El último de los Noldor

14 de Julio de 2006, a las 08:34 - Entaguas
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CAPITULO 7: LA NUEVA ALIANZA

- El terror de esta edad se acerca- le dijo Finfuingil a su compañero Resid, observando como su hermano Ferleth y los demás todavía no habían salido de hablar con los magos. Finfuingil, al aumentarle el dolor por la herida, tubo que salir de la charla, y Resid, quien se estaba durmiendo por las peripecias y aventuras del mago, aceptó a acompañarle enseguida. Ahora andaban por Edoras, en las que había incluso tiendas de campaña de los refugiados. Incluso el incansable Boromir Tuk se aburriría de las aventuras del mago, y hablando de él, como siempre incansable (cosa que a Finfuingil le resultaba irritante) les salió al paso.
- ¡Finfuingil! ¡Finfuingil!
- ¡¿Qué quieres mediano?!- Le respondió Finfuingil que no estaba muy alegre y para soportar al hobbit.
- ¡He hablado con la humana dice que quiere hablar contigo!
- ¿Que humana?- Preguntó Resid con asombro.
- ¡Es una tontería, cosas que se inventa!- Dijo Finfuingil.
- ¡Mentira! ¡Tubo una relación amorosa con una humana!- Volvió a insistir el hobbit.
- ¡Pero Finfuingil! ¡Como se te ocurre!
- ¡Es mentira!
- Y no me lo cuentas a mí, tu compañero de fatigas...
Finfuingil gruñó y no pudo más, y pese al dolor de la herida, se abalanzó sobre el hobbit enfadado. Pero pronto se tiró al suelo dolorido, pues el hobbit le había dado en la herida, y Resid accidentalmente le dio una patada en la ya mencionada. La situación era cómica para Boromir Tuk, quién corría a su alrededor a la vez que Resid le perseguía y decía:
- ¡Una humana! ¡Y tu espera a que te coja enano sin barba!
Resid no sabía que opinar, pero a Finfuingil todo le resultaba irritante. En ese momento, Resid, quizás afectado por algún hechizo, se quedó parado y paralizado mudo de asombro ante algo que miraba. Finfuingil se levantó a duras penas, y Boromir Tuk dijo:
- ¡Aquí está Mariëh! ¡Aquí!
Finfuingil le pegó una gran colleja a Boromir que casi le tira al suelo. Pero Resid le dio otra a él y le dijo:
- ¿Esa belleza era la mujer? ¡Finfuingil! Oportunidades como estas solo las hay una vez en su vida, y sobre todo ahora en tiempos de guerra. ¡Aprovecha!
Finfuingil no le contó la leyenda secreta de entre ellos ni nada a Resid, y Boromir tampoco. La miró a los ojos, estaba lejos, pero avanzaba lentamente con paso constante. Finfuingil había olvidado el resplandor y el brillo que salían de esos ojos, que le hechizaban, aquella rizada melena morena que le encantaba. Su cuerpo y su rostro eran tan bellos para Finfuingil, que llego a pensar en ese momento que era Lúthien reencarnada. Sus labios no habían producido palabra alguna todavía, pero sus manos le hicieron un gesto para que viniese, a la vez que se paraba y su vestido era movido lentamente por el viento. Finfuingil, dio un paso, y luego otro lentamente, hasta que con paso firme y seguro avanzó hacia ellas. Resid como si despertase de algún hechizo se dio la vuelta y le dijo:
- Haz lo que quieras, pero ten cuidado, yo me alejo con este saco de nervios...
- ¡Sí y de camino te presento una elfa silvana que anda por aquí!
Resid salió corriendo con el hobbit, ansioso quizás por conocer a alguna belleza femenina como había hecho Finfuingil. Mientras, Finfuingil avanzaba hacia la humana con paso lento y seguro, pero a medida que avanzaba su corazón latía a más volumen. Se sumía en diversos pensamientos pero todo quedo parado para ellos dos cuando se quedaron a pocos centímetros el uno del otro, frente a frente. ‘‘¡No debo caer a sus encantos! ¡No, es la mujer de mi hermano! ¡No puedo! Oh... no... Creo que...`` Pensaba Finfuingil, mientras que el tembleque invadía todo su cuerpo, pero cuando Mariëh le cogió de las manos y le besó en la mejilla, no pudo resistirse a sus encantos...

Finfuingil despertó en una habitación oscura. Vio el rostro de Mariëh a su lado, desnuda igual que él. Se llevó las manos a la cabeza mudo de asombro, quiso estallar en un torrente de rabia, pues la humana le había seducido y ya no se acordaba de lo que había hecho. Pero todo ello salió en una bocanada de aire en el momento que Mariëh le tocaba con sus manos y le dijo:
- Lo hecho, hecho está, querido mío.
Finfuingil no supo que decir, pero al levantarse una sensación que nunca había sentido nunca le invadió el cuerpo de alegría y se reconfortó, y la dulce mirada de Mariëh recorría la habitación. Finfuingil, supo que ya estaba enamorado, que lo suyo era amor, a pesar de sus diferencias. Entonces, varios sonidos de cuernos se alzaron en el silencio que le embalsamaba, y supo entonces que los embajadores de los enanos, albanteses, sureños y hombres del este habían venido. Con premura se vistió y se colocó la armadura, la cota de malla, etc., y antes de irse, Mariëh le despidió brevemente, pero Finfuingil le dijo:
- ¡El deber me llama! Pero que sepas, que te amo. Siento lo que te dije el día que me dijiste aquello de mi hermano...
- No importa Finfuingil, yo te seguiré queriendo igual.
Y salió al exterior cerrando la puerta, a la vez que veía con su vista de elfo al glorioso ejército, cuyo esplendor le produjo una impresionante alegría y asombró. Caballos de cuernos retorcidos acompañados de gigantes y glorioso Mûmaks, los maravillosos estandartes rojos del sur, el dorado ejército del Rhûn y el valiente ejército enano...

Elfwine el hermoso, el rey rohirrim cuyo nombre hacía verdad. En su castillo dorado de Edoras, se haría el concilio. Finfuingil estaba ahora en el concilio, todos estaban presentes. De parte de los enanos, estaban Durin VII, Dwalin, Dori, Bombur, Bifur, Bofur, Nori y Dóin. De los hombres, Elfwine de Rohan, Barahir, Eldarion, y  dos valientes guerreros que ahora ocupaban un puesto militar muy importante: Aldar y Alfénix. Estaban también los magos Alatar, Pallando y Radagast, que habían recibido con las manos abiertas a los héroes del sur, un tal Mordaz, Khusaka, Arzanôn, y del Rhûn Kurnard, Yhaler y otro joven guerrero llamado Yholer. De parte de los elfos, Glorfindel, Círdan, Resid y Finfuingil. Además de los representantes de los albanteses; Albantas, Albos, Armenio y Arveno.
Finfuingil les analizaba a todos los presentes con la mirada, intentando detectar algún signo a destacar. Los héroes del sur estaban pintados de tatuajes llamativos y colores rojos, y los hombres del Rhûn decorados con lujosas y brillantes colgantes, pendientes, pulseras, etc. Le llamó mucha atención Albantas, uno de los representantes y héroes del pueblo albantes, pues a pesar de su aspecto fiero y orco, las veces que habló entre los suyos utilizaba una lengua sabia nada que ver con la macabra lengua orca. Los señores enanos se mesaban las barbas, y Finfuingil que estaba sentado al lado de Alatar le dijo en un susurro:
- Espero que consigamos hacer esa alianza que tanto ansiamos. ¿Por qué no empezamos ya?
- Por qué tiene que venir Boromir Tuk, los medianos también tienen que estar representados.
En ese momento el mediano cruzó estancia con prisa a la vez que se disculpaba y tomaba silla acompañado de otro hobbit más gordo que él, que se llamaba Jonh.
Finfuingil seguía perdido en sus pensamientos internos, una nueva llama se debatía en su interior. Le temblaban las manos, a pesar de su experiencia en las batallas, tenía miedo frente a lo que se avecinaba, pues conocía el miedo ya de sobra. Todavía recordaba algunos incidentes pasados como cuando una flecha orca le pasó por delante de la nariz, como sintió que la muerte le pasaba de largo, si la flecha hubiese acertado, hubiese sido mortal, pues iba dirigida al cerebro. También se acordó cuando un edificio casi se le derrumba encima. Y cuando la lanza de un orco le atravesó el pecho, aquella herida, le había hecho perderse la reconquista de Rohan. También se acordó de su amor, Mariëh. No conseguía acordarse de lo que habían hecho. Quizás la hubiese dejado embarazada, si era así, ¿qué haría? La guerra se le avecinaba y Finfuingil sentía un nuevo saco de preocupaciones en su espalda, que no hacía más que aumentar. Ahora Alfénix miró a los miembros de la sala, vio el nerviosismo del gondoriano Alfénix, era joven, y parecía que todo aquello le viniese grande. De hecho, incluso para Finfuingil sería demasiado.
