El último de los Noldor

14 de Julio de 2006, a las 08:34 - Entaguas
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CAPÍTULO 9: EL DON DE MORDAZ

Mordaz se acostó inquieto. Lo de los hombres lagartos no le había hecho ninguna gracia, al igual que todos. Además, le estropeó el momento en que la gondoriana le iba a dar un beso. Se miró en el espejo y tenía los mofletes colorados, y cuando le iba a dar un beso ¡Zas! Va y viene un espectro diciendo no se qué de un nuevo terror. En la cama de al lado estaba Yholer, quien estaba todavía más inquieto que él. Y en la litera de arriba, roncaba Albantas como un poseso. Aunque a Albantas le había afectado la noticia, ahora dormía tranquilo. Yholer estaba nerviosísimo, y no paraba de levantarse a mirar a la ventana.
- ¡Tranquilo Yholer, que no va a salir un hombre lagarto por la ventana!
Al decir la palabra, ``hombre lagarto``, Albantas se bajó de la litera de arriba con una rapidez increíble, arco en mano, y disparó una flecha hacia la puerta. Albantas al ver las caras de sus compañeros les dijo:
- ¡No mencionéis esa palabra! ¡El susto que me habéis dado!
- ¿Pero tu no estabas durmiendo?- Dijo Mordaz.
- A medias... pero no me volváis a mencionar esa palabra...
- ¿Cuál, ventana?- dijo Yholer riéndose, aunque la broma de Mordaz no le había hecho gracia.
Albantas rió un poco y subió a la litera de arriba. Mordaz dijo entre risas:
- Bueno, espero que no salga por la puerta un hombre...
Yholer le tapo la boca y Albantas le miró furioso:
- No tiene gracia Mordaz. Yo he visto esas criaturas, en estado experimental- Un escalofrío le recorrió la espalda y continuó- Ya tiene que ser tarde, será mejor que nos acostamos.
Yholer asintió, y pronto Albantas y Yholer estaban sumidos en un gran sueño(O al menos eso parecía). Mordaz cerró los ojos, y se durmió también. Mordaz nunca se dormía tranquilo por que tenía el don de la premonición, y eso le inquietaba, sobre todo en esa época.
Esta vez lo que soñó, le inquietó de verás, un montón de escudos rotos, lanzas y espadas pisoteadas por lobos y pies negros... elfos y hombres que eran atravesados por flechas negras... los olifantes y los dragones albanteses caían quemados al suelo... cuernos malévolos sonaban en la oscuridad... unas figuras negras, una mezcla entre hombres y lagartos, mataban a placer... un montón de polvo envolvió la batalla, luces cegadoras y místicos seres aparecieron, y entonces vio... vio... una figura negra gigante que reía y que descargaba su martillo contra...
Albantas y Yholer le despertaron de su pesadilla.
- ¿Que demonios te pasaba, Mordaz?- le dijo Yholer.
- Mordaz dice que tiene el don de la premonición, quizás lo que haya soñado no le halla causado ninguna gracia...
Mordaz intercambió miradas con ellos y dijo:
- Albantas, he visto a los hombres lagartos... he visto a una figura negra... con un gran martillo...
Albantas se puso pálido, y Yholer con temor dijo:
- ¿Esa figura negra era... él?
- ¿Él, a quién te refieres?- dijo Mordaz todavía atontado.
- ¡Se refiere a Morgoth, Mordaz! ¡Has visto a Morgoth en tus sueños!- gritó Albantas.
Todos tragaron aire, y entonces Yholer dijo:
- ¿Que viste, Mordaz?
- Nada bueno supongo... vi escudos rotos, hombres, elfos y demás aliados muertos, los olifantes y dragones albanteses se derrumbaban, y vi a Morgoth descargar su martillo contra alguien... creo recordad que era un hombre...- Mordaz se mordió la lengua intentando recordad más, y Albantas le puso una mano en el hombro.
- Será mejor que nos vistamos en un momento, y que visitemos a los magos. Ellos te darán consejo Mordaz.- le dijo Albantas- creo que es lo mejor que podemos hacer.  Id armados por si acaso, los espías de Morgoth actúan de noche.
En un momento estuvieron listos y fueron andando por el largo pasillo. Llamaron a la puerta de la habitación de los magos, quienes les abrieron en pijamas y medio dormidos.
- ¿Pero qué demonios os pasa, Albantas, Yholer y Mordaz? ¡Los magos también necesitan dormid!- Dijo Pallando, aunque al ver la cara de intranquilidad de los 3 le volvió a decir- Disculpen, pero tengo muy mal despertad, ¡Pasen, pasen!
Entraron y le contaron todo lo sucedido, y observaron que los magos se miraron sorprendidos y preocupados. Alatar dijo:
- Mucho me temo que lo que has visto a sido... la Dagor Dagorath, la batalla del día final, la batalla que lo decidirá todo...
Todos se quedaron sorprendidos, y los magos por un momento hablaron entre sí, muy preocupados. Finalmente Pallando y Alatar les dijeron:
- Id a vuestras habitaciones y descansad todo lo que podáis. Nosotros, tenemos que debatir este asunto a fondo.
Albantas, Yholer y Mordaz se fueron más intranquilos todavía, sobre todo Mordaz.
- ¿Que es eso de la batalla final?- dijo Mordaz- No sé, pero por la forma que me miraban Alatar y Pallando parecía algo peligroso...
- ¡Es la batalla que lo decidirá todo!- dijo Yholer decidido, aunque no estaba muy convencido- No se... quizás eso de la premonición no sea un don, Mordaz.
- ¡Lo es si estuviésemos en una época de paz y felicidad! ¡Pero no lo es por qué estamos en la época más belicosa!- dijo Albantas, que estaba muy irritado.
Entraron en su cuarto. Todos se durmieron, pero a Mordaz volvió a soñar con algo, esta vez era algo diferente...
Estaba en una preciosa isla, de verdes praderas. Seres místicos paseaban por ellas. De repente, un ejército negro quemaba las praderas y los mejores guerreros que jamás había visto, se enfrentaban al ejército negro. La isla estaba sitiada, y la tierra temblaba cuando un ser místico furioso cargó contra el ejército negro. Los seres místicos eran como Morgoth pero eran benévolos; eran los Valar. De repente, una barca con un hombre, se escurrió entre las barcas negras del ejército negro y escapó entre la confusión de la batalla. La barca se alejó con el hombre de la isla; Valinor. Finalmente el hombre, como un proscrito solitario, bajó de la barca a tierra firme. Mordaz se despertó entonces, y sin despertad a ninguno de sus compañeros, se fue a consultar nuevamente a los magos. Estos ya estaban despiertos y Pallando dijo:
- ¿Otra pesadilla? ¿Qué has soñado, Mordaz?
Mordaz se lo contó y Pallando dijo:
- ¡Si un proscrito consigue huir de Valinor es que el asedio está a punto de romperse, debe ser un mensajero!
- No, Pallando, no es un mensajero. Es Túrin Turambar, que ha sido enviado aquí para cumplir... la profecía, o eso creo por las descripciones de Mordaz.
Mordaz se volvió a sentir inquieto, él no sabía nada, y los magos se miraron esta vez más contentos, le dieron una pócima a Mordaz y le dijeron:
- Esto evitará que sueñes esta noche, podrás descansar tranquilo.
- ¿Pero que es eso de la profecía, ese tal Turambar ...?
