Wilwarin

29 de Mayo de 2005, a las 16:59 - Lisswen
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4. LOTHLUIN

Avaquenti no sabía hasta que punto aquella niña iba a cambiar su vida. La pequeña era hermosa, rojos los cabellos sobre una piel blanquísima, ahora aún más pálida, en contraste con su herida: fea, la más horrorosa que Avaquenti había visto nunca...

Al tomarla en brazos percibió su tristeza, su desamparo, y el hombre creyó que la pequeña Elfa moriría sin remedio.

Sin embargo algo cambio al contacto con sus brazos. Era algo leve, casi imperceptible, pero el calor volvía al cuerpo de la chiquilla y algo de color quería teñir su palidez. Pronto comprobó Avaquenti que, de todos los remedios que le aplicaba, el que más sanaba a la niña era el contacto físico con él y así cargó con ella, arriba y abajo, noche y día, durante los largos meses que siguieron.

El verano se alargó varias estaciones hasta que hrívë rhîw 23 trajo rigurosos fríos. Avaquenti se acostumbró a aquella dulce carga que le acompañaba noche y día, ausente y dócil como las muñecas de trapo con las que juegan las niñas. Y el anciano, sin ser consciente de ello, una mañana, empezó a hablarle.

Llevaba años sin pronunciar palabra y su voz salía ronca, como proveniente de una gruta helada y profunda. Así, después de todo, era su corazón. La herida del brazo de la niña prácticamente estaba curada aunque, cosa rara entre los Elfos, parecía quedarle una cicatriz oscura como el odio, una gran X cuya caprichosa forma recordaba a una mariposa. Por eso Avaquenti la llamó Wilwarin.

Por las noches, ante el fuego de la cabaña, el anciano se sentaba en el suelo, recostaba a Wilwarin contra su pecho y tomaba su viejo laúd y tocaba para ella las melodías que había escuchado en su niñez. La música era otra de las cosas que parecía captar una lejana atención en la niña, traerla hasta este mundo desde las regiones distantes en las que su espíritu solía vagar.

Tuilë ethuil24 empezó a disipar los hielos prometiendo una primavera que no acababa de llegar. Era como si aquel año las plantas durmieran por segunda vez el sueño de Yavanna y el sol, en el cielo, tuviera cosas mejores que hacer que calentar la tierra. Una de tantas noches, cuando la modorra ya vencía a Avaquenti, la mano de Wilwarin se extendió hacia él en su primer gesto consciente, le acarició la barba y dijo "Fango" (Barba) Avaquenti ya no quiso ningún otro nombre.

Wilwarin despertó con la primavera. Y la paz del anciano se rompió. La pequeña desplegaba a lo largo del día una actividad imparable. Nadar y trepar por los árboles, perseguir pequeños animales corriendo, saltar a la pata coja, parlotear y cantar...

- Fango, ¿Man nayte sina? (¿Qué es esto?)-preguntaba constantemente Wilwarin

- Es un hongo, pequeña. -replicaba Fango

- ¿Ar tere man? (¿Por qué?)- insistía ella

- Pues por que se llama así: hongo. -Respondía el anciano con paciencia.

- Pero podría llamarse de otro modo, ¿no? Por qué los "árboles" se llaman árboles y los "pollos" pollos... ¿Quién les ha puesto ese nombre? ¿Ar tere man? (¿Por qué?)

Cuando empezaba así Fango temblaba. Al cabo de tres o cuatro "porqués" Wilwarin lograba que él ya no supiera ni su nombre.

Pero cuando estaba agotado por las inquietudes de la pequeña noldo, en vez de reprenderla y pedirle que se calmara Fango se abismaba en el gris de sus ojos y pensaba que aquellas eran las últimas gotas de líquido que quedaban en la copa de sus días y se apresuraba a beberlas.

Durante otros tres veranos Fango vio crecer a Wilwarin, que escuchaba con atención sus conocimientos, aprendía a tocar el laúd y se volcaba junto a él en la contemplación de los dos libros que tenía.

- Ya sé en qué te equivocas cuando haces el ungüento de belladona. -Le dijo ella una noche.- No lo dejas macerar el tiempo suficiente. Aquí dice que deben ser 15 días. Y además le pones mucha belladona. Tendrías que ponerle una cuarta parte de la que le echas.

El anciano la miró sorprendido.

- Wilwarin ¿Has leído las tengwar?

