Corazón de Hobbit

15 de Septiembre de 2003, a las 00:00 - Lily B. Bolsón
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

 
10. La despedida

-¿De veras? -rió Gildor-.  Raras veces los elfos dan consejos indiscretos,
pues un consejo es un regalo muy peligroso, aun del sabio al sabio,
ya que todos los rumbos pueden terminar mal. ¿Qué pretendes?  No me has
dicho todo lo que a ti respecta; entonces, ¿cómo podría elegir mejor que tú? 
Pero si me pides consejo te lo daré por amistad.  Pienso que debieras partir inmediatamente,  sin dilación y si Gandalf no aparece antes de tu partida, permíteme también aconsejarte que no vayas solo.  Lleva contigo amigos de confianza y de buena
voluntad.  Tendrías que agradecérmelo, pues no te doy este consejo de muy buena gana. 
Los elfos tienen sus propios trabajos y sus propias penas y no se entremeten en los
asuntos de los hobbits o de cualquier otra criatura terrestre.  Nuestros caminos rara vez
se cruzan con los de ellos, por casualidad o a propósito; quizás este encuentro no sea del todo casual, pero el propósito no me parece claro y temo decir demasiado.

J.R.R. Tolkien, El Señor de Los Anillos "Tres es Compañía"


**********

Pippin abrió los ojos esa mañana iluminado por los cálidos rayos de sol del amanecer. Mavrin estaba en la habitación, y dedicó una cálida sonrisa al soñoliento hobbit.
 - Buenos días, joven Peregrin. Despierta, la hora de la partida ha llegado.
 Aún soñoliento, Pippin se desperezó, disculpándose luego humildemente por su descaro, pese a que en realidad había conseguido hacer reír a la elfa. Se puso su ropa y bajó de la cama. Tras un frugal desayuno, prepararon todo para el viaje; tan solo unos pocos enseres, como comida suficiente y algo de ropa de abrigo. Pese a que iba a volver a su hogar, el hobbit no podía evitar sentirse triste, aunque lo ocultaba con sus bromas y sencillez habituales.
 Cuando por fin estuvieron preparados, salieron al bosque y se entregaron a él, y Pippin sintió que el aire límpido de la mañana acariciaba su rostro. Miró a Mavrin. Sobre sus sencillas ropas se había puesto una preciosa túnica, sedosa y brillante, de mangas largas y sueltas, que casi ocultaban sus blancas manos. Nunca antes Pippin la había visto con esa ropa, y le dio la impresión de que ese resplandor etéreo que parecía envolverla era ahora como la luz de la luna invernal.
Los dos empezaron a alejarse. Un pájaro cantó, y se posó en la ventana de la vieja cabaña. Pippin lo miró, y entonces sonrió con alegría.
- ¡Adiós, cabaña! -dijo- Gracias por servirme de refugio.
Mavrin sonrió ante el desparpajo del hobbit. Se colocó la capa sobre los hombros, y tras dedicar ella también una última mirada a la cabaña, echaron a andar. Pippin canturreaba una canción cuya letra apenas alcanzaba a entender la elfa, no solo porque el hobbit no la vocalizaba bien, sino porque ella estaba inmersa en unos pensamientos que la inquietaban. Había recordado cada palabra de la profecía, y parecia oírlas con la misma intensidad que en sus sueños. Entonces vio que Pippin se había detenido, y que miraba hacia atrás con aire pensativo.
- ¿Ocurre algo, pequeño Peregrin? -preguntó ella.
- No, si estoy bien... -suspiró el hobbit- Es solo que estoy un poco triste, no sé por qué... Supongo que en el fondo echaré de menos este lugar, pero mis ganas de ver a mi familia y amigos pueden más... ¡Ay! espero que estén bien, ¿me habrán estado buscando?
- Seguro que sí -dijo ella-.
- Jamás podrán creer lo que me ha pasado... -dijo el hobbit como en un sueño- Una bella doncella elfo me salvó, y me cuidó...
Se hizo un silencio, solo roto por el sonido de sus pisadas sobre las hojas secas que anunciaban la llegada del otoño.
- Mi joven Peregrin -dijo entonces Mavrin-  te llevaré muy cerca de tu gente y luego me iré, pues ya no tendré nada más que hacer.
Pippin se detuvo, girándose hacia ella.
- ¿Peregrin?...
- No digáis eso, mi Bella Señora... -dijo; su voz se había apagado, pero a la vez era como si le suplicara- Si pudieras venir conmigo, te presentaría a mi familia, y les diría que me salvasteis, y que...
Ella se arrodilló ante él, y pidió su silencio rozándole los labios con sus dedos, y levantó su barbilla con delicadeza. Los ojos del hobbit estaban llenos de lágrimas.
- Joven Peregrin, las cosas no son tan sencillas. Ya te has recuperado, y me bastará con saber que llegarás sano y salvo a tu hogar. Nuestros mundos son demasiado diferentes y distantes, y este no es el momento de juntarlos, no ahora... Espero que lo comprendas...
Pippin asintió, pero ella vio un brillo de decepción en sus ojos que le encogió el corazón. Y entonces el hobbit empezó a sollozar, y se agarró a las ropas de la elfa, como un niño que temiera perder a su madre.
- Yo... Muchas gracias por todo, mi Bella Señora...
Ella acarició su pelo, y su corazón se encogió aún más.
- Vamos... Aún nos queda un largo camino, y es posible que tengamos que pasar la noche a la intemperie, por lo que debemos encontrar un buen sitio.
Pippin dejó de sollozar, y limpió sus lágrimas. ¿Qué estaba haciendo? No debía llorar; sabía que esa despedida, ese momento, llegaría de un modo u otro, pero aún tardarían algunas horas en llegar a los lindes de la Comarca.
- Perdonadme, mi señora, ¡ay, qué tonto soy a veces...! -suspiró.
Volvieron al camino, y mientras caminaban, Mavrin sentía una extraña tristeza en su interior. Miró a Pippin, y recordó de nuevo las palabras de su última premonición. Jamás entendería como podía ser posible que tuviera ya forjado su destino, pues a sus ojos aun era solo un niño, un niño asustado que estaba lejos de su hogar. A veces las predicciones podían equivocarse, pero algo en su corazón le decía que esta vez no sería así.
Caminaron durante largo rato, y solo se detuvieron una vez para comer. Pippin trastabillaba cuando llevaban ya varias horas de camino; tenía mucho calor, y un sudor frío empapaba todo su cuerpo. Y llegó un momento en que todo le daba vueltas, y tuvo la impresión de que los árboles se desplomaban sobre él. Cayó de rodillas sin aliento, y sintió los brazos de la elfa rodeándole, intentando reconfortarle. Entonces Mavrin susurró algo en élfico, se quitó la capa, le arropó con ella y le cogió en brazos, y el tembloroso hobbit se agarró a la elfa casi a ciegas, esforzándose por que el mundo no desapareciera de su visión.
- Tranquilo, joven Peregrin... ¿de acuerdo? No te asustes, solo necesitas descansar, te has esforzado demasiado... -le susurró.
Él asintió sin ni siquiera abrir los ojos. Afortunadamente no era una recaída, pero el esfuerzo le había resentido, y volvía a sentir un fuego ardiente oprimiendo su pecho. Mavrin se incorporó; Pippin notó que se alzaba del suelo, y luego pareció desmayarse. Pero la bella elfa cantaba con su dulce voz, y desde su aletargada conciencia Pippin las reconoció por ser las canciones que oía en medio de sus febriles sueños, cada noche, desde que había despertado en la cabaña. El hobbit sintió que le invadía un agradable calor. Su respiración se alivió, y abrió los ojos levemente. Una vez más, le dio la impresión de que los árboles se cernían sobre ellos, pero esta vez era como si el bosque se inclinara respetuosamente ante la elfa.