- Mañana te lo explicaremos, Mordaz. Ahora necesitamos debatir el asunto entre nosotros 2, y mañanas, lo debatiremos en el desayuno con todos los líderes, como un concilio.
Mordaz bebió la pócima y entonces, cuando volvió a su cuarto, Yholer que estaba de pie le dijo:
- ¿Otra vez has vuelto a soñar? ¿Con qué esta vez?
- Mañana en el desayuno será debatido, Yholer. Y no hables tan alto que Albantas se va a despertad.
Y el sureño se acostó, esta vez sin sueños que le atormentaran.

Sin embargo, si no se hubiera tomado la pócima, quizás hubiese soñado con que nuevas barcas conseguían escapar de Valinor, y entre ellas iban Gimli y Legolas, que habían salido por decisión de los Valar. Cuando Túrin les vio, los 3 se dirigieron hacia Gondor, con la esperanza de encontrar al amanecer a los magos o a los líderes. ¿Y por qué habían enviado a Túrin Turambar os preguntaréis?
Por la profecía. Una profecía, que aunque no eran más suposiciones, se decía, que Túrin Turambar mataría a Morgoth con su espada negra Gurthang. Y si no era así, Morgoth se tendría que enfrentar a Manwë o Tulkas. Pero para eso, tendrían que romper el asedio totalmente, los Valar tenían esperanzas ciegas en Túrin.

Finfuingil veía como Durin VII dormía de una manera que le inquietaba mucho, pero para los gemelos Elrohir y Elladan, les causaba una gracia tremenda y se contenían la risa. El rey enano dormía con los ojos abiertos, con la boca abierta, la baba colgando y encima roncando(unos ronquidos, que como dijo Elrohir, debían de utilizarlos como arma contra Morgoth).
- Seguro que el mismísimo señor oscuro y sus ejércitos llorarían de terror al escuchar estos ronquidos- Dijo Elladan entre risas, y Elrohir soltó una gran carcajada. Elrohir estaba en la litera de arriba de Finfuingil, y Elladan en la de Durin VII.
- Bajad la voz o callaos- les aconsejó Finfuingil- Dicen que los enanos tienen muy mal despertad.
- Si es como sus ronquidos...- Dijo Elladan y casi se cae de la litera de risa.
- Bueno, ¿Sabéis por qué al señor enano no ha preferido la litera de arriba? ¡Seguro que para él bajarse de aquí tiene que ser como caer por el precipicio de Khazad-Dûm!
Finfuingil y Elrohir no pudieron contener la risa por el chiste de Elladan, y estallaron en unas carcajadas, y Elrohir se cayó de la litera. El enano se despertó y les dijo:
- ¡Muy bonito! ¡Contando chistes en estos malos tiempos! ¡Descansad, pues vosotros no sois tan resistentes como nosotros los enanos!
- Pero al menos no necesitamos una escalera para subir a la litera de arriba- dijo Elrohir, y estallaron en nuevas carcajadas. Durin VII se enfadó y soltó una palabra en khuzdul que no debió de ser nada bonito. Los gemelos callaron, aunque debían de estar a punto de volver a estallar en carcajadas. A Finfuingil no le extrañaba, eran capaces de reírse a causas de chistes aún en la más sangrienta batalla. Finalmente, los gemelos se durmieron, y Finfuingil y el rey enano pasaron la noche discutiendo y charlando. Finfuingil empezó a tener una gran amistad con el enano, a causa de esa larga charla. Pero llegó una parte de la conversación que le inquietó.
- ¿Así que uno de los Noldor? ¡Yo también soy el último Durin! Je.
- Supongo que el destino que se avecina no es positivo.
- No, maese elfo. Pero si le digo la verdad, yo tengo que rendir cuentas personales contra Morgoth. Un espía suyo mató a mis esposas e hijos, y consiguió escapar... Además, nos expulsó de Moria ¡La Moria por la que tanto hemos luchado!
- Maese enano, yo también tengo asuntos parecidos contra Morgoth. Los suyos mataron a mi hermano.
- Finfuingil, eso no fue casualidad- dijo el enano meciéndose la mano- Va a tus seres queridos, para debilitarte sentimentalmente, de forma de que caigas fácil en la batalla. Eso fue lo que me hizo a mí, y ati te lo hará, y a todos los líderes importantes. Vigila a tus seres queridos y a todo lo preciado. Y te lo digo enserio.
Eso no agradó a Finfuingil y le preocupó, y el enano se dio la vuelta en la cama, dando la conversación por terminada. Finfuingil se levantó y vio los rostros de los gemelos diciéndoles:
- A sido directo y cruel, pero tiene razón. Finfuingil, vigila a esa rohirrim. A nosotros también nos pasó lo mismo.
Finfuingil sintió una presión en el pecho, se fue preocupado de la habitación. No le agradaba lo que le dijo los medio-elfos y el enano. Y no quería creérselo. Con solo pensarlo la pena le llenaba el corazón...
Apartó esa idea de su mente con dificultad, pero ya no se podía acostar tranquilo sin ver a Mariëh. Fue a la habitación que la había visto acostarse. Abrió la puerta y sigilosamente, se metió en su cama y la abrazó. Ella le besó con una cálida sonrisa y Finfuingil pudo dormir tranquilos, dormir con su amada, le producía una seguridad y tranquilidad absoluta. Si Morgoth o la guerra la matara, él, ya no sería igual. Pero en la oscuridad de la noche se oyó un hachazo, y Finfuingil se levantó rápidamente de su cama, espada en mano  asustado, dirigiéndose a la habitación de al lado, donde había escuchado el hachazo.

Alfénix estaba en la misma habitación que Dóin, Resid, Aldar y Nori. El elfo y el enano Nori se habrían quedado dormido en la barra de no ser por que Pallando les ayudó a acostarlos y meterlos en las camas.
Dóin, descansaba en un sillón, parecía que estaba cómodo, con el hacha a su lado.
- No me fío de lo que esta noche pueda depararnos, compañeros gondorianos.
- A mí me inquieta mucho lo de los hombres lagartos- Dijo Alfénix desde su litera de arriba- ¿Acaso hay algo peor que los orcos, algo más terrible? ¿Cómo se pueden criar criaturas tan malvadas con y para tan malvados fines?
- Alfénix, eres joven e inexperto, no has visto mucha guerra, pero lo poco que has visto debería de haberte enseñado lo malvado que es el enemigo. ¿No viste con que artes destruyeron M. Tirith?- le preguntó molestado Aldar.
- ¡No se trata de eso Aldar!- dijo el enano, y Alfénix esbozo una sonrisa al ver como el veterano gondoriano era interrumpido por el enano- ¡Aquí hay algo que huele raro...! ¿Por qué Morgoth iba a acabar con los orcos, su unidad básica en el ejército? ¡Si a acabado con los orcos, debe de estar sin ejército! Algo raro y extraño trama su astuta mente... puede hacernos creer que es débil y cuando les ataquemos... ¡Zas!- Y descargó su hacha contra el suelo, y los gondorianos se encogieron- Nos descargará tal mazazo que no nos podremos recuperar. El enemigo puede permitirse perder cientos de ejércitos y líderes... pero si nosotros perdemos uno solo, sus posibilidades aumentaran.
- Le doy la razón, señor enano- respondió Alfénix. Aldar parecía molesto por el hachazo del enano contra el suelo, pues le había asustado y le aconsejó:
- No vuelvas a hacer lo del hachazo, podíamos despertar o asustar a la gente.
