Derufod El Mensajero de Boromir

14 de Julio de 2006, a las 08:20 - Eolywyn Dama de Rohan
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8. Temor en la espesura.

Muy de madrugada, habían partido del poblado Derufod, Deorwine y dos hombres más. Lo sorprendente era que la noche fue tranquila, los que hicieron guardia no vieron ni oyeron nada extraño, al parecer el siniestro ser dejó en paz la aldea por esa noche.

Poco habían dormido el gondoriano y el rohirrim, planificaron salir temprano, con las lanzas, teas para encender fuego y un caballo cargado con herramientas y astas bien largas para hacer una trampa. Deorwine avisó a los hombres de mayor confianza y valor y estos no dudaron en acompañarlos en la búsqueda y caza del licántropo.

Cuando llegaron a la humilde choza de Ardo, el sol aún no se había levantado, pero la claridad que precede al alba, anunciaba un día plomizo y gris, quizás llovería, y con fuerza, si se levantaba viento de poniente, lo que no descartó el viejo Aldor:

-Tened cuidado si llueve fuerte, -les dijo antes de partir- el torrente que desciende por la quebrada va casi siempre seco, pero cuando llueve..., la fuerza del agua arrastra hasta las grandes piedras.

El muchacho, a pesar de lo temprano, si que había salido de la choza y les esperaba en el mismo lugar donde Derufod se encontró con él la primera vez. Arod los miraba con recelo y frialdad muy molesto por la llegada de aquellos.

El caballo resopló y agitó las orejas hacia delante y hacia detrás, parecía explorar con sus sentidos al lugar.

Derufod se acercó al muchacho, pero éste le habó de manera cortante:

-La bestia rondó mi casa esta noche, pero algo lo alejó.

Deorwine se acercó al gondoriano:

-La bruja de tu madre lo espantaría –dijo despectivo y burlón, los demás hombres se echaron a reír, risas entrecortadas y nerviosas, parecían asustados e incómodos.

Derufod lo miró de reojo, le hubiera gustado golpearle la boca en ese momento:

-Arod, ¿nos guiarás hasta la madriguera...?

-¿Para qué queremos la ayuda del canijo? –Interrumpió Deorwine – Se como llegar, todos hemos ido alguna vez a la quebrada de la cueva.

-El muchacho conoce un sendero que nos lleva sin tanto rodeo.

-¿Por el bosque? –preguntó uno de los hombres moviéndose nervioso.

El chico lo miró:

-Sí, descendiendo por la cañada.

Deorwine volvió a objetar.

-La Cañada es peligrosa y traicionera, a demás, el caballo no puede ir por ahí.

_Cargaremos con todo –dijo Derufod- podemos hacerlo...

-¡NO!, iremos por donde siempre y con el caballo –replicó el rubio rohirrim tirando de las riendas del animal.

Uno de los hombres, casi tan alto como Deorwine, pero de cabellos más oscuro, se aproximó al gondoriano.
-El camino ordinario es muy largo y serpenteante, no llegaremos a la quebrada antes del mediodía.

Derufod miró al hombre y después dirigió una mirada fiera hacia Deorwine:

-¿Qué te ocurre? –Preguntó desafíate al rohirrim - ¿qué temes que te pueda suceder en el bosque?

-A la bestia le gusta la espesura, podría atacarnos –dijo Deorwine muy convencido de sus palabras.

-Eso no ocurrirá de día.

-¿Seguro caballero de Gondor?

Derufod sintió que un fuego ascendía por todo su ser, apretó la empuñadura de su espada sin apartar la mirada de la figura de aquel tipo demasiado petulante y necio; Derufod empezó a creer que simplemente había decidido formar parte de la partida de caza para pavonearse delante de todos los del pueblo. El gondoriano volvió la vista hacia el chico, hacia el cielo que clareaba con rapidez y mostraba las amenazantes nubes de lluvia, y hacia los dos hombres:

-Bien Deorwine, si quieres quedarte aquí con el caballo, nosotros nos encargaremos de matar al licántropo

Dicho esto tomó la lanza y algunas astas, Arod le imitó y el hombre de cabellos oscuros, cogió parte de las herramientas para la creación de la trampa.

