El último de los Noldor

14 de Julio de 2006, a las 08:34 - Entaguas
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Nota: Aqui narro las acciones de Finfuingil Entaguas, un personaje que creé y del que poco a poco fui creando un relato. Está relacionado con el regreso de Melkor en la cuarta edad, y como Finfuingil tiene que afrontar la terrible carga que soporta. Él y sus hermanos son lo único que quedan de los Noldor, y en está historia trágica y llena de aventuras, es la historia de como un simple elfo explorador, llega a ser uno de los elfos mas temidos de la tierra media, no por su espada, si no por las decisiones que toma, su increíble valor y fidelidad a sus compañeros. Os doy un saludo y doy muchos agradecimientos al maestro por crear este universo tan maravilloso para ampliar mi imaginación hacia nuevos horizontes. Tened en cuenta que tampoco tengo un master en ortografía así que quizás tenga varios fallos ortográficos. Espero que disfrutéis tanto de este relato como yo haciéndolo. Puesto que no tengo mucho tiempo, aquí van los 2 primeros capítulos de mi relato.

Un saludo del forero Entaguas ;).


CAPITULO I: LA MUERTE DE UNO DE LOS 4

Era una tarde de invierno, y el follaje cubría todo el suelo del renombrado Bosque Verde, antes bosque oscuro. Poco se sabía ya de los elfos, y para algunos no eran mas que un murmullo que se hundía en el pasado, y sus leyendas y proezas se olvidaban, dejando paso a la edad de los hombres. Quedaban pocos elfos en la tierra media, y la mayoría llenaban sus vidas de secretismo, y dispersos, desaparecidos y algunas veces encontrados en tabernas, bajo el asombro de otras razas al ver su nostalgia. La mayoría partieron a las tierras imperecederas y los que se decidieron quedar, bajo su pena, para ver como se acercaba el final de la tierra media. Algunos quedaron en Rivendel y Lorién, otros difuminados como bandidos por lugares de la tierra media, aunque donde mas abundaron fueron en el bosque verde. Finfuingil Entaguas era uno de ellos, uno de la gran estirpe de los Noldor, que con sus 3 hermanos, había decidido quedarse en la tierra media. Estaba sentado en el follaje del bosque verde meditando sobre asuntos personales. Era la cuarta edad, y un murmullo de una sombra se difuminaba, nuevas noticias alarmantes provenían de todos los lugares, un nuevo terror y mal veía la tierra media con ansias de codicia y una gran vista maliciosa. Extrañas profecías y hazañas de tiempos anteriores resurgían, asi como el recuerdo de antiguos males. Y es que según decían, Melkor, Morgoth, iba a regresar. Los hombres apenas recordaban a lo que se iban a enfrentar, pero los enanos y los elfos, mas dados en edades, sabían muy bien quien era Morgoth. Los enanos se llenaron de terror y la mayoría se escondieron en sus cavernas y nuevos reinos, aunque algunos reinos de los enanos, decidieron luchar. Los elfos no tardaron en abrir sus herrerías y fundiciones. Los hombres atemorizados de rumores, confusos, no supieron que hacer, toda la tierra media estaba en confusión y temor, era un caos. Incluso a la comarca llegó noticias de este terror, y los hobbits, se feudalizaron completamente, y los hombres no tardaron en convertir la comarca en un recinto amurallado. De improviso, Entaguas, no tardó en levantarse del tronco en que estaba apoyado(lleno de verdina por cierto). Se quedó inmóvil, como si estuviera observando algo a lo lejos, y es que no ve el ojo de Sauron, ve la mirada de un elfo. No tardo en darse cuenta de que era una falsa alarma. No estaba meditando en aquel lugar porque le gustara, si no porque, le habian dicho que hiciera guardia. Los orcos se multiplicaban, con los Uruk-hai. Pero no solo eso, había muchos mas problemas en la tierra media, pues incluso en la comarca se habían tenido noticias de avistamientos de dragones y otras bestias. Para colmar el vaso, con los dragones habían venido unas bestias muy raras, los hobbits los describieron como hombres-lagarto, además de arañas, lobos y demás bestias olvidadas y nunca vistas. En ese instante oyó unos ruidos por detrás suyas, de unas pisadas familiares. No necesito volverse para atrás para saber quién era. Un hombre de pelo castaño, ojos grises y más alto que él, estaba agazapado detrás de una gran roca, avanzando a gatas.
- Es inútil que te escondas, Bormûl- Dijo Finfuingil- Aunque quedan muy pocos elfos esto no significa que estos hayan perdido sus sentidos, tus pisadas se oirían hasta en la más profunda caverna de Moria.
El hombre, un montaraz, no tardo en levantarse y soltar una gran carcajada. Sus vestiduras eran oscuras y pobres, y cargaba con una gran mochila en la que asomaba un arco.
- Veo que a los pocos Noldor que quedan los mandan de guardias- Dijo, a la vez que se aproximaba lentamente.
- Calla, pues ahora te toca ati hacer guardia- Dijo Finfuingil, a la vez que cogía su mochila, casi vacía. Sentía pena de Bormûl, le tocaba el turno de noche. Por mucho que el Bosque Verde fuese limpiado, todavía había terror en la oscuridad de la noche. Finfuingil se quedaba con él hasta el anochecer, entonces partía rápidamente a la fortaleza.
- Traigo muchas noticias- Dijo Bormûl con amargura, ya estaban frente a frente- Y todas malas, muy malas, sobre todo para los de tu linaje.
- ¿Qué ha pasado?- Dijo Finfuingil, con un terror en su mirada, temiendo que les hubiese pasado algo a sus hermanos.
- Tranquilo, tus 2 hermanos han sobrevivido: Foldor y Ferleth. Firnarfin no ha tenido la misma suerte.- Dijo amargadamente.- Como tu sabías estaban en la Comarca, Firnarfin estaba en la comarca protegiendo el sitio. Pero una terrible horda de Uruks y dragones ha destruido toda la parte oeste. Los caballeros de Gondor están intentando evacuar toda la comarca, pero a la velocidad que van los Uruks, los hobbits desaparecerán de la tierra media. En cuanto a Foldor, esta resistiendo los ataques de los orcos en Moria, y Ferleth se ha encaminado hacia la Comarca con unas tropas de elfos para ayudar. Para colmar el vaso, me he enterado de que Rohan está siendo asediada, y los ents del bosque de Fangorn marchan en ayuda de Rohan, una batalla en la que dicen que habrá hasta Baldorgs. Eso es todo.
