Dagor Dagorath

02 de Septiembre de 2007, a las 21:32 - El_Nigromante
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Capítulo VIII: La muerte de Morthion.

Era de mañana, y la luz del sol llenaba la Cúpula del Trono, en Osgiliath. El Rey Bârazar estaba sólo, sentado en el trono, sobre un palantir. De pronto su hijo lo hizo incorporarse; un muchacho de quince años entró en la habitación, con un libro debajo del brazo. Se acercó a su padre, que luego de dirigirle una mirada rápida, volvió a la Piedra.
-Dice en este libro que Elendil podía ver el país de los Elfos con su palantir. ¿Es cierto?
-Quizás sí, quizás no. No puedo asegurarlo, Morthion.- dijo Bârazar sin quitar la vista de la Piedra. Su hijo lo miró durante un rato. Luego siguió hablándole a su padre.
-Me gustaría ver Amán. Me gustaría ver un Elfo, por lo menos.- Se acercó un poco para ver lo que su padre miraba, pero Bârazar lo detuvo, con una mano, sin mirarlo.
-Quiero ver. Nunca me dejas ver en tu palantir.- dijo Morthion, malhumorado. Se quedo callado, al ver que su padre estaba tan concentrado. Dio media vuelta para irse, pero su padre lo detuvo.
-¿No deberías estar en tus clases?- dijo el Rey a su hijo, mirándolo. Morthion se giró lentamente, sin mirar a los ojos a su padre.
-No he ido. Quería ir de paseo a Ithilien. Además, de nada me sirve aprender a usar la espada. ¿Crees acaso que volverán los orcos, algún día?
Bârazar miró a su hijo, y respondió en un tono que obviamente demostraba su enojo.
-Quién sabe. Me decepcionas con esa actitud, Morthion. Vete de inmediato a tus clases, antes de que te regañen. Y déjame ese libro, que me interesa.
Morthion, a regañadientes, dejó el libro en un mesón de cubierta de mármol, y se fue. Bârazar tomó el libro y lo dejó en uno de los tantos estantes, bien escondido entre todos los pergaminos y enciclopedias que había. Morthion no lo encontraría jamás.

De pronto, Morthion despertó. Vio a Boromir a su lado, durmiendo, y a Maglor haciendo la guardia. Vanimeldë estaba más allá, y los demás gondorianos dormían alrededor. No había luz, o el refugio improvisado llamaría demasiado la atención; estaban entre los árboles del Bosque Cerrado, en una gruta que encontraron, y cubiertos por el follaje, para no ser descubiertos. Morthion se dio vuelta en el suelo, tratando de recordar su sueño, pero sólo recordaba la imagen de su padre regañándolo. Cerró los ojos, con la intención de seguir con el sueño, y se durmió; pero el sueño no se repitió: algo que el no había vivido se mostró en su subconsciente…

Vio una ciudad blanca, dividida por un gran Río. Un gran puente unía las dos partes, y en la parte Oeste había un gran edificio, con una cúpula de vidrio y mármol. Tres figuras estaban dentro de la Cúpula, pero la ciudad parecía estar completamente vacía. Morthion sentía que estaba volando, y de a poco fue acercándose a las tres figuras, de acuerdo a su propia voluntad. Una sombra lo hizo detenerse; volteó, mirando hacia el cielo, y siete Águilas rondaban los cielos, muy lejos. Siguió bajando, acercándose cada vez más a la Cúpula. Miró a la derecha, como por instinto, y a lo lejos divisó una ciudad alta y majestuosa, con el Sol pegando en las ventanas de una torre blanca. Miró hacia abajo y siguió bajando. Llegó a la Cúpula, y miró por las ventanas; vio a un hombre no tan viejo, con una corona sobre la cabeza, y un cetro de plata y oro, con una estrella reluciente en la parte superior; el cetro de Annuminas, que antaño había recibido Elessar de manos de Elrond.
