El rey de la ciudad de piedra

31 de Diciembre de 2004, a las 02:36 - Gelmir
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7. Hacia los Fríos del Norte.

Cuando Turgon entró en la improvisada tienda en la que tendría lugar la reunión, vio que sólo habían llegado su padre y sus hermanos así como algunos elfos de confianza que les servían de consejeros. Glorfindel, Ecthelion e Iste le esperaban también. Tras saludar a todos se acercó a hablar con ellos.
- ¿Has hablado ya con Galdor?- Preguntó dirigiéndose a Iste.
- Si, por ahora los leñadores no están teniendo problemas para encontrar madera suficiente para cubrir las necesidades del campamento aunque las perspectivas más al norte no son tan halagüeñas.
- De todas formas a los batidores les resulta cada vez más difícil alejarse hacia allí. El terreno es abrupto y tardan mucho en avanzar. Si en una semana no son capaces de recorrer más de veinte leguas, podríamos tardar años en recorrerlas con todo el grupo.- Intervino Ecthelion.
- Por eso esta reunión se presenta tan importante. Hace pocos días no creo que hubiera sido capaz de hablar siquiera con mi tío, sin embargo, ahora, aunque me repugna utilizar la flota Teleri, veo con claridad que tarde o temprano se hará imprescindible para llegar a la Tierra Media e incluso para seguir avanzando hacia el norte.- Arguyó Turgon.
Estaba muy satisfecho de sus consejeros, él únicamente los había incentivado a ocuparse de determinados ámbitos de la guía del grupo y ellos solos se habían fijado sus dominios. Glorfindel se ocupaba de todo lo referente a las tropas, Iste se centraba en mantener en pie y en funcionamiento cada campamento que establecían y Ecthelion en conseguir que, entre parada y parada todo transcurriera de la mejor forma posible.
- De todas formas, el mayor problema sigue siendo la comida, aún tenemos bastante de las provisiones que trajimos de Tirion, quizá para un mes más. Pero los cazadores no están teniendo mucho éxito en sus salidas ni tampoco los campesinos que han intentado buscar bayas o frutos en los bosques.- Continuó Iste.- En ese sentido, aunque por ahora creo que podríamos desenvolvernos bien, contar con la flota Teleri podría ser una ventaja aún mayor, la pesca sería una buena solución a largo plazo.
- Esperemos que, al menos, Fëanor tenga una actitud más humilde ahora, no sé si deberíamos tratar con alguien que no se sintiese culpable después de lo que ha pasado.- Dijo Ecthelion.
- Yo no contaría con eso..., y lo peor es que no parece que tengamos otra opción.
Después de que Glorfindel expresara el pensamiento de los cuatro en esta última frase, se hizo un silencio entre ellos. Turgon vio que su hermana le hacía señales para que se acercara desde el otro lado de la estancia.
- ¿Cómo estás?- Le preguntó mientras se sentaba a su lado.
- Mejor, supongo que me ha ayudado el no callarme más. Pero también me ha hecho ver las cosas desde otra perspectiva. Después de este mes de viaje, está claro que no podemos mantener nuestra posición de romper totalmente nuestra relación con Fëanor. Sin embargo, no podemos vendernos a él; por lo que estoy oyendo ha pasado de ser alguien a quién perdonar a un líder a quién seguir con la excusa de que "es la única opción". ¡Por Eru, a falta de una decisión, la mayoría ya le dan el título de Rey Supremo! Se lo hubieran negado hace un mes por simple antipatía y se lo dan después de una matanza. Pues se ha dicho que "Un reinado que comienza con sangre...
- No pronuncies vaticinios siniestros, las hebras de nuestro destino están ahora tan entretejidas con las del suyo que no creo que ni Vairë sea capaz de distinguirlas. Cuidado entonces, no sea que se corte el hilo equivocado. Pero, ¿qué opinan ellos?- Dijo inclinando la cabeza hacia su padre y su hermano.
- ¿Ellos? Siguen creyendo que hay una explicación para todo y que Fëanor la traerá debajo del brazo en cuanto llegue.- Una sonrisa amarga cruzó por su rostro.- Sólo deseo que esa esperanza no les haga más difícil enfrentarse a la realidad.
- Creo que en su interior ya han aceptado que no hay disculpa posible, ven la verdad tan claramente como nosotros, simplemente buscan una forma de entenderla.