Acto seguido se echó sobre un árbol esperando respuesta de Finfuingil, que estaba paralizado de terror, y su piel se había vuelto blanca. Bormûl estaba mas acostumbrado a noticias de ese tipo, pero esta le había impresionado a él también. La nueva sombra había resurgido con una nueva sombra inmensa, lanzando un ataque masivo contra las ciudades de la tierra media mas importantes, y algunas como Rohan, quizás no vivieran para ver la luz del sol. Los hobbits serían un mero recuerdo, y las minas de Moria arrasadas por completo. Los ataques contra Gondor ya habían sido lanzados hace un mes, afortunadamente M. Tirith aguantó el embiste sin ayuda, pero con terribles perdidas; Osgiliath ya no existía; en su lugar había un basto desierto cubierto por cenizas. ¿Y los Valar? Peores fueron las noticias que trajo su hermano Foldor hace un mes, diciendo que estos también estaban siendo asediados y luchando en batallas navales. Morgoth había pasado mucho tiempo encerrado, pero en ese tiempo trazó un plan tan meticuloso y preciso, un plan que consistía en arrasar la tierra media, y hacerse dueño del mundo. Finfuingil lo sabía, pero por un momento regresó a la realidad. Vio a Bormûl mirándole un poco perplejo, y desenvainando su espada una llama surgió en sus ojos, un fuego que se avivaba en su interior. Acto seguido miró a Bormûl con una seguridad infinita, y Bormûl vio en Finfuingil un Noldor, uno de los pocos que quedaban en la tierra media, con valentía suficiente como ir a enfrentarse a Melkor.
- Ahora vamos hacer algo que teníamos que haber hecho mucho tiempo. Levántate montaraz, este viaje va a ser muy largo.
- ¿Qué?¿Oye, y el turno de guardia?¿A donde vamos?¿Que te ha pasado?
- La llama de los Noldor ha resurgido en mi interior. No voy a quedarme aquí de guardia viendo como la tierra media es arrasada, los elfos del bosque tendrían que prestar ayuda, pero si quieren luchar y mantenerse a la defensiva como los enanos, han perdido a uno de sus mejores guerreros. Los orcos no tardaran en reconstruir Dol ...
La mirada de Bormûl le paró, Dol Goldur, había sido reconstruido y él no había sido informado.
- Las noticias eran confidenciales, además todavía no estamos seguros, no podía contarte nada- Dijo Bormûl al tiempo que olía algo extraño en el aire. Poco después un gran cuerno sonó entre los arboles y la mirada de Finfuingil no tardó en ver como unos cuantos orcos dispersos avanzaban rápidamente. Miró a Bormûl y le dijo:
- ¿Eso confirma tu confidencial?Corre, ve y da la alarma- Dijo gritándole al tiempo que desenvainaba la espada- Yo les pararé un rato, vienen dispersos y no son muchos.
Bormûl se fue corriendo y no tardó en perderse de la vista del elfo en la marea de arboles. Los orcos iban corriendo por el camino, a metros de distancia unos de los otros. Finfuingil, escondido detrás de un gran árbol, estaba esperándoles. Se subió al árbol y desde arriba empezó a disparar flechas hasta que se le agotaron. Pero desde el árbol pudo ver detalladamente como eran los orcos. La mayoría eran Uruks, unos con grandes porras de hierro, otros con puñales y hachas golpeándose el pecho como signo de fortaleza. Antes de que disparara su primera flecha, todos se agruparon y formaban ya una marea humana, eran unos 50, es decir era un ejército explorador. A muchos más metros se encontraba el verdadero ejército, formando una marea negra y una mole devastadora, y al paso que avanzaban lo quemaban todo. Con ellos había arañas y incluso pudo distinguir una figura negra con forma de gusano encerrada y con ataduras, que se retorcía y rugía. Al frente del ejército se encontraban 3 baldorgs y Olog-hai de grandes dimensiones, con grandes porras y mazos llenos de sangre. En cuanto disparó la primera flecha el ejército explorador se sacudió y confusos siguieron avanzando lo más deprisa que podían, a la vez que hacían sonar el cuerno para avisar al resto del ejercito, que no aceleraba la marcha. Agotó todas sus flechas dando siempre en el blanco, pero la armadura de los Uruks era muy fuerte, y apenas los hería. Por eso cuando se tiró del árbol con su gran espada desenvainada todos los orcos estaban lleno de flechas. Todos los Uruks estaban sin escudo al igual que Finfuingil, pero armados con unos mazos y porras que podían reventarle la cabeza. Los Uruks le rodearon al tiempo que decían viejas injurias. Finfuingil esgrimía su espada fuerte, una espada que  los Uruks al verla sintieron pánico, pues medía mas de un metro con una curva que le daba un aspecto del lejano Harad, y terriblemente afilada. Giro su espada como si fuera un molinillo, y si alguien le hubiera visto, hubiese recordado al instante a unos de los antiguos Noldor. La lucha era terrible y fiera, y los Uruks se abalanzaban violentamente a matar, pero Entaguas los rechazaba y los mataba a la vez fieramente. Matar a varias unidades a la vez no es una gran proeza, pero llenó de miedo a los Uruks y tiritando de terror se perdieron en la curva del camino. Había matado a la mitad y con eso estaba contento, ahora debía de regresar rápidamente a la fortaleza o luchar con los refuerzos que trajera Bormûl. Pero en ese momento oyó aullidos, de huargos, que corrían fieramente hacía su posición, aunque afortunadamente, estos se detuvieron en acabar con los cobardes Uruks que derrotados, algunos al ver los huargos abalanzarse sobre su cabeza, no tardaron en volver al ataque. Pero el tiempo era oro, y ese tiempo Finfuingil lo aprovechó en huir de la escena por el bosque, adentrándose cada vez más. El bosque verde seguía siendo un laberinto, lleno de arboles altos de todas las clases. Finfuingil no tardo en subirse en uno, y en unas de sus gruesas ramas se sentó y examinó la situación. Un ejercitó gigantesco se aproximaba a la única fortaleza y gran reino del bosque verde, de lo cual deducía que Dol Goldur había vuelto. El enemigo lanzaría un ataque masivo, y el bosque verde, se convertiría en el anterior bosque negro, esta vez mucho mas terrorífico y mas protegido por el enemigo. Pero no era momento para quedarse quieto, tenía que encontrar a Bormûl o ir a la fortaleza enseguida. Pero el enemigo había mandado unos rastreadores muy especiales, pues no quería que fastidiara su gran plan. Antes de que se deslizara con tremenda agilidad por el tronco del árbol y desapareciera para el enemigo, unas terribles arañas estaban husmeando el ambiente en el suelo. No tardaron en alzar la vista y allí estaba, Finfuingil, quieto como una piedra y dispuesto a oponer resistencia hasta que le quedara sangre en el cuerpo. Las arañas no avisaron a los orcos ni a ningún otro enemigo, pues las arañas solo luchaban con los orcos porque querían volver a vivir en el bosque verde, es decir se habían aliado por que les convenía. Una vez acabada la guerra ella volverían a vivir felices en su bosque. Las arañas gigantes, oscuras y negras, reían siniestramente, y la más grande dijo:
- ¿Quién eres tu, pequeño elfo, para desafiarnos?- Dijo burlándose y riéndose, y las demás le imitaron.
