En el último año de la Tercera Edad

12 de Octubre de 2005, a las 22:51 - Inwë Tasârtir Tinúviel
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Capítulo 11: Conspiración

“Y es que llegaste a mí sin que te lo pidiera
Con sólo sonreír has roto mi barrera
Y he vuelto a sentir algo que había olvidado
Te culpo sólo a ti por haberme mirado”

Llegaste a mí - Moenia

Esa noche, fue la más alegre. Todos cantaban, bebían, bailaban… el aire estaba lleno de planes para el futuro. Éomer se encontraba platicando con el Rey Elessar y el Príncipe Imrahil cuando vio entrar a Lothíriel acompañada de sus hermanos. Se quedó ausente de todo cuanto lo rodeaba. Ella brillaba como la luna en un vestido en blanco y plata, haciendo juego con sus ojos grises y contrastando con sus oscuros rizos. Ese vestido había sido un regalo de la Dama Galadriel. Dejando a todos prácticamente con la palabra en la boca, Éomer se dirigió directamente hacia ella, quien ya había sido interceptada por Legolas y Gimli mientras sus hermanos se dispersaban en la fiesta.

      - Caballeros…mi bella dama… luces más esplendorosa que de costumbre – Saludó el rey al tiempo que besaba la mano de la doncella quien estaba totalmente asombrada. No lo reconocía con este tono de absoluta candidez y propiedad. El elfo y el enano sólo se miraron el uno al otro con expresión de complicidad, como si estuvieran confirmando algo que ya habían discutido de antemano. Se retiraron sin decir nada, excepto que sonreían pícaramente al joven rey cuando se dieron media vuelta. Lothíriel no reparó en las gesticulaciones. Tampoco podía retirar sus ojos de Éomer al verlo tan elegantemente vestido en vino y dorado, como pocas veces parecía hacerlo. Lo encontraba totalmente encantador.

- Hir Nín, estás irreconocible. ¿A qué debo el placer de tu amabilidad?
- Sólo expreso mis pensamientos, mi dama, como siempre lo hago, sin rodeos.
- Te concedo eso.  – respondió ella con la misma amabilidad y diplomacia.
- Ven conmigo, hay mucho por qué festejar esta noche.  – le dijo él ofreciéndole su brazo y encaminándola al área del trono.
- Lo sé; Éowyn y la Reina Arwen están encinta.
- ¿Cómo lo sabes? ¿Ellas te lo dijeron? Tenía entendido que era casi un secreto de estado – preguntó él sorprendido. Éowyn me lo confirmó apenas ayer.
- No, lo sé desde hace dos semanas.
- ¿Lo sabes?, ¿Cómo?
- Como sanadora, una tiene ciertas habilidades para detectar no sólo enfermedades, si no también cosas buenas. Y serán dos varones, te lo puedo asegurar.
- Espero que entre tus múltiples habilidades, no esté también la lectura de pensamientos – le dijo él en tono divertido.
- No, tanto como eso no, pero sí aprendí un poco de Mithrandir a leer en los corazones de las personas. – Contestó ella como esperando ver su reacción.
- Entonces tengo que cuidarme más de ti, pequeño demonio. Por cierto que Gandalf no ha vuelto. Me hubiera gustado que estuviera aquí esta noche.
- A mí más – respondió ella en tono sombrío.
- No cambies tu sonrisa, por favor. Prefiero que me sigas peleando.  – trató él de reanimarla
- ¿Y algún día me vas a decir en el nombre de los Valar, qué fue lo que hice mal en la exhibición?
- Quédate aquí. Ya lo sabrás.
- ¿Esta noche? No te creo, te diviertes molestándome.
- Sólo observa.  – Le respondió él con una sonrisa que ella no pudo descifrar. Todos la miraban de una manera extraña, hasta su padre cuando llegó a saludarla.
- Quédate aquí conmigo, hija.  – Le dijo el Príncipe tomándola de la mano. Ella asintió con una ceja levantada a modo de extrañamiento. Su padre no solía estar tan pegado a ella en las fiestas, excepto cuando bailaban. Celarla era tarea de sus hermanos.

Éomer se acercó al Rey Elessar, y haciendo un gesto de asentimiento con él, Saludó a todos los presentes.

- Estimados amigos. No sólo festejamos esta noche el final de las fiestas que de ahora en adelante serán anuales. Con gran regocijo quiero anunciarles a todos que Gondor e Ithilien esperan ahora a sus herederos. Pronto tendremos entre nosotros a dos nuevos miembros reales.  – Terminó la frase señalando a las dos futuras madres.

Todos los asistentes vitorearon alto y fuerte las buenas nuevas, brindando y felicitando a los futuros padres. Luego, se hizo un silencio expectante, obligando al señor de Edoras a continuar.

