El rey de la ciudad de piedra

31 de Diciembre de 2004, a las 02:36 - Gelmir
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4. Cónclaves en la Oscuridad

Elemmírë terminó su canción y bajó del estrado en el que estaba. Varda y Manwë sonrieron complacidos, había sido un canto realmente precioso. La fiesta estaba siendo mejor de lo esperado. Todos los que habían dudado sobre ir o no, se habían convencido a las pocas horas, y, después de casi un día de celebración, nadie parecía dispuesto a terminar de divertirse.
En contra de lo que se había venido haciendo cada primavera, este año los festejos no habían tenido lugar en las altas estancias que rodean el salón del trono en Taniquetil, sino que se había preferido escoger unas agradables terrazas, con unas vistas increíbles hacia el Calacirya, desde las que se veía tanto Valmar y Tirion como, en la lejanía, Alqualondë y el mar. Esta decisión se había tomado por varias razones: en primer lugar, los asistentes eran muchos menos que en años anteriores ya que, aunque al final la mayoría de los Noldor de Tirion habían decidido acudir, de Formenos sólo había aparecido Fëanor (y por expreso mandato de Manwë) y de entre los Teleri únicamente había una exigua representación debido a que querían mantenerse al margen de las disputas de sus hermanos; por otra parte, los Valar habían querido mostrar cierta voluntad de "acercamiento" después de los últimos acontecimientos y esto se había traducido en no utilizar la fastuosa sala del trono que, envuelta entre nubes y tallada en lo más alto de la montaña era un símbolo, sin querer serlo, de la insignificancia de los Eldar ante semejante grandeza; por último, parecía ser que se había pretendido animar a los más holgazanes evitándoles las seis horas de subida a la cima de Taniquetil.
No obstante, ni con el más cuidado protocolo consiguió Manwë que Finwë acudiera a la fiesta, el Rey Supremo de los Noldor se negó en rotundo a comparecer ante los Valar mientras durara el exilio de su hijo y esa decisión le costaría mucho más de lo que pudo prever.
Tampoco estaban allí, y muchos se habían dado cuenta de su falta, la mayoría de los que entre los Maiar y los Eldar se cuentan como videntes incluidos Lórien, Mandos, Nienna y Vairë (aunque ésta última había enviado un maravilloso tapiz que representaba a los árboles y que presidía la estancia en la que se había colocado el trono para Manwë y Varda). Su falta se debía a que algo les tenía inquietos en los últimos tiempos, decían que no eran capaces de ver casi nada del futuro, como si un manto de oscuridad se hubiera tejido ante sus ojos. La mayoría de los Aniur achacaban esto a que la aparición de los elfos correspondía a la introducción del primero de los temas de Ilúvatar y que después de aquello hubo incertidumbre en la música y todo era confuso; pero otros, recordaban que la respuesta de Melkor fue terrible y que nada había sucedido para explicar tal discordancia.

-Turgon, te veo distraído- dijo Elenwë a su esposo.
-No... estaba pensando que está saliendo todo muy bien, me ha gustado mucho ver a mi padre y a Fëanor reconciliándose por fin.
-Si, ha sido muy emotivo, espero que Fëanor quiera volver a Tirion con los suyos cuando termine el exilio.
-Por mí puede quedarse en Formenos.- Intervino Aredhel. -Es un presuntuoso insoportable, nunca le perdonaré que le pusiera una espada en el pecho...
-Vamos Aredhel, no hay que ser rencorosos.-Dijo Nerwen.
-¡Pero si tú le estabas poniendo verde ayer mismo! Además, ni siquiera ha querido traer los Silmarils, se lo tiene demasiado creído porque, al fin y al cabo, gran parte del mérito es de Yavanna ¿no?
-Bueno, dejemos ya de discutir, ¿porqué no bajamos a la terraza de abajo? Dicen que es un espectáculo ver bailar a Nessa, Vána y Tulkas- Sugirió el siempre conciliador Finrod.
-Estos Valar... ¿cómo quieren que les tengamos respeto?

