Eruyomo

02 de Agosto de 2003, a las 00:00 - Anthelea Teler
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III - Desde Gondor...

* ¿Quiénes sois? En la guardia os dejaron pasar sin que dieseis vuestro nombre.- dijo un hombre de la guardia de la quinta puerta que por orden del rey fue en busca de los extranjeros. Ahora se encontraban en una pequeña casa para los heridos graves que no pueden llegar a las casas de curación.
* Mi nombre es Varyar, del reino del Bosque Negro, capitán del rey Thranduil. Él.- dijo mirando a Anarmo, que los curanderos habían puesto sobre una cama y ya observaban lo que le pudiese pasar.- él es Anarmo, vigilante de Thranduil. Este es Ancadú, el señor de los lobos del Bosque y compañero inseparable de mi amigo y pariente.
* ¿Y porque estáis aquí? Al parecer vuestro compañero esta enfermo y todos saben que la mejor medicina es la que practican los elfos
* Es cierto, pero no del todo exacta. Los elfos somos curanderos de graves heridas, capaces de sanar un cuerpo atravesado, de curar el mayor veneno, y de sacar sin daño una flecha incrustada. Pero no conocemos vuestras enfermedades, las más simples de ellas no son desconocidas y creemos que nuestro compañero padece de una de ellas.- el hombre le miró extrañado.- Es cierto, mi primo esta enfermo y según sabemos porque se enfrió. Calló a un río y tras dos días está así, tememos por él, nos dijeron que aquí nos podríais ayudar.- el hombre se acercó al elfo que dormía entre sueños
* ¿Qué le ocurre?.- preguntó el hombre a los curanderos
* A cogido frío, puede que el elfo tenga razón, pero parece que su cuerpo no quisiera luchar... o que una fuerza lo arrastrara.- Varyar miró gravemente al curandero de Gondor y recordó la imagen del río
Otro día amaneció y los curanderos entraba y salían de la casa con mas y más pócimas, emplastes, hiervas de todas clases. En todo el tiempo no recupero Anarmo la conciencia. Al cabo de tres amaneceres otro elfo llegó a Minas Thirith, Legolas llegaba a la primera puerta de la ciudad.
* ¡¡Quién es!! .- gritaron os guardias al ver cinco hombres encapuchados, Legolas se adelantó y quitó el manto.
* Legolas Hojaverde, hijo del rey Thranduil del Bosque Negro, uno de los nuestros está enfermo en las casas de curación.- mucho tiempo les hicieron esperar, según los acompañantes del príncipe, pero se vio recompensado cuando ante la puerta apareció el rey.- señor Ciryandil Hyarmendacil, saludos
* Saludos príncipe Legolas.- dijo el rey, acompañado por su escolta mientras invitaba a pasar al elfo.- Hace cinco días que dos de los vuestros llegaron a mi ciudad. Al parecer vuestro hombre no ha mejorado, pero parece que por fin descansa mejor, mis curanderos hacen lo posible por sanarle ¡hay! Si lo hubieseis traído desde el principio menos males habría sufrido, temo que nuestra ciencia no pueda salvarlo.- Legolas miró apenado y con el permiso del rey corrieron por las puertas de la ciudad hasta llegar a la casa donde Anarmo yacía
Ahora Varyar parecía mas cansado que nunca, mas de lo que ningún elfo lo había estado, si quiera puedo sonreír al ver a su otro primo en la puerta. Se levantó y le abrazó con lagrimas en los ojos, entonces Anarmo habló.
-¡Legolas!.- dijo en un susurro.- ¡Legolas que me ocurre!.- los dos elfos fueron a su lado.- ¡Legolas, Varyar!.- mas el joven Legolas no pudo resistir y las lagrimas corrieron por su rostro viendo a su primo moribundo.
* ¡Anarmo! No te rindas, quédate a nuestro lado.
* No puedo primo... siento que algo me arrastra. ¡Hay Legolas! Cuanto siento no poder acompañarte en tus aventuras
* No te despidas primo querido, no quiero que te marches.- Legolas cogía la mano de Anarmo, y estaba ardiendo como la espada de un Balrog
* Varyar, cuida de Ancadú, se que sentirá mi ausencia. ¡Hay! La vida no está hecha para mi y ahora me aparta de vosotros. Legolas... Varyar...
Legolas agacho la cabeza sobre el pecho de Anarmo y sus lagrimas mojaron las suaves sabanas. Dos curanderos que vieron la despedida rompieron en llantos y Varyar permaneció erguido diciendo:
* Esto no debió ocurrir, los Valar debieron impedirlo. Han negado la vida de Anarmo y yo los niego ahora.- Varyar salió de la casa pero Legolas aún permaneció junto a su querido primo, sin creer que ya nunca correrían juntos entre los arboles ni reirían nunca más a la sombra del Bosque Negro. Fue entonces cuando Legolas maduró, ya nunca rió como con Anarmo y solo hablaba cuando era necesario.
"...no quiero que te marches..."
Estas palabras resonaban una y otra vez en su cabeza. Abrió los ojos y se encontró en una estancia pequeña y oscura, de piedras grises. Tras de él una puerta de madera, la abrió y vio un pasillo de piedras plateadas, tan brillantes que parecían diamantes tallados. Una mujer se le acercó, no era una elfa, notaba en ella una majestuosidad mayor a la más poderosa reina, era una Maiar.
- Saludos Anarmo, espero que este bien. Bienvenido a las estancias de Mandos.



