Eruyomo

El elfo moreno le miró y sonrió, el otro elfo se giró y Anarmo comprobó lo equivocado que estaba, era una elfa vestida de manera parecida a un hombre, pero se fijó que sus ropas eran mas ceñidas y de colores más vivos, pensó que eran más femeninas. Ella vestía unos pantalones de montar con una camisa blanca brillante y un corpiño verde claro, el elfo en cambio vestía unos pantalones negros con una camisa roja semiabierta.
* ¡Almarë hermano! Bienvenido a las tierras de los Valar. Mi nombre es Larco de Tirion y ella es Vendie de Alqualondë.
Arnarmo los miró con curiosidad y les saludó en un susurro mientras repetía "Tirion...Alqualondë"
* Tenemos que mostrarte un poco de este país y llevarte al Valmar. Manwe está deseoso de verte.- dijo Vendie. Llamaron a los caballos que pastaban y pronto acudieron a la llamada. Los tres eran grandes y hermosos, de la pura raza de los Mearas, el caballo de Larco era negro brillante, el más alto de los tres, Vendie llevaba uno más pequeño, pero al parecer más rápido, de color castaño claro y crines onduladas blancas. Para Anarmo habían traído uno gris brillante, de estatura media entre los otros dos. Enseguida montaron y comenzaron su viaje
* Antes de nada tenemos que informarte de algo muy importante.- dijo Larco.- cuando moriste en la Tierra Media era el año 1050 de lo que llamáis Tercera edad. Actualmente en aquella tierra es el año es el 1150 de la Tercera Edad, han pasado 100 años desde tu llegada.- Anarmo volvió a quedar sin palabra, aunque no había hablado desde que salió de las estancias de Mandos. Larco sonrió y continuó hablando.- Es cierto que el mismo sol que ves en el Bosque Negro es el mismo que pasa sobre nuestras cabezas, pero el tiempo pasa mas deprisa, como si fuera al ritmo de los elfos.
Continuaron andando por aquellas praderas hasta que llegaron a un frondoso bosque, pero iluminado en su interior, la luz conseguía colarse entre las hojas de los arboles.
* Estamos en el bosque de Oromë, tienes suerte de que no se encuentre en estos momentos, está compitiendo con Tulkas en el sur en una carrera de caballos, si ves a Tulkas u Oromë sin prepararte puedes llevarte un gran impacto.- dijo la suave voz de Vendie.
Siguieron caminando y a lo lejos Anarmo pudo ver lo que creía que eran dos torres, pero ahora pudo distinguir que eran dos árboles. Dos árboles altos como montañas, uno de ellos dorado como el oro puro y el otro de plata centelleante. Su coranzó dio un salto y los otros dos elfos comprendieron la sorpresa pues se encontraba ante Laurelin y Telperion. Durante horas los miró, pero ya no con sorpresa, sino con tristeza. A pesar de ser esplendorosamente bellos, eran tristes, podía verse que estaban muertos y el rastro de vida había partido de lo mas profundo de sus raíces. Anarmo suspiro ante aquel paisaje.
* Se lo que sientes, todos los sentimos.- dijo Vendie.- Muchos de nosotros estabamos aquí el día que todo ocurrió. Ai! Vanimat Ninquelótë ar Malinalda! .- "¡Hay! ¡Hermosos Ninquelótë y Malinalda (Telperion y Laurelin)" suspiró la elfa mientras miraba con tristeza los dos arboles.-
El bosque de grandes arboles no era nada parecido a su querido Bosque Negro ni los mallorn de Lorien, eran altos como estos últimos pero su madera era rojiza, a seis pies de altura los arboles enlazaban sus ramas formando cúpulas verde claras. En el suelo crecían flores blancas y amarillas de cuatro pétalos y fresca hierva cubría todos los lugares por donde caminaban.
Durante las suaves noches descansaban en pequeños claros que parecían haber sido abiertos para aquel uso. Pequeños hogares en el centro de aquellos claros permitían encender un fuego sin peligro y la temperatura cálida de Aman permitía descansar sobre la fresca hierva sin preocupaciones. Ahí los elfos le contaban a Anarmo mil historias de los antiguos días, como pasaban los días en la tierra bendita, las costumbres del lugar y le describían cada uno de los lugares que había visitado. Lo que más sorprendió a Anarmo fue la vestimenta de la elfa, que sonriendo le dijo:
* Anarmo, Aman es muy grande y los caballos son muy necesarios. Yo misma trabajo como mensajera en Alqualondë y necesito viajar mucho a las demás ciudades, nunca podría cabalgar con un vestido de seda.- decía entre risas.
* Tan solo me resultaba extraño, pero creo que aún me llevare muchas sorpresas.
* Aun más en Valimar, esto solo es el principio. Mañana llegaremos a la ciudad.- dijo Larco
* Por cierto, solo una pregunta más. Puede que parezca incomoda pero creo que mi curiosidad vence a mi pudor. Larco ¿cómo es que tenéis la piel más oscura? Aunque quizás aquí sea normal.- Vendie no pudo aguantar la risa que sonaba como música clara y cristalina en la noche repleta de estrellas. Larco sonreía sin llegar a reír mientras arrancaba una de las flores amarillas y la ponía en loslabios.
* Esa si es una buena pregunta Anarmo y creo que puedo contestarte aunque no completamente. Mirad.- dijo mientras debajo de su chaqueta sacaba un colgante que representaba una estrella, pero más grande y con rostro de mujer.- Soy de la casa de Arien, servidor de la Maia. Todos los que trabajamos con ella terminamos adquiriendo este color, aunque gracias a él no podemos quemarnos tan fácilmente cuando Arien esta cerca.- y con aquella conversación Anarmo cayó en un pesado sueño.
Se veía a sus lobos corriendo en los bosques perseguido por una sombra, también vio que los enanos construían bellas estancias en Erebor, pero un monstruo dorado llenaba de fuego el palacio bajo la montaña matando a quien encontrase a su paso, además vio una guerra donde hombres, elfos, enanos, águilas, orcos y cuervos peleaban por la montaña. Vio a Vanyar luchando junto con Legolas, vio a su fiel Ancadú atravesando con sus afilados colmillos a temibles bestias como un dardo negro, pero entonces un orco con un mazo lo golpeaba contra un árbol y quedaba tirado en el suelo. De un grito despertó y al verse en aquellos hermosos bosques se sintió triste.