- Pronto sabremos si hay algo que entender.- Respondió Aredhel mientras su mirada se desviaba hacia la entrada. Fëanor había llegado.
Entró seguido de sus hijos, la misma pose altanera en todos ellos salvo en Maedhros y Maglor que no fueron capaces de mirar directamente a sus primos y se retiraron a un lado de la sala en cuanto les fue posible. Los saludos fueron fríos y, tras ellos, todos aguardaron en silencio la llegada de Finarfin.
Unos minutos después, Nerwen cruzaba el mismo umbral seguida por su familia, sus ojos centellearon débilmente al encontrarse de frente con su tío y, durante un instante ambos sostuvieron sus miradas, la tensión se respiraba en el ambiente. En él se reflejaba la esencia de los Noldor elevada a su máxima potencia, el cabello negro azabache enmarcaba un rostro de facciones severas, duras y frías como la hoja de una espada; y los ojos grises brillaban con una llama poderosa e indómita. Mientras que en ella se habían unido los rasgos de los tres linajes de los Eldar, tocada del oro más puro; una expresión de firmeza y decisión; y unos ojos azules e insondables como el mar, en los que brillaba, clara, la luz de las estrellas. Él parecía tener una altura inconmensurable, amenazadora y poderosa como las montañas pero ella era de una belleza arrebatadora y sutil al mismo tiempo como la luz de la mañana en las copas de los árboles.
Tras ese momento de incertidumbre, la joven bajó la cabeza y Fëanor sonrió. Unos instantes después todos se habían sentado alrededor de la improvisada mesa que presidía la estancia, poco más que un par de tablas sobre un enorme tocón.
- En primer lugar, me alegro de que estéis todos bien y os felicito por haber organizado este campamento con tan encomiable eficiencia.- Comenzó Fëanor tomando la palabra.- No obstante, es necesario que empecemos a tomar decisiones sobre cómo organizar las siguientes etapas de nuestro viaje. Lamentablemente, el Belegaer es excesivamente ancho tan cerca de la Cintura de Arda por lo que, aún con la flota, sería muy arriesgado cruzarlo desde aquí. Creo que la mejor solución es que continuemos viajando hacia el norte, hacia los estrechos, no creo que tengamos problemas si vosotros desde tierra podéis encargaros de las necesidades que tengamos, especialmente agua y madera mientras que nosotros intentaremos suministraros toda la pesca que sea posible...
Los que no habían venido acompañándolo miraban a Fëanor con creciente incredulidad, en el caso de los hijos de Finarfin, la incredulidad se mezclaba con un profundo desprecio y Fingon, que no había hablado en contra de su tío antes, apenas podía contener la rabia. Al fin no pudo soportarlo más y lo interrumpió con una expresión que nunca antes habían visto en él y que pocas veces verían después.
- Como te atreves...- Comenzó negando al mismo tiempo con la cabeza y hablando lo suficientemente alto como para que Fëanor callase.- Como te atreves a venir aquí, a reunirnos y comenzar a disponer a tu voluntad después de lo que ha pasado. ¿Es que no te merecen ningún respeto los que murieron en Alqualondë? ¿No nos vas a explicar...- Se interrumpió un segundo para comenzar de nuevo casi gritando- No me vas a explicar por qué atacaste a gentes casi indefensas y por qué me hiciste creer que eras tú el atacado? ¿A caso no sabes que mientras tú robabas los barcos mis hombres morían y mataban innecesariamente?
Fingon calló y se encaró a su tío esperando su respuesta. Las manos del noldo se aferraban a la mesa engarrotadas. Sin embargo Fëanor prácticamente lo ignoró y se volvió hacia sus hermanos.
- No deberíais traer a vuestros hijos a las reuniones importantes si no sois capaces de controlarlos.- Dijo mirando significativamente a Nerwen.
- Padre, no creo...- Intervino entonces Maedhros intentando apaciguar las cosas, pero enmudeció tras encontrarse con la mirada iracunda de Fëanor.
- No son sólo nuestros hijos, según parece, los que deben ser controlados.- Habló al fin Fingolfin manteniendo la calma.- ¿O es que, quizá, la culpa es más tuya que suya? No me pidas que los controle puesto que ellos están aquí con tanto derecho como nosotros. Representan a aquellos que los siguen y ante ellos han de responder, no ante ti. No obstante tú has hecho algo que nos afecta a todos y, aunque yo prometí seguirte y enfrentarme a Morgoth contigo, no estoy dispuesto a cumplirlo a toda costa, no si para ello he de acabar con la vida de mis hermanos. Ni siquiera los Silmarils valen tanto.