Morthion vio también a un anciano, de ropas pardas y larga barba. Tenía una vara de madera y un bolso que le colgaba del hombro. El tercero parecía ser un hombre, pero Morthion sentía una sabiduría y poder que no había sentido antes…o quizás sí; en ese momento parecía que hubiera olvidado todo: era una sensación extraña, pero le parecía conocer al hombre, y a la vez no reconocerlo. Los tres estaban hablando, de algo muy importante al parecer, por los rostros serios. De pronto comenzaron a caminar, y Morthion los siguió. Llegaron a los calabozos de Osgiliath, con Morthion detrás, y se dirigieron a una de las últimas celdas. El hombre de la corona sacó un manojo de llaves de oro y abrió la celda; de inmediato el hombre alto saltó a la puerta, para detener a la criatura que trató de escapar: la atrapó en el aire, y la empujó al suelo, pero esta le rozó en brazo, y una herida le quedó bajo el hombro, sangrando. El hombre alto no hizo caso al dolor, ató las manos de la criatura y la tiró dentro de la celda. Los tres entraron, pero Morthion no distinguió nada; de pronto todo se volvió gris y borroso, y las tres figuras que tenía en frente brillaban intensamente, sobre todo el hombre robusto. La criatura que estaba en la celda se veía mucho más nítida que los otros tres, casi transparente, y oscura. Pero no sólo había cambiado el lugar, sino todo el ambiente. Morthion se sintió frío y vacío, y comenzó a oír voces y gritos; cerró los ojos y trató de taparse los oídos, pero no podía moverse. El muchacho abrió los ojos y vio un montón de figuras que flotaban alrededor de él y los otros tres. Las caras eran horrendas y Morthion no pudo evitar salir corriendo; pero donde iba veía a los espectros, y lo seguían. De pronto todo se apagó, y la cara de Maglor apareció ante él.
-Que te pasa, muchacho.- dijo el elfo. Morthion lo miró, como sin reconocerlo.- estabas gritando desesperado.
-Creo…creo que tuve una pesadilla.- respondió Morthion. Comenzó a repasar todo: las Águilas, Minas Tirith y Osgiliath, la Cúpula, los hombres…y al fin recordó: Eran Radagast, Maglor y su padre.
-Estabas tú.- dijo.- y mi padre, con Radagast. Estaban en Osgiliath, y había…había un orco. Y después llegaron los fantasmas.
Maglor miró sorprendido a Morthion. El muchacho cerró los ojos y siguió hablando:
-Había unas Águilas en el cielo, y yo estaba flotando. Llegaba a la Cúpula y estaban ustedes. Y luego iban a los calabozos.
-Y había un orco.- dijo Maglor sorprendido.- El orco que yo atrapé. ¿Cómo sabes todo eso?
Morthion miró al elfo, con la boca abierta, y se sintió confundido. Estaba completamente sudado, pero todavía se sentía frío. Tardó en responderle al elfo.
-No lo sé…lo soñé.- dijo extrañado.
-Pero eso fue hace años. Tú no estabas.- dijo Maglor confundido. Morthion se quedó mirándolo, y luego se acostó. No entendía nada.
-Había fantasmas.- dijo Morthion.- Me aterraron, y me seguían, como si me vieran sólo a mi.
-¿Fantasmas?- preguntó Maglor. Morthion asintió mirando al elfo, y este apartó la mirada seriamente.
-Pero…era sólo una pesadilla, ¿no?...digo, eso no ocurrió realmente… ¿O sí?
-Sí, pero sin fantasmas…estaba yo, tu padre y Radagast solos en Osgiliath. Nadie más estaba en la ciudad, porque tu padre la evacuó para poder esconder a ese orco sin llamar la atención.- Hizo una pausa, y luego continuó.- Hubiera sido extraño que un orco apareciera en la ciudad y toda la gente lo viera. El Enemigo se enteraría de inmediato, así que cuando lo atrapé le avisé a Radagast, y el habló con tu padre para que lo ayudara.
Morthion comprendió entonces porque su padre nunca le permitía manejar la palantir. Como le había dicho Boromir hace semanas, su padre se comunicaba con Radagast vía palantir, sin que él se enterara.
-Creo que seguiré durmiendo un rato.- dijo Morthion mientras se acostaba. De inmediato se durmió escuchandho el canto de Maglor:

Arriba en el cielo,
alta en la noche,
brilla la Espada,
que anuncia el destino.

Menelmakar la llaman,
los señores del Oeste,
que abrirán sus puertas
cuando el Salvador se presente…

********

Vanimeldë se encargó de despertar a Morthion esa mañana. Apenas abrió los ojos, notó que ya había mucho movimiento en el escondite. Maglor oteaba desde la entrada de la gruta, hacia el norte y el oeste.
-Maglor dice que tuviste una mala noche.- dijo Vanimeldë. Morthion se levantó, y se fijo de que nadie los pudiera escuchar.
-Sí. Tuve una pesadilla, pero Maglor parecía preocupado. Vi algo que vivió él y mi padre, con Radagast. Supuestamente nadie más lo sabía, pero yo lo soñé.
Morthion notó que su amiga lo miraba preocupado. Vio en sus ojos que tenía algo que decirle, pero no se atrevía.
-¿Tú sabes algo?- le dijo casi como súplica. Vanimeldë lo miró llorosa, pero mantuvo la vista firme.
-Te voy a contar algo que Radagast le dijo a Maglor. Los escuché una vez en el barco, hablando sobre nosotros. Maglor le preguntaba si estaba seguro de confiar en nosotros tres y Radagast le respondió que estaba completamente seguro. Dijo que nosotros recorreríamos un camino muy oscuro, pero que a ti te tocaba el más terrible y peligroso.- dijo la elfa; abrazó a su amigo conteniendo las lágrimas.- Morthion, no sé que habrá querido decir, pero me da miedo.
