Dagor Dagorath

02 de Septiembre de 2007, a las 21:32 - El_Nigromante
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Capitulo V: Los Puertos Grises

Amanecía ese veinte de septiembre, y las aves marinas emprendían el vuelo, en busca de peces con que saciar el hambre. Pero pronto fueron interrumpidas. Un barco se acercaba, surcando el agua, y una persona venia en la cubierta, mirando hacia la costa. Morthion miro a las aves, alejándose mar adentro. Levaban catorce días navegando, desde la mañana del seis de septiembre, y hacía seis días que habían entrado al Golfo de Lhûn. Los últimos cuatro días de viaje tuvieron que soportar una fuerte tormenta, lo que los retraso. Viajar en barco era definitivamente una de las cosas que menos le gustaba a Morthion y a Balin. Tenían que racionar toda la comida, por si se presentara algún problema y se retrasaran. No había mucho que hacer, y el tiempo lo ocuparon en entrenar para cualquier batalla que se presentara. Morthion mejoró mucho con la espada. Parecía que Andúril se manejaba sola, después de tanto tiempo en descanso. Maglor se encerraba horas a ver mapas lunares, a medir y calcular lo que quedaba del viaje y cosas por el estilo. Además manejaba el barco, y tenia que preocuparse del timón. Radagast no hacia nada más que darles consejos, enseñarles historias, y formas de curar heridas. Vanimeldë, Balin y Morthion aprendieron mucho de Radagast. Les hablaba de los Hobbits, de los Ents, de pueblos como Bree y Hobbiton, que ninguno de los tres conocía. Vanimeldë pasaba su tiempo enseñándole Sindarin a Balin. Morthion aprovechaba esos momentos para conversar con Radagast, y este le enseñaba muchas cosas. Un día Morthion le preguntó al mago como quería que él y Balin fueran a Valinor.
-Dime, ¿conoces la leyenda de Eärendil?- respondió el Mago.
-Si. Era un elfo marinero que viajó a Valinor ¿no?
-Era hijo de una élfa y un humano. Era un medio elfo; de todos modos era mortal, pero al haber ido en representación de las dos razas, con un fin tan importante, que decidía el futuro de Arda de esos tiempos, lo dejaron pasar. Tu y Balin van con un fin muy parecido, quizás mayor. Además, no sabemos que papel cumplirán ustedes tres en el futuro. Y si hubiera algún problema, vas conmigo. Los Valar entenderán, no te preocupes.
Con esta explicación Morthion quedó satisfecho, y logró darse cuenta de la importancia de lo que estaban haciendo. Radagast los comparó con el famoso Eärendil, y eso era suficiente para él.
El barco se balanceaba con las olas, y Morthion se preguntaba cuando llegarían a los Puertos Grises. De pronto Vanimeldë llego y se quedó a su lado.
-¿Donde esta Balin?- pregunto éste.
-Esta convenciendo a Radagast si le puede dar algo de comer.
Morthion mostró una sonrisa, pero se le borro de inmediato al mirar a tierra firme, y comprobar que quedaba mucho por navegar.
-¿Cuándo crees que llegaremos? No veo tierra hacia el Oeste.
-Pues yo si veo.- dijo la élfa mirando hacia las desembocaduras del Río Lhûn, hacia el Oeste.- De hecho, veo ya los puertos. Pronto llegaremos, quizás en la noche.
Morthion le creyó, aunque por mas que intentaba, solo veía mas agua.

Radagast estaba conversando con Balin, cuando Vanimeldë y Morthion entraron en la habitación del barco.
-Divise los puertos, Radagast. Pronto llegaremos.-informó la élfa.
-Ya lo sabía. Miré en el palantir.
De pronto la voz de Maglor los alertó a todos.
-Oye Radagast, llegaremos luego. Mejor que tu y tus amigos se preparen.
Todos se miraron esperanzados, y siguieron a Radagast. Llegaron a la cubierta y Maglor miraba serio hacia el Oeste. Morthion no podía ver nada, y mientras los demás iban a comer algo, el se quedo en la cubierta, de vuelta a sus cavilaciones.

