Derufod El Mensajero de Boromir

14 de Julio de 2006, a las 08:20 - Eolywyn Dama de Rohan
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11. En la casa de posta

Dorwyn tiritaba arropada en una gruesa manta,  tenía el pelo empapado peinado hacia atrás y se encontraba verdaderamente cansada y entumecida por el frío que había pasado cabalgando por el camino que llevaba,  desde la aldea,  a la casa de Wihelm.   Pero a pesar de todo lo mal que se encontraba su delgaducho cuerpo,  en lo profundo de su ser se sentía pletórica y notaba como una fuerza interior la confortaba y tranquilizaba.
La chica había soportado las inclemencias del tiempo,  un viento frío y cortante que a ráfagas le empujaba de un lado a otro y la lluvia que le había calado hasta los huesos, su montura fue veloz como si supiera que apremiaba llegar a la casa de postas y llevó a su jinete lo mejor posible para hacerle más cómodo el viaje.  Cuando Dorwyn vio la construcción de la vivienda de Wihelm y su esposa,  y el tejado de la casa grande, su corazón saltó al galope y sintió que una oleada de calor aliviaba el frío que la atenazaba,  ¡lo había conseguido!,  en aquellos momentos deseó gritar para que supiera que llegaba,  pero sabía que no podrían oírla.
En ese mismo instante en el que Dorwyn se acercaba cabalgando a la casa,  la mujer de Wihelm observaba distraída la lluvia por la ventana,  no pensaba en nada en concreto,  simplemente miraba el grisáceo paisaje,  a punto de terminar la tarde y no parecía  que fuera a dejar de llover, de pronto su visión se centró en la figura oscura que apareció en el camino, "un jinete",  pensó,  "con este tiempo a quién se le ocurre salir",  frunció el ceño preocupada, aquello no era normal y con aquella cosa rondando los bosques.
La mujer llamó a su marido:
-¡Wihelm, viene un jinete del poblado!
El hombre dejó todo lo que estaba haciendo y observó la escena,  el caballo galopando y una figura demasiado menuda para ser un hombre.

***

Dorwyn comenzaba a entrar en calor,  tomaba a pequeños sorbos una sopa que la mujer le preparó,  le sentaba bien a su fatigado estómago y tras cambiarse la ropa mojada y sentir el cálido abrazo de la lumbre del hogar,  el cansancio se fue transformando en soñolencia,  pero no podía quedarse dormida,  tenía mucho que contar y, a demás, allí en la habitación había unos personajes que ella desconocía:   otro hombre de Gondor,  éste mucho más altivo y hermoso que Derufod que,  evidentemente,  tenía un porte noble muy diferente al valiente gondoriano,  su voz y su manera de utilizar las palabras la cautivaron,  Dorwyn se preguntaba si aquel hombre no sería un alto noble de aquellos que cuentan las viejas historias de los reinos del pasado,  y después esta la mujer de larga melena rubia, silenciosa y casi mágica,  sentada cerca de ella le había dedicado palabras de alabanzas  por su hazaña tras contar brevemente lo sucedido en la aldea.   Dorwyn se percató de que aquella dama era una noble rohir del Folde Este,  sus ropas eran las de una dama de castillos y uno una simple campesina,  hablaba cortésmente y sus movimientos era pausados y perfectos,  se mantenía en silencio cuando hablaban los hombres y no mostraba signos de miedo o angustia,  muy al contrario que la pobre mujer de Wihelm,  que retorcía un pico de su delantal y se mordía el labio inferior cuando ella pronunciaba la palabra licántropo.
Boromir se levantó de la silla cuando la chica hizo una pausa en su relato para tomar un poco de sopa,  se acercó al hogar observando las danzarinas llamas,  sentía preocupación por Derufod,  aunque sabía que su amigo era valiente e inteligente y podía defenderse bien,  pues era un soldado de Gondor entrenado para combatir a los ejércitos de  Mordor y no un simple aldeano asustadizo,  sin embargo,  lo que contaba la joven le hizo tomar una decisión.
Se volvió hacia los demás y mirando fijamente hacia Ëolywyn, le dijo:
-Iré hasta el poblado,  es muy posible que Derufod necesite de mi ayuda,  aunque confío en que mi fiel amigo haya dado caza a ese ser antes de mi llegada.