La rápida entrada de Finfuingil Entaguas, espada en mano, asustado y en pijamas dejo a los presentes patidifusos, provocada por el hachazo del enano.
- ¿Qué te dije, Dóin, eh?- le espetó Aldar.
Finfuingil les observó con el corazón el mano, parecía estar muy nervioso.
- Por favor... estoy en la habitación de al lado... no me volváis a asustar así...
- ¿En la habitación de al lado?- Pregunto extrañado Aldar.
- Sí...- contestó Finfuingil extrañado por su pregunta.
- En la habitación de al lado, vive, mi esposa- le dijo Aldar, con los ojos rabiosos, como encendidos por una llama.
Finfuingil se quedo petrificado ante lo dicho por Aldar. En un duelo de miradas, Finfuingil dijo patidifuso y tartamudeando:
- No... era solo un decir... estoy con Durin VII y los gemelos Elrohir y Elladan.
Y se fue sin decir nada más. Alfénix miró a Aldar asombrado, y Dóin también.
Y Finfuingil se fue corriendo por el pasillo, llorando, apartando de su cara sus lágrimas producidas por las noticias. Su lamento y sufrimiento era tan grande, que no podía soportarlo. Cuando entró en la habitación de Mariëh, esta le dijo:
- ¿Por que lloras, oh, mi amado?
Finfuingil no pudo soportar tales mentiras y ya el corazón se le llenó de odio.
- ¿Te suena de algo el nombre de Aldar?
A Mariëh se le llenó la cara de palidez, y dijo:
- Finfuingil, yo creía que esto solo iba a ser un desliz, algo bonito mientras duraría... No pensé que te ibas a dar cuenta...
- Yo creía en lo nuestro, Mariëh. Creía que íbamos a ser felices, que por una vez en mi vida, iba a tener hijos con el amor que yo quería. Pero todo era demasiado bonito para ser verdad.
- Te lo iba a decir...
- Igual que me dijiste lo de lo tuyo y mi hermano Ferleth, Mariëh, adiós.
Y cerró la puerta de un portazo, y se fue. Corrió por el pasillo y deseo meditar afuera como había visto hacer a Albantas. Sentado aún con las lágrimas por sus ojos, observó el verde descampado, las millones de estrellas que había en el firmamento, y mas allá, las montañas. Largo tiempo paseó en aquel paisaje, en aquella llanura verde e infinita. A Finfuingil siempre le habían gustado las largas praderas, y por eso le gustaba Rohan. Era todavía de noche y se volvió a sentar en la pradera. Allá lejos, un ent, se le acercaba, aunque con su vista de elfo pudo ver que era Bárbol. Este le dijo:
- Finfuingil Entaguas ¿Que te ha pasado para que ahora vagues triste y solitario por estos lugares? ¡Urrarum! ¡Aaaalluuun rayo man partan .....!- Finfuingil se asombró, pues a partir del urrarum el ent hablaba con palabras extrañas y largas que no comprendía, era la lengua del ent, el éntico, al parecer se estaba comunicando, pues de más lejos también venían voces- Bueno, te tengo que dejar. Pero por favor, no vayas mucho más lejos, como sabrás, necesitamos ahora intimidad con las ents-mujeres, hemos pasado una muy larga temporada sin verlas.
Finfuingil asintió triste. No preguntó por qué sabía que les había espiado, pero calló. El ent se alejó a grandes zancadas y pasos, y pronto estuvo fuera de su vista. Finfuingil observó la luna, estaba llena. Miró detrás suya y observó que no era el único que paseaba por aquel lugar, beórnidas paseaban y se dirigían lejos, quizás al encuentro con los ents. También observó la hermosa elfa silvana de la que Alfénix estaba prendado, jamás se había fijado ahora tanto en su belleza, su cuerpo parecía rebosar felicidad y a la luz de la luna parecía una antigua doncella élfica. Finfuingil quiso ir a su encuentro, pero no, otro desliz amoroso era lo único que necesitaba para empeorar. Además las palabras del enano no le habían agradado. De todos modos, era muy reciente el dolor que sentía por Mariëh, como esta le había engañado... ¿Es que aquella mujer no tenía sentimientos? Se había dejado enseñar como un completo idiota. Para su sorpresa, la elfa silvana sin dirigirle la palabra se sentó al lado suya de la misma manera que el estaba sentado, y se puso a contemplar el cielo. Finfuingil no la miró, pero ella dijo mirando al cielo:
- Las estrellas hoy brillan demasiado. Son hermosas. ¿Sabes? Me recuerdan a mis seres queridos. Algún día les volveré a ver, supongo.
Finfuingil la miró extrañado, la elfa parecía estar como recordando algún pasado doloroso. Sin embargo, había algo en el rostro de la elfa que le inquietaba. Le resultaba como familiar.
- ¿A vos... la conozco?- le preguntó.
- ¿Es usted Finfuingil Entaguas, el último guerrero de los Noldor? Dicen que eres el último Noldor que queda... -le dijo la dama- pero para mí que eso es mentira...
Finfuingil no comprendió y puso cara de incredulidad e interrogación.
- Aunque mi rostro ha cambiado, mi historia se haya perdido y mi marido haya muerto, volví antes que nadie para ver como esto cae... o resurge.
Finfuingil le extrañaba las palabras de la elfa, pero empezaba a comprender:
- Conseguí escapar de las tierras imperecederas, pero el enemigo me ha causado tal daño, que aunque conseguí recuperarme, ahora soy irreconocible para todos. ¿Y ati que te ha pasado, Finfuingil, para que un valiente guerrero como tú llore en la noche?
Finfuingil se levantó como asustado, y le dijo:
- ¿Quién eres? Vienes a mí en esta hora sombría con palabras y historias que no entiendo o que no logro recordad... ¿Quién eres?
La elfa se levantó y le susurro al oído:
- No se si seré un pariente tuyo, o tu tatarabuela quizás... ¡Soy Galadriel! ¡Esposa del fallecido Celeborn!
Finfuingil se quedo pasmado y clavado en el acto. No sabía si creer a esa elfa loca o irse. Pero en sus ojos había algo que la distinguían de todo elfo, algo que tenían todos los Noldor. Su rostro, a pesar de haber cambiado por las artes enemigas, tampoco era tan diferente. Era como si la elfa tuviera un hechizo o un velo que impidiera ser reconocida, y ahora se quitaba ese velo ante Finfuingil para demostrar que era la última dama de los Noldor que quedaba.
- Dama Galadriel ... perdóname, no te he reconocido. ¿Cómo has llegado aquí? ¿Y por qué?
- Recibí la noticia de mi esposo, y al parecer el enemigo le ha matado de una forma que su espíritu no puede descansar en paz ni ir a las estancias de Mandos, al igual que Elrond. El enemigo le ha atado con un poderoso hechizo que durará para siempre. Yo sentía que esta tierra me llamaba, y quería o verla sucumbir, o ver como el bien triunfa. Ahora que no veré jamás a mi esposo, tenía que ver a lo único que quedaba de los Noldor aquí. Si tus hermanos no hubiesen muerto, ahora la carga estaría mas repartida. Pero Finfuingil, como buen Noldor que eres, haz que las hazañas de estos no caigan olvidadas. El enemigo te teme; tarde o temprano, te retará. Teme en lo que puedas convertirte, pues los Noldor le han causado mucho daño en el pasado. No tomes más decisiones precipitadas y locas, a no ser que estés seguro completamente.
