Wilwarin

29 de Mayo de 2005, a las 16:59 - Lisswen
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

10. DE LA FLOR DORADA

- ¿De la Flor Dorada? ¡Vaya nombre de Casa!

Glorfindel rió. Con los días las cicatrices de su cara se habían ido desvaneciendo y las hostilidades con ellas. Las audiencias eran más soportables con Náredriel susurrándole en la mente ácidos comentarios y nunca le faltaban aventuras que correr u ocurrencias disparatadas para llenar las tardes. Muchos mediodías, cuando la Dama Galadriel y Celeborn no compartían mesa con ellos, en vez de comer se iban a recorrer los poblados cercanos de silvanos en busca de Lothluin y sus gentes.

Una amistad grande les iba uniendo y florecía en juegos y combates, en canciones compartidas y en risas.

- Alguna abuela Vanyar -dijo el muchacho.

El sol le hacía entornar sus intensos ojos azules mientras miraba a su amiga, que también reía. Y eran cantarinas las carcajadas de los dos jóvenes príncipes y revoloteaban por encima de la playa en clara competencia con las gaviotas de plata. Las olas golpeaban suavemente las costas y a lo lejos algunas pequeñas embarcaciones de los pescadores Falmari faenaban en silencio.

Aerandir estaba sentado no muy lejos, con un buen montón de ostras para abrir: buscaba perlas. Pero el sol ya iba a empezar el camino de la tarde, y el Falmari estaba cansado de sumergirse toda la mañana en los arrecifes y de sentir en su cuerpo la humedad de las ropas mojadas y el olor a sal incrustado en su piel. Tal vez por eso las risas de los muchachos le atrajeron como imanes: el también era un chiquillo. Su cabeza olvidó sus sueños de largos viajes en un poderoso velero, recogió en un hatillo sus ostras y correteó por la arena hacia los otros dos, buscando compañía y juegos.

Pero al aproximarse, la diadema de la chica le sorprendió y le heló la sangre la mirada dura de un guerrero Noldo cercano a ellos, que hasta entonces Aerandir no había visto: "Me he equivocado." Pensó. E intentó dar la vuelta, sin embargo era tarde. La voz amistosa del muchacho le paró:

- Mae govannen (Feliz encuentro) No te vayas ¿Quién eres?

El Falmari titubeó. Los ojos del rubio noldo le miraban francos y amistosos.

- Me llamo Aerandir... -respondió tímidamente, teniendo conciencia de estar ante gente importante. Un fondo de rubor tiñó sus mejillas. Y sus ropas le parecieron más pobres que nunca.

- Yo soy Glorfindel -dijo el muchacho noldo. La luz de los árboles brillaba en sus ojos.

- De la Flor Dorada -apostilló burlona la chica, cuyo cabello pelirrojo destelleaba como el sol sobre el mar cuando amanece. Un puñado de arena fue la respuesta de Glorfindel a la chica.

- ...y esta deslenguada es la Doncella Náredriel, princesa de la Casa de Finwë.

Aerandir no sabía qué debía hacer. El viento trajo sobre sus ojos un mechón pajizo y mojado que apartó nerviosamente. Él debería estar ahora abriendo ostras y no tratando con la realeza, ¿Una reverencia? ¿Una frase amable? Él era sólo un pobre pescador, de hecho el más pobre de la aldea. De pronto la mirada directa de la niña lo sacó de su encanto.

- Aerandir ¿Tienes una barca? ¿Nos llevarás un día a navegar?

Sus ojos grises le penetraron en el alma. Nunca había sentido una intensidad semejante en una mirada, un magnetismo así. ¡Era cierto entonces lo que decía su padre de las mujeres noldorin, de su arrogancia y de su fuerza! De hecho ninguna muchacha Falmari miraría a un desconocido de esa forma ¡Claro que ella era una Aranel y el un pobrísimo pescador¡ ¡Tenía la sensación de hablar con una Valië! ¡Y encima no tenía ningún barco!. Por un instante se imaginó llevándola en un gran navío, como el que pilotaba en sus sueños, y creyó que la felicidad debía consistir en algo así.

