Corazón de Hobbit

15 de Septiembre de 2003, a las 00:00 - Lily B. Bolsón
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11 El reencuentro


-¿Y ni una palabra para nosotros, tus compañeros?
¿Para Legolas y para mí?- gritó Gimli, incapaz de contenerse
por más tiempo-. ¡Bribones, amigos desleales, cabezas lanudas
y patas lanosas!¡ A buena cacería nos mandasteis!
¡Doscientas leguas a través de pantanos y bosques, batallas
y muertes, detrás de vosotros! Y os encontramos aquí, banqueteando
y descansando...¡y hasta fumando! ¡Fumando! ¿Dónde habéis
conseguido la hierba, villanos? ¡Por el martillo y las tenazas!
¡Estoy tan dividido entre la rabia y la alegría
que si no reviento será un verdadero milagro!
- Tú hablas por mí, Gimli- rió Legolas-. Aunque
yo preferiría saber dónde consiguieron el vino.
- Una cosa no habéis aprendido en vuestra cacería
y es a ser más despiertos- dijo Pippin, abriendo un ojo-. Nos
encontráis aquí, sentados y victoriosos en un campo de batalla,
en medio del botín de los ejércitos, ¿y os preguntáis
cómo nos hemos procurado una bien merecida recompensa?
-¿ Bien merecida?- replicó Gimli-. ¡Eso sí que no lo puedo creer!

J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos "El Camino de Isengard"

**********

 Pippin abrió los ojos. Se sentía como si acabara de despertar de un largo y  precioso sueño, y su mente aún parecía flotar en la nada. La calidez del sol y el canto de los pájaros era todo lo que podía notar, pues el resto parecía lejano, perdido en el espacio. Y parecía oír el eco de unas palabras olvidadas que no entendía, y una suave voz como procedente de otro mundo. Volvió a cerrar los ojos, y cuando los abrió de nuevo, todo volvió a la realidad, y vio que estaba solo.
 Se levantó sobresaltado, dándose cuenta de que había estado dormido a la intemperie, bajo la enorme raíz de un árbol. A su lado humeaba una hoguera ya apagada. Por el tono de la luz del sol, supo que hacía horas que había amanecido.
 ¿Todo había sido un sueño? Recordaba tantas cosas... La cabaña del bosque, las amargas noches de sufrimiento entre fiebres y sudores, y los dulces días en que tenía la compañia de la dulce voz y el rostro de una poderosa doncella. Estaba seguro de que no fue un sueño, pues aún podía sentir esa pesadez en el pecho cuando respiraba, y el leve dolor de su pierna herida. Metió la mano en el bolsillo, y contempló la pequeña bolsa de hierbas curativas, el pequeño pero valioso regalo de la dama. Y en el ambiente se respiraban la suave humedad y el dulce aroma de la lluvia ya pasada. Había ocurrido. No fue un sueño.
 - ¿Mi Señora? ¿Bella Dama? ¿Estáis ahí?
 No obtuvo respuesta. Sólo pudo escuchar el trinar de los pájaros, y las hojas de los árboles sacudidas por la brisa; ni un solo atisbo de la bella voz de aquella doncella elfo. Nervioso, arrebujado en la capa que era el único indicio de la existencia de la elfa, caminó por los alrededores. Sus pies dejaban huellas en la tierra mojada por la lluvia. Nada de aquello le era familiar, y de repente, paralizado por el miedo de estar en un sitio desconocido, se quedó quieto. Estaba demasiado aterrado para darse cuenta de que estaba cerca de la Comarca, y además aun no había ni una sola criatura por aquellos alrededores que le percataran de su cercanía. Con los pies ateridos por la fría tierra mojada, empezó a retroceder de espaldas torpemente, como si huyera de algo invisible.
 - ¿Por qué, mi señora? ¿Por qué me habéis dejado solo? No sé volver... No puedo regresar... -dijo en el silencio.
 Y sintió que no podía respirar, pero no porque se resintiera de su enfermedad, sino por que sentía una congoja y un miedo helados en el corazón. Dejándose caer al suelo, apoyado contra un árbol, escondió la cabeza entre las rodillas y empezó a llorar en silencio; lloró durante horas, y se quedó dormido.