Morthion tardo en digerir las palabras de su amiga, que le llegaron como un balde de agua fría. Las palabras resonaron en su cabeza: “… el más terrible y peligroso”. La voz de Maglor logró distraerlo.
-¡Águilas!- dijo el elfo desde la puerta. Todos los gondorianos comenzaron a murmurar, y Boromir entró en la cueva corriendo. Vanimeldë soltó a Morthion, y ambos corrieron a la entrada.
-Hay dos Águilas volando sobre el bosque.- dijo Maglor.- Y allá veo humo. Se acerca una multitud, y creo que no son orcos.
-¿Y quien podían ser?- dijo Boromir.- ¿No dices que los Puertos han caído? No hay nadie en el Oeste que venga.
-Pero…puede ser Aglarid. ¡Claro! Él pudo haber recuperado los Puertos y venir a buscarnos.- dijo Morthion esperanzado. Pero Maglor no estaba tan seguro; prefirió guardarse sus palabras y esperar.
-Hombres de Gondor.- dijo Maglor.- Tendremos que esperar escondidos hasta saber que ocurre.- Luego, hablándole a Boromir, dijo.- Que preparen algo para llevar a los heridos. Bombaruth y el otro necesitan cuidado.
Boromir fue hacia donde estaban los dos heridos.
-Vanimeldë,- dijo Maglor a la elfa.- trepa a ese árbol y dime que vez.
La elfa obedeció, y con la agilidad de los elfos del Bosque subió a las ramas más altas del árbol.
-Son muchos. Demasiados como para ser sólo gondorianos. Y hay más Águilas sobre ellos… hay otra más al Norte. También hay jinetes explorando los alrededores. Creo que pronto pasarán por aquí.
-Entonces esperaremos…- dijo Maglor; pero no fue necesario. No pasaron ni cinco minutos cuando escucharon el galope de dos caballos que se aproximaban. Maglor obligó a Morthion y Vani a esconderse entre el follaje, pero ninguno de los dos pudo evitar asomarse a ver. Morthion vio a dos elfos a caballo, y uno de ellos le parecía familiar.
-A ese lo conozco.- le dijo a Vanimeldë.
-Yo también. Es uno de los de la escolta de Círdan.- dijo la elfa. Maglor la escuchó, y de inmediato salió del escondite. Apenas vio a los elfos una sonrisa asomó en su cara.
-¡Feliz encuentro, Haldir!- dijo mientras corría hacia los jinetes.
Morthion y Vani prefirieron quedarse, pero de inmediato llegó Maglor, apresurado y sonriente.
-Nos vamos. Radagast está aquí.


Apenas estuvieron listos, salieron de la cueva. Subieron a Bombaruth y al otro herido en los caballos, y partieron. A dos millas estaba el campamento con Elfos de Mithlond, Enanos de Belegost y Hombres de Gondor. Cuando ya estaban cerca, un elfo a caballo vino a recibirlos. Morthion lo vio y de inmediato sintió el Poder y la Sabiduría que el elfo irradiaba.
-Maglor, que bueno verte bien. Temíamos por ustedes.- dijo el jinete.
-Glorfindel.- dijo el hijo de Fëanor, mientras apoyaba su mano en el hombro del elfo.
-Vamos, Radagast y Círdan los están esperando. También están Aglarid y Bóin, de Belegost.
-¿Y Balin?- soltó Morthion de inmediato.
-El joven Balin también está ahí. Ha estado muy preocupado por ustedes.- dijo Glorfindel. Morthion y Vanimeldë se miraron sonrientes, mientras todos partían. Pasaron entre las tiendas, y llegaron a una especialmente grande. Antes de entrar Glorfindel se encargó de los gondorianos.
-Haldir, lleva a los heridos y a los demás a algunas tiendas. Maglor, Vanimeldë, Morthion, Boromir, vengan.
Entró en la tienda, y los otros lo siguieron. Lo primero que vieron fue a Círdan y un Enano de aspecto ceñudo. Más cerca estaba Radagast y Aglarid, pero Morthion sólo se fijo en Balin, que venía hacia él.
-¡Morthion! ¡Vani!- gritó el enano, pero Radagast se interpuso.
-Tienen suficiente tiempo para contarse como la pasaron, pero ahora no hay tiempo que perder. Maglor, rápido, cuéntame todo.
El Mago y los demás se sentaron en un círculo. Morthion se sentó al lado de Balin, y Vani al otro lado.
-Radagast está más severo ahora.- dijo el Enano en un susurro.- Pero también más confiado. Cuando lo volví a ver ni si quiera me saludó, así que no se extrañen por lo que acaba de hacer.