Finfuingil observó a la Noldor feliz. La mujer irradiaba una majestuosidad increíble, pero de repente, paso a ser la elfa silvana corriente de antes. El hechizo era eficaz, pero aún así, no era capaz de esconder toda su belleza. Finfuingil le preguntó:
- ¿Oye, Galadriel, te gusta ese gondoriano, Alfénix?
- Para nada- dijo esta con una sonrisa- me agrada su compañía, nada más, además, dar consejo en esta hora sombría es una de las razones por las que vengo. Ese gondoriano, tiene talento y puede llegar a convertirse en un rey de Gondor, pero está muy asustado. Y por favor, cuando este disfraza de elfa silvana no me llames Galadriel, solo los magos Alatar y Pallando saben que estoy aquí, pero ni si quiera Círdan; llámame Simbelmynë.
- De acuerdo- dijo Finfuingil, y la dama se marchó pronto perdiéndose en la luz de la luna. Finfuingil esbozo una feliz sonrisa, la Noldor le había alegrado y alumbrado en aquella hora sombría, le había aconsejado y avisado. Se preguntó si de verdad eran parientes, pero era imposible saberlo, pues decían que Galadriel era de edad incalculable, aunque ella era una de los Noldor como él. Además, la dulzura de sus palabras, eran embaucadoras, como si le hechizara... quizás Galadriel, cambiase su opinión respecto a las mujeres. Aunque cuando les hablo de sus hermanos le hizo ver en el cielo antiguos recuerdos de familia. Todavía recordaba cuando tenía 3 años en la casa de campo, su madre le daba unas lembas mientras jugaba con sus otros hermanos. Recordaba que Ferleth tenía 6 años y al ser uno de los mayores, era el más orgulloso, pero a pesar de eso, era engañado fácilmente por él. Firnarfin tenía los 4 años, y era el que más jugaba con Finfuingil en su niñez. Foldor mientras, tenía 7 años, y aunque siempre estaba atareado dibujando o trabajando en cualquier cosa, pero cuando jugaban, entre los 3 intentaban meterle y encerrarle en las cajas, cosa que él no soportaba. Todavía recordaba a su pobre madre, que había sido muerta en una escaramuza de orcos al poblado, el mismo día que él forjó su espada. Y a su padre, Ëönwe, un herrero que murió en la misma situación pero antes. Veía en el cielo, como él lo recordaba, la sombra de su padre con el martillo golpeando a los orcos, hasta que una espada le atravesó el costado, la oscuridad se hizo, y ya no había sombra. Él y sus hermanos con su madre se escondieron en el armario, incapaces de hacer frente a los orcos. También recordaba la historia de su espada. Los orcos habían vuelto a la rutina de las escaramuzas esta vez con la intención de acabar por fin con el poblado. Sus hermanos habían ido de viaje a Rivendel a ver a los gemelos Elrohir y Elladan, muy buenos amigos suyos también, a quiénes consideraba incluso hermanos. Su madre había salido a comprar, pero al poco tiempo de salir, oyó unos gritos. El poblado estaba entero en llamas, todo ardía. Y lo peor, a pocos metros del mercado, veía como su madre era rematada por un orco que danzaba de alegría. Cogió las espadas y escudos de la herrería, pero estos eran muy débiles y las armaduras de los orcos muy fuertes. Un orco le pegó un gran puñetazo, y Finfuingil tuvo que salir corriendo, acobardado. Ya dentro en la herrería, vio un boceto suyo de pequeño, de una espada. La espada tenía por lo menos 2 metros de larga o eso parecía, era curva, larga y afilada en el boceto; y sin vacilar se puso a hacer esa espada. En cuanto la hizo salió llenó de furia matando a orcos, quiénes huyeron, aunque Finfuingil los persiguió y los mató a todos. La espada no era de 2 metros, pero si que era afilada y larga, más que Nársil o otra espada. Pero también vio en el cielo como a los 17 conoció a los medio-elfos Elrohir y Elladan, y como pronto fueron grandes amigos, y los buenos momentos que pasó con ellos. También se acordaba de su amigo montaraz del bosque negro, Bormûl. También recordaba como Elrond de Rivendel, el padre de los gemelos, le contaba historias de los primeros días de los elfos, de los Valar, y como antaño había participado en algunas aventuras con un grupo singular de guerreros. Sintió la voz de Galadriel en su cabeza que le decía: ``Eres un Noldor, Finfuingil Entaguas, enfrenta al destino, aunque este te sea adverso``.
- Y así será- dijo Finfuingil al tiempo que se levantaba. Se apartó las pocas lágrimas que le quedaban en el rostro. Contaban de las leyendas que la antigua dama de Lórien leía el pensamiento, así que se dijo para si mismo: ``Galadriel, te agradezco tu consejo en esta hora sombría, me has iluminado, espero que sigas iluminando y dando consejos a mí y a muchos que lo necesitan. Ahora, Morgoth me temerá más que al mismísimo Fingolfin``.

Aldar hablaba muy serio con Mariëh en su habitación. ¡Estaba furioso! Sin embargo, cuando ya llevaba bastante tiempo hablando, Mariëh se largó furiosa también. Aldar había recibido 2 collejas a causa de la discusión. Pero por lo visto, Aldar había descubierto la verdad; Finfuingil y él, solo habían sido dos objetos en manos de la rohirrim, seducidos y engañados, ella había jugado con ellos como con dos peluches un niño. Pero poco importaba ya, Mariëh desaparecía del lugar montando un caballo marrón, o eso veía el por la ventana de su habitación. Se fue suspirando, y es que aquella mujer casi rompía la buena relación que tenía él con sus compañeros y Finfuingil. Salió a fuera a descansar, y vio al parecer como Finfuingil parecía recuperarse con otra mujer. Pero ambos tenían cierto parecido familiar, como si perteneciesen a la misma casta de sangre noble. ¡Imposible, si Finfuingil era el último de los Noldor!, se dijo. Luego al entrar en la habitación, vio a todos dormidos, y se acostó tranquilo. Y es que Mariëh sería ya un capítulo que el gondoriano olvidaría en esa historia de guerra, matanzas, conspiraciones y amor que se abría ante sus veteranos ojos.

Morgoth estaba ahora inspeccionando desde su ventana, como su poder militar, iba aumentando. Su cerebro tramaba nuevos planes de venganza contra sus enemigos, pero Morgoth, de corazón y mentalidad perversa, también los debilitaría desde dentro. Ahora estaba pensando en como debilitar a los ents y ucornos, pues eran muy poderosos en la batalla, y no quería ver por su fortaleza una manada de esos bichos molestando y destruyéndolo todo, no quería cometer el error de Saruman el Istari. ¿Un ejército entero de dragones voladores...? No, ya antaño en el asedio de Rohan les habían resistido... ¿Una legión entera de Balrogs? No, no, eran muy lentos y podrían recibir refuerzos. Además, para él, los balrogs eran una unidad de élite, y solo los utilizaría... ¡De la manera que le daba la gana! ¿Acaso no era él, el poderoso, el misericordioso, y pronto, el proclamado rey de la Tierra Media? ¡Todo el mundo le temía!
- ¡Tú, Sgahta! ¡Ven acá bichejo!- le dijo a un hombre lagarto que se mantenía firme en su puerta de guardia.
- ¡Oh, recibir tus órdenes son un placer señor!- le respondió Sgahta, y a Morgoth lo que mas le gustaba de los hombres lagartos era como aunque fueran enviados al abismo, obedecían sin rechistar, aunque de todos modos, su peloteo llegaba a ser pesado.
