En el último año de la Tercera Edad

12 de Octubre de 2005, a las 22:51 - Inwë Tasârtir Tinúviel
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Capítulo 5: Amenaza en la oscuridad

"Si de todas formas vamos a morir, prefiero morir luchando.”
Atreyu – La historia Interminable


En los días que siguieron a la recuperación del rey, Lothíriel pasaba todo el tiempo entrenando a los caballos, practicando en los campos y conociendo más de la gente de Edoras. Ellos a su vez, le habían tomado gran estima, y la trataban como una de ellos. Ella reía y cantaba; jugaba con los niños y trataba de enseñar lo que sabía a los jóvenes, en especial si alguna doncella lo intentaba. Éomer se encontraba ocupado en reuniones con sus mariscales, planeando cómo seguir la limpia de orcos, duneldinos y la poca gente aliada al Señor Oscuro que quedaba en sus tierras. Pero no dejaba de pensar en lo que había pasado con ella en su convalecencia. Al estar plenamente recuperado, entrado ya el año nuevo, regresó a sus patrullajes acostumbrados con su Éored, y una tarde se detuvo en el campo de entrenamiento de caballos.

- Has progresado mucho con nuestros ejemplares, haces buena competencia con los mejores        entrenadores de la región.
- Seasamin, Hír Nín. – replicó la princesa en una reverencia. Sus pensamientos volaban como un remolino uno tras otro desde su encuentro en la curación y no sabía si mirarlo a los ojos.
- Creí que éramos amigos – le dijo el rey contrariado – te he visto poco, excepto en la fiesta de fin de año, dónde sólo tuviste la cortesía de concederme una pieza. Pareciera que me estás evitando.

Las fiesta de fin de año – Recordó ella. En esa fiesta deliberadamente trataba de esconderse de él, pero el rey hábilmente se las ingenió para encontrarla cuando se trataba de escabullir entre Éothain y Gamelin, quienes la observaban divertidos. Disimuladamente y en silencio la tomó de la mano y la llevó donde los demás bailaban. La cercanía entre ellos la estaba volviendo loca; su aroma, su cabello, su abrazo… por un momento cerró los ojos pero pronto volvía al presente cuando Éomer la llamó de nuevo.

- ¿Y bien?  - le espetó con una ceja levantada.
- No te evito, sólo mantengo mi sentido de la propiedad, algo evidentemente difícil para ti – le contestó en tono ácido. Realmente este hombre la hacía sacar lo peor de ella en forma de filosas palabras; era algo irracional. Antes de que pudiera retractarse de lo dicho, Éomer espetó:
- Tolo na nín, Hiril Nín. (ven conmigo, mi dama)  – le habló el rey con toda propiedad después de unos instantes de silencio entre ellos.
- Estás pasando mucho tiempo con mi hermano, ya veo. ¿A dónde quieres ir?
- Vamos, antes de que anochezca.  – dijo él determinante, con aquel tono de autoridad que demandaba obediencia. – Sígueme.
- Nai, hest nîn (Sí, mi capitán) – contestó ella sarcástica y renuente. Y montó a Brego, el caballo que fuera de Théordred.

Mientras cabalgaban, conversaron largamente sobre todo tipo de tópicos, desde cómo era la tierra de Dol Amroth, del por qué ella siempre tuvo una extraña inclinación hacia los caballos y no hacia los barcos, de cómo se había convertido en sanadora; ella preguntó todos los detalles del reino de Rohan y sus viejas alianzas ahora renovadas con Gondor. Era de las pocas veces que entablaban plática sin terminar peleando. Éomer reía alegremente como no se le veía hacer en mucho tiempo, lo que alegraba más el corazón de la princesa. No podía dejar de admirar más que al héroe de guerra, o al monarca, al hombre sencillo y abierto que cabalgaba a su lado, por muy desesperante que le pareciera la mayoría de las veces.

