Sueños de Invierno

10 de Abril de 2006, a las 15:25 - Morgoth_i
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III

Habíamos estado cabalgando dos días sin parar. Nos habíamos adentrado en el pequeño bosque que se encontraba cerca de la puerta norte de Naan, y según los cálculos de Cilan debíamos estar cerca del otro lado, pero nuestros caballos necesitaban un descanso. Estoy seguro de que Konva podría aguantar otro par de días y seguiría bien fresco, pero decidimos parar junto a un pequeño arroyo que atravesaba el bosque, para que descansaran nuestras monturas, y también nosotros. Cilan se había adentrado en el bosque, para cazar algo que pudiéramos comer. Aunque teníamos bastantes provisiones, bien lo sabían los caballos, que cargaban con ellas, prefirió cazar ahora y dejar las provisiones para cuando no fuera posible. Durante lo que llevábamos de viaje no habíamos hablado nada, supongo que ninguno tenía ganas de hablar, que estábamos todos pensando en lo que dejábamos atrás. En ese momento me vinieron a la cabeza las dudas sobre el origen de las armas de los hermanos y su supuesta maestría con ellas.

- Maz –me acerqué a ella, estaba sentada sobre una roca, afilando un pequeño cuchillo- ¿me podrías enseñar tu espada?
- Emm, si señor –respondió mientras guardaba a toda prisa el cuchillo en su bota. Aún le imponía respeto, a pesar de estar vestido con ropas normales de cuero, como las que llevaba ella, mi armadura la cargaba ahora el pobre Konva.- aquí tiene -dijo a la vez que la desenvainaba y me la entregaba.
- Llámame Wirl –le dije mientras cogía la espada- vamos a pasar mucho tiempo juntos y no podemos estar todo el rato con formalidades.
- De acuerdo señ…Wirl –dijo a la vez que mostraba su preciosa sonrisa.
- Tienes un buen acero. ¿Dónde lo has conseguido?
- Fue un regalo de nuestra madre. Ella me enseñó a manejarla, y también enseñó a Cilan a usar el arco.
- Debe ser una mujer extraordinaria si es capaz de manejar ambas armas con maestría. ¿Pertenece al ejército de Lena?
- Seguro que la conoce señor, es la maestra de armas del castillo –Cilan acababa de llegar y traía un par de liebres, que aseguró estarían deliciosas tras haberlas cocinado un poco.
- ¿De verdad sois hijos de Nifla? –Pregunté sorprendido- ¡Claro que conozco a vuestra madre!, ella me enseñó a usar la espada, o al menos lo intentó, no destaco precisamente por mi habilidad con las armas.
- Nosotros llevamos usándolas desde que teníamos cinco años señor…
- Wirl, por favor, llámame Wirl. –le interrumpí, aunque había escuchado algo de nuestra conversación, no hacía mucho que había aparecido y no sabía que no me gusta que me traten de usted.
- Lo que estaba diciendo, Wirl, aprendimos a sujetar una espada antes que una cuchara. Si encontramos algún peligro por el camino puedes estar tranquilo.
- Y más teniendo en cuenta que lo más peligroso que encontraremos será un jabalí –dijo Maz con su sonrisa.
- Si tenéis la mitad de la maestría de vuestra madre estoy seguro de que no tendremos ningún problema.

Seguimos hablando sobre espadas y técnicas de esgrima, aunque más bien hablaron los hermanos, ya que yo no entendí nada. Tras la conversación, Cilan encendió un fuego para asar las liebres que había cazado en el bosque. No se podían comparar con las copiosas comidas en el castillo de mi padre, pero tras dos días comiendo apenas un trozo de pan y una pieza de fruta, me supieron mejor que cualquier comida que pudieran servir los cocineros reales. Cuando acabamos de comer estábamos demasiado cansados como para seguir charlando, por lo que decidimos dormir un poco y continuar nuestro viaje por la mañana. Maz insistió en quedarse despierta para hacer guardia, pero me negué. Estábamos todavía muy cerca del castillo, y como mucho se nos podría acercar un jabalí a robarnos algo de comida. Finalmente conseguí que Maz se acostara y pronto estuvimos los tres dormidos.