El sol brillaba en lo alto del cielo, filtrando sus rayos por las copas de los árboles y dibujando luces y estrellas en las hojas. Los tres hobbits continuaban su búsqueda, tras el extraño incidente con el sombrero de plumas del día anterior. Cuando Frodo regresó con las frutas, alarmado por sus gritos, y ellos se lo explicaron todo, rió con ganas. Les dijo que posiblemente se trataba de algún habitante desconocido del bosque, pues los elfos no solían gastar ese tipo de bromas. Pero sobre la mujer del río, nadie sabía nada. Volvieron al lugar pese a los temores de los dos hobbits, azorados por el extraño invitado, pero no había nada ya. Así que emprendieron el camino. Hacía calor, pero una ligera brisa acariciaba sus rostros.
- ¡Un momento!
Merry se detuvo de repente, levantando los brazos e impidiendo pasar a Sam y Frodo. Y al ver que ninguno hacía ningún movimiento y que Merry seguía inmóvil, con los ojos entornados, como si hubiera visto algo allá a lo lejos o hubiera recordado algo de repente, Sam rompió el silencio.
-¿Qué ocurre?- preguntó; se quitó el sombrero para enjugarse el sudor de la frente y volvió a ponérselo.
Merry bajó los brazos.
- No... no es nada- dijo. Se colocó mejor el macuto al hombro y siguió andando.
- Merry... ¿estás bien? -preguntó Frodo.
- Si, es que... No sé por qué... pero tengo la sensación de que Pippin está muy cerca... -susurró.
- ¿Qué?
- No, nada, de verdad... Mejor que sigamos, pronto se hará de noche.
Emprendieron el camino. Antes de que cayera la noche, tenían que encontrar un lugar donde acampar. Sería otro día de búsqueda fallida, pero ninguno se rendía.