-Muy bien, Maglor, cuéntame todo lo que ha ocurrido.
Maglor le contó todo lo que aconteció esos días: los orcos y el Nazgûl, el letrero, los lobos en la noche, el sótano, los Balrogs y el encuentro con Boromir el día anterior. Radagast, por su parte, les explicó lo ocurrido en Mithlond, como ganaron la batalla, y como fueron hasta Belegost II en busca de ayuda.
-Y así pasaron dos días desde que salimos de los Puertos, y los encontramos ahora, aquí en La Comarca. Viajamos día y noche, sin descansar, y las tropas están cansadas. Gwaihir me trajo malas noticias esta mañana: Las tropas Rohirrim llegaron a Kazad Dûm, y las de Erebor y el Bosque Verde también, pero no han salido por la puerta Oeste. Me temo que un mal hay en Moria, que retrasó a Durin y los demás.
-Además, falta casi la mitad de las fuerzas gondorianas.-intervino Aglarid.- Cuando perdimos a Boromir, no sólo iba su barco, sino dieciocho naves llenas de soldados: unos quinientos hombres, estimo. Pero ahora veo que Boromir está sólo con la mitad de los de su barco. ¿Qué ocurrió?
-Cuando nos separamos de los demás en esa tormenta, nuestro barco quedo a la deriva, y llegamos a la desembocadura del Baranduin. Pero estábamos sólo nosotros. Seguimos hacia el norte por el río, y hace dos días encallamos y el barco naufragó. Sobrevivimos catorce, dos de nosotros heridos. Seguimos a pie hacia el norte, con la intención de llegar a La Comarca, y luego a Arnor, pero encontramos todo vacío. Ayer encontramos a Morthion, y nos refugiamos en el bosque. Pensábamos seguir hacia el norte, pero nos encontramos con ustedes.
-Le diré a Gwaihir que busque en las costas a los barcos gondorianos. También enviaré algunas Águilas a vigilar los caminos del Este y el Norte. Ojalá tengamos noticias de Arnor, cuando los mensajeros que enviamos el otro día vuelvan del Norte.- Radagast iba a seguir hablando, pero justo en ese momento llegó un hombre, entrando apresuradamente en la tienda.
-Las Águilas dicen que vienen el Enemigo. Al parecer vienen a parlamentar.
Todos se levantaron de inmediato, pero Radagast tomó la iniciativa.
-Aglarid, junta a los hombres al Norte. Bóin, a los enanos por el centro, y tu Glorfindel, lleva a los Elfos por el sur bordeando el Bosque. En el Enemigo no se puede confiar: de seguro nos tenderán una trampa. Tendremos que seguirle la corriente, pero estaremos preparados. Boromir, ve con Aglarid. Círdan, busca a Gwaihir y dile que vigile. Los demás, vengan conmigo.
Radagast los llevó hacia el sur del campamento. Morthion se acercó un poco a Maglor.
-¿Crees que debería decirle al Mago lo de mi sueño?
-Espera que todo esto acabe y habla con él.
Llegaron donde estaban los caballos, en el Sur del campamento. Cada uno montó uno, y Balin se montó en el mismo que Morthion. Radagast partió hacia el Este. Al rato encontraron a Círdan y Boromir iba detrás de él, ambos cabalgando.
-Viene una figura negra a caballo.- dijo Vanimeldë mirando hacia el Este, mientras cabalgaban.- Viene sólo.
Siguieron cabalgando un rato, dejando atrás el campamento, y en diez minutos estaban frente a frente con el Jinete. Morthion sintió el mismo frío espeluznante que sintió aquella mañana en la colina, y todo parecía oscurecerse.
-Tú de nuevo.- dijo Radagast. El Jinete se movió intranquilo, y el caballo levantó polvo. Radagast mantuvo su lugar, y siguió hablando.- Te dije que tu lugar no era Arda, sino el Vacío. ¡Vete, y no vuelvas, Rey Brujo!
El Espectro no se movió ni se amilanó; al contrario, una risa maléfica salió de la capucha.
-¿Y porque debería hacerte caso, Radagast?- dijo con una gélida voz. Todos sentían miedo, pero el Mago lo miraba sin expresar temor en su rostro.
-Tarde o temprano desaparecerás, a manos de la persona que menos esperes.
-La última vez me confié. Esa Rohirrim me engañó; no estaba sola. Pero aprendí mi lección…estoy preparado.- dijo el Rey brujo, y comenzó a reír.
-¡Silencio! ¿A que vienes?- dijo Radagast severamente. El Nazgûl calló, y miró al Mago.
-Mi Señor te hace una propuesta a ti y a tu pandilla de amigos. El se pregunta porque vienen ustedes a sus terrenos, sin permiso.