Wihelm se levantó y con gesto serio se prestó a acompañarle  salió rápido para preparar los caballos cerrando con un portazo tras de si. Del exterior entró una ráfaga de aire frío y húmedo que hizo que Dorwyn tiritara,  Éolywyn se levantó para acercarse a Boromir,  él la miraba muy seguro de lo que ella iba a decirle,  la dama le dio la espalda a la chica,  por lo que no podía verle la cara;  la mujer de Wihelm comenzó a lloriquear mientras que la pareja hablaba en voz baja.   De la conversación poco pudo oír Dorwyn,  los quejidos de la granjera se lo impedían,  pero Boromir se separó un instante de la dama negando con la cabeza,  Éolywyn le tomó del brazo,  parecía insistirle,  él la miró a los ojos,  con ternura y una leve sonrisa.
-No,  Éolywyn,  no puede ser. no puedo permitir que me acompañes,  todo esto termina aquí,  por ahora. -él la besó en los labios sin darle tiempo a ella a replicar,  después se dirigió hacia la puerta con paso firme,  miró a la jovencita Dorwyn que parecía desvalida,  pero un leve rubor comenzaba a surgir en sus mejillas pálidas.   Boromir volvió a halarle a la dama:
-Es preferible que vuelvas a tu casa y a veces a los hombres de tu hermano,  estas gentes necesitarán de vuestra ayuda.
Éolywyn afirmó silenciosa y resignada,  pero sobro todo apenada por la marcha de Boromir,  la situación de incertidumbre sobre Derufod y que la dejaran al margen de una aventura como aquella.

***

Boromir y Wihelm partieron ya de noche,  bien abrigados se alejaron por el camino hacia la aldea,  había dejado de llover,  pero un fuerte viento les azotaba el rostro,  el frío se intensificaba a  cada ráfaga,  pero las nubes en el cielo comenzaron a despejarse dejando visibles pequeños trozos de cielo nocturno salpicado de estrellas tintineantes,  la imagen de las brillantes estrellas alentó el corazón de Wihelm que se había sentido muy azorado desde la llegada de la hija menor de Aldor,  su viejo amigo nunca habría dejado marchar a su hija si la situación no hubiese sido extrema,  la chiquilla había desmostrado valor y Aldor debía estar en un verdadero apuro.
Cuando llegaron a la aldea,  la noche estaba muy avanzada y oscura,  pero en el lugar había agitación,  los hombres iban y venían,  mantenían las hogueras encendidas y de la mayoría de las chozas podía observarse luz en los ventanucos y columnas de humo de los tiros de las chimeneas.

La llegada de los dos hombres había sido alertada por los que vigilaban,  que a pesar de conocer a Wihelm de toda la vida, no supieron reconocerle entre la oscuridad y el miedo que los atenazaban.
El mayoral,  bien abrigado y con una lumbre en la mano,  hablaba con otro aldeano y ambos señalaron hacia el camino,  por donde Boromir y Wihelm se aproximaban al galope.
Aldor no sabía que pensar,  estaba tan preocupado por su hija y un posible ataque de aquel ser oscuro y siniestro,  que lo único que se preguntaba a si mismo era, cómo podía ser posible que vinieran dos desconocidos en aquellos momentos.   Pero al verlos más de cerca,  reconoció la figura de su amigo,  Wihelm le gritaba algo que Aldor no alcanzaba a oír bien,  pero sintió en su corazón un cierto alivio,  pues si su amigo estaba allí,  su hijita debió de llegar a la granja..

Aldor salió a la carrera,  mientras los dos jinetes frenaban sus cansadas monturas,  el viejo Aldor llegó hasta su amigo y sujetando las riendas del sudoroso caballo,  le preguntó con desesperación:
-¿Y mi hija, Wihelm, está en tu casa?
-¡Calma amigo., tienes una niña muy valiente!, -Wihelm desmontó y tomó el brazo de su amigo,  alrededor de los tres se formó un corrillo de aldeanos, -tu hija está sana y salva con mi esposa.
-Pobre niña -dijo Aldor tras dejar escapar un suspiro de alivio - no debí dejarla ir,  pero era el jinete más liviano,  ella se ofreció.,  -decía Aldor a modo de excusa.
Boromir se cubría con su capa de viaje,  había desmontado y mientras un hombre se llevaba a su animal,  se acercó al desolado mayoral:
-Comprendemos la situación -dijo interrumpiendo a Aldor, éste lo miró sin reconocerlo,  -ella cabalgaría más rápida que cualquier hombre.
Wihelm intervino mientras todos comenzaban a andar hacia el centro de la aldea:
-Aldor, amigo, este caballero se ofrece a ayudarnos.
-Soy Boromir,   caballero de Gondor y amigo de Derufod,  por favor,  ¿qué sabes de él y los que partieron en busca del ser que tanto os aflige?



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