- Si -contestó ella con naturalidad- Mi madre me enseñó cuando era pequeña, las que no conocía eran las cirith25.

*** *** ***

- Prepárate Wilwarin, nos vamos de viaje

Aquella mañana fría de finales del otoño Wilwarin tomó sus escasas pertenencias; un vestido de recambio, hecho con tosca tela por los aldeanos, y una capa de lana, también muy basta, y caminó en silencio detrás de Fango. Las paradas eran frecuentes, el anciano se agotaba.

- Fango, ¿a dónde vamos? -Le preguntó la niña. La debilidad del anciano la asustaba.

- A buscar una colonia de silvanos -dijo el viejo con una voz más cavernosa que la de costumbre- me queda poco tiempo...

- ¿Poco tiempo? -Preguntó la Elfa- Si no hay guerras.... ¿qué quieres decir?

Los agotados ojos del anciano se posaron en los inteligentes ojos de la niña, cada día más brillantes, cada día más inquisitivos. A pesar de sus ropas humanas su porte no engañaba, la luz de su mirada no engañaba, ni el resplandor tenue que emanaba su piel. Era una Eldar y a buen seguro sus padres habrían visto los míticos Árboles, habrían vivido en Tirion y quizá más de una vez, habrían pisado las laderas de Taniquietil.

- Yo soy de los Segundos Nacidos, Ilúvatar me ha regalado la muerte. Pronto mis días se acabarán, cerraré los ojos y no sé si se abrirán más. Si lo hacen contemplaran el destino que Eru nos reserva.

Wilwarin se quedó pensativa. No quería que a Fango le pasara aquello. Dentro de sí sintió una creciente rebeldía, un fuego que le subía y le anegaba la garganta, un "no-querer" violento e incontrolable.

- ¡NO TE PASARÁ! -Gritó- ¡NI ERU NI NADIE TE VAN A APARTAR DE MÍ!

El anciano mezcló tos con risa.

- Ni siquiera tu podrás evitarlo, mi querida niña -le dijo.

Con lágrimas la niña le abrazó. La imagen del cadáver reventado de su madre le saltó encima con la ferocidad de una fiera, y repitió con rabia.

- YO LO IMPEDIRÉ, YO LO IMPEDIRÉ...

*** *** ***

El ritmo del viaje era lento. Fango cada vez estaba más débil, como una vela que se extingue sin remedio mientras su llama arde. A la noche del tercer día se recostó sobre uno de los árboles y entornó los ojos pesadamente. Le costaba respirar. Wilwarin lo miró asustada.

- ¿Qué te pasa Fango?

El anciano no respondía. Parecía no tener fuerzas. Sus ojos se vaciaban de las miradas, sus manos se distendían y el bastón resbaló de entre ellas.

Wilwarin le tomó de los hombros con rabia:

- ¡¡¡DESPIERTA FANGO!!!

¡!!HE DICHO QUE DESPIERTES!!!

¡¡¡DESPIERTA!!!

¡¡¡NO VOY A PERMITIR QUE TE MUERAS, NO VOY A CONSENTIRLO!!!

Ella no era consciente pero parte de su furor, incontrolable, visceral, salió de ella y penetró en el anciano y busco su espíritu y lo cogió con fuerza, arrastrándolo, igual que lo hubiera hecho si Fango fuera a caer por un precipicio.

Y Fango abrió los ojos.

Y Wilwarin se sintió agotada, deshecha.

No lo sabía entonces, pero esta había sido su primera sanación.

*** *** ***

Por la mañana el frío remitió algo. El sol envió tímidos rayos que acariciaron las hojas perennes de los pinos y alumbraron los últimos tramos del camino, que Fango hizo apoyándose en Wilwarin

Unas certeras flechas se clavaron a sus pies y una voz les advirtió:

- No podéis seguir

- ¡Soy Aldarion! -dijo Fango

Wilwarin, tensa, miró a su alrededor y asombrada vio materializarse de un salto a un Elfo delgado y ágil, de rubios cabellos y ojos verdes y pardos, como los bosques

- Mae govannen (Bueno, esta frase ya es un clásico, pero para los despistados signgifica "Feliz encuentro" y es sindar)Cirion. -Saludó Fango.

El Elfo miró al anciano sin reconocer en él al niño que el mismo había criado. En su rostro bailaba el desconcierto, la incomprensión, la pena...

