Eruyomo

02 de Agosto de 2003, a las 00:00 - Anthelea Teler
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VIII - Eruyomo


* ¿Hay mas herederos de Thingol en la Tierra Media?- Varda lo miró seriamente como a un niño que no se ha aprendido la leccion.
* Eruyomo Anarmo ¿acaso no conoces la historia Sindar? Cualquier niño sería capaz de recitar el árbol genealógico de Luthien y Beren. Recuerda a Elros, el también desciende de Thingol, y de él todos los reyes numenoreanos, y de estos los reyes de Gondor.- Tan pronto acabó la palabra cuando un temblor sacudió la tierra, los elfos gritaron asustados desde la ciudad creyendo que de nuevo se avecinaba Melkor sobre ellos, unas nubes cubrieron el horizonte al este y se podían escuchar lamentaciones y cantos desde Alqualondë y Avallonë. Varda dejó caer las flores de su regazo y agarro el brazo de Manwe que miraba con sus penetrantes ojos al este, pues si Varda está con él Manwe puede mirar al este del este. Pero pasó un suspiro y las nubes se esfumaron, el sol parecía brillar con mas fuerza y Manwe rió con una risa pura como un arrollo en el desierto. Tan rápido como el viento un águila surcó el cielo y se poso cerca de Manwe. Parecía susurrar algo y la alegría se asomo en el rostro del Vala.
* Algo a cambiado. ¿qué te cuentan las nuevas?- preguntó Varda.
* Sauron ha caído, ahora Eruyomo, comienza tu misión.
* Solo una pregunta mas. ¿Qué fue de mi madre? No la he visto en Valimar.
* Es cierto.- dijo Varda.- Los que regresan a Aman no llegan a Valimar, quedan en Avallonë. Demomento no puedes ir a visitarla, es demasiado pronto, no tienes que distraerte. ¡¡Vendie!!- dijo con el trino de un pájaro. Al cabo de unos minutos una sombra corría por el camino central a toda velocidad. La elfa bajó del caballo antes de que parase y se acercó a los Valar.
* ¡Hay fiestas y canciones en toda Arda! ¡¡Todos saben la buena nueva!!- decía casi a gritos mientras bailaba alrededor de los árboles.
* Bien Vendie, pero no es hora de fiesta para ti. Lleva a Anarmo Eruyomo a Tirion, enséñale la ciudad y manda que lo armen. No tengáis prisa pero tampoco os demoréis mucho. Después id a Alaqualondë y de ahí a Eressea, tiene una cita con alguien de la isla. Después llegará la hora de partir.
Los Valar se despidieron con abrazos y Varda le entregó una pequeña flor que siempre llevaría consigo, siempre fresca. Los dos elfos marcharon camino abajo montados en el bello caballo de Vendie, que parecía no notar el peso y caminaba alegre.
* ¿Te dieron buenas noticias aparte de las ya recibidas?.- dijo Vendie rompiendo el silencio de la marcha.
* Bueno, me han dicho quien soy en realidad. Aunque nunca lo creería de no ser que la misma Elbereth lo ha dicho con sus propios labios.
* ¿Y cual es tu historia pues?
* Al parecer soy nieto de Elured.- dijo tranquilamente el elfo mientras ella lo miraba sorprendido.- y por lo que he llegado a saber, un pariente mío tiene problemas en Endor y debo ayudarle.
* ¿Un pariente tuyo? No creo que un elfo tenga problemas.- Eruyomo
* No es un elfo. Al parecer alguien de la línea de Elros, un rey de Gondor, me necesita. Por cierto Llevamos ya mucho tiempo y me he fijado que antes de entrar en Valimar giramos a la derecha, ¿A dónde vamos?
* Mirad.- dijo señalando frente a ella.- en estos momentos la niebla del mar lo cubre, pero pronto veréis una estrella en la tierra.
Al cabo de unos minutos la niebla que cubría el camino unas millas delante de ellos se disipó y marchó hacia el mar y pudo ver como una torre de colores se alzaba delante de él, y en lo alto una gran estrella. Estaba en Tirion, las casas de piedras Pulidas brillaban con miles de colores, otras de ellas estaban decoradas con flores de gemas, miles de diamantes, zafiros, rubíes con formas de pájaros, estrellas y flores decoraban las ventanas y puertas. Algunas casas tenían perlas decorando los escudos heráldicos, pero en mayoría eran gemas de colores las que decoraban las calles.
Subieron a la colina brillante desde donde Eruyomo pudo ver el mar, tan amplio y oscuro que le sobrecogió el corazón. Al cabo de unos minutos llegaron a casa de un herrero que martilleaba una fina lamina de metal. El hombre les sonrió y les mostró lo que ya tenía preparado; Una cota de malla plateada, una gran espada ligeramente curvada con buenaventuras inscritas en la hoja, dos pequeñas dagas igualmente trabajadas, pero en color dorado, un largo arco caoba de hilo dorado y flechas negras y blancas en espiral con plumas de águila marrones y de cisne blancas. Armas dignas del mayor rey de los Noldor, todas ellas hechas en mithril o metales aun mas resistentes y livianos, como las pequeñas dagas. La mujer del herrero Noldor entró sonriente con unas prendas en las manos, unos pantalones oscuros, como los que llevaba Larco, una camisa verde y una chaqueta parda, las finas zapatillas eran grises y el cinturón con hebilla de oro. Una vez vestido y armado parecía un verdadero rey Noldor regresando del exilio. Cuando Eruyomo salió de la casa, una mirándose en los cristales de las casas, Vendie lo obligo a montar y bajaron al galope la colina de Tuna, ya tendría tiempo para verla más adelante.


