En el último año de la Tercera Edad

12 de Octubre de 2005, a las 22:51 - Inwë Tasârtir Tinúviel
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Capítulo 7: Reencuentros

“Yo no te pido que me bajes una estrella azul
sólo te pido que mi espacio llenes con tu luz”

Yo no te pido - Pablo Milanés

La comitiva real era impresionante; todos en Edoras se detuvieron a observar la llegada de los otros héroes de la guerra del Anillo. Encabezando la comitiva estaban Éomer el anfitrión, acompañado del Rey Elessar y la Reina Arwen; Faramir y Éowyn, Legolas montado en Arod, acompañado como siempre de Gimli; el Príncipe Imrahil y sus dos hijos mayores Elphir y Echirion, y finalmente Gandalf y 2 pequeños hobbits quienes fueron los más ovacionados por la gente. Merry y Pippin saludaban alegres como siempre.

Lothíriel había marcado un tiempo récord en su arreglo personal para recibir a los invitados junto a Amrothos, especialmente a su familia. Después de saludar ampliamente a los reales invitados, corrió al encuentro de su padre y hermanos.

- ¡Ada! ¡Meld Ada! (Padre, querido padre) – Y se abrazaron padre e hija emotivamente, arrancando expresiones de ternura en todos los presentes.
- Sell nín…lend sell nín…Vilwerin nín… (Mi adorada hija, mi mariposa) - Sollozaba el padre mientras los hermanos mayores también abrazaban a su hermana.  – Hannon le Mithrandir, Hannon le Éomer, han devuelto la alegría a mi corazón.  – Expresó a sus amigos.
- Vamos a celebrar entonces, - dijo Éomer haciendo una ligera reverencia de asentimiento al príncipe de Dol Amroth – supongo deben venir agotados de su larga jornada, tenemos las habitaciones dispuestas para todos ustedes. Descansen y en la cena podremos hablar todo lo que queramos.

El Salón de Oro estuvo lleno de ajetreo, como pocas veces se le veía; todos se saludaban alegremente, especialmente la familia real del cisne embarcado. La tarde fue corta y Lothíriel tuvo una plática con su padre y hermanos acerca de lo que le sucedió en cautiverio, o, al menos, lo que recordaba. Éomer estaba feliz con su hermana recién casada en el otoño pasado. Platicaban y desempacaban; más que descanso parecía que la fiesta ya había iniciado.

La cena fue el evento más agradable que se había visto en mucho tiempo en Meduseld. Todo ahí era alegría, música y risas.

- Mi querida y latosa prima – dijo Faramir a espaldas de Lothíriel – cómo me traes recuerdos de antaño.
- No tanto como tú a mí, leben muinthel (cuarto hermano) – dijo la princesa abrazando a su primo - No sabes qué alegría me da saber que estés bien y eres feliz. – Y haciendo una reverencia hacia Éowyn se dirigió a ella.
- Lo que me han platicado de vosotros es poco comparado con lo que veo ahora, sois más hermosa de lo que me han contado. Pero no menos os admiro por vuestras hazañas realizadas en el campo de batalla.
- Primero que nada háblame de tú, por favor.  – dijo la rubia riendo ruborizada – y yo espero que no seas ni la mitad de los horrores que Faramir me ha contado. Ya estaba yo temiendo por la seguridad de Rohan. - Finalizó bromista
- Jajajajaja… ¿qué mentiras le has contado?  - dijo la princesa juguetonamente haciendo un ademán de pellizcarlo por el brazo – todo lo que te haya dicho es mentira. Siempre eran él, Boromir y mis hermanos quienes me traían vuelta loca. Fui su juguete favorito durante muchos años. Créeme, debes estar agradecida de haber tenido sólo un hermano.
- Bueno, entre otras cosas me dijo que había una persona a quien le debía yo pedir permiso para casarme con él.
- Ah, eso… eso es cosa de niños, además siempre confié más en el buen juicio de Faramir que en el de Boromir para escoger novia.
- Entonces, ¿tengo vuestra venia? – dijo la dama blanca de Rohan alegremente.
- ¡Claro que sí!, Faramir, no puedes estar en mejores manos que en las de mi heroína favorita.
- ¡No digas eso! – dijo Éowyn y los tres rieron y brindaron.
- ¿Puedo unirme al brindis? – dijo Éomer entrando en el círculo.
- Claro que si, hermanito, cuéntanos cómo van las cosas por acá – le contestó su hermana.
- Pues, fuera de dos o tres pequeños demonios que rondan cerca de aquí, todo ha marchado normalmente – dijo el joven rey con un tono juguetón que alcanzó a sorprender a Éowyn, y que hizo tambalear un poco a Lothíriel, quien se apresuró a emprender la graciosa huida.
- Con su permiso, tengo tres hermanos a quienes molestar. – Y se retiró con toda la gracia que le fue posible, aunque en el camino se encontró con Merry y Pippin, quienes la invitaron a sentarse en la mesa donde estaban acompañados de Legolas y Gimli.
- A ver, hermanito, creo que hay algo aquí de lo que me he perdido… – dijo suspicazmente Éowyn a su hermano – ¿pequeños demonios de rizos oscuros que se escabullen de las pláticas, acaso?
- ¿Mi prima?, hombre, ¿realmente sabes en lo que te metes, mi lord? – dijo Faramir riendo.
- Ni siquiera lo insinúes, Eowyn. Ya te conozco.  – agregó después de lanzar una mirada de pregunta a su ahora cuñado.
- Es algo en lo que debes pensar, querido hermano, o la sucesión del trono de Rohan estará en grave peligro. Hoy día eres el soltero más codiciado de toda la Tierra Media.  – dijo la dama bromista.
- Hay cosas más importantes en estos momentos – agregó Éomer en un tono de seriedad que su hermana no creyó.
- Está bien, creo que lo dejaremos para nuestras pláticas de media noche un día de estos, ¿verdad?
- Creo que Aragorn me llama, con su permiso – dijo emprendiendo el también la graciosa huida.
- Y yo que creí que tenía que preocuparme por eso, está irreconocible – le dijo Éowyn a su esposo con una amplia sonrisa. – ahora ella me tendrá que pedir permiso a mí – y rió mientras tomaba del brazo a Faramir y los dos rieron alegremente.

