Eruyomo

02 de Agosto de 2003, a las 00:00 - Anthelea Teler
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X - Muchos encuentros

Anarmo Eruyomo no miró siquiera el esplendor de la ciudad de "Los que regresan", como llamaban a Avallonë, solo corrió hacia la voz y se abrazaron.
* ¡¡Legolas!! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo llegaste? ¡Por la gloria de todos los Valar! ¿Qué haces aquí muchacho?.- Cuando se separó y pudo ver la cara a su querido primo pudo comprobar que ya no era el niño que había dejado en el Bosque Negro. Sus ojos tenían la chispa de alegría pero ahora tenía la experiencia de los años, en sus ojos pudo notar también que en su larga vida había sufrido.
Esta vez no presto ninguna atención a la ciudad de las tres razas, paseaba por las calles charlando con su primo sobre las nuevas de la guerra hallen del mar. Al parecer la tierra había cambiado y ahora los hombres gobernaban la Tierra Media.
* ¡Primo! Aun no puedo creer que te tenga delante mía, otra vez juntos, como hace ya tanto años. Nunca te heché tanto de menos como en la guerra del anillo. Y tienes que ver Ithilien ¡¡oh bella Ithilien si algo hecho de menos es a ti, a tus arboles dorados y tus riachuelos claros!!
* ¡Hay primo! Cuan crecido te veo, ya no pareces el muchacho alegre que miraba con avidez el mundo que recorría, pero tras mi misión te prometo que volveremos a correr por los prados de Yavanah y te mostrare los bosque de Oromë.
Solo una vez interrumpió a su primo cuando una dulce voz le llamó.
* ¡Anarmo!.- Dijo una mujer, era alta con cabellos oscuros y ojos verdes. Le miraba sonriendo sentada en la orilla de una fuente en un pequeño jardín de delgados arboles claros.
* ¡Madre!.- Corrió a sus brazos como cuando de niño la buscaba entre el Bosque sin encontrarla. Depues de abrazos, lagrimas y sonrisas pudieron hablar frente a la pequeña fuente.-
* Madre, ¿por que te fuiste? ¿Por qué me dejaste en Endor?.- dijo Anarmo Eruyomo
* Pequeño, mi pequeño Anarmo. Aun recuerdo la primera vez que viste el bosque en primavera o el dia que te encontraste con el pequeño Ancadú, que entonces era un cachorro, te seguía por donde andabas, cuando podías andar. No pude apartarte de aquello a lo que querías, sabía que un alto destino te esperaba pero no podía traerte aquí y separarte de aquel mundo.
Así pasaron los días, charlando y conversando hasta que, mientras paseaba por la costa mirando a oriente, un viento ligero sopló en su cara, el viento levantó grandes olas oscuras pero estas permanecían en el interior del mar, quietas, sin que ninguna de ellas tuviera intención de chocar contra el mar. Las olas crecieron en altura y se transformaron en un alto yelmo, y poco a poco fue apareciendo la figura de un hombre cien veces mayor al mas alto de los Eldar, todo el de azul mar, con los ojos negros brillantes. Su voz era fuerte, poderosa como una tormenta de la que él era dueño, Ulmo señor de la Aguas.
* ¡¡Eruyomo!!.- dijo con su poderosa voz mientras que los cuernos del mar sonaban tras él.- La hora de tu partida ha llegado, ahora tu ayuda es necesaria en Gondor. ¡¡Ves ahora por tus armas y parte ahora!! El tiempo apremia si quieres llegar antes de que sea demasiado tarde.
El corazón de Eruyomo se inflamó de valentía antes las palabras de Ulmo, rápido corrió en busca de su caballo que había hecho traer, sus armas de Tirion, algo de comida, un beso de su madre y un abrazo de su primo. Aun le quedaba el consuelo de encontrar a Varyar.
Cuando regresó a la costa solo le esperaba un barco pequeño, dentro ya se acomodaba su caballo gris brillante. Al embarcar la vela se hinchó y el barco comenzó a moverse en la oscuridad de la noche, solo acompañado de las estrellas que tintineaban en el oscuro mar, y ahí, mirando a menelmacar en el cielo cayó dormido. Amaneció con el sonido de las gaviotas a pesar de que aun estaba lejos de la costa, pasada la media tarde, cuando el sol comenzaba a declinar y a la penumbra de un sol rojizo pudo contemplar el esplendor de la Tierra Media.Habia llegado al comienzo de su misión, salvar al ultimo heredero de Thingol de los hombres.