La fiesta estaba dividida en tres partes, la terraza inferior era la zona de baile, risas y diversión despreocupada; en la terraza superior se servían las numerosas comidas que se tomarían a lo largo de la celebración, de hecho, muchos enlazaban la sobremesa con la comida siguiente y, por último, de esta terraza se pasaba a una gran estancia esculpida en la roca y engalanada para la ocasión en la que estaba el trono, allí, entre los numerosos fuegos de las chimeneas, los elfos se reunían para hablar y cantar más calmadamente y mezclarse con los Maiar y Valar que en estos días eran iguales a ellos. Turgon, sus hermanos y primos y Elenwë iban juntos de un lado para otro según les apetecía bailar, hablar o comer, de vez en cuando, alguno se encontraba con algún amigo y se despistaba un rato pero siempre acababan todos juntos; por su parte, sus padres no habían bajado a la terraza inferior y se pasaban el rato recordando viejos tiempos y charlando con los Valar (ya que se sentaban muy cerca del trono por ser de la familia real Noldor), mientras que Idril y otros niños jugaban en otra zona del palacio cuidados por varios elfos y Maiar entre los que estaba el sabio Olórin al que le encantaba jugar con los más pequeños.

Así, plagada de ratos agradables discurrió la fiesta hasta llegar a su mitad. En la hora cercana a la mezcla de las luces, Turgon y toda su familia descansaban apaciblemente en la estancia del trono escuchando viejos relatos junto al fuego y hablando de tiempos pasados y de planes para el futuro hasta que  hasta que Yavanna decidió subir al estrado y cantar ella misma, y esto era en verdad un maravilloso acontecimiento pues su canto era el más bello y poderoso de todos los que se escuchaban en Valinor. La Valie llevaba un largo vestido hecho de miles de hojas del verde más bello y una corona de flores le ceñía los largos cabellos, y con su canto muchos creyeron perderse entre las hojas y viajar a extraños e ignotos bosques de más allá del mar; pero otros vieron las más hermosas praderas cubiertas de las flores de la corona. Porque, en verdad, el vestido de Yavanna crecía y cambiaba con su canto reflejando la llegada de la primavera, se abrieron en él nuevos brotes y cientos de rosas del rojo más intenso florecieron a su alrededor, y, coincidiendo con el momento culminante, las luces de los Árboles se mezclaron derramando plata y oro por toda la sala. Tan maravilloso fue que cuando el canto cesó todos quedaron en silencio intentando mantener viva en su memoria aquella música y no queriendo escuchar nada que empañara el recuerdo.
Pero justo entonces la luz se apagó súbitamente y el horror empujó a la paz fuera de los corazones de los elfos. Las flores del vestido de Yavanna se marchitaron y sus pétalos cayeron al suelo; las hojas se volvieron amarillas y quebradizas y volaron con una repentina ráfaga de viento dejando a la Valie cubierta por una larga túnica gris como el invierno, a la vez que ella caía al suelo desmayada. Todas las miradas se volvieron hacia el exterior y muchos se agolparon para asomarse a la terraza pero sólo vieron oscuridad y noche. Ni siquiera la luz de la Mindon les llegaba, todo bajo ellos estaba cubierto de tinieblas, tinieblas que dañaban los ojos como lo hace la luz más intensa. Antes de que nadie reaccionara, Oromë y Tulkas reunieron a algunos de los suyos y salieron precipitadamente hacia Ezellohar y el Valaróma resonó entre las montañas. Pero Manwë y Varda avanzaron cogidos de la mano y todos se apartaron para dejarles pasar, y el Cetro de Zafiro y la blanca corona de Varda brillaban pero no iluminaban pues la oscuridad estaba en el mismo aire y lo llenaba todo.
Turgon estaba cerca de la barandilla rodeado de su familia y de algunos amigos, estaban allí Glorfindel, cuya eterna jovialidad se había borrado de su rostro; también Ecthelion que había perdido la calma que le caracterizaba y muchos otros que se habían reunido alrededor de los príncipes en aquellos momentos. Cuando Varda y Manwë se acercaron fueron conscientes de su consternación y dolor y también del odio (algo que nunca habían visto en él) con el que pronunció una sola palabra.
-Melkor.
En el valle sólo se oía el resonar de los cascos de Nahar y sólo se alcanzaba a vislumbrar alguna furtiva luz que portaban los que con Oromë y Tulkas habían partido.
-Aunque lleguen abajo no van a poder hacer nada entre esa oscuridad.- Dijo Fingolfin.
-Si es Melkor el responsable de esto escapará sin que podamos hacer nada y quién sabe que maldades tendrá pensado llevar a cabo. -Respondió su hermano.
-Deberíamos bajar a ayudar, quizás aunque lo encuentren no sean capaces de vencerlo.
-Me temo, Nerwen, que no podrías ni rozarle aun con tus impresionantes habilidades de combate- Le respondió Turgon.
-Pero no podemos quedarnos aquí sin hacer nada, debemos luchar, no quedarnos de brazos cruzados, ¿olvidas acaso que hay elfos indefensos en Tirion y en Alqualondë?...
La voz de Varda la interrumpió. La Valie había iniciado un canto de poder a la vez que elevaba sus brazos al cielo.