- ¿Hermanos?- Se burló Fëanor.- Desde luego, no son mis hermanos. Sin nosotros vivirían en covachas en los acantilados pero cuando acudimos a ellos anteponen sus ridículas barcas a nuestra amistad. Tan traicioneros e interesados como Ossë al que llaman amigo pero que tampoco acudió en su ayuda. No me extrañaría que se hubiera confabulado de nuevo con Morgoth, pero me da igual, ¡Que el mar que tanto aman se los lleve a todos! Pero vosotros, por mezclada que esté vuestra sangre y por muchas lealtades que creáis sentir hacia otros pueblos, deberíais recordar que, ante todo, sois príncipes de los Noldor y, por supuesto que debéis responder ante vuestro pueblo, pero también ante mí, al menos por derecho.
- Esto ya no me lo puedo creer.- Dijo Finrod con amargo sarcasmo.- ¡No sólo te comportas altivamente cuando deberías estar avergonzado, sino que acudes a los que te ayudaron por lealtad y que tú engañaste, les llamas mestizos con desprecio y luego reclamas reinar sobre ellos! Has llegado demasiado lejos y no tenemos por qué consentirlo. Sólo te sigue poco más de un sexto de los Noldor ¿Se supone que deben gobernar por encima de las otras cinco partes?
Se hizo un silencio, las dos partes sopesaban en qué medida necesitaban a la otra para continuar pero Fingon no estaba en condiciones de especular sobre esos temas.
- Aún no has respondido a ninguna de mis preguntas.
- Pero, ¿es que aún no lo entiendes?- Le respondió Nerwen.- Claro que ha respondido a las preguntas. Ya te ha dicho que no le merecen ningún respeto los Teleri y es obvio que si los atacó era porque quería los barcos y le daba igual derramar sangre con tal de salirse con la suya. Y, respecto a si sabía la situación en la que te encontrabas tú mientras, pues no lo sé, pero no creo que le importara mucho entonces y, evidentemente, no le importa ahora.
- Ya que no te defiendes, ¿debo suponer que las tesis de Nerwen son ciertas?- Preguntó Fingon tras esperar unos instantes.
- ¿Defenderme?- Graznó Fëanor.- Maldito insolente, ¿con  quién te crees...
Pero no terminó la frase pues Turgon golpeó la mesa con el puño con bastante fuerza. Todos se volvieron hacia él, sorprendidos pero no encontraron ira en su rostro, más bien parecía hastiado de la conversación y, como un maestro en su escuela, llamaba la atención de los demás y les conminaba a callarse.
- Todo esto me parece totalmente estéril.- Dijo con todo el aplomo del que fue capaz.- No pienso seguir perdiendo el tiempo aquí, intercambiando insultos velados e improperios menos sutiles hasta que Eru nos fulmine. Creía que éramos todos lo suficientemente adultos como para estar a la altura de las circunstancias pero ya veo que no, y no me refiero sólo a Fëanor, porque vosotros estáis bailando con la música que él os ha impuesto por mucho que creáis dominar los pasos. Yo, al menos, no pienso caer en ese juego.
Los pensamientos de Turgon volaban atrás en el tiempo mientras hablaba, los largos años de indolente serenidad en Tirion le parecieron frívolos e insulsos. Sólo Elenwë e Idril le importaban, sólo ellas habían hecho que su vida tuviera algún sentido, el resto nunca había sido importante y él nunca se lo había tomado muy en serio. Siempre había afrontado los problemas cotidianos con ligereza y jovialidad, así se había ganado el corazón de la gente pero no su confianza. Ahora eso tenía que cambiar, ya no se enfrentaba a una ridícula disputa entre tenderos sino al destino de su pueblo, de nada valían ya la labia ni las palabras vacías, de nada servía intentar convencer a otros así, era el momento de actuar y de hacerlo con firmeza, de demostrar las cosas antes de plantearlas.
Precisamente este cambio de actitud era lo que mantenía la sorpresa entre los que lo rodeaban. No conocían esa parte de él, incluso algunos no le creían capaz de actuar fríamente, sin dejarse llevar. Por eso todos aguardaban observando a alguien a quien creían conocer pero que ahora se les revelaba distinto. Turgon percibió tanto la especial atención como el desconcierto y decidió jugar su mayor baza.
