Derufod El Mensajero de Boromir

14 de Julio de 2006, a las 08:20 - Eolywyn Dama de Rohan
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7. Un lugar siniestro.

Aún era media mañana cuando el muchacho decidió tomar otro sendero, Derufod lo  miró extrañado,  por allí no habían pasado antes y el estrecho caminillo parecía internarse en una zona muy boscosa y oscura.
-¡Ardo! -le gritó, el chico paró en seco- ¿A dónde vamos?
-¿Quiere ver la madriguera?
Derufod miró hacia la profundidad verdosa del espeso follaje y después buscó el sol, no podía permitir que se hiciera tarde, debía volver pronto con la joven Dorwyn.
-¿Queda lejos?
-Detrás de la cañada,  hay que descender y subir hasta la quebrada de la cueva…
Derufod se toco el brazo dañado y creyó que sería prudente volver a la choza y al poblado:
-Volveremos en otro momento mejor pertrechados…,  y así pudieran acompañarnos algunos hombres del poblado… -dijo pensativo.
El chico lo miró muy serio:
-¿Le darás muerte?
Derufod lo miró, ¿Por qué aquel joven vivía allí aislado?,  sus padres debieron cometer una falta muy grave para que los aldeanos los expulsaran al bosque.   Su madre,  al parecer,  estaba muy enferma y la única visita era la hija pequeña del mayoral.   ¡Y aquella cicatriz tan horrible que le surcaba la cara…!
Derufod asintió y volvió  a dar pasos entre el senderillo asilvestrado.
Cuando llegaron a la choza de Arod,  del simple tiro de la chimenea brotaba humo y la jovencita los recibió con alegría.
Había preparado un cocido que olía bien y se entretuvo en coger una buena cantidad de pequeños frutos del bosque para llevárselos a su casa.
La madre del joven Arod saludó a Derufod con amabilidad,  estaba recostada en un modesto camastro y tapada con un par de mantas;   dirigió unas palabras en rohirrim al gondoriano y Dorwyn se encargó de traducir  al parecer la mujer también lo veía como el liberador,  el cazador de la bestia,  “extranjero valeroso”,  le había llamado.
Derufod no supo como agradecer aquellas palabras de halago,  aunque él mismo no estaba muy conforme con el papel que la había tocado jugar en aquella historia.
La mujer llamó a su hijo,  hablaron entre ellos,  Dorwyn prestaba atención y parecía muy seria.   El muchacho salió rápido y Derufos esperó la traducción de la chica,  pero ésta  permanecía muy atenta esperando ver entrar a Arod;   cuando lo hizo,  Derufod se puso en pie sorprendido.
Arod transportaba,  casi sin poder,  dos extrañas lanzas,  eran de hierro negro,  grueso y muy altas,  no podían ponerse verticales en la pequeña choza.
Derufod con el ceño fruncido y expresión de confusión,  tomo una de ellas,  era pesada y extraña  examinó la punta doble;   por un lado eran dentadas como las sierras y por el otro tenían pequeñas incisiones en forma de gancho:
-¿De dónde has sacado esto? -Derufod nunca vio nada igual.
-Donde los orcos muertos…