Deorwine empujó con brusquedad al otro hombre y se acercó a Derufod

-¡TÚ NO HACES NADA SIN MÍ! ¡EL BOSQUE NO ME DA MIEDO, NI EL LICÁNTROPO! ¡Ni tus modales de señor de ciudad!

****

Marchaban rápidos a pesar de ir cargados. El chico iba en primer lugar, seguido de Derufod, los dos hombres y cerrando, Deorwine. El tiempo fue empeorando y el viento comenzó a soplar de poniente, arrastrando un aroma a humedad, mezcla de lluvia, tierra y musgo; Derufod sabía que pronto comenzaría a descargar gotas de lluvia sobre ellos. Estaba acostumbrado a moverse bajo la lluvia, ya fuera en un espeso bosque o en una zona pedregosa y despejada, aquello no le importaba, pero seguía teniendo sus serias dudas sobre lo de la trampa.

Lo habían estado discutiendo en la casa del mayoral, junto con los dos hombres que ahora les acompañaban. Él expuso la idea de que localizada la entrada de la guarida, entraran con las teas y buscasen el lugar donde descansaba, o mejor. Hacer que fuera hacia ellos para clavarle las lanzas, alguien debía hacer de cebo, aquello no gustó a nadie y Deorwine dijo que era mejor hacer una trampa en el exterior de la cueva, del mismo modo que cuando cazaban osos, esperar a la noche y cuando cayera en la trampa, tirarle las teas y clavarle las lanzas.

Así que ese era el plan, a Derufod no le parecía bien esperar a la noche, allí en aquel misterioso lugar al que nadie se atrevía a ir y era durante la noche cuando más fuerte se hacía la bestia, aquella criatura demoníaca podía oler sus rastros y salir al exterior no tan desprevenido.

No le parecía un buen plan.

Mientras caminaba recordó los enfrentamientos contra los orcos. Se les veía a menudo de noche, momento en los que son más activos, durante el día parecían torpes y asustadizos, pero no menos peligrosos.

Una sensación de alerta se despertó en él; era posible, pensaba Derufod, que el licántropo no estuviera dormido y permaneciera medio consciente, vigilante a cualquier ruido anormal. La bruja Mineltar nada le dijo sobre aquello.

¿Qué podía hacer ahora?, si le contaba a los demás lo que sospechaba que fuera posible, seguro que darían media vuela, a excepción de Deorwine, demasiado orgullos y audaz.

Derufod decidió preguntar al joven Arod, quizás el chico podría darle una solución:

-¿Qué sucedió anoche?

-NO lo se bien, -contestó Arod sin aminorar la marcha por el espeso sendero, -oímos a la bestia, pero no se acercó a la casa, merodeaba gruñendo.

-¿Sucedió muy tarde? –volvió preguntar el gondoriano, notando como unas diminutas gotitas le caían en el rostro.

-A media noche –el chico bajó la voz- creo que la Bruja Azul debió hacer algo, la vi por los alrededores canturreando o eso me pareció, mi madre no me dejó que saliera... hasta esta mañana que me mandó salir a vuestro encuentro.

Derufod muy serio se rascó la barba, demasiado espesa para su gusto:

-¿Has visto alguna vez a la bestia merodear por el bosque de día? –fue un susurro, no quería que los demás le oyeran, el chico negó con la cabeza y se encogió de hombros, pareció comprender los pensamientos del gondoriano y una expresión de onda preocupación se dibujó en su rostro flacucho y huesudo. Arod paró en seco y los demás le imitaron, el bosque de árboles espesos y oscuros parecía extraño a aquella luz fantasmal, el cielo encapotado, las gotitas de agua en suspensión moviéndose perezosamente con la brisa, el miserioso verde brillante del musgo en la arrugada corteza de los árboles más viejos, todo aquello en conjunto deba una sensación de hallarse en un lugar irreal y lejano.

Derufod comprendió que algo iba mal. Era esa sensación que solían tener muchos guerreros antes de un ataque, un cosquilleo en la nuca como un aviso de lo que se avecinaba.

Todo estaba en silencio, mortalmente silencioso, solo la agitada respiración de alguno de ellos se oía, Arod hizo ademán de seguir y Derufod lo paró en seco.



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