- Sé que estas buenas nuevas los dejan a todos ustedes con una incógnita, que es: ¿Y que hay de los herederos de Rohan? Bien, pues para ello, creo que lo primero que debe haber en nuestra tierra es una Reina.

Ante las palabras de su monarca, la mayor parte de los asistentes asintieron jubilosos, pero hubo quienes se sorprendieron, entre ellos la dama Éowyn, quien miró a su hermano con la cara más intrigada que se le pudo conocer. Lothíriel se quedó de piedra; realmente era algo en lo que ella ni siquiera había pensado: Éomer era un rey, y como tal y debido a su excelente edad, lo propio era que buscara una esposa y formara una familia. Esto le dio un vuelco en el corazón, que poco pudo disimular. “¿Y quien en nombre de Elbereth podría ser su reina con ese carácter?”, se preguntaba ella pensando furiosamente en cualquier mujer de las asistentes. Su primer impulso fue salir corriendo. Su padre la detuvo sacándola de sus pensamientos con un apretón de mano, mientras Éomer continuaba su breve, pero conciso discurso.

- Como lo dictan nuestras tradiciones, un caballo de Rohan no es montado más que por su amo, o por su familia, o…  - y aquí hizo una pausa para mirar a Lothíriel con aquella sonrisa que la dejaba siempre petrificada  – por su prometida.   – y continuó él hablando a los asistentes al tiempo que los ojos de ella se abrieron del tamaño de la luna llena por el asombro.

-  He hablado con el Príncipe Imrahil de Dol Amroth aquí presente y conocido por todos ustedes; buen amigo y compañero de batallas. Él ha accedido a concederme la mano de su hija Lothíriel en matrimonio. De manera que este día quiero hacer público nuestro compromiso.  – Terminó él.

 La dama volteó hacia su padre y hermanos con una mirada que fulminaría a cualquiera, y ellos sólo respondieron con la cara más angelical que pudieron poner, sin poder disimular la evidente complicidad que tenían con Éomer. Éste se acercó hacia ella, y el príncipe levantó la mano en la que tenía la de Lothíriel y se la entregó al joven Rey. Ella estaba total y absolutamente inmóvil de asombro, de gusto y… muerta de miedo. Después de besar su mano suavemente, la tomó de los brazos y le dio un tierno beso en la frente que arrancó los vítores de la gente.

- Quédate conmigo, por favor. – le susurró el Rey.
- Pero…Pero… - Decía ella con un hilo de voz. Estaba temblando de pies a cabeza.
- Por favor. No estoy dispuesto a dejarte ir de mi lado. Nunca. Ú-`ênin cuil pen le (No puedo imaginar mi vida sin ti) – Le decía dulcemente en un correcto sindarín, mientras a la princesa se le llenaron los ojos de lágrimas que intentó no derramar. Sólo cerró los ojos y lo abrazó, Y el Príncipe Imrahil habló a los asistentes:

- Que esta unión signifique no sólo la unión de nuestros pueblos, si no también de nuestros corazones.
- Brindemos esta noche, pues estamos en el comienzo de la unión de todo el mundo de los hombres. Que sea bendecida y duradera.  – Agregó el Rey Elessar en un tono absolutamente feliz.

Todos vitorearon una vez más, iniciando la música, el baile y los cantos.

Una vez que la mayoría de los concurrentes tuvieron oportunidad de felicitar a los ahora futuros esposos – casi un par de horas -, Lothíriel se llevó a Éomer apresuradamente hacia la terraza que daba de frente a las Montañas Blancas. Él no podía resistir más la emoción del momento y la abrazó y la besó apasionado, demandante. Ella estaba a punto de desfallecer en aquel beso cuando reaccionó intempestivamente.

- ¡Esto es una locura! Exclamó ella lo más bajo que pudo.  – ¡¿Cómo se les ocurre a ti y a mi familia conspirar así a mis espaldas?!  - Su rostro estaba aún con la estupefacción presente, Y se volteó de espaldas a él.
- Sabía que de otra manera no me aceptarías – dijo él sonriendo y abrazándola por detrás mientras posaba un beso en sus oscuros rizos.
- U-‘aron (no puedo) – Susurró ella en una expresión triste.
- ¿No me amas? – Le dijo él seriamente mientras la volteaba frente a él.
- Melin le na phân gûr nîn (te amo con todo mi corazón) – Le dijo ella suavemente al tiempo que acariciaba su mejilla con aquella cicatriz que ya casi había desapareciendo.
- ¿Entonces?
- ¡No puedes tomarme como tu esposa después de que muy probablemente sea yo una asesina de tu gente! ¡no puedes saber lo que se siente que tus manos estén llenas de sangre y no sepas de dónde proviene! No, tu sí lo podías saber en batalla, yo no; probablemente fueran de algún padre de familia, o peor aún, ¡de un niño! ¡¿Cómo me pides que me case contigo, si lo que menos merezco siquiera es que ustedes me miren?! – Exclamó ella al tiempo que salía corriendo hacia las habitaciones por la parte externa del Salón de Oro.