- Como digo, no puedo permitirme perder más el tiempo, mis consejeros me han informado de ciertos asuntos que tengo que atender sin demora y, como parece que no vamos a llegar a ninguna conclusión importante me temo que debo volver a mis obligaciones.- Iste lo miró un tanto extrañada pero enseguida cambió de expresión pues creyó adivinar lo que se proponía. Turgon se volvió hacia Fëanor aunque siguió dirigiéndose a todos.- No obstante, debo rogaros que antes de convocar una reunión valoréis la importancia de lo que tenéis que decir, comprended que todos estamos muy ocupados en estos momentos.
Se levantó e indicando a sus consejeros que lo siguieran se dispuso a abandonar el pabellón. Las miradas de los demás lo seguían mientras apartaba la tela de la puerta.
Esto era algo que, desde luego no entraba en los planes de Fëanor. Había venido dispuesto a enfrentarse a cualquiera y a discutir hasta salirse con la suya. Sabía que quizá la oposición de su familia sería grande pero, a la larga, él tenía todas las de ganar pues ese era su juego y lo dominaba a la perfección. Se había preparado para defenderse de cualquier reproche, más aún, creía poder manipularlos hasta volver sus palabras contra ellos mismos y conseguir que sus argumentos sonaran ridículos. Sin embargo, esto era algo que no esperaba, Turgon había mostrado una indiferencia glacial ante él y, ahora, tomaba una posición contra la que no podía defenderse y se negaba a escucharle. Si le dejaba salir de allí, los demás se marcharían detrás con la sensación de que tenían razón y de que habían vencido en aquel lance. Poco importaba lo que hiciera entonces, no volverían a reunirse con él si no aceptaba sus condiciones desde el principio. Pero no se dejaría vencer tan fácilmente, si querían que pidiese perdón por lo sucedido, bien, eso haría. Más valía disculparse ahora que sufrir peores consecuencias después. Ya habría tiempo para ajustar las cuentas, desde luego que lo habría.
- Espera.- Dijo al fin Fëanor y no había ya acritud en su voz.- Quizás no haya empezado con buen pie pero sí que tengo cosas importantes que decir.
Sin que nadie la viera, pues se encontraba de espaldas a los demás, una sonrisa apareció en el rostro de Turgon, pero cuando se volvió estaba grave de nuevo.
- En ese caso te escucho.

Hacía fresco y lloviznaba ligeramente sobre el campamento cuando Turgon se dirigía hacia su tienda. No obstante, el elfo agradecía el poder despejarse un poco después de las interminables horas de intensa reunión que habían seguido a su pulso con Fëanor. La verdad es que todo había ido mejor de lo esperado ya que Fëanor había terminado por pedir perdón por lo sucedido en Alqualondë y mostrar un arrepentimiento necesario aunque no necesariamente verdadero. Había renunciado por el momento a reclamar el título de Rey Supremo y había aceptado que las decisiones debían tomarse sólo con el consenso de la familia real ya que cada miembro representaba una porción del Alto Consejo de Tirion y por tanto del pueblo de los Noldor. Tras acordar estas bases que Fingolfin, Finarfin y sus hijos consideraban imprescindibles para continuar el viaje en convivencia, habían pasado a tratar temas más prácticos que concernían a la organización de los campamentos, de las tropas y al uso de la flota. Sobre este último punto, todos excepto Fëanor prefirieron avanzar por la costa y utilizar las embarcaciones sólo para cruzar hasta la Tierra Media una vez que estuvieran lo suficientemente al norte. Al final, decidieron ponerse en camino en cuanto regresaran los exploradores, se hubiera terminado de abastecer los bracos y todo, en los campamentos, estuviera preparado.
Poco a poco, las divisas azul y plata de su padre fueron dejando paso a las de otras casas y, enseguida, Turgon empezó a reconocer los emblemas de su gente. Casi todo el mundo se había refugiado del frío y la lluvia en sus tiendas, apenas unos cuantos elfos de guardia aparecían portando antorchas y le saludaban al reconocerle. Al fin, desde la cima de una pequeña loma al oeste del campamento divisó la tienda que habían preparado para él y sobre ella, un estandarte: sobre fondo blanco y ribete de oro, una gaviota de plata alzando el vuelo y coronada, también de plata, por la corona de Finwë, símbolo de la casa real de los Noldor.