- Soy uno de los antiguos elfos de los Noldor- Dijo desafiante, irguiéndose al tiempo que agarraba su espada con una terrible fuerza- ¡¡¡Y os mataré a todas, cobardes, pues sois antepasados de Ungoliat la cobarde, Ella-laraña la fétida y vosotras sois lo poco que queda de una estirpe de viejas gordas venenosas!!!
Y acto seguido se lanzó a otro árbol, y corriendo ferozmente huía de la escena, y las arañas humilladas y terriblemente furiosas por el discurso se lanzaron rápidamente al ataque. Entaguas podía haberles plantado cara, pero tenía otro plan. Las arañas eran lo bastante pesadas como para no poder caminar por las ramas menos pesadas, y estas, orgullosas no pedirían ayuda. Lanzaban hilos de seda, pero Finfuingil los lograba esquivar. Una araña con los ojos en llamas de furia se subió a su rama, que no tardo en romperse y caer al suelo. Entaguas no pudo saltar a otra rama más cercana, y cayó a mas de 3 metros del suelo sobre el cuerpo de una fétida araña, amortiguando el golpe. Al caer su larga espada se clavó en el gran aguijón de esta, y se tambaleó un poco, pronunciando un terrible grito, y murió con él encima. Las demás arañas al ver sus 2 hermanas muertas corrieron para el lugar sin temor, con los ojos cargados de fuego, llenos de furia, y Finfuingil, débil por el golpe, no tubo fuerzas suficiente para coger la espada y poder oponer resistencia. Pero en el mismo instante que la gigantesca araña se abalanzó sobre él pegando un gran salto, sacó Finfuingil la espada del venenoso vientre de la araña. La espada estaba llena de un líquido verde, viscoso, y la espada de la que salía humo al estar en contacto con ese líquido que era sin duda sangre de araña . Se la clavo en la garganta a la gigantesca araña que acababa de abalanzarse sobre él, y en ese instante observó como una lluvia de flechas élficas acababa con la muerte de las demás arañas, sin sobrevivir ninguna. Luego vio como 3 filas de huargos corrían para el lugar, avanzando torpemente y lo más rápido que podían, y como un ejército de elfos cargaba sus flechas desde los árboles, otros bajaban con sus largas espadas con sus altos y blanco estandartes de guerras, y una línea de jinetes avanzaban para cargar. Los jinetes y huargos se lanzaron en un terrible ataque fulminante, y Finfuingil expectante fue lanzado por las mandíbulas de un gigantesco huargo negro, y chocó contra el tronco de un débil árbol, que al ser lanzado se rompió. Mientras toda el ejército enemigo se internaba en el bosque verde, y los elfos alzaban sus banderas, sin muchas esperanzas de victoria. En la confusión de la batalla, estaba Finfuingil con una gran herida de sangre en la cabeza tendido sobre el suelo, inconsciente.


Firnarfin observaba desde la muralla como se ocultaba el sol en el horizonte. La Comarca tenía algo especial, algo que Firnarfin no había pillado. Le recordaba a su juventud en los bosques de Lórien, y le cargaba de un ambiente nostálgico. Había muy pocos elfos defendiendo la muralla, y la mayoría del ejército estaba formado por gondorianos jóvenes sin apenas experiencia militar, y solo sabían realizar acciones defensivas. Acariciaba su arco con cariño, pensando en cómo estarían sus otros hermanos. Finfuingil,  Foldor y Ferleth, junto con él, era la única rama viva de los Noldor. Una familia que antaño hiciera las hazañas mas increíbles del tiempo, ahora quedaba casi extinguida y reducida a 4 hermanos que les tocaba pasar penurias insoportables, y intentaban reavivar sus hazañas para que no cayeran en el olvido. Firnarfin era el mayor de los 4 hermanos y era el que más afectado emocionalmente. Hacía más de 3 años que no veía a sus hermanos, y de vez en cuando recibía algunas cartas de su hermanos. Finfuingil era del que más carta recibía, ya que solía estar en un sitio fijo montando guardia durante meses. En cuanto a Foldor, no recibía muchas cartas de él porqué solía estar ayudando a los enanos, ahora estaba en Moria, y los orcos les estaban cortando los suministros, y Ferleth siempre estaba en movimiento, y había recibido muchas cartas de él. Le advertía y le suplicaba que se retirase y abandonase la Comarca, pues según él, no tardaría en caer, y una gran tropa de barcos negros se aproximaba. Nada lejos de la verdad, pero todas las noticias le llegaban turbias y confusas, pues de más de 1000 barcos que iban a desembarcar, solo desembarcaron unos 100 guerreros, era algo extraño. Parecía qué el enemigo les estaba acorralándolos en una trampa que sería su perdición. El ultimo mensaje de Ferleth era claro: `` Debes huir de la Comarca a toda prisa, luego nos veremos en Rivendel `` y su respuesta más clara todavía: `` Sabes que no puedo huir de la Comarca, también me necesitan para la defensa del muro y como general, si abandonó la comarca pondrán a uno de esos jóvenes gondorianos de general``. Firnarfin se la entregó al mismo mensajero que le había traído la de su hermano, y se esfumó velozmente en su caballo blanco. Mientras que veía como el mensajero se perdía en la lejanía, un joven gondoriano le dijo excitado y muy agitado:
- Señor, pequeños grupos de Uruks están arrasando toda la parte oeste de la Comarca que está fuera del recinto amurallado, y por lo visto tienen maquinas de asedio y tropas suficientes como para lanzarse al ataque.
El rostro de Firnarfin se volvió turbio y extraño. Aun a riesgo de parecer arriesgado, se acordó en sus antepasados, como no deliraban al hacer frente al enemigo. Y esa arrogancia sería la que le quitaría la vida y hacerle caer en la trampa enemiga.
- ¡Ordenad el ataque!¡ Quiero ver todos los jinetes y guerreros de la parte oeste listos para el ataque! ¡Preparaos! ¡En 10 minutos os quiero presentes a todos!