-Eso no le interesa. Ni si quiera estamos en sus territorios, sino en La Comarca, donde habitan los Medianos, no tus inmundos orcos.- Radagast parecía tranquilo, pero no mostraba debilidad contra el Espectro; usaba las palabras precisas para sacarle información.
-El Señor Oscuro odia a los Medianos: uno de ellos derrotó a su fiel siervo, hace ya mucho tiempo. Y por mi parte yo también los odio. Uno de ellos me atacó por la espalda. Esas ratas no deberían existir. Pero volviendo a la propuesta, mi Señor da algunas condiciones.
-Si quieres dilas, aunque no sacas nada provechoso con perder tu tiempo, pues de antemano no las aceptamos.
El Nazgûl hizo un gesto de desprecio y comenzó a dictar las condiciones.
-Los ejércitos aquí presentes se retirarán al oeste de las Montañas Azules. Los enanos de Belegost II pagarán un tributo de oro que será determinado por mi Señor. Las Tierras al Este del Baranduin serán prohibidas a Elfo, Enano u Hombre, a pena de muerte, y cualquier otro tipo de raza vivirá a servicio del Señor Oscuro. Los Enanos de Moria se retirarán, al igual que los gondorianos, Rohirrim, elfos y Enanos del Norte. La gente de Arnor será llevada al Sur, donde trabajaran en la construcción de nuevas ciudades para los Haradrim…
-Donde los tienen.- dijo Radagast antes de que el Espectro continuara.
-No te lo diré. A tus amigos les daría miedo oír el nombre del sitio donde están esos tontos hombres. Trataron de aliarse a nosotros…pidieron misericordia. Las mujeres lloraban, y los niños también.
El Nazgûl parecía contento de decir eso. Se burlaba del orgullo númenóreano, frente al Rey de Gondor; pero Morthion sólo podía cerrar sus puños, pues el Rey Brujo era un enemigo muy poderoso para él.
-Pero eso es lo de menos. Ustedes deben marcharse de aquí, o pagarán las consecuencias.
El Espectro soltó una pequeña risa, y fue ahí cuando Morthion notó que ejércitos de orcos estaban respaldando al Nazgûl, no sólo por el Este, sino también por el Norte.
-Tienen tres segundos.- dijo el Nazgûl burlonamente.
-Ya te dije que no aceptaríamos.- dijo Radagast apretando su vara.
-¿A sí?... ¡Tres!- dijo el Nazgûl. Dio media vuelta y se fue cabalgando hacia el Este.
-Regresen, rápido. ¡Retírense!- Radagast comenzó a cabalgar hacia el campamento. Los demás lo siguieron rápidamente.
-Boromir, avísale a Aglarid que se prepare.- dijo Radagast.- Maglor, ve con Glorfindel. Círdan y los demás, síganme.
Boromir torció al Norte y Maglor al Sur, pero los otros siguieron. Al borde del campamento estaban los Enanos, formando largas filas. En una colina hacia el Norte estaba Bóin y su séquito de guerreros; hacia allá fueron.
-Nos atacan.- dijo Radagast.- Prepárense para pelear.
Todos los enanos tomaron sus hachas y escudos, y tomaron posición de defensa. Morthion en cambio, miró hacia el Este, y vio como los ejércitos de orcos llegaban desde el horizonte. Por las colinas del Norte aparecieron las primeras filas orcas, esperando la señal.

Entonces los tambores comenzaron a sonar, y el Enemigo avanzó. Los orcos llegaron en poco tiempo y la batalla comenzó en el Norte. Los gondorianos intentaban detener la marea negra, pero era inevitable retroceder. Pero antes de que los gondorianos tuvieran que retirarse hasta el campamento, los enanos ya estaban luchando con las primeras filas orcas que venían desde el Este. Bóin tomó su espada y partió, con su séquito. Todos los Enanos lo siguieron, marchando hacia el Este, luchando con los orcos que ya estaban frente a ellos. Radagast, en cambio, se mantuvo en la colina, observando todo; Balin y Morthion estaban preparados, al lado de Radagast, y Vanimeldë lanzaba flechazos a cada orco que se acercara; pocas eran las flechas que fallaba, pero estas tenían su límite.
-Me quedan pocas flechas.- le dijo a Radagast.- No pensé que fuéramos a luchar.
-En el campamento puedes encontrar. Ve y pídele a algún elfo que encuentres.
Vanimeldë montó en su nuevo caballo y partió al galope, hacia el campamento, al oeste. Balin y Morthion la vieron partir, preocupados.
-Ella pelea mejor que nosotros dos juntos.- dijo Balin a Morthion.- Creo que la vamos a necesitar.
Morthion estaba seguro de que su amigo tenía razón, pero no dijo nada. Miró como Vanimeldë se alejaba hacia el campamento, pero algo en el Norte atrajo su mirada.