- ¿Ahora le pedirás que nos pasee oselle? -Dijo Glorfindel- ¡No la escuches Aerandir o acabarás recorriéndote cada mediodía los poblados silvanos buscando a una Elfa de cabellos cortos y sin comer! ¡Menos mal que se han acabado las Comunidades!

El puñado de arena hizo blanco ahora en Glorfindel.

- ¡Sólo piensas en comer otorno! -Le reprochó la chica entre risas.

- Claro vanima, tu no te vas a pasar la tarde luchando contra el Caballero Celeborn, que cada vez está más exigente...

- ¡Venga Glorfindel! ¡Si la exigencia mayor de Celeborn es que no cojas la espada con las manos sucias!, "No puedes matar a nadie con un filo lleno de huellas. Debes ser limpio e impecable. Frío y calculador." -Dijo Náredriel imitando grotescamente a l Caballero Celeborn.

Glorfindel de nuevo estalló en carcajadas. Tenía una risa franca y contagiosa, de esas que nacen de dentro. Aerandir rió también aunque sin saber por qué, sintiéndose excluido de la broma.

- Si queréis -dijo por fin- os puedo invitar a ostras. Soy buscador de perlas y tengo un buen montón para abrir. ¡Las que no tienen perla me las como!

- Yo nunca las he probado -confesó Náredriel curiosa- ¡Ábreme una!

Aunque el tono imperativo de la chica lo asustó, un gesto de entusiasmo animó el rostro del Falmari. Abrió presuroso el talego de ostras y seleccionó tres de las mejores. Con expertas manos las fue abriendo y le dio una a la princesa.

- Hantalë -le dijo en su lengua- Pero sácalas de cuatro en cuatro. Herumor tampoco ha comido.

Ruborizado y sin añadir nada Aerandir sacó otra ostra para el taciturno guerrero que no les quitaba la vista de encima.

- Ummm -dijo Náredriel relamiéndose- ¿Cómo puede ser que haya cosas tan sabrosas que yo no haya probado nunca?

Aerandir, complacido se apresuró a abrir y distribuir ostra tras ostra. Los tres comían entre risas. Más animado Aerandir les enseñó un saquito que llevaba atado a su cintura. Eran perlas; redondas, brillantes, perfectamente blancas.

- Los herreros noldorin pagan a mi padre elevados precios por ellas. Les encantan...

- ¡No me extraña! -Dijo Náredriel extasiada ante las perlas - ¡Son preciosas!
Glorfindel rió

- Podrías decirle a tu padre que en vez de buscar Silmarilis busque perlas y todos saldríamos beneficiados.

La Princesa le regaló una mirada asesina y un nuevo puñado de arena le golpeó como todo comentario.

- ¿Eso es lo que haces todo el día? -Preguntó Glorfindel tratando de salir del terreno pantanoso en el que su anterior comentario le había metido- ¿Buscar perlas?

- No, cuando cae la tarde voy a clases...por cierto, mi maestra sí tiene el pelo corto...

Náredriel cambió la expresión de su rostro. Se levantó de un salto y tomó de la mano a Aerandir con entusiasmo:

- ¡Llévame donde ella!

En este momento la campana de la Mindon marcaba la primera hora de la tarde indicando que todos debían comenzar sus actividades sin demora.

*** *** ***

Herumor seguía a los niños, oculto y silencioso. Había aprendido a ser solo una sombra, a vivir detrás de la princesa sin decidir qué hacer o en qué usar su tiempo. Era mejor. Le alejaba de sueños vanos y de remordimientos. Siempre protector y atento, sin juzgarla ni discutirle nada. Aunque viera que ella se metía en la boca del lobo, el no la detendría: su función era dar la vida por la princesa, no era su maestro ni su padre. ¿La quería? Hablaban poco entre ellos, no tenían nada que decirse. O si, pero era tan profundo y doloroso que evitaban las conversaciones: sus almas se conocían a fondo y las palabras sobraban. En el fondo, ambos eran unos solitarios cuajados de preguntas sin respuesta.