El plan de Firnarfin era sencillo; el ejército se iba a dividir en 3 partes; Norte, izquierda y derecha, y ambos lucharían separados, a una distancia prudencial en la que podían recibir refuerzos, pero aun así ambos ejércitos estaban muy separados. Los ejércitos laterales estaban compuestos totalmente por jinetes, para que así en caso de que el ejército central necesitase ayuda, pudiesen volver rápidamente realizando una violenta carga. Los ejércitos laterales eran unos 2000 jinetes cada uno, y el ejército central poseía muchas mas tropas, unas 5000, 1000 jinetes y 4000 de infantería: Guerreros, arqueros, tropas de hostigadores, lanceros. Firnarfin estaba en el ejército central al mando de la caballería, que estaba detrás de la infantería avanzando lentamente. Acto seguido se lanzaron al ataque, y la caballería del ejército de Firnarfin no hizo falta que interviniera, pues los orcos apenas luchaban, y la mayoría se retiraban. Eran muy pocos, y el ejército izquierda le sucedió lo mismo, y pronto el ejército central con el izquierdo acorraló a los orcos que huían y luchaban débilmente, la mayoría huían con comida y cosas robadas de las aldeas, pues habían ido a saquear. Lo mas extraño fue como tan pocos orcos habían acabado con las aldeas, y solo habían ido a saquear. ¿Y las máquinas de asedio? Firnarfin miraba extraño al este, y entonces se dio cuenta de su gran error: ¡El ejercito de la derecha! Todo el ejército enemigo estaría allí, y con el mismo plan de huida había llevado al ejército de la derecha a una trampa segura. Convencido de poder enmendar su error, y llegar a tiempo, mando a todas las unidades la orden de cargar, y todos se alejaban a un paso terriblemente rápido. Mientras Firnarfin veía como enfrente suya nubarrones negros se erguían, amenazantes e imponentes. Mientras avanzaba escudriñaba con su vista de elfo, pero no conseguía ver nada, algo extraño se ocultaba allí, una niebla muy densa que no le permitía ver nada. Llegaron al lugar en pocos minutos, y solo vieron soldados muertos, pero todos gondorianos, ni un orco. Era extraño, se bajó del caballo al tiempo que sus guerreros se ponían en guardia. Se respiraba terror en el ambiente, y olor a quemado. En cuanto la niebla se disipó un poco más, pudieron ver el terror. Todos los campos estaban llenos de cenizas negros, y los soldados quemados, oliendo a chamuscado. Se acercó a uno que daba señales de vida, con grandes quemaduras. El soldado movió un poco los labios y pronunció una palabra:
- Dragones...
Con una voz terrorífica pronunció el soldado la palabra, antes de morir. En cuanto Firnarfin oyó esa palabra, un ambiente de terror le llegó, pero no solo a él, si no a todos sus guerreros. Antes de que pudiese comprender la trampa en la que se hallaba y ordenase la retirada, un rugido inmenso se oyó por los aires, y terribles dragones alados, negros como el carbón y bastantes anchos, bomitaron lava sobre los jinetes y acto seguido se lanzaron en picado hacía el suelo. Lo siguiente fue todo caos en un infierno de fuego. Los dragones lanzaban grandes llamaradas quemando a todos los guerreros produciéndoles una muerte inmediata. Terriblemente veloces, algunos ni si quieran necesitaban volar para perseguir a los guerreros. Los guerreros en este caos observaron a Firnarfin que no dudo en ordenar la retirada. Él nunca había luchado contra dragones, y en esa emboscada, no tardarían en morir. Además debían huir a la fortaleza para dar la alarma, ya que la pérdida de su ejército podía suponer una gran perdida para la Comarca. En menos de 3 segundos subió a su caballo y hacía sonar el cuerno de la retirada. Aunque los soldados no le escuchasen debido al ruido intenso de las llamaradas y rugidos de los dragones, con solo verle huir con la mirada de terror huyeron precipitadamente. Como si fueran una estampida humana. Un dragón le lanzó una gran llamarada a Firnarfin, pero este, espoleó al caballo, lo que por los pelos le permitió salvar su vida. Pero eso no había hecho nada mas que empezar. Del suelo se abrieron terribles grietas, se empezó a romper, y algunos soldados lleno de terror no dudaron en lanzarse a ellas. ¿Qué demonios está pasando? Entonces lo comprendió, pues de las grietas salieron terribles baldorgs que con sus látigos de fuego mataron a todos los guerreros. Su caballo lleno de temor se dirigió hacia la grieta, y Firnarfin no pudo evitar que su caballo embistiera a un baldorg, que poco daño le había hecho. El caballo achicharrado al chocar contra la piel de fuego del baldorg, yacía en el suelo con Firnarfin. Este se levanto rápidamente, pero el baldorg chasqueó su látigo, cogiéndolo de la pierna y lanzándolo bien lejos. Este fue lanzado por las espaldas del baldorg, y que aprovechó dicho momento para correr desesperadamente, lanzándose a la fuga. Cuando ya estubo mucho mas lejos, agotado, no pudo evitar caer derrotado contra la verde hierba, pues estaba en la parte donde los dragones y baldorgs no habían llegado. Entonces, en esa colina, observó el plan del enemigo. Los baldorgs lanzaban con sus látigos a los guerreros acorralándolos en un circulo donde los dragones los quemaban. El podía haber estado en ese círculo, pero por fortuna el baldorg lo lanzó para detrás. Entonces vio como en la costa grandes embarcaciones negras desembarcaban un gran ejército de Olog-hai y trasgos. En ese momento los baldorgs corrían rápidamente  a su posición, es decir, hacía su fortaleza. Los dragones estaban con los orcos ordenando las maquinas de asedio y no le persiguieron, y fueron los baldorgs los únicos que a grandes zancadas le perseguían. Aunque estaban a una distancia considerable y agotado, Firnarfin estaba agotado, pero sacó fuerzas de sus adentros para correr como jamás había corrido en su vida. Los baldorgs al ver desde lejos que se alejaba, se retiraron a ordenar las tropas con los dragones, con sus terribles látigos amenazadores los orcos le obedecían a todo lo que dijera. Y en poco tiempo, los barcos vacíos se perdía en el mar, y el temible ejército del enemigo estaba preparado para atacar la Comarca.

Los centinelas del muro oeste de la comarca miraban temerosos al frente. Solo veían fuego y truenos, y una gran niebla que lo ocultaba todo. Por un momento temieron por sus vidas, ya que esos sólidos muros de piedra, por muy duros que fuesen, no resistirían mucho tiempo. El fuego de los dragones era terrible, y los baldorgs eran muy temidos. Los centinelas se alarmaron al ver a un elfo de gran estatura, con la capa roja reducida a un mantel quemado que le colgaba del cuello, y solo con la cota de malla, pues todas las demás estaban como quemadas y demolidas, y con un pie sin zapato, lleno de sangre. Entonces dijo una palabra:
- Firnarfin ser... batalla... baldorgs y dragones... Resis.- y acto seguido se desmayó, sin poder concluir la frase. Estaba agotado y en ese momento, a gran velocidad, la fortaleza entera se alarmó, todos se movían de acá para allá, nerviosos. Unos bravos jinetes no tardaron en salir y llevarlo a la fortaleza, y en cuanto entraron a está, la niebla se disipó, y el ejército orco fue mostrado, y los centinelas se llenaron de terror y todos los guerreros se acumulaban frente a las murallas, pero ni rastros de los baldorgs y dragones. Firnarfin fue dejado en una esquina, viendo la locura que había en las calles, mogollones de soldados avanzaban, acumulándose ante las murallas. Los hobbits se llevaban a sus hijos, y otros locos y sedientos de sangre, o tal vez borrachos, cogieron hachas, hoces y estridentes, es decir, armas rurales para hacer frente a los orcos. Los soldados no se lo impidieron, y allí, entre esas murallas grises gigantescas, se libraría el destino de la comarca. Resid, un guerrero elfo, se acercó a Firnarfin, qué perdía sangre y se moría por momentos. Resid le dio lembas y una bebida extraña, que le hizo recuperar el sentido. Firnarfin se incorporó al momento y le dijo:
- Gracias Resid, los poco elfos que estamos aquí debemos ayudarnos.