-Radagast, mira, hay humo en las tiendas que están al Norte. Aglarid está perdiendo terreno. El campamento va ser tomado.
Radagast volteó para ver como las hordas enemigas obligaban a retroceder a las tropas gondorianas, y los primeros orcos alcanzaban las primeras tiendas, quemándolas y destruyéndolas. Al mismo tiempo las tropas de Bóin también perdían terreno, y los orcos ya casi alcanzaban la colina donde Radagast esperaba; seguía seguro de si mismo, montado en su caballo.

Pero no era cualquiera el que comandaba el ataque: todo eso era sólo un preludio. Un chillido remeció el aire, y el Rey Brujo apareció montado en su bestia alada. Venía seguido de tres gigantescos Dragones Alados, que comenzaron a incinerar enano, gondoriano u orco que se le cruzara, sin importar de qué lado estuviera. Y como si eso fuera poco, llegó desde el Este un Dragón, sin alas, pero igual de fiero…o más. Y venía seguido de un séquito de Balrogs, que quemaban lo que tocaban, chamuscando la hierba bajo ellos. Todo esto lo recibieron de frente los Enanos, e inmediatamente tuvieron que retirarse.
-Son muchos,- dijo Bóin cuando llegó al lado de Radagast.- no podemos contenerlos. Los Balrogs nos van a aplastar.
-Ordena la retirada. Retrocedan al campamento, nos uniremos con los gondorianos.
Dicho esto, Radagast volteó rápidamente y se fue al galope hacia el campamento. Morthion montó con Balin y lo siguió. Hacia el Norte la mitad del campamento humeaba, envuelto en llamas, y los gondorianos trataban de detener a los innumerables orcos que llegaban. Radagast se alejaba rápido, y cuando entraron en el campamento, el caos los separó. Un dardo alcanzó el caballo de Morthion, y él con Balin cayeron.
-¡Balin!- gritó Morthion. Buscó a su amigo, y lo encontró tirado al otro lado del caballo muerto.
-Estoy bien. ¿Dónde está el Mago?
-No lo sé. Fue hacia allá, vamos.
Hacia el oeste se dirigieron, buscando a Radagast entre las tiendas. Cada vez aparecían más gondorianos heridos o en retirada, y los orcos estaban cada vez más cerca.
-Nos van a aplastar.- dijo Balin. Morthion siguió la mirada del Enano, hacia el Este, y vio porque decía esto: el Gusano ya había remontado las colinas, y bajaba hacia el campamento, aplastando todo enano que se le cruzaba. Bóin y los suyos ya se retiraban, bajando las colinas hacia las tiendas, en busca de un refugio, y los orcos los seguían, respaldados por los Balrogs y troles.
-Vamos, de prisa. Hay que encontrar a Radagast.- Morthion tiró de la manga de Balin, y siguieron hacia el oeste, buscando a Radagast.- Donde estará Vani, me pregunto.
-Ojalá esté bien.- dijo el Enano. Eso pensaba cuando dos orcos se les cruzaron. Morthion mató de inmediato a uno, y Balin tomó al otro.
-Eso fue fácil.- dijo Morthion jadeando, con Andúril resplandeciendo en su mano derecha. De pronto vieron a Radagast que venía cabalgando rápidamente hacia ellos.
-¡Al bosque! ¡Todos retírense al bosque! ¡Hacia el Sur! ¡Al bosque!- les gritó el Mago, sin siquiera detenerse. Siguió cabalgando hacia el Este, donde los enanos eran tragados por la Marea Negra.
-Dijo que fuéramos al bosque.- dijo Balin.- Yo por mi parte le obedezco con gusto.
-Vamos. Todos van hacia allá.- Comenzaron a correr hacia el Sur, entre los otros gondorianos que se retiraban, todos hacia el bosque. Iban pasando por una tienda destruida, donde había un herido, y de pronto un pensamiento cruzó la mente de Morthion. Se detuvo de pronto:
-¡Bombaruth! Está herido. Hay que buscarlo.
-Debe estar bien, recuerda que lo llevaron a una tienda, y estaba bajo cuidado.
Morthion dudó. No sabía que hacer; buscar a Bombaruth o seguir hacia el bosque. Balin decidió por él.
-Vamos, al bosque. Ahí estaremos seguros.
Los dos siguieron corriendo, y llegaron a los primeros árboles del Bosque Cerrado. Se internaron entre el follaje, pero sólo había gondorianos corriendo.
-Aquí no hay nada. Sólo nos estamos encerrando.- dijo el Enano. Miró a Morthion, pero este estaba mirando hacia arriba; todos los árboles estaban llenos de elfos, listos para disparar a las tropas enemigas. Y Morthion entendió.