A eleni oioninquë!
Tula linte ter i hísier
Síla lúmenn´ anlómea
Hlara ómanya!

Al terminar el mandato una gran luz apareció entre las manos de Elbereth, porque, en verdad, Varda había invocado la esencia misma de las estrellas en aquel momento y era ésta la luz más pura y poderosa de Arda salvo la de los Árboles y pareció traer esperanza a los que allí estaban. Con su poder, Varda hizo que la pequeña estrella descendiera hacia el Calacirya para intentar ver que había pasado, pero la oscuridad no se apartaba, parecía un muro negro que la luz no podía traspasar. De pronto, cuando ya se acercaba al suelo pareció como si la oscuridad estuviera absorbiendo la luz de la estrella, la blancura se partió en innumerables esquirlas y, rápidamente, la oscuridad se las tragó no dejando ni rastro. Varda se tambaleó y se apoyó en Manwë mientras se elevaba por la sala un murmullo de desesperación.
-Melkor no puede hacer eso- Susurró Varda a Manwë de forma que sólo los que estaban más cerca la escucharon.
Manwë hizo una señal y muchos de los Maiar y de los Vanyar que habían estado esperando sus órdenes comenzaron a salir de la terraza para bajar de la montaña. Esto hizo que también la mayoría de los Noldor comenzaran a prepararse para la partida, ninguno quería encontrar sus hogares destrozados al regresar. Así que al final, prácticamente todos los asistentes a la fiesta terminaron yéndose juntos e incluso Manwë y Varda marcharon con ellos, y una suave brisa soplaba del este trayendo el sonido del mar pues Ulmo viajaba a Valinor desde sus estancias submarinas.

-No consigo ver nada- Se quejó Fingon.
-Ya debemos estar cerca de Ezellohar, pero, de todas formas, es verdad que no hay luz pero la oscuridad ya no es tan opresiva ¿no?- Respondió Turgon.
-Es cierto, supongo que ese bastardo habrá huido al ver las orejas al lobo. -Intervino Fëanor poniéndose a la altura de los dos hermanos.
-No creo que se haya retirado sin más, hará más daño si puede.
-Shhh. -Aredhel les hizo callar. - ¿No lo escucháis?, ruido de caballos, vienen desde Valmar.
La gran comitiva se detuvo, la mayoría de los Valar iban a la cabeza protegidos por numerosos Maiar y Vanyar, los Noldor caminaban detrás liderados por la familia real aunque muchos habían sido enviados a Tirion con Artanis y Finrod al frente para ver si allí había pasado algo y para alejar de una posible lucha a los más indefensos (de hecho, Elenwë e Idril habían partido con esa compañía).
-¿Quién acude ante el Rey de Arda?, presentaos ahora o ateneos a las consecuencias- Clamó perentoriamente Eonwë.
-Ya hay consecuencias a las que atenerse, ahora sólo cabe buscar soluciones- Respondió una voz entre las brumas.- Me alegro de veros mi Señor pero no os alegrarán las noticias que traen el futuro y el pasado, pues ni mi juicio ni el vuestro alcanzarán a enmendarlas.-Saludó Mandos apareciendo algunas brazas más adelante rodeado de un gran séquito compuesto por los videntes que no habían asistido a la fiesta.- Melkor se bate en retirada hacia el norte, o eso quiere hacernos creer pues no estamos seguros de nada en esta noche de incertidumbre, Tulkas y Oromë le persiguen aunque les lleva mucha ventaja.
-¿Y el otro?- Intervino Varda.-Porque no está solo ¿Verdad?
-Acertáis, mi señora, hemos sentido junto a él, un poder que no conocemos y que no entendemos, es como si la nada más absoluta hubiera tomado forma y caminase por Arda. Pero quizás vos sepáis más que nosotros de ello.
-Es Ella.-Dijo Varda-¿Cómo la habrá convencido...?
-Da igual ahora, maldita sea y maldita toda su estirpe de muerte y noche, ¡que su codicia acabe con ella! -Se lamentó Manwë. -Vayamos a Ezellohar, hay mucho que ver y mucho que hablar.