IX - Elendë

Ahora corrían bajo las Pelori, dejando atrás la colina centelleante. Ahí el caballo de la elfa parecía galopar más rápido que el propio viento y sus patas casi no tocaban el suave suelo, notaba como el caballo estaba alegre, parecía llegar a su hogar, y así era, se dirigían a Elendë hogar de los Falmari.
Las Pelori daban sombra con su escarpada cuesta, al contrario del suave camino que recorrió el día antes al otro lado de las montañas. El mar se hacía más cercano hasta que llegaron, atravesando un pequeño bosquecillo de arboles azulados, a la costa de Avatar. La arena era blanca y marfil y el agua lamía con suavidad las patas del caballo que ahora galopaba con toda su fuerza. A lo lejos puedo ver como las Pelori se fundían con un gran muro azul. En este muro había cuatro torres con luces encendidas en su interior. La ultima de las torres se adentraba ya en el mar, y la roca aun continuaba algunos pasos mas al agua. Mientras cabalgaba el pequeño bosquecillo que ahora estaba a su izquierda iba aumentando según llegaban al norte. Isil apareció cuando se acercaban a la muralla, en ella había un portón de madera oscura, en ella había inscripciones élficas en plata en el borde de las puertas y en el centro de esta un gran cisne labrado en mithril que ahora brillaba como una estrella.
* Mani naa essa en lle? (¿Cómo te llamas?)
* Vendie ar Eruyomo mellon.- dijo la elfa. Un portón se abrió y dejo al descubierto la ciudad blanca de Alqualondë a la luz de la luna.
Alqualondë no era tan alegre como Valimar ni tan brillante como Tirion, sus casas eran blancas nacaradas que despedían colores azules, verdes y rosas pálidos y estaban decoradas por hermosas perlas, pequeñas como granos de arena o grandes como huevos de águila. Los niños descasaban en sus alcobas y los mayores paseaban por las calles silenciosas. Esta le pareció la más misteriosa de las ciudades de Aman, los elfos iban vestidos de blanco y verde débil, había pocas risas pero se respiraba paz, tranquilidad. Pero ahí Eruyomo se sintió como en su propia casa, su cabello oscuro plateado que en la Tierra Media llamaba tanto la atención aquí era normal, incluso los cabellos totalmente plateados de Vendie eran normales, pues muchos elfos los llevaban. Algunos marineros que conversaban en tabernas poseían una espesa barba y cantaban melancólicas canciones sobre barcos perdidos. Llegaron a una de las casas de una sola planta y desmontaron, era la casa de Vendie y sus hermanos. En el interior pudo ver que estaba decorada con perlas cogidas de hilos de plata colgadas del techo de la casa, formando constelaciones. El interior de estas casas era más simple después de todas las riquezas que había visto. El interior era blanco mate con simples muebles de madera oscura, seguramente del bosque que rodea la ciudad. En una habitación había una gran mesa con varias sillas, ahí tres hombres y Larco jugaban a un juego desconocido para él, con perlas y conchas que cambiaban entre ellos entre risas y cantos. Larco se levantó y presentó a los tres hombres que siguieron jugando, todos ellos a excepción de uno tenían los cabellos plateados, y todos ellos eran idénticos entre si, eran el padre y los hermanos de Vendie que había vuelto del mar esa tarde. Ahí paso la noche, escuchando con atención todo lo que decían los elfos. Aquella noche, desde hace tiempo, se sintió como en su propio hogar.
