Wilwarin

29 de Mayo de 2005, a las 16:59 - Lisswen
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

9. LA DAMA BLANCA DE LOS NOLDOR

- ¡Herunya, es el tiempo! ¡Ya vienen! -advirtió Herumor.

Varios jinetes se acercaban en esa hora en que es difícil discernir si Isil aún manda o lo hace ya Anar.

Celeborn no aceptaba la decisión de su esposa, y aun que a Maedhros le debía en cierto sentido su vida, su corazón no podía dejar de señalarlo como máximo responsable de la masacre de su pueblo. Por eso no era políticamente correcto tener a una nieta de Fëanor entre refugiados de Doriath. Y además, en su corazón latía el temor por Elwing: que esa niña estuviera tan cerca del Silmaril no era lo más aconsejable.

Pero Galadriel insistía en que había desplegado su poder y en que no creía que aquel fuera un problema. Celeborn sabía que en el fondo la situación no dejaba de recordarle a sí misma ante Melian, ¿Por qué aquella niña no iba a tener su oportunidad? ¿Y por qué ella no podría hacer de Melian?

Parecía que su blanca yegua conjurara al viento de levante, que a su paso empezó a despeinar los arbustos con su fuerza y a arrastrar las arenas innumerables de las playas.

A lo lejos la Dama vio temblar el pequeño fuego daba cobijo a cuatro Elfos. Desde el interior de una frazada gris asomaban unos cabellos tan luminosos como la propia Anar47

. Náredriel dormía.

Los caballos se detuvieron y Galadriel se acercó al grupo de refugiados. Maedrhos se incorporó para recibirla. Un estremecimiento la recorrió al ver el brazo sin mano. En los escasos encuentros que habían tenido desde entonces siempre la había impresionado.

- Aiya, hermosa prima, llegas con Anar y como Anar, sublime y esplendorosa. -La saludó

La Dama río y descabalgó. Nelyo hizo ademán de abrazarla pero un gesto de Galadriel lo detuvo. Era mejor así. Aunque los recuerdos de la lejana Valinor les unieran en una infancia compartida y miles de momentos florecieran en la memoria de ambos, el tiempo los había separado y miles de hechos crueles los habían enfrentado. Muchas cosas no podían olvidarse. A otra leve señal de Galadriel Maedhros se dirigió hacia su esposo. Puso su izquierda en el pecho y lo saludó.

- Mae Govannen (Feliz encuentro), Maedhros, -Contestó el caballero- disculpa que no te haya recibido en Caras Sirion con los honores que mereces...

- No sufras. Lo sé. -Interrumpió Maedrhos- Sé que honores merezco para ti y para tus súbditos... - Luego se tragó el orgullo, que sabía amargo y era áspero

Cano despertó tiernamente a Míriel, que lo miró y sonrió, y luego perdió la sonrisa: se dio cuenta de que salía de los sueños élficos para entrar en la realidad.

Y la realidad era un adiós.

La niña dio unos pasos hacia la dama, parecía estar librando una dura batalla. Las manos de su padre se apoyaron en sus hombros protectoras.

- Aiya -le dijo la Dama sin sonreír- Inye na Artanis Arafinwërel. (Hola. Yo soy Artanis, hija de Arafinwë)

Míriel la miró asombrada: aquel cabello con el que el fiero viento jugueteaba le parecía el espectáculo más hermoso de la tierra y los ojos de la Dama, cuajados de poder y de sabiduría la llevaron a inclinarse en una reverencia.

- Aiya Artanis -respondió- Inye na Mí.. Náredriel Canafinwërel (Hola Artanis. Yo soy Mi... Náredriel hija de Canafinwë)

Cano sonrió y su sonrisa oscilaba de la ternura a la desesperanza.

- Te agradezco que la acojas, Artanis48

. Ella... necesita de ti...

- La trataré como tu tratarías a uno de mis hijos -dijo la Dama

Los ojos de Galadriel buscaron los de la pequeña.

Miriel no apartó la vista pero cerró su mente casi desafiando a la Dama a entrar en ella.

Galadriel esbozó por vez primera una sonrisa: no iba a ser fácil ser tutora de aquella niña, bajo su apariencia dulce latía un fuego secreto que la Dama conocía bien.