- Quiero que mandes una legión entera de balrogs con un solo propósito; destruir a los ents y ucornos.
Sgahta chasqueó los dedos, y con su habitual peloteo dijo:
- ¡Oh, amo de la misericordia! He sabido, oh, gran señor, que los ents han encontrado a las ents mujeres y doblado, por lo tanto, su número. ¡Haces bien, mi grandioso amo, en atacar ahora, antes de que se reprodujeran como liebres!
- ¿Entonces qué inconveniente ves?- preguntó Morgoth interesado.
- Hemos tenido noticias, oh gran As, de que en las fronteras hay ejércitos de vigilancia, vigías, guardias... es decir, que sería imposible pasar, y una legión de balrogs llamaría demasiado la atención.
- ¿Entonces... pasaría mejor unos dragones alados?
- No, mi gigantesco amo. Las águilas también patrullan la frontera, y además, los ents van acompañados de beórnidas, los cuales son muy buenos arqueros.
- ¡¿Entonces?!- Morgoth empezaba a irritarse.
- Sabemos por nuestros espías, antes de que todos fuesen muertos, de que en las montañas nubladas y por las cercanías, hay un pueblo de gigantes de piedra; duros y peligrosos tal vez más que los ents, de hecho, algunos duplican el tamaño de los ents. Son solitarios y no han hecho, ni harán alianzas con nuestros enemigos, ni si quiera son amigos de las águilas. ¡Si les incitamos con mentiras, les engañamos con tesoros, podemos hacer que estos peleen con los ents! Mi plan es el siguiente; envía emisarios a los gigantes, pues nadie vigila sus fronteras. Que ellos inviten a las ents mujeres o que maten a la mujer de Bárbol, eso desatará la ira de los ents, quiénes irán a su encuentro llenos y ciegos de furia.
Morgoth se mordió el labio, y el hombre lagarto esperó, y Morgoth le dijo:
- ¡Eres un genio Sgahta! Te ascenderé al siguiente puesto; MI GUARDIA PERSONAL.
- ¡Oh, no hay palabras ni alabanzas para describir lo que siento! ¡Muchas gracias mi amo!
- Bien, ahora, ve al establo, y diles todo eso. Manda a los hechiceros de Morgul, que montan en caballo, aunque tu irás con ellos para asegurarte que se cumple a raja tabla. Ahora, marcha.
- ¡Oh mi amo eres...!
- ¡Marcha Sgahta!
El hombre lagarto se marchó rápido y contento como si sus sueños se hubiesen hecho realidad. Morgoth se dio cuenta de que esas criaturas además de valientes y pelotas, eran inteligentes.
- ¿Amo, me permite que yo también le sugiera un plan?- dijo otro guerrero, esta vez el hombre lagarto tenía una cresta en la cabeza y era delgado pero rápido como el viento. Morgoth asintió y este prosiguió:
- Tengo noticias, de que al norte, en la bahía de hielo de Forochel y en los restos de Arnor, así como de otras tierras cercanas, existen tribus de hombres salvajes y grupos nómadas. No podían hacerse peligrosos al principio, pero si se alían con nuestros enemigos, podrían sernos peligrosos. Mande un ejército, incluso con sus hombres lagartos, deje esto vacío, y aniquile todo lo cercano, que todos sus terrenos cercanos se convierta en un desierto negro consumido, los prados sean quemados...
A Morgoth le gustó todavía más este plan y babeó al imaginarse todo el territorio que no era de su enemigo, un desierto negro, y como afectaría en la moral de su enemigo. Le dio la misma recompensa que a Sgahta, pero este también tuvo que marchar con el ejército. Entonces, el último hombre lagarto que quedaba en la sala, le preguntó:
- ¿Y tu, no tienes ningún plan?
- ¡Por supuesto mi amo! ¡Mi señor...! Angmar no está vigilada. Podría volver a levantar la fortaleza y el reino antiguo, pues nadie la vigilará, y tarde se darán cuenta, demasiado tarde. Mande al rey de los espectros, con todo su ejército de tumularios, espíritus y demás entes terroríficos. La lástima es que los 9 ya vallan a lo de los gigantes.
- ¡No importa, tu plan también es maravilloso! ¡El rey de Angmar volverá a alzarse! El día en que me proclamé señor de la Tierra Media y derrote a los Valar, está cercano, está cercano... Ahora marcha, con los espectros y cumple la misión.
Cuando quedó solo en la sala y el hombre lagarto se fue, se levantó, en situación teatral y dijo con una sonrisa de maldad infinita:
- ¡Que la voluntad de Melkor, sea cumplida! ¡Pronto llegará el momento... solo tengo que eliminar a aquellos que se me resistan!

Mordaz despertó de improviso; otra vez una pesadilla. ¿No había tomado un brebaje? Vio el bote y ponía; solo 2 horas de sueño placentero, firmado, Radagast. Que pena, el viejo mago pardo ya estaría en Valinor, se dijo con tristeza. Esta vez había soñado escenas cortadas en flash back, de cómo unos gigantes quemaban a las ents mujeres y la mataban, de como Bárbol recibía un trozo de madera quemada, como unos gigantes de piedra de negro corazón luchaban en un versus contra los ents. Bárbol se enzarzó en una lucha individual contra un gigante que le duplicaba en tamaño, y con el estallido de una piedra en el pecho de un ent, se despertó. Albantas seguía roncando y Yholer estaba esta vez de pie, mirando por la ventana, por la cuál entraba la luz de la luna. Yholer dijo:
- ¡Pero que veo! ¡Si mis ojos no me engañan esa es el amor de Finfuingil! ¡Parece que está huyendo desesperada, cual proscrito solitario!
Mordaz se levantó y vio por la ventana, tenía razón.
- Tenemos que contárselo a Finfuingil. Aunque por la cara que tenía la rohirrim y las voces que oí antes...- Dijo Yholer. Aunque Mordaz tenía curiosidad, no se iba a meter en los asuntos amorosos de los demás, sobre todo él. Yholer dijo:
- Hoy no tengo sueño, las noticias inquietan mucho. Será mejor que me valla a pasear.
- Te acompaño Yholer, dejemos aquí a Albantas con sus temores a los ... hombres lagarto.
- ¡NO ME PRONUNCIES MÁS ESA PALABRA!- Dijo Albantas de pie en la cama, y les dijo- Yo también os acompañó, ahora os aguantáis, no haberme despertado.
- De acuerdo, eh, de acuerdo. Por cierto, me gustaría comentaros otro sueño que he tenido.
Ambos se fueron afuera, y en los verdes prados, en los que el rocío empezaba a caer, Yholer y Albantas escucharon el sueño de Mordaz mudos de asombro.
- Tenemos que avisar a los ents, esto no puede ser nada bueno- dijo Yholer- los magos todavía estarán discutiendo. ¡Vamos!
- No- negó Albantas con la cabeza- No serán tan tontos, además esos seres, los gigantes, los he visto, y no creo que haya motivo para luchar con los ents.
- Eso espero- dijo Mordaz, y dieron el asunto los 3 por concluido. Y en ese momento, vieron como un águila se elevaba en la noche, un águila gigante, y con su peculiar graznido alertaba al mundo de que todo seguía en orden y paz; por ahora...