En la mesa de los hobbits, todo era chistes y diversión, no se podía negar. Sin embargo, de cuando en cuando, Lothíriel dirigía la mirada hacia el concurrido salón en busca de Éomer, quien también parecía hacer lo mismo discretamente. Cuando sus miradas se encontraban se fijaban por unos instantes, pero después trataban de disimular haciendo como que veían a otra persona.

- Mi lady,  ¿me escucha? ¿Desea otra copa de vino? – le dijo Pippin.
- Ah, si, gracias, Pippin, eres muy amable. Contestó la dama un poco apenada.
- Siempre queriendo acaparar a las damas, Pip. – Le dijo Merry con un dejo de celos a su amigo que se alejaba cantando.
- No, Maese Merry, no me gusta ser acaparada por nadie.  – Le dijo la princesa revolviendo un poco el cabello del hobbit juguetonamente.
- ¿De verdad? – le dijo Gimli con tono suspicaz – Pareciera que está esperando a alguien, mi lady.
- No, Maese Gimli, en este momento estoy completamente con ustedes.  – contestó ella con toda diplomacia.
- Entonces no le importará concederme un baile – le dijo Legolas parándose y ofreciéndole su mano.
- Claro que no, ¡vamos! – accedió la princesa de buena gana.

Y comenzaron a bailar alegremente, haciendo que los demás presentes dirigieran su atención hacia ellos e inspirando a otras parejas a bailar también. Éomer observaba la escena, admirando la belleza de la dama, pero envidiando un poco a su amigo por estar bailando con ella.

- Es una gran mujer, Éomer. La conozco desde pequeña. – Le dijo el rey Elessar sugestivamente – es joven, pero muy madura para su edad, que no te engañe esa carita de niña.
- ¿De verdad?, ¿Cómo era de niña? – Preguntó él muy interesado.
- Era una pequeña salvaje. Criada entre puros hombres, y después de la pérdida de su madre, era uno más de los hijos varones de Imrahil. Elladan, Elrohir, Gandalf y yo la encontramos una vez perdida en las montañas de Dor-en-Ernil. La llevamos de regreso a su hogar, y su padre nos ofreció alojamiento mientras estuvimos buscando a Gollum en aquellas tierras. En ese entonces, Imrahil sólo me conoció como Strider el montaraz. Los gemelos la enseñaron a igualar a sus hermanos hasta que la admitieron en sus entrenamientos personales; Gandalf y yo la iniciamos en cuestiones de medicina, y ella nos enseñó la alegría en medio de la sombra que vivíamos.
- Si, ella trae alegría donde quiera que va. Mi gente le ha tomado gran estima. – Decía él orgulloso mientras la seguía con la vista en el baile ahora con los gemelos.
- Mayor razón aún para que la trates más, Éomer. Estoy seguro que se llevarían bien.
- En este momento no tengo cabeza para nada que no sea librar a Rohan de los males que restan.  – Dijo él con un dejo de amargura – Además, creo que nunca he sido bueno para esas cosas.
- Yo también dije lo mismo alguna vez. No tienes que ser bueno en todo, mellon nín. A veces, es mejor dejar que el corazón te guíe.
- Tal vez…  - pero algo lo interrumpió de sus pensamientos.
- Gracias por devolverme a mi joya más preciada, Éomer – Dijo el príncipe Imrahil acercándose a los dos monarcas y mirando a su hija bailar.  – Brilla como un silmaril.

El hombre tenía todo el porte de un descendiente de Númenor; sus canas le daban más un aire de sabiduría que el de un hombre en el otoño de su vida. Era fiero en batalla, pero cuando se trataba de sus hijos, en especial su pequeña mariposa, era tierno y afectuoso como un oso.