Cuando me desperté pude observar que mis acompañantes eran bastante más madrugadores que yo. Estaban ya en pie y tenían a los caballos preparados. Me levanté y salude a Maz, que estaba terminando de sujetar mi armadura a Konva.
- Buenos días Maz
- Debemos partir cuanto antes Wirl, nuestro destino esta todavía lejos y cuanto antes lleguemos mejor.
- ¡Wirl! –vi como un proyectil se acercaba a gran velocidad hacia mi cabeza. Intenté esquivarlo, pero nunca he destacado por mis reflejos. El proyectil me golpeó en toda la cara, pero no me hizo daño.- Lo siento Wirl, era tu desayuno. Cógela y monta tu caballo.
- No pasa nada Cilan, debo mejorar mis reflejos. –dije mientras me agachaba para coger la manzana. A otro noble le habría molestado la forma de hablar y actuar de Cilan, pero eso era precisamente lo que yo quería, que me trataran como a uno más.

Cilan y Maz ya estaban sobre sus caballos y yo hice lo mismo mientras me comía la manzana. En esta jornada debíamos atravesar el bosque y tomar el camino hacia el pequeño pueblo de Gabash, en la falda de la montaña Sarhath. Tras llegar a Gabash teníamos que tomar el camino que rodea a la montaña por la derecha para dirigirnos a Venn, la ciudad portuaria, nuestro primer destino. Allí debería presentarme ante Lord Thorghon, el señor de la ciudad, para renovar sus alianzas con el reino de mi padre. Cabalgaban cada uno a un lado. Al poco de partir, Maz comenzó la conversación

- ¿Conoces al señor de Venn?
- No, nunca he estado en Venn, a Lord Thorghon solo lo conozco de vista, cuando yo era chico, recuerdo que visitaba a menudo a mi padre, pero debe de hacer unos cinco o seis años que no se acerca por la capital.
- ¿Por algún motivo? –Ahora era Cilan el que hablaba- ¿Hay problemas entre Lord Thorghon y el Rey?
- No, son buenos amigos, -le respondí- o lo eran hace cinco años. Según me contó Rabgol, Lord Thorghon enfermó y ha estado guardando cama todo este tiempo.
- Entonces, ¿cómo va a renovar la alianza? –preguntó Maz
- No se si podremos hablar con el, dependerá de su salud en ese momento, si no, tendremos que tratar con el príncipe Daut.
- ¿Daut?, me suena ese nombre. –dijo Maz confusa.
- Madre nos habló de él, -le respondió su hermano- es un arrogante, la última vez que oí su nombre fue cuando ocurrió lo de aquel pobre criado.
- ¿Qué ocurrió?
- El príncipe metió la cabeza de uno de sus criados en el fuego. Dijo que su sopa estaba demasiado caliente. –la historia sobre el príncipe Daut fue muy comentada por los sirvientes de mi padre, incluso hubo algunos que no se acercaron a las chimeneas en una temporada.
- ¡Por Hitpev! ¿Cómo alguien puede hacer algo así? –el rostro de Maz reflejaba el horror lógico que la historia de Daut producía en todo el que la oía.
- Está loco, espero que su padre pueda recibirnos, -Cilan dijo lo que los tres deseábamos- no me haría gracia tener que tratar con ese impresentable, y menos cerca de un fuego.
- Esperemos que sea posible, pero no tengáis mucha esperanza, hace tiempo que no se nada de Lord Thorghon, pero no creo que su salud haya mejorado.

Tras la conversación cabalgamos unas cuantas horas más, hasta que, sin previo aviso, salimos de la espesura del bosque a una vasta llanura. Según Cilan, en dos días llegaríamos a Gabash, donde encontraríamos una posada para pasar la noche calientes.

