Dagor Dagorath

Llevaban horas volando, y Morthion ya empezaba a cansarse. Miro a sus amigos, y se dio cuenta de que no era el único aburrido de las Águilas. Vanimeldë miraba distraída una bandada de pájaros que volaba a un kilómetro de donde estaban ellos. Balin miraba hacia abajo, absorto en sus pensamientos. Morthion se tendió para dormitar un rato, cuando un grito del enano lo hizo incorporarse.
-¡Miren! ¡Es el mar!- dijo Balin animadamente, y con un tono de sorpresa y felicidad.-Nunca había visto el mar...
Morthion miro hacia el Oeste y vio a lo lejos lo que le pareció un lago, pero mucho mas grande, y las olas golpeando los acantilados allá abajo, mientras la luz del crepúsculo coloreaba las aguas cristalinas. Los tres se quedaron mirando un rato el espectáculo, hasta que notaron que las Águilas comenzaron a descender. Morthion miro hacia abajo y vio que planeaban sobre un bosque que cubría toda una península, con un río que desembocaba en su lado occidental, y que se perdía en las tierras del norte. Las Águilas bajaron y dejaron a los pasajeros justo al lado de la desembocadura del río.
-Bien, síganme-dijo el mago. Los guió hacia el bosque, bordeando los acantilados de la costa. Vieron una pequeña colina, y Radagast se acerco a ella. La bordearon, y cuando llegaron al lugar donde se adentraba al bosque, apareció una abertura muy camuflada.
-Espérenme.-dijo el mago, y entro. Morthion miro a los otros dos, que le dirigieron miradas confusas. Se sentían muy incómodos, y no se dirigieron palabra alguna. Al rato Radagast volvió.
-No esta. Debe haber salido. Esperen aquí. Iré a buscarlo. Entren si quieren, no se preocupen.-y dicho esto se interno en el bosque.
Paso un rato hasta que los tres se decidieron a entrar. Lo primero que Morthion vio fue una caverna, llena de lianas, hojas y enredaderas. Había una mesa llena de papeles y plumas. Vanimeldë se acerco y tomo lo que parecía un mapa de la Tierra Media. Era muy detallado y sin ningún detalle incorrecto, le pareció a Morthion. Había muchos apuntes, y notas, con fechas y dibujos. Balin se acerco a la pared.
-¡Miren! Acá hay una puerta.- dijo mientras empujaba una roca que apenas se veía entre las plantas. Entraron y había una habitación, con una hamaca improvisada y vieja, y cajas hechas rústicamente. Balin dio un paso, y de pronto cayo en un agujero que se abrió en el suelo, dando un grito de terror.
-¡Balin!- grito la élfa desesperada, tratando de agarrarlo, pero Morthion la alcanzo a sujetar antes de que ella cayera también. Desesperado, se agacho mirando al túnel, pero solo vio oscuridad.
-¡Balin! ¡Balin!.-llamo, pero no obtuvo respuesta. No sabía que hacer, pero la élfa a su lado estaba mas preocupada todavía. Desesperada, fue hacia la entrada, para salir de la cueva, y al legar afuera, comenzó a correr donde había ido Radagast. Morthion trato de seguirla pero ella se perdió en el bosque, llamando al mago. Sin saber que hacer, Morthion volvió a la cueva, y busco entre las cosas. Al fin encontró una cuerda. Tomo una piedra y la ato a la punta de la cuerda. Fue hasta el hoyo, y comenzó a bajar la cuerda. Era de unos diez metros, y no llego al final del túnel, pero se dio cuenta de que este se torcía. Busco otra cuerda y las unió, las ato a una roca que había cerca y comenzó a bajar. El túnel se iba torciendo, hasta que después de unos veinte metros estaba completamente horizontal. Camino un rato hasta que llego a una pequeña cueva, y había una escalera de cuerda hacia arriba. La subió y llego a un claro, en medio del bosque. La noche ya había caído, y había una fogata. De pronto noto que no estaba solo. Se giró y vio a un elfo, vestido con ropas muy desgastadas, con un saco que se movía. Al parecer no había notado la presencia de Morthion. Este, cautelosamente, tomo una piedra y se acerco sigiloso hacia el elfo. Levanto el brazo, dispuesto a golpear al atacante de su amigo, pero un grito lo detuvo.