- ¡Líderes de los pueblos libres de la Tierra Media! Nos encontramos aquí reunidos para hacer frente a la amenaza de nuestro tiempo. Debemos unirnos, o caeremos débilmente como casi antes logra el enemigo. Morgoth, el Valar oscuro, es de poderoso poder. Su principal fortaleza, esta construida bajo los cimientos de la Comarca, ahora es una gran fortaleza negra inexpugnable. Deberemos actuar con decisión y determinación, y en equipo. Ahora, antes de preparar los ataques, todos tenemos curiosidad por los Albanteses orcos. Que ellos se presenten- Comenzó a decir Radagast el Pardo.
Todos los albanteses se miraron entre si con indiferencia, no sabían cual iba a empezar primero. Rápidamente, Albantas, se levantó y se dispuso a hablar:
- Somos como sabéis, descendientes de orcos, una subraza, por así decirlo. Pero no tenemos nada que ver con ellos en crueldad y el mal. Igual que todos de aquí habéis sufrido las maldiciones de Morgoth, nuestro pueblo también. Fuimos esclavizados antaño e igual que vosotros, queremos vengarnos por el daño infligido a nuestro pueblo. Solo buscamos la paz entre vosotros, y si no creéis que somos leales, preguntad a los señores enanos, quiénes iban delante en la destrucción de la renombrada Angband.
Finfuingil examinó los ojos de Albantas y los demás representantes de su pueblo. Parecían sinceros. Todos se miraron intercambiando miradas, y entonces, Barahir se levantó:
- ¡No podemos confiar en unos orcos! ¿Quién nos asegura que no sois espías del enemigo, o una astuta trampa suya? Al fin y al cabo, filas entera de vuestra subraza asaltó Gondor, yo y los gondorianos aquí presentes lo vimos con nuestros propios ojos.
Albantas, indignado, se levantó antes que los demás y le respondió con dureza:
- ¡También filas de gondorianos atacaron vuestra ciudad! ¡Gondorianos esclavizados! ¿Me equivoco? Morgoth todavía tiene presos a muchos de mi pueblo, trabajando duramente a sol y a sombra al igual que muchos de los vuestros. Si desconfiáis, retomaremos M. Tirith si hace falta, si con eso nos ganamos el respeto de todos.
Se alzó un murmullo y un griterío por parte de los gondorianos y otras razas, aunque Alfénix permanecía callado observando la escena.
- ¡Orden! ¡Orden! - Dijo Pallando, y todos callaron.
- Tomar M. Tirith no es algo que se hace rápido. Los orcos se cuentan por miles, dragones negros, Balrogs de Morgoth, hechiceros y demás bestias- Dijo Barahir y se sentó al igual que todos.
- Si los Albanteses van a tomar M. Tirith- Dijo Finfuingil- Que cuenten con mi espada. No les he visto en combate ni tampoco se sobre su fidelidad, pero veo en los ojos de Albantas y los demás albanteses la verdad, la sinceridad y el ansía de poder vengarse contra aquellos que le arrebataron la libertad tanto tiempo. Además, el amigo de mi amigo, es mi amigo, y entonces, si rechazamos a los albanteses, ¿dejaremos a los enanos y a los albanteses al tormento de Morgoth, y esperaremos a que nos degollen?
Esta vez un gran murmullo se elevó en la sala, todos empezaron a discutir por las palabras pronunciadas por Finfuingil. Los elfos le miraron sorprendido, los enanos se miraban extrañados, los albanteses asombrados por la benevolencia del elfo, los gondorianos se alzaban en discusiones con los hombres del oeste. Mientras, los magos le dirigieron una amplia sonrisa que significaba que había hecho lo correcto.
- ¡No serán los enanos y albanteses los únicos que luchen contra Morgoth! Desde hace mucho tiempo nos corrompieron, nos engatusaron con mentiras sin fundamento. Ahora, casi sufrimos su esclavitud de nuevo. Pero ya nunca más; los sureños lucharan del lado del bien- Dijo un guerrero llamado Mordaz.
Los señores enanos y los albanteses aplaudieron la decisión, al igual que los aurigas y hombres del Rhûn, y un joven guerrero de estos llamado Yholer dijo:
- Nosotros también sufrimos la esclavitud de Sauron y Morgoth. Pero ahora, tenéis nuestras lanzas a vuestro servicio.
- ¡Y también con los hobbits!- Dijo Boromir Tuk alzando la mano.
Más aplausos se elevaron, y los gondorianos miraban a Elfwine, sorprendidos. Los magos hacían signos de victoria para si mismos, y entonces, Círdan alzó la voz:
- Gondorianos, Rohirrim, Elfos, Enanos, Hombres del Sur y del este, Albanteses. Creo que podemos contar con cada uno de ustedes para formar esta nueva alianza. Todos sois conscientes del peligro y ya habéis demostrado valor y decisión. Como bien habéis dicho, devolveremos al enemigo cada mal momento que nos ha hecho pasar. No permitiremos que nos esclavicen y que nos maltraten. Les aremos frente, y acabaremos con él. ¡Levantaos todos lo que penséis lo mismo!
En ese momento, un montón de aplausos se elevaron. Los Albanteses, enanos, elfos y hombres del sur y del este estaban levantados. Los hobbits se levantaron como confusos y despistados. Pero Elfwine el hermoso no estaba de pie, al igual que los gondorianos. Los magos se levantaron y Alatar le dijo en un susurro a Finfuingil:
- Sabias has sido tus palabras, Finfuingil. Se nota que eres uno de los Noldor, capaz de causar una rebelión con tu solo movimiento de la mano.
- No son más sabias que los 3 magos de esta mesa- Le respondió Finfuingil con una sonrisa.
Finalmente, Elfwine tembloroso, confuso y resoplando se levantó y le dijo a Eldarion:
- ¡Me sorprende que no os levantéis como los demás. Abandonáis a vuestro pueblo y huís con la deshonra y el deshonor detrás vuestra! ¡Sobre todo vosotros, que habéis sido lo que más habéis perdido!
Entonces Eldarion, sujetado por Barahir y Aldar para que no se levantase, se quitó sus manos indignado y con una llama encendida en los ojos dijo:
- Contaréis con mi ayuda. Ver a Morgoth caer es lo que más ansío desde que me arrebataron a mi reino y a los que más amaba en este mundo...
El silencio reinó, todos se volvieron para irse, pero entonces, Alatar con una sonrisa en los dientes dijo:
- ¡No os vayáis! La nueva alianza ya ha sido forjada. Pero todavía tenemos que debatir nuestros movimientos contra el enemigo, pues para algo habéis venido con el ejército. Yo tengo una idea. Aseguremos toda las tierras del oeste y del sur. Incluidas Gondor y Rohan. Así evitaremos sorpresas por parte del enemigo asegurando nuestros territorios. Pero la defensa de las cordilleras y montañas no será fácil. Si les mantenemos a raya, podríamos evitar un desembarco por ejemplo, además de otras sorpresas desagradables. Pero antes tenemos que expulsar a los orcos de nuestras tierras, pues ahora la tierra media se halla dividida en 2; La parte este desde el bosque de los trolls hasta las colinas de hierro, desde Rohan hasta el Mar de Rhûn y desde Ered Nimrais hasta Mordor. Mordor que ahora está ocupado por las arañas, asunto que debatiremos luego. ¿Qué pensáis de todo esto?
Finfuingil ahora se sumía de nuevo en sus pensamientos, pensando en que si había dejado embarazada a Mariëh, seguiría con la estirpe de los Noldor. Pero era una tontería, de todos modos, aquel niño simbolizaba la unión de ambos, el amor que sentían el uno por otro, un amor que Finfuingil no podría esconder. Pero fue las palabras de Eldarion las que le sacaron de sus pensamientos:
- Estoy de acuerdo. Si nos lanzamos al ataque sobre Utumno podemos perder demasiadas tropas y perecer. Además. El enemigo es muy poderoso. Asaltemos Gondor y aplastemos al enemigo antes de que se refuerce. De todos modos Gondor no se toma así como así...- Dijo Eldarion- Hay mareas enteras negras de orcos. Miles de dragones volando por los aires. Y un espectro al que mi hijo hizo frente... un hechicero poderoso... montado en un gran murciélago negro... el espectro Karlery el espectro endemoniado, le llaman.
Las siniestras palabras de Eldarion oscurecieron los pensamientos de todos, y al mencionar el nombre del hechicero un escalofrío recorrió a los albanteses, sureños y hombres del Rhûn.
- Hay que asaltar Gondor- Dijo Khusaka, el sureño- Nosotros también vimos ese espectro en nuestros asedios... es un enemigo temible. Pero si no les expulsamos de Gondor, como bien ha dicho Eldarion, se reforzaran y pronto serán totalmente inexpugnables, hay que atacar ahora. Nosotros también podemos recibir refuerzos del sur y del Rhûn, y de los albanteses y enanos si mal no recuerdo.
- No podemos esperar a recibir refuerzos- Dijo Arveno el albantes- Si esperamos, ellos también se reforzarían. Y nuestro poder es limitado. Tendremos que atacar ya.
- Estoy de acuerdo- Dijo Dóin el rey enano de la comarca- Los gondorianos, hombres del Rhûn y elfos podían atacar M. Tirith deslizándose por las montañas, y nosotros también. Los sureños y rohirrim, les atacarían de frente.