-  Seasamin, Hír Nín – Replicó Éomer con toda propiedad.
- ¿Estás aprendiendo sindarin, mi buen amigo?  - le dijo sorprendido el príncipe.
- He tenido a dos de tus hijos bajo mi custodia durante tres meses, Imrahil.
- Si, y te tocaron los más revoltosos. ¿Ha sido difícil lidiarlos?  - preguntó el príncipe riendo.
- Temo darte una respuesta honesta, mi amigo.
- Jajajajaja… todo lo que me digas, lo creeré. Amo a mis hijos, pero no soy ciego para no saber que pueden poner cualquier lugar de cabeza, aún sin proponérselo.
- En eso te doy la razón – replicó Éomer sonriendo al tiempo que bebía un sorbo de su copa de vino. 

La cena transcurrió felizmente. A Lothíriel pareció darle un vuelco el corazón cuando vio a Éomer platicando con su padre, pero no tuvo mucho tiempo para pensar qué en el nombre de los Valar estarían diciéndose uno al otro, ya que los pequeños hobbits la llevaron hacia donde ellos se disponían a cantar alguna de sus alegres canciones con las que divertían a todos. Y después de eso, por fin tuvo oportunidad de conversar con Gandalf en una mesa.

- Mithrandir, tú y yo tenemos que hablar.
- Ahora no es tiempo de hablarlo todo, mi niña, ya platicaremos más tarde. Hoy es tiempo de festejar y divertirse.
- Mmmrrrffff…. Gruñó la princesa al tiempo que Gandalf la abrazaba.

En ese momento llegaron los dos alegres hobbits para hablarle como le prometieron de todas las hazañas que realizaron en la Guerra del Anillo; le hablaron de las batallas que vivieron y las penurias que pasaron en cautiverio con los Uruk Hai, y por supuesto, su atención se centró más en ellos cuando Merry le habló del gran valor y arrojo que mostró Éomer en la batalla de los Campos de Pelennor.

      - Peleó como un león mi lady, no podía verlo todo, pero créame cuando le digo que él es el más valiente de los guerreros de Rohan, después de mi lady Éowyn, claro; pero no se lo diga porque entonces sí me metería en problemas – le refirió susurrando alegremente el mediano.
       - jajajajaja, claro que no, Maese Merry, jamás osaría provocar a ese gran león como lo llamáis – y reía al tiempo que miraba al joven rey pensando que la comparación no era del todo exagerada.

Después de la cena todo fue alegría en esos días, y uno antes de la inauguración del torneo, Éowyn y Lothíriel tuvieron una plática en las afueras del Salón de Oro. El día era hermoso.

- ¿Has estado a gusto en esta tierra, Lothíriel?  - le preguntó la dama blanca.
- Mucho, tu país es hermoso además de interesante.  – respondió la princesa admirando el paisaje.
- Y mi hermano, ¿te agrada?
- ¿Perdón…? – respondió ella tratando de disimular el vuelco en el corazón que le había dado.
- Me gusta ser directa en lo que hablo, y más si mi interlocutor me cae bien.  – le dijo Éowyn tratando de suavizar sus palabras para no parecer inquisitiva.
- ¿Por qué me preguntas eso?
- He tenido algunas de nuestras pláticas de media noche con mi hermano, y él piensa que tal vez no estés a gusto aquí, o que no te agrada su presencia.
- Tal vez es al revés, mi lady – respondió Lothíriel aliviando la situación con una risa – hemos tenido nuestros altercados, pero tanto como odiarlo… Él me salvó la vida, Éowyn.
- Y tengo entendido que tú salvaste la suya, por lo cual estaré eternamente agradecida contigo.
- Si, pero bueno, el punto es, que a veces me saca de quicio… es tan impositivo, tan terco, tan arrogante, tan…
- ¿Mandón? – Le dijo Éowyn en una risa
- ¡Si, y eso me priva! – le respondió la princesa gruñonamente – le ha dado por llamarme “pequeño demonio”, ¿puedes creerlo?
- Jajajajaja, perdón, pero es que así te describe también Faramir - Carcajeaba la dama.
- Si, pero él es mi primo… a los primos se les molesta igual que a los hermanos.
- Tenle paciencia a mi hermano, Lothíriel. Entiendo lo que dices, es sólo que la vida de militar lo alejó mucho de la vida social y a veces no sabe cómo reaccionar; pero nunca dudes de su afecto por ti.
- ¿Afecto?, si eso es afecto, mejor que no me lo tenga – rió la princesa bromeando y tratando de disimular sus nervios – mira, siéndote totalmente sincera, hay algunas cosas que me preocupan mucho, y que no me dejan vivir bien. Tú sabes lo que me sucedió, pero yo no tengo mucha memoria de los nueve meses que estuve prisionera. No sé que hice, o me hicieron, no tenía plena conciencia de mí, ¿me entiendes? – y su rostro se ensombreció con un dejo de infinita tristeza.
- Tú eres una gran mujer, y eso no te lo puede quitar nada ni nadie Lothíriel, así que deja de preocuparte y olvida, y sé feliz.
- Pero…
- Pero nada, señorita, tú y yo nos vamos a cabalgar con la Reina Arwen que ya nos debe estar esperando, ¡vamos!



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