El último de los Noldor

14 de Julio de 2006, a las 08:34 - Entaguas
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CAPÍTULO 11: ENCUENTROS EXTRAÑOS

La suave brisa le meneaba la larga cabellera a Finfuingil. Avanzaba sin descanso, avanzando con un silencio rompido solo por los pequeños jadeos de Rayas Negras. ¿De donde provendría el extraño caballo? ¿Sería uno de los pocos mearas únicos? Estas y otras ideas descabelladas le corrían a él por la cabeza. Ya estaba cerca de la bahía del belfalas, y entonces vio una pequeña barca en la que un elfo, un enano y un hombre viajaban. Fue a esperarlos a la orilla que estaba en una marea bastante baja, no obstante las olas tampoco eran de fiar más allá. El elfo de largos cabellos y que parecía poseer una gran aura mística, se levantó y le dijo desde la barca que ya se acercaba a la orilla:
- ¡Hënvyä tu nërva! ¡Aüyruindulë!
Finfuingil no entendió el significado de tal extrañas palabras, parecía una lengua élfica antigua, extraña, no obstante de palabras bellas y igualmente raras. Seguía hablando, pero Finfuingil le hizo signos de no entenderle. Se levantó el enano y dijo con su voz seca y testaruda:
- ¡Hûr khazd dûmmnar! ¡Yhalud!
Si las del elfo ya le parecieron difíciles de imaginar, de esas no tenían ni la más remota idea. El hombre, que parecía un bandido, tenía una pinta desaliñada y pobre de vestiduras. La barca ya se acercaba a la orilla, y en cuanto llegó los pudo observar más de cerca. El elfo ya lo había visto antes de vista; era Legolas, hijo de Thranduil, del antiguo bosque verde. Al enano también lo había visto, pero menos veces; era Gimli, hijo de Glóin. En cuanto al hombre, no tenía ni la más remota idea de quien era; Galadriel le había dicho el desdichado, y su pinta lo confirmaba. El elfo bajo de la barca grácilmente, mostrando su agilidad, lo cual a Finfuingil no le hizo mucha gracia pues siempre le había considerado un nostálgico presumido:
- Hemos venido de Valinor, no nos han avisado de que alguien nos recibiría. ¿Quién eres? Yo soy Legolas, y este Gimli.
- Yo soy Finfuingil Entaguas- dijo él haciendo una leve reverencia, pero al oír su nombre vio en la cara del elfo como una sorpresa- Sí, soy el último de los Noldor. ¿Y quién es el hombre? ¿Para que habéis venido?
- Yo no necesito presentación, creo- dijo el hombre echándose la capucha y tosiendo gravemente, parecía un poco enfermo-  Llévanos con los magos. Ellos sabrán que hacer.
- ¿Con los magos?- dijo Finfuingil, a quién la arrogancia del hombre no le hizo gracia- De los magos, solo queda Pallando, tiempo hace que cayeron Alatar y Radagast. ¿Ahora, quién eres hombre y por qué venís?
- ¡Soy Túrin Turambar!- dijo indignado- ¡Venimos para cumplir la profecía!
A Finfuingil el encuentro no le estaba resultando muy provechoso, pues apenas tenía idea de que hablaban y el nombre de Túrin le sonaba vagamente. Hubo un gran silencio y finalmente Legolas dijo:
- ¿No sabes de qué hablamos no? ¿Entonces, por orden de quién has venido?
- Eso no es asunto vuestro- dijo Finfuingil ruborizándose al recordad el encuentro con Galadriel.
- Bien- dijo el enano afirmante- llévanos con Pallando, este lo aclarará todo ¿Estáis de acuerdo?
Finfuingil y Legolas mantuvieron un duelo de miradas por un instante pero ambos afirmaron.
- No tenemos caballos- dijo Túrin.
- No es problema- dijo Legolas- Yo puedo avanzar grácilmente por la llanura, iremos a pie y el caballo lo podemos dejar libre.
- No- negó Finfuingil, quién estaba ya de mal humor- no lo dejaremos libre ¿Ves que un caballo así se encuentre todos los días?
- Bueno pues utilicémosle como bestia de carga- dijo Gimli.