Aerandir caminaba rápido seguido por Náredriel, que aquella tarde también se saltaba sus clases. Glorfindel no quería faltar: Celeborn se enfadaría. La Princesa se encogió de hombros y le dijo:

- "Omentuvalme lómesse, otorno" (Nos vemos a la noche, hermano)

- "Tenna rato, oselle" (Hasta luego, hermana)

El poblado era pequeño, de casas blancas y chiquitas, sin lujos. Muchas Elfas cosían redes en la playa y más allá en una pequeña cala, Lothluin estaba sentada frente a unos niños. De lejos se veía como les hacía gestos exagerados para que rieran. Parecía explicar un cuento. Náredriel arrancó a correr al verla. Aerandir pensó que aquella princesa no se parecía nada a la idea que él tenía de lo que una princesa debía ser.

Herumor sonrió al ver a Lothluin rodando por el suelo, "atacada" por el abrazo apasionado de Náredriel. La Silavana era tal como Herumor la recordaba: melancólica y dulce, de extraños ojos verdosos como los bosques y cabellos más ajusticiados que cortados. Aquellos cabellos acusaban a Herumor sin descanso: le hablaban de pérdidas y de pesares.

Mientras la veía rodar por el suelo Herumor supo por qué Náredriel la quería tanto. La palabra ternura acompañaba a todos sus gestos. Y bajo esa capa de nostalgia que la envolvía latía un corazón rezumante de alegría.

Náredriel acompañaba abundantes palabras con gestos vivos y temperamentales. Era feliz. Seguro que se contaban sus vidas: aquellas historias que se habían separado en la niebla de las Mil Cavernas se reencontraban ahora bajo el sol de Caras Sirion. ¿Qué le contaría Lothluin? Tal vez le explicara el camino hasta Arvernien, quizá su vagar por Nimbrethil, y como habían terminado entre aquellos Falmari. Las Elfas tejiendo velas y cosiendo redes y los Elfos como leñadores. Cirion se habría comprometido quizá con alguna muchacha de la aldea ¿Y ella? .... Herumor pensó con tristeza que tal vez también... ¡Serían tontos los Falmari que no quisieran abrazar aquel cuerpo menudo, besar sus labios carnosos y susurrarle al oído "Melmenya" (amor mío)!

Por muchas vueltas que le daba, no conseguía recordar a su padre. Por muchas vueltas que le daba, todas sus víctimas tenían la cara de aquel primer Teler caído en Alqualondë: sus ojos como platos llenos de incredulidad, la boca en una mueca y la sangre huyendo de sus venas... ¡Tenía tanta necesidad de perdón! ¡Tanta necesidad de unos brazos que lo rodearan con ternura!. No se había dado cuenta hasta entonces de cuanto anhelaba la tierra reseca de su alma de unas gotitas de perdón... ¡Sólo por un beso daría gustoso su vida vacía! ¡Sólo por un beso enfrentaría la maldición de Mandos! ¡Ya era bastante maldición ver a Isil empujar a Anar día tras día y pensar que antaño fue feliz bajo las luces entenzadas de Telperion y de Laurelin! Un beso dulce que acallara la amargura perramente de los labios... "y aquellos que resistan en la Tierra Media y no comparezcan ante Mandos, el mundo los fatigará como si los agobiara un gran peso, y serán como sombras de arrepentimiento antes que aparezca la raza más joven"50

*** *** ***

- ¡Es la alumna más difícil que nunca he tenido Herinya! - decía Phaire- Es sin duda una de las más dotadas: despierta, tenaz... Pero... ¡Hace lo que le da la gana!. Aparentemente obedece, nunca dice que no... ¡Pero hace lo que quiere!

Phaire suspiró: aquella chica acabaría con ella.

La Dama Galadriel la miró con comprensión. Sabía bien que el carácter de la muchacha no era sencillo. Y que la niña se aprovechaba de su estatus para manejar las situaciones y las gentes. ¡Qué le iban a explicar a ella de su astucia si cada mañana la acompañaba en las audiencias y sus ideas sobre como resolver los temas eran de una magnífica inteligencia!.

Entre ellas las relaciones eran cordiales hasta cierto punto. Náredriel la respetaba pero se le enfrentaba a veces en silencio, como midiendo las fuerzas para un futuro combate. Bien sabía que de ningún modo podía salir vencedora, pero también hacía saber que no habría rendición, sino lucha a muerte.