- …Jajajajajajajaja… me hace mucha gracia pensar en que se pueda construir un castillo hecho de arena, ¿cómo es eso posible? – Decía el rey entre risas.
- Pues, es algo que, si vas algún día a visitarnos a mi tierra, lo verás. Te encantará la sensación de cabalgar a la luz de la luna por las orillas del mar y la sensación de la arena en tus pies.
- Será un honor, princesa.
- Mmm…. no me llames princesa. Nunca me he sentido como tal.  – replicó seria
- ¿Y que pasó entonces con tu sentido de la propiedad?  - dijo él con falsa inocencia
- ¿Dejémoslo así, quieres? – contestó ella en un tono menos amistoso.
- Está bien Vilwerin.
- ¿Qué?
- Perdón, si te molesta que te llame así, no lo volveré a hacer. Me imagino que sólo tu familia te llama así.
- No, no es eso, es sólo que… mi madre fue la que me dio ese nombre, y el único recuerdo que tengo de ella es precisamente llamándome así. De pronto extrañé mi hogar. Y sí, no esperaba que tú precisamente me llamaras de esa manera. Es una expresión de cariño.
- Bueno, ya tienes algo en qué pensar – contestó el rey tajante, y acto seguido espoleó a Firefoot arrancando velozmente gritando “¿Puedes alcanzarme?”.

Lothíriel se quedó pasmada por un segundo, pero enseguida arrancó detrás de Éomer.
Al llegar al pie de las montañas, en los bordes del Río Snowburn, se detuvieron en un paraje tranquilo donde se podía descansar apaciblemente y dar de beber a los caballos.

- Deja aquí a Brego, les gusta estar aquí.
- ¿Qué es este lugar?  Es hermoso. - Preguntó la dama maravillada de la belleza del bello rincón.
- Es uno de mis lugares favoritos para descansar de todo.
- En verano debe ser fabuloso bañarse en esta parte del río.
- Así es. Théodred y yo disfrutábamos mucho venir aquí, lejos de todo, y platicar de nuestras cosas. Él era más que un hermano para mí.
- Théodred…  - Y algunas imágenes vinieron a su mente. Recordó el día que fue capturada. El caballero que la defendió valientemente tenía ese nombre. Su rostro se tornó sombrío.
- ¿Qué pasa? … ¿recordaste algo de aquel día, verdad?
- Como si hubiera sido ayer.  No supe que él había muerto hasta que volví del hechizo. Prefiero no seguir recordando. No quiero.
- Antes de irse, Gandalf me dijo que no hiciera preguntas sobre eso hasta que él volviera. ¿Tú sabes a donde fue, no es así?
- No exactamente.  – Replicó hermética.
- Está bien, no preguntaré más. Pero prométeme que algún día me lo contarás todo.
- No lo sé, espero tener el valor.
- Vamos, todo pasamos por situaciones difíciles en esta guerra. Pero ahora todos tenemos una oportunidad para volver a empezar, al menos, honrando la memoria de aquellos que no pudieron hacerlo y que les hubiera gustado vernos seguir adelante.  – Y posó una mano en el hombro de la princesa, que sintió un dejo de confortamiento al escuchar esas palabras. La luna comenzaba a reflejar en el río.
- Quiero que me perdones por lo que sucedió cuando me estaba recuperando  - Le dijo el Rey con sinceridad – No fue un comportamiento adecuado. No volverá a suceder.
- No fue el comportamiento de un caballero – Dijo la dama remarcando sus palabras. 
- No parecías estar muy en desacuerdo al principio. – replicó el rey sonriendo.
- Fue…. Fue la sorpresa, créeme que lo ultimo que pensaba era que --
- Fue lindo.  – Interrumpió juguetonamente el rey.
- ¿Comparado con qué? – replicó ella desafiante.
- Bueno, tienes razón – dijo él ya en tono un tanto molesto – si lo comparamos con abrazar a un Wargo… - e hizo un ademán como si estuviera sopesando dos opciones en las manos a manera de balanza.
- ¿¡Cómo te atreves….?! – Y levantó la mano para abofetearlo, pero él fue más rápido y la tomó de los dos brazos y la atrajo hacia sí fuertemente tapándole la boca. Lo que sucedió en ese momento fue muy rápido.
- ¡Orcos! ¡orcos en Edoras! - Susurró Éomer llevándola detrás de un gran árbol. Cuando vio que ella había entendido lo que sucedía, le destapó la boca, manteniéndola en sus brazos mientras espiaba los que hacían los orcos. Estaban por llegar hacia donde estaban ellos y verían los caballos. Eran 4, y parecía que estaban reconociendo terreno.
Ella no sabía a que ponerle más atención, si a sus brazos rodeándola y protegiéndola, o a los orcos que se acercaban. No tendrían más remedio que enfrentarlos, pues ya se acercaban mucho.