- Estelnya na i natye alasse sinome (Mi deseo es que seas feliz aquí) -susurró en la mente de Míriel

- Ar yestenya, herinya, na i estelya karuvat anwa (Y mi deseo mi Señora es que vuestra esperanza se haga realidad) -Oyó decir la Dama igualmente en su cabeza

*** *** ***

Caras Sirion olía a mar, a refugio, a sueños que nacen sin atreverse a florecer. Anar señalaba en el cielo el camino del día y dosificaba sus rayos para romper el frío pero sin calentar del todo.

Los cascos al galope resonaban contra el empedrado de las calles aún desiertas. En algunas ventanas se apartaron las cortinillas y curiosas narices asomaban tras las macetas para ver pasar una caravana de encapuchados, espectáculo muy poco frecuente en la ciudad.

Al dejar el puerto y el barrio Falmari las callejas ascendían por la ciudad Sindarim hasta llegar a un pequeño promontorio en el que estaba la Mansión que hacía las veces de palacio.

Cuando empezó el ascenso Náredriel se sintió con ánimos de mirar hacia atrás y Herumor le regaló una de sus escasísimas sonrisas. La pequeña se alegró de tenerle consigo. Era un milagro que le hubieran concedido quedarse a su lado.

Cuando acabó la cuesta llegaron a una casona amurallada y rodeada de hermosos jardines: Allí viviría.

Desde Gondolin no había habitado una casa de piedra y esta le pareció fría y enorme.

*** *** ***

- Este era mi refugio, espero que te guste y mi renuncia a él será alegre.

La Dama había cedido a Náredriel una habitación propia.

La luz de la mañana invadía una amplia estancia.

El techo había sido sustituido por una inmensa cristalera y bajo ella había una cama amplia y mullida, con los cabezales hermosamente forjados. En un rincón ardía el fuego de una pequeña chimenea. Completaban el mobiliario una mesa de trabajo custodiada por dos candelabros en forma de árboles y un armario abierto del que colgaban varios vestidos.

- Creo que he calculado mal la talla, estos vestidos te estarán pequeños... eres muy alta...

- Hantalë (gracias) -dijo mirando las ropas con indiferencia.

- ¿Está todo a tu gusto?

La muchacha le sonrió amargamente.

- Su lujo no está mal, Herinya (mi Señora), pero llevo años durmiendo con Arda como cama y con las Hijas de Elentari como techo y eso es insuperable.

La Dama la miró divertida. Era la primera de sus alumnas que se atrevía a hablarle con tanto descaro. El fiero levante le había despeinado la roja cabellera y sus ropas, aunque nuevas, estaban deslucidas y sucias por el polvo de los caminos. No tenía la suave elegancia de Elwing, ese aire irreal de las doncellas Sindar sino la contundencia de las mujeres de su pueblo, su materialidad y su fuerza.

- He dicho a Losille que te prepare un baño, ella te servirá.

Una silvana se inclinaba ante Náredriel, que hizo un gesto de disgusto. No le gustaba tener a nadie sirviéndole. La tomó por los brazos y la alzó mirándola fijamente a los ojos.

- Levántate y olvídate de las reverencias.

Losille miró a la Dama con desconcierto. Ella sonrió ante la confusión de la Silavana: Náredriel tenía la voz imperativa de Maglor y la majestad de Maedhros.

- Te habrán dicho mil veces que te pareces...

- A Nerdanel... sí. Mil veces pero... -interrumpió para callarse arqueando una ceja, esperando que Galadriel siguiera.

La Dama la miró con la seriedad brillando en sus ojos. Entendía a la niña perfectamente. Valglin le había explicado su historia y ella había visto el amor que sentía hacia su padre y su tío. De golpe estaba en un palacio, entre desconocidos y notando, porque su poder era innegable, que era acogida con recelo.

- Pero la mirada es de Fëanor... sí. Y a ti tanto Nerdanel como Fëanor te suenan a nombres perdidos en un tiempo remoto pero que caen sobre ti como losas. Tienes parte del poder de tu abuelo, y yo diría que casi todo su orgullo.