- ¿Y nosotros los hobbits?- Dijo Jonh.
- Nos cubriréis las espaldas y dispararéis desde las montañas- Dijo Resid- desde allí estaréis seguros.
- ¡Pero nosotros queremos atacar al enemigo con nuestras espadas y no disparándoles piedras!- Dijo Boromir Tuk.
- Admiro vuestro coraje, hobbits- Dijo Pallando- Pero sufrirías muchas perdidas, y necesitamos hostigadores para desgastar al enemigo desde lejos.
Los hobbits refunfuñaron, entonces Elfwine dijo:
- Si mañana atacamos Gondor, tendréis más de 10000 jinetes de Rohan a vuestro servicio, señores. Atacaremos con los olifantes del Harad y de los albanteses, en una carga que debe debilitar mucho al enemigo.
- Nosotros también somos expertos jinetes- Dijo Albantas- No os habrán pasado percibidos nuestros caballos de retorcidos cuernos. Además, no solo poseemos grandes olifantes; dragones benévolos de grandes cuellos, de colmillos igual de grandes que los olifantes. Aunque no vuelan debido a su tamaño, pueden interceptar a los dragones del enemigo.
Todos se miraron asombrados, ¿dragones benévolos?
- Es cierto- Dijo Durin VII- están adiestrados y parte de culpa tienen ellos de que acabásemos con Angband.
- Entonces- Dijo Barahir- Nuestras diezmadas tropas, con los jinetes y guerreros elfos, y los estandartes del Rhûn y los enanos, nos deslizaríamos por las montañas, mientras que los hobbits les bombardean con sus arcos. Y mientras, el ejército del Harad, albanteses y rohirrim atacarían el enemigo de frente. ¿Ese es el plan entonces?
- Sí- Afirmó Radagast.
Finfuingil observó a su hermano Ferleth, quien no había abierto la boca en todo el concilio dijo:
- ¿Y las arañas?
- Hasta que recuperemos Gondor las dejaremos en paz. Podrían sernos de utilidad contra el enemigo, pero yo no me fiaría de esos seres de cuatro patas- Dijo Pallando.
- Son rastreras y traicioneras, pero si las convencemos, nos serían un fiel aliado- Dijo Radagast.
- Estoy de acuerdo, pero por ahora dejémoslas en paz- Dijo Alatar- ¿Y vosotros, gente de los pueblos libres de la tierra media algo más que opinar?
Los líderes se miraron desconcertados, pero todos estaban de acuerdo en una cosa aparte de asaltar Gondor; no confiaban en las arañas.
- Veo en  vuestras caras que no confiáis en las arañas- Dijo Radagast- Si tenéis algo más que añadir, decirlo ahora.
Nadie dijo nada, y Pallando dijo:
- Que los ejércitos de los elfos, gondorianos, enanos, hombres del Rhûn y hobbits, se vayan ya a las montañas y tomen posiciones. Que los rohirrim, albanteses y sureños sigan por el Anórien hasta que acaben con el ejército enemigo de M. Tirith.
- Cuando veáis una luz azul en el cielo, que el ejército de las montañas se deslice y ataque al enemigo. El ejército rohirrim, albanteses y sureños asaltaran sin piedad, hasta M. Tirith- Dijo Alatar- Nosotros, vendremos con refuerzos.
- ¿Que refuerzos?- Dijo Ferleth.
- Un ejército de águilas- Dijo Radagast- Pero antes debo advertiros que los rohirrim y sureños pueden tardar, pues el enemigo también tiene ejércitos puestos en sus límites.
- Bien- concluyó Pallando- es hora de devolverle al enemigo todo el daño que nos ha hecho.
El bullicio reinó de nuevo y todos los líderes se fueron envueltos en charlas y discusiones con los de su bando y con los de otros bandos aliados. Todos se abrazaban y discutían, y Finfuingil observó como se montaban círculos de discusiones. Entonces, los magos salieron de la habitación, y le dijeron a Elfwine:
- El plan lo aréis de noche, en la noche que el enemigo se cree invencible, mientras que el ejército entero duerme.
Elfwine asintió y Finfuingil vio a los magos irse rápidamente montados en unas águilas, y desaparecieron en unos instantes. Mientras, los coros de discusión estaban abiertos. Aldar, Eldarion y Barahir hablaban con los albanteses Albos, Armenio y Arveno. Mientras, Ferleth y Círdan hablaban con los enanos Durin VII, Dóin, Dwalin, Dori, Bombur. Mientras, Glorfindel y Resid charlaban con los sureños Khusaka, Arzanôn, y los hombres del Rhûn Kurnard y Yhaler. Los restantes, paseaban por las charlas intercambiando opiniones. Finfuingil vio al gondoriano Alfénix que se iba, pero curioso fue a intercambiar opiniones con él. Aunque cuando se fue a hablarle, vio a Albantas, Mordaz y el joven del Rhûn llamado Yholer. Finfuingil curioso por con quién intercambiar opiniones primero, le hizo señas a Alfénix para que le siguiera. Antes, vio al hobbit Boromir Tuk y Jonh desaparecer de la sala.
El joven gondoriano Alfénix les siguió tal vez por curiosidad, pero antes Finfuingil intercambió unas palabras con él.
- Eres joven gondoriano, y pareces no desear estar aquí.
- Tienes mucha razón- le respondió nervioso y afirmando- yo solo soy un humilde joven que hace poco le pusieron una espada entre las manos, no soy un guerrero y lo único que deseo es volver a andar y feliz por mi ciudad.
- Alfénix- le dijo Finfuingil y le puso el brazo en el hombro- Si te han elegido es por qué en ti captan una valentía fuera de lo normal. Cierto es que tienes miedo, ¿Pero quién no lo tiene ahora? Todos lo tenemos ahora. Pero, tu, igual que todos, tienes que afrontar el destino y demostrarle a esos que se burlan de ti que eres capaz. Yo también he perdido mucho en esta guerra, mis hermanos y muchos amigos, seguramente al igual que tu. Pero ahora nadie se va a librar de esta guerra, incluso las mujeres y niños lucharán. Afronta el destino, y devuélvele el daño triplicado al enemigo, que se de cuenta, de que hacerte eso fue un inmenso error. Los que son decapitados sin luchar, no alcanzan gran renombre.
Alfénix escuchó inmóvil, y al terminar, los ojos le brillaron y le dijo:
- Finfuingil, pues así te llamas ¿No?- Y el elfo asintió- Bien. Tienes razón, pues sabias son tus palabras. Ellos me arrebataron todo lo que quería. Tus palabras han ocultado el temor de mi corazón, y ahora, clamó venganza.
- ¿Te apetecería ahora intercambiar opiniones ahora con ese albantes, sureños y hombre del Rhûn?- Le dijo Finfuingil.
- Acepto señor elfo, pues con amigos tengo más probabilidades de sobrevivir en la batalla- Bromeó el gondoriano.
Albantas miró extrañado a Finfuingil y le dijo:
- Gracias por apoyarme elfo. Sabias han sido tus palabras, ya me informaron de que un Noldor estaba presente, y se te nota mucho. Tus palabras, hubiesen llevado a la guerra al pueblo mas obstinado y pacífico.
- De nada Albantas, cierto es que por mis venas corre la sangre de los Noldor,  yo y mi hermano Ferleth, somos los últimos. Pero no hablemos de eso, quiero saber vuestra opinión de la guerra al igual que del gondoriano Alfénix.
El sureño Mordaz se mordió el labio y dijo:
- ¿Sobre la guerra? Que trae miserias y muerte, desolación. Está claro que todos aquí presentes tenemos un motivo personal contra Morgoth; nos ha hecho demasiado daño, y ahora queremos vengarnos. Lo veo en vuestros ojos, tengo el don de la premonición.
Yholer el rhûneano observó y le dijo a Alfénix:
- El poderío de Gondor todavía es fuerte, aun derrocado. Todavía han sobrevivido gente para vengarse, gente con coraje y valentía para defender a su pueblo. A mí no me asusta el enemigo, solo me asustaba mis seres queridos y cosas mas preciadas. Pero ahora el enemigo a acabado con ellas, ya no conozco el miedo, solo la venganza.
- Estoy de acuerdo, Yholer- Dijo Alfénix y carraspeó- yo también he perdido mucho.
- Bueno, dejemos de darle vueltas al tema de la venganza ¿eh?- Dijo Albantas antes de Finfuingil- A mí solo hay una cosa que me inquieta, Alfénix ¿Es verdad que Morgoth estuvo presente en el asedio de M. Tirith?
A Alfénix se le nubló la vista de odio y rencor, los dientes le rechinaron de furia, apretó los puños y le dijo:
- Eso no fue un asedio. Fue una matanza. Jamás había visto que matasen a un anciano que clamaba piedad, jamás había visto un niño en llamas mientras el enemigo se reía, jamás había visto morir a una mujer tan desesperada- Y ya hizo una pausa con lágrimas en los ojos- Jamás... jamás... había visto... morir... a una mujer tan bella... como la... la...