***************

Tranquila se encontraba la cima del Taniquetil ese día. Sin embargo, Manwë no estaba tranquilo. Desde su trono observaba los acontecimientos que tomaban lugar en Arda. Retiró la vista de la pequeña embarcación que cruzaba el Golfo de Lhûn, y se fijó en Gondor. Todo estaba vacío y en silencio, y esto lo preocupaba. Sabía que el momento de los Hijos de Ilúvatar se acercaba. De pronto, Mandos se presentó ante él.
“Ha llegado el momento” dijo, “La prueba que Ilúvatar forjó para sus Hijos ha comenzado. Mucho tiempo ha pasado desde que la Gran Música se manifestó, y desde ese momento supe qué pasaría. Pero el fin de esto no me fue revelado.”
Manwë supo entonces que no tenía otra opción que cumplir la Voluntad de Ilúvatar. Concentró todo su pensamiento en cada Águila que estuviera en Arda, obligándolas a cumplir su mandato. El Llamado a los Pueblos Libres había empezado.

***************

Morthion estaba junto a Balin y los demás en la cubierta. Estaban a menos de cien metros de la costa. Ya estaba oscuro, y la luna se alzaba en el cielo. Los Puertos Grises se alzaban melancólicos ante ellos, y las colinas en el fondo se contrastaban con el resplandor de las estrellas. La nave tocó suavemente el borde de uno de los muelles, y unos elfos tomaron cuerdas y amarras. Los tripulantes se bajaron de la nave, al fin en tierra firme. Los elfos del muelle amarraron el barco, y Maglor, receloso, los vigiló en la faena. Morthion levantó la vista, y solo vio pequeñas luces y ventanas iluminadas. La oscuridad no le permitía apreciar el lugar, pero notó que había poco movimiento, a pesar de que hacia menos de una hora se había oscurecido. Los Puertos Grises eran el lugar donde quedaban refugiados la mayoría de los Elfos que no habían partido ya; en los últimos siglos había crecido mucho, y abarcaba alrededor de dos kilómetros cuadrados. Pocas veces venían Hombres o Enanos, y los Elfos de los Puertos les tenían desconfianza, pero eso no evitó que atendieran bien a los recién llegados. Los Elfos que los recibieron los guiaron por una calle que avanzaba hacia el Oeste. La arquitectura élfica se sentía aún en la oscuridad. Después de caminar un rato, doblaron a una calle más pequeña, y avanzaron un poco. Se detuvieron ante una puerta, iluminada por un pequeño farol. Los Elfos entraron en la casa, y los demás lo siguieron. Había una gran habitación, con una chimenea prendida, bien iluminada y bien amueblada. Había una mesa larga, con seis sillas alrededor. En una había un hombre sentado, bastante alto, se notaba, con larga barba gris y muy anciano. Pero en sus ojos había un resplandor que ni los años podían apagar, ese resplandor que todos los Altos Elfos llevaban en la mirada. Radagast se acerco a él.
-Círdan. Hemos llegado.
El Elfo se levanto, y su majestad se hizo notar.
-Mae Govannen, Radagast. Darthannen le*.- Dijo mirando al Mago. Miro a los tres compañeros y les dirigió una sonrisa, como si fueran niños. Luego vio a Maglor, y el resplandor de sus ojos creció, cargado de rencor. Maglor lo miró de la misma manera, y así se quedaron un rato, hasta que Radagast se interpuso entre los dos. El Elfo los hizo sentarse con un gesto. Radagast se acercó a una silla apresuradamente, y los demás se sentaron con cautela.
-Si quieres hablar sobre los últimos acontecimientos, Radagast, podemos hacerlo mañana. Veo a tus acompañantes un poco cansados. Descansarán en la habitación que les hemos preparado.
Los guiaron por la gran casa, recorriendo pasillos y salones. Llegaron a una amplia habitación, con cinco camas para cada uno de los viajeros. Luego llego un elfo, y les trajo un poco de comida.
-Será mejor que descansen lo suficiente hoy.-Dijo Radagast.- Pienso partir mañana mismo.
-¿No crees que todo esto va muy rápido?- soltó Balin.
-¿Rápido? Eres joven, Balin. ¿Crees que vamos rápido? No has vivido tanto como yo. La experiencia me dice que estamos perdiendo mucho tiempo. Deberíamos ir más rápido, diría yo.
Con eso Balin no insistió. El Mago estaba molesto por algo, pero a ninguno se le ocurría que podía ser. Morthion decidió entonces dormirse luego. Apenas cerró los ojos se durmió. Una montaña apareció ante el, y a sus pies, como una colina, había una ciudad, con siete niveles. En el último nivel había una gran Torre Blanca. Morthion se quedo mirando, pero de pronto un gran incendio apareció en el primer nivel. Las llamas se expandieron hasta cubrir todo, y comenzaron a pasar a los siguientes niveles. Ya cuando las llamas llegaron al quinto nivel, la luz era suficiente para iluminar los campos que se extendían alrededor. Un inmenso ejército de orcos y trolls estaba atacando la ciudad, con catapultas, arietes y torres de asedio. Las catapultas seguían lanzando piedras ardiendo, y la gente de la ciudad corría por las calles en llamas. Los soldados de la ciudad luchaban por abrir un camino hasta los puertos cercanos a la ciudad, para que las mujeres y niños pudieran evacuar escapando en embarcaciones hacia el sur, por el río. Morthion miraba desesperado desde el cielo, sin poder hacer nada mas que mirar; ni si quiera la voz le salía. Los soldados gondorianos lograron abrir una brecha en las líneas enemigas, y luchaban mientras la gente de la ciudad corría hacia los puertos. Morthion miraba fijamente las caravanas que huían en medio de la batalla, cuando unas sombras pasaron por encima de él. Una gran forma alada, más grande que el propio Gwaihir, mucho más grande, se acerco a la ciudad, seguida de la otra, un poco más pequeña. La más grande voló hasta la Torre, y extendió las alas por encima. De pronto la luz del incendio iluminó la cabeza de la sombra alada, y justo en ese momento la bestia vomitó una inmensa llamarada, quemando por completo la Torre. Luego voló y se aferro a la parte más alta de la Torre en llamas, derribándola por la mitad. Los escombros cayeron en los niveles de abajo, y la ruina y el miedo se apoderaron de la ciudad. La otra sombra se acerco a los puertos, y comenzó a quemar los barcos que ya partían hacia el sur. Una lluvia de flechas la hizo retroceder, y se alejo hasta la ciudad. Comenzó a atacar a los soldados que quedaban luchando. Estos comenzaron a cabalgar hacia los puertos, y tomando los últimos barcos que quedaban, tuvieron que dejar la ciudad. La bestia más grande se quedo reposando en el nivel mas alto de la ciudad, mirando las naves que se alejaban hacia el sur, mientras la otra bestia y los orcos comenzaban a destruir la ciudad. Morthion despertó agitadamente, y sin dudarlo corrió hasta la cama de Radagast.
-¡Despierta! ¡Radagast, despierta!- dijo remeciendo al Mago. Este despertó.
-¿Qué sucede?-preguntó, todavía soñoliento. Morthion lo miraba con una mezcla de miedo y odio.
-Dragones. Tienen Dragones.-Hubo una pausa, hasta que Morthion se calmó un poco.-Minas Tirith ha caído.