Aurenar entró a la habitación con su paso decidido pero etéreo. Su rostro normalmente inexpresivo, llevaba pintada cierta sorpresa. Traía el libro de los Naugrim en las manos:

- Herinya, lleva copiados los 45 de los 50 capítulos casi 2000 páginas llenas de esquemas...

La Dama tomó el libro en sus manos y lo examinó con cuidado. La caligrafía cuidad, los impecables dibujos. ¡Un formidable trabajo!

Turussë sonreía...

- ¿Quince días Phaire? ¿Eso le dabas? ¿Cuánto tiempo lleva ya? ¿Tres años? ¡Has tropezado con una noldo! ¡Se salta las "clases" que quiere y encima avanza en sus tareas!

Galadriel sabía que la chica no tenía el mínimo interés en las clases, y por eso hacía lo que quería. Cuando la regañaban mantenía una mirada firme y burlona que decía : "Si no te gusta, pues me echas"

Aurenar, con un cierto reproche en sus ojos impenetrables miró fijamente a Turussë:

- Eso es lo más molesto: ¿Tu te imaginas hasta donde podría llegar esa niña si quisiera? - Todos estaban de acuerdo.- Lo más insultante es ver como alguien desaprovecha su talento

- Pero hay un problema en ella, algo de lo que no quiere oír ni hablar... -Dijo por fin Galadriel reflexiva- ...Gondolin...

Turussë bajó la cabeza y se puso las manos en los ojos... se sentía interpelado.

- Por más que lo he intentado sólo la recuerdo oscuramente... una niña muy pequeña... a su madre no podría ni describirla... bella, misteriosa...y cuando Gondolin cayó...todo era confuso...Algo oí de una niña abandonada o muerta...no sé, no fue algo que se divulgara... ¡Por Estë, no era momento de chismes! Heridos, moribundos, gentes desconsoladas y exhaustas... Súlima, la sanadora de Balar es quien conoce bien su historia

Sin ser consciente del gesto, y era raro que alguno de ellos se le escapase, Aurenar se mordió el labio inferior. Las escenas que Turussë evocaba le traían a la mente sus peores pesadillas... A veces soñaba con Menegroth...y lloraba al despertar. Pero otras veces el fuego y la sangre eran nuevos, parecían estar por venir...y entonces....

Turussë a su vez dejó volar una mirada nostálgica hacia la playa. Gondolin era un dolor incombustible, un horror fuerte. Poblaba todas sus pesadillas. Glaurung. Mutilaciones. Espanto y muerte. Dolor y angustia...

- Yo creo que acabará el libro de los Enanos y escribirá varios apéndices añadidos antes de que me pida que la instruya.

Las dos sanadoras le miraron inquisitivas. Turussë sonrió tristemente.

- Salir de ti mismo es enfrentarte con el dolor y con la muerte. Debes dar a otro que sufre una razón para volver... y antes debes tenerla tu... ¿Y si solo eres una niña perdida errando en la nada? Le exigimos que sea una Elfa madura, responsable... y no es más que una chiquilla que no quiere enfrentarse a sí misma, o no puede.

- Turussë tiene razón, - añadió Galadriel por fin- que pueda usar su poder no quiere decir que deba hacerlo. Aurenar, quiero que no le quites la vista de encima y tu Turussë cada vez que puedas usa tu poder ante ella, pero con una actitud de "tu no puedes". Procura mostrar desprecio. El desafío es un lenguaje que ella entiende mejor que el ánimo.

*** *** ***

Unos toques impetuosos en la puerta rasgaron el silencio de la noche. El silencio, que no la tranquilidad. Porque Lothluin ni siquiera se había desvestido. Aerandir había desaparecido desde el mediodía. La mala mar y la noche hacían pensar lo peor. Las malas noticias sobrevolaban en busca de presa como las hambrientas gaviotas.

Lothluin abrió la puerta.

La pálida luz de las estrellas y la suave luminosidad de su cabo de vela recortaron contra las tinieblas la figura de un Elfo encapuchado, con un chico en brazos.

