Corazón de Hobbit

15 de Septiembre de 2003, a las 00:00 - Lily B. Bolsón
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7. La lealtad de Merry

"-¡Así que aquí estas por fin! - dijo Merry-. Comenzaba a preguntarme si aparecerías hoy y ya me iba a cenar. Cuando se levantó la niebla fui a Cepeda a ver si habías caído en un pantano. Maldito si sé por donde has venido."
J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos, "Un Atajo Hacia Los Hongos"

**********

Maggot no permitía que casi nadie se acercara a su huerta. Era un hobbit de vida pacífica y acomodada, que vivía de la tierra como buen campesino. Tenía incluso un espantapájaros con el que más que a los pájaros, pretendía espantar a los jóvenes hobbits que intentaban robar su cosecha. En los últimos días, le habían birlado las suficientes zanahorias como para alimentar a varios niños durante una semana. No recordaba que le robaran tanto desde que el joven Frodo Bolsón vivía en Los Gamos.
Esa mañana, a 7 días desde la desaparición de Merry y Pippin, y alertado por los feroces ladridos de sus perros, encontró un joven hobbit merodeando cerca de allí. Corrió hacia él airadamente creyendo que era otro de esos ladronzuelos y que por fin podría pillarlo, pero cuando se acercó, vio que tenía los ropajes sucios y desgarrados, como si hubiera andado sin rumbo durante días, y parecía herido y al borde de la extenuación.
- No... encontrado... -suspiró, y su cuerpo cayó por tierra. 

