Corazón de Hobbit

15 de Septiembre de 2003, a las 00:00 - Lily B. Bolsón
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5. Mavrin

..."Pero Arwen salió de la Casa y la luz se le había extinguido en los ojos, y a los suyos les pareció que se había vuelto fría y gris como un anochecer de invierno que llega sin una estrella. Entonces dijo adiós a Eldarion, y a sus hijas, y a todos aquellos a quienes había amado; y abandonó la Ciudad de Minas Tirith y se encaminó al país de Lorien, y allí vivió sola bajo los árboles que amarilleaban hasta que llegó el invierno. Galadriel había desaparecido y también Celeborn había partido, y el país estaba silencioso..."

J.R.R. Tolkien- Apéndices

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 Hubo durante el reinado de los elfos una ciudad, Rivendel, cuyo resplandor y gran sabiduría serían conocidos y recordados a lo largo de la historia; era un bello lugar, al pie de las Montañas Nubladas, que fue testigo de grandes hazañas y de muchos encuentros inesperados. Aunque eso es otra historia, que el noble pueblo de los Medianos se encargó de preservar.
Muchos elfos partieron a las tierras eternas durante las primeras edades. Pero algunos pueblos élficos se quedaron, y otros volvieron, y fundaron sus reinos y ciudades en los bosques. Uno de ellos fue Lothlorien. Y otro fue Eregion, cuyo pueblo salvó a la tierra de la oscuridad eterna durante la llamada Última Alianza entre elfos y hombres.
Y en Eregion vivió un matrimonio; Nolwe el Grande y la bella Lirian les llamaban, y él era un sabio noldor de los primeros nacidos, y ella una bella teler cuya voz decían que hacía crecer las flores y brillar las estrellas. En Eregion tuvieron una hija, y la llamaron Mavrin Lindeleion. La bella Mavrin vivió feliz con su pueblo, y fue testigo de grandes batallas y desgracias, pero también de luz y bondad, y de bellas canciones. Pues como su madre, poseía una voz muy bella, y todos se detenían a escucharla cuando cantaba. Incluso parecía que su voz detenía el tiempo, y llenaba de alegría todo a su alrededor. Pero años después, el pueblo de Eregion tuvo que partir, y eligió un bello lugar en un valle, al pie de las montañas, para fundar la noble ciudad de Rivendel, también conocida como Imladris, gobernada por el sabio señor Elrond, el medio elfo.
Un día, Sibrethil, aquel al que llamaban el Arquero, un elfo de pelo plateado y brillantes ojos grises, escuchó cantar a la bella dama Mavrin, y decidió darle su amor por siempre. Su matrimonio no tardó en llegar, y esa primavera Rivendel se llenó de flores. Y al poco tiempo, Mavrin concibió un hijo. Pero Sibrethil el Arquero, capitán de la guardia de Elrond, tuvo que partir con sus huestes a una expedición. Sufrieron el ataque de unos orcos en las montañas, y muchos miembros murieron o fueron heridos de muerte. Uno de ellos fue el bello Sibrethil. Y dicen que el día en que todo ocurrió, el cielo era oscuro y sin vida.
Los supervivientes llevaron a los menos afortunados al refugio de Rivendel. Y los elfos más sabios de Rivendel intentaron salvarles, pese a que muchos murieron. Pero el que más resistió fue Sibrethil. Su esposa había adquirido grandes conocimientos sobre medicina élfica durante su vida en Rivendel, y no se movió de su lado durante largos días y noches, le cantaba y lavaba sus heridas, pero día a día su vida se apagaba, y una noche, por fin, abrió los ojos y le dijo:
