En el último año de la Tercera Edad

12 de Octubre de 2005, a las 22:51 - Inwë Tasârtir Tinúviel
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Capítulo 6: Desafíos

“If I could melt your heart
we’d never be apart
give yourself to me
you hold the key”

Frozen – Madonna

Entrado ya el mes de febrero, los preparativos para el torneo se habían tornado más alentadores, ya que el Rey Elessar anunció con el consentimiento de Éomer que se festejaría un año de la caída de Sauron en el torneo de Rohan. Comenzaron a llegar comitivas de todas partes: del norte, llegaron los montaraces Dúnedain, ahora señores y consejeros del Rey de Gondor incluyendo a los gemelos Elladan y Elrohir; Lórien, Rivendell, y Gondor parecían estarse volcando sobre Edoras; en resumen, Rohan se estaba convirtiendo en la capital de la Tierra Media en esas fechas.

En los campos de entrenamiento ya era difícil encontrar lugar para prepararse, pero Lothíriel siempre encontraba un hueco para colarse entre los contendientes a entrenadores y demostraciones de tiro y otras armas.

- Sigues compitiendo con los hombres, Vilwerin… – Se escuchó la voz de Elladan entre los espectadores.
- ¡Elladan! ¡Elrohir!  - Corrió Lothíriel a su encuentro.  – Mae govannen, Im gelir ceni ad lín (Bienvenidos, estoy feliz de verlos de nuevo) – y se inclinó en una profunda reverencia, misma que hizo que los demás hicieran un respetuoso silencio.
- Vilwerin, no nos apenes, que queremos pasar desapercibidos, deja las formalidades para las cortes – agregó Elrohir abrazando a la princesa – has crecido mucho en belleza y en habilidades desde la ultima vez que te vimos.
- Eso fue hace como diez años mi lord; para ustedes un suspiro; para mi, aún teniendo la sangre que tengo fue tiempo suficiente para entrenarme con base en sus enseñanzas.
- Y con gran éxito, ya veo – agregó Elladan.

Y rieron y pasaron largo rato en los campos de entrenamiento. Terminando ya la mañana, Lothíriel se encaminó hacia los establos, para ver a los grandes mearas y los otros caballos que tenía a su cargo en entrenamiento, cuando entró Éomer para guardar a Firefoot. Ella estaba mirando la diana que estaba en el fondo del establo, pensando a cuantos pasos podría ella disparar para dar en el blanco con la luz que entraba en el lugar.

- Es una diana de práctica para tiro difícil – Dijo el rey.
- ¿A cuántos pasos podrías tú centrar una flecha?  - dijo la dama en un tono levemente retador.
- No se en pasos cuanto, pero desde la cuadrilla de Hasufel tal vez…
- Eso está a 10 pasos de la entrada, ¿de verdad lo has logrado?
- Podemos probar si quieres…
- 5 pasos más hacia la entrada – dijo la joven ya en un tono abiertamente retador, invitándolo a un duelo.
- 5 pasos de la entrada… Si tú logras eso te haré una reverencia.

Y sin decir más, ella tomó su arco y una flecha y se enfiló hacia la entrada. Cinco pasos, y al darse la vuelta disparó sin titubear. La flecha se clavó no en el centro pero sí muy cerca. Tan cerca que no había más que una o dos marcas que le ganaban a la suya.
 
- Nada mal… nada mal… eres excelente tiradora.  – Admitió el rey.
- Supongo que las marcas en el centro son tuyas.

Sin decir ahora él una sola palabra tomó su arco y flecha, y cuando se disponía a disparar, un ligero resoplido en la oreja lo hizo perder concentración en el momento justo en el que la flecha fue a parar fuera de la diana. Cerrando los ojos y tratando de controlar su ira, volteó hacia la muchacha que lo miraba con una cara de inocencia total y absolutamente fingida.

- Tuviste miedo de que te ganara – le dijo fríamente.
- No mi lord, simplemente creo que no eres tan bueno con el arco si una pequeña distracción te hace perder la concentración. ¿Qué pasaría en una batalla entonces?

La mirada del rey esta vez fue fulminante. Nunca se había sentido tan herido en su orgullo como en ese momento con las palabras desafiantes de la princesa. ¡Qué nervio de mujer, qué atrevimiento!, pensaba él. Tomó bruscamente a la pequeña dama por uno de los brazos y la llevó hacia sí; ella no tuvo ni tiempo de reaccionar para liberarse.

- Si lo que querías era sacarme de mis casillas, lo has conseguido, pequeño demonio. – espetó él con los dientes apretados y la quijada tensa.

Como un llevada por instinto, levantó la mano que le quedaba libre poniéndola en su mejilla, haciéndolo cambiar su expresión de enojo a sorpresa, sin dejar de mirarla atónito. Y de pronto la soltó suavemente cerrando los ojos.

- Sal de aquí, mujer… sal de aquí antes de que haga algo que altere de nuevo tu sentido de la propiedad.  – dijo apenas en un susurro señalando la puerta del gran establo. Ella se alejó despacio, y cuando estaba ya en la entrada, él se volvió para decirle fuerte y claro:
- Hiciste trampa, de modo que exijo una satisfacción.
- Y cual será esa satisfacción, me pregunto. – Dijo ella deteniéndose sin voltear. Estaba sonrojada de cabo a rabo, pero trataba de disimular con un tono altivo.
- Quiero que estés conmigo en el baile inaugural de las festividades.
- Me parece justo.  – Dijo aún de espaldas al rey. Y comenzaba a encaminar sus pasos fuera del establo hacia el palacio.
- ¡Las marcas del centro eran de Théodred!  – exclamó el rey en un tono de satisfacción en sí mismo.

Ella se detuvo de nuevo, pero no respondió. Entendió de inmediato lo que él le daba a entender: que había temido perder en vano. No supo si reír o molestarse. Suspiró profundamente y siguió sus pasos cuando Amrothos llegó a su encuentro.

- ¡Vilwerin, Han llegado! ¡Han llegado todos! Ada, hermanos, Aragorn, Gandalf, ¡todos! ¡Vamos, Éomer, tu hermana también viene!
- ¿Que?  Vamos, vamos! ¡Muero por ver a Ada! – dijo feliz la dama.

Éomer saludó a Amrothos al tiempo que montaba de nuevo a Firefoot para dirigirse a la entrada de la ciudad a recibir a sus invitados más importantes de los festejos.

- Muinthel, teliach na-naur (hermana, estás jugando con fuego). Éomer no otorga sus afectos fácilmente.  – le dijo Amrothos en tono de amable autoridad.
- ¿Afectos? – preguntó ella.
- Escuché todo, no pude evitar ver cómo sacabas de quicio a un hombre como él. Tienes ese don. Después no vas a saber cómo salir de la situación.
- ¿Qué situación?  - dijo ella volviendo a poner su cara de total inocencia  - Anda, vamos, que me tengo que poner algo decente antes de que a Ada le dé un ataque por verme vestida de hombre.
- Está tan contento de que estés sana y salva, que no reparará en ello.
- Mejor no provoquemos al dragón, muindor.



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