 Protegido ya de la lluvia por el palio que cubría la entrada del pabellón, Turgon respiró una última bocanada de aire fresco antes de apartar el lienzo que servía de puerta. Una cálida luz dorada se proyectó más allá del umbral y el rocío y el verdor de la hierba centellearon como una imagen de tiempos remotos pues remoto parecía todo lo sucedido antes de la muerte de los Árboles. Elenwë estaba recostada sobre un tapiz y algunos cojines al otro lado de la estancia. Vestida de blanco, como casi siempre, el cabello dorado caía sobre su hombro izquierdo hasta su regazo donde reposaba la cabeza de Idril, vencida por el sueño. Ahora que los ojos de profundo gris de la niña quedaban ocultos tras sus párpados, ambas parecían la misma persona, como si el tiempo, en un momentáneo desvarío, hubiera traído al presente la imagen de una Elenwë que corría por las calles de Valmar ajena a la agridulce copa que el destino le tenía preparada. Reforzando aquella onírica sensación, Elenwë cantaba queda y dulcemente una antigua canción de cuna y el fuego de las velas parecía responder a la melodía con llamas de armoniosa y tranquila cadencia y una luz suave como si no quisiera perturbar el sueño de la pequeña.
Irremediablemente hechizado, Turgon permaneció de pie, sin moverse y sin pronunciar palabra no queriendo romper la belleza de aquél momento, sin embargo, poco después, el canto de Elenwë cesó y la elfa levantó la vista hacia su esposo.
- Siempre has sabido cuando te estaba mirando.- Dijo Turgon a modo de saludo.
Elenwë sonrió.
- Idril quería esperarte despierta, pero me temo que no ha sido capaz.
- Pobre...- Se lamentó, y mientras se arrodillaba para besar la frente de su hija una expresión de culpabilidad cruzó por su rostro.- Llevo sin verla casi tres días.
- Y sin dormir- Añadió Elenwë.
- Eso me preocupa menos.- Dijo mientras se sentaba.
- Pero a mí, no, por mucho que tengas que hacer debes descansar para hacerlo bien. Túmbate un rato e intenta dormir.
Turgon se echó hacia atrás sobre los cojines.
- Te quiero.- Dijo mientras cerraba los ojos.
Y, en un susurro, mientras se volvía hacia él, Elenwë respondió: - Lo sé -, y sonrió al ver que se había quedado dormido.

Cuando Turgon despertó, Idril seguía tendida a su lado pero Elenwë se había levantado. Al incorporarse la vio sentada a unos metros de él, tenía un trozo cuadrado de tela blanca entre las manos y estaba bordando algo en él. La tela brillaba débilmente y el hilo, rojo, con el que cosía también. Turgon dedujo que en ambos se había utilizado la vieja técnica que los Noldor aprendieron de Vairë y que les permitía tejer a partir de la naturaleza.
- Aún es de noche.- Dijo al fin en voz baja para no despertar a Idril.
- Siempre lo es.- Le respondió Elenwë en el mismo tono dejando a un lado su labor.- Pero ha dejado de llover y vuelve a haber actividad en el campamento.
- ¿Cuánto he dormido?
- No sé, unas cinco horas.
- Más de lo que puedo permitirme.- Dijo el elfo levantándose.
- Y menos de lo que debes. ¿Comemos algo y esperamos a que se despierte Idril?
- Eso es realmente tentador, supongo que podrán desenvolverse un par de horas más sin mí...
- Pues claro, si realmente no te necesitan.- Bromeó.
- Quizás, pero ya sabes: Glorfindel va a su aire, Ecthelion está siempre preocupado por el futuro y la pobre Iste, que es la única que se pelea con los problemas reales del día a día, está al borde del colapso. Por cierto, ¿no te interesa saber lo que hablamos con Fëanor? No me has preguntado nada.
- ¡Claro que me interesa! Pero cuando llegaste, pensé que no tendrías muchas ganas de hablar del tema. ¿Por qué no me lo cuentas mientras preparo algo de comer? Estoy harta de no hacer nada, ya no sé en que ocupar el tiempo.- Dijo mientras se levantaba.
- Pues podrías hablar con Ehtele o con Melwe, eres buena tanto como sanadora como tejedora y no creo que ninguna rechace tu ayuda.
- Es una buena idea, quizás lo haga pero, ¿no ibas a contarme...