Pero la imagen a las puertas de Valmar remató del todo los pocos ánimos que quedaban a la triste comitiva. En el Anillo del Juicio; ante la doliente silueta de Telperion y Laurelin vacíos y resecos, muertos hasta las raíces y sobre la hierba otrora verde y fragante más ahora marchita y ennegrecida; quedó patente la impotencia de los Valar ante la maldad de su igual. No hubo consuelo en las palabras de Yavanna ni tampoco lo trajeron Tulkas y Oromë a quienes Melkor había burlado y, del mar, Ulmo solamente trajo su lamento y su pena por lo que había sido bello y no lo sería más. Sólo había una posibilidad de recuperar lo perdido y pasaba por Fëanor y los Silmarils pero él los antepuso a la felicidad de los demás. Y fue entonces, abandonada ya toda esperanza cuando el mal de Melkor cerró el círculo hundiendo aún más a los ya hundidos y convirtiendo la pena en desesperación y el dolor en odio. Pues cuando aún los Valar discutían con Fëanor, un mensajero llegó de Formenos informando de la muerte de Finwë y el robo de los Silmarils. Fëanor salió inmediatamente del Anillo del Juicio con lágrimas de pena y rabia en los ojos.
-¡Medio hermano!- Llamó al pasar al lado de Fingolfin.- Te tomo la palabra, si quieres cumplir lo prometido sígueme ahora, por nuestro pueblo y por nuestro padre, pues este hecho no quedará impune y no descansaré hasta hacer pagar a Melkor todas las lágrimas de mi gente. ¡Morgoth le nombro, negro enemigo del mundo! Y le maldigo mil veces.
Pero Fingolfin y Finarfin no habían reaccionado aún, miraban al vacío con los ojos anegados por el llanto sin prácticamente entender que pasaba, porque la muerte era algo nuevo para ellos. También Aredhel lloraba abrazada a Turgon que no tenía fuerzas para consolarla y Fingon intentaba alejar las lágrimas para no entristecer aún más a los demás.
-Mi señor...-Habló Fingolfin dirigiéndose a Manwë.
-No saldremos busca de Melkor ni nos enfrentaremos a él,- Le interrumpió- al menos, por ahora.
-Entonces partiremos hacia Tirion.
-Que así sea, poco puede hacerse ya aquí. Partid con nuestra bendición y un mensaje de condolencia para los vuestros.
-Y recordad que no hemos intentado más que protegeros. Intuyo que tendréis que tomar difíciles decisiones a partir de ahora, no os guiéis por el odio sino por la compasión y pensad en el bien de los vuestros- Intervino Varda- Que el hado os sea propicio. Namárië.
-Namárië mi señora y gracias por vuestras palabras de apremio, intentaré seguir vuestro consejo.
Y así, Finarfin, Fingolfin y sus hijos se alejaron de Ezellohar y se reunieron con su pueblo que les esperaba fuera lamentándose por la muerte de su rey. Y el viaje hasta Tirion fue como una comitiva fúnebre con cantos de dolor y lamento.

-¡Elenwë!- Llamó Turgon al entrar en su casa.
-Aiya Turgon, menos mal que has llegado al fin- Saludó su mujer apareciendo en el recibidor con una vela en la mano- He conseguido que Idril se duerma, afortunadamente no se ha enterado todavía de lo de tu abuelo..., lo siento mucho cariño- Dijo mientras lo abrazaba.
-Me siento tan perdido..., no puedo creer que no volveré a verle paseando por Tirion, él formaba parte de la ciudad, la amaba. Sin embargo, ahora Fëanor es el Rey y será Señor de la ciudad cuando termine su exilio, y con él las cosas me temo que no irán bien.
-¿Pero no te has enterado?- Preguntó Elenwë sorprendida.- Fëanor llegó a Tirion hace algo más de dos horas desafiando la prohibición de Manwë. Ha enviado mensajeros a Formenos y ha convocado a todos los Noldor dentro de un día...
-He venido directamente aquí para ver cómo estabais y no me he encontrado a casi nadie por la calle, no lo sabía- Respondió el Noldo- Pero... ¿Para qué los ha convocado?, precisamente en estos momentos debería intentar que la gente se quedara calmada en sus casas hasta que los Valar decidan qué hacer.
-No lo sé, no dijo nada más aunque parecía dispuesto a cualquier cosa, y supongo que ni tu padre ni tu tío tendrán fuerzas para oponérsele ahora.
 -Espero que no se le ocurra ninguna locura. Bueno, debemos descansar un poco, durmamos un rato y luego iremos a casa de mi padre para ver que pasa.