 Al amanecer, en cuanto que la lluvia paró, los tres hobbits, después de un ligero desayuno, partieron de nuevo. Frodo y Sam no perdían las esperanzas, pero estaban muy preocupados por Merry, quien no había apenas probado bocado ese día, y que a cada día fallido de búsqueda parecía más distante. Sabían que si no lograba encontrar a su primo perdido, jamás en la vida podría perdonárselo, y el Merry que conocían desaparecería para siempre, hundiéndose en la tristeza. Pues aunque los hobbits se recuperan rápidamente de toda enfermedad, algunos lamentan profundamente la pena, y son capaces de dejarse llevar por ella hasta la desesperación.
 A las pocas horas, con el sol brillando ya con fuerza, llegaron a un agradable claro. Los rayos blancos penetraban por las altas copas de los árboles, y se posaban en el suelo del bosque. Un enorme árbol, que parecía casi tan viejo como el bosque, coronaba el lugar con una enorme raíz bajo la cual podría caber perfectamente un viajero exhausto que quisiera descansar. A sus pies, humeaba aún una hoguera apagada. Todo estaba encharcado y cubierto de barro, como si la lluvia hubiera caído en esa parte del bosque más que en ninguna otra.
 - Mirad aquello... -dijo Sam, acercándose mientras entornaba los ojos, y protegiéndoselos con la mano de los rayos del sol- Es una hoguera... Y eso en el suelo, ¡parecen huellas!
 - Son huellas... -dijo Frodo, y se agachó sobre ellas como hiciera en el río, observándolas con su vista penetrante- Parecen de hobbit, sin duda... Y no hay otras huellas con ellas. Sea quien sea a quien pertenezcan, está solo.
 - Solo... Está solo... -murmuró Merry, tan bajo que los demás no pudieron entenderle. Agotado, se dejó sentar en el suelo con un suspiro, frotándose los ateridos pies. Una idea empezó a fraguarse en su cabeza. Se levantó y se acercó a la hoguera, con paso firme pero vacilante. Pese a estar ya casi calcinada, pudo notar que la madera ya estaba muerta, probablemente recogida del suelo. Y pensó que era un alivio que nadie se hubiera atrevido a cortar aquellos árboles. Se quedó un rato en silencio, observando, cuando de repente una gran sonrisa se dibujó en su rostro.
 - ¿Quién iba a ser si no? ¿Qué otro hobbit podría haberse internado en este bosque? -exclamó señalando las huellas.
 - Merry... Siento decirlo, pero ni siquiera sabemos si es realmente un hobbit... -dijo Frodo.
 Sam suspiró apesadumbrado, pero una fuerte luz de esperanza había iluminado el corazón de Merry, que no apartaba la vista de las huellas. De repente, era como si todas las preocupaciones que había tenido hubieran desaparecido en la nada.
 - Podría también creer que se trata de otro hobbit, o de cualquier otra criatura que vaya y venga y camine descalza... -dijo-, ¡pero algo me dice que no es así, Frodo! Estoy seguro de que es Pippin. ¿Sabes cuando estás muy seguro de algo y no sabes por qué? Pues siento eso mismo ahora.
 Y sin mediar palabra, pero con una sonrisa, echó de nuevo a andar, seguido por sus compañeros. Fue ahí cuando supieron que aquello no iba a acabar hasta que le encontraran.

Merry y sus compañeros no encontraron a Pippin bajo la enorme raíz del arbol porque el hobbit, tras haber despertado y aturdido por las lágrimas derramadas, se había echado a andar sin saber muy bien a dónde iba, sumido en sus pensamientos.
- Mi señora, ¿por qué me cuidásteis y ahora me dejáis solo? -se dijo en voz alta- Ni siquiera estoy cerca de la Comarca, como me dijísteis, y si lo estoy no sé el camino... No puedo hacer esto solo, no tengo el mismo espíritu que mis antepasados... ¡Pero ahora estoy solo!...
Mas la voz de la bella doncella no le respondía; hasta que, de repente, pareció oírla, como proveniente de sus pensamientos más profundos, pero a la vez presente en todas partes, y dando un respingo se quedó muy quieto en medio del sendero, con la mirada fija y perdida en la nada, como sumido en un trance.

El corazón de un hobbit es algo muy complejo. Rebosa alegría
y deseos de vivir. Pero muy ocultos, también valor y perseverancia,
y algunas veces odio, además de siempre amor. Y sólo confiando en
lo que tu corazón te diga, podrás enfrentarte a tu destino...
 
 De pronto, despertó sobresaltado, jadeando como un animal atrapado. Se dio cuenta de que tenía las manos sobre el pecho, y bajo ellas, el corazón le latía fuertemente, llenándole de un extraño calor, y lo relacionó todo con las palabras de la elfa. Asustado por la fuerza que habían cobrado sus pensamientos, se soltó y se dejó caer de rodillas; miró a todas partes e intentó hablar, pero nada salió de su boca. Como un buen ejemplo de lo irónico que puede ser el pensamiento, solo pudo decirse a si mismo: <<¿No querías una respuesta? Ahí la tienes, ¿por qué ahora te asustas?>> Finalmente pudo moverse, pero tropezó y se quedó en el suelo, agazapado. Y recordó entonces otras palabras, con más fuerza si cabe que las anteriores.
 