Náredriel agradeció la sinceridad de la Dama.

- Veo que a ti no te gustaba nada...

- No. No voy a negártelo. Tu abuelo siempre fue un excéntrico, frío a veces como el hielo y otras lleno de ternura y finalmente enloqueció. Le consumió su propio fuego y prendió en buena parte de nuestro pueblo. Ni tampoco me gustan tus tíos, salvo quizá Maedrhos y tu padre. Son mezquinos, ambiciosos y crueles. Nada honesto les movía. Y tu aquí no serás bien acogida, no voy a mentirte. Nuestras gentes son refugiados de Doriath y de Gondolin... tu traes amargos recuerdos.

La Dama se acercó a Miriel y le ayudó a desabotonarse el vestido. Acarició los revueltos cabellos rojizos con ternura.

- ¿Vendrás a mí si tienes problemas?. Me he arriesgado mucho por ti, Náredriel... He decidido en contra de todo el mundo.

Desabotonado el vestido, Míriel se lo quitó y tapándose solo la cicatriz en forma de mariposa caminó hacia la tina de agua caliente que Losille custodiaba. Sus pasos eran firmes pero elegantes, poderosos como los de un gran felino que avanza burlón hacia su presa.

Losille derramó en el agua esencia de azahar y un dulce aroma invadió la estancia...

- ¡El agua! - exclamó sorprendida

Losille se inquietó

- ¿Qué sucede mi Señora no está a su gusto?

- ¡Está caliente!

El eco de la risa de Galadriel llenó la estancia.

*** *** ***

El espejo le devolvió un cabello despeinado y sus propias manos empuñando el peine, arma letal contra los enredones del rubio cabello. Sus hermosísimos ojos, tan llenos de luz, le devolvieron una triste imagen de sí mismo. Esa que los demás se negaban a ver, esa que él se esforzaba en ocultar.

"Nana (Mamá, en Sindar) ya soy lo bastante mayor para hacer esto solo"

Le había dicho a su madre hacía apenas un año, cuando su madre, la hermosa Araneth, se esmeraba en peinarle las trenzas.

"Y lo harás tu solo ionn (hijo en Sindar), no creo que Galadriel vaya cada mañana a peinarte las trenzas.... ¡Glorfindel49 es un honor tan grande que la Dama acepte ser tu maestra! Tú no has sido devuelto a Endor para un destino común, ionn, cosas grandes te esperan y este es solo el comienzo...Ella te instruirá, su poder te ayudará a fijar esos recuerdo s que has tenido desde siempre..."

¿Recuerdos? Glorfindel no tenía más recuerdos que aquellos que su madre le había inculcado desde mucho antes de que aprendiera a hablar. Su propio nombre era ya una exigencia...

El espejo le devolvió de nuevo un gesto desganado y turbio. ¡En su vida había tenido un mal recuerdo del "Otro"!

"¡Sal si es que estás ahí!" -Dijo a su imagen amenazándola con el peine.

Pero el Glorfindel del espejo no ocultaba al "Otro". ¿Uno? ¿Dos?

Las cosas con Galadriel no iban bien. La Dama supo enseguida que el no recordaba nada, que todas sus "visiones" eran un fraude. Y, en contra de lo que él había esperado sus clases se limitaban a asistir a las audiencias, y discernir los asuntos políticos, las disputas sobre el precio del pescado o los pleitos por que una cabra se ha colado en un sembrado... Los azules ojos de Glorfindel luminosos y profundos, vagaban por los recintos del salón buscando filigranas que admirar. La palabra "aburrimiento" se pintaba en todos sus delicados rasgos.

En cuanto al "Otro" la Dama jamás mencionó nada. En ocasiones sentía en su mente un leve roce y la mente de Galadriel penetrando en la suya. ¿Por qué no le había echado si conocía sus mentiras?. Aunque aquella posibilidad le aterraba: ¿Qué pensaría su madre? En secreto le dejaría de lado como había hecho con su padre cuando nació él...

Nada era aquella mañana diferente a las otras.

Rutinas repetidas y reconfortantes.

Salvo que Losille le había dicho que había una compañera nueva y que la Dama quería que se apresurara.