Alasse les abrió la puerta de la casa de Fingolfin algunas horas más tarde, el ama de llaves parecía realmente afectada por lo que estaba pasando, de hecho, toda la casa rezumaba tristeza.
-Aiya- Les saludó- Su padre está en el salón del fuego con sus hermanos, les estaban esperando. Siento mucho lo de su abuelo.
-Gracias Alasse, ¿te importa ocuparte de Idril?- Dijo Turgon.
-No, claro que no, llámenme si necesitan algo.
-Atto..., no necesito que nadie se ocupe de mi, además, quiero estar con los tíos y el abuelo -Protestó Idril- Pero... ¿Qué le ha pasado al bisabuelo Finwë?
-Nada, mi niña, ¿te vienes conmigo a hacer un pastel? -Intervino Alasse- Le voy a poner moras que sé que te gustan mucho.
Alasse cogió a Idril de la mano y se marchó hacia la cocina. Turgon y Elenwë siguieron hasta la sala donde estaba el resto de la familia. El ambiente estaba muy cargado de tristeza pero también de preocupación.
-Aiya, -saludó Fingon a su hermano y a su cuñada. -¿Os habéis enterado ya de todo lo que está montando nuestro tío preferido?
-No es momento de bromas Fingon -Le reprendió su padre- El asunto es muy serio, si no le paramos los pies, la muerte de mi padre será el menor de los dolores de los Noldor.
-¿Pero que sabéis de nuevo? -Inquirió Turgon.
-Fëanor ha venido aquí hace una hora, me ha preguntado que cómo estamos de reservas y que cuánto tardaríamos en estar preparados para partir.
-¿Para partir quién?
-Toda la ciudad -Dijo Aredhel- Pretende que todos los Noldor marchemos a la Tierra Media en persecución de Melkor.
-¿Pero es que se ha vuelto loco?, aunque los Valar nos dejaran partir...
-No te equivoques hermano, no pretende pedir permiso a los Valar, de hecho, les culpa de todo lo que ha pasado.
-Pero eso no es lo más grave, aunque ha convocado a la gente en 18 horas, me ha pedido que comience ya a preparar la partida sin consultar con nadie.
-Pero no puedes hacer eso, debes negarte -Replicó Turgon.
-No sé que hacer, por una parte tienes razón, pero si Fëanor convence a la gente, entonces querrá partir lo antes posible, antes de que se enfríen los ánimos. De hecho, lo único que lo retiene por ahora es que espera a que lleguen los de Formenos. Si decide partir de inmediato, no estaremos preparados y lo pasaremos peor, el viaje hacia el norte es muy duro.
-Quizás deberías enviar mensajeros a los miembros del Alto Consejo y ver cuantos apoyarían una posible partida, esto alertaría a todo el mundo pero nos permitiría saber con cuanto apoyo contamos para parar a Fëanor-. Sugirió Turgon.
-No me has entendido Turgon, yo no he dicho que quiera frenar los propósitos de mi hermano, no quiero irme pero entiendo sus razones y, después de lo que prometí en la fiesta no puedo oponerme a sus decisiones, él y no yo es el Rey de los Noldor. Pero lo que no quiero es partir sin el consentimiento de los Valar ni exponer a mi pueblo al sufrimiento; sólo me opondré a su decisión si la mayoría de los Noldor se oponen primero. De todas formas enviaré mensajeros, eso nos dará una idea de si hay o no que empezar a prepararnos.

