En el último año de la Tercera Edad

Capítulo 8: Como un hobbit

“When I see you smile
I can face the world, oh oh,
you know I can do anything
When I see you smile
I see a ray of light, oh oh,
I see it shining right through the rain
When I see you smile
Oh yeah, baby when I see you smile at me”

When I see you smile – Bad English

El día de la inauguración del torneo fue todo un acontecimiento. La fiesta era impresionantemente bella, la ciudad se veía más alegre que nunca, sobre todo en los momentos que Gandalf encendía algunos de sus ya conocidos fuegos artificiales. En el Salón de Oro todos estaban congregados para declarar el torneo abierto.

- … bien, y como todos estamos de acuerdo, un brindis… Elessar…  - invitó Éomer al Rey de Gondor para hacer el primer brindis.
- I annan auth methannen sa. Hi dú ná i ithil hílo an le, ná pathrannen na vereth a glinn (El tiempo de guerra ha terminado. Que la luna brille para nosotros esta noche, y que esté cubierta de alegría  y canciones). ¡Larga vida a Rohan y a la Tierra Media!

 Y todos brindaron alegremente. Lothíriel estaba vestida de plata y azul, dejando sus largos rizos oscuros como la noche caer libremente, a diferencia de los demás días que lo llevaba trenzado. Éomer vestía un elegante traje en verde y oro, con todo el porte que sólo un rey de antaño sabía mostrar.

- Veo que sabéis cumplir vuestras promesas, mi lady – le dijo Éomer a Lothíriel con toda propiedad -  Ese vestido os sienta de maravilla – continuó él, ofreciéndole su brazo.
- Gracias, lo mismo me dice Ada cada que me ve en un vestido creyendo que algún día dejaré de usar pantalones y de buscar aventuras y me estaré quieta…
- Tu padre sueña demasiado, creo yo. Tal vez deberías usar vestido más seguido. – Dijo él con una sonrisa.
- Si, claro, y de esa manera no podría yo pelear contigo, ¿verdad? Ni lo sueñes. – Esgrimió ella. Sus ojos brillaban intensamente.
- Tal vez.  - y hacía un gesto de media sonrisa.

Al ver que ella empezaba a poner cara de querer morderlo, Éomer cambió el tema.

- La fiesta ha sido todo un éxito, ¿verdad?
- Si, pero francamente no puedo esperar para salir a ver los fuegos artificiales de Gandalf. Por favor, no me gustan tantas formalidades, vamos afuera a verlos, ¿si?
- A veces siento que estoy con uno de los hobbits, o con una niña de no más de 10 años.  – dijo el joven rey suspirando y resignado en una sonrisa.
- Ser perian no es malo mi lord; de cualquier manera, el trato era que fuera tu acompañante, no un adorno de fiesta, así que vamos. – Le gruñó ella llevándolo de la mano.
- Si, mi capitán. – Le contestó él al tiempo que se dejaba llevar. Mucha gente advirtió lo que pasaba, incluso Imrahil.
- ¿Que voy a hacer con esta niña? – suspiró el príncipe.  – No sé que será de ella.
- Ella está escogiendo su propio camino, viejo amigo. No te preocupes tanto.  – le contestó Gandalf en tono reconfortante.
- Mmmm…  - replicó el príncipe frunciendo el entrecejo.

Y el mago le dirigió una mirada y una sonrisa absolutamente indescifrable mientras salía del palacio a supervisar a las personas que encargó fueran empezando el espectáculo.