Amaneció en el puerto de los cisnes, Vendie apareció con una largo vestido de gasas blancas con un cinturón verde junto a Larco, de colores oscuros como los Noldor. Caminaron por las calles que estaban repletas de puestos, un gran mercado de pescado fresco, mariscos, perlas, esponjas y corales de todos tipos. Muchos Noldor habían bajado de Tirion para cambiar el pescado y sobretodo las perlas por diamantes y otras gemas. En el puerto muchos arreglaban los aparejos y las mujeres cosían las redes azules. Otros montaban en pequeñas barcas y se zambullían en el agua con pequeñas bolsas blancas.
* Van en busca de perlas.- Aclaró Vendie.- Son capaces de bajar mas de quince pies para buscarlas. ¡Yo conseguí legar a los quince pies y medio!.- dijo orgullosa
Se acercaron a uno de los barcos y entonces supo Eruyomo porque las casas eran tan modestas, porque todo el esplendor lo ponían en sus barcos. Desde lejos eran blancos, con forma de cisne, pico de oro y ojos de azabache. Pero de cerca tenían incrustaciones en perlas, diamantes y zafiros, la madera plateada era la más bella de Arda, las telas tejidas en plata y oro, incluso las bollas que protegían a los barcos anclados estaban bellamente decoradas. Cientos de lamparas colgaban por cualquier lugar, cualquier rincón de la ciudad estaba iluminada dándole al nácar reflejos multicolor. Montaron en uno de los barcos que solía viajar con víveres a Tol Eressëa. Dentro Anarmo Eruyomo se volvió a sentir triste de dejar la hermosa ciudad de los cines. Miró que el famoso arco de Alqualondë no estaba tallado en la roca viva como le contaron los sabios de Endor, ahora tenía casas en el lado de la montaña y el arco estaba labrado con dibujos de cisnes y garzas, blancas naves y grandes olas. Al traspasar el arco la inmensidad de Belegaer le sobrecogió, pero pronto viraron al sur y pudo ver la cercanía del gran faro de Avallonë. Mientras se acercaban a la gran isla Eruyomo miraba como el mar chocaba con la proa del barco, y pronto estuvo de saltar el barco al creer ver una mujer en el agua. Otro elfo se le acercó y sacudió la mano saludando al agua mientras gritaba "Almarë Uinen". La mujer vivió a aparecer delante de la proa saltando de babor a estribor como un delfín, su piel era azul pálido, los ojos diamantes, el cabello espuma blanca y llevaba una larga capa de olas del mar. Todo el camino la estuvo Eruyomo mirando hasta que llegaron al puerto de Eressëa. Tan solo poner un pie en el puerto se escuchó un grito de alegría.
* ¡¡Anarmo!! ¡¡Anarmo!! ¡¡Por fin te encuentro!!.



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