son dos más de los que esperábamos..., además, se ha cerrado el mercado por esta tarde ya que muchas de las provisiones se las ha llevado la gente de Fëanor, desde luego, estos son tiempos de lo más extraño, el día menos pensado, los Árboles no van a brillar por la mañana, ¡a dónde vamos a llegar!- Alasse volvió a marcharse a la cocina refunfuñando.
-Mejor será que nos movamos antes de que vuelva, no vaya a ser que le dé por contarnos algo y nos pasemos aquí hasta mañana. Además, no puedo aguantar más sin saber qué es "eso" que ha pasado y de lo que todos hablan pero sin mencionarlo.-Dijo Fingon mientras recorrían el corredor que llevaba a la terraza.

La terraza era la estancia preferida de Fingolfin. Su palacete pegaba al círculo de murallas más alto de la ciudad después del que encerraba Mindon Eldaliéva y la terraza se había construido sobre las murallas mirando al norte, a las Pelóri cuyas cumbres nevadas brillaban inalcanzables; pero también tenía vistas al oeste, a la llanura de Valinor, a Valmar y a los Árboles así como al este, al mar. Era un mirador grande aunque proporcionado; parte de él estaba cubierto por un techado de vigas de madera entre las que crecían las parras y entre las que se habían colocado unas lonas blancas quedando cerrado por cortinajes del mismo color que ondeaban al viento; en la otra parte crecían algunos cipreses; setos y otras plantas ornamentales cargadas de flores con pequeños caminos de piedra entre ellas y una fuente en medio. Era un lugar para el reposo y la meditación pero también para reunirse en familia y pasar las noches hablando y riendo bajo las estrellas.
-Aiya- Saludó sonriente Aredhel al ver entrar a su hermano Fingon entre las cortinas de la zona cubierta- Estáis horribles.
Fingolfin y su hija estaban sentados en una bella mesa de madera tallada en la zona cubierta de la terraza. Fingolfin se volvió para ver quién había entrado y sonrió al ver a sus hijos con anchos y finos pantalones y camisas de lino blanco, atuendo típico de los Teleri de Alqualondë, contrastando con sus cabellos negros algo rígidos por la sal del mar.
-Gracias por la bienvenida hermanita- contestó Turgon- me gustaría decirte algo semejante a tu comentario, pero estás radiante como siempre. Hola papá, me alegro de verte.
Turgon siempre conseguía dejar a su hermana rendida a sus pies con sólo abrir la boca, sucedía lo mismo con su madre, las dos se derretían por él y hacían cualquier cosa que él les pidiera. Se agachó para abrazar a su hermana y su padre y al levantarse se golpeó en la cabeza con las vigas de madera.
-Eso te pasa por ser tan meloso, y tan condenadamente alto- dijo su hermano mientras los saludaba.
-Hara yo emmë.- Dijo Fingolfin.
Fingon nunca había tenido celos de su hermano, era cierto que él siempre había sido el favorito de su madre pero el hermano mayor entendía mejor a su padre que siempre se apoyaba más en él. Turgon se había ganado el amor de su pueblo (especialmente de la parte femenina) y la fama de galán y de exquisita amabilidad; él, por el contrario, se había ganado respeto y confianza, cuando alguien tenía un problema, no dudaban en acudir a él pues sabían que era capaz de solucionar con diligencia casi cualquier cosa.      
-Tenemos este aspecto porque hemos estado aprovechando hasta el último momento en Alqualondë y no hemos tenido tiempo de cambiarnos porque queríamos saber que se supone que ha pasado que tiene a media ciudad revolucionada y a la otra media marchándose dijo señalando el nutrido grupo que comenzaba a desaparecer al oeste de las Pelóri- Dijo Turgon una vez se hubieron sentado.
-¿Pero todavía no sabéis nada?- El tono de Aredhel había cambiado bruscamente de la alegría del reencuentro al enfado- Ese imbécil de Fëanor...
-Aredhel, es tu tío después de todo- Reprendió Fingolfin a su hija- Además, tampoco a sido tan grave...
