Sueños de Invierno

 IV
    
Dos guardias abrieron la puerta que tenía ante mí. Detrás se encontraba la sala del trono del castillo de mi padre. Estaba llena de gente, toda la gente importante de Naan debía encontrarse en aquella sala. Fui acercándome poco a poco al trono, donde se encontraba mi padre, aunque todavía no alcanzaba a verlo, la sala estaba más oscura de lo que la recordaba otras veces. A medida que me acercaba al trono empecé a distinguir los rasgos de las caras que se encontraban junto a este, pero no era capaz de reconocerlas. El que estaba sentado en el trono, aunque se le parecía, no era mi padre, ni la hermosa mujer que se encontraba a su lado era mi madre, esta tenía una preciosa cabellera color rubio, totalmente distinto al azabache de mi madre. Al pie del trono se encontraba una mujer vestida con armadura de gala que me recordaba a Lena, pero tampoco era ella, y al fondo, donde debería estar la sacerdotisa Satrah, a pesar de la oscuridad que la envolvía, pude ver en el brillo de sus ojos que se trataba de otra persona. Algo iba mal. ¿Dónde estaba toda la gente que conocía?

Un golpe seco en la espalda hizo que abriera los ojos. Estaba tendido en el suelo, a juzgar por el dolor de mi espalda, sobre una piedra o algo parecido. En ese momento recordé lo que me había pasado. Hacía mucho tiempo que no pisaba el castillo de mi padre, era otro de esos sueños que me asaltaban cada noche. También recordé lo ocurrido en el bosque…el ataque de los encapuchados…y la muerte de mis compañeros.
Intente levantarme, pero antes de ponerme en pie un golpe en el pecho me devolvió al suelo y la espalda me volvió a crujir sobre la misma piedra.

-¡Johor! ¡El dormilón se ha despertado!
-Ya era hora, empezaba a pensar que lo habíais matado del golpe. Átale a los demás prisioneros, Sattho, y luego ayuda a los demás a montar el campamento, hoy descansaremos aquí.
-Ya has oído, dormilón, ¡arriba! Has tenido suerte, si hubiera tenido que cargar una semana mas contigo le habría dicho a Johor que te habías caído a un río. ¡Jaja!

El grandullón que me había pegado la patada que me había tumbado, al que llamaban Sattho, me ato una cuerda a las manos y luego me ato a la cintura de otro prisionero que formaba parte de una larga fila. El hombre al que me habían atado era algo más alto que yo. El pelo le colgaba sucio, por debajo de la nuca. Daba la impresión de que alguna vez había sido rubio, pero la suciedad acumulada en el no lo dejaba claro.