Esa mañana fueron rápidamente a hablar con Círdan, después del desayuno. Maglor no quiso ir, y pidió que le contaran mas tarde lo que habían hablado. Morthion le contó su sueño a Círdan. Radagast no quería creer que el sueño fuera algo que de verdad había pasado, pero al consultar el palantir lo comprobó. Vio la ciudad en ruinas, no quedaban orcos, y los Dragones ya no estaban; Osgiliath también estaba destruido. Estaban decidiendo que hacer cuando llegaron dos elfos en busca de Círdan.
-Señor, una de las Grandes Águilas necesita hablar con usted. Mensaje de los Valar, dice.
Círdan miró a Radagast, e inmediatamente salió de la casa. Los demás lo siguieron, y Morthion vio al preocupado Mago dar un respingo. Morthion miro a sus amigos; Balin venia mirando al Mago, pero Vanimeldë iba mirando hacia arriba, al cielo.
-Allá arriba hay formas de aves. Quizás haya más de un Águila.
Morthion, ya acostumbrado a no poder ver lo que la élfa veía, siguió caminando detrás de Radagast. Llegaron a los muelles, y ahí estaba la misma Águila que había transportado a Balin desde Moria hasta Eryn Vorn, pero al parecer esta no lo reconoció. Al ver a Círdan, el Águila habló.
-Te traigo un mensaje, Elfo. Todas estas Edades tu y tus seguidores han estado esperando a que todos los Eldar partan al Oeste. Largo tiempo te has resistido a partir, esperando a tus hermanos. Pero queda poco. Todas las Águilas están viajando a todos los reinos de Elfos, Enanos, Hombres, Medianos, y seres de la Tierra Media, llamándolos a partir al país de los Valar. Elfos de Amán ha partido ya, en blancas naves, a buscar a los que acepten el Llamado de Ilúvatar. Vendrán suficientes para llevarse a los que puedan, y si es necesario, vendrán más. Es de esperarse que algunos vengan a Mithlond. Esperamos que puedas ayudarnos, Círdan.
-Los Valar tienen mi apoyo. No puedo negarme a la Voluntad de Ilúvatar. Esperaré hasta que llegue el momento.
El Águila asintió, y emprendió el vuelo. No se había alejado ni quince metros cuando fue alcanzada por una llamarada de fuego, y derribada por una gigantesca sombra alada. Fue como si un explosión hubiera despertado a toda la ciudad, y volviendo todo en caos y ruina. En las fronteras de la ciudad, en las colinas, comenzaron a llegar orcos, con antorchas y armas, dispuestos a destruir todo. En las fronteras de la ciudad comenzaron los incendios, y el Dragón atacaba las torres que vigilaban los caminos. El caos y el ruido invadían la ciudad. Los gritos de la batalla se escuchaban incluso en los muelles.
-Han venido. El Enemigo sabía que esta ciudad era un punto estratégico. Prefiere reducir Mithlond a escombros antes de ver a todos los Pueblos Libres reunidos en un solo lugar.-dijo Radagast furioso. Pero Círdan no se dejaba derrotar tan fácilmente. Llamo a uno de los elfos que tenia cerca.
-Ve a los cuarteles y llama a la batalla a todos los que puedas. Rápido, tenemos poco tiempo. Ustedes, síganme.-dijo dirigiéndose a los demás. Fueron con el, seguidos del otro elfo. Iban corriendo por un callejón cuando vieron a Maglor con las cosas de Morthion, Vanimeldë y Balin. Se las entregó sin dirigirles la palabra, y luego habló con Radagast:
-Hay un Dragón acá, pero hay otro volando en lo alto todavía.-El Mago le dijo con la mirada que lo siguiera. Continuaron corriendo por los callejones, hasta que llegaron a una pequeña posada. Entraron y vieron que estaba completamente vacía, con el piso lleno de polvo. Círdan recorrió el lugar, y se agachó cerca de una de las esquinas de la habitación. Removió un poco el polvo, y para sorpresa de todos, abrió una puerta trampa.
-Rápido, entren. Tu, ve a buscar a unos diez soldados y llévalos a mi casa.
Bajó rápidamente, y los demás lo siguieron. Siguieron un túnel que llego directamente a las alcantarillas de la ciudad. Morthion se desoriento completamente, pero comenzaron a caminar hacia el Norte. Siguieron corriendo durante unos diez minutos, hasta que llegaron a una pequeña escalera que llevaba a otra puerta trampa. Subieron y llegaron a la habitación donde Morthion había dormido. Radagast corrió a tomar sus cosas. Salieron y fueron al patio de la gran casa. Cuando salieron, vieron una gran torre, de unos quince metros de altura, con una sola escalera que serpenteaba por fuera, y llegaba a una atalaya en la parte más alta.
-Yo iré. Círdan, llévatelos a un lugar seguro.- dijo Radagast, y fue corriendo hacia la Torre. Círdan guió a los demás al otro lado del patio y se los llevo por una puerta.