Ya amanecía, y el sol entraba por la ventana, a la vez que iluminaba las caras de los dormidos y de los exhaustos. La mayoría apenas habían conseguido dormir, pues habías sido una noche muy movidita.  Y al despertar fue todavía más la confusión, y apenas Finfuingil pudo ver o hablar a los magos, al igual que sus demás compañeros. El día fue una confusión, miles de personas corrían de allí para allá, mientras que capitanes daban órdenes, compañías y ejércitos marchaban a las fronteras preparados para el plan de los magos. Por lo que Finfuingil supo, Mordaz fue mandado con una pequeña compañía al norte, cerca de Ered Mithrin, con una compañía de enanos. Yholer mientras, había desaparecido, al parecer habría ido al lejano este a por nuevas tropas así como atraer nuevas tribus del este que por ahora se habían declarado neutrales. Albantas, había ido con un montón de los albanteses a proteger la frontera de Rohan en  el Isen, Resid de vigilante a las tierras brumas, y Alfénix, era él único del que sabía con certeza algo, pues al parecer, estaba al igual que todos los gondorianos, intentando reconstruir su reino, o por lo menos hacer aldeas o pueblos para que dejasen de habitar en las montañas. Finfuingil, era él único quizás con otros pocos, que le habían dicho que se quedase en Gondor por si las cosas fallaran, ahora estaba en el Anfalas, la playa larga. La brisa le daba en los cabellos, y al lado suya, los gemelos Elrohir y Elladan seguían de buen humor al igual que Durin VII, el cuál también permanecía en Gondor.
- Los gondorianos, si quieren reconstruir su reino, necesitaran de la mano de obra enana...
- Sí, si es igual de buena que de alta, estarán muy apañados- dijo Elrohir, y su hermano Elladan estalló en carcajadas.
- ¡Por las barbas de Durin el Inmortal! ¡Seguid contando chistes y usaré mi hacha para algo más que asustar!- dijo el hijo Durin, ofendido.
- ¡Es que no podéis estar sin reñir! Elrohir y Elladan, dejad de contar chistes sobre los enanos- dijo Finfuingil- Me habéis estropeado el clímax de tranquilidad que tenía... sentía que mi espíritu se llenaba de alegría y mis penas se iban...
- Las penas no se van, son como los elfos, siempre están incordiando- dijo Durin VII, al observar que los gemelos ya se disponían a lanzar otro chiste.
- Anoche... descubrí que la mujer a la que amaba, me había engañado...- dijo Finfuingil melancólico y triste- Sin embargo, en la hora en que la oscuridad se cernía sobre mí, una bella dama élfica vino y con sus hermosas palabras me quito las lamentaciones. Es como si con sus palabras me hubiese quitado las penas, tenía que estar ahora derrumbado, pero no lo estoy, gracias a ella...
- ¿Y quién es esa dama élfica, Finfuingil? ¿No será de igual belleza que una enana?- dijo Elrohir.
- ¡Si es así bebiste demasiado!- dijo Elladan, y los gemelos estallaron en otras risas inaguantables. El enano respondió a eso meciéndose la barba y tranquilamente diciéndoles:
- ¡Pues que sepáis que las señoras enanas son de inigualable belleza! Sí señor, allí, en las colinas de hierro, permanece, la más bella enana que vuestros ojos puedan contemplar... permanece... pero su corazón ya no late... por qué el enemigo no tiene piedad... con...- y empezó a llorar, haciendo que los gemelos se sintieran mal por la pregunta y los chistes.
En ese momento, Finfuingil, vio a los magos Alatar y Pallando venir hacia ellos con unos blancos corceles,  los mismos con los que habían luchado. Finfuingil al verles, les dijo a sus compañeros:
- Bueno, me voy, hasta pronto, mis queridos amigos Elrohir, Elladan y Durin VII, el último señor de Moria.
Montó en su caballo y se dirigió galopante hacia los magos.
- ¡Magos azules! ¡Necesito de vuestro consejo! ¡Anoche...!
- Anoche pasaron muchas cosas, y muy pocas buenas Finfuingil. Ahora, ordena a todos que vayan al reino de Dol Amroth, en una de las ruinas, en la todavía intacta sala del rey, tenemos que debatir un asunto- dijo Pallando.
- ¡Pero necesito vuestro consejo!- insistió Finfuingil.
- Pallando, ve a avisar a los demás, a todos los líderes, incluido los que están partiendo. Necesitamos que sea discutido a fondo, yo avisaré a los de aquí y daré consejo a Finfuingil- dijo Alatar.
El mago Pallando aceptó sin demoras, y Alatar el azul le dijo a Finfuingil:
- ¿Que es lo que te preocupa Finfuingil? ¿Por qué necesita mi consejo?
- Quiero saber por qué la dama Galadriel sigue aquí. Quiero saber por qué Morgoth me teme. Quiero saber de que hablan las profecías. ¡Quiero estar preparado para el futuro, Alatar, solo eso!
El mago se meció la barba y muy intranquilo le dijo:
- Profecías hay muchas, maese elfo, pero casi ninguna llegan a cumplirse. Como sabrás la estirpe de los Noldor ha causado mucho daño, y Morgoth quiere eliminarte. Finfuingil, ¿A que último guerrero elfo, a que último señor verán como líder los pueblos cuando todos hayan caído? ¿Quien sería capaz de enfrentarse a Morgoth sin temor y miedo como solo Fingolfin lo ha hecho? Solo tú, Finfuingil, sería capaz de tales hazañas, así que poco tengo que decirte si has hablado con la dama Galadriel. Ella está aquí por propia voluntad, para intentar ayudar en esta hora sombría, no con su magia, si no con su consejo. Es sabia y poderosa, y una Noldo. Si quieres asimilar el futuro, lo primero que tienes que hacer es no temerle.  Luego, sacia tu sed de venganza contra el enemigo, no actuando imprudentemente, controla tu ira. Morgoth te tiene que temer como a cualquier Valar, no solo por tu fuerza, coraje, valor y otras cualidades, si no por qué solo tú puedes cambiar tu destino, y él de todos los demás.
- Que sabias palabras, mago Alatar- respondió Finfuingil- Muchas gracias, sobre la guerra ¿Como van las cosas?
- El enemigo por ahora no ha dado señales de vida, pero por lo que sabemos, esta arrasando y quemando su territorio. También a mandado diversos ejércitos para acabar con los fugitivos de Arnor y pueblos del norte.
- ¡Tenemos que ayudarles! ¿No?- dijo Finfuingil.
- Es muy peligroso. Aunque en la guerra hay que arriesgar, aquí si arriesgamos y nos equivocamos, será el error de la derrota. Además, no hemos hecho ninguna alianza con los pueblos del Norte. ¿Y si al final acaban como vasallos de Morgoth?
- ¡No creo, Alatar! Morgoth lo único que quiere, son esclavos, y causar el temor entre nosotros.
Alatar terminó tosiendo, pero continuó diciendo:
- Estamos preparando una embajada para parlamentar con las arañas. Podrían sernos de gran utilidad, eso pensaba el mago Radagast antes de caer.
- ¡Radagast adoraba a las bestias! Las arañas son unas traicioneras, gordas y apestosas. Aunque su poder es grande, de poco nos serviría, pues si se han rebelado contra Morgoth, ¿Por qué no nos iban a traicionar a nosotros, que diferencia hay entre ellas? Si de eso trata el concilio, creo que todos pensaran lo mismo que yo.
- No trata solo de solo eso, también de otras cosas. Tu amigo Mordaz el sureño, como sabrás, tiene el don de la premonición. Soñó con cosas extrañas; una batalla final, y luego vio a Túrin Turambar escapar de Valinor y llegar aquí. Está claro para que lo han enviado los Valar; para cumplir la profecía, aquella que  dice que él matará a Morgoth para vengar el dolor de su pueblo. Además, el asedio de Valinor esta a punto de romperse, Morgoth no puede retener a los Valar y su ejército eternamente.
