Sueños de Invierno

VII

- ¡Lo vas a conseguir Wirl! –me decía Nevhir, en su celda- Esa armadura te queda perfecta. ¿Dónde la has conseguido?
- Me la hizo Tonn, el herrero, a cambio de un poco de ayuda con el negocio. Transportar los materiales y las armaduras, ese tipo de cosas.
- Lo conozco, es un buen tipo.
- Si, me ha ayudado bastante estos días. Estoy un poco nervioso ¿sabes? –le confesé.
- Seguro que sale todo perfecto, no te preocupes.
- Pero, ¿Qué pasará si fallo?
- No pienses en eso Wirl, no vas a fallar. Debes confiar en ti mismo.

Ni con los ánimos que Nevhir me dio las tenía todas conmigo. Había echo todo lo que me había dicho y es cierto que me había ganado la amistad de mucha gente en la ciudad pero…seguía siendo difícil. Después de hablar con Nevhir, salí de la cárcel y me dirigí al jardín del palacio, donde se celebraría la ceremonia.

Llegué al lugar con bastante antelación, pero, aún así, ya habían llegado gran parte de los ciudadanos. Todo el mundo estaba invitado y, al parecer, nadie se lo iba a perder. Alrededor del inmenso jardín estaban colocadas varias filas de mesas destinadas a los aldeanos. Conforme me iba acercando al fondo del jardín, la decoración y majestuosidad de las mesas iba aumentando, indicando la clase social de los que ocuparían esas mesas. En la zona mas alejada de la entrada, se encontraban los sitios de honor. Dividido en tres plantas, en el lugar mas alto se sentarían los reyes y la princesa Nilia. Justo debajo, los representantes del consejo, los que elegirían al escolta de la princesa. Y en último lugar, los aspirantes.
Éramos en total tres. Mis dos contrincantes ya habían ocupado sus puestos en la mesa, así como los miembros del consejo. La familia real llegaría cuando todo el mundo estuviese sentado.
Me dirigí a mi asiento, en el borde izquierdo de la mesa. A mi derecha se encontraba Deess, hijo de uno de los nobles más poderosos de la ciudad. Me superaba en altura, pero no era muy fuerte, iba vestido con una impresionante armadura, mucho más lujosa que la mía, demostrando la riqueza de su familia. Seguro tendría el apoyo de buena parte del consejo, pero no era bien recibido por el pueblo. En el otro extremo se sentaba Birtan. Tan alto como Deess pero mucho más musculoso, provenía de una familia sin poder, trabajadora. Simpatizaba con el pueblo debido a su carácter bonachón, además de ser un gran guerrero. Era uno de los favoritos del pueblo en los combates, y uno de los que yo derrote en el torneo en el que participe. Después de ese torneo pude comprobar que su fama era bien merecida. Le encanta ayudar a los demás, de hecho, a pesar de ser oponentes, sus consejos me han ayudado a mejorar bastante.
Aún paso un tiempo hasta que todo el mundo llegó, y cuando todo estuvo listo, unas trompetas anunciaron la llegada de la familia real. Entraron por la misma puerta que el resto de invitados, en un gesto de humildad. Debido a la longitud del jardín tarde en poder ver a la princesa. Iba en primer lugar, deslumbrante, con un largo vestido blanco, sin adornos, que arrastraba por el suelo. Una pequeña corona adornaba su hermoso pelo y un gran collar colgaba de su cuello. Cuando pude apartar la vista de ella, me di cuenta de que detrás se encontraban los reyes, cogidos por el brazo. Aunque sabía que eran de la misma edad por los comentarios de Nilia, nunca lo habría adivinado al verlos. La reina aparentaba tener muchos mas años, al parecer tenía problemas para caminar y estaba muy desmejorada. Sin embargo el rey era impresionante, vestido con una gran armadura de gala, tenía el aspecto del mejor general que un ejercito pudiera tener. Cualquier soldado, incluso yo, correría hacia una muerte segura si ese rey se lo ordenara.