Merry no despertó hasta bien entrada la tarde del día siguiente, pues tal era el agotamiento que sentía después de varios días de vagar por el bosque, sin apenas comida ni bebida. Despertó bruscamente entre sudores y quejidos, inmerso en la misma pesadilla que había tenido cada noche, durante los siete días que había estado en el bosque, pero en esta ocasión, él también caía al río y se veía atrapado entre sus aguas heladas. Pero se encontró acostado en una cama, y la suave brisa de la tarde entraba por la ventana, acariciando su rostro. A su lado, sentado en una silla, había un hobbit entrado en años, fumando en pipa, que sonreía.
- ¿Señor Maggot?... -dijo casi sin aliento.
- Bienvenido, joven Meriadoc -dijo el granjero.
Merry se incorporó apoyándose en los codos. Le dolía todo el cuerpo y tenía vendado un brazo, pero no se quejó.
 - Oh, qué pesadilla tan horrible... ¿Qué hago aquí? Apenas recuerdo nada... ¡Oh, sí...! Estaba en el bosque... y estaba tan cansado... -dijo, y volvió a echarse hacia atrás.
- Tranquilo, no te alteres, no ahora... -le tranquilizó el granjero- Sabía que eras tú, joven Meriadoc... ¡Cuánto me alegra verte! Hasta aquí llegaron rumores de tu desaparición y la de tu primo Peregrin. Muchas veces acudieron a mí en busca de noticias... ¡Qué peso le quitarás de encima a tu familia! Todos te dábamos por muerto, tanto a ti como a tu primo... Después de todo, eres su único hijo, y tu desaparición les ha provocado gran dolor. Pero dime, ¿dónde está el joven Peregrin? ¿Estaba contigo? Llevabas su bolsa cuando te encontré...
Cogió el macuto de la mesilla, sucio y desgastado por el barro, y con el nombre de su dueño grabado en precioso hilo dorado. Y todo acudió de nuevo a la mente de Merry, que intentaba no llorar, pero no pudo controlar su voz y estrangulada por la angustia:
- Él... cayó al río, señor Maggot...
Maggot no dijo nada. Le miró largamente, y Merry vio la bolsa en sus manos, y entonces rompió a llorar. Toda su tristeza salió de repente, como el agua de una presa que se reventara tras aguantar demasiada presión durante largo tiempo. 
- Vamos, Merry, cálmate... Dime, ¿qué ha pasado?... -preguntó con la mayor delicadeza que pudo sacar de sí.
Cuando por fin se tranquilizó un poco, siguió:
- Cayó al río, señor... Intenté ayudarlo, pero fui a buscar ayuda y cuando volví sin nada, había desaparecido entre las aguas. He estado buscándole durante días... algo me dice que esta vivo, lo sé... -y a su mente acudió el rastro en la ribera, y las manchas de sangre, pero un extraño temor le hizo no decir nada- Puede que nadie me crea, pero sé que esta vivo. No pensaba volver hasta no encontrarlo. Pero no he podido. Ahora necesito ayuda... Necesito que alguien me ayude a buscarle...
El viejo Maggot suspiró, y dio otra calada a la pipa. Bajó la vista, como si no supiera qué responderle.
- Tus padres deben estar esperándote, a ti y a tu desventurado primo. No les he querido decir nada de que estás aquí hasta ver que te recuperas, aunque eso me suponga una buena reprimenda. Pues no creo que fuera bueno para ti en tus condiciones, ya que deben estar lo suficientemente preocupados y enojados como para castigarte de por vida, pequeño.
Levantó la vista y le miró. Merry le miraba a su vez, con una expresión a medio camino entre la resignación y la rabia. El granjero notó un brillo muy especial en sus ojos, y en ellos vio por un instante todo el resplandor de la edad adulta.
- Sé que está vivo, señor Maggot, y nada ni nadie me va a hacer cambiar de parecer. Ni siquiera la ira de mi padre que me espera al volver a casa -dijo el hobbit con firmeza.
El viejo Maggot se echó a reír.
- ¡Ay! Si hay algo que no se te puede negar es la perseverancia, querido Meriadoc -dijo- Tú mismo le viste caer, y viste que no estaba al volver, pero aún así no pierdes la esperanza. Eso demuestra que tienes un corazón de oro, sin duda alguna, pero también que eres tan cabezota como cualquier Brandigamo. ¡Qué tiempos estos! Vamos, vamos; desde que te veas capaz de ponerte en pie, tendré que llevarte con tus padres. No me fío de dejarte ir solo, te veo capaz de volver a internarte en ese bosque alejado del mundo.
Merry no dijo nada, pese a que una gran indignación pugnaba por salirle de alguna parte, pues la gran verdad que exponía el granjero le había dejado sin palabras con que poder replicarle. En ese momento, la señora del granjero entró en la habitación. Portaba un recipiente con agua y paños limpios, y a punto estuvo de que se le cayeran de la impresión.
- ¡Bendito sea! Por fin ha despertado, señor Meriadoc... Estábamos muy preocupados por usted... Le creíamos desaparecido, nosotros y media comarca. En fin, me quitáis un gran peso de encima...
Merry arrugó el ceño por un momento y sonrió. No estaba acostumbrado a que le llamaran de usted, siendo tan joven, pero contestó con educación.
- Todo un honor, señora Maggot... Y muchas gracias por ayudarme... A los dos.
La señora Maggot lavó de nuevo sus heridas, y después Merry pudo por fin probar bocado como mandaba en un hobbit. Pero pese al hambre que tenía, no comió tan copiosamente como hubiera deseado, pues un gran nudo parecía formarse en su estómago cada vez que pensaba en Pippin y en su suerte incierta.