Alfénix no pudo evitar que las lágrimas corrieran por las mejillas, y sollozar. Estaba claro que todas aquellas personas que había visto eran familiares o amigos suyos. Entonces, varios recuerdos le vinieron a Finfuingil a la mente, vio a su hermano Firnarfin caer en la comarca, vio a su hermano Foldor ser torturado en Moria, y muchas más cosas, como unos amigos suyos caían atravesados brutalmente por unas lanzas orcas, y se imaginó a Mariëh cayendo en la nada. Tampoco pudo evitar carraspear y sollozar un poco. Vio a los demás y no estaban mejor, pues aquel relato de Alfénix les había traído malos recuerdos a todos.
- Esto es lo que la guerra deja a su paso- Dijo el sureño Mordaz- Y esto es lo que le podemos devolver al enemigo... no somos unos héroes por temerle al enemigo, ni tampoco lo somos menos por llorar; lo somos por nuestra determinación y hacerle frente con coraje suficiente para no huirle.
Todos afirmaron al sureño, y vieron como todos ya se retiraban, y Elfwine dijo al grupo:
- Preparaos, pues al anochecer marcharemos.
- ¿Para... sorprender al enemigo?- Dijo Ferleth.
- Así es, y así me lo han dicho los magos.
Todos asintieron y se fueron marchando de la sala.
- Un placer charlar con vosotros- Dijo Finfuingil- A vosotros 2, Yholer y Alfénix, os veré a mí lado en la batalla. En cuanto vosotros Albantas y Mordaz, espero volver a veros pronto.
- Y será montados en un Mûmak, no lo dudes elfo- Dijo Albantas y se marchó de la estancia. 
Finfuingil encontró en unos peldaños de la escaleras de afuera, sentados a los hobbits Jonh y Boromir, enfadados y refunfuñando.
- ¿Te fijaste?- Dijo Jonh- No entrar en batalla, ni acercaros, nos servís mejor sin luchar.
- Sí, así es amigo. Solo por ser más bajos y débiles se creen que no tenemos las mismas condiciones que ellos para luchar en batalla. ¡Pues los hobbits lucharan con sus espadas, les guste o no!
Finfuingil les escuchó y rió para sus adentros; típicos de hobbits, ahora querían luchar y luego querían en medio de la batalla tomarse una pinta tranquilamente(¡Y quién no!).
Se lo comentó a Resid que iba dando saltos de felicidad por las calles de Edoras y este le dijo:
- Típicos de hobbits, de todos modos, en cuanto se le acaben las flechas tendrán que bajar. Son gente pequeña, pero tienen más coraje incluso que nosotros. Acuérdate de la historia de Frodo y el Monte del Destino.
- ¿Oye Resid, por qué estás tan contento?- le dijo Finfuingil mirando el suelo.
- ¿Por qué viejo amigo? ¡Por qué! Por qué he conocido una mujer del Rhûn ...- Dijo y empezó a hacer signos de babeo.
- ¡Viejo amigo! Eres un mujeriego, las mujeres son en ti una debilidad a notar, pierdes la cabeza por una- Dijo riéndose Finfuingil.
- ¿Y tú? Espero que no hayas hecho nada con tu mujer- Dijo Resid mirándole de soslayo.
- Resid, es diferente, yo la amo. Ati solo te importa su cuerpo para darle placer al tuyo. A veces hay que pensar con el corazón, amigo.
Resid le miró extrañado y le dijo:
- Este no es el Finfuingil que yo conocía antes, el amor cambia las cosas, y para mejor por lo que veo. Pero yo con esa mujer del Rhûn siento algo más, es bellísima, ¡Mira ahí está!
Finfuingil observó a lo lejos, una mujer de delicado rostro, trenzas y cabello moreno, lavando la ropa a la vez que se mordía sus bellos labios.
- Bueno, allí voy amigo, deséame suerte, yo también te la deseo- Y Resid se fue directo hacia ella, guiñándole un ojo a Finfuingil.
Entonces Finfuingil vio en esa plazas a más mujeres; entre ellas la suya, Mariëh. Fue a dirigirse hacia ella, pero antes observó la cantidad de mujeres de las razas que había. También vio al sureño Mordaz embalsamado y hablando con una gondoriana de cabellos morenos, a Alfénix observando colorado a una elfa silvana, de gran belleza. También le llamó la atención cuando vio un grupo de mujeres albantesas, y como Albantas intentaba embaucar a una de ellas, y luego como Yholer le entregaba un regalo a una sureña de cabellos rojizos. A Finfuingil le hizo gracia todo aquello y le hizo reflexionar, pues aún en aquellas horas oscuras, había tiempo para el coqueteo y para el amor. Se dirigió hacia Mariëh y cuando está le vio se sonrojaron ambos. Más se sonrojaron cuando se sentaron en un banco de piedra de allí y se dieron la mano. Finfuingil le miró a los ojos y le dijo:
- Mariëh ...
- No, no, no voy a participar en la guerra por ahora a no ser que sea necesario- Le contestó leyendo sus pensamientos.
Finfuingil observó que Mariëh le leía el pensamiento algunas veces, que sabía lo que iba a decir y le engatusaba.
- Oye, Mariëh ¿Donde has aprendido ha engatusarme así? ¿Eres una humana que ha aprendido la magia élfica?
- No es eso mi querido- Dijo riéndose- Solo es que estamos enamorados, y nuestras mentes conectan. Te he conocido lo suficiente para saber como eres, las cosas que te preocupan, además, en estos tiempos, a casi todos nos preocupa lo mismo; perder a las cosas que ama.
- Por eso lucho, amada mía, para no perderte.
Mariëh fue a decir algo, pero Finfuingil le ``leyó el pensamiento`` y lo dijo, y se rió diciendo:
- ¡Es verdad! ¡Funciona!- hizo una pausa y se puso más serio y continuó- Mariëh ¿Que hicimos en tu cabaña cuando nos reconciliamos?
Mariëh trago saliva, pues tampoco ella se acordaba muy bien, pero recordaba imágenes claras y le dijo:
- Finfuingil, tal vez dentro de varios meses... podamos saber si es niño o niña.
A Finfuingil el rostro se le cubrió de palidez y pesadez, pero le dijo:
- Al menos será el fruto de nuestro amor, por que nos queremos. Pero yo no puedo esperar, ahora mismo lo sabremos ¡Mordaz!
El sureño que no estaba muy lejos de él, estaba siendo abofeteado por la gondoriana por a saber que cosa le había dicho. Mordaz vino con los mofletes colorados y quejándose:
- Finfuingil, ¿Qué quieres? Estoy enamorado de una gondoriana ...
- Que es dura y que te ha dejado las manos señaladas- Dijo Finfuingil y se rió en su cara- Discúlpame, pero a saber que le has dicho para que se ponga así.
Mariëh le miró desconcertado y Finfuingil le dijo a Mordaz:
- Tu compañero, dices que tienes el don de la premonición. Pon las manos sobre la barriga de esta mujer y dime que es lo que sientes.
Mordaz le miro con intranquilidad e hizo lo pedido, al poco tiempo de cerrar los ojos dijo asombrado:
- ¿Cuando sucedió?
- Hoy- Le respondió Finfuingil con intranquilidad.
- Todavía es temprano- le dijo Mordaz- no se si está embarazada, las señales son muy débiles, podría ser cualquier cosa, dame por lo menos un mes, la vida tarda en dar señales, aun así, te diré que siento señales. Siento no poder saber nada más.
Y Mordaz se fue corriendo hacia la gondoriana, quién otra vez le recibió a bofetadas. Finfuingil abrazó a Mariëh que estaba intranquila y le dijo:
- Ya está querida, quédate tranquila- y le miró a los ojos- si nace, sea niño o niña, no sufrirá daño alguno, le protegeré con mi vida.
Mariëh le miro a los ojos con sinceridad en el rostro, y le beso. Luego, Finfuingil se pasó buen rato hablando con ella, viendo como sus demás conocidos progresaban o empeoraban. Finfuingil vio como el joven Alfénix se acercó poco a poco a la elfa silvana, y como esta cuando le vio, Alfénix torpemente fingió que no la estaba mirando. Finalmente la elfa silvana le indicó que se sentara, y Alfénix se pasó el rato hablando con ella tímidamente y con la cabeza agachada de vergüenza. Mientras, la joven gondoriana aceptó a que Mordaz se sentara al lado de ella, tal vez por su insistencia, aunque cuando se sentó a su lado ya tenía las manos señaladas de por vida. A los que mejor les iban eran a Albantas y a Yholer, que ya estaban besando a su compañera. A Resid, parecía que la mujer no le echaba cuenta, pero cuando lo hacía, estaba sonrojada como un tomate. Ya oscurecía y entonces sonó; el cuerno de la llamada.
El cuerno resonó en todos los rincones y luego otras multitudes, llamando a sus guerreros. Finfuingil intercambió miradas con sus compañeros, y luego todos con sus compañeras. La mirada de Finfuingil y Mariëh fue significativa y fugaz, y a la vez que los hombres montaban en sus caballos sus compañeras le despedían con besos o con palabras. Finfuingil fue despedido con las dos cosas, mientras que Alfénix despidió a la elfa silvana con timidez(aunque la elfa también parecía un poco sonrojada), mientras que Mordaz parecía haberse ganado el corazón de la gondoriana al igual que Yholer. Albantas no se despidió de su amada, si no que cabalgo al lado suya, pues las mujeres albantesas, iban a la guerra. Seguramente, Albantas se encargaría de ponerla en su olifante para que no corriera peligro.