Salieron los jóvenes a las afueras del palacio, donde el aire era fresco y ligeramente cálido, ya que apenas comenzaba la primavera. Los fuegos artificiales estaban en pleno apogeo, y el paisaje de las montañas a la luz de la luna era maravilloso.
- ¡Mira eso, es precioso! – se admiraba Lothíriel como si realmente fuera una niña ante los fuegos de colores y variadas formas que Gandalf generaba.  – ¡Y ese!... la gente es muy feliz, me encanta ver eso.
- Tú haces a la gente a tu alrededor feliz, lo he visto.  – le dijo Éomer amablemente.
- No es cierto, me gusta participar de su alegría, que es diferente. Además no hago a todo el mundo feliz, tú me ahorcarías si tuvieras la oportunidad.
-  Algunas veces… pero la mayoría me haces reír mucho.  – le dijo él sonriendo con aquella sonrisa que hacía que ella se sintiera desarmada.
- ¿Ah, o sea que ahora soy un bufón, o algo semejante?  - comenzó a gruñir ella.
- No, no, no, por favor, tengamos una tregua, aunque sea esta noche, ¿si?
- Mmmrrrfff…. Está bien…. ¡Mira, ese dragón de fuego está hermoso! Me recuerda a algo que me platicaron los hobbits – y ella sonreía de oreja a oreja. Por espacio de algunos minutos se quedaron en silencio; Lothíriel admiraba los fuegos artificiales como si fuera la primera vez, y Éomer no podía dejar de mirarla.
- Melin ceni hin lîn síla i `eladhach… (adoro ver el brillo de tus ojos cuando sonríes) - susurró el rey con aquella voz profunda, haciendo voltear a Lothíriel totalmente sorprendida.
- Gra… gracias – dijo totalmente nerviosa – estás aprendiendo muy bien el sindarín de mis hermanos.  –dijo ella tratando de desviar un poco la conversación, y se volteó para seguir viendo el espectáculo tratando de disimular su notorio sonrojamiento.

Éomer no pudo reprimir el impulso de acariciar su mejilla izquierda, lo cual hizo tambalear a Lothíriel apenas sintió el tacto de aquellas manos; recias, pero gentiles. Giró la cabeza en torno del joven rey, quien se ya había acercado a tan sólo centímetros de su rostro. Las rodillas le temblaban, en cualquier momento le iban a fallar, y tan sólo lo miraba con los ojos grises más grandes de lo que ya los tenía.

- Por favor, no dejes de sonreír. Sonríe para mí - Le decía dulcemente mientras seguía acariciando ahora su mejilla derecha.

Tan naturalmente como se lo permitieron sus nervios, la dama esbozó una vez más una sonrisa, misma que, pensó él, podría haber derretido la nieve de las Montañas Blancas en un instante, no sólo su corazón, que ardía más que nunca. Y como aquella primera vez, cuando fue liberada del hechizo, no pudo evitar besarla tan tiernamente, con las dos manos en el rostro de ella, que Lothíriel no atinó a hacer más que corresponder aquel beso que deseaba nunca terminara. Pasados unos instantes, la pasión se encendía en los dos.  Éomer reaccionó y se retiró un poco, con expresión asustada.

- No… perdona… yo… no debí…. discúlpame, esto no volverá a suceder.  – Y se retiró justo en el momento que Gamelin lo llamaba para llevarlo abajo con la gente que quería saludarlo y los dos se retiraron con una respetuosa reverencia.

Para cuando ella reaccionó, los dos hombres se habían ido ya. Estaba atónita, asombrada, sorprendida, envuelta en un torbellino de emociones que sentía que no podía detener; sentía que su corazón iba a explotar de tan fuerte que latía. Se sentó en una banca que se encontraba donde iniciaba un costado del palacio. ¿En qué se estaba metiendo?, si ella no tenía derecho alguno de estar con él, pensaba. Él se había retirado tan abruptamente… ¿Se habrá arrepentido?. Estaba tan envuelta en sus pensamientos, que no escuchó a la Reina Arwen acercarse.

- Tithen iell nín, ¿man anírach cerin an le? (mi pequeña niña, ¿qué puedo hacer por ti?) – le dijo dulcemente la reina al tiempo que se sentaba a su lado y le tomaba una mano entre las suyas.

Lothíriel miró a la reina con el rostro compungido, al tiempo que trataba de articular palabra.

- Melin adan a u-iston ae mel im (Amo a un hombre, pero no sé si él me corresponde) -  respondió la pequeña dama en un susurro ahogado.
- Edro hin lín, tiro nan menel, lasto nan gwaew, a edro gûr lín, istathach (Abre tus ojos, mira al cielo, escucha el viento, abre tu corazón, y entonces lo sabrás).  -  Respondió suavemente la reina besando la frente de la princesa, y acto seguido se retiró de nuevo a la fiesta.