- De nada maese Firnarfin, la poción con las lembas te está ayudando a recuperarte, pero debes esperad a que haga más efecto- Y acto seguido corrió y se perdió entre la multitud que avanzaba rápida, pero temerosa ante los muros. Los orcos no se lanzaron al ataque, si no que hubo unos 10 minutos de ostigación entre ambos ejércitos. Las flechas incendiarias eran lanzadas contra los guerreros de las murallas y catapultas de los orcos no chocaban contra las murallas, si no contra el interior de la fortaleza. La fortaleza se vio envuelta en un caos peor, envuelta en llamas en el interior, y grandes cubos de agua eran llevados de aquí para allá rápidamente. Firnarfin, intento levantarse, pero la poción todavía no le había curado el pie y le era imposible avanzar, así que se hecho, suplicando para sus adentros que ojalá una catapulta no le cayera encima. La Comarca también tenía catapultas, y grandes balistas. Los arqueros se amontonaban sobre las murallas disparando flechas matando a multitud de orcos. Firnarfin consiguió levantarse y con la misma agilidad que tenía antes se fue hacia las murallas. No tardo entonces en subir, y estar apretado contra los arqueros, levantando su espada y gritando frases de victoria. Pero entonces las catapultas cambiaron de blanco; ahora dispararon fuertemente contra las murallas, y el golpe fue tal, que las murallas se tambalearon y multitud de guerreros cayeron de las murallas. Firnarfin ordenó entonces que los guerreros desenvainaran, pues por todo el muro, las escalas habían sido colgadas. Las murallas no cedieron ni un palmo de terreno, y defensivamente, estaban logrando una gran victoria. Los guerreros parecían animados, y no dejaban a un enemigo vivo pusiera los pies en las murallas. Entonces los orcos se retiraron, y los guerreros felices, no se lo podían creer; habían ganado. Pero cuando la puerta fue abierta para perseguirlos, Firnarfin fue corriendo a evitarlo, pero llegó tarde. Una vez más el enemigo les había engañado estúpidamente, dejándolos en ridículo. Los orcos desaparecieron en la niebla, pero tras abrir la puerta, grandes dragones alados se lanzaron a llamaradas limpias. Las murallas no soportaron el fuego de los dragones y se derrumbaron, y los soldados, patidifusos, vieron como entonces los dragones asolaban todo a su paso, sin dejar rastro de vida. Los baldorgs no tardaron mucho en entrar en la fortaleza, y detrás de ello venían los orcos, sentenciando la derrota. En ese momento, Firnarfin exhausto, corrió ferozmente, hundido por el temor. Pero en un momento se paró y pensó: ``De aquí nadie saldrá vivo, es el fin, gracias a mi, y no voy a morir como un cobarde huyendo, luchar con la espada en la mano sería lo menos que podría hacer``. Entonces se dio la vuelta y los guerreros sorprendidos al ver como iba en sentido contrario, hacia el peligro, les dijo mientras corría:
- ¡Si queréis morid, al menos hacerlo con honor elfos e hijos de Gondor!- y acto seguido se lanzó contra lo que los guerreros creyeron que era un edificio en llamas, pero era un baldorg. El baldorg cayó herido de muerte con la espada de Firnarfin clavada en la garganta y Firnarfin sobre él se levantó. Los soldados se lanzaron entonces llenos de seguridad, y con su valor incluso podrían haber tenido esperanzas de victoria, de no ser porque en ese momento un terrible gusano negro, un dragón sin alas, arroyó a Firnarfin que se acababa de levantar tras haber acabado con el baldorg. Y lo único que vio Firnarfin de la tierra media fue como una gran boca llameantes con grandes dientes venenosos lo arrollaba.

 Ferleth escribía una carta a mucha velocidad. La tinta se corría por la carta, el tintero se le derramó un poco, pero no prestó importancia ni la repitió. Estaba demasiado nervioso, pues el pulso le temblaba. Las noticias que le eran recibidas eran terroríficas, y el encuentro que había tenido esa noche era espantoso. Todavía tenia miedo, y toda su compañía de 4 elfos y 12 montaraces estaban titibuteando. Uno de los guerreros estaba montado en el caballo nervioso y esperando a que terminase la carta para enviársela a Firnarfin. Se mostraba impaciente, y en cuanto Ferleth le dio la carta, se la guardó entre la mochila que llevaba a la espalda, y espoleó al caballo, y en un momento se perdía de su vista. Acto seguido Ferleth entró en la campaña ordenada por los montaraces y elfos, y los 4 elfos se quedaron alrededor del fuego haciendo guardia. Ferleth no haría guardia, estaba muy nervioso. Tiritando de miedo, intentó acostarse, o al menos relajarse. Todos los montaraces estaban dormidos en la tienda como podían, sin llegar a estar apretados, algunos incluso estaban sentados apoyados contra los laterales. Ferleth intentó dormirse, pero lo ocurrido los últimos meses le producían un insomnio tremendo. Todo empezó ara mas de 3 meses aproximadamente, cuando estaban acampando en Amon sûl. Estaban persiguiendo un grupo de orcos con un grupo de 50 soldados comandados por él, de los que ahora solo quedaban unos 16. Hace días había tenido lugar una batalla había tenido lugar en el vado cercano a Rivendel. Los orcos esta vez no contaban ni con dragones ni baldorgs, pero si con una increíble superioridad numérica. Ferleth era un amo de la estrategia, y aplicando grandes escaramuzas y emboscadas a los orcos consiguió hacerlos huir. Pero sin embargo, su ejército había sufrido perdidas irreparables, y la mayoría se quedó en Rivendel por si tenían que resistir otro ataque. Pues el enemigo quería convertir Rivendel en una fortaleza oscura, su nuevo Mordor. Pero los elfos no lo consintieron y en un momento estuvieron plantados en Rivendel convirtiéndola en una auténtica fortaleza. Además era una zona estratégica que no podían abandonar. No tardaron en enviar un ejército que persiguiera a los cobardes. Pero pronto ambos ejércitos se adentraron en el bosque de los trolls y perderse. El lugar estaba otra vez poblado por trolls, y los orcos no tardaron en encontrar refuerzos. Otra vez lucharon y otra vez los orcos exterminaron al ejército que los perseguía, y se adentraron en las colinas del viento. Pero antes, Ferleth y su ejército exhausto se topó con ellos casi erradicándolos. Hasta hai todo era normal, pero casi lo erradicaron por que en medio de la batalla, unos espectros infernales salieron de la tierra, produciéndoles un terror terrible. Ferleth mandó su ejército volver a retirarse a la cima de los vientos, mientras que veían como los orcos también asustados corrían en su misma