- ¡No es una bestia! ¡Iremos a pie, y el cargará con el equipaje!- dijo Finfuingil alterado.
- NO NOS LEVANTES LA VOZ- dijo Túrin echándose la capucha para atrás, mostrando otra vez su cara de forastero.
Finalmente, tras otro duelo de miradas y comentarios, echaron a correr con Rayas Negras como ‘’bestia’’ de carga. La caminata era larga y cansada, y Finfuingil observaba al enano, que iba el último jadeante diciendo:
- ¡Yo podría…! ¡Yo podría! ¡Yo podría montar! ¡Soy un…! ¡Soy un gran jinete!
Legolas rió por lo bajo y Túrin le miró inexpresivamente. Finfuingil seguía corriendo sin respiro, cuando de repente, un rugido sonó. A Túrin Turambar se le encendió la cara, todos se quedaron quietos, y Túrin parecía conocer ese rugido de sobra. A su vez, miles de rugidos se elevaron, y Legolas dijo avanzando un poco:
- ¡Dragones! Manadas enteras de dragones. ¡Son miles! ¡Tenemos que darnos prisa!
- ¡Dragones! ¡Yo los atravesaré con mi hacha!- dijo Gimli.
Finfuingil instintivamente se subió al caballo, y todos también. El caballo resopló a punto de caerse, pues era demasiado peso, a parte de que todos iban demasiados apretados y agarrados los unos a los otros para evitar una caída, sobre todo Gimli que iba ligeramente inclinado hacia un lado. Rayas Negras salió disparado al oír los miles de rugidos. Los dragones ya se veían, eran miles y no tenían fin. Legolas, dijo:
- ¡Oh, los dragones, inmensas bestias negras, máquinas de guerra sin piedad! ¡Por su boca arrojan fuego, un fuego al que nadie sobrevive, miradlos! ¡Solo su pose inspira temor, sabiduría y crueldad! ¡Mirad que fauces!
‘’Ojala te tragasen’’ pensó Finfuingil, mientras Legolas seguía hablando poéticamente, Túrin le dijo:
-¿Así que no has oído hablar de mí? ¿Ni de la desgracia de Húrin, ni de Glaurung, ni de…?
- No. Tu nombre me suena vagamente de historias antiguas, pues yo nací en la tercera edad. Una de esas historias en la que Morgoth luchaba por los Valar… ¿no?
- Sí, así es. Los Valar tienen mucha confianza puesta en mí; pretenden que maten a Morgoth por una antigua profecía…
- ¿Y Valinor?- preguntó Finfuingil, que no le interesaba mucho las historietas del bandido.
- Asediada, en llamas, casi destruida y en su mayor parte arrasada. Pero en las arrasadas praderas los ejércitos siguen resistiendo. Si vieras el esplendor de los ejércitos élficos, si vieras la figura oscura de Mandos que incluso aterroriza a los enemigos. Y corren rumores de que pronto Manwë bajará para prepararse para la Dagor Dagorath.
- ¿Así que tu matarás a Morgoth? Bueno, en ese caso, me quitas un peso de encima…
- ¿Por qué?
- Nada, por nada.
Los dragones seguían rugiendo y acercándose. En ese momento, Gimli dijo perspicaz:
- ¡Ellos son más rápidos y más! ¡Escondámonos detrás de esos arbustos!
Pero no hizo falta que se bajaran de Rayas Negras, pues nada más terminar la frase Gimli este se desplomó provocando la caída de todos estrepitosamente. Todos hechos una bola se escondieron detrás de los arbustos, arrastrando al exhausto caballo con ellos. Justo a tiempo, pues en cuanto se escondieron, pasaron por encima a una velocidad increíble montones de dragones. Se oían rugidos y cuernos de batalla, voces malignas y oscuras repartiendo órdenes por aquí y por allá. Finfuingil observó a Túrin emocionarse en cuanto vieron a una inmensa mole voladora, negra y despiadada, uno de esos antiguos gusanos de Morgoth. Finfuingil no conocía el nombre, pero Turambar y los demás lo pronunciaron en un susurro inaudible para él.
- ¿Qué pretenderá Morgoth con todo esos dragones? ¿Dónde está el resto de su ejército?
- Eso mismo me pregunto yo, maese enano- dijo Túrin.