- Siento que mi vida en la Tierra se acaba, mi bella Mavrin. Pero no llores por mí, pues debes dar lo mejor a nuestro hijo... Debes cuidarle, mi bella Lindelelion...
Y sus ojos se cerraron, y todo resplandor pareció desaparecer de él.
Sibrethil, el Arquero, el caballero de plata, había muerto, y Mavrin se desesperó; la sombra más oscura y penetrante se cernió sobre ella, y su corazón vivió en una fría oscuridad. Por el hecho de ser inmortales, los elfos no entendían la muerte, y más que mera tristeza les provocaba gran pena y terror. Su mágica y melódica voz tardó mucho en oírse por aquellos campos, e incluso hay quien dice que durante largos años, su resplandor de plata y azabache se apagó, y que ni el nacimiento de su querido hijo pocos meses después de su muerte lo hizo renacer del todo, porque aunque parecía llena de dicha y alegría y volvía a cantar, en sus ojos parecía que faltaba ese brillo verdoso que los hacía únicos, y este tardaría años en volver. Y hasta el día que nació su hijo, muchos temían que llegara a consumirse por la pena, y que esto arrasara consigo la vida que dormía dentro de ella. Y todo cuanto había a su alrededor parecía lóbrego y sin vida.
 Mas el día en que el pequeño nació, muchos elfos aún recuerdan que la oscuridad se desvaneció, y que brillaba sobre el valle una gran luna, bella y plateada, rodeada de las estrellas que brillaban en los ojos de los elfos si miraban al cielo. Y le llamaron Ithladin, que quería decir "Luna estrellada".
Pero Mavrin sabía que era alegría y desdicha a la vez, pues si ya a los elfos les parecía un infortunio que una pareja unida en matrimonio estuviera separada durante el alumbramiento de un hijo, esto era aún más incomprensible y desdichado si uno de los dos miembros moría.  Por esta razón, si podían sólo engendraban hijos en los días felices y de paz, pero el destino ya había trazado el camino de sus vidas, y la vuelta atrás ya era imposible. Así que Mavrin siguió adelante con su pequeño Ithladin, quien fue muy pronto tan bello y altivo como su padre, y adquirió el pelo y los ojos plateados que este llevó consigo. Y cuando Mavrin Lindelenion  le miraba, sentía que su compañero y amado Silbrethil el Arquero estaba vivo de algún modo. Pero muchos entre los elfos no veían con buenos ojos que Ithladin se criara sin un padre que le diera conocimientos, pese a que su madre y sus compañeros se encargaban muy bien de ello; incluso el gran Elrond Medio Elfo y señor de Rivendel le instruyó más de una vez, y siempre decían que el pequeño Ithladin sería de los elfos más sabios que nunca habitaran la Tierra. Pero incluso tras los primeros cinco años de su vida, la sombra y el temor no habían abandonado del todo el corazón de Mavrin, quien sabía en lo más profundo de este que la rueda del destino y sus a veces incomprensibles giros aún no la habían dejado de lado, ni a ella ni a su hijo Ithladin. Y cuando la tragedia les alcanzó de nuevo al poco tiempo, esta fue mucho más fuerte y desesperada, y el corazón de Mavrin se hundió para siempre en la oscuridad...