- Espero que no sea demasiado tarde cuando los Valar escapen. Disponemos de poco tiempo, los sucesos pasan rápido como el viento, una guerra de amores rotos, guerras crueles y sangrientas, si los Valar no consiguen ayudarnos, estaremos perdidos...- Finfuingil tosió, pero entonces se arrepintió y continuó- Tal vez no necesitemos a los Valar para ganar esta guerra. Con un valor y coraje como este, el ejército de Morgoth temblará.
- La batalla final se acerca, Finfuingil. Pronto, nos llegará el turno de marchar a Utumno, aunque algo me dice que la batalla final no se hará en Utumno. En Utumno se librará una gran batalla, pero la Dagor Dagorath se librará en otra parte. De todos modos, las visiones en tiempos de guerra son confusas.
A Finfuingil le dio la impresión de que el mago sabía algo más que no le quería decir, y que era algo bastante malo. Pero en cuanto fue a abrir la boca para decírselo el mago le dijo:
- ¡Reúne a todos los líderes que participaron en el concilio que encuentres en Gondor! ¡Resid, Durin VII, Haldir, Elrohir, Alfénix, Eldarion, y un largo etcétera! ¡Vamos, rápido, al atardecer nos veremos todos en las ruinas de Dol Amroth! ¡Date prisa Finfuingil!
 El mago se volvió y espoleó a su caballo, perdiéndose en la lejanía. Rápidamente Finfuingil fue a avisar a sus amigos que todavía estaban en la orilla charlando. Al parecer ahora Elrohir, Elladan y Durin VII estaban hablando ahora como auténticos hermanos, sin ningún chiste de razas. Finfuingil se lo dijo, y entonces todos montaron en blancos corceles dispuestos a encontrar a los líderes.
- ¿Así que un concilio para debatir extrañas profecías, sucesos, debatir el futuro, y un pacto contra las arañas?- dijo Durin VII al tiempo que controlaba al caballo con dificultades.
- ¿Un pacto con las arañas? ¡Es lo más raro que he oído en mi vida! A saber quiénes son los elegidos, para tal acto de valentía, heroísmo, coraje, fuerza, valor, energía...- dijo Elrohir mirando a Finfuingil.
- No pienso ir- le respondió este- A mí no me agrada la alianza con las arañas, ni quisiera ir, pues verse en una escaramuza o emboscada sería fácil.
- ¡Tranquilo, Finfuingil, si tu vas, yo también!- dijo Elladan, y Elrohir también.
- Finfuingil, haces bien en no querer ir. Yo tampoco iría, pues esas arañas, no son seres que me agraden... aunque si me eligen, no tardaré en volver con mi hacha cargada del olor asqueroso que sale de una araña.
- ¿No os agradan las arañas?- preguntó interesado Elrohir.
- ¡Igual que todos! No es fobia ni eso, pero a saber que viles pensamientos traman...
Pronto encontraron a Haldir de Lórien, el cuál tuvo que montar con Durin VII ya que no tenía caballo. Haldir habló poco, pero fue suficiente para expresar que su opinión no era tampoco buena con lo de las arañas:
- ¡Arañas! ¡Esos seres malditos arrasaron el bosque negro! ¡Les cortaría sus enclenques patas! ¡Y unas profecías de esperanzas ciegas! ¡A veces esos magos y sus secretos me irritan!
- Ya nos hemos dado cuenta- dijo Elladan.
Luego encontraron a los gondorianos, y gracias a Haldir sabieron que los demás habían partido y que les estaban buscando los magos Alatar y Pallando. Los gondorianos se mostraron igual de Haldir, aunque más irritados ya que se les necesitaba en las obras de reconstrucción y un largo etcétera. Aldar saludó a Finfuingil, al igual que el gondoriano Alfénix. Sin embargo, en ese momento se encontraron con el elfo Resid y Nori, que estaban muy unidos. Estos les acompañaron y entraron en el reino de Dol Amroth(mejor dicho, lo que quedaba de él, que era un palacete donde el príncipe se refugiaba).
Todos se sentaron a lo largo de la sala, esta vez el lugar no parecía tan hospitalario. Estaban todos; Durin VII, Nori y Dóin, Elfwine el hermoso, Eldarion, Alfénix y Aldar, Mordaz, Khusaka, Kurnard y Yholer, Círdan, Resid, Finfuingil, Haldir, Elrohir, Elladan, Albantas, Albos, Arveno, Belfo y Imralis.
Todos entraron en la sala en ruinas y se sentaron en las sillas, las cuales estaban algunas mohosas y un poco estropeadas. Los magos Alatar y Pallando aparecieron en cuanto todos tomaron asiento, y Pallando, igual de serio que siempre dijo:
- ¡Ya sabéis para que habéis sido convocados! Empezaremos con el tema de las arañas. Como sabéis, queremos hacer una alianza con las arañas y mandar una embajada para Mordor, para parlamentar con ella. Nos serían muy útiles contra la lucha contra Morgoth ...
- ¡Perdona, que te interrumpa Pallando! Pero creo que habló en nombre de todos; no se enviará embajada alguna a parlamentar con las arañas ni haremos ninguna alianza contra esos seres corruptos- dijo Resid, y todos asintieron, mientras que los gondorianos aplaudían lo dicho.
- ¡RESID JÁMAS INTERRUMPA A UN MAGO CUANDO ESTÁ HABLANDO! ¡MANTENTE CALLADO PARA EL RESTO DEL CONCILIO!- dijo Pallando, y todos se quedaron mudos y acongojados del asombro. El mago estaba furioso, y enfadadísimo. Resid no aceptó el grito de buena manera, pero calló al igual que todos.
- Bien, como ha dicho mi amigo Pallando, aunque no se tenía que haber enfadado tanto…
- ¡COMO QUE NO! ¡ALATAR NO SE PUEDE …!
- ¡PALLANDO! ¡FUIMOS ENVIADO AQUÍ PARA AYUDAR SIN GRITERÍO! ¡PODEMOS RESOLVER LAS COSAS PARLAMENTANDO!
- Está bien… Perdona Resid- dijo el mago refunfuñando- ¿Bien, quién querrá ir a parlamentar con las arañas?
Todos tosieron como si la pregunta no fuera bien acogida.
- Ejem… Pallando… esto… Estoy de acuerdo con los demás. No nos podemos fiar de esos seres, son viles, rastreros y traicioneros. Además, aunque se unieran con nosotros, ansiosas de poder se volvería corruptas, pues el poder corrompe a todos, y a esas bestias sobre todo.- dijo Finfuingil, alzándose para ser el centro de atención además de inspirar una gran grandeza.
- No tienen porque traicionarnos- dijo Belfo y todos mostraron especial interés en sus palabras- Si aceptan ser nuestros vasallos, no tienen porque traicionarnos, si nosotros le traicionamos antes.
Todos se asombraron, murmullando entre sí, las opiniones estaban ya muy divididas. Finfuingil volvió a hablar sin sentarse:
- Se darían cuenta. Creo que tenemos un viejo dicho para estas cosas, aunque su toque humorístico no sea apropiado, pero es perfectamente aceptable; ¿A la cárcel vas a ir a robar?