Cuando por fin llegaron al lugar de honor, subieron a su puesto y, antes de sentarse, el rey, con una gran voz, llamó a los sirvientes para que comenzara el banquete. Por la mesa en la que me encontraba empezaron a desfilar enormes platos rebosantes de comida. No se cuantos llegaron a servir, perdí la cuenta alrededor del quinto. Algunos de los platos tenían un aspecto realmente bueno, pero fui incapaz de probar bocado, estaba demasiado nervioso. Parecía que el banquete sería eterno cuando, de repente, el rey volvió a levantarse y anunció el comienzo del baile. Empezó a sonar una dulce melodía. Los tres contrincantes nos levantamos y comenzamos a bailar al son de la música con las damas que se iban acercando al centro del jardín. Entre ellas estaba la princesa, que bailo unos minutos con cada uno.

- ¿Has visto a Nevhir? –me preguntó Nilia.
- He estado con él antes de venir –le dije a la vez que la cogía por la cintura y comenzábamos a bailar
- No me permiten verlo. ¿Cómo está?
- Bien, bastante bien. Ha sido él el que me ha animado a mí
- Seguro que todo sale bien –se despidió dirigiéndose hacia el siguiente bailarín.

El baile no duro mucho más, era mas una formalidad que un entretenimiento. En cuanto la música se hubo apagado el rey, con su poderosa voz, anunció el comienzo de los enfrentamientos de exhibición. Cada uno de los tres aspirantes debía luchar contra alguien elegido anteriormente para mostrar sus habilidades. Mi compañero fue Tav, el hijo de Tonn, el herrero. Como era de esperar, no permitieron que me ayudase Nevhir. Más que una exhibición, era un segundo baile, teníamos todos los movimientos ensayados y sabíamos perfectamente como movernos. “Tajo desde la izquierda, bloqueo a la derecha, estocada, bloqueo, paso atrás, otro más” Pero en ese último paso, mi pie no llegó a tocar el suelo y de repente me vi en el suelo.
Un gran abucheo inundó el jardín. Tav me ofreció la mano para ayudarme a levantarme, a la vez que Birtan y su compañero se acercaban para ver que había ocurrido.

- Ese cabrón de Deess te ha tirado al suelo en uno de sus giros –gritaba Tav, a la vez que se iba hacia él, con cara de pocos amigos. Birtan tuvo que ayudarme a sujetarlo, mientras que Deess y su amigo se reían.

 Con todo el revuelo no me había percatado de que el rey se había levantado y ya estaba junto a nosotros.

- Explicadme. ¿Qué ha pasado aquí?
- Ese Deess ha tirado a Wirl al suelo, majestad. –respondió Birtan
- ¡Miente! Ha tropezado el solo, majestad –intentó defenderse Deess, pero el abucheo que provenía de las mesas no le ayudó.
- Estás eliminado Deess, sabes que no toleramos el juego sucio
- ¿¿Qué?? ¿Me vais a culpar a mí de su torpeza?
-¡Silencio! No ha sido un accidente. Estás eliminado. Abandona el jardín. –el rugido del rey hizo que el silencio invadiera el lugar. Amedrentado, Deess tiró su espada al suelo y se alejó.- Creo que es suficiente. Acercaros al lugar de honor y el consejo elegirá al escolta de la princesa.

Ambos envainamos las espadas y seguimos al rey, arropados por un coro de aplausos. Era obvia la impopularidad de Deess entre el pueblo. Estaban eufóricos. Y nosotros también.

- Después de este desafortunado suceso –comenzó el jefe del consejo- el consejo debe tomar una decisión. –Hablaron un momento entre ellos, un momento eterno en el que no se oyó ni un solo ruido.- Hemos decidido que el acompañante de la princesa Nilia, seas tú, Wirl.