Radagast llego a la atalaya de la torre, y comenzó a buscar al Dragón. Primero distinguió una figura alada tirada cerca de los muelles, pero era el Águila. Miro al cielo, y vio a los dos Dragones que bajaban en picada hacia la parte sur de los muelles. El Mago tomo su báculo, y un as de luz broto de la punta, hacia arriba. Los dos Dragones notaron al Mago, pero solo el más grande se dirigió a la torre. Radagast se preparo para luchar, pero de súbito, un Águila chocó contra el cuerpo del Dragón, derribándolo contra la casa de Círdan. Luego, tres Águilas se abalanzaron contra el Dragón caído, atacándolo fieramente. Radagast, sorprendido, miro al otro Dragón, y vio que más águilas lo atacaban. En ese momento, el mismo Gwaihir se acerco a Radagast.
-Monta, Aiwendil. Manwë te llama. A tus compañeros los llevaremos a algún lugar seguro, pero tarde o temprano los volverás a ver, antes del fin.
-¿Sabes? Puedes decirle a Manwë que espere, porque tengo cosas más urgentes que hacer. Rápido, llévame al Este.
El Mago montó, pero antes hecho una mirada a la situación. Los incendios crecía en la frontera Este y Sur de la ciudad, y la batalla se extendía hasta casi los muelles de la parte sur. Al final subió en el Águila, y partió hacia el oscuro Este.