- Ni lumna tulë moressë.... i seldo ná mara, nayte lorna... (Me pesa en el ánimo venir en la noche... el niño está bien, está dormido)

Herumor....

Lothluin se debatía entre cerrarle la puerta o pegarle un puntapié. Él seguía allí plantado, explicándole que Náredriel y Glorfindel se habían llevado al muchacho a palacio, que habían pasado la tarde juntos, viendo entrenar a Glorfindel, paseando y columpiándose por los jardines, compartiendo mesa con los Señores Celeborn y Galadriel y que, finalmente, exhausto de aventuras y emociones, se había quedado dormido escuchando el arpa de Náredriel, evocadora y nostálgica. Lothluin al final franqueó la puerta. Antes de entrar la voz del noldo varió el tono arrogante habitual...parecía llena de temor

- Ni lumna úveave si makilnya hernaë indolye... estelan nai aurë henulyë nin ú-cena yelwieneten (me pesa en el alma que mi espada hiriera tus sentimientos... espero que algún día tus ojos no me miren con odio)

Herumor....

La voz temblorosa, casi lastimera... las palabras pronunciadas en la lengua natal. La emoción rezumando desde aquel Elfo seco y frío...¡La impresionó!. En sus brazos cargados con el peso de Aerandir había ternura.

- Déjalo ahí -le indicó Lothluin señalando su cama- Quédate con él, voy a avisar a su padre.

- Es de noche y está oscuro... -dijo Herumor.- yo iré . Vos esperad aquí

- ¡Válgame Manwë si voy¡ -dijo ella desafiante. Y cruzó la puerta

- ¡Esperad! -Agregó Herumor- Tengo un mensaje de la Dama para su padre. Quiere proponerle un futuro para el muchacho. Dice que mañana vaya a hablar con ella.

Lothluin se volvió y vio a aquel oscuro guerrero, en apariencia altivo y duro, que dejaba con cariño el cuerpo dormido del pequeño encima de su cama, y lo arropaba con ternura infinita.

Se arrebujó en la capa y salió alegre, como quien se sabe portador de una buena noticia.

*** *** ***

Nandelle trotaba ligera, deslizándose casi entre las sombras de la noche, como las barcas cuando el mar esta contento.

Glorfindel, cargando en su espalda con el arpa, abrazaba el cuerpo de su oselle, cálido y rotundo, inmensamente material. El perfume de sus cabellos, cobre bruñido a la luz de la luna, llegaba hasta él como una emanación. Se sentía a la vez muy próximo a ella y muy lejano. Gondolin. Aquella noche, abrazándola en la grupa de la yegua, la sensación de haber cargado con ella en la huida se le hacía dolorosamente presente. La piedad por la niña herida saltaba en su corazón. Tal vez seguía herida, tal vez sólo el cuerpo se hubiese curado de aquel horror que les era común. El "Otro" le miraba siempre desde Náredriel.

Se adentraban el un pequeño pinar. Estaba oscuro y las ramas parecían jugar con las sombras a crear fantasmagóricas formas.

- ¿Manna lalyalve moina? (¿Dónde vamos, querida?)

- Falasse (A la playa)

Las dudas se abatieran sobre el corazón del noldo como las gaviotas sobre el pescado cuando tienen hambre. Los Señores no estaban y Galathil había asumido las riendas de Caras Sirion ¿Y si echaban de menos las botellas robadas? ¿Y si se enteraba de aquella excursión nocturna? A su mente venía con vergüenza una imagen de sí mismo entrando clandestinamente a las bodegas de Celeborn, tomando dos botellas de Carnië, saliendo a la carrera sintiéndose sucio y mezquino. Aquello era lo peor que había hecho en su vida, pero tenía que demostrarle a Náredriel que no era un niño bueno, que era libre. "Solo serás libre cuando te atrevas a hacer aquello que te prohiben" le había dicho ella. Él quería ser así. Libre. Estaba harto de obedecer, harto de pedir permiso para todo. Lo que no se explicaba es porqué aquella sensación de hacer el mal no le abandonaba.