Y así, Turgon le contó todo lo sucedido desde que se encontrara con Aredhel en la playa mientras la acompañaba a las improvisadas cocinas que se habían levantado a un lado del campamento. La mayoría de los elfos comía con sus familias pero para los soldados y todos aquellos que realizaran una labor que les impidiera tomarse un descanso prolongado (o que hubieran dejado a sus familias en Tirion y no tuvieran a nadie esperándoles) se habían habilitado una cocina y un comedor en dos grandes tiendas sostenidas entre varios árboles (todo esto, por supuesto, idea de Iste). Los cocineros preparaban también la comida para el rey y sus consejeros por lo que se sintieron bastante contrariados al ver invadidos sus dominios por Turgon y Elenwë y al decirles ésta última que no precisaba de su ayuda y que no se había vuelto inútil simplemente por estar casada con el rey. Tras unos cuantos minutos, al fin y al cabo no se iba a poner a guisar, Elenwë cargó al monarca con unas cuantas bandejas para mayor desasosiego de los presentes y ambos se fueron por donde habían venido.
La cálida luz del pabellón real los volvió a recibir, Idril se había despertado y corrió alborozada a saludar a su padre.
- Ya pensaba que tampoco te iba a ver hoy.- Bromeó.
- No te librarás de mí tan fácilmente.- Dijo el elfo cogiendo en brazos a su hija.- Amil y yo vamos a comer algo, ¿quieres desayunar?
Por supuesto, la niña estuvo encantada de compartir la comida con sus padres y durante media hora los tres disfrutaron de su mutua compañía y, entre risas, olvidaron las preocupaciones que marcaban el día a día en el campamento. Sin embargo, Turgon ya se había apartado de sus obligaciones durante demasiado tiempo, y, cuando aún no habían terminado de comer, uno de los guardias que protegían el pabellón entró en la estancia.
- Mi señor, un mensajero de la dama Verce os espera en la entrada.- Dijo volviendo a salir después.
- Lo siento.- Dijo Turgon mirando a su esposa.
- Ve.- Le respondió en un susurro.
El elfo se levantó y mientras salía se volvió hacia su hija.- En cuanto pueda me escaparé un rato para verte, Celebrindal, pórtate bien y haz caso a su madre.

El mensajero de Verce resultó ser sorprendentemente joven, apenas contaría con treinta años y parecía bastante nervioso aunque Turgon pronto entendería que no era debido al mensaje.
- Aranya (Mi rey).- Dijo con una inclinación cuando Turgon se hubo acercado lo suficiente.- Mi señora os ruega...
La risa de Turgon interrumpió súbitamente el discurso del mensajero, el rey se reía abiertamente, a carcajadas tanto que los ojos le empezaron a llorar y tuvo que apoyarse en el hombro del joven. Éste, por su parte no sabía como reaccionar temiendo haber hecho algo terriblemente fuera del protocolo y esperando que, en cualquier momento, la actitud de Turgon cambiase de la risa al enfado. Su consternación aumentó al ver que algunos soldados, atraídos por la algarabía, dirigían sus miradas hacia él. Sin embargo, poco después Turgon dejó de reírse, secó una lágrima que resbalaba por su mejilla y le miró con seriedad. El mensajero aguantó la mirada unos instantes y, cuando parecía que el rey iba a decirle algo rompió a reír otra vez.
- Mi señor, espero no haber...-. Habló al fin armándose de valor.
- Tranquilo, tranquilo.- Le interrumpió Turgon controlándose al captar la expresión del joven.- Es sólo que es la primera vez que alguien se dirige a mí de esa forma.
- ¿De cuál, mi rey, no creo haber dicho nada...
- De esa precisamente.- Dijo Turgon controlando un nuevo ataque de risa.- Desde que las Casas me juraron lealtad nadie me había llamado rey.
- ¿Cómo debo llamaros entonces?
- No, no, está bien así. Supongo que tendré que ir acostumbrándome. Además, a lo mejor consigo que algunos que me conocían desde hace siglos me tengan más respeto.- Dijo con una sonrisa pícara.
- Como os decía- Comenzó de nuevo el joven aterrado por la idea de que la conversación derivara hacia temas más personales y, por tanto, terriblemente incómodos- la Dama Verce, mi señora me envía para informaros de que los exploradores que envió al norte han regresado ya al campamento y le gustaría mostrarle sus informes.
La expresión de Turgon denotaba que no le estaba haciendo mucho caso.