- Deberíamos acampar hoy también en el bosque, creo que estaríamos más seguros, -sugirió Cilan- y tampoco tenemos tanta prisa. ¿Qué opinas Wirl?
- De acuerdo, entremos de nuevo en el bosque. Ya es prácticamente de noche, mañana nosotros y los caballos estaremos frescos para una jornada más larga.
- Pero esta noche si me quedaré haciendo guardia, no intentes impedírmelo Wirl, -dijo Maz encabezonada- anoche escuché unos ruidos extraños, estaré mas tranquila vigilando.
- ¿Podemos hacer algo para evitarlo Cilan? –le pregunté a su hermano.
- Cuando se pone así es inútil llevarle la contraria, pero al menos déjame que haga yo la primera guardia hermana, tu descansa.
- De acuerdo.

Les quitamos las monturas a los caballos y Maz y yo nos acostamos sobre nuestras capas. Antes de cerrar los ojos pude ver como Cilan se sentaba sobre una roca, mirando hacia nosotros. Después me quedé dormido.

Abrí los ojos. Todavía era de noche. En el lugar en el que antes de dormirme vi a Cilan, estaba ahora su hermana, jugando con su cuchillo. Me quedé un rato tumbado, sin moverme, observándola. Su largo cabello le caía sobre el hombro derecho de una forma muy sensual. Era realmente hermosa.

En ese momento unas manos aparecieron de entre los árboles. Todo ocurrió muy deprisa. Una de las manos se movió rápidamente por delante del cuello de Maz, mientras la otra la sujetaba. Entonces Maz cayó de rodillas, algo rojo salió del sitio por el que había pasado la mano desconocida. Me levanté a toda prisa, cogí la espada de Maz, que estaba a pocos metros de donde ella se encontraba, y cargué contra el asesino. Antes de que la espada de Maz tocase al extraño, una flecha se clavó en su garganta. Mi grito había despertado a Cilan, que se había levantado aún más rápido que yo. En ese momento aparecieron otros dos extraños. Los tres iban vestidos igual, ropa negra, capas oscuras y pañuelos tapándose hasta la nariz. El primero no había llegado a desenvainar su espada, solo se había defendido con el cuchillo que momentos antes había hundido en la garganta de Maz. Los otros dos llevaban sendas espadas de doble filo, no muy afiladas, pero lo suficiente como para matar a un hombre. Intenté recordar las enseñanzas de Nifla y me coloque en guardia. Cilan disparó de nuevo su arco, acabando con la vida de otro de los agresores. El tercero se acercaba hacía mí más rápido de lo que yo me alejaba de él.
Estaba esperando otra flecha salvadora del arco de Cilan, pero no llegaba. Giré un momento la cabeza para ver por qué mi acompañante no disparaba. Había tirado el arco y desenvainado su espada. Se encontraba rodeado por otros tres hombres cubiertos y en su rostro pude advertir las lagrimas por la perdida de su hermana.
Mi enemigo aprovechó ese despiste para atacarme. Conseguí esquivar su ataque por poco, solo me hizo un arañazo en el brazo. El atacante no esperaba que fuera capaz de esquivarle, a decir verdad, yo tampoco lo esperaba, y menos tras el manzanazo de esta mañana, por lo que se desequilibró. Aproveché ese momento y le hundí la espada entre las costillas con todas mis fuerzas. Cuando la saqué, el encapuchado cayó al suelo.

Había matado a un hombre. Con mis manos. Jamás pensé que llegaría a este punto. Había visto a mucha gente morir a lo largo de mi vida, pero matar a alguien era totalmente distinto, aunque no sentí pena. Era la ira lo que me poseía, en esos momentos quería más enemigos para poder vengar a Maz.
Me acordé de Cilan y sus tres enemigos, y me giré dispuesto a acabar con ellos. Pero no vi a Cilan, vi a dos de los hombres que le estaban atacando dirigirse hacia mí con las espadas en alto, y una de ellas estaba manchada de sangre. En ese momento algo golpeó mi cabeza y caí al suelo.



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