-¡Gondorianos! Formen una línea en los lindes del bosque. No retrocedan más o se perderán.
Todos los gondorianos que escucharon a Morthion le obedecieron, y los que llegaban se unían a ellos. Pronto hubo una resistencia suficiente para detener a las primeras filas. Los Enanos también comenzaron a llegar, y se unían a los Hombres en un intento de detener al Enemigos. Boromir llegó con Aglarid; estaba herido del brazo, y Boromir cojeaba un poco.
-¿Dónde está Radagast?- dijo Aglarid.
-No lo sé. De seguro está con Bóin, pero pronto vendrá.
Morthion miraba esperanzado hacia el Norte, hasta que vio entre el humo al Mago, cabalgando con los últimos soldados.
-Tienen a un Gusano. No lo conozco, pero me temo que Maglor sí.- dijo el Mago. Volteó el caballo, y con una señal llamó a la carga de las tropas. Todos los Enanos, Hombres y Elfos cargaron hacia el Norte. Morthion fue, seguido de Boromir, Balin y Aglarid. Mató algunos orcos, y volvió a ver a Radagast.
-¡Radagast! Hay que buscar a Bombaruth. Está herido, y lo dejamos en la tienda.
-Los orcos están saqueando las tiendas. Me temo que no lo encontremos vivo, Morthion.- el Mago lo miró preocupado. Morthion volvió en sí cuando Radagast se dirigió a matar un orco. Volteó para buscar a algún enemigo, y vio a Boromir. Lo siguió un trecho, hasta que estuvo lo suficientemente cerca para gritarle; le extrañó que fuera hacia el norte.
-¡Boromir! ¿¡Donde vas!?
Boromir volteó y gritó “¡Bombaruth!”, y siguió corriendo. Morthion trató de alcanzarlo y evitar que su amigo se metiera en la boca del lobo, pero en seguida lo perdió de vista. Balin apareció en ese momento.
-Morthion, no creo que duremos mucho. Algunos se están retirando y escondiendo en el bosque, pero los Dragones están quemando todos los árboles. Por aquí no he visto Balrogs, y el Gusano no se donde anda, pero no hay que confiarse. Larguémonos de aquí.- el Enano tiraba de la manga de Morthion.- Hay que encontrar a Vani.
-Pero Boromir…está allá.- tenía que decidir: Boromir o Vanimeldë. Quería demasiado a los dos como para dejar a uno abandonado. Su cerebro maquinaba a mil por hora, buscando una solución: y la encontró; un chillido de sabiduría y majestuosidad rompió el aire, y las Águilas llegaron a salvar la situación.
-¡Rápido! Busquemos a Radagast, para llamar a Gwaihir y que busque a los dos.
Corrieron hacia el sur, buscando al Mago, entre los cadáveres. Al fin lo encontraron, a punto de montar en Gwaihir.
-Radagast, hay que buscar a Vanimeldë; no la hemos visto. Y a Boromir también. Fue a buscar a Bombaruth; no pude detenerlo.
-¿Qué dices?- dijo el Mago. Miró a Gwaihir, y luego de nuevo a Morthion.- Monta tú. Búscalos y cuando los encuentres Gwaihir se encargará de ellos. Balin, tú ven conmigo.
Morthion montó cuidadosamente a Gwaihir, y antes de partir el Mago le pidió al Águila que cuidara a su jinete. Gwaihir emprendió el vuelo, y a veinte metros de altura comenzó a planear. Lo que se contemplaba desde arriba no podía ser más desalentador: todo era negro, como un mar gigante que hubiera invadido todo. Los ejércitos del Oeste resistían casi en los lindes del bosque, que ardía en llamas. Dos Dragones volaban sobre el Bosque Cerrado, lanzando llamaradas hacia los árboles. En todo ese rato no había notado como pasaba el tiempo, pero llevaban casi una hora luchando, desde que el Rey Brujo los dejó; en todo ese tiempo fueron rodeados, perdieron el campamento, fueron arrinconados en el bosque, y de a poco los estaban aniquilando. Morthion vio la figura de Radagast con Balin en la grupa, llamando a la retirada. Todas las tropas retrocedían hacia el bosque en llamas, internándose en un incendio gigantesco.
-¿Quieres ver el espectáculo, o buscar a tus amigos?- dijo Gwaihir con su voz profunda: Morthion reaccionó de inmediato, y comenzó a buscar a Boromir y Vanimeldë. No había rastro de ninguno de los dos, y ni siquiera estaban en los grupos de sobrevivientes que resistían entre el Enemigo. Gwaihir planeó un rato, y Morthion se esforzaba por encontrar a sus amigos.
-¿Puedes bajar un poco más?
-Las flechas me alcanzarían, y caerías encima de las lanzas orcas.- dijo el Águila.- Pero no te preocupes, que yo también estoy buscando a tus amigos.