Otro coro de voces se alzó, pero todo parecía para Finfuingil lejano, pues ahora las opiniones estaban divididas, los que apoyaban a Belfo, y los que le apoyaban a él.
- ¿Finfuingil, no les vas a dar una segunda oportunidad a esos seres? ¡Quizás tengan la oportunidad de cambiar! ¿Si hicimos lo mismo con los albanteses, si confiamos en ellos, por qué no vamos a hacer lo mismo con las arañas?
- ¡ESTAS COMPARANDO A MÍ Y A LOS DE MI RAZA CON UNAS BESTIAS MALIGNAS Y VENENOSAS!- dijo Albantas levantándose y alterado, al igual que Albos y Arveno. Entonces se levantó Mordaz, indignado al igual que los albanteses pero calmándoles:
- Podemos resolver esto hablando y no a griterío dantesco como ha dicho Alatar. Mi opinión, al igual que la de mis amigos sureños, es la de Finfuingil. ¿Por qué? ¿No conocéis la historia de Morgoth y Ungoliant? ¿De cómo la líder de las arañas le traicionó y estuvo a punto de comerse al mismo señor de la oscuridad?
- ¡Esos seres solo actúan por cuenta propia!- apostilló Yholer.
Otro coros de voces se alzó, mucho más fuerte que los anteriores, todos se levantaron y se pusieron a discutir como ‘’en un programa de prensa rosa’’(solo hago está comparación moderna para que el lector lo entienda mejor). Finalmente todo se solucionó bien, aunque Finfuingil y Belfo, al igual que otros, ya no se llevarían muy bien(quizás porque Belfo le insultó, lo que provocó gestos groseros de Finfuingil, etc.). Finalmente se decidió que se enviaría una embajada para parlamentar como estaba previsto por los magos. Belfo estaba contento con su victoria, al igual que los que estaban de acuerdo con él.
- ¿Pero quiénes serán los valientes que acompañaran a Alatar y Pallando?- dijo Finfuingil y esbozo una sonrisa que hizo que a Belfo le recorriese un escalofrío- propongo que sea Belfo, ya que tan convencido está de que las arañas no nos traicionarían, además, como cualquier gondoriano, la valentía es su mejor arma.
Finfuingil se sentó esbozando una gran sonrisa, a punto de estallar de risa ante la cara de Belfo. Todos le miraban esperando a que dijera algo, y finalmente respirando hondo y con el nerviosismo en su voz dijo:
- Creo que ahora los gondorianos deberíamos vigilar y proteger las fronteras, y reconstruir el reino, Finfuingil.
- Eres un cobarde- dijo por lo bajo Finfuingil, pero se oyó y Belfo le respondió:
- ¿Un cobarde? ¡Por qué no vas tu, el último de los Noldor! ¿No deberías ser por eso más valiente que yo?
- ¡E iré encantado y sin temor!- dijo Finfuingil, levantándose de improviso, aunque al levantarse se dio cuenta de que no tenía que haberlo hecho, ni sospechaba en el lío en que se había metido. Aún así, todos aplaudieron, los gondorianos miraban a Belfo furiosos, como si les hubiera dejado en ridículo. Pero entonces Pallando dijo:
- 3 más, por lo menos, tendrán que acompañarnos. ¿Hay más valientes guerreros en esta sala, o Belfo ha cambiado de decisión?
Belfo negó avergonzado, y los gondorianos se sentían humillados.
- ¡Yo iré con Finfuingil, mago azul!- dijo Yholer levantándose.
- ¡Y yo también!- dijo Elrohir.
-¡Cuenta conmigo también compañero!- dijo Albantas.
Ahora todos miraban a Elladan, Mordaz y Durin VII esperando a que se levantaran. Pero no, no se levantaron. Haldir se levantó incómodo y aceptó a ir con ellos de mala gana.
- Iré, pero que sepáis que no me agrada la idea de vérmelas con esos arácnidos…- dijo Haldir suspirando.
- Yo iría- dijo Durin VII y sus compañeros le daban con el codo- pero por ahora os tendréis que conformar con mis rezos por vuestra vida.
- Vaya, eso nos levanta muchísimo el ánimo, Durin- dijo Finfuingil sonriendo sarcásticamente.
- A mi no me agradan demasiado las arañas, y los míos necesitan de mi compañía más que vosotros, amigos- dijo Mordaz excusándose.
- Y yo… y yo…- dijo Elladan, pero se quedó pensativo, mirándoles extrañados, como buscándose una excusa al igual que los demás. La mirada de Elrohir hacia él, fue fulminante.
- ¡Bien, entonces, partiremos; los magos azules, el último de los Noldor y los valientes guerreros Elrohir y Yholer! ¡El concilio ha terminado!
- No se para que nos obligan a participar aquí si siempre hacemos lo que ellos quieren- dijo por lo bajo Resid enfadadísimo.
Y así, Finfuingil se iba a poner en marcha hacia Mordor, el país de las arañas, y ni él ni los demás sabían lo que les iba a pasar en tan tétrico lugar.

Mordaz se fue del concilio acobardado y avergonzado al igual que Durin VII y Elladan. Lo de Durin VII era al parecer fobia según había dicho, aunque Mordaz no se fiaba, pues parecía más temor. Elladan fue sincero; no quería verse arroyado por una estampida de esos seres. Acompañó a los demás hasta que cogieron sus caballos.
- ¡Mordaz, espero que cuando volvamos sigas aquí, amigo de fatigas!- le dijo Yholer.
A Mordaz le recorrió un escalofrío y le dijo a Albantas:
- No vayáis, todavía podéis quedaros. ¡Hacerme caso, las arañas no son de fiar! Algo me dice que algo malo os va a pasar.
- ¿Uno de esos malos presentimientos?- dijo Albantas- Mira, esto es cuestión de valentía, y de todos modos vamos con los magos azules ¿Qué nos podría pasar?
- Olvida tus presentimientos, Mordaz. Mañana al amanecer si Alatar está en lo correcto, estaremos aquí, y al atardecer bebiendo una cerveza. De todos modos, iremos armados, en especial yo…- dijo Finfuingil, y apretó su espada.
- ¡Vamos señores!- dijo Alatar- Nos queda largo trecho hasta Mordor. Recordad; sed amables pero siempre con los ojos abiertos. No hagáis nada que pueda ofenderlas, ni si quiera un comentario. Yo y Pallando hablaremos. ¡Vamos!
Acto seguido todos espolearon a sus caballos y se perdieron en la lejanía. Mordaz vio con nostalgia como se perdían, sobre todo Finfuingil, el señor elfo. De perfil le recordaba a uno de esos antiguos señores elfos de los Noldor, esas estatuas que había visto en dibujos, de ilustres personajes élficos, espada desenvainada. Yholer le recordaba a los líderes mercenarios del Khand, además de tener un parecido gigantesco con los aurigas que tiempo atrás atacaron Gondor.
Mordaz temía que les ocurriera algo, eran sus amigos, y en la guerra, ¿Quiénes si no ellos serían capaces de interceptar un dardo que fuera dirigido para él? De todos modos, para Mordaz ya no había ningún secreto. Él conocía el final de esta historia, pues ya la vio en una visión hace tiempo. Pero Mordaz no se acuerda, o no quiere acordarse. De todos modos, luchará para que sus malas visiones no se cumplan en realidad. Cerró los ojos, se concentró y vio como una luz azul se apagaba en las sombras. Era una visión, pero para él, no tenía importancia, y se fue, resoplando y mirando al cielo, esperanzado.



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