Aullaban los lobos en aquella hora de brujas y Glorfindel apretó su mano en torno a la empuñadura de su espada. Solo por ella y porque sabía que Herumor seguía sus pasos, latía tranquilo el corazón en su pecho. Pero la sensación de estar cometiendo un delito persistía y pesaba en su ánimo.

También el mar lo sobrecogió: negro espejo que robaba el brillo a las estrellas y lo mecía como queriendo adormecerlo.

Hacía frío, un frío húmedo que se metía hasta las junturas de los huesos.

Con unas ramas secas y hojarasca prendieron una hoguera y la luz del fuego hizo más rojo el rojo de los cabellos de Náredriel. El calor de las llamas pareció animar al joven. Ambos se sentaron frente a frente. El le dio el arpa, ella le dijo:

- A lehtat i fine (suéltate el cabello)

Glorfindel obedeció. Adoraba el tono arrogante e imperativo de su voz. Lentamente fue deshaciéndose las trenzas que enlazaban su rubia cabellera, y masasa doradas de pelo cayeron ondulándose sobre sus hombros y algún mechón terminó en su cara.

- ¿Kalpanye sí i carnië"51?(¿Saco ya la sangría?) -Preguntó con una vacilación.

Se sorprendía de hablar quenya con tanta naturalidad. En su casa no se usaba más que en ocasiones solemnes y se estudiaba como lengua de cultura. Náredriel lo hablaba a todas horas, asegurándose de que Celeborn estaba presente y disfrutando al ver cuánto le molestaba.

Las cuerdas del arpa aportaron también calidez al frío húmedo de fuera de la noche, mientras Glorfindel sacaba unas botellas de las alforjas de Nandelle.

Nu lome fuini (Bajo las sombras de la noche)
Kela carmië lalantar (fluye la sangría risueña)

Improvisaba

Glorfindel se apartó los mechones de la cara y acercó el vaso a los labios de su amiga que bebió un sorbo largo mientras sus manos seguían llenando de dulces sonidos la noche. La música extasiaba al Elfo: Náredriel como bardo no desmerecía a su padre

Glorfindel bebió también saboreando el líquido prohibido. Los temores empezaban a abandonarle. Se sentía a gusto al lado del fuego crepitante, al lado de su oselle, con el mar arrullándole y la música naciendo para él.

Sirië tula earesse (Como el río llega al mar)
Tuluvarye yáresse (llegará a nuestra sangre)

Glorfindel entre risas le acercó nuevamente el vaso a los labios y Náredriel bebió otro trago. Sus ojos grises sonreían en mil brillos alimentados en su fuerza por el fuego. El aire se empeñaba en jugar con los cabellos sueltos de Glorfindel, como si su oro le hubiese enamorado.

Anarië kalya Endoresse (Como el sol ilumina la tierra)
Karuvarye sisílaie elma alasse (hará que brille nuestra alegría)

Y las risas florecían y el calor del licor les envolvía. Era la primera vez que ambos bebían alcohol y su euforia empezaba a recorrerles la sangre que parecía bullir.

A sukatye yulmo (bebe de mi copa)
A kwatalme lissé-náro (llenémonos del dulce fuego)

Y el arpa cesó un momento.

Glorfindel seguía canturreando la canción de su amiga y ella apuró hasta el fondo el licor del vaso. Y se sirvió otro. Se sentía bien, muy bien. El mar, acallada el arpa, susurraba con sus olas suaves invitaciones al baño.

Los jóvenes Elfos apoyados uno en otro se escuchaban embelesados las respiraciones, los latidos...

- Inya ná i selda... (Yo soy la niña) -dijo Naredriel como hablando consigo misma. Glorfindel quiso atrapar el fuego de su cabello en una larga caricia- ¿Sabes? Yo soy aquella niña que llevaste a la espalda... recuerdo tu trenza saltándome en la cara, tus movimientos a veces bruscos, el metal de tu espada...

Las respiraciones se acompasaron, como si sus espíritus quisieran entrar en contacto, conocerse libres de fronteras.

- La libertad es caminar por lo prohibido... -murmuró Glorfindel como para si mismo y luego le preguntó a bocajarro- ¿Tú me recuerdas de veras?

Ella asintió con la cabeza.

Sus ojos estaban vidriosos por que el humo de la hoguera los enrojecía y también por que alguna lágrima naufragaba por ellos.

- Lo supe desde que te vi: Tu has sido el primer recuerdo del "Otro" que realmente he sentido, en ti le vi por primera vez... y siempre que vuelve es de tu mano. Tú eres aquella niña que yo tenía el propósito de criar y ver crecer... pero aquella sombra temible...

El silencio nació pesado, como conjurado por el recuerdo temido e innombrable.

- El valarauko -dejó escapar Náredriel con un escalofrío y bebió otro profundo trago de Carnië y se limpió la boca con la cicatriz de su antebrazo- ¡No le nombres! Aún le veo en las sombras... su fuego y su sombra aun me aterroriza... por eso no quiero...

Glorfindel también bebió. Ahora ya no usaban las copas sino que se pasaban la botella de boca a boca. El miedo parecía estremecerlos de nuevo.

- Yo le intuyo... algo a mi espalda y un grito y tu que pareces perder del todo la vida... Y después dolor y abismo y las sensación del alma separada del cuerpo, perdida...

Ni las llamas crepitando en la hoguera podían calmar el frío de Náredriel, que no quería pensar en esa tierra de nadie en la que largo tiempo había habitado. Luego pensó en él:

- Y tú te moriste... -Quizá por el alcohol pero la mente de Náredriel iba deprisa, llegaba a Valinor, se introducía en las estancias tenebrosas de Mandos, buscaba allí a su abuelo, a su bisabuela... - Gothmog me llamó Fëanáro... Todos dicen que tengo su mirada y me temen me hacen sentir sentenciada sin juicio.

Apoyada en su pecho, cercana y lejana, podía sentir su calor, su latido. De nuevo una sensación de ahogo sustituyó al frío. Náredriel se despojó del manto. Ahora volvía a sentir un intenso calor recorriéndola.

Glorfindel también tençia calor y se desabotonó la camisa. La luz de su torso desnudo desafiaba a la noche.

- ¿Tú le viste? -Preguntó ella por fin- Tu debes saber qué ha sido de él. . .

- ¿Saberlo? Claro... el "Otro" le debía conocer en Valinor... y a tu abuela pero... pero yo no tengo toda su memoria, ni sus recuerdos. Solo la certeza de ti...

- ¡No los recuerdas...!-dijo decepcionada- Pero tampoco es eso, yo me refería....

Se separó de su otorno y bebió un trago. Luego empezó a dibujar tengwar en el suelo. Sobre la arena iban apareciendo la formen y la gnoldo y la aza nuquerna. Náredriel, por fin, buscando la mirada de Glorfindel dijo

- Yo hablaba de Mandos... Fëanáro debe estar allí preso ¿No? Recluido en una estancia, castrado... ¿Le has visto? ... ¿Y Míriel? ¿Qué fue de ella después de que dejaran morir su cuerpo? ¿Cómo es aquello?

El noldo bajó la cabeza, evitando aquellos ojos que le traían oscuras reminiscencias...

¿Mandos?

Nunca lo había pensado... Toda su vida su madre se había esforzado en recordarle hechos, datos, cosas materiales... Pero él había muerto, era cierto y por tanto, Náredriel tenía razón, en algún recodo de su ser debía vivir algún recuerdo de su paso por Mandos.

La chica tomó el arpa nuevamente y siguió con la canción.

El licor tenía también su lado melancólico. Y ella sentía ahora una tristeza tan profunda como alegre había sido el principio del alcohol.

Ilya ná avasanda (Todo es mentira)
Wanwelme Valinor tennoio (Hemos perdido Valinor eternamente)
Mauralme Silmarillis sikil (Necesitamos la luz de los Silmarillis)
An a anna ata carmië (dame pues sangría de nuevo)
Ar i hehtale turuva indolve (y el olvido dominará nuestra mente)

Hubo un largo silencio. Y unos ojos se perdieron en las llamas y los otros se perdieron en la mar.

- Creo que voy a bañarme -dijo por fin Glorfindel.