Las flechas ya no les apuntaban.

Cirion sustituyó a Wilwarin en la tarea de ayudar a Fango y la niña libre de la carga, los siguió correteando curiosa. Al poco tiempo estuvieron en medio de las siete casas que formaban la colonia Silvana.

Cirion pidió a uno de los Elfos que le sustituyera en la vigilancia y acompañó a Aldarion hasta su casa

El anciano subió con dificultad acompañado de Cirion y al entrar se quedó quieto, inmovilizado. En su interior también nació una confusión, que no por esperada, dejó de ser violenta.

Lothluin.

- Llevas el cabello más corto -dijo.

Lothluin miró al anciano con ojos bondadosos que no comprendían. Wilwarin también se extrañó de ver los cabellos dorados con un extraño corte, como hecho a dagazos. Eran extraños aquellos Elfos, para la niña. Eran extraños.

- Lothluin -dijo Cirion- sirve algo a Aldarion...

Wilwarin vio el asombro de la Elfa al oír el nombre de Fango. Ambos se miraron largamente.

Lothluin, sencillamente, no podía creerse que aquel anciano fuera el chico que conoció. Dejó el plato que tenía entre las manos y abrazó al anciano.

Él tembló ante aquel contacto.

La Elfa le ayudó a sentarse con un cariño inmenso y ambos se miraron largamente a los ojos.

Wilwarin comprendió entonces que había un abismo entre ellos, que se miraban como aquellos que están separados por un precipicio. Para acercarse el uno al otro han de caer en el abismo y en la caída rozarse apenas para separarse total, eternamente.

Las lágrimas bañaban las blancas mejillas de la Elfa y también las canosas barbas del anciano.

La mano de Cirion se posó en la roja cabeza de Wilwarin y el Silvano se agachó a su altura y sus ojos se encontraron:

- ¿Y tu? ¿Quién eres?

La pequeña miró a Cirion como quien no puede responder.

- No lo sé ¿Y tú?

El Silvano sonrió y contestó:

- ¿Yo? Yo soy Cirion...

- Ese es tu nombre... pero...

- Pero...

- ¿Quién eres tu?

De nuevo el Silvano sonrió.

- Bueno, soy un Elfo Nandor, y represento a esta pequeña comunidad. ¿Es eso lo que quieres saber?

Los grises ojos de Wilwarin escrutaron los ojos pardos de Carion.

- No. No quiero saber qué eres, sino quien eres...

Cirion quedó quieto y callado sin entender y sin saber qué contestar. Aldarion se dio cuenta del apuro del Silvano y decidió rescatarlo.

- Ella es Wilwarin, una niña de unos refugiados Caliquendi, no sé de donde venían. La dejaron medio muerta, hace unos tres veranos, a las puertas de mi cabaña. Ahora deberéis cuidarla vosotros... mi hora está cercana...

*** *** ***

Aldarion, en efecto, murió días más tarde. Una noche pidió a Lothluin que le ayudara a bajar de la casa y ambos buscaron un claro desde el cual mirar las estrellas.

El cuerpo del anciano, agotado y vencido halló la querencia de la tierra y sus ojos, que se habían permitido el lujo de soñar, contemplaron el cielo con deseo. Por última vez las estrellas brillaron para él.

La mano de Lothluin rozó la suya y sus dedos se entrelazaron en un abrazo imposible, pues lo que muere y lo que vive no deben mezclarse.

- Ilúvatar empieza a darme sus dones -dijo Aldarion entre toses y pitos-. Me concede morir a tu lado, viendo las hijas de Varda como cuando era un niño y yo...yo soñaba que tu algún día...

Lothluin tenía los ojos más brillantes, pues las lágrimas se los perlaban.

- Tu nunca me dijiste, Aldarion... tu nunca...

El rostro de Aldarion esbozó una triste sonrisa.

La última.

Murió con los ojos abiertos.

Mirando las estrellas, reflejadas en los ojos de su amada.



23 Según el calendario de Rivendel es el nombre de la época del año que va desde el 15 de noviembre al 25 de enero.

24 Según el calendario de Rivendel es la época del año que va del 23 de marzo al 15 de mayo

25 El libro que Avaquenti era capaz de leer estaba escrito con las runas inventadas por Daeron, Náredriel no las había visto porque a ella su madre le enseñó a leer con textos escitos con otro tipo de letras: las tengwar fëanorianas.



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