IV - ... A Aman

Anarmo se dejó guiar por la Maiar, sin hablar pues no se atrevía. ¿En verdad había muerto?
* Si, has muerto.- Respondió la mujer a sus pensamientos.- Mandos me ha ordenado que te presentes ante él en cuanto llegaras
* ¿Mandos?.- Dijo asustado, su primera palabra en Aman y le pareció como si nunca antes se hubiese escuchado
* Si, quiere verte. Sabrás que tu muerte fue extraña.- Entonces recordó lo ocurrido, su caída al río, Varyar llevándole a Minas Thirith, Legolas llorando sobre su cama...
Caminaron por un pasillo cubierto donde a ambos lados había un jardín con cientos de elfos conversando alegremente. La Maiar le advirtió que aquel lugar era donde esperaban a ser juzgados los elfos muertos por una causa injusta o aquellos sobre los que no pesaba la vergüenza. Cientos de metros mas adelante el jardín acabo y llegaron a un edificio donde miles de celdas se repartían en la oscuridad, de ellas salían gritos y maldiciones, la locura se respiraba en el ambiente, tal era la angustia que Anarmo calló al suelo con las manos sobre los oídos, pero la mujer sujetó su mano y el miedo pasó, los dos continuaron su camino, habían pasado por las estancias de los malditos.
Al cabo de bastante tiempo caminando llegaron a una tercera estancia, un gran salón de paredes grises, muros altos con cúpulas talladas, pero algo noto Anarmo, en cada momento que pasaba las estancias "crecían" sus paredes se alargaban, como queriendo hacer sitio a todos los que llegaban. Cruzaron la sala hacía otra de plata brillante. Una alfombra blanca la cruzaba de lado a lado y al fondo un gran sillón, tan grande como lo fuera el palacio completo de su tío Thranduil y sentado en él estaba Mandos. El impacto de Valar nunca pudo borrarlo, temido y la vez honrado, sus piernas flaquearon, pero al mirar a la Maiar recuperó las fuerzas y fue hacía donde Mandos lo miraba. Cuando por fin habló su voz resonó en las paredes del salón con gran fuerza.
* ¡Aiya Anarmo! Llegaste a Aman por mandato de los Valar, si eso te resuelve alguna de tus dudas.- Anarmo lo miró extrañado, sentía tener a alguien importante ante él, pero a la vez parecía que fuese un viejo amigo.
* Aiya. ¿Por mandato de los Valar? ¿Los Valar quisieron que muriera?
* No Anarmo, los Valar quisieron que vinieras a Aman. Recuerda tu vida, tu madre partió de los puertos, quiso traerte pero tu padre lo impidió y con ello impidió que estuvieras en el lugar al que perteneces.
* ¿Pero porque? Yo era feliz en la Tierra Media, tenía amigos, era feliz
* Es cierto, lo eras... - dijo Mandos mientras le miraba.- Un pájaro es feliz cantando mas no es esa su función en Arda. Tu tienes una función que solo se te podía ser revelada por Manwe, por eso estas aquí
* ¿Manwe? ¿Veré a señor de Arda?
* ¡Claro que lo veras!.- dijo Mandos sonriendo.- En la Tierra Media tenéis una visión de los Valar muy poderosa, es cierto que somos poderosos, nosotros creamos Arda tal y como la conoces, pero también convivimos como los primeros nacidos. Varda, Yavanah, Manwe, Ulmo y los demás Valar conviven con los Vanyar, Noldor y Falmari, sin que hayan problemas. Ahora mismo partirás, tu escolta ya ha llegado a las puertas de mis estancias, ella te guiara.
La Maiar que lo había guiado desde que llegó lo llevó hacía un gran portón de madera. Tan grande que era mas de diez veces de alto que los mallorn de Laurelindorean y con hojas de árboles en hierro forjado decorandola. Al parecer era fácil de abrir, pensó, pero recordó que aquella mujer delgada y grácil era una Maiar, sería capaz de derrumbar las montañas con un chasquido de sus dedos. Al salir la luz del día iluminó una gran pradera, tan verde que parecía un jardín de esmeraldas. En las cercanías habían dos elfos con tres caballos, uno de ellos le daba la espalda y tenía el cabello sumamente plateado, como mithril puro. Pero se sorprendió por el elfo que hablaba con el otro. Tenía el cabello corto y castaño, los ojos de color miel clara, casi anaranjados, pero su piel también era morena, de un suave tostado, nunca había visto uno de la bella raza de piel morena.



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