dirección a distinta distancia. Los espectros les persiguieron, pero finalmente, lograron dejarlos atrás. Pero por la noche los espectros los atacaron, y muchos murieron. Entonces descubrió que eran tumularios, y les raptaron. Su memoria se hallaba confusa y perdida, y lo único que recordaba era el momento de terror en esos momentos. Afortunadamente, él con 20 soldados pudo escapar, 4 murieron en el camino. Ahora estaban acampados cerca del puente del Brandivino, pues habían ido con prisa, pues habían recibido las noticias de que los Puertos Grises habían sido destruidos, y de que los enemigos se encaminaban hacía al recinto amurallado de la comarca. Habían sido perseguidos por el camino por huargos, trolls y tumularios. Para colmo, hoy por la noche habían recibido la visita de una especie de Nazgûl, un jinete negro. Aunque era imposible que hubiesen vuelto, tenía la misma apariencia, pero era una muy usual entre los hechiceros del enemigo. Este parlamentó con ellos avisándoles de que se retiraran si no querían morir, pues la comarca estaba arrasada. Tenían tanto miedo acumulado que todos se desplomaron, pues el jinete negro producía un miedo asombroso. El jinete negro estubo apunto de matarles, de no ser porque un guerrero elfo consiguió disparar una flecha ardiente, y este, salió corriendo en llamas. Tenía la sensación de que la Comarca había sido arrasada, y al anochecer vio a 2 hobbits huyendo rápidos diciendo: ``Toda la parte oeste de la Comarca esta arrasada, corred``. Las noticias no tardaron en difuminarse por los reinos en menos de varias horas, aunque Finfuingil, se enteraría de que la parte oeste estaba arrasada. ``En una semana toda la Comarca estará arrasada y yo muerto``- Pensó tristemente Ferleth, pues se dirigían hacía allí, a comprobar qué estaba pasando de una vez por todas. Eso es lo que los sucesos que le atormentaba, pues les estaba recuperando la memoria a trozos, estaba muy confuso y muerto de terror. Lo que no olvidaba, era los ojos rojos que sobresalían de la capucha del jinete, unos ojos que le helaban el corazón y le traspasaban el cuerpo... Ahora ordenaba a sus guerreros desmontar la prisa tienda a toda prisa pues el corazón le decía que algo no andaba bien, y en un santiamén, todos estuvieron montados en sus caballos preparados para correr hacia la Comarca. En ese momento oyeron un grito desgarrador que les heló la sangre, y antes de que el caos y el terror se extendiese por sus compañeros, alcanzo a ver unos cuantos jinetes negros, serían aproximadamente unos 10, y no tardaron en abalanzarse hacia el lugar espoleando a sus caballos negros. Los caballos de sus compañeros y el suyo se alteraron y corrían como locos, llenos de miedo. Al final todos acabaron en el suelo, y mientras que algunos de los caballos se perdían en la lejanía rápidamente, otros corrían como locos y caían al suelo. Los guerreros se encontraban en el suelo, algunos con antorchas. En toda la oscuridad de la noche, veía como sus compañeros con antorchas eran meros puntos perdidos y difuminados. Mientras se oían los relinchos de los caballos perdidos, y sonidos de cascos, como unos jinetes negros se acercaban en la oscuridad. Acto seguido unos gritos de terror, y todos los guerreros con antorchas salieron corriendo, algunos las tiraron llenos de miedo. Ferleth tenía una antorcha, y entonces vio como un elfo compañero suyo, era decapitado por uno de esos jinetes negro. Ferleth tiró la antorcha a un charco, con lo cual ya no se podía defender de los jinetes negros. Todos sus compañeros muertos, y los jinetes negros se dirigían hacia él, que paso a paso intentaba alejarse, pero era demasiado tarde, la oscuridad de la noche era el terreno de esos jinetes y verían muy bien, y estaba ya localizado. Entonces se llenó de valor y pronunció alto y claro:
- ¡O Elbereth! ¡Gilthoniel!
Y acto seguido lanzó una flecha dorada que brillo en la oscuridad de la noche, dando en el jinete negro que estaba más cerca, y al darle, un grito agudo se elevó en la noche. El jinete y su caballo cayeron ambos, produciendo un grito mortal. Los demás jinetes se pararon y chillaron, y acto seguido no tardaron en bajar de sus caballos para dirigirse al lugar en que yacía difunto el jinete. Ferleth, que estaba lleno de valor, desenvaino su espada, larga y triunfante, llena de sangre orca, y dijo en la noche:
- Jinetes negros, cobardes, venid a mí si tenéis suficiente valor, si no, yo iré a vuestro encuentro a mataros uno por uno y echaré vuestro cadáver al río- Y acto seguido con la espada alzada en signo triunfal, se dirigió hacia ellos. Los jinetes volvieron a montar en su caballo y dirigirse con las espadas alzadas hacia él, y el jinete muerto, se volvió a levantar y sacarse la flecha, y montó en su caballo. Ferleth, ya no podía demorarse ni abandonar. Ya había elegido su destino, y si iba a morir, al menos que lo hiciera de una forma que fuera recordada en todas las edades. Allí, unos de los últimos de los Noldor, luchó contra la oscuridad con una valentía increíble. Los jinetes le rodearon , y Ferleth se lanzaba contra ellos de una forma, que los jinetes se bajaron de sus caballos para hacerle frente. Ferleth pronunció toda clases de conjuros y frases élficas para usarlas contra los jinetes a modo de hechizo, hasta que al final consiguió derrotarlos. Los jinetes y sus caballos estaban muertos. Había sido una lucha intensa, pero no consiguieron darle con la espada a Ferleth ni una vez. Este exhausto de su lucha, siguió caminando lentamente hacia la Comarca. Al fin vio los muros gondorianos que cercaban la comarca, pero estos estaban envueltos en llamas, y gondorianos, elfos y hobbits huían del lugar montados en caballos, lo más rápidos que oían. Entonces al ver tal espectáculo pensó: `` Firnarfin ha muerto, y toda la comarca esta arrasada. Las noticias llegaran a Finfuingil demasiado tarde como para que pueda hacer algo, y le dirán que solo la parte Oeste estará arrasada``.  Se desplomó contra el suelo llenó de cansancio, y vio como unos hobbits montados en su caballo lo cogían y lo subían, y se lo llevaban a lomos de un gran caballo blanco, y perdió el conocimiento debido al cansancio. Se despertó entonces en un bosque conocido: El bosque de los trolls. Unos hobbits curiosos y hombres le rodeaban y al verle abrir los ojos, un elfo alto, rubio y con las ropas desgarradas le dijo:
- Eres hermano de Firnarfin, debes de ser Ferleth. Yo soy Resid, amigo de tu hermano, y debes de saber que tu hermano murió heroicamente.