- Tal vez, pretenda a atacar a las arañas…- dijo Finfuingil, aunque desechó la idea al momento, pero sus compañeros se asombraron y dijeron:
- ¿Las arañas? ¿Qué arañas?
- Os tengo que poner al corriente. Por eso tenéis que seguirme…
Un rugido enorme del inmenso gusano se oyó, y otros más aparecieron alrededor de él. Todos se callaron y Gimli dijo en tono más bajo:
- ¿Qué camino tomaremos? Digo yo, que si el mapa no ha cambiado, habrá guerreros y pueblos en el camino de los dragones y estos intentaran impedirle su camino…
- No creo. No estoy muy seguro con lo que Morgoth pretende con estos dragones, pero no creo que ataque a la última alianza. Será a las arañas de Mordor. Vayamos a las ruinas de Dol Amroth, allí nos encontraremos con los sabios, espero.
Otro rugido alertó a todos todavía más. Todos temieron por que le hubiesen detectado, perfectamente posible pues los dragones tienen muy buen olfato. Túrin y Finfuingil se pusieron pálidos, a la vez que Legolas y Gimli tragaban aire.
Por suerte, ya se alejaban.
Intentaron montar en el caballo, pero este relinchó fuertemente y Finfuingil dijo:
- Será mejor que vayamos a pie. ¡Rápido, larga caminata nos espera!
Todos caminaron por las llanuras rápidamente, algunos jadeantes como Gimli. Pasaban las horas y nada, y a todos parecían preocupados por la cercanía de la noche. Finalmente, se dieron cuenta de que habían dejado muy atrás a Gimli, el cuál estaba desplomado en el suelo. Legolas fue en su ayuda y le llevó como pudo. Finfuingil le dijo a Túrin:
- No me gustaría retrasarnos. La noche no trae nada bueno en estos tiempos.
- A mí tampoco. Pero díselo  al enano y al elfo que también muestra signos de cansancio.
- Entonces es inevitable. No creo que el caballo pueda cargar más con nosotros, ¿lo ves allí tirado?
-  Sí lo veo. Creo que además la noche nos propiciará una presentación e intercambio de información más agradable.
- De acuerdo. Acamparemos. Dile a esos debiluchos que preparen algo para descansar.
Pero entonces, un grito se alzó en la lejanía.
Todos intercambiaron miradas aterrados.
Era un solo grito. Desgarrador. Increíblemente aterrador. Femenino. Que demandaba una ayuda urgente.
Antes de que intercambiaran cualquier palabra, otra multitud de gritos se elevaron.
Finfuingil se tiro al suelo sintiéndose como esos gritos terroríficos le desgarraban el corazón, como le herían, se tapo los oídos pero sintió que esos gritos le desgarraban el cuerpo.
Luego, silencio.
Se levantó y observó que Túrin le miraba aterrado y temblando. Legolas y Gimli venían aterrados.
- ¿QUÉ DEMONIOS HA SIDO ESO?- preguntó Finfuingil balbuceos.
- no tengo ni la más remota idea, por Eru- dijo Legolas- pero más vale que nos alejemos…
- ¡Era escalofriante! ¡Desgarrador!- dijo el enano.
- Finfuingil, alejémonos- dijo Túrin aterrado.
Finfuingil miró a sus compañeros, estaban igual que él. Les temblaban a todos las piernas y en sus caras había un terror inmenso. Entonces Legolas señaló débilmente con su mano a las espaldas de Finfuingil.
Algo emitió ese grito en la oreja de Finfuingil. Finfuingil, se desplomó en el suelo, viendo como sus compañeros hacían lo mismo.
Finfuingil no lo sabía, pero era víctima de los espectros de Morgoth, espectros condenados por Morgoth a una vida de penurias, encarcelados a él de forma que hasta que Morgoth no muriera, ellos no podrían descansar en paz. Ellos lo ansiaban y por eso Morgoth los engañaba con suculentas promesas, pero estos espíritus a su vez, deseaban dañar a Morgoth y ya se habían cansado. Una conspiración estaba en marcha por parte de los espectros fantasmagóricos, y Finfuingil, Túrin, Legolas y Gimli no imaginaban la aventura que les quedaba por delante.



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