- ¿Mi señor?
- Si, claro, iré en cuanto pueda. Estaba pensando...- Por la cara del mensajero cruzó una sombra de preocupación ante una más que posible embarazosa conversación.- ¿Cómo te llamas?
- Eärfuin, hijo de Aldarion.
- Muy bien Eärfuin, ya que me llamas rey, ¿qué opinas de mí como tal?
- Qué podría decir, sois mi rey y os seguiría a dónde fueseis.
- No dudo de tu lealtad, pero no te pregunto eso. Quiero que me digas qué te ha parecido mi labor como rey durante este mes. Los que me rodean me conocen y me aprecian por lo que no serían sinceros conmigo si lo estuviera haciendo mal. Además, tienen sus propias obligaciones y a mí me interesa conocer la opinión de alguien del pueblo.
- No creo que se os pueda reprochar nada de lo que habéis hecho, mi señor.
- Cualquiera diría que me tienes miedo. ¡Habla con sinceridad! Algo habrá que te disguste.
Eärfuin detectó el tono de impaciencia en la voz de Turgon. Estaba claro que no podía seguir dándole largas, el rey no era tonto. Así que se armó de valor y se dispuso a ser lo más sincero posible.
- Insisto en que no creo que se os pueda reprochar nada, pero...- El joven se detuvo indeciso-... pero quizás hayáis dejado un poco de lado a vuestra gente, es decir, todos creen que intentáis hacer lo mejor para ellos pero les gustaría saber qué es lo que se hace y participar de forma más activa. Por ejemplo, todos saben que os habéis reunido con Fëanor hace algunas horas pero no se les ha informado del resultado de esa reunión y ahora están preocupados por las decisiones que se puedan haber tomado ya que saben que les conciernen directamente. Además, ese mismo problema se ve afectado por otra situación: cuando aceptasteis vuestro cargo una serie de casas nobiliarias os juraron lealtad y, prácticamente los únicos que han tenido acceso a vos desde entonces son los líderes de esas casas. Sin embargo, hay muchos elfos que os siguen y no pertenecen directamente a ninguna de esas casas (especialmente los campesinos y muchos artesanos) o pertenecen a gremios más humildes y sin representación fija en el consejo de la ciudad. Esos elfos están desorganizados y, aunque quieren ayudar, nadie les dice lo que tienen que hacer  y no saben a quién dirigirse si lo necesitan.
Turgon se quedó pensativo unos momentos, al fin, miró con franqueza a Eärfuin.
- ¿Cómo crees que podría solucionarse ese problema?
- Bueno, esa es vuestra labor, Aranya. Pero si me permitís opinar os diré que el sistema de Tirion funcionó durante mucho tiempo y no veo por qué no podría seguir haciéndolo. Si instituís un consejo en el que participen los líderes de las casas y otros representantes elegidos por el pueblo podríais escuchar los problemas de todos. Pero además, desde mi punto de vista hay otro problema...
- Espera, espera, los problemas de uno en uno.- Le interrumpió sonriendo para evitar que el joven se asustara de nuevo por haber sido demasiado sincero.- Me ocuparé de eso en cuanto pueda, de hecho, creo que me dirigiré al pueblo antes de abandonar este campamento.
- Eso sería muy bueno, mi señor, muchos se tranquilizarían.
- En cuanto a ti, hablas con franqueza Eärfuin hijo de Aldarion, y esa es una virtud que escasea en una corte. ¿Te gusta el trabajo que te encomienda tu señora?
- Soy joven y quiero ayudar, este es un trabajo que puedo hacer.
- ¿Y vuestra familia?- Antes de terminar la pregunta Turgon percibió la tristeza en la mirada del joven.
- Ahora acompaño a mi tía pues mi madre se quedó en Tirion y mi padre..., mi padre murió en la batalla de Alqualondë, llevaba un mensaje de mi señora a otra casa de exploradores fiel a vuestro padre cuando estalló la batalla, una flecha le alcanzó desde los muros de la ciudad.
- Lo siento-. Dijo Turgon bajando la voz y apoyando la mano en el hombro del muchacho.- Seguro que él estaría orgulloso de ti por haber sabido seguir adelante.
El joven sonrió y miró, por primera vez directamente a los ojos de Turgon, éste descubrió el porqué de su nombre, los ojos del joven, grises como los de casi todos los Noldor, eran a la vez oscuros y profundos como la noche sobre el mar.