-¡Espera!- dijo la potente voz de Radagast a su espalda. El elfo se incorporo, y vio a Morthion con la mano en alto. Soltó al enano y comenzó a correr, pero una flecha surcó el aire, y se clavo justo en la manga del elfo, clavándolo a un árbol. Morthion giro y vio a Vanimeldë con el arco en mano, junto a Radagast. Los dos se dirigieron rápidamente hacia Morthion, y comenzaron a abrir el saco. Balin salió jadeante.
-Ya me estaba asfixiando. ¿Quien fue el tonto?
Todos giraron la cabeza hacia el elfo, que trataba de soltarse.
-Fue Maglor.-dijo Radagast. El elfo escucho la voz del mago y giro.
-¡Ya volviste!-dijo sorprendido.-Creí que estos eran intrusos. ¿Son tus amigos?
Los tres se miraron sorprendidos. Con un gesto Maglor indico a que lo siguieran. Caminaron por el bosque un rato, y llegaron justo al frente de la caverna.
-El enano se cayo por mi trampa para protegerme de los animales.-dijo le elfo siempre dirigiéndose al mago, como si los otros no existieran.-Sabes, Radagast, me ha hecho mucho falta mi palantir. Ya no tengo como averiguar lo que pasa.
Entraron a la caverna y Maglor se dirigió a la mesa donde estaban sus notas. Comenzó a leer y buscar cosas, y a ratos hablaba solo. Los otros cuatro lo miraban con curiosidad.
-¿Cuando partieron de Gondor?
-El cuatro de septiembre. Fue ayer.
Había sido el día anterior. El padre de Morthion había muerto el día anterior, y parecía como si hubieran pasado semanas.
Maglor continúo buscando notas, sacando cálculos y viendo mapas. Al rato se incorporo, y le hablo a Radagast.
-Si las cosas siguen así, tenemos un mes. Debemos llegar a Valinor antes de Octubre, o será muy tarde.
Morthion miro a Vanimeldë y a Balin. Los dos lo miraron sorprendido. El enano susurro un "¡Lo sabia!", mientras el elfo y el mago seguían hablando.
-Tengo un barco que construí hace poco, para este viaje. Confío en que nos llevara hasta Mithlond, donde podremos conseguiremos algo mejor.
Morthion estaba estupefacto. Irían navegando hasta los puertos grises, y luego a las Tierras Inmortales. Pero...el era mortal, no le estaba permitida la entrada a Valinor. Según su expresión, Balin también pensaba lo mismo. Vanimeldë en cambio, estaba poco emocionada para ser élfa.
-¿Podrías pasarme mi palantir, Radagast?
Radagast miro a Morthion, y este recordó el palantir. Había olvidado que llevaba esa piedra en su mochila. La saco y se la entrego al elfo, que no se molesto en agradecer. La puso en la mesa y puso las manos encima y cerro los ojos. Los otros cuatro se acercaron, para ver lo que ocurría. Lo primero que la piedra mostró fue la casa de Radagast. Estaba destruida completamente, y había algunos orcos buscando entre los escombros y las cenizas. Maglor obligo a la piedra a mostrar otra cosa, y rápidamente la vista cambio. Era como estar volando hacia el sur, y de pronto, de súbito, apareció la gran fortaleza del Enemigo, Dol Guldur. Maglor cambio al vista rápidamente.
-Muestra Osgiliath.-dijo Radagast. El elfo no respondió, pero hizo lo que le pidieron. La ciudad apareció a la vista, y lo que Morthion vio le dio una punzada en el pecho. Miles de orcos avanzaban desde el este y desde el norte, hacia las pocas tropas gondorianas que se mantenían en pie. Algunos refuerzos llegaban desde Minas Tirith, pero eran muy pocos.
-Muestra Pélargir-ordeno Radagast. Maglor obedeció, y apareció el puerto gondoriano, con una gran flota de naves con el estandarte de Dol Amroth, todas cargadas de soldados. Algunas ya partían río arriba, a ayudar en la lucha por Osgiliath. Maglor cambio la visión, y mostró un campo de batalla. Era el valle del Arroyo Sombrío. Había muchos cadáveres de orcos enanos y trolls, pero había grupos de enanos en pie, celebrando y marchando hacia las Puertas de Moria. En una camilla llevaban a Durin, herido gravemente en la batalla.