Sus peores temores se habían confirmado, desgraciadamente...
Finfuingil despertó, la cabeza le dolía mucho. Se despertó en una habitación de estilo élfico, tendido sobre una cama, tapado con una manta de color gris. Estaba con la armadura puesta, y se levanto de la cama con un gesto de confusión. Se tambaleó, y busco por la habitación su espada antes de pensar en cualquier acción que fuera a realizar. No la encontró, y solo encontró su carjal lleno y su arco, a su vez de todas las armas secundarias como sus dagas y espadas largas. Finalmente después de tanto rebuscar consiguió encontrar su espada. Ya armado, abrió lentamente la puerta para ver que es lo que había en el exterior. Abrió la puerta con cierto temor y cerró los ojos, no sabía con lo que podía encontrarse, con un paraje quemado y miles de muertos quemados, con un baldorg, o con otras peores criaturas. Pero con lo que se encontró fue totalmente distinto; era una casa árbol. Al abrir la puerta vio enfrente suya unos cuantos guerreros élficos haciendo guardia, y unas mujeres comiendo, unas élficas y otras humanas. Estaban todas en una mesa redonda de madera, comiendo algún tipo de comida élfica. Una de las humanas le pareció terriblemente bella, de una pequeña melena rizada castaña, con unos rasgos delicados y bellos. Ambos se quedaron mirándose, y otra chispa salió en el corazón de Finfuingil, pero esta no era la llama de la lucha, si no del amor. Al quedarse largo tiempo mirándose paralizados, las humanas y elfos les miraron, y Finfuingil rápidamente desvió la mirada y se fue andando vergonzoso. En la tierra había un gran desfile de ejércitos elfos, altos y todos con grandes arcos, muy disciplinados y marchando firmemente. Uno de los arqueros que estaba en una rama de la semi-casa árbol, se dirigió y le dijo:
- La batalla la perdimos. Afortunadamente, Dol Guldur está siendo asediada, estás en el campamento principal, te encontramos tirado en el suelo con una gran herida, y decidimos llevarte hasta aquí, pues según nos decía un montaraz, un tal Bormûl, eras muy diestro en la espada. Hemos decidido erradicar el problema de raíz, por eso estamos asediando Dol Guldur, pero te aviso; no será una batalla fácil, habrá baldorgs y dragones de por medio.
El rostro de Finfuingil se serenizó, y le dijo al guardia:
- Bien, ahora necesito descansar, pues el golpe ha sido muy fuerte, y todavía no estoy completamente curado todavía. Ahora me daré una vuelta por aquí al ver esto, y cuando llegue el momento del asalto, avisadme y me pondré entre los primeros de la fila.
Acto seguido dio una vuelta por todo el lugar. Eran millones de tiendas de campañas dispuestas en el suelo, y en los árboles, infinitamente largos, eran una escalera que conducía a una primera planta, en las que descansaban unos refugiados, con habitaciones individuales, y en las demás plantas era casi igual. Andaba por donde andaba siempre veía un firme ejército en guardia y marchando dispuesto para la lucha.
Se había despertado muy temprano, y quizás todavía la mitad del campamento estaba dormido o descansando. Se dirigió hacia el sitio donde se despertó, que le encontró mucho encontrar debido a que eran casi todas las habitaciones igual. Afortunadamente la encontró pronto, ya que no se aventuró muy lejos. Subió por la escalera de caracol y en la antigua mesa redonda donde estaban comiendo las humanas y las elfas, solo estaban la mujer hermosa que le había cautivado. Estaba sonriente y al verle soltó una carcajada, y le dirigió una gran sonrisa. El hizo lo mismo y se dirigió hacia ella, sentándose a su lado. Antes de que él abriera la boca, ella nada más sentarse le dijo:
- Hola, soy Mariëh. Tu debes de ser Finfuingil, oí tu nombre a los guardias. Al parecer eres un gran guerrero, cosa que yo no creo, al abrir la puerta tenías miedo, la abriste tembloroso, y al verme te has quedado muy fijo en mí, quizás no estés acostumbrado a ver humanas. No somos nada bellas comparadas con las  elfas.
- No soy un cobarde- Dijo Finfuingil extrañado al oír lo que le había dicho- No se si sabrás quienes eran los Noldor, pero yo soy uno el último que queda con mis 2 hermanos Foldor y Ferleth.
Dio un gran suspiro y continuó:
- Eres muy curiosa, pero nunca había visto humanas en el bosque verde, y menos una tan bella como tú.
Mariëh se sonrojó y dijo:
- Bueno, tendremos toda la tarde para conocernos, mis amigas no creo que vuelvan hasta la noche y tú no creo que prefieras planear el asedio- y le cogió de la mano, mirándole de una forma muy intensa.
Acto seguido pasearon por la casa árbol, visitando los pisos y charlaron alegremente. Pero algo había surgido entre los 2 que ninguno se atrevía a decir: la llama del amor había surgido, entre una humana y un elfo. Algo imposible, pero disfrutaron de ese momento como jamás había aprovechado algo en la vida.
El tenía una vida muy complicada, y Mariëh seguramente también. Ambos cuando hablaban de su futuro  y de su pasado se sentían incomodos. Sin embargo, al atardecer, se metieron en la habitación de Finfuingil. Ambos reconocieron su enamoramiento y suspiraron terriblemente. ¿Qué iban hacer? El amor y la unión entre ellos era imposible. Además, era algo sin sentido, una de esas sorpresas que te depara la vida sin venir a cuento. Al anochecer cenaron solos, y se dieron la mano y se besaron, y Finfuingil dijo:
- No vale la pena enamorarnos, esto solo va hacer algo temporal- Dijo al tiempo que unas lágrimas corrían por su rostro.- Mañana tu te iras y yo quizás este muerto en el campo de batalla.
Se abrazaron fuertemente, y en un momento de ternura se besaron apasionadamente. Luego, se separaron lentamente, y se dieron la vuelta, al tiempo que se limpiaban las lágrimas. Ya no se volverían a ver.
Finfuingil pensó:`` Este día no lo olvidaré jamás, y Mariëh será otra preocupación nostálgica más, con sus hermanos, otra nueva en el grupo de los que temiese que muriese``.
