El último de los Noldor

CAPITULO 6: ALBANTAS Y MORDAZ, DESTINADOS A LA GLORIA

Albantas, montaba tranquilo en un caballo extraño, propio que siempre había acompañado su raza, y que solo vivía con ellos. Los que les diferenciaban a estos caballos de los demás, eran los 2 cuernos retorcidos y grandes que se les anteponían a las orejas, y que causaban grandes heridas entre sus enemigos con sus cuernos. Albantas marchaba con todo el ejército suyo de albanteses, sureños, hombres del Rhûn y más allá, y valientes enanos. La historia de su pueblo estuvo marcada de violencia desde el principio, pues los albanteses, a pesar de lo diferente que eran a los orcos psicológicamente, eran orcos, o de ellos procedían. Ellos tenían unos grandes ojos azules que cuando estaban cegados por la furia de la batalla se volvían rojos, y unos grandes cabellos morenos y pelirrojos con los que podían hacer todo tipos de moños. Su historia, decía que eran experimentos fallidos de Sauron o Melkor al intentar crear Uruks, y solo consiguieron seres que iban destinados a la esclavitud. Pero cuando Sauron cayó, su pueblo fue liberado y consiguieron escapar y pasar desapercibidos, pues ellos no amaban la guerra, y solo querían la guerra con aquellos que les habían esclavizado. Siempre forjaron buenas amistades con los sureños, y estos les dieron Mûmaks que luego ellos criaron. También los aguerridos hombres del Rhûn les caían bien. Cual fue su sorpresa, cuando un grupo de enanos, les ofreció alianza, cuando estaban asentados en sus dominios. Quizás fuera el temor de los enanos a que les atacasen, a que robasen sus riquezas, pero cuando los albanteses demostraron que eran seres pacíficos, los asombrados señores enanos, les dejaron poblar en sus tierras. Albantas era entonces un crío, y ahora marchaba en su veloz corcel de retorcidos cuernos, con un gran moño en su cabello marrón oscuro. Como los elfos y los demás les tratarían, no lo sabía, pues seguramente verían en ellos unos traidores, y no los valientes y pacíficos que eran. Pero si los enanos y los hombres del este se lo demostraban, conseguirían que su raza se ganase el placer de combatir frente a los bellos ejércitos elfos, ante los valientes hombres del oeste, y ante unos pequeños hombres pequeños, llamados ``medianos`` o ``hobbits`` de los que apenan habían oído rumores. A su lado estaba un sureño, llamado Mordaz, con el que no tardó en trabajar amistad. Atravesaron Rohan ante los perplejos ciudadanos que veían el esplendor a la vez que decían:
- ¿Eso no son orcos? ¿Que hacen unos orcos con los ejércitos aliados?
Otros, eran más miedicas y negativos y decían:
- ¡Auxilio! ¡Socorro! ¡Un nuevo ejército orco campa por nuestras tierras, socorro!
Afortunadamente, poco eran lo que decían eso. Mientras, veía a su lado el veloz caballo de Mordaz, que no tenía cuernos, pero era muy veloz.
Mordaz había trabajado con uno de esos albanteses. Lo cierto, es que no le costó trabajo, seguramente por que los sureños siempre habían sido aliados de orcos y del enemigo, pero las condiciones que Melkor les ponían eran un insulto a su dignidad, y los hombres del este se rebelaron. Eso pensaba Mordaz, pero tantos meses de asedio había merecido la pena, el glorioso ejército del sur, ahora fusionado con el ejército Albantes, enano y del Rhûn, era una mole inaguantable para la escoria enemiga. Les había costado trabajo atravesar Gondor sin ser detectados, pero el estado de confusión enemigo ayudó mucho. Atravesaron donde estubo antes Osgiliath, y luego en las tierras pardas se fusionaron con los demás. Mordaz era joven y no tenía miedo a nada, y había sobrevivido muchas veces como rehén de los orcos, lo cual le había fortalecido todavía más. Los pueblos del Harad ahora unido bajo un estandarte rojo, no ofrecerían piedad a su enemigo, pues Melkor había descargado su yugo con una increíble fiereza contra ellos. Meses de asedio no fueron suficiente para acabar con ellos, y Melkor debilitado, se retiró. Todavía se acordaba cuando el cuerpo se le llenó de euforia y adrenalina cuando montado en su corcel, atravesaba con su lanza a un gran caudillo orco, y todos se retiraban hacia unos barcos negros. Los gritos de guerra fueron numerosos, y luego, gritos de victoria por parte de los Haradrim. Entonces despertó, pues un hombre desesperado gritó; estaban ya en Rohan. Miró a Albantas, y este le dijo con un suspiro:
- Tarde o temprano nos aceptaran, Mordaz.