Solo cuando llegue el momento, entenderás lo que te quise decir...
Guarda estas palabras en tu corazón, y hazlas salir cuando sea necesario... 

 Y miró hacia arriba, como esperando una respuesta proveniente de ninguna parte. <> pensó, y aturdido por tantas preguntas, se llevó las manos a la cabeza.
 - ¿Qué queréis decir, Bella Dama? -dijo en voz alta- ¿Qué intentábais explicarme? No lo sé... No quiero saberlo...
 Agotado de tantas preguntas sin respuesta y de vagar sin rumbo, suspiró y se cubrió con la capa, esperando que esta le diera calor, y al sentir su suavidad y aroma, se sintió mejor. Luego se arrastró hacia un arbol cercano, y apoyado en su tronco, se entregó a un sueño ligero. En el silencio, volvió a ser consciente del latir de su corazón, y volvió a recordar las palabras de la elfa.
 - Cuando llegue el momento... -susurró. Y cerró los ojos.

 Con la llegada del atardecer, las nubes grises ocultaron de nuevo el sol, y la lluvia volvió a cubrir cielo y tierra. El grupo de Merry se había visto obligado a detenerse por este motivo, pese a las protestas del joven Brandigamo, y ahora descansaban bajo un grupo de frondosos árboles, donde preparaban una comida sencilla.
 - Merry... Ven a comer algo, no has probado bocado en todo el día -le dijo Frodo.
 Merry le miró. Tenía un extraño brillo en la mirada.
 - Esta ahí. Sé que está ahí fuera, perdido, intentando ocultarse de la lluvia. -dijo, y ninguno añadió nada más.

  Sumido en una inquieta duermevela, Pippin estaba acurrucado bajo un enorme árbol, hecho un ovillo, cubierto por la capa élfica. El suave aroma que desprendía era lo único que le quedaba en ese momento, perdido en el miedo y la soledad. No se había percatado de que ya era de noche y llovía, pues las ramas del árbol le aislaban de la lluvia, y miles de pensamientos pasaban por su cabeza, a cual más confuso y lejano.
 <>
 Entonces se dio cuenta de que llovía con fuerza, y su mente se sumió de nuevo en la oscuridad y el abismo, pero despertó de repente con un sobresalto. Le había parecido oír a alguien llamándole. Se incorporó, pues le había parecido la Bella Dama. Pero no oyó su voz, ni vio su resplandor de luna, ni olió su suave aroma a flores. Y supo que seguía solo.

 A varias millas de allí, los tres hobbits, calados hasta los huesos y con los pies helados, seguían a Merry, quien parecía de repente repleto de una nueva esperanza, y ni el frío ni la lluvia parecían amedrentarle.
 - Merry, no podemos seguir con esta lluvia, compréndelo, nos estamos poniendo en peligro... -dijo Frodo- Solo descansemos hasta que pare. Seguiremos toda la noche, si eso deseas...
 - No, Frodo, no pienso parar. ¡Sé que está muy cerca! -dijo Merry, y volvió a llamar a Pippin. El eco de su voz se confundió con el atronador sonido de los relámpagos.
 - Vamos, señor Frodo... El señor Merry sabe lo que hace -dijo Sam- Estoy seguro de que sí. Con su perseverancia le acabaremos encontrando.
 Frodo sonrió.
 - Es imposible quitar una idea de la cabeza de un hobbit... -dijo con un suspiro.
 Y los dos se unieron a su llamada.