Éomer no pudo más que quedarse ahí, atónito, como tratando de asimilar las palabras que acababa de escuchar. No entendía ni una sola palabra. La desesperación comenzaba a llenarle el corazón cuando apareció Gandalf detrás de él. Éomer saltó por la inesperada entrada del mago.

- ¡Gandalf! – ¿Has estado aquí? ¿Cuándo llegaste?
- Hace un momento, cuando nos informaste de las buenas nuevas.  – dijo el Mago con su ya conocida expresión de apacibilidad.
- Gandalf… necesito hablar contigo. Hace un momento Lothíriel me rechazó en matrimonio porque dice que --
- Calma, calma. Esperaba poder hablar con ella antes, pero no me fue posible llegar hasta hoy.
- Por favor, dime que tú puedes explicarme que es lo que pasa aquí porque si no voy a buscarla
       y  --
- Ven, ven acá, vamos a tu estudio que esto es mejor que te lo diga a ti primero.

Una vez en el estudio, Éomer apremió al mago.

- Por favor, viejo amigo, sin rodeos.
- Bueno, comencemos desde el principio. Recuerdas el día en que encontraste a tu primo Théodred mal herido, ¿correcto?
- Cómo olvidarlo.  – refirió el joven rey tristemente.
- Bien, recordarás también que encontraste muertos a dos guardias con la armadura de Dol Amroth y un caballo negro con silla de montar femenina.
- Si. Nadie pudo encontrar una explicación hasta que Imrahil nos enteró en Minas Tirith de lo sucedido.
- Eran de Lothíriel. Ella se cruzó con la batalla cuando venía de visitar Lothlórien, y fue capturada por los orcos de Saruman. La llevaron ante él. Él la había reconocido por su marca de nacimiento, y después de hacer el conjuro, ordenó que la encerraran en Orthanc sabiendo que en algún momento podrían utilizarla para continuar la guerra en contra de Gondor y sus aliados. Saruman la mantuvo prisionera durante algún tiempo, hasta que Bárbol y los Ents atacaron Isengard. Ordenó a los guerreros de Dunland que quedaban ahí que se la llevaran y la mantuvieran oculta hasta que todo pasara. Pero no fue así. Después de su derrota, Saruman se olvidó de ella en su desesperación, quedando en manos de los Duneldinos quienes creían que podrían cambiarla en algún momento por el perdón de sus vidas o por alguna recompensa. Por eso no la tocaron, pero ella, estando bajo el hechizo, perdió toda noción de tiempo y de conciencia, pero los únicos y traumáticos recuerdos de las batallas libradas en contra de tu gente la llevaron a creer que ella había participado de alguna manera y no tiene ni idea si la dañaron de alguna manera permanente, si me entiendes a lo que me refiero. Ella teme haber perdido su virtud, y su alma al convertirse en una asesina de gente inocente. No se siente merecedora de tu cariño ni el de tu pueblo. He estado todo este tiempo averiguando como sucedió todo desde que ella estuvo en Lórien. Desde allá hasta acá fui juntando las piezas del rompecabezas. La Dama Galadriel, Shadowfax y algunos de los pocos remanentes que quedaban de los Duneldinos que la tuvieron presa me proporcionaron los datos necesarios.
- ¿Shadowfax? – preguntó Éomer
- Si, él estuvo ahí el día que sucedió la batalla de los vados del Isen. Presenció todo y se mantuvo a lado del río hasta que tú llegaste.  No la olvidó, por eso es tan cariñoso con ella.
- ¿¡En nombre de Béma, cómo puede ella pensar que no es merecedora de mi cariño o el de mi gente!? ¡Ella ha sufrido tanto como nosotros en la guerra a final de cuentas! ¡Tengo que decírselo! – Y salió apresuradamente.

Se acercó a la fiesta que ya terminaba, pero al no encontrarla, fue directo a sus habitaciones. Llamó varias veces a la puerta, pero no recibió respuesta.

- No abrirá, está encerrada, y cuando ella lo hace, sólo hasta que ella lo decida, saldrá.  – Le dijo el Príncipe Imrahil calmadamente – Búscala mañana, seguramente estará un poco más tranquila.
- ¡Pero ella tiene que saber que no tiene nada por qué sentirse mal!
- Pero ella es muy terca, Éomer. Ven, vamos, y cuéntame que ha pasado. Vi que Mithrandir llegó.
- Mejor vamos con él, para que te dé el relato de primera mano.  – Escueto él y regresaron a su estudio.



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