Entonces vio el bullicio y el nerviosismo de la ciudad, todo el mundo corriendo de aquí para allá, nerviosos y algunos sin saber que hacer, mirando a la luna y algunos se arrodillaban a rezar a Eru. Entonces vio las mareas que corrían ya en distintas direcciones, como los rohirrim se alejaban con los albanteses y sureños desordenadamente, y como enanos, hombres del Rhûn, elfos, hobbits y gondorianos iban para las montañas desordenadamente. Ningún grupo llevaba antorchas, pero al principio el desorden fue total, pero Finfuingil montado en su caballo, se sentía seguro, en un corcel que sentía que le sería fiel y que hasta ahora lo había demostrado en las anteriores batallas. A su izquierda estaban Círdan y Glorfindel, mientras que a su derecha estaban Alfénix y Eldarion. Los elfos y gondorianos eran todos jinetes, mientras que los hombres del Rhûn, hobbits y enanos eran aguerridos guerreros, pero todos corrían ahora en una estampida silenciosa por las montañas. Finfuingil vio como a los medio-elfos Elrohir y Elladan se colocaban detrás suya al igual que Haldir de Lórien, el cuál dijo en voz baja, algo que solo él escuchó:
- La última alianza de los pueblos libres ha sido forjada, ahora probaremos su eficacia.
Finfuingil luego miró a los medio-elfos Elrohir y Elladan, con quiénes tiempo antaño había tenido una gran amistad y con los que quiénes seguía teniéndola. Los motivos por los que no habían ido al concilio no lo sabía, pero retrocedió su caballo hasta ponerse en medio de los dos, quiénes al verle exclamaron una sorpresa, se alegraron mucho y le dijeron:
- Nos alegramos muchos de verte de nuevo, Finfuingil, sobre todo en esta hora tan oscura- Dijo Elrohir- hace tiempo que no nos veíamos. Como sospecharás estuvimos en el asedio de Rivendel, y luego con los supervivientes nos dedicamos al hostigamiento y la caza del ejército enemigo, que estaba muy diezmado. Finalmente, tomamos Rivendel, pero solo yo y mi hermano sobrevivimos.
- Así es amigo- Le dijo Elladan a Finfuingil- Vimos como nuestro padre Elrond, recién venido de Valinor, combatía frente a un espectro llamado Karlery. Ahora queremos vengar su muerte.
Finfuingil escuchó a los gemelos que estimaba mucho, y luego a Haldir que también estaba cerca suya, diciendo que un ejército había quemado los maravillosos bosques de Lórien. Intentó buscar a su hermano Ferleth por un momento, le vio serio y con una mueca de intranquilidad en el rostro. Sin saber por qué, Ferleth al verle le lanzó una mirada de odio mientras apretaba los puños. Finfuingil tragó aire y se empezó a temerse lo peor, se puso pálido, volvió a su anterior sitio con Glorfindel y Círdan, rezando para que Ferleth no se hubiese enterado de lo de Mariëh.

Umndâk había conseguido sobrevivir, aunque a su compañero de fatiga Hush, ya no le vio jamás. Fue trasladado con un pequeño grupo de apestosos y pequeños orcos hacia la nueva Utumno. Estaba nervioso, por qué Karlery, su amo, ese espectro tan odiado y temido, le había dicho que Morgoth quería ver a él y a su grupo de pequeños apestosos. Estaba ahora sudando, con sus pequeños y acongojados orcos enanos, aunque él también estaba lleno de miedo. La estancia era gigantesca, grietas y vapores salían del suelo, y a los lados ríos de lava recorrían la estancia. Umndâk se tocó la mano, estaba ardiendo. Finalmente, los vapores de delante desaparecieron como si una mano negra invisible los hubiese quitado. Fue alzando la cabeza y vio primero unas escaleras irregulares y ruinosas, con marcas de zapatos de acero pesado. Al final de las escaleras estaba un trono negro y oxidado, lleno de pinchos, con 2 cabezas(una de elfo y otra de humano) puestas a los lados del sillón. En el trono estaba sentada una figura negra, cubierta por una armadura negra perfecta, llena de pinchos, símbolos oscuros y terroríficos, algunos con caras de dolor. El casco negro solo dejaba al descubierto una boca negra y con unos dientes afilados, unos dientes recubiertos de sangre. El casco tenía dos aperturas por la cual dos ojos rojos y amenazadores le miraban. El ser se rió malévolamente, y para Umndâk fue la visión más terrorífica que jamás había visto, más que Karlery. Ese ser con un solo movimiento de su mano inspiraba temor. Y Umndâk sabía de sobra quién era, era el ser que más odio y terror había sembrado en la tierra media, que era capaz de leer las mentes de sus servidores, según contaban. Entonces, el vapor desapareció de la sala y vio multitudes de cabezas de todas las razas, desde la orca hasta la enana. Su compañía se encogió apretujada en un pequeño círculo mientras que temblaban de miedo. Umndâk tragó aire, mientras que el ser se seguía riendo y atemorizándolos. Y es que ese ser, antaño llamado Melkor, era Morgoth, su amo y dueño de todos los orcos demás bestias infernales, jefe de los hechiceros más temibles, gobernador de la nueva Utumno, el Valar oscuro, y por lo que Umndâk sabía, tenía nombres más temibles y peores, que inspiraban más temor a ellos que a sus enemigos. La figura seguía riéndose en un frenesí que hacía que su compañía estuviera apunto de echarse a llorar suplicándole la vida. Umndâk se atrevió a hablar, aunque al principio cuando vio que Morgoth callaba le entró pánico:
- Se-se- ñorrr , amm ... am Amo...  Umndâk para ser... servirle.
- Ya he oído hablar de ti rata apestosa. Me da igual quién seas y de que raza seas, me da igual si sobreviviste a las bombas y al saqueo de las arañas. ¿Ves esas cabezas que están en el suelo clavadas no?
Esas cabezas son las de mis enemigos, todos aquellos que me han traicionado o que simplemente, me han fallado o han fracasado en alguna misión. Si desobedeces la misión que te voy a encargar, tu cabeza y todas las de ese maldito grupo de orcos estarán empaladas aquí y hazme caso, tengo muchos métodos para hacerte sufrir aún muerto... el dolor todavía sigue atormentando a los dueños de las cabezas...- Y chasqueó los dedos, y las cabezas gritaron, se retorcieron en un dolor inimaginable cual atrocidad monstruosa, Umndâk se apretujó con su compañía mudo de terror- ¡Quiero que me traigas la cabeza del último de los Noldor, Finfuingil Entaguas!
- Pero señor... ¿Y el hermano Ferleth, también es otro de los Noldor, no?
- A ese lo mataremos de otra forma más dolorosa, hay muchas formas de matar a la gente, y Ferleth me recuerda mucho a Fëanor, es fácil de provocar. Su corazón ya rebosa rabia e ira, y si no muere en las batallas, morirá luchando contra su hermano. ¡Ahora quítate de mi vista, dirígete hacia M. Tirith en el dragón que te espera a la salida, y cumple mi misión... o de lo contrario!- Y volvió a chasquear las manos, haciendo que otra vez las cabezas gritaran de dolor.
Umndâk se fue corriendo en una estampida atemorizado con su pequeño grupo, él no sabía quién era Fëanor, pero Umndâk supuso que sería un engreído o algo parecido. Miró al gigantesco dragón y se montó en él con su pequeño grupo de atemorizados orcos. Mientras hablaban el dragón negro les dijo:
- Más te vale cumplir el designio de mi señor, o yo le diré nuevas torturas más dolorosas que las de las cabezas empaladas...
Umndâk se estremeció y vio a sus compañeros, que al igual que él, estaban blancos, como estuvieran sin vida; el terror que había vivido en aquella situación era indescriptible, y jamás le olvidaría. Jamás olvidaría su risa malévola, las cabezas de enemigos y demás chillando de dolor. Se puso más blanco cuando recordó que entre las cabezas estaba las de su compañero, Hush.

Todos estaban ya listos para atacar. Alfénix tragaba aire y miraba a Finfuingil, el cual le lanzaba una mirada significativa. Mientras, Eldarion, desenvainaba a Nársil (conocida también como Andúril.) Finfuingil tensó su arco al igual que los demás elfos y hobbits, y los rhûneanos y enanos sus ballestas. Los gondorianos desenvainaban sus espadas, y Nársil brillaba a la luz de la luna. Vieron debajo suya los desprevenidos enemigos. Era una marea negra en continuo movimiento, una marea que ni la vista de un elfo alcanzaba a ver el fin. Una inmensa marea negra, algunos todavía estaban dormidos en sus tiendas de campañas. Los dragones estaban acurrucados dormidos, tranquilos y no sospechaban el peligro que se les venía encima. Los balrogs y las demás bestias, paseaban orgullosos entre las tropas, y Finfuingil observó un hechicero terrorífico que iba en un gran murciélago; era Karlery. Todos se miraron, con los arcos y ballestas preparados para disparad. Entonces, Haldir por fin dijo en un susurro inaudible:
- Disparad.