La noticia de la desaparición de ambos se había extendido hacía casi una semana, y los más viejos no dejaban de repetir que si se tuvieran mas vigilado a los irresponsables hijos, no pasaría esto, y no paraban de presumir de que sus hijos nunca cometían locuras... Al principio, no les parecía más que otra de las travesuras de los jóvenes hobbits; después de todo, de peores apuros habían salido. Pero los días pasaban, y ni siquiera Frodo sabía de ellos. Más de una vez se aventuró cerca del río para buscarles, pero todo fue inútil. El pueblo se temía lo peor, y los padres de Merry y de Pippin también.
Y Frodo parecía cada vez más distante, y a veces jugueteaba con algo que llevaba en su bolsillo.
Entonces, el noveno día, Merry volvió. Maggot le acompañó hasta Cricava, pues el joven Brandigamo no se veía capaz de caminar solo. Había vuelto a casa, y traía consigo la alegría del regreso, pero también la tristeza. La desgracia cayó sobre los Tuk, en especial sobre el Thain y su esposa, y sus tres hijas. Habían perdido a su único hijo y heredero, y las jóvenes Pervinca, Perla y Pimpinela a su único hermano.
Toda la Comarca supo esa misma tarde de la trágica desaparición de Pippin. Muchos lo consideraban una desgracia; otros, como algo que pasaría tarde o temprano teniendo en cuenta el extraño carácter de los Tuk. El hecho no hizo más que aumentar aún más las malas ideas que tenían muchas familias de la región sobre los habitantes de la Alforzada.
Pero el que lo sufría todo en silencio era Merry. Sus padres no le castigaron, pues dentro de la desgracia, ya había sido suficiente tortura la pérdida de Pippin. Y es que a veces, una tragedia es la mejor manera de aprender.
Esa noche, en la Alforzada, el Thain dedicó unas palabras en honor a su hijo. Acudió media Comarca, si es que no acudió entera. Su mujer y sus hijas lloraban, e incluso él derramó amargas lágrimas en medio de la improvisada ceremonia. Esa noche, toda la pradera parecía escuchar; hasta las lechuzas habían dejado de ulular. Merry lo oía todo en silencio, con ojos inexpresivos; todo brillo y alegría parecía haber desaparecido de ellos. Cuando le hablaban, no reaccionaba; tan solo asentía, o respondía con parcas palabras. Y lloraba en silencio.
- ¡Merry!
Fue como ver un milagro; el joven Frodo se precipitó corriendo hacia su magullado primo, y le abrazó entre risas y lágrimas.
- ¡Merry! ¡Por todos los cielos, viejo Merry! ¡¿Dónde te habías metido, mi querido pillo de pies peludos?!
Merry no respondió, pero el calor de su abrazo le llenó por completo. Si había alguien que le comprendiera, ese era Frodo, sin duda; su querido primo Frodo.
- ¡Oh, Frodo! Tengo tanto que contarte... Y estoy tan cansado...
Los dos se fueron en silencio. Frodo no preguntó nada sobre Pippin. Ya sabía lo que quería saber, y el respetuoso silencio del pueblo hablaba por sí solo.