- ¿Cómo es? -Le había preguntado Glorfindel.

Losille enrojeció, como siempre que el joven Glorfindel le hablaba y susurró:

- Nunca he visto a nadie así...

Poco después su mano giró el pomo de la puerta sin ser consciente de ese movimiento cotidiano.

La puerta se abrió, como cada mañana lo hacía.

Pero de pronto una llamarada lo envolvió.

Y gritos.

Y una tremenda confusión.

Un dragón espantoso revoloteando por encima de él.

Y el olor a carne quemada llevándolo hasta la nausea.

Y el tierno contacto con la suave piel de una niña.

Y de pronto una muchacha de cabello rojo le ponía en la nariz un frasquito.

- ¿Estás bien Glorfindel? -le preguntó la Dama, muy preocupada.

La palidez le invadió y el frío: ¡Aquel cabello rojo!

- ¡Eras una niña!-le dijo- ¡Estabas a punto de morir...!

Y como poseído por una fuerza extraña que nadie supondría en el amable Glorfindel, sujetó a la niña por el brazo derecho e intentó retirar la manga de su vestido.

- ¡Déjame verlo! ¡Necesito saber si es verdad! ¡Quiero ver la cicatriz!

Hubo un forcejeó. No era sencillo dominar a aquella chiquilla. Con la izquierda golpeaba y arañaba y un mordisco obligó al final a que Glorfindel cejara en su empeño soltándole el brazo, pero aferrando aún la manga de su vestido que se desgarró totalmente dejando ver la cicatriz oscura de una quemadura en forma de mariposa. Un guantazo quedó marcado en la cara de Glorfindel, sangrando su mano y en la otra mejilla cicatrices de uñas salvajes y duras.

Y Náredriel salió corriendo por los pasillos que todavía no conocía.

- Ella es Náredriel, hija de Maglor... tu nueva compañera de clase... -dijo la Dama suspirando

*** *** ***

Galadriel era apenas una niña y corría por uno de los jardines que rodeaban la Mindon Eldelieva, su tía Nerdanel le sonreía mostrándole un cilindro oscuro.

- A tula Artanis, Fëanaró káriet sina tyale (Ven Naltariellë, Fëanáro te ha hecho este juguete)

Era un caleidoscopio. Dentro del tubo miles de pequeñas joyas se intercambiaban brillos y formas en un juego constante e infinito de diferencias. ¡Nunca había visto nada igual, tan precioso!

Esa tarde su salón era como el oscuro cilindro y los ojos de Celeborn, Aurenar y Náredriel las piedrecitas brillantes combinándose en miles de matices.

Parecía mentira que un color pudiera descomponerse en tantas tonalidades.

El azul frío de Celeborn, cerebral y distante, sereno como el cielo cuando en él brilla el sol.

El acuático azul de Aurenar, escrutador, agudo, calculador. Podías mirarte en ellos y descubrir tu imagen como si fueran un espejo, pero al mismo tiempo no podías saber qué había detrás. Penetrantes. Penetrantes, sí, y a la vez impenetrables.

Y por último el gris tempestuoso de Náredriel, lleno de dudas como oscuros nubarrones, intenso y amenazante, como el mal tiempo que hace que las mujeres recojan la ropa tendida y los hombres padezcan por sus sembrados.

Y las tres miradas mezclaban sus destellos en un juego sin palabras en el que se tendían puentes o se cerraban puertas.

- La Dama Aurenar te acompañará a las casas de Curación y Phaire te enseñará. Sabes que eso entraba dentro del acuerdo con tu padre. -Acabó diciendo Celeborn.

Náredriel no contestaba pero las mandíbulas apretadas hablaban de su rechazo.

La voz clara de Aurenar sorprendió por el quenya a Celeborn y a Galadriel por su inusitada dulzura, un matiz que la Dama no solía manifestar:

- Tyávuvalye Phairello. Elye na taura envinyantar (Te gustará Phaire. Ella es una sanadora poderosa).

Y la niña miró a la Dama Aurenar y sin corresponder a su amabilidad dejó salir irónicas palabras. Palabras retadoras:

- ¿Istalye? Tyalanye i mundi i tauri envinyantari. Ilye kilmanye mahatie makilinem (¿Sabéis? Me tocan las narices las poderosas sanadoras. Yo preferiría luchar con la espada).