Pronto, el atardecer tiñó el cielo de rojo, dibujando enormes sombras en el suelo del bosque. Mavrin sintió que podía llover de un momento a otro, y sus penetrantes ojos buscaron un refugio, algún lugar donde protegerse del frío que no tardaría en llegar, y donde el fatigado hobbit pudiera recuperar sus pocas energías. Ella le miró. Ya parecía respirar con normalidad, y el color rojo de sus mejillas había desaparecido.
- Bella Dama, por favor, no carguéis más conmigo. Ya me veo capaz de caminar -dijo.
Y así se hizo, pero no caminaron mucho hasta que encontraron al fin un improvisado refugio. Era la enorme raíz de un árbol, quizá tan antiguo como el propio bosque, y  que parecía construir bajo ella una pequeña cueva, a salvo del frío y la inminente lluvia. Ahí se pararon finalmente, y la noche cayó como un manto de oscuridad, trayendo consigo el torrente de agua de las noches de un verano que ya moría.
Encendieron un fuego para evitar el frío e hicieron un improvisado campamento, dispuestos a pasar la noche. Ya estaban muy cerca de los lindes de la Comarca. Pippin se acercó al fuego con cuidado y calentó sus pies y sus manos, ateridos por el frío que llegaba.
- Peregrin, tengo algo que darte -dijo Mavrin, y tendió en las manos del hobbit una pequeña bolsita de terciopelo, con unos cordeles dorados. Tenía algo grabado que Pippin no pudo leer, pues estaba en élfico.
- ¿Qué es?
- Son las hierbas curativas que has estado tomando -le explicó- Guardalas bien, y sigue tomándolas como hasta ahora, hasta que se te acaben. Te devolverán toda la salud perdida, y desaparecerá la enfermedad por completo.
 Y en ese instante Pippin supo que el momento de la despedida era una realidad, y luchó por deshacer el nudo que tenía en la garganta. Sonrió y se la guardó en el bolsillo.
Después de una cena ligera (para disgusto del hobbit), los dos se sentaron junto al fuego. Pippin cabeceaba; hacía grandes esfuerzos por no perder el sentido, pues no deseaba quedarse dormido aún. Quería estar ahí, acurrucado junto al fuego, y contemplar la lluvia caer fuera, en el bosque, como si hiciera mucho tiempo que no la veía. Solo habia pasado algo más de una semana en la cabaña, pero a un hobbit no se le puede privar de la naturaleza ni durante unas pocas horas, y menos a uno por cuyas venas corre pura sangre Tuk.
Su vivaz mirada se desvió hacia la elfa, quien miraba caer el agua sobre las hojas, y resbalar sobre las raíces. Pippin tuvo la sensación de que sus ojos no miraban la lluvia, sino que estaban perdidos en otro tiempo, en otro lugar. De repente se sintió como paralizado, como había pasado el día anterior en el barranco, y le recorrió un escalofrío. Entonces ella se levantó; sus ropas caían gracilmente, como mecidas por un viento invisible.
- ¿Mi Señora?...
-  Mi pequeño Peregrin, tengo algo que decirte -comenzó ella.
- ¿De qué se trata, Bella Dama?
Ella se arrodilló ante el hobbit, quien se había puesto en pie, y puso las manos en sus hombros.
- Óyeme bien... Prométeme que te cuidarás, y beberás esa medicina cada día, pues aún tu salud no es todo lo buena que debería ser, y si recayeras, yo no estaría aquí para cuidarte.
Lejos de ser una simple advertencia, las palabras de la elfa, y sobre todo su mirada, hicieron que un escalofrío recorriera el pequeño cuerpo de Pippin, pues tuvo la sensación de que aquellos penetrantes ojos grises como cielo invernal, pero verdes como el bosque, miraban a través de él.
- Bella dama... ¿qué ocurre? -preguntó, sin poder evitar un tono temoroso en su voz.
- No te angusties, joven Peregrin... No tienes nada que temer. Solo prométeme que tendrás cuidado, y que siempre escucharás lo que te dicte tu corazón, pues él tiene todas las respuestas...