Luego un silbido. Miles de flechas cayeron sobre los desprevenidos orcos, los dragones se retorcieron y todos miraban al aire. El silbido era tal, que los orcos al principio creyeron que estaba lloviendo; lloviendo flechas. Miles de flechas eran disparadas, en una descarga masiva y instantánea, las tropas enemigas avanzaban nerviosas y desorganizadas, cogiendo sus armas, preparando para el ataque. Entonces los dragones se acercaron a las montañas, furiosos. Al mando de los dragones iba Karlery con más murciélagos gigantes. Pero entonces, una luz azul brilló en el horizonte, y del cielo salió un ejército de águilas. Los dragones y las águilas lucharon ferozmente, mientras entonces el ejército descendía por la empinada ladera. Algunos jinetes caían, otros eran atravesados por flechas negras. Finfuingil desenvaino su espada al igual que todos, y millones de gritos de guerra se elevaron por ambos bandos. El griterío fue espectacular, los orcos se taparon los oídos mientras que los estandartes élficos ondeaban en el viento, los gondorianos descendían como una tempestad furiosa por la ladera, y detrás, los enanos y rhûneanos clamaban venganza. Los orcos formaron las picas para el choque. Arriba, las águilas caían en el fuego de los dragones, mientras que estos caían por sus garras. Por un momento, justo antes de chocar contra el ejército enemigo, Finfuingil observó que el tiempo se paró. El terror le invadió, la guerra le aterro. Los orcos y demás bestias no mostrarían piedad. Pero entonces le llegó las imágenes de amigos suyos cayendo frente a estas criaturas, se imaginó como caerían sus otros hermanos, y también se imaginó que si fracasaba, Mariëh moriría. El cuerpo se le llenó de valor, coraje en un éxtasis de venganza. Se lanzó contra los orcos con un grito de batalla que atemorizó a los orcos, pues aquel grito parecía más de uno de los suyos. Y así empezó la batalla, mientras Finfuingil veía a jinetes elfos y gondorianos caer frente a las insensibles criaturas. Su espada chocaba con violencia contra escudos, espadas y cuerpos del enemigo. Su espada empezó a teñirse de la sangre orca. Alzaba su espada violentamente para caer con fuerza en la cabeza de un orco, luego a otro le atravesó la cabeza a otro, luego a otro le cortó la mano y luego le remató... Esa era la crueldad de la guerra, y la crueldad que él recibiría si no se defendía. Con un giro de su espada degolló a 3 orcos, cuyos cuerpos cayeron sin vida. Arriba, una águila era incendiada por un dragón gigantesco. También observó como Karlery montado en su murciélago se enzarzaba en una lucha individual contra Gwaihir montada por Radagast. La lucha era feroz. Los ríos de sangre empezaron a brotar, y entonces, cuando los elfos y gondorianos empezaban a temer por sus vidas, los enanos y rhûneanos consiguieron descender por la ladera, cayendo sobre los orcos con sus hachas y con sus espadas. Las flechas de los hobbits caían hacia abajo con poca puntería, aunque al menos no herían a sus amigos. Los orcos se replegaron en un instante, y el ejército de la nueva alianza les persiguió durante un tiempo, pero ellos también tuvieron que recomponer filas. Las disminuidas tropas de caballería de elfos y gondorianos se pusieron en una delgada línea, y detrás de estas iban los enanos y rhûneanos. Finfuingil observó que todavía en aquel lugar donde había estado M. Tirith, quedaban ruinas y piedras desperdigadas para recordad al más glorioso reino de los hombres. Finalmente ambos ejércitos enemigos recompusieron filas, en el del enemigo había balrogs, Olog-hai y demás bestias conocidas. En el aire, la lucha seguía igual de encarnizada. El cuerno de Resid sonó, y demás cuernos y con el grito de ¡Venganza! ¡Venganza! Las tropas de la nueva alianza cargaron contra el enemigo. El choque entre ambas fue brutal. Finfuingil no mostraba piedad, pero para él la batalla se decidía cada vez que se enfrentaba a un enemigo. Avanzaba sin piedad entre la marea negra, pero por un momento vio que a lo lejos las cosas no iban tan bien para el enemigo, lo cual le alegró. Todas las tropas luchaban desperdigadas, individualmente, ya no formaban compactos bloques, y eso beneficiaba a los guerreros de la última alianza. Finfuingil se bajó del caballo pues los lanceros amenazaban con matar a su corcel. Vio a lo lejos a Nársil resplandecer llena de la sangre de los enemigos, vio a Resid haciendo sonar su cuerno, vio a Dóin clavar su hacha en las yugulares de los enemigos, vio a Yholer luchar con valentía con su dorada espada. Corrió hacia una plataforma en ruinas, corrió por sus escaleras, mató a los orcos que desde arriban disparaban flechas y entonces vio como, nuevos refuerzos orcos corrían desesperados a la batalla. Vio como las tropas luchaban fieramente, pero ya no aguantarían más, y los refuerzos no aparecían. Pero se fijo en que las tropas que cruzaban el río parecían que estaban huyendo... Entonces, un montón de estandartes rojos se alzaron persiguiéndolos, olifantes y dragones enormes arrasaban con ellos, y los jinetes sureños, albanteses y rohirrim caían sobre ellos como una ola de agua sobre un par de hormigas. Finfuingil gritó desde la plataforma:
- ¡Compañeros enanos, valientes hombres del Rhûn, elfos y hobbits! ¡Los refuerzos han venido! ¡Los refuerzos han venido!
Un clamor de trompetas siguió, gritos de victoria, los atemorizados orcos no sabían donde huir o que hacer, y los dragones se retiraban rápidamente. En un instante vio en el suelo como Radagast caía con Karlery contra un montón de rocas de las ruinas. Se asombró, Karlery estaba muerto, pero el mago Radagast había muerto también. Bajo montando otra vez su caballo, mientras que los orcos seguían luchando, no por mucho tiempo; en cuanto los refuerzos se acercaron, se lanzaron en una huida precipitada en la que pocos sobrevivieron. Entonces, en el centro de las ruinas, Círdan y Elfwine se encontraron, y miles de gritos de victoria se elevaron.
Pero las tropas de los elfos estaban casi diezmadas al igual que las gondorianas. Barahir murió protegiendo a Eldarion, y más bajas importantes, como Dwalin, Dori, Bombur, Bifur,  Radagast, Arzanôn, Yhaler y Glorfindel, y Armenio. Pero también había caído uno de los Noldor; Ferleth.
Finfuingil mientras, buscaba a su hermano en medio de la victoria de la batalla. Les había costado, pero ahora los orcos huían en una estampida perseguidos por los rohirrim, sureños y albanteses. Pero entonces vio una escena que se le quedó grabada en el corazón para siempre. Miraba con horror, el cuerpo de su hermano. Allí estaba, el cuerpo de su hermano Ferleth, pero ¿y su cabeza?. Le había cortado la cabeza y el cuello de un solo tajo, y derramaba sangre. Vio como sus brazos todavía agarraban con fuerza su espada y en otra su lanza. Y lo peor es que seguramente su hermano se fue a la otra vida enfadado con él, pues todavía guardaba su mirada de odio. Como se había podido enterarse, no lo sabía. Cogió el cuerpo de su hermano, pero entonces vio a lo lejos, como huyendo de los rohirrim, un orco era recogido por un dragón, un orco pálido y de color blanco, que en una lanza sostenía la cabeza de su hermano. Finfuingil cogió con fiereza su arco, y le dirigió una flecha al orco, pero acertó en el dragón, él cual se tiró al suelo retorciéndose de dolor. A lo lejos, el orco cogió un huargo abandonado y se escapaba. Entonces, a Finfuingil le vino instantáneamente las palabras de los magos: `` Finfuingil, creo que debes darte cuenta del peligro que corres`` ``Eres con tu hermano el último de los Noldor, y el enemigo os teme, teme de lo que seáis capaces de hacer``. Asustado, miró a sus lados temiendo que una figura tenebrosa saliera de las sombras y la matase. Se apartó esa idea, pero ahora sabía que él era el último de los Noldor, y que el enemigo no duraría en hacerle perecer. Vio entonces a su lado al mago Alatar que le dijo:
- Finfuingil Entaguas, la muerte de tu hermano Ferleth es una grave pérdida al igual que la de los demás generales que han caído. Muchos han caído, al igual que nuestro compañero Radagast.
Finfuingil no pudo evitar romper a llorar, todavía muy afectado por la imagen del orco con la cabeza de su hermano, alzándola como si un trofeo de guerra se tratase.
- ¡Finfuingil! Controla tus emociones- le dijo Alatar- Yo mismo me ocuparé a partir de hoy de tu seguridad personal.
- Eso no me consuela más Alatar, pero te lo agradezco. Pero ¿quiénes más han caído?
- Barahir ha muerto interceptando una lanza que iba dirigida a Eldarion. Dwalin, Dori, Bombur, Bifur, Arzanôn, Yhaler, Glorfindel, y Armenio.
- ¿Glorfindel?