- Hilya nin (sígueme) - Cortó Aurenar. De no haber sido una Dama Sindarin acostumbrada a tapar sus sentimientos, una amplia sonrisa habría asomado divertida a sus labios.

Aurenar sabía que había impresionado a la pequeña Náredriel, que no esperaba que aquella Sinda de aspecto tan distinguido le hablara en quenya, y menos ante Celeborn. Podía verlo en sus ojos sorprendidos como solo los ojos de un niño pueden estar.

Con pasos rápidos pero leves abandonaron el palacio y se internaron en la maraña de callas descendentes. Debían atravesar la zona Sindarim y el barrio de los Falmarin para llegar a las casas de curación, resguardadas en una pequeña cala al abrigo de los vientos.

Apenas franquearon la puerta varios sanadores saludaron a Aurenar preguntándose quien era aquella niña que la acompañaba. Evidentemente no era de su familia. Los cabellos como llamaradas, la contundencia de su forma de andar, el modo orgulloso de mirar siempre de frente... la pequeña diadema plateada la distinguía como una princesa, pero...¿Quién era?. La Dama no contestaba. Le encantaban los misterios.

A medida que se internaban por los pasillos blancos, que desde su olor hablaban de desinfección y orden, la sensación de fastidio se plasmaba más en los rasgos de Náredriel. Las amplias salas le traían remotos recuerdos de Gondolin: el eco de unos pasitos infantiles cuyo correteo alegre había sido borrado por el fuego.

Al final de aquel pasillo encontraron a Phaire.

*** *** ***

Turussë entró sin llamar.

- Hoy me quedo yo, Phaire. Será una noche tranquila.

La sanadora le miró sonriente:

- Tal vez no, sopla un levante muy fuerte, espero que no ocasione accidentes en los puertos... Pero si es así quedan en buenas manos.

Turussë sonrió.

- ¿Tenemos alumna nueva? -Preguntó curioso.

- De momento copista... le he encargado la Patología y Anatomía Naugrim...

El noldo miró incrédulo a la sanadora...

- Idea de Aurenar... sin duda le bajará algo los humos...El ultimo alumno que empezó a copiarla vino al tercer día a pedirme que le dejara limpiar las letrinas...¡Cualquier cosa menos aquello!. Esta es orgullosa: le doy tres semanas...

- Ummmm ¿Tres semanas? ¿Para qué?

Phaire ya saliendo río a carcajadas. "Para que venga a pedirme que la deje curar a alguien al modo Noldor. Ahí la pondré en tus manos".

Su voz se deshizo en ecos tras de sí.

Las estrellas brillaban con fuerza en el cielo y las olas golpeaban con saña las costas. En la oscuridad graznaban las gaviotas una triste canción. Isil era joven aquella noche.

"Te presento a la doncella Náredriel, princesa de la casa de Finwë. La Dama te la confía para que la instruyas. Tiene un gran poder de sanación"

Phaire sospechaba, y el tono de Aurenar se lo confirmaba, que "princesa de la casa de Finwë" era un problema seguro. Pero que tenía poder era claro. Eso era algo que Phaire detectaba a simple vista y que Galadriel lo reafirmara era más que garantía.

- Será un honor para mí enseñaros este oficio, Náredriel -le había dicho con amabilidad no solo en el tono de voz, sino también en la mirada.

- No tengo ni el más mínimo interés en aprenderlo -había contestado la niña, descarada, mirándola a los ojos con altivez- No quiero ser sanadora y poco me importa si tengo o no tengo poder para ello. No lo he pedido, y desde luego, no pienso usarlo.

La verdad es que era la primera vez que una aspirante le hablaba en aquel tono. Buscaba claramente que Phaire se molestara y la echara. Cada palabra había sido minuciosamente elegida y pronunciada con calculo Phaire hizo igual. Dejó el vos por el tú y combinó ternura con ironía.

- Entonces, Aranel, tu actitud nos convierte a ambas en víctimas. A ti de mis clases y a mí de tu desinterés... Sinceramente...¿quieres que libremos esa batalla?.