-¿Quiénes son esta gente? –le susurre, para evitar que Sattho u otro de nuestros captores me oyeran- ¿Por qué nos llevan atados? ¿Dónde nos llevan?
-Ten cuidado, si nos oyen podrían matarnos sin ningún problema. –Me contesto incluso mas bajo de lo que yo le había hablado- son traficantes de esclavos, creía haber oído que nos dirigíamos a Venn, pero si es así estamos dando un gran rodeo.
-No sabía que en Venn se traficara con esclavos
-Yo tampoco lo sabía. Por lo visto, el príncipe Daut se encarga de que esas noticias no lleguen al resto del reino. Lo poco que se es lo que he podido escuchar de las conversaciones de los soldados que nos vigilan cuando paramos a descansar.
-No lo entiendo…si pretenden vendernos como esclavos… ¿Por qué mataron a mis compañeros? ¿No les serían más útiles si estuvieran vivos?
-No sé. Cuando a mi me capturaron tu ya estabas aquí. Quizás temieron que les descubrieseis. Pensarían que sería lo más fácil.
-Supongo –“también podía ser que supieran quien soy, que lo que pretendían era atraparme para luego pedir un rescate, pero si no lo sabían no iba a decírselo yo, no podía volver a Naan como un prisionero, deshonraría a toda mi familia, tenía que escapar de allí.”- ¿Sabes cuanto tiempo he estado inconsciente?
-Como te he dicho, yo llegue aquí después que tu, de eso hace mas de una semana.
-¿Sabes donde estamos?
-Hace unos días que dejamos atrás el macizo de Sarhath, debemos de estar a menos de una semana de camino del Bosque Sombrío
-No podemos permitir que nos vendan como esclavos, tenemos que hacer algo.
-Los guardias nos vigilan todo el día, y estamos encadenados al resto de prisioneros.
-¡Chsst! –el prisionero al que estaba encadenado el hombre rubio se dio la vuelta, debía habernos escuchado- Creo que se como podríamos escapar de aquí, pero debemos tener mas cuidado, si yo os he oído, ellos también pueden haberlo echo –dijo señalando a los guardias que estaban en ese momento montando varias tiendas alrededor de una hoguera.
-¿Cómo podemos hacerlo? –preguntó el primer prisionero con el que había hablado.
-Si consigo que me saquen de la fila, vosotros podréis salir corriendo antes de que os vuelvan a encadenar con el siguiente, señor.
-¡Cilan! ¡No puede ser!, creía que te habían matado.
-Baje la voz, señor, o nos oirán. Solo me hirieron en la pierna, luego me desmayé y desperté un par de días más tarde.
-¿Cómo vas a conseguir que nos saquen de la fila?
-Ahora lo veréis, estad atentos, cuando os suelten salid corriendo.
-¿Y tu que vas a hacer Cilan?
-Le he dicho que me hirieron en la pierna, no llegaría muy lejos corriendo, intente ponerse a salvo Wirl.
-Yo conozco bastante bien esta zona –interrumpió nuestro nuevo compañero-, a poca distancia hacia el norte hay un pequeño bosque, si conseguimos llegar hasta allí estaremos a salvo.
En ese momento pasó un guardia cerca de nosotros y empezó todo. No sabía que iba a hacer Cilan, pero no me esperaba lo que hizo. Cuando el guardia estuvo a su altura Cilan le escupió en la cara. Creí que el guardia lo iba a matar en ese momento, pero lo que hizo me sorprendió más incluso que la acción de mi compañero. Empezó a llamar a voces a otro de los guardias, un superior creo, y le pidió que soltara a Cilan. ¡Quería un duelo con él!
El plan de Cilan parecía que estaba funcionando, aunque él estaba arriesgando su vida, sería muy complicado que ganase a ese guardia en un duelo.

   Cuando otro guardia se acerco para soltar a Cilan, este me miró.
   -¡No!
   -¡Tiene que ponerse a salvo!, no se preocupe por mi, estaré bien.
   -Gracias amigo –le dije antes de que mi nuevo compañero y yo empezáramos a correr.
El guardia que nos soltó cayó al suelo de un empujón, y el resto de los guardias que había cerca estaban ayudando al guardia al que Cilan había escupido a prepararse para el duelo, por lo que tardaron en salir detrás de nosotros.
A pesar de ir atados el uno al otro, corríamos bastante deprisa, cuando los guardias comenzaron la persecución ya les llevábamos mucha ventaja. Ya podíamos ver el bosque. En ese momento miré hacia atrás y pude ver que algunos de nuestros perseguidores llevaban arcos, vi como los tensaban y disparaban hacia nosotros. Volví la mirada hacia el bosque y seguí corriendo. Las piernas comenzaban a dolerme por el esfuerzo, pero no podíamos parar, teníamos que llegar al bosque. Entonces sentí como algo se me clavaba en el brazo. Era una de las flechas que nos habían lanzado, me había atravesado el brazo izquierdo. El impacto casi me hizo caer al suelo, pero seguí corriendo, teníamos que llegar al bosque. Pero no llegábamos, parecía que cada vez estábamos más lejos. El dolor del brazo era cada vez mas intenso, no sabía cuanto tiempo iba a poder seguir corriendo, me costaba mantener los ojos abiertos. No podía ver nada. Me pareció oír que nuestros perseguidores se habían detenido. Me empezaban a fallar las piernas, caí de rodillas. Me intente levantar pero caí de nuevo.