- Sí así señor. La muerte del señor elfo afectarán a todos, al igual que las bajas enanas, pues los enanos aunque han combatido fieramente, muchos han caído bajo el látigo y mazo de balrogs y trolls. ¡Pero ahora, nuestra es la victoria!
A lo lejos, escuchó el cuerno de su amigo Resid, mientras gritos de victoria se alzaban. Pero entonces, el mago Pallando descendió en una gran águila, y dijo:
- Todavía nos queda grandes batallas; Nimrais y Dol Amroth. ¡Ya os quiero ver listos y preparados para marchad!
- ¡Concédenos un minuto por los caídos, por piedad!- Dijo Elfwine a lo lejos.
Alatar miró a Finfuingil tristemente, pero luego su mirada pasó a ser dura y llena de seriedad.
- Pallando tiene razón. ¡Incinerad a los caídos! ¡Preparaos para seguir luchando pueblos libres de la Tierra Media!
Miles de cuernos volvieron a sonar, esta vez parecían estar apagados, como si las voces que producían el sonido estuviesen tristes, y algunos soldados quemaban a los múltiples caídos. Finfuingil tomó su caballo, mientras veía como Alatar y Pallando se ponían al mando como jinetes de unos blancos corceles, al parecer traídos y criados de Rohan. En un ala del ejército, estaban los olifantes sureños y dragones albanteses, en otra ala estaban los jinetes rohirrim, albanteses, élficos, gondorianos y sureños, en el centro los enanos, hobbits, orientales(hombres del Rhûn) y otros guerreros del Harad.
Sin embargo, los orcos también seguían huyendo en una huida alocada, en una estampida parecida a la de animales salvajes. No se paraban a mirar atrás, y encima de ellos los dragones furiosos les rugían. Algunos al parecer incluso chamuscaron y quemaron a algunos orcos con sus lanzallamas:
- ¡Bestias inmundas! ¡Volver al ataque! ¡No huyáis!- Dijo un gran dragón negro, lazándoles una gran llamarada a un grupo de orcos. Todos se pararon y se agruparon y dejaron de huir, formando otra marea negra de lanzas. Finfuingil y los elfos distinguían detrás que varios orcos en otra estampida corrían a reforzar el ejército. Pallando les miró sin mostrar signo de pena alguno y les dijo:
- ¡No temáis al enemigo! ¡Acabad con ellos; ya habéis visto lo fácil que es hacerlos huir!
Nuevos cuernos sonaron, y a Finfuingil no le agradó, pues sus oídos le dolieron al estar tan cerca del sonido. Resid estaba ocioso por entrar en combate, y Finfuingil todavía tenía esperanzas de encontrar al orco que había matado a su hermano, y así poder vengar su muerte.
El ejército orco apiló miles de lanzas de diferentes tamaños, materiales y algunas oxidadas. Pero nada de eso consiguió evitar que el ejército de la última alianza acabase con las primeras líneas de orcos como una marea. El choque de los albanteses y dragones fue brutal; arriba las águilas también volvieron a cargar contra los dragones, aunque esta vez los dragones eran muy inferiores en números. Los orcos y huargos no parecían mostrar resistencia, los balrogs y trolls retrocedían como si les diese miedo entrar en batalla. Finalmente los dragones cayeron, y las águilas cayeron sobre los orcos con sus garras. Los orcos se apelotonaban entre sí, intentando parar al ejército de la alianza. Pero cuando los orientales, enanos, haradrim y hobbits cayeron sobre el grueso y centro del ejército enemigo, donde estaban los balrogs y trolls. Estos al ver el coraje de los orientales, que con sus espadas de oro machacaban a los huargos y se deshacían ante ellos como hombres de papel. Los guerreros haradrim luchaban con furia, y los Olog-hai les atacaban llenos de temor. Mientras, los enanos quizás más furiosos por la muertes de algunos de sus líderes, se lanzaron contra los balrogs, y estos caían al suelo gimiendo de dolor. Los orcos, tragaban aire al ver como los hobbits le mataban con un valor y coraje inusual para lo que ellos pensaban que eran unos ``campesinos y recolectores de alcachofas``. Pronto los orcos volvieron a irse en una estampida más alocada que la anterior, y lo que le asombro a Finfuingil es que los refuerzos orcos que venían a ayudarle al ejército derrotado, huían más torpemente. Y así se inició una gran persecución por los enemigos.
Finfuingil saciaba su sed de venganza contra los cobardes orcos, pero aún así no estaría saciado completamente hasta que encontrase al causante de la muerte de su hermano. Con cada tajo que pegaba a un enemigo, la sangre negra de los enemigos les salpicaba su cara. Ya su cara empezaba a estar negra del color de la sangre orca. Se dio cuenta de que por más golpes que diera no saciaba su sed de venganza, si no que la aumentaba. Haldir le dijo justo detrás suya:
- ¡Finfuingil! ¡Para! ¡Si sigues así te vas a volver loco, pareces un sádico!
Pero a Finfuingil ya no le importaba lo que decía Haldir. Siguió dando gritos de furia élficos contra los orcos, y los orcos que le veían antes de caer tenían en su expresión la de temor. Oyó que un orco decía:
- ¡Es cierto! ¡Uno de los Noldor está presente... Ah!
Finfuingil le dio un gran tajo en su hombro antes de terminar la frase. Sin embargo entonces volvió a oír a Haldir detrás suya, y esta vez le hizo caso y retrocedió hasta donde los guerreros perseguían jadeantes a los enemigos, intentando mantener el ritmo de los veloces jinetes y olifantes. Yholer al ver el aspecto de Finfuingil, se asustó.
- ¡Por mis dioses! ¡Que demonios te ha pasado, Finfuingil! Tienes un aspecto horrible- Le dijo Yholer corriendo y entre jadeos.
- He descargado mi furia contra el enemigo. Quizás mi aspecto sea un poco infernal, pero me duele el brazo de cortar miembros. ¡Si el enemigo nos plantara cara podrían vencernos!
- Pero no la harán. Si huyen es por qué valoran su vida o por qué son unos cobardes...
El resto del día paso igual, ríos de sangre corrían y pocas veces los orcos se atrevían a atacar. Grandiosa fue la sorpresa cuando el ejército de la alianza apenas reducido, llegaron a Belfalas, y allí descubrieron, que había más de 1000 guerreros y 2000 esclavos atrapados y raptados en las ruinosas ciudades. Estas se unieron a las tropas gondorianas. Pero cuando llegaron a Dol Amroth, fue más las cifras de liberados. Incluso guerreros, exiliados, mercenarios y proscritos elfos se ofrecieron a luchar gratis y por voluntad propia. También los albanteses liberaron a multitud de los de su raza. Entre las tropas gondorianas liberadas iban Imralis el rey de Dol Amroth, y Belfo el príncipe del Belfalas. También se liberaron a orientales, sureños y enanos, pero en menor medida. Ahora solo quedaba liberar a Anfalas, la playa larga en la cual los orcos se reagrupaban con dragones y Olog-hai. Sin embargo, furiosos como un torrente ansioso de sangre, de Pinnath Gelin salieron un gigantesco ejército de beórnidas transformados en osos gigantescos, dundelinos(O hombres Púkel) y Ents. Finfuingil ya tenía el cuerpo como si se hubiera bañado en sangre, pero por fin, la victoria era suya. Un gran banquete nocturno se realizó en un campamento oculto de Nimrais, y todos reían, bebían y comían en nombre de los caídos. Pero Finfuingil no lograba apenar la muerte de su hermano, la macabra imagen de su cuerpo sin cabeza. Finfuingil veía el cielo lleno de estrellas alejado del bullicio de la fiesta pues estaba en el exterior, y pensó, que quizás su hermano Ferleth le viera desde una de ellas. Entonces, Mordaz el sureño le puso la mano en un hombro y dijo:
- Esta ahí la mujer con la que te vi en Edoras. Seguro que querrá verte.
El sureño hablaba también triste y apenado, y le dijo:
- ¡Apestas a sangre de los enemigos! ¡Tendrías que ducharte macho!
El chirrido estrepitoso de una puerta vieja se oyó, y Yholer y Alfénix se le acercaron.
- Me he enterado de lo de tu hermano- le dijo Yholer- fueron muy crueles. Finfuingil, todos también estamos afectados...
Algo interrumpió el discursillo de Yholer, quizás que una sureña de cabellos rojizos pasó por su lado, con la misma que había coqueteado en Rohan. Mordaz observó que iba acompañada de una gondoriana, y Finfuingil le dijo riéndose:
- Espero que esta vez no te deje las manos señaladas...
Mordaz hizo una mueca de sarcasmo y le dejó solo. Finfuingil se quedó a solas con Alfénix y le dijo:
- ¿Y tu...?
- ¿Esa elfa?... ¡Bah! Tampoco fue para tanto... solo me llamó la atención... simplemente.
- Yo espero que mi amada este aquí. Me iluminaría en esta hora oscura.
- Bueno, creo que yo que tú me saciaría en la juerga ¡Es asombroso! ¡Elfwine y Pallando están contando chistes borrachos en una mesa! ¡Alatar, los albantes, orientales y sureños están cantando y bailando sobre la mesa! ¡Los enanos cantando en Khuzdul! ¡Y los elfos... emborracharse a más no poder!