Al día siguiente, el pueblo se llenó de rumores por parte de los más viejos. Algunos decían haber visto al joven Tuk correteando cerca de la Comarca. Más de uno pensó que todo era parte de una gran travesura para fingir su muerte. Tal fue el alboroto que provocó semejante incoherencia, que el Thain estuvo a punto de prohibir cualquier conversación sobre su familia. Y el propio alcalde le apoyaba.
Merry llegó temprano a Bolsón Cerrado. Frodo y él tenían mucho de que hablar. Merry le contó todo lo que había pasado. La irreflexiva apuesta, el río, cómo Pippin desapareció. Y le contó lo del rastro de sangre en la orilla, y la bolsa.
- No he querido dársela a sus padres... No todavía. Aún tengo esperanzas de encontrarle con vida -prosiguió.
- Merry, todo esto me desconcierta realmente. ¿Qué destino le esperará a Pippin? Eso que me dices de la orilla me hace pensar muchas cosas... Es posible que alguien le haya encontrado. Y esas huellas, puede que pertenezcan a la Gente Grande, realmente... Puede que a un elfo...
- ¿Elfos? Oh, primo, esa idea me llena de temor pero a la vez de esperanza... El simple hecho de pensar que puede estar herido, o algo peor... ¡no! No quiero pensar en eso. No he perdido la esperanza, Frodo, pese a todo lo que ha pasado. Algo me dice que sigue vivo.
Frodo sonrió.
- Querido viejo Merry, eres el hobbit más leal que jamás haya conocido, al menos de momento. Encantado partiré contigo en busca de Pippin, pues tampoco yo pierdo la esperanza de encontrarle -dijo.
Y así se hizo. Sam se unió a ellos, pues no solo era el jardinero de los Bolsón y por tanto estaba al corriente de todo, sino que también era uno de sus amigos más leales. Hasta el viejo Tío estaba de acuerdo con él. Ambos se encontraban en el jardín de Bolsón Cerrado charlando, con Frodo y Merry, cuando aparecieron los Sacovilla-Bolsón, quienes tampoco habían perdido la esperanza. Pero no la de hallar a Pippin, sino la de negociar con Frodo sobre Bolsón Cerrado.
- Partamos cuanto antes -decía Merry a Frodo- Solo daré noticia a mis padres. Sé que lo comprenderán. No me apetece nada que media Comarca me ridiculice por ser un Brandigamo cabezota e irreflexivo...
-¿Partir? ¿Qué se trae esta vez entre manos, señor Merry? -era Lobelia.
-Siento decir que eso es asunto nuestro, señora Sacovilla-Bolsón... con todo el respeto -dijo Merry.
- Partiré unos días por un asunto de vital importancia, queridos parientes -explicó Frodo, dirigiéndose a Otto y su esposa-  pero no tardaré en volver, espero. Le confiaré la casa al Viejo Tío mientras tanto, pues su hijo Samsagaz se viene con nosotros. De eso estábamos hablando antes de que recibiéramos su visita...
La en ocasiones lisonjera hobbit no necesitaba oír nada más; era evidente que no pintaba nada allí, y se marchó airadamente. Pero se había acabado enterando del viaje de los hobbits, dicen que porque más tarde el inocente de Samsagaz se fue sin querer de la lengua, aunque lo más seguro es que fuera porque ella se había quedado escuchando tras su visita, cuando lo planearon. Y cuando les vio pasar a su lado, no tardó en quejarse y ponerles en evidencia, como si le molestara lo más mínimo. Al parecer lo hizo por su disgusto acerca de la herencia, pero fuera como fuera, y por lo que fuera, esto fue lo que comentó en su círculo de amistades.
- ¿Sabéis que el hijo del señor de Los Gamos ha hecho una expedición para ir en busca del hijo del Thain? Partieron esta misma mañana. Han ido él, Sam Gamyi y Frodo Bolsón... ¡Menudo grupo! Y ese pobre de Sam Gamyi... Otra familia que ha vivido a merced de las rarezas del viejo Bilbo y de ese sobrino suyo, Frodo... Como sigan así, el futuro no les deparará nada bueno ni a ellos, tan humildes... No encontrarán nada, ese pobre del hijo del Thain ya está más que perdido. No es sino otra demostración más de las rarezas de los Tuk. ¡Que eso les enseñe!
Y Merry explotó. La vieja Lobelia se llevó un manzanazo en toda la cabeza. Protestó como ningún hobbit había protestado antes, pero más de uno supo que se lo tenía merecido. Frodo agarró a Merry por los brazos y le llevó fuera de allí; el hobbit pataleaba preso de la rabia. Nadie le había visto perder los papeles de esa manera. Pobre vieja Lobelia Sacovila-Bolsón... Tanto ella como su esposo Otto estaban resentidos por lo de la herencia de Bolsón Cerrado, aunque no era justo echar culpas a otros. La Comarca entera vivía un respetuoso luto, pero nada había cambiado.
- ¡Merry, cálmate! ¡Sabes que no debes hacerle caso! -exclamaba Frodo a Merry mientras caminaban airadamente colina arriba, alejándose de Hobbiton. Le agarró para intentar detenerle; Merry dejó de resistirse y le miró. Estaba llorando de rabia, y jadeaba como un animal enfurecido.
- ¡No es justo! ¿Cómo se atreve a hablar así? -gritó- ¡¿Quién es para decir esas cosas a nuestras espaldas?!
Frodo le agarró por los hombros, y le miró fijamente.
- Merry... ¡Le vamos a encontrar, ¿me oyes?! ¡Le vamos a encontrar!
Merry asintió, y entonces se echó a los brazos de Frodo y rompió a llorar.
- ¡Ay! Ojala tenga razón, señor Frodo... -suspiró Sam.
Merry había vuelto, y muchos otros hobbits no perdían la esperanza de que Pippin también lo hiciera, como algunos de los Tuk, y su joven prima Lily Bolsón, o el propio Merry. Incluso el viejo Maggot creía en las palabras del joven Brandigamo, pues jamás olvidaría el brillo que vio en sus ojos.
Si, Merry había vuelto, y aún hoy día, muchos se preguntan cómo pudo escapar vivo de aquel sitio tan amado pero a la vez tan temido por los Brandigamo. Nada le había hecho cambiar aún de parecer respecto a su primo. Estaba dispuesto a todo para encontrarle, aunque tuviera que volver de nuevo al bosque.
Esa mañana, la expedición partió al Bosque Viejo. Habían pasado diez días desde que Pippin desapareciera.




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