Mucho tiempo después, apareció buscando refugio en Rivendel un hermoso elfo silvano, de pelo dorado y piel de porcelana, vestido con ropas de viaje y escaso equipaje, y que portaba, muy pegado a su pecho, a un bebé elfo envuelto en una manta raída. 
 - Mis saludos, amados elfos de Rivendel... Mi nombre es Veryion, y os pido humildemente vuestro refugio, pues largos kilómetros he recorrido hasta aquí durante varios días...
-  Bienvenido sois a nuestro refugio, amado Veryion, no debéis temer ya nada, pues aquí encontraréis paz. Aún así, un elfo silvano solo por estos parajes, y con un niño tan pequeño, nos deja sin habla. Decidnos, ¿dónde está la madre de la criatura?
- Temo deciros que ella murió, mi señor, hace varios meses, y el gran pesar
que siento me ha hecho vagar en busca de un refugio... -y tras decir esto, cayó al suelo sin sentido.
 Finalmente el bello Veryion y su pequeño hijo encontraron refugio en Rivendel. Varios días tardaron en recuperarse, y fue Mavrin quien les procuró los mejores cuidados. El niño creció fuerte, con la rapidez propia de los elfos, y muchas veces Mavrin le miraba con nostalgia. Veryion se convirtió en un gran apoyo para la elfa. Una gran amistad surgió entre ellos, y muchas veces se oyó cantar a Mavrin, y su dulce voz llenó los oídos complacidos de los que la escuchaban. Y Veryion confió solo a ella su origen, lleno de dolor y sufrimiento, pero también de amor, y que a cualquier elfo hubiera resultado indecoroso y nada propio de su notable raza.
Muchas veces, Mavrin tenía un sueño. Veía un bosque, florido y lleno de vida, y le parecía oír las aguas de un río caudaloso. Y una voz le decía siempre las mismas palabras. Los más sabios del lugar, incluyendo a su padre, Nolwe el Grande, intentaron interpretar estas palabras. Nadie pudo sacar nada en claro, pero algo en el corazón de Mavrin le decía que tenía un cometido, y que estaba relacionado con esa extraña profecía.
Largos años pasaron, y pese a estar el fin de su era cercano ya, algunos de los elfos aún vivían en la Tierra Media como en las primeras edades. Una de ellas iba a ser Mavrin Lindelenion. La vida siguió para ella, muy a su pesar, y cuando llegó el momento de partir, supo que el suyo no había llegado aún. Veryion lo sabía, y se acercó a ella una noche, y le dijo:
 - Mirad, mi bella Dama... Muy oculta en el bosque Viejo, cerca de las tierras de ese pueblo al que llaman los Medianos, existe una pequeña cabaña, un refugio donde yo hasta hace poco viví, y donde hallé mi cruel destino. Así que ahora nadie vive allí, y todo está intacto, y considero que es un buen lugar para que vos, bella Dama, halléis vuestra ventura.
Y despidiéndose de los suyos, cubierta con una sedosa capa y con algo de equipaje, Mavrin montó en un caballo y se alejó, perdiéndose por valles y senderos, adentrándose en los bosques. Ningún elfo la vio durante largos años, aunque confiaban en que un día toda duda que la amedrentaba se desvanecería como el hielo en primavera. Y por el camino recordaba como si aún las pudiera oír las palabras de su padre, que la llenaban de esa esperanza que se le iba día a día.
- Amo esta tierra, padre -había dicho ella- La amo sobre todas las cosas por muy poca esperanza que nos quede. Y algo me dice que aún me queda algo que hacer antes de perderme en el olvido con toda mi gente. Por eso me voy. Tengo mucho sobre lo que meditar.
 - Mi querida hija, es posible que se te haya elegido para un importante cometido que a la vez nadie conoce. Te sentirás sola, y desearás la desesperación y la odiarás, pero sobre todo, debes seguir adelante y no perder nunca la esperanza. Tu decisión llegará, junto con la oscuridad, y ambas desaparecerán. Y recuerda. Debes escuchar esa voz que hay dentro de ti. Ese sueño significa algo, y estoy seguro de que tienes que ver con él.
Y la besó en la frente, y así fue como Nolwe el Grande y la bella Lirian partieron para siempre.
Tras largos días de camino, Mavrin Lindelenion halló la vieja cabaña en el bosque, testigo de tanto amor y sufrimiento, como el que ella sentía en su corazón. Y ahí vivió largos años, desterrada por propia voluntad, ajena pero a la vez cercana a su gente. Y durante muchas noches el sueño se le repitió. Hasta que un día encontró a un pequeño hobbit, herido y desamparado, a la orilla del río, y todo empezaba a cobrar sentido de nuevo.

Rescatarás a un mediano de las aguas,
le salvarás de la oscuridad y la muerte,
indispensable será el valor de su corazón,
cuando la oscuridad reine sobre la Tierra...

Y el recuerdo de Mavrin se fue como llegó; doloroso pero nítido, y en silencio.

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NOTA: La información sobre los Noldor y su historia está extraída del libro Bestiario de Tolkien, por David Day, y es propiedad exclusiva de su autor, y también quiero agradecer a Anthelea Teler y Lobelia Tuk y al foro de ElFenómeno su inestimable ayuda. Hantalë.



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