 Pippin la miró extrañado. Se arrebujó en la capa, pues empezaba a hacer más frío, y lleno de curiosidad pero a la vez de temor, preguntó:
- No os entiendo, mi señora... ¿qué queréis decir?
La elfa dibujó una sonrisa, y con delicadeza, le cogió las pequeñas manos y las llevó hasta el propio pecho del mediano, presionándolas contra este; sus manos blancas y sus dedos finos y esbeltos casi tapaban completamente las manos del hobbit.
- Dime, ¿qué es lo que sientes?- preguntó.
Pippin parpadeó, extrañado. Cerró los ojos. Y fue consciente de cada sonido, de cada ruido que se manifestaba a su alrededor. Las gotas de lluvia, que caían y resbalaban suavemente por las hojas; los vivaces latidos que sentía en el pecho, contra sus manos. Y finalmente habló.
- Aparte de la lluvia, solo siento mi corazón...
La elfa sonrió, y acarició el rostro del hobbit con una de sus manos.
- Así es, tu corazón, joven Peregrin. Aunque no lo parezca a simple vista, el corazón de un hobbit es algo muy complejo. Rebosa alegría y deseos de vivir. Pero muy ocultos, también valor y perseverancia, y algunas veces odio, además de siempre amor. Y sólo confiando en lo que tu corazón te diga, podrás enfrentarte a tu destino.
El hobbit volvió a parpadear.
- ¿Mi destino?... ¡Ay!, esto es demasiado complicado para mí... Y estoy tan cansado...
- No necesitas entenderlo ahora, pequeño hobbit, lo entenderás a su tiempo y cuando más necesario sea.
Pippin sonrió levemente; se sentía incómodo y desilusionado por no entenderlo, pero estaba demasiado cansado para pensar. Empezaba a tener sueño, y se echó en el suelo arropado en la capa élfica. La elfa también se sentó, y él, más dormido que despierto y huyendo del frío venidero, se acurrucó contra ella.
- Entonces, Bella Dama, ¿creéis que algún día lo entenderé? - preguntó con voz soñolienta.
- Claro que si, pero no tengas prisa, todavía tienes muchos años por delante para pensarlo con calma... Entonces y solo cuando llegue el momento, entenderás lo que te quise decir.
Los ojos de Pippin se cerraron. El mundo, los frescos aromas del bosque y el golpeteo de la lluvia parecían alejarse y acercarse en suaves oleadas, cada vez más breves.
- Aunque mi mente es joven aún, prometo que no olvidaré estas palabras... mi señora... -murmuró; cerró los ojos, y se quedó profundamente dormido.
 Y ella le susurró:
- Las olvidarás, mi joven mediano, y me olvidarás a mí. Pero nunca olvides que lo importante es lo que tendrás en tu corazón...
 De repente, se levantó una ráfaga de viento frío de otoño, y casi instintivamente, Mavrin atrajo hacía sí con fuerza al pequeño Pippin. El hobbit se quejó en sueños y se acurrucó buscando calor. Se quedaron ahí muy quietos, en silencio, notando cada uno el corazón del otro, latiendo a ritmos diferentes pero con el mismo vigor. Ella le apartó los rizos de los ojos. Y él pareció sonreír en sueños, y a la elfa le costó intentar comprender cómo una criatura tan afable y jovial pudiese tener zanjado su destino tan pronto. Las palabras de sus sueños penetraron en su mente de nuevo, con la misma intensidad que cada noche, desde que las oyera por primera vez.
Y supo entonces que había llegado el momento, y se llenó de angustia.
 - Mi joven Peregrin... No todo será alegría para ti. Sé parte de lo que te deparará el destino, pues lo he augurado. He sido designada para tal fin, y no tenía otro cometido en esta vida, y ahora por fin, voy a verlo cumplido... Escucha; guarda estas palabras en tu corazón, y hazlas salir cuando sea necesario...
Y así, la dulce voz de la elfa, la música de las estrellas, llenó la mente del hobbit, hundida en sueños agradables. Y en medio pudo distinguir unas palabras, misteriosas, perdidas, que hasta mucho más adelante no volvería a recordar.