- Sí- Afirmó el sureño, y continuó- Ambos formamos parte de la guardia personal de nuestros generales y también ocupamos un puesto importante en nuestro pueblo, así que asistiremos al concilio.
Albantas afirmó, a la vez que se tocaba la gran melena, sostenida por un estrafalario moño. Mordaz se rió y le dijo:
- ¿Oye Albantas, por qué el estandarte de tu pueblo es una especie de cabra humana?
- Es un minotauro- Dijo Albantas riéndose- un ser mitad humano, mitad toro. Es nuestro emblema ya que decían que el primer albantes tenía ese aspecto. ``Todavía recuerdo como algunos de los nuestros eran esclavizados o maltratados en los campos del Nurn, solo por que éramos diferentes, no poseíamos las cualidades para luchar o por qué preferíamos la paz`` me solía decir mi bisabuelo.
- Vini, vidi, y vinci- Dijo el Mordaz- es una frase popular de mi pueblo, en una antigua lengua perdida, significa; Vine, vi y vencí.
- Extraña lengua, aunque parece interesante. Nuestra lengua es parecida a la élfica, pero con cierto encanto a lo orco.
- ¿Con un aire de brutalidad?- Dijo Mordaz riéndose- Es broma, ya se que vosotros no sois como los otros orcos con su brutal lengua.
- ¡Ja! Somos orcos, pero diferentes.
- Y yo soy un sureño, pero diferente.
Mordaz se divertía con el albantes y también reconocía que era muy sabio a pesar de que no era mayor que él en edad, pues conocía muy bien la historia de su raza. Mordaz, no era tan sabio, pero le solía decir:
-¡Olvida los libros y aprende a luchar mejor!- aunque sabía que Albantas era tan sabio como temido en la batalla.
Siguieron avanzando, y por el camino Albantes le dijo a Mordaz:
- Sabes Mordaz, algunas veces, creo que estaremos destinados a la gloria.
- Sí, yo también creo que seremos uno de los pocos que veamos la caída del maldito. ¡Pero yo caeré antes Albantas! El destino de mi valiente espíritu es morir en el campo de batalla, frente a algún tenebroso enemigo.
- Yo tampoco se si caeré- contestó Albantas- mi destino para mí es incierto.
- Tal vez lo sea para todos, Albantas. Yo la última vez que dormí antes de verte tuve una extraña visión en la que combatía de tu lado, de un hombre del Rhûn y de otros extraños compañeros, como un gondoriano, un enano, un mediano, y unos elfos.
Albantas calló y no comentó la visión de Mordaz, aunque si se cumpliría, le resultaría interesante verse luchando con elfos, con un enano, con un mediano o con un hombre del Rhûn. Pero, quién podría adivinar lo que les fuese a pasar en la guerra.
Albantas, vio como un jinete elfo en el que detectó gran valor, se acercó hacia ellos portando un estandarte élfico de gran majestuosidad. Con un gesto, todo el ejército se paró y les dijo en voz alta, para que casi todos pudiesen escucharle:
- ¡Soy Resid, un humilde y valiente guerrero elfo! ¡Me han encargado, que les esperase y que les informara, además de decirles donde tienen que acampar! ¡También veo aquí a los mencionados albanteses! ¡Que los líderes y otros miembros importantes me sigan hacia el concilio, el ejército acamparán en el Folde Oeste, donde también reposa todo nuestro ejército! ¡Seguidme! ¡Marchen!