***

Cuando regresaron a la aldea,  todo fueron miradas de curiosidad,  Derufod transportaba las dos pesadas picas,  cuyas puntas dobles y serradas,  parecían verdaderamente terroríficas.
Aldor les lasió el paso,  miró fijamente a su hija reprochándole que se hubiera internado en el bosque,  con lo peligroso que resultaba.
-…pero Derufod me acompañaba -decía la jovencita- y era de día, aún lo es…
-¡Eso no importa! -le gritó Aldor - ¡Te prohibí que fueras a la casa de esa gentuza!
La chica miró furiosa a su padre,  ella consideraba a Arod y a su madre sus amigos:
-Te traje moras y fresas del bosque… -dijo entre dientes,  al oír sus palabras,  Aldor no supo que decir era lo que más le gustaba,   aquellas deliciosas frutitas eran su perdición,  pero que su hija se escapara con aquel monstruo rondando por los alrededores… no le había hecho ninguna gracia.
Más tarde cuando todos habían regresado a sus hogares atrancando puertas y ventanas y asegurando que los animales estaban en el establo;  en la casa del mayoral,  sentados a la mesa estaban Deorwine contemplando serio las lanzas,  Derufod sentado y pensativo y Aldor,  tragando una a una los frutos del bosque que le trajo la hija.
-Parecen buenas -dijo Deorwine- resistentes para golpear y clavar una y otra vez.
Derufod narró su historia de aquella mañana varías veces,  omitiendo a Mineltar y la conversación que tuvo con la bruja,  bastante antipatía sentía el joven rohirrim hacia él como para decirle que una poderosa bruja lo había elegido como el “héroe” de la historia,  aunque él seguía dudando de su capacidad para enfrentarse al gaurhoth,  claro que tener esas picas ya era algo.
-He visto orcos empuñando algo parecido,  peor no tan largas,  en los Vados de Isen,  la utilizan para clavársela a los caballo,  ¡esos mal nacidos!
Derufod lo miró de reojo,  los Vados de Isen estaban lejos de allí,  quizás aquel tipo perteneció al éored del Folde Oeste,  pensó Derufod.
-Mi opinión - dijo el gondoriano levantándose y tomando una de las picas- es que a los orcos no les dio tiempo a utilizarlas,  las hojas están limpias,  sin mella,  sin duda el licántropo los sorprendió,  fue rápido y certero en sus movimientos…
El mayoral levantó la vista,  los hombres hablaban demasiado alto para su gusto,  sus dos hijsa estaban acostadas tras el cortinaje:
-Y dices que el chico ese, -dijo trabando frutos - te ayudará…
Deorwine dejó la pica a un lado,  parecía furioso,  se acercó al mayoral.
-¿A eso hemos llegado? -Dijo a modo de regaño- ¡a dejar que un extranjero y un niño solucionen nuestros problemas…ª
Deorwine se sentó y continuó en voz baja.
_puede que te sientas demasiado viejo,  que nunca te hayas enfrentado a los orcos y que no recuerdes como se ensilla un caballo…
Deorwine parecía fuera de sí,  Aldor dejó de comer y le miraba con los ojos muy abiertos,  pero el joven continuó - Pero yo no estoy dispuesto a quedarme quieto,  no tengo miedo de tomar una lanza y entrar en esa guarida, aquí hay algunos hombres que están dispuestos a acompañarme…
-Deorwine,  siempre has sido demasiado impulsivo!, -le increpó el mayoral- y tus modales son peor que los de un dulendino;  sí,  es cierto que soy viejo y nunca he visto un orco afortunadamente,  pero desde que soy el mayoral de esta aldea,  mucho antes de que tú nacieras,  nadie ha pasado hambre,  ni ha habido necesidades de ningún tipo,  no han sucedido abusos ni disputas porque, este viejo,  ha sabido zanjarlas con justicia e igualdad;  nunca una viuda quedó desamparada y el ganado siempre estuvo a salvo…,  ¿sabrías tú hacer eso?
Hubo un largo silencio.
El joven rohirrim se quedó mirando confuso la expresión severa de Aldor,  la luz de las velas creaba alargadas sombras en el rostro arrugado y serio del mayoral y Aldor volvió a meterse en la boca una fresita y una mora,  sin apartar la mirada de Deorwine.
Derufod estaba de pie observando serio y silencioso la escena y decidió intervenir:
-Hace falta bastante valor para enfrentarse al licántropo,  pero también serenidad… la bestia es un ser maléfico que es alimenta del terror y del miedo,  se mueve en la oscuridad de la noche…, pero se refugia de la luz del sol.   ¿Sabéis dónde está la quebrada de la cueva? -preguntó el gondoriano,  los dos hombres le prestaban absoluta atención y los dos asintieron como respuestas,  pero fue Aldor quien continúo hablando:
-Todos conocemos ese lugar,  es misterioso y sinistro,  nadie va nunca por ahí,  porque el lugar resuma odio;  los árboles son diferentes,  oscuros,  retorcidos;  las rocas parecen negras...- se dice que hace mucho tiempo allí hubo un torreón que fue edificado por los Altos Hombres,  aquellos de los que dice la leyenda vinieron de una tierra al oeste que y ano existe…
-Numenor -dijo Derufod que conocía la historia.
Pues entre aquellos existían algunos que eran adoradores del Señor Oscuro.   Lo que pudieron hacer en ese lugar nadie lo sabe,  porque fueron exterminados y destruida su torre,  pero la sensación de miedo,  odio y terror nunca se han borrado del lugar.
-¡Leyendas para asustar a los niños! -dijo Deorwine quitándole importancia,  pero él nunca había sido capaz de acercarse allí,  por más que lo hubiera intentado en su infancia,  el lugar le producía escalofríos.
Derufod dejó la pica a un lado:
-Puede,  pero lo cierto es que la bestia ha hecho del lugar su refugio.   El Mal que hay allí lo ha atraído y lo alimenta.



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