La oscuridad ha de llegar,
y ante ella el mundo perecerá.
El destino dependerá de un pueblo olvidado,
que no conoce la guerra ni la maldad.

Imprescindible entre la oscuridad será
el coraje de un corazón inocente;
el mediano que llegó desde las aguas
y avivó tus memorias olvidadas.

Ante el poder de la luz que aún brilla
en medio de la oscuridad y el terror,
su valor salvará al moribundo
de las llamas de la locura y la muerte.

El fuego un ojo tendrá
y ante él, el vacío cruzará;
y entre abismos de fuego y maldad
el mal le atraerá y le verá.

Siete estrellas blancas portará
entre azabache y plata;
y en la pérdida y la desesperación,
hallará el valor oculto en su corazón.

Entre luz y oscuridad luchará,
y en la negra oscuridad se encuentra su destino;
la hazaña con su vida pagará
sin el Hijo de la Roca y la Piedra del Elfo.


 Y de esta manera se zanjó el destino del joven Peregrin Tuk, y ya no tendría otro; y la que fuera su protectora sintió que había recuperado por un tiempo a su hijo perdido, y por fin, se sintió en paz.
 - Ithladin, dithen, ad nin tellich, le beriar aen... hannon le, Perian dithen... 1
Sonrió, y leves lágrimas corrieron por sus mejillas como perlas.
- Siempre estaré contigo... Cuando afrontes tu destino allí estaré, en tu corazón.  Tenna rato, Perian dithen... 2
Le besó en la frente, y él pareció sonreír desde sus profundos sueños.

 

1 "Ithladin, pequeño, has vuelto a mí, estás a salvo... Gracias, pequeño hobbit..."

2 "Hasta pronto, pequeño hobbit"


 



1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos