Derufod El Mensajero de Boromir

14 de Julio de 2006, a las 08:20 - Eolywyn Dama de Rohan
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12. La guarida de la bestia

Acceder a la cueva no sería muy difícil,  pensó Derufod,  a pesar de lo tortuoso de aquel terreno y lo extraño de su formación.

El gondoriano no recordaba haber visto un lugar así,  en un espacio tan pequeño.   Por suerte la cañada no llevaba mucho caudal de agua,  las lluvias no eran muy intensas en esa época y los tres la atravesaron convoca dificultad;  el que guiaba ascendió entre las piedras y maleza que rodeaba el riachuelo,  se internó entre los árboles y se agachó en la crecientes sombras de la tarde que,  ya oscura,  anunciaba su fin.

Derufod se colocó a su lado,  dejando con cuidado la gran lanza,  el suelo estaba empapado,  pero no le importó,  sus ropas también lo estaban y de la caminata y el esfuerzo sudaba bastante,  tenía calor,  pero sabía que quedarse quieto sería peor.

Cuando vio el lugar,  comprendió porqué el licántropo lo había elegido;  la quebrada,  como lo llamaban los aldeanos,  era una ancha y profunda grieta en la tierra,  tenía cierta forma triangular,  más estrecha y profunda en la zona donde se encontraba la entrada de la cueva y las paredes rocosas se abrían para cerrarse dejando únicamente un acceso,  una especie de umbral que se abría hacia los oscuros árboles del bosque.

La maleza crecía en abundancia en el suelo y la pared de roca de la quebrada estaba casi cubierta por plantas trepadoras.

Sin embargo,  las roas de aquel tajo formaban especies de escalones por los que se podía descender teniendo cuidado.   Uno de los rohirrim miró a Derufod indeciso:

-¿Qué hacemos?

-Bajar con cuidado -le respondió Derufod intentando dar firmeza a su voz,  comenzaba a sentir frío y eso no era bueno.

-¿Y si está ahí. el monstruo?

Buena pregunta,  pensó Derufod,  era posible que estuviera,  pero él sentía algo en su interior que le decía que no, era una especie de intuición o instinto,  no lo sabía,  pero siempre le hacía caso,  aquellas sensaciones le habían ayudado mucho es el pasado.

Se puso de pie y se ajustó su capa:

- Bajaré primero,  no hagáis ruido y  estad atentos a cualquier movimiento.
Los dos rohirrim afirmaron sin levantarse y siguieron con la vista lo que Derufod hacía.   Comenzó el descenso con cuidado agrarrándose con los dedos a las fisuras entre las rocas y asegurándose de  que las piedras escalonadas en las que se apoyaba su peso no se desprendiera.

El silencio que halló Derufod al llegar a fondo de aquel recinto natural,  era inquietante,  nada parecía moverse por allí,  ni siquiera un aligara brisa que meciera con suavidad ramas y hojas.   Se quedó agazapado por in instante,  atento a cualquier moviendo o sonido que pudiera provenir de la oquedad rocosa que era la entrada de la cuerva,  una oscura grieta en la pared,  alta y zizaguante;  se aproximó con cautela,  despacio  observando como la entrada se hacía más grande y ancha al acercarse él.

En aquella parte de la quebrada,  la vegetación era más escasa,  debido a las entradas y salidas del licántropo y allí por donde fue contaba el paso para abandonar el recinto,  se había producido un senderillo,  donde las plantas aplastadas dejaban ver las huellas más recientes de la bestia.

La entrada a la morada del gurhoth era un barrizal,  la tierra encharcada se introducía en el interior oscuro del que emanaba una pestilencia a humedad,  descomposición y otros olores muy desagradables;  Derufod comprobó,  con cierto descanso,  que no había huellas que delataran la presencia de la bestia e hizo señal a los otros dos hombres para que bajaran.

****

La noche llegó rápida,  húmeda y fría,  poco habían hablado entre ellos afanándose por realizar la labor de las trampas antes de que llegara la bestia.   Derufod vigilaba desde la entrada cualquier movimiento,  con la pica bien alta y preparado para lanzarla,  sin embargo no estaba muy seguro de su habilidad y destreza,  pues el brazo izquierdo y parte de la espalda le dolía bastante,  cada movimiento era un punzada que le hacía respirar profundamente para compensar la debilidad que lo asaltaba.   Todo esto lo agravaba el cansancio de no haber dormido la noche anterior,  la larga y pesada caminata por el bosque embarrado y el frío de las ropas empapadas.

En aquellos instantes,  el gondoriano echó en falta su cálida cama cubiertas por sus gruesas mantas y pegada a la pared de piedra que se caldeaba con la fogata de la chimenea en las estancias de la guardia de la ciudadela;  nunca le pareció aquel rincón privado gran cosa,  aunque tampoco había deseado más de lo que tenía,  todo aquello era más que suficiente para cubrir sus necesidades,  sin embargo  ahora se le antojaba un gran lujo.

Derufod temblaba de frío mientras vigilaba atento la oscuridad amenazadora,  de aquel rincón apartado de Tierra Media,  intentando no mover el brazo dañado y pensando lo agradable que sería estar acostado,  cubierto de mantas,  recibiendo el calor de los fuegos que calentaban aquellas estancias y con un buen tazón caliente de aquel brebaje que aliviaba todos los males que provenía de la hierba "Hojas de Reyes",  un buen sorbo y desaparecería el entumecimiento del bazo y la espalda,  dos sorbos más y caería rendido en un plácido sueño.

Mientras Derufod intentaba mantenerse despierto y alerta,  los dos rohirrim dispusieron las estacas en forma de trampa como solían hacer cuando iban a cazar lobos y osos,  no hizo falta que el gondoriano le organizara el trabajo,  se mostraron competentes en la labor y a pesar de no disponer de mucho tiempo ni material suficiente,  creyeron que el resultado sería el esperado.

La fosa improvisada fue cubierta con matojos y barro,  y en la entrada de la cuerva se preparó la yesca para impedir que la bestia se refugiase en el interior una vez que se prendiera fuego.

Derufod empezó a sentirse inquieto;  le pareció ver una sombra en movimiento,  algo fugaz,  una visión rápida que no supo concretar si era real o producto de su mente cansada,  aun así,  tensó todos los músculos de su cuerpo y cerró con fuerza los puños sobre el mástil de la siniestra pica.   Los dos rohirrim observaron el moviendo del gondoriano y el silencio más sepulcral se hizo en el lugar.   Uno de los hombres llevaba una  espada corta y el más alejado en dirección a Derufod tensó su pequeño arco.

Una diminuta piedra rodó sobre las rocas cayendo al interior de la quebrada,  Derufod frunció el ceño mientras preocupado y dándose cuenta de lo que iba a suceder se giró con lentitud hacia el interior del recinto,  gritó con fuerza para alertar a los otros,  pero en ese instante una sombra enorme y oscura de ojos rojos y colmillos bien afilados se precipitó desde lo alto de la pared de piedra lanzando un rugido terrible y  ensordecedor.

El hombre de la espada no lo vio  venir y no tuvo tiempo de reaccionar,  todo fue rápido y brutal,  el licántropo cerró su poderosa mandíbula atrampando huesos y venas, de la boca del hombre brotó sangre al tiempo que el monstruo lo tomaba con sus enormes garras lanzándolo por los aires,  el cuerpo rebotó sobre la roca y cayó laxo y sin vida.   El otro hombre quedó perplejo ante la escena,  paralizado al ver lo que le ocurría a su amigo,  mientras Derufod le gritaba para que reaccionase,  había destensado el arco y respiraba con dificultad y agitado.  Derufod corrió había el lugar,  pero todo parecía ir ca una lentitud pasmosa,  la bestia se movía en dirección a al rohir,  Derufod avanzaba con la pica preparada,  el rostro desencajado y acumulando la fuerza necesaria para clavar aquella punta serrada en la espalda del gaurhoth.

Entonces el aldeano pareció volver en sí,  reaccionó con rapidez,  con el tiempo justo de preparar su arco y dejar escapar la flecha hacia el demonio de hocico sangriento,  que al sentir el impacto por debajo de las costillas,  frenó su carrera y el rugido que emitía capaza de intimidar al más valiente,  cambió de tono hacia un extraño quejido.  Entonces Derufod le atacó por detrás y con toda la potencia de que era capaz le clavó en el costado derecho la lanza.

***

El gaurhoth gritó,  y su grito rompió la noche y espantó a todo ser viviente que estaba cercano,  Arod y Déorwine lo escucharon y se agazaparon instintivamente,  se encontraban cerca de la quebrada a pocos pasos y aquel aterrador sonido les heló el corazón.

Arod palideció aún más y Déorwine retrocedió un paso,  sin saber que hacer.

Déorwine apretó el hombre del muchacho sin apartar la mirada del lugar hacia donde se dirigían:

-¡La bestia!,  ¡está en la quebrada! -gritó y se lanzó a la carrera con la lanza bien sujeta y preparado para entrar en combate contra un enemigo que le superaba.   Arod le siguió,  pero le costaba trabajo andar,  sus pies parecían pegados al barrizal del camino y sus piernas las sentía pesadas y débiles,  sin embargo,  no era la misma sensación que con la extraña niebla,  aquello que experimentaba era puro terror.

Cuando se libraron de la neblina mágica,  que desapareció tan mágicamente como apareció,  el muchacho pudo ver entre la espesura del bosque el revoloteo de unos ropajes de un azul brillante,  fue sólo un instante y aquella visión azulada se deshizo como la ilusión en una ensoñación,  pero supo quién era.

Arod había visto en otras ocasiones aquel brillo mágico azul pasearse entre los árboles como una figura encapuchada e irreal,  era la Bruja Mineltar,  ella los ocultó con su encantamiento del licántropo y ahora,  en aquellos momentos en el que el frío miedo lo volvía a atenazar,  deseaba que la bruja volviera a ayudarlo.

Siguió avanzando mientras veía como el impulsivo Déorwine se alejaba y cruzaba un estrecho portal de roca negruzca.



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