Náredriel rió al ver que hablaba algo mal, como si tuviese la boca llena de algo.

Y Glorfindel se quitó el resto de la ropa.

Su cuerpo perfecto brillaba en la noche con la luz tenue de los Altos Elfos.

Y entró en la oscuridad del agua y sintió su frío como algo agradable. Y se giró y llamó a Náredriel

- ¡A tula oselle! (¡Ven hermana!)

Las olas chocaban contra su cuerpo y lo llenaban de espuma blanca. El mar era un misterio insondable.

Y Náredriel, impulsiva y loca, también se desnudó y también corrió libre de sus ropas por la arena.

Era bella y terrible como lo es Anar para Isil. Todas las promesas que la primavera susurra al verano latían en su cuerpo, que parecía hecho por las manos de un artista.

Y también a ella las olas la llenaron de espuma y también se estremeció por el frío del agua al rozar sus pechos incipientes.

Glorfindel salió a su encuentro y la salpicó de noche y de mar.

El horizonte era una línea oscura a la que se podía llegar estirando los dedos.

Solo se oía el murmullo monótono del oleaje, como una vieja canción repetida, como una plegaria insistente.

Y los dos, desnudos como recién nacidos, se miraron largamente cogidos de las manos como si quisieran retener en la memoria todos los detalles de sus cuerpos.

Y Glorfindel acarició la oscura cicatriz de la piel de su brazo sin que ella lo retirara, porque tal vez esa noche los dos entendían que el dolor los había forjado como el fuego a las armas.

Y jugaron a atrapar en la mar la pálida luz de las silenciosas estrellas.

Sabían que la euforia del licor galopaba en sus venas.

Sabían que la juventud rompía con fuerza en sus corazones.

Sabían que en los labios llevaba el agridulce sabor de la libertad.

Sabían que aquella noche se estaba gravando a fuego en sus espíritus, que sería para ellos como un memorial, como un pacto de sangre.

Glorfindel canturreaba con dificultad "Ilye ná avasanda"...

Él, que solo quería ser él, era también el "Otro".

"Ilye ná avasanda" repitió Náredriel creando una segunda voz alta y sonora.

Ella, que solo quería volver a escuchar la hermosa voz de su padre hablándole tiernamente, estaba sola y perdida.

La bajamar les amenazaba con dejarles sin agua, con ampliar una elástica playa hasta que quedaran secos y absurdos en medio de la nada, mientras las mareas oscuras les contestaban "Oiale avasanda".

Sus pies se hundían en la arena y las risas brotaban de sus labios. Y las manos se enlazaban queriéndose ayudar.

Pero aun quedaba Carnië junto al fuego, aún la sed reinaba en sus gargantas, aún podían reírse de la realidad.

Sentados en la arena se pasaron la botella y la vaciaron sorbo a sorbo, risa a risa.
Las cosas se difuminaban y perdían sus contornos, su certeza

- ¿Ar tere man i nár ná i nár? (¿Y por qué el fuego es el fuego?) -Dijo ella.

- ¿Ar tere man i tavar ná i tavar? (¿Y por qué la madera es la madera?) -Preguntó él.

- ¿Ar tere man i menel ná i menel, i ear ná i ear, Anar ná Anar ar Isil ná Isil? -Respondió Náredriel

- Shhh.....I Ainur halyar i muile lindesse (los Ainur ocultan los secretos en una canción)

- Shhh....i olori tula ... (el sueño llega)

- Shhh i olori tulta...shhh (el sueño llama)

El sueño les atraía a su reino y entraron en él cogidos de la mano.

Anar en unas horas saldría justiciera, segadora de juegos y de risas.

Pero ahora era el tiempo de los sueños, el tiempo de cosechar y almacenar dulces recuerdos, el tiempo de de caminar por los amables senderos élficos y recoger las rosas rojas del vino.

Era tiempo de dormir junto a una hoguera aún despierta.

Como si esa tierra fuera Cuivienen y el mal algo desconocido.



50 Citado textualmente del Silmarillion.

51 Carnië es el nombre que Elanta da en su fic "La Dama Blanca" a la sangría.



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