- Yo no la quiero, pero si el enemigo ataca encontrará desnuda mi espada. -Respondió arrogante, llevando un paso más allá su provocación.

Una Falmari la llamó: "Phaire, permítame que le regale estos peces..." . La sanadora sonrió. Era frecuente recibir obsequios de pacientes agradecidos. Y más cuando eran humildes, como aquella Elfa. No recordaba su nombre, pero sí que había reanimado a su hijo.

Phaire estaba impresionada por Náredriel. De hecho poco tenía que enseñarle. El nombre de Anteniss era famoso en Endor: Y la niña venía a ella con amplios conocimientos de botánica y farmacología, era notable en anatomía, sabía suturar, cauterizar, y podía describir el proceso completo de amputar un miembro, aunque nunca lo hubiera hecho:

- ¿Y partos? -Le había preguntado Phaire.

- Solo de animales, de yeguas

- ¿Has hecho alguna sanación al estilo Noldor?

Entonces Náredriel quedó desarmada. Con la misma expresión que el soldado que pierde su espada. No sabía qué contestar y esa duda era ya una respuesta. Sí lo había hecho. Phaire buscó el más tierno de sus tonos para insistir:

- Náredriel ¿Has curado a alguien al modo Noldor?

- ¡SI! -Gritó ella exasperada, como si confesara un crimen- ¡Pero ya no lo haré más! ¡Avavoro!

Phaire, tras recuperar la sorpresa de aquella reacción quería preguntar cómo había sido, por qué no quería usar más su poder... pero la mano de Aurenar la detuvo y en sus ojos leyó un "No." Fruto de la prudencia.

- Dinos -terció- ¿Hay algo que desees realmente aprender?

- ¡Khuzdul! -Respondió sarcástica, con un destellito de triunfo en la mirada.

Entonces Aurenar había mirado a Phaire "¿Si?". Preguntaron sus ojos. "Sí".

- ¡Mira! -Le había dicho Aurenar con un auténtico esfuerzo para no sonreír- Si incluso podremos complacerte... ¿Todavía está pendiente de copia aquel libro?

Todavía reía Phaire cuando llegó a su casa cargada con el pescado. Al abrir la puerta el rostro se le iluminó ¡Qué bien iba a dormir esa noche!

*** *** ***

Glorfindel esperaba ansioso su retorno de las casas de sanación. Sentado en las escaleras del pórtico atisbaba la pequeña pendiente y a cada momento le parecía que Náredriel se aproximaba ya seguida por aquel formidable guardaespaldas noldo que la custodiaba siempre en silencio, siempre sin entrometerse.

La tarde cedía ya ante la presión de la noche cuando la vio venir y fue a abordarla.

Ella le miró recelosa y con cierta expresión de asco: nunca nadie le había mirado así. Glorfindel se desmoronó.

- Aiya, Náredriel... -la saludó titubenado- ¡Quiero pediros perdón!

Una pared de silencio. Un muro alto y liso. Glorfindel no sabe como treparlo.

- ¿Me perdonareis? -Y Glorfindel le mostró la más encantadora de sus sonrisas. Aquella que mostraba unos simpáticos hoyuelos en las comisuras de los labios...

- No -Respondió la niña y empezó a andar. Glorfindel la agarró por un brazo y le dijo: "Escuchadme" El chasquido de una espada dejando su vaina se hizo oír por detrás del Elfo y una voz profunda y susurrante le dijo "Soltaldla". La doncella se giró.

- No es necesario, Herumor... Glorfindel no os perdono. Vuestra sonrisa es tan falsa como vuestro arrepentimiento.

- ¡No entendéis nada! -dijo él amargamente- Toda mi vida he estado fingiendo tener recuerdos de otro y viviendo con el peso de una farsa...Pero al verte a ti... tú eras una niña herida y yo te cargué, corrí contigo hasta enfrentarme con...

- ¡CALLA! ¡CÁLLATE!

Náredriel acompañó las palabras de un gesto, no menos soberano y aprtó el paso hacia el Palacio como quien deja tras de si un enojoso asunto.

La noche por fin caía sobre