El Águila se dio una vuelta hacia el sur para abarcar más terreno, pero de pronto algo la golpeó, y Morthion cayó; alcanzó a agarrarse a la pata del Águila, y trató de buscar lo que lo había golpeado: el Rey Brujo, montado en su bestia alada, trataba de derribar a Gwaihir. Tres veces el Espectro golpeó al Águila, y tres veces Morthion estuvo a punto de caer; pero el Rey Brujo no se daba por vencido, y al final hirió a Gwaihir en su ala derecha. El Águila perdió el equilibrio y comenzó a caer, con Morthion apenas sosteniéndose en su garra. Se afirmó fuerte, pero otro golpe del Rey Brujo lo hizo soltarse, y comenzó a caer…”Es mi fin”, pensó Morthion mientras caía, pero algo lo detuvo, y lo sacudió en el aire; la bestia alada del Rey Brujo lo alcanzó con sus garras, y lo llevaba al medio de la batalla. Lo soltó a dos metros del suelo, y Morthion cayó sobre una roca. El Rey Brujo bajó de su montura y se puso frente al Rey de Gondor.
-Levántate.
Morthion levantó la vista y vio al Espectro, alto y amenazante, con su espada en la mano, mirándolo con sus ojos gélidos e invisibles. Desenvaino lentamente a Andúril y se levantó. Los orcos los rodeaban, y a una señal del Espectro se alejaron un poco. Morthion sabía que el Rey Brujo quería matarlo, lo supo de inmediato: pero no entendía el porqué. Quería saberlo, si iba a morir, pero el miedo lo invadía lentamente. El Rey Brujo era un enemigo que estaba más allá de su alcance.
-Así que tú eres el Rey de Gondor.- dijo el Espectro. Comenzó una gélida carcajada, y los orcos reían alrededor tímidamente, como si fuera una orden de su Señor.- Veo que tienes miedo, pero a pesar de eso te atreves a sacar tu espada. Es muy valiente de tu parte…Morthion.
Al oír su nombre, Morthion apretó sus manos alrededor de la espada, pero no se atrevió a moverse.
-Qué quieres.- dijo Morthion, más como amenaza que como pregunta.
-¿Qué será? Quiero borrarte del mapa, chiquillo. Mi Señor sabe que eres una amenaza. Hay que eliminarte, antes de que sigas interfiriendo en nuestros asuntos.
Morthion escuchaba sin entender. Quizás se refería a lo que le dijo Vanimeldë, pero de todos modos no entendía. ¿Cuál sería su destino? El oscuro camino se abría ante él, y comprendía de a poco que el Rey Brujo era algo inevitable: tenía que enfrentarlo.
-Te doy diez segundos para que escapes.- dijo el Espectro.
-No voy a escapar.- dijo Morthion en contra de su voluntad. Trató de mantenerse en su sitio, pero una parte de él quería salir de ahí. Luchó por quedarse ahí, y de a poco impuso su valor.
-Tienes honor. Si prefieres morir luchando…te concederé el deseo.
El Rey Brujo dio un paso, y levantó su espada, que relució contra el poco sol que se escurría entre las nubes negras. Morthion miró de reojo a su lado, y tomó un escudo élfico que estaba en el suelo. Con un chillido el rey Brujo se lanzó al ataque: dos veces golpeó con su espada, y las dos veces Morthion lo detuvo con el escudo. Pero la tercera vez no fue suficiente, y el golpe partió al escudo en dos. Morthion cayó, y se levantó de inmediato, rápidamente, retrocediendo. El miedo lo volvió a invadir, y sintió que estaba completamente perdido, pero de nuevo sintió que el valor se imponía, y para sorpresa del Espectro, Morthion atacó. Andúril atravesó la capa del Rey Brujo, y Morthion creyó que había ganado: pero el Espectro comenzó a reír.
-Ningún hombre vivo puede matarme.
Morthion quedó inmóvil por la sorpresa, y sacó la espada del cuerpo invisible del Espectro. Este atacó, y Morthion alcanzó a detener el golpe con la espada, pero con un ágil movimiento el Rey Brujo atravesó al Rey de Gondor en el abdomen, y este cayó lentamente…

Morthion sintió un dolor punzante en el estomago, y cayó al suelo. Vio una figura negra y borrosa que se le acercaba, pero no distinguía muy bien. Trató de hablar, pero ningún sonido salió de su boca. La figura negra lanzó un chillido que le hizo doler la herida, y vio la sombra de varias aves que llegaban. La figura negra escapaba, y un viejo lo levantó: un Enano seguía al anciano, e iba con los ojos llorosos. Lo pusieron sobre una de las aves y cerró los ojos…no escuchó más, y no vio nada más: así dejó la Tierra Media…



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