Se acostó muy preocupado, y le costó mucho trabajo conciliar el sueño. Pensó en como habría muerto Firnarfin, seguramente heroicamente. Se acordó de hace 3 años, cuando cenaron todos juntos, rieron y comieron, acordándose de los viejos tiempos. Pero las últimas y pocas reuniones con sus hermanos habían sido serias y cargadas de tristeza y pesimismo, incluso discusiones entre Foldor, Firnarfin y Ferleth. Finfuingil se quedaba observando como ambos discutían sobre el enemigo y escuchando todo lo que decían, y algunas veces imponía el orden, ambos pedían al otro que se retirase del lugar, etc. Desgraciadamente, le despertó un guardia dándole otra mala noticia: ``El asalto va a comenzar, los guerreros se están preparando``, dijo el guardia. Su destino estaba sellado, o moriría o viviría para ver como los elfos expulsaban el mal del bosque verde para siempre. Finalmente descendió, y por un instante al ver a Mariëh se miraron fugazmente, al tiempo que Finfuingil descendía con los guardias preparados para la batalla. Todo el ejército se estaba preparando. Pero una cosa en la que no había caído Finfuingil era lo extraño del asunto, que en más de 3 días de asedio, Dol Guldur no había dado señales de vida. Algo extraño guardaba aquella fortaleza, y algún plan devastador tenía el enemigo.
Ya era demasiado tarde para volverse atrás. Los muros oscuros de Dol Guldur amenazaban desafiantes a los guerreros élficos. Había muchos arqueros y guerreros valientes dispuestos a dar su vida, bien armados y con escalas y arietes para derrumbar la muralla, y también había algunas torres de asedio. Los jinetes ocultos en el bosque, esperarían a que los valerosos guerreros abrieran las puertas para adentrarse en la marea enemiga. El ejército entero se desplegó preparado para atacar, pero algo extraño había. Ni un ruido que no fuera el del viento que rozaba las hojas secas del bosque. El general que estaba organizando el asedio, del que todavía no había visto, estaría preocupado y dudoso. Finalmente tras varios minutos de silencio mando descargar unas cuantas descargas de flechas. Nada, sin respuesta. Finalmente ordenaron el ataque, y los guerreros adentraron hasta la muralla sin problemas. Pero una vez entraron, todos avanzaban temblorosos por los pavimentos negros, y esos edificios oscuros como el carbón. Había caracteres blasfemos en élfico, banderas quemadas y alguna que otra cabeza de humano o elfo por allí. Los guerreros elfos ya empezaban a agruparse y avanzar cada vez más lentamente, y sujetaban las espadas temblorosos. Un viento frío les dio en la cara y los guerreros se quedaron paralizados. Acto seguido unos chillidos de terror y muerte se oyeron en el aire, y unas bestias aladas cabalgadas por un ser que parecía ser un Nazgûl se lanzaron en picado contra los guerreros, desbaratando las filas y causando graves bajas. Acto seguido unos dragones voladores surgieron de la nada, y en un momento lo arrasaron todo. El ejército entero se retiraba, mientras los dragones lo quemaban todo. Los chillidos de los seres que cabalgaban las bestias aladas se escuchaban fuerte, y producía un temor que no tardaron en retirarse todos. Acto seguido una gran marea de orcos resurgió de la nada, y también arañas, huargos, Olog-hai e incluso 3 baldorgs. La batalla estaba sentenciada, morirían allí, definitivamente. Finfuingil quería luchar, pero al ver que todos se retiraban y que la marea se avanzaba, no tuvo otra escapatoria que intentar huir. Rápidamente Finfuingil estaba metido en el cuarto de su cabaña árbol, escondiéndose. Había corrido muy rápido, y eso que el no era un buen corredor, pero el miedo quizás le dio una rapidez sobrenatural. Se asomo por la puerta y entonces si contempló el paisaje que se imaginaba: Una gran llanura llena de cenizas, solo su árbol y otros en pie. Todo estaba quemado. Mientras veía como la lucha se libraba de forma desorganizada, y muy desigual. Fue corriendo a bajar, pero la escalera no estaba. Entonces se dio la vuelta y vio como un orco de estatura media apuñalaba a Mariëh, y esta caía. Grito desesperadamente, y fue con su espada rápidamente hacía el lugar y degolló al orco en cuanto apareció. Mariëh estaba tirada en el suelo, con un gran herida, y sin conocimiento. Pegó un gran salto hasta el suelo cogiendo a Mariëh en brazos y huía del lugar viendo el excelente sabotaje que estaban haciendo los orcos. Finalmente corría con un par de guerreros, aunque uno por uno todos sus compañeros cayeron por unas cuantas flechas. Finalmente creyó estar fuera del peligro, y echó a Mariëh contra el suelo. Acto seguido la beso y frotó la herida con una hierba que había recogido. Abrió los ojos y dijo:
- Me has salvado, muchas gracias Finfuingil, te amo, pero temo que lo nuestro es imposible.
- No te preocupes por nuestro amor, que yo jamás te abandonaré, pero querida mía, debemos de avanzar rápido, pues el Bosque Verde ya será oscuro para siempre.
Y tenía razón. Los elfos del bosque habrían utilizado todas sus fuerzas en el asalto, y cuestión de minutos era que los bellos y misteriosos reinos élficos del bosque desapareciesen.
Ya nadie más que quedaban los ciudadanos para proteger sus ciudades. La lucha que realizaron los campesinos fue una historia que merece contar, una historia de valor. Ellos habían decidido quedarse allí, y no huyeron, si no que protegieron la ciudad. Cada uno como podía, armado con las espadas que los guerreros habían abandonado, resistieron heroicamente. Los últimos resistentes de las aldeas y ciudades pegaban fuego a todo y se mataban. Ese día, les enseñó a Finfuingil una verdad muy cruel; no se es héroe por qué el enemigo tenga miedo de tus armas, no, se es héroe cuando el enemigo tiene miedo de ti, y tus compañeros, la historia de la caída de los reinos élficos del bosque fue una hazaña élfica que narraba trágicamente como unos campesinos armados con desde espadas hasta palos de madera, se resistieron a todo el enemigo, y ellos tenían otras ocupaciones, podían haber huido, pero no, ellos se quedaron resistiendo hasta que una última gota de sangre corriera por las venas. No hubo ningún prisionero, pues los elfos prefirieron lanzarse a las llamas y asfixiarse que ser torturados por esas inmundas bestias. A sí, Morgoth obtuvo un reino más, a un alto precio, pues la mitad de sus tropas murieron, el bosque verde quedo arrasado la mayor parte debido al incendio, y a pesar de haber ganado, se remordía la conciencia, pues el enemigo, aún muerto, les había arrebatado el placer de la victoria, el placer de torturarles y acribillarlos, además de sacarles información. La batalla no cayó en el olvido, y desde entonces los elfos guardaron mas odio eterno del que le tenían a la oscuridad. Aún así, un grupo de elfos y elfas consiguieron sobrevivir, pero no por cobardía si no por que preferirían que la historia conociese que aquellos campesinos no habían suplicado ni muertos inútilmente. Aquel día quedo grabado en la historia de los elfos, y estos narraban aún así con valentía como los suyos murieron heroicamente. Acto seguido el bosque verde desapareció, para convertirse en un gran llano en que los orcos no tardaron en edificar murallas, en convertirse en otra especie de Mordor, y el lugar pasó a llamarse por los elfos y hombres ``El gran llano negro`` aunque enseguida Melkor le puso otro nombre: Angband.



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