El Alto Consejo era el órgano de máximo gobierno de Tirion y, por extensión, de todos los Noldor. Estaba formado por doscientos miembros de los cuales cien pertenecían a las casas nobles y adineradas de la ciudad (muchos de ellos se habían ganado ese puesto bien por el liderazgo ejercido durante el Gran Viaje o por haber intervenido decisivamente en la construcción de la ciudad) y los otros cien se elegían por votación popular cada cincuenta años. Además, aunque no pertenecían al consejo, todos los miembros de la casa de Finwë tenían derecho a voz y voto y podían vetar (entre todos) cualquier decisión apoyada por menos de tres cuartas partes de la Cámara. Los mensajeros comenzaron a volver una hora después con las primeras respuestas y en dos horas ya habían regresado todos. En ese momento llegaron a la casa Finarfin y sus hijos trayendo su propio voto.
-Pues ya está -dijo Turgon más tranquilo tras ver los resultados- Suponiendo que todos los miembros del consejo que partieron a Formenos voten a favor, Fëanor cuenta con un décimo de los Noldor dispuestos a partir, y por lo que se dice, en la calle parece haber la misma tendencia. No sacará adelante su propósito.
-Turgon...-Le interrumpió Artanis levantándose del asiento- Quizás hayas contado con mi voto en contra pero quiero partir. No por las ansias de venganza de Fëanor pero lo he pensado bien y me gustaría ver de nuevo la Tierra Media, estoy harta de no ser nadie en el paraíso, quiero ser alguien en el mundo real. Si la situación es propicia y los que quieran partir lo hacen de buena gana, apoyaré la decisión y marcharé con ellos.
-Aún así las cosas no cambian -Respondió Turgon- Si Fëanor quiere partir, lo hará con muy poca compañía.
El entendía a su prima y de buena gana se habría sumado a su causa pero no podía poner en peligro a Elenwë e Idril, no iría por nada puesto que tenía mucho más que perder que ganar. De hecho, casi todos en aquella habitación aprobaron lo que pensaba Artanis aunque por diversas razones se resistían a arriesgarse a perder su forma de vida, sólo a su padre pareció molestarle.
-Lo entiendo -Dijo Fingolfin dirigiéndose a su sobrina y recogiendo el sentimiento general-. Creo que lo mejor es que no adoptemos una postura común, que cada uno haga lo que crea conveniente. No obstante, no movilizaré a la ciudad para que se prepare, únicamente ordenaré que se recojan víveres, tiendas y todo lo necesario para el viaje y avisaré a la guardia para que estén listos para organizar todo si fuera necesario pero no pondré a la población civil sobre aviso, no antes de que decidan sin presión qué es lo que quieren hacer. Y que mi padre me perdone por no vengar su muerte pero si un día he de enfrentarme a Morgoth lo haré yo sólo, no arrastraré a nadie a la muerte.

Cuando Fëanor salió de la Mindon con el resto del consejo en pleno tras dos horas de discusión, su rostro mostraba su rabia ante la aplastante derrota que su propuesta había recibido. Sin embargo, aún le quedaba una última oportunidad para llevar a cabo sus planes y no la desaprovechó. Su discurso en los altos patios de Tirion ante todos los Noldor fue el mejor que nadie pronunció en todo Valinor. Es cierto que en él puso muchas de las mentiras de Melkor (especialmente en la visión de los segundos nacidos como los "usurpadores de la herencia de los Eldar") y también muchas de cosecha propia. Pero también es verdad que supo llegar a los corazones de sus súbditos y mostrarles que la esperanza de recuperar lo perdido pasaba por viajar a la Tierra Media. Y, además, en el punto álgido, el y sus hijos pronunciaron el juramento más terrible pues ante Manwë y por Ilúvatar pidieron para ellos la Negrura Sempiterna si renunciaban a su lucha contra Morgoth y por los Silmarils. Aunque muchos se estremecieron al escuchar esto, la mayoría reaccionó y creyó en lo que había oído pues muchos deseaban creerlo y querían alcanzar la grandeza que, junto a los Valar, nunca alcanzarían. Aunque Fingolfin, Turgon, Finarfin y Orodreth hablaron en contra de Fëanor tras su discurso, las posteriores intervenciones de Nerwen, Fingon y de otros nobles que apoyaban la partida, si bien no juraron, inclinaron definitivamente la balanza y, ante la postura popular, el consejo no pudo más que admitir la propuesta que acababan de rechazar.
Sin embargo, cuando Fëanor comenzó a dar órdenes, muchos se opusieron pues apreciaban más a la casa de Fingolfin y más aún después de que éste decidiera partir si era la voluntad de los Noldor aunque su esposa se quedaba en Valmar y Turgon no se había pronunciado aún.
Así que se estipuló que todos los que quisieran marchar se presentaran en las faldas de Túna en tres horas pertrechados para el viaje y armados aunque sin demasiado equipaje pues el viaje se haría lo más rápido posible y que Fingolfin lideraría a la gente de Tirion mientras que Fëanor marcharía en la vanguardia con los de Formenos. No se quiso discutir sobre quién ostentaría el título de Rey Supremo de los Noldor para no crispar más los ánimos. Tras estas decisiones todos se dispersaron para prepararse para la partida. 
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Tula linte ter i hísier --------- Venid rápidas a través de las nieblas
Síla lúmenn´ anlómea --------------- Brillad en la hora más oscura
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