XI - En las fronteras de los Periannath

Año 343 CE - Año 7395 del Sol
Eruyomo se quedó lejos de la orilla un rato, mirando cuan cambiada estaba esa tierra. La noche llegó y bajo la barca vio luces brillantes, como luciérnagas marinas. A la barca llegaron dos mujeres que se alzaron a estribor de la barca riendo sin parar. Las dos de cabellos cristalinos, como su rostro y el resto del cuerpo que sobresalí a excepción de los ojos brillantes. Mientras estaban ahí le lanzaron un gran chorro de agua, haciendo mover la barca. El agua que había entrado en el barco se reunió en un solo lugar, toda gota fue a parar ahí y poco a poco fue cogiendo color gris, se alargo alcanzando seis pies de longitud, la textura cambio siendo sólida. Al acercarse lo pudo coger y levantarlo, era una capa gris que le tapaba por completo. Se la acomodó bajo el carcaj y podía ocultar las hermosas dagas y la espada con ella. Miro a las mujeres que estaban riendo mirándole.
* Es por cortesía de Ulmo señor de las aguas.- dijo la que quedaba a su izquierda.
* Con la capa un mensaje "Anarmo en estas tierras lejanas de nuestro completo poder recuerda que tu nombre no debe conocerse, recuerda que eres Eruyomo. También recuerda que tu misión tiene un final, cuando acabe regresa a la costa y un barco te llevará de regreso a Aman, con tu familia y compañeros. ¡¡Adiós Eruyomo, que la luz de las estrellas ilumine tu camino donde estés!!"
Cuando las dos mujeres regresaron a lo profundo del océano el barco llegó a la costa y Eruyomo con su caballo gris desembarcaron en una antigua ciudad, estaba semi derruida, las enredaderas cubrían todos los rincones y las flores se abrían por doquier. A pesar de esto en el aire flotaba cierta magia, había llegado a la antigua ciudad de los Puertos Grises. Con alegría en el corazón montó sobre su cabalgadura y galopo durante horas y horas bajo aquel suave sol que tanto había hechado de menos, su madre tenia razón, la Tierra Media estaba en su corazón, en su sangre y en su espíritu. La tarde llegó en el Folde Oeste y Eruyomo paro a descansar, sacó su ración de lembas de Tirion y algo de carne salada, encendió una pequeña fogata y cerro los ojos en aquella tierra en la que se sentía parte de ella, más aún que la noche de Alqualondë. Quedó dormido unos instantes, los suficientes para que tres hombres lo atraparan desprevenido atándolo con cuerdas. Despertó con aquellos extraños encima de él, no tubo tiempo de reaccionar cuando los hombres ya lo tenían atado. Habían cogido a su caballo, quitado sus armas y le habían montado encima, con las bridas y amordazado lo llevaron al norte. A lo lejos pudo ver humo de hogares, con su vista pudo advertir que pequeños seres vivían a lo lejos entre las colinas de hierva, pero los hombres que le atraparon no le dijeron una palabra. Eran de aspecto desaliñado, ojos fieros, vestidos con ropas negras y solo un distintivo, una estrella plateada sobre el hombro.
Aquella noche se adentraron en un pequeño bosque oscuro y encendieron una fogata, bajaron al elfo de su caballo y le desamordazaron.
* ¡¡Quiénes sois!!.- dijo uno de los hombres, el mayor de ellos, con una espesa barba negra y ojos del mismo color.
* Mi nombre es Ana... Eruyomo.- dijo el elfo
* Hace mas de cien años que el ultimo de los elfos partió al oeste. ¿Quién sois? ¿De donde venís?
* Mi hogar esta en el Bosque Negro si es eso lo que preguntáis.- los hombres miraron extrañados.
* ¿El Bosque Negro decís? Entonces no sois mas que un mentiroso, los que llamáis Bosque Negro fue llamado hace siglos el Bosque Verde, cuando el maligno Sauron cayó y la paz regresó. Pero una nueva fuerza ha llegado y hace mucho que Rhovanion esta desolada, si quiera los arboles crecen ahora en aquel lugar.- Eruyomo miró sorprendido
* ¿Qué? Es imposible. El rey Thranduil lucharía por el bosque hasta que la ultima espada fuese quebrada.
* Cierto, pero las fuerzas del rey Thranduil quedaron muy reducidas desde que el Señor Legolas partió también hace siglos. Murió cuando protegía Erebor en ayuda de los enanos. ¿Dónde habéis estado este tiempo?.- Eruyomo miro desconcertado el suelo.- Al parecer desaparecido. Os pondré al corriente de lo ocurrido. Cuando el rey Eldarion murió una fuerza llegó desde el mar de Rhûn, por un momento creímos que Sauron había regresado, pero no fue así. Dos hombres, de ropas azules, llegaron a Erebor y arrasaron la montaña, el lago y la casa del rey Thranduil. Los orcos se han unido a ellos y al parecer vuelven a proliferar en el noreste. Solo en Lorien no se atreven a poner un pie, también la guardia de Gondor protege las fronteras del lugar donde reposa nuestra reina Arwen Undomiel. - Dijo el hombre besando la estrella que llevaba en las ropas como recuerdo de la reina estrella de la tarde, la más justa, sabia y bella de las reinas de los hombres.
Eruyomo entristeció, demasiado había cambiado la tierra desde que partió, ninguno de su misma raza había quedado en Endor, su rey había muerto, un nuevo mal hacechaba. ¿Cómo él solo iba a proteger a un pariente que ni si quiera conocía?
* Necesito ver al rey
* Es imposible, esta en el sur, en Minas Thirith
* ¡¡Dejadme ir!!.- gritó furioso Eruyomo
* ¡¡No!!.- gritó el hombre poniéndose en pie.- ¡Aparece un elfo, que creíamos extintos, en mitad del pueblo de los Pheriannath donde esta prohibido por ley que nadie de la gente grande ponga pie en sus fronteras, con grandes y poderosas armas, vestido como el mayor rey de los elfos exigiéndonos ver a nuestro rey! ¡Te quedaras en Amon Sùl hasta que el senescal de Arnor decida que hacer con tigo...! Hasta entonces descansa lo que puedas, mañana antes del alba llegaremos a la atalaya del norte.
"¡Montaraces!" pensó Eruyomo que consiguió coger con las manos a la espalda una piedra "Servirá" pensó. Toda la noche sin descanso raspó la cuerda hasta que por fin se rompió. Despacio y en silenció se quitó las ataduras de los pies. Los hombres aún dormían cuando Eruyomo consiguió ponerse en pie, ni una rama se partió bajo sus pies cuando el aullido de un lobo sonó en el bosque. Los hombres despertaron y se sobresaltaron al ver al elfo de pie frente a ellos, el capitán corrió por su espada, los otros le imitaron, pero Eruyomo alcanzó una de sus dagas que se encontraba junto al capitán y agarrándolo por el cabello puso el filo dorado del puñal en el cuello del hombre.
* ¡¡Quietos!!.- gritó Eruyomo con fuego en su mirada.



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