-¿Cómo que no?- Le interrumpió la dama casi gritando- Resulta que Finwë hizo comparecer a nuestro padre y a los tíos así como a la mayoría de los nobles hace cuatro días para tratar el asunto de la creciente tendencia a la insurrección que se extiende por la ciudad. Papá entró en la sala y puso en su lugar a Fëanor por hablar en nombre de todos los Noldor sin ningún derecho y encima decir las cosas que viene diciendo. En esto que entra Fëanor en la cámara armado de arriba abajo, un alto yelmo en la cabeza y en el costado una poderosa espada, la desenvaina y amenaza a papá con ella...
-Ya está bien Aredhel, no ha sido tan terrible, y ni siquiera estabas allí, déjame contarlo a mí- Protestó Fingolfin.
-No, para la versión edulcorada siempre hay tiempo, además, a mí me lo ha contado Orodreth que sí que estaba y no es propio de él exagerar. Bueno, el caso es que le amenaza y le hecha de la cámara, papá se va para no armar jaleo pero Fëanor lo persigue, le pone la espada en el pecho y le acusa de conspirador y de querer usurpar su sitio; todo esto en la plaza bajo la Mindon delante de media ciudad. A partir de ahí, la noticia llega a los Valar, Mandos convoca a Fëanor al anillo del juicio y el resto ya lo sabéis- Concluyó inclinando la cabeza hacia donde desaparecían en la lejanía los últimos grupos de exiliados.
-De todas formas, me temo que si los Valar han tomado una decisión tan radical, es porque creen que las ideas de rebeldía que circulan últimamente entre nuestro pueblo partían de Fëanor, y está claro que no es así pero nadie tiene pruebas para inculpar a Melkor.
-A veces creo que los Valar están ciegos con respecto a Melkor, ¿no se dan cuenta de que es el mismo contra el que tuvieron que luchar en edades pasadas? No confío en que cambie nunca y sospecho que en cuanto tenga oportunidad va a hacer todo el mal que pueda- Intervino Turgon.
-Esperemos que no sea así y que los Valar tengan la situación más controlada de lo que parece. Pero ahora a mí se me presenta el problema de tranquilizar los ánimos en la ciudad y de conseguir que se respeten mis decisiones. Entiendo la posición de mi padre al no querer abandonar a Fëanor, pero él es el rey y tiene obligaciones para con su pueblo, no me parece bien que se vaya en esta situación.
Mucho más se habló aquel día en la terraza de Fingolfin puesto que había muchas decisiones que tomar y el nuevo señor de la ciudad quería consultarlas con sus hijos. El tiempo pasó rápidamente y cuando se quisieron dar cuenta había llegado la hora de la segunda mezcla de las luces en la que Telperion dejaba poco a poco de brillar y comenzaba a hacerlo Laurelin.
-Si ya sabía yo que al final se iban a quedar a cenar todos...- Dijo Alasse apareciendo en ese momento por la puerta.- ¿Desean que se sirva ya la cena?
-Si Alasse, cenaremos aquí- Respondió Fingolfin.
-Yo no, como te dije, tengo que irme a casa, quiero ver si han llegado mi esposa y mi hija y cenar con ellas a ser posible.
-Es cierto, no me había acordado de decírtelo- Intervino Aredhel- Me he encontrado con Elenwë esta mañana y me ha dicho que ya está en casa y que Idril y ella se lo han pasado muy bien en esa "reunión" de madres con niños pequeños. La verdad es que esas cosas sólo se le ocurren a Elenwë. De todas formas, no te esperaba hasta pasado mañana así que supongo que le darás una sorpresa.
-Bueno, pues entonces me voy, Tenna Rato.
-Tenna Rato- Se despidieron todos.

Turgon salió de la casa a las frescas y fragantes calles de Tirion, le esperaba un pequeño paseo hasta casa y lo recorrió rápido pues tenía muchas ganas de volver a ver a su familia. Cuando entró en casa, Elenwë le saludó sonriente e Idril le abrazó como si no lo hubiera visto en meses. La chimenea ardía en el salón y la cena estaba preparada en la mesa mientras que por las ventanas entraba la suave claridad de la mezcla de las luces.
-No creo que haya nadie capaz de renunciar a esto- Pensó mientras cerraba la puerta.

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Os pongo las traducciones del Quenya que he utilizado:
-Tenna Rato: Hasta pronto.
-Nai Eru varyuva len: Que Eru te guarde.
-Aiya: Hola.
-Hara yo emmë: Sentaos con nosotros.
-Por cierto, Alasse significa felicidad.



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