- Aranya, os estoy retrasando y mi señora me envió con urgencia.
- No, al contrario, estoy seguro de que esta conversación será más fructífera que el resto del día. Respecto a vuestro trabajo, decidle a Verce que no podréis seguir desempeñándolo.
- Lo siento si os he incomodado en algún momento pero...- Respondió el joven volviendo a su actitud defensiva.
- No, no me has incomodado pero necesito un ayudante personal y, si no tienes inconveniente, no me importaría que fueses tú.
- Sería un gran honor, Aranya, pero no creo estar preparado para esa tarea.
- Tampoco lo estaba yo para ser rey, pero tú eres joven y aún puedes aprender. Aunque no creas que te hago un favor con esto, quizás tengas más que hacer que con tu señora y, además, quiero que estés dispuesto a trabajar para ser el mejor en todo lo que sea necesario. No te pido preparación pero te exijo trabajo. ¿Qué decides?
- Había oído que erais carismático, elocuente y afable pero nunca me hablaron de vuestra generosidad y vuestra bondad, ¿Cómo podría rechazar vuestra oferta?
- Pronto comienzas a adularme Eärfuin-. Dijo Turgon entre risas.- Y ahora, cumple con tus últimas tareas al servicio de Verce y guíame hasta tu señora.
 
Nixë relinchó mientras subía la colina que dominaba el campamento. En la vertiente sobre la que se había alzado el pabellón de Turgon había ahora una gran congregación de elfos. Una vez decididos a partir se habían preparado con mucha rapidez y, en pocos días, la flota se había aprovisionado y todo había sido recogido. A su lado, Eärfuin cabalgaba, algo incómodo, portando el estandarte real. Mientras miraba las antorchas que portaba su pueblo Turgon recordó aquella otra partida hacía más de un mes cuando el fuego iluminaba los blancos muros de Tirion y las miradas se volvían hacia un futuro más alentador y un pasado más inocente. Pero hoy, todas se volvieron hacia él, esperando encontrar la esperanza que habían perdido en las largas leguas que los separaban de aquél recuerdo.
- Me viene a la memoria- Comenzó Turgon- una partida como ésta, hace un mes, bajo los muros de una ciudad que todos amamos. Y digo que era una partida como ésta no por capricho sino porque realmente espero que así sea. Hace un mes, abandonamos Tirion con esperanza, con el firme deseo de emprender una nueva vida por la que sentirnos orgullosos. Fue entonces más fuerte el anhelo de lo que nos esperaba que el amor por lo que dejábamos atrás.
"Mucho ha sucedido desde entonces, más de lo que cualquier rey quisiera para su pueblo; las leguas que nos separan hoy del hogar son más largas que nunca y el camino de vuelta se ha cerrado a nuestra espalda. Hay mucho que lamentar, soy consciente de ello, y sé que encontrar el perdón para lo que ha sucedido puede ser muy difícil si no imposible; pero, creo y confío en mi pueblo, en ese pueblo que hace un mes en circunstancias más felices aunque igualmente abrumadoras me eligió como soberano para guiarlo con honor hacia la gloria. Y escuchadme pues hoy os digo que el honor y la gloria son todavía posibles, lo serán mientras el camino siga a nuestros pies. Hemos caído en la desgracia y en la maldad, pero volveremos a levantarnos y conseguiremos nuestra redención con nuestro valor, nuestro trabajo, nuestras lágrimas y nuestra sangre si fuera preciso."
"Quizá antes del fin tengamos que pagar por el mal que hemos hecho, quizá nos elevemos sólo para ser derribados, pero antes de ese fin demostraremos que la grandeza y el orgullo de los Noldor nunca se han basado ni se basarán en la barbarie y el filo de la espada sino en la sabiduría, la belleza y la paz. Mira por tanto adelante pueblo mío, hay sombras en el este a las que llevar luz, hay mal que combatir, hay belleza que crear y mucho por descubrir. Enjuga tus lágrimas y no mires atrás pues tu esperanza está ante tus ojos y se extiende en tu futuro."
"Ya ha llegado la hora de la partida, Auta Endorenna, formenlion ringalinnar!" (¡Marchad hacia la Tierra Media, hacia los fríos del norte!)


Eärfuin: Si lo he traducido bien debería querer decir "sombra del mar".
Aldarion: "Hijo de los árboles"

Tenna Rato



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