 Sin tan siquiera preocuparse por la lluvia, el joven Peregrin caminaba por el bosque como un alma en pena. Había dejado de pensar en lo que le atormentaba, pues ya nada parecía importar. De vez en cuando se detenía, agotado, y miraba al cielo. La lluvia resbalaba por su rostro mientras el resplandor de los relámpagos le iluminaba. Se sintió de pronto muy cansado y sin fuerzas, y tuvo miedo de volver a enfermar.  
 - Ya basta, no puedo seguir así... Lamentarme no va a servir de nada... -se dijo , buscando refugio bajo un árbol. Oyendo los truenos y cegado por el resplandor de los relámpagos, cerró los ojos y se acurrucó con la cabeza apoyada en las rodillas, temblando de frío y terror.
 - Por favor... Merry, Frodo... Venid a buscarme... -decía.
 Y entonces volvió a oir una voz lejana. "¡Pippin!", había dicho, y no era la de la bella Dama;<> pensó. Cansado, medio dormido más que despierto, parecía no reaccionar, ya que pensaba que todas las voces venían de su mente. De repente, otras dos voces se unieron a la primera. Y no cesaban de gritar su nombre, "¡Pippin, Pippin!", decían; <> pensó el hobbit. <>
 Y entonces despertó por completo, con un doloroso respingo.
 - Merry... ¡Es Merry...! -susurró casi sin voz.
 Se levantó con las piernas temblorosas, y gritó su nombre con fuerza una sola vez; "¡Merry!", tan brusca y brevemente que apenas resonó. Haciendo caso omiso a la lluvia que le calaba hasta los huesos, se echó a correr, gritando el nombre de su primo, con la voz quebrada por la emoción y la desesperación. Y en medio de un fuerte trueno y bajo el resplandor de un relámpago, la voz le contestó. Muy cerca de allí, cegados por la lluvia y la noche, Merry y sus compañeros lo oyeron, y el joven Brandigamo reía como fuera de sí.
 - ¡Es él! ¡Es él, me ha contestado, es su voz, es Pippin!
 Y echaron a correr, pisando y salpicando charcos de agua y barro, mientras la lluvia caía y los relámpagos les cegaban, sin parar de llamar al hobbit perdido. Y muy cerca de allí, Pippin corría hacia las voces, medio asfixiado por la carrera y el esfuerzo, y también les llamaba a gritos con toda la fuerza que le permitían sus pulmones.
 Y de repente, en un mismo claro, todos se encontraron; habían quedado a escasos centímetros unos de otros, pero ninguno se movía, ni decía nada. Los hobbits se miraban, jadeantes, todos con una expresión de creer que lo que veían no era real. Y fue Sam el que rompió el silencio.
 - ¡Señorito Peregrin, gracias al cielo!
 Como inmerso en un sueño, con el rostro inexpresivo, Merry se abalanzó sobre Pippin, y los dos cayeron de rodillas. Entonces toda la frustración y la alegría acumuladas salieron con la misma fuerza que el trueno que estalló en ese momento, y cuando le tuvo entre sus brazos y vio que era real, se echó a llorar.
 - ¡Pippin, eres tú, estás vivo, por todos los cielos, no puedo creer que sea cierto...! -sollozaba.
 Frodo y Sam tambíen se acercaron, superado el aturdimiento, pero no dijeron nada. Pippin estaba como ido y no le devolvía el abrazo, como si no le reconociera, y Merry le soltó dejando las manos en sus hombros esperando que reacionara. El joven Tuk le miraba con los ojos muy abiertos, temblando y resoplando por la carrera y la emoción; y entonces le abrazó con fuerza, sollozando, y luego los abrazó a todos.
 - Merry, Frodo... Por fin os encuentro... ¡Tenía tanto miedo de no volver a veros jamás! -dijo, con la voz quebrada por el llanto, y lloró con tanta fuerza que pronto empezó a hipar. Merry esperó a que se calmara, lo cual tardó lo suyo, y entonces cogió el rostro del hobbit entre sus manos, aterido y mojado por la lluvia y las lágrimas. Los dos hobbits sonreían en medio del llanto, mientras Frodo y Sam admiraban la gran amistad que les veían.
 - Temí tantas veces que estuvieras muerto... -dijo Merry- Pero estás tan bien... ¡Es como si nunca te hubieras ido! Temía encontrarte malherido, o mucho peor... ¡Pero sigues siendo tú, como si nunca hubieras desaparecido, y me atrevería a decir que estás mejor que nunca! ¡Maldito seas por todo lo que nos has hecho pasar, Tuk tenías que ser! -exclamó riendo, y volvió a abrazarle un momento-.Ya basta de llorar... Todo ha pasado ya, estás a salvo... Y estás temblando de frío... ¿no estarás enfermo?
 - Ya no, aunque lo estuve -dijo Pippin-. ¡Pero no hablemos de eso ahora! Me muero por volver... y me temo que tengo mucha hambre.   
 - ¡Pobre Pippin! Nada has cambiado -río Frodo- ¡Qué cosas increíbles te habrán pasado en estas últimas semanas! Pero aquí estás, y esto es como un milagro para todos nosotros... Hace días que todos perdimos la esperanza, pero perderla no nos servía de nada, y tenerla ha hecho que te encontráramos... No demoremos más el regreso. Pero antes, descansemos antes de que enfermemos todos.
 Sam y Merry ayudaron a Pippin a levantarse, y el segundo ayudaba al agotado hobbit a andar.
 - Pippin... ¿De dónde has sacado esa capa? -preguntó Merry.
 Pippin sonrió, en tanto un brillo muy especial acudía a sus ojos.
 - Es una historia muy larga, mi querido Merry... ¡Volvamos! Seguro que toda la Comarca ha dicho maravillas de los Tuk desde que desaparecí...
 Y felices y aliviados, los cuatro compañeros marcharon bajo la lluvia, ateridos de frío pero con un fuego ardiendo en sus corazones.



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