Relatos de la Segunda Gymkana de Elfenomeno

El mar gris se extendía a sus pies todo lo que abarcaba la vista... las gaviotas continuaban con su eterno concierto... burlándose de su dolor... sería tan fácil terminar de una vez... el mar le daría un húmedo abrazo, besaría sus mejillas cubiertas de lágrimas y la llevaría lejos, muy lejos... tan lejos que ni siquiera ellos podrían alcanzarla... sólo el mar... y el eterno sueño... el mar... parecía llamarla con su eterna canción, susurrada por las olas... sólo tenía que dejarse caer, seria tan fácil...

Una levísima sacudida en el hombro la despertó:
- Mi señora... - reconoció la  voz de su doncella-, queríais que os despertara al alba...
Otra vez el sueño... entonces recordó... hoy era el día, y una leve sonrisa se dibujó en su cara... hoy por fin terminaría todo... los buscó con la mirada pero no los encontró... claro... era parte de su castigo... a veces resultaba tan infantil...

Se vistió cuidadosamente, quería que su apariencia fuera especialmente impecable el día de hoy...  sería su última actuación frente a los nobles de Gondor y quería que la última impresión, la imagen que perdurara en sus estúpidas mentes fuera indeleble. Cuando terminó, la imagen que le devolvía el espejo era la de la desconocida que se había ido apoderando de su vida: fría y hermosa, altiva y lejana... se permitió  recordar a la triste y asustada chiquilla que fue hace tanto tiempo, cuando todo su mundo parecía haberse transformado en una horrorosa pesadilla...  recordó la llegada del altivo rey a la casa de su padre... cuando la presentaron a su futuro esposo... todavía conmocionada por su partida, sin asimilar aún que no volvería a ver su hermoso rostro, ni escuchar su risa franca, ni sentir sus manos juguetonas deshaciendo su peinado, pero él ya no estaba...  marchó a un lugar donde ella nunca podría alcanzarle... donde no iban los hombres... más allá del mar...

- Mi señora, os esperan - le recordó su doncella.
La siguió sin pensar... el resto del día pareció transcurrir en una nube... con la sensación de que todo lo que estaba pasando le estaba ocurriendo a otra persona... la corte formada, la parodia de tribunal... los testigos que intervenían, los jueces solemnes... y él...sentado en su alto trono, con aspecto regio y cansado, pobre, traicionado por una mujer malvada... también estaba el pueblo, que la recibió con flores y cánticos y ahora la miraba con odio, pensó en la ironía de lo que estaba ocurriendo... la culpaban a ella de todos sus males cuando el ser más retorcido era el que ahora la miraba con solemne piedad... mientras dictaban su sentencia... Sonrió al oírla, al menos no moriría sola...

Después, los soldados que la hicieron embarcar, junto con sus gatos, comentaron que Berúthiel iba sonriendo... y la última imagen que tuvieron de ella, fue la sonrisa radiante que iluminaba su rostro mejor que la luna, mirando no a Gondor ni a tierra... sino más allá del mar...