Los cuatro siguieron a Círdan. Entraron por una puerta, en la parte sur del patio. Fueron por un pasillo, pero de pronto, delante de ellos, el techo se derrumbó. La forma de un Dragón cayo gruñendo y vomitando fuego, interrumpiéndoles el paso.
-¡Síganme!-grito Círdan.- No se separen.
Morthion vio entre el polvo la figura del elfo, y lo siguió. Fueron por un pasillo lateral, y llegaron a la misma habitación donde Círdan los había recibido la noche anterior. Se encontraron con una docena de soldados, y con el elfo mensajero esperando preocupado.
-Ustedes acompañaran a estos viajeros lejos de la ciudad. Deben protegerlos con sus vidas.-dijo Círdan. Luego se dirigió al mensajero.- ¿Cómo están en la batalla?
-Hemos sufrido grandes pérdidas, pero podemos resistir. Ha llegado un ejército de Águilas a ayudar, Señor. Están luchando contra los Dragones.
Las paredes empezaban a crujir y los gritos de guerra se acercaban. De pronto la puerta por donde habían llegado se derrumbó, y un pelotón de orcos llego con espadas y antorchas. Los elfos comenzaron a pelear, protegiendo a Círdan, y Vanimeldë tomo su arco, disparando flechas. Maglor sacó una espada que tenia guardada bajo las ropas, y que Morthion no había visto nunca. Se sintió inútil al ver a todos peleando mientras el solo observaba. Un orco lo vio, al fondo de la habitación, parado con Andúril en la mano, y corrió a atacarlo. En una fracción de segundo un pensamiento cruzó la cabeza de Morthion; “Debo luchar.” Se abalanzó sobre el orco, atravesándolo con Andúril, antes de que la criatura se diera cuenta. Los orcos comenzaron a quemar todo, y el incendio consumía las mesas y alfombras de la habitación. La voz de Círdan le llego entre los gritos y la confusión:
-¡Por acá!- Morthion fue hacia la voz, y vio la figura del elfo escabulléndose por una puerta, entrando en la oscuridad. Vanimeldë y Maglor fueron hacia allá, y Morthion los siguió. Cuando cruzó la puerta notó que habían salido de la casa. Estaban al aire libre, pero nubes negras cubrían la luz del Sol, volviéndolo todo en oscuridad. Miro hacia la atalaya donde habían dejado a Radagast, pero la Torre estaba destruida, y solo quedaba la mitad.
-¿Dónde esta Radagast?-preguntó desesperado a Círdan, mientras corrían.
-El sabe cuidarse. No te preocupes.- dijo el elfo.- ¡Ustedes apúrense!- grito a los elfos que venían detrás, seguidos de los orcos. En ese momento notó que Balin no estaba. No lo había visto desde que dejaron el patio de Círdan.
-¡Esperen! Balin no está.-dijo frenando. Vanimeldë lo notó y miró a Círdan preocupada. Este los miró confundido, pero luego levanto la vista, al cielo.
-¡Meneldor!- gritó. Un Águila bajó, seguida de tres más. Círdan le hablo en la lengua Élfica, y le dijo a los otros tres que subieran en las Águilas. Estas emprendieron el vuelo, dejando a Círdan solo. Meneldor se fue, y las otras tres Águilas llevaron a Morthion, Vanimeldë y Maglor hacia el sur. Lo que vieron fue horrible. La casa de Círdan estaba en llamas, destruida completamente, mientras orcos con antorchas seguían quemando todo. Toda la mitad este de la ciudad estaba en llamas, y los pocos elfos que quedaban en pie retrocedían a los muelles. Las calles estaban infestadas de orcos, mientras por la calle principal avanzaban trolls arrastrando catapultas. La ruina se extendía por la ciudad a cada segundo; la muerte flotaba en el aire. Las nubes negras seguían avanzando hacia el oeste. Uno de los Dragones yacía muerto entre las ruinas de la casa de Círdan, pero el otro seguía vivo. Se instalo en las montañas del Oeste, a observar la ruina. Dos cuerpos de Águilas yacían cerca de los muelles; una chamuscada completamente y la otra gravemente herida. Una docena de barcos se alejaban hacia el Oeste, llenos de elfos escapando de la muerte. Eso logró consolar a Morthion, pero no dejaba de pensar en su amigo Balin. Se sentía enormemente culpable por dejarlo atrás, en el peligro de la batalla. El cansancio y la pena lo vencieron, y de a poco se quedo dormido, mientras se alejaban volando hacia el Sur…



*Mae Govannen, Radagast. Darthannen le: Bienvenido, Radagast. Los estaba esperando.



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