- Ahora entiendo por qué no he visto a Resid- le respondió.
- ¡Y los hobbits! ¡Es alucinante! ¡Están organizando un concurso de beber y...!
Finfuingil, a quién no le agradaba mucho el entusiasmo del gondoriano quizás a su estado de humor, le dijo:
- ¡Con mi vista de elfo estoy viendo que una bella elfa silvana se dirige hacia aquí!
Alfénix salió corriendo en la dirección que el elfo señaló, aunque Finfuingil no estubo tan equivocado. Alfénix salió corriendo a tal velocidad que al tomar la esquina del bar chocó de frente con la elfa. Embalsamado y engatusado, se disculpó tartamudeando y torpemente. Para su sorpresa la elfa paseó con el gondoriano. Finfuingil le guiñó un ojo a Alfénix antes de irse del lugar. Para su sorpresa, cuando descendió por las escaleras vio a Albantas sentado en ella, fumando en pipa y en una postura de meditación.
- ¿Eh? ¿Albantas? ¿Qué haces aquí, cómo no estás disfrutando de los placeres de la victoria como todos tus hermanos albanteses?
- ¿Y tu Finfuingil Entaguas? ¿Acaso no te encuentras agradable entre el gentío, o una pena reciente te invade el corazón? ¿Esperas que una luz de belleza llegué ahora? Te aconsejaré ahora una cosa; bebe y disfruta en nombre de los caídos, acuérdate de tu hermano en los buenos momentos. Sobre tu pregunta, te diré, que en estas horas prefiero estar solo. Tengo mucho que meditar.
Albantas expiró fuertemente, al tiempo que miraba al frente suya y al cielo, como si este le trajera algún feliz, triste y lejano recuerdo. Finfuingil no preguntó y siguió avanzando en la verde pradera de Nimrais, entre sus montañas. Entonces vio a un gigantesco Ent haciendo guardia. ¿Acaso aquellas criaturas no celebraban la victoria?. Entonces los ents se acercaron los unos a los otros y Finfuingil los observó desde lejos. Parecían estar en medio de una ceremonia o un ritual parecido. Todos permanecieron en círculo con los brazos unidos, hasta que un ent muy anciano, lleno de musgo, con grandes barbas de helechos y los ojos caídos se puso en el centro. Nadie dudaba de su longevidad, y Finfuingil creía que era Bárbol, quién en otras épocas había estado más joven, y que había presenciado muchas edades pasar ante él. Entonces, este habló con su voz serena, grave y profunda, a la par terriblemente lenta:
- Ents de Fangorn. Os he reunido aquí para discutir un asunto en cuestión. Sabéis que ya hemos marchado a la guerra como en anteriores décadas hemos hecho, sin embargo, una noticia que me ha conmocionado me ha llegado. Nuestras amadas, las ents mujeres, están en la Tierra Media, sabemos donde. Un beórnida nos dijo que hace poco vio descender por las montañas de Isengard a un grupo de árboles andantes, que al principio tomó por ucornos, pero eran muy diferentes. Eran de piel parda, llanas y lisas con barbas mohosas con una ligereza de pies asombrante, de nuestro tamaño y de una cabeza grande y encajada entre los hombros. Ahora os he reunido aquí por ese motivo; estamos a punto de presenciar a nuestras desaparecidas bellas mujeres.
Los ents se quedaron pasmados, mientras Bárbol mostraba una forzada y cálida sonrisa de alegría. Finfuingil estaba asombrado, pues el relato que había oído de los ents y sus mujeres eran vagos recuerdos de tiempos remotos. Los ents guardaron largo rato, al igual que Finfuingil alejado les esperaba. Entonces sucedió el acontecimiento que tanto los ents esperaban, pues Finfuingil vio a unas figuras arbóreas con cierto toque femenino andar hacia ellos. Los ents corrieron hacia su encuentro profiriendo gritos de alegría y felicidad al igual que las ents, las cuáles estaban llorando. Entre las ents mujeres estaban Fimbrethil, la mujer de Bárbol. Ya no sería una ent-princesa, pues al igual que su marido la edad había hecho mucha mecha en ella. Finfuingil se dio cuenta de que sería mejor dejar a los ents solos y que disfrutasen de ese momento en intimidad, sin ningún ojo fisgón observándoles. Finfuingil olfateó el ambiente, algo apestaba, era él, su olor a sangre del enemigo. En la batalla había descargado su furia contra el enemigo, la próxima vez no actuaría tan imprudentemente sádico, pues gracias a su locura y desenfreno, podían haberle matado de sorpresa igual que a su hermano. La próxima vez, no se dejaría llevar por la locura de la matanza, y dejaría la cacería a otros guerreros más experimentados. Finfuingil ya se acercaba al bar y a la fiesta, aunque está se escuchaba desde lejos ya. Albantas, seguía en las escaleras meditando, con una expresión de tristeza. Quizás el cielo le trajera recuerdos muy amargos. Mientras, veía como Alfénix hablaba con la elfa silvana, ruborizado entero. Mientras, por la cara de Mordaz y Yholer, parecía que se habían llevado más de una colleja y habían sido rechazados, y entraron al bar para sumergirse en la fiesta. Finfuingil entró en el bar y pudo observar el espectáculo, que era como Alfénix le había dicho(o peor). Resid y Nori de los enanos, estaban haciendo un concurso de cerveza; más de 20 jarras seguidas llevaban, aunque a Finfuingil nunca para de asombrarse de el poco efecto que hacía el alcohol en Resid. Mientras, Yholer y Mordaz se animaron a bailar sobre una mesa llena de gondorianas y sureñas en las cuáles estaban las que le habían rechazado. Finfuingil observó que en medio del bullicio de la fiesta una rohirrim de melena rizada de color marrón y perfectas facciones se reía con sus compañeras. Ambos intercambiaron miradas y los ojos le brillaron. Se encontraron en un gran abrazo y Mariëh, le dijo:
- Se lo que le ha pasado a tu hermano, lo siento Finfuingil ...
- Ahora no importa... Disfrutemos de que estemos vivos...- y la besó en el cuello, y se dirigió hacia la barra. Mariëh se fue también con sus amigas a pasárselo bien. En la barra estaban Resid y Nori organizando el concurso y observó que el enano apenas se sostenía en pie y decía con voz ilegible y a veces gruñendo, con faltas de pronunciación:
- ¡¡¡Otro... hips!!! ¡Otro... erñor! ¡Otro ñorlef! Digo... eeeelfoorrr .... ¿Finfuinfuigiiiirl no?
Resid se rió, aunque su cara estaba más colorada que la del enano y dijo por lo bajo, cual mafioso:
- Disculpe al señor enano amigo... no ha superado las 25 cervezas y ya está cansado... ¡Buisp!
Finfuingil se rió pero el enano se enfureció y cogió otra cerveza y dijo:
- ¡32 maeerzeep Resignado!
Finfuingil rió todavía más, y les dijo entre risas:
- ¡Ustedes verán lo que hacen! Pues yo se de 2 que mañana les va a doler mucho la cabeza...
- ¡Hips! ¡Los fuertes enaños no somos débiles, ganamos Azubaizar esa y no vamos a perder un concurso de cerveza!
Resid se tomó una cerveza más, pero su cara cayó contra la barra y de su boca salió un gran ronquido, y el enano, embravecido y levantando la mano en signo triunfal dijo:
- ¡Ja! Lo he conseguido... ¡Hips!
Y con el hips se cayó de la silla dormido. Finfuingil entonces giró la cabeza para ver como Albantas había entrado y estaba en la barra y estaba apunto de beberse una cerveza. Viendo a Resid y a Nori se le ocurrió una idea:
- ¿Eh, Albantas? ¿La primera cerveza no?
- Sí- le respondió- ¿Quieres que hagamos un concurso de a ver quién bebe más cerveza? No, lo siento, no es lo mío. No quisiera caerme de culo al suelo como Nori- y soltó una gran carcajada.
Entonces Finfuingil se tomó una cerveza de golpe para retarle, pero Albantas negó con la cabeza. Entonces Finfuingil observó que sobre la mesa que bailaba Alatar estaba Mariëh, y se fue hacía allí.
- ¿Maese Finfuingil, le apetecería bailar conmigo?- Le dijo Mariëh que se había levantado de la mesa y dirigido hacia él.
- ¡Acepto encantado!- le respondió el elfo, y entonces empezaron a bailar sobre otra mesa, a la paz que bebían y disfrutaban. Ahora mismo, todos los protagonistas y guerreros de la historia estaban festejando la victoria, y algunos como los ents, habían encontrados a sus esposas; en fin, unos de los mejores momentos que tendrían en la guerra. Pues ya llegaría el tiempo en que las jarras de cerveza les resultara amargas y no aliviarán su amargura en la fiesta. Y ese momento estaba a punto de llegar, pues Morgoth, solo tenía que fijar su ojo en sus tierras, para que estos murieran. Y ya no enviaría orcos, no, algo peor se avecinaba, criaturas insensibles y que no huirían, mucho más poderosas...



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