-Sabia que ganarían.-susurro Radagast.- ¿Puedes mostrarme Mordor?
Maglor hizo un gesto de desprecio y obedeció. Los bosques de Ithilien estaban a la vista. La encrucijada apareció, y patrullas de orcos marchaban hacia el Oeste. La vista cambio, y apareció un gran valle, donde había una ciudad en ruinas. Todo estaba oscuro, pero se notaban orcos que avanzaban por un camino que entraba en las Montañas. Era Minas Morgul. Siguieron el camino y de pronto apareció una fría y vacía llanura, con una gran montaña en el medio. Estaba todo muy quieto y silencioso.
-Nada. Que extraño.-dijo Radagast. Maglor soltó la piedra, y comenzó a hablar con Radagast. Esta vez estaban hablando en Alto Élfico, y ni si quiera Vanimeldë entendía bien.
-Vengan con nosotros- dijo el mago al rato. Salieron de la caverna, y siguieron al elfo, que los guió hacia la costa. Un risco caía en picada al mar, pero hacia el sur iba perdiendo altura, y hacia allá fueron. Estaba todo muy oscuro, excepto por la luz de la luna. Llegaron a una playa, y Radagast encendió una luz con su vara. Lo primero que vio Morthion fue un barco blanco, amarrado a unas grandes rocas, y que se mecía con las olas.
-Este es- dijo Maglor al mago. Le comenzó a contar como lo había construido, siempre dirigiéndose a Radagast, ignorando a los otros tres. Balin aprovecho el momento para hablar con sus amigos.
-Vamos a Valinor-dijo todavía sorprendido.
-Si. Pero primero tenemos que ir a los Puertos Grises-dijo la élfa.- Creo que esta nave no puede hacer un viaje tan largo como para seguir el Camino Recto.
Mientras decían esto, Maglor y Radagast fueron hacia el barco, y subieron por una rampa. Era la oportunidad que tenían para poder hablar.
-Mi ciudad esta siendo atacada.-dijo preocupado Morthion. Le había afectado mucho esa imagen. Fueron hacia unas rocas y, abatido, Morthion se sentó en una. Los otros lo miraron preocupado.
-No te preocupes. Ya viste que una flota con soldados ya va en camino hacia Osgiliath.-lo consoló Balin.
-Pero van en contra de la corriente. Recuerda, Elessar y los Dunedain demoraron un día en llegar, y con el viento a favor. Eso fue en otra época del año. No creo que alcancen a llegar antes de que la ciudad caiga.
-Pero al menos llegaran- replico Vanimeldë, tratando de animarlo.- Aunque la ciudad caiga, ellos la recuperaran. No te preocupes.
Morthion cayo un rato. Luego, para cambiar de tema, comento:- ¿Notaron que Mordor estaba completamente vacío?
-Si. Pero si Morgoth se asentara en algún lugar, no lo haría en Mordor. Quizá...en Dol Guldur.
Podía ser. Estaba siendo reconstruida, pero al parecer no había alguna fuerza oscura ahí. En esos momentos vieron a Radagast y Maglor bajando del barco. Fueron hacia ellos y Radagast les explico lo que pasaba.
-Iremos en este barco hasta Mithlond. Ahí conseguiremos un barco capacitado para ir a Valinor, e iremos como Diplomáticos de cada raza. Ustedes representaran a Elfos, Hombres y Enanos. Yo las restantes, como Ents y Hobbits. Tardaremos máximo una semana y media en llegar a Mithlond, de acuerdo a las condiciones climáticas. Por lo que veo habrá tormenta.
-Tengo una pregunta.- dijo el enano.- ¿Porque no vamos en Gwaihir?
Morthion y Vanimeldë lo miraron sorprendidos. Radagast rió, y dijo:-Gwaihir y las Águilas se fueron. Ya no las necesitamos, y las envié a misiones tan urgentes como la nuestra. Partiremos mañana por la mañana.
Volvieron a la cabaña después de que Morthion Balin y Vanimeldë conocieron el barco. Maglor les preparo unas camas muy improvisadas; prácticamente dormirían en el suelo. Al acostarse, Morthion pregunto: -¿Porque preguntaste lo de las Águilas?
El enano lo miro y al rato dijo:
-Ya me estaba gustando volar...
Y así Morthion fue olvidando la angustia por el futuro de su ciudad, y se durmió pensando en Valinor.