- Quédate aquí, en cuanto los distraiga tú te vas volando, ¿me entendiste? – Preguntó Éomer.
- Pero yo traigo mi arco, puedo ayudar…
- No, haz lo que digo – y se lanzó a la carga.
- ¡Está loco! – dijo la princesa, al tiempo que corría hacia Brego y sacaba su arco y su carcaj.  – ¡Tanto trabajo que me costó curarlo, para que ahora venga con su actitud de héroe de la Tierra Media y me lo arruine!

En un instante estaba detrás de la batalla, y calculando los movimientos comenzó a disparar flechas y maldecir en élfico:

- ¡Ymir!, ¡lasto na `linn nîn a noro na `ostad!  (¡Demonios!, ¡escuchen mi canción y corran con temor!)  - hasta que hizo caer a uno de los orcos, lo que hizo voltear a Éomer.
- ¡Te dije que te fueras! Le gritó el rey.

Lothíriel sacó rápidamente otra flecha y apuntó en dirección de Éomer, quien se quedó paralizado con una mirada de incredulidad. Ella disparó velozmente, y antes de que él pudiera pensar nada más, la flecha pasó silbando por su oreja derecha para incrustarse en la cabeza del orco que tenía detrás con la espada levantada lista para matarlo, mientras de tajo él acabó con el otro que tenía enfrente. El último de ellos logró desaparecer en la oscuridad mientras Éomer corría detrás de él. Después regresó hacia la dama, quien estaba todavía jadeando del susto.

- Me salvaste la vida, pequeño demonio. Estoy en deuda contigo.
- ¿Peque…?... No es cierto, ya estamos a mano – Respondió la princesa tomando aire, con orgullo resentido por la plática anterior. Y volteó buscando a Brego, que no estaba junto a Firefoot.
- ¿Dónde está?… ¿¡Dónde está!?...¡Brego! – Gritó angustiada. Sentía que volvía a perder a un compañero.
- Brego es inteligente, habrá encontrado el camino a casa. Vamos, te llevaré conmigo.
- No… yo quiero buscar a Brego.
- Te repito que él sabe cuidarse mejor que nosotros. Además, ¿cómo se te ocurre que te voy a dejar aquí en plena noche?

Y sin dejarla decir nada más, la tomó de la cintura y la subió a su caballo, montando él detrás de ella y tomando las riendas con la mano derecha y con la izquierda rodeándola a ella para darle soporte.
Todo el camino de regreso fue en silencio. Lothíriel no sabía si lo que le aprisionaba el corazón era la preocupación por Brego y el susto que pasaron con los orcos, o si la cercanía con Éomer la estaba haciendo perder la respiración. El cabello de él se confundía con el de ella, casi podía sentir como latía su corazón detrás de ella. Éomer estaba preocupadísimo por el hecho de que hubiera más orcos cerca, planeando algún ataque contra la ciudad, pero también estaba alterado por el perfume de flores de Lothíriel, y el sentirla tan cerca, y la acercaba más a él como si no quisiera soltarla nunca. Él deseo había despertado en él, y casi estaba agradeciendo el traer su armadura puesta.
Al llegar a la ciudad y a la entrada de los establos del palacio, el rey bajó del caballo y tomó a Lothíriel de la cintura para bajarla, y al descender, los dos quedaron muy cerca uno del otro.

- No sé si fuiste muy valiente o muy inconsciente en el río, pero te admiro y respeto por ello. – le dijo el Rey sinceramente.

Ella ya no supo que responder, sólo lo miró detenidamente. En realidad ni siquiera hubiera querido bajar de Firefoot y quedarse así con él, juntos, muy cerca uno del otro. Sin decir palabra, entró a los establos a ver si Brego estaba ahí, y en efecto, había llegado; estaba sucio y algo maltrecho, pero estaba bien. Lothíriel suspiró aliviada mientras lo acariciaba.

      - Fae thala, Brego, Cenithon le erin arad `wain… (Eres un espíritu valiente, Brego, te veré mañana).

Gamelin se acercó apresuradamente al rey mientras éste observaba la escena en el establo.

- ¿Qué sucedió mi lord?
- Orcos, Gamelin, tenemos que revisar toda la zona, parece que no nos hemos librado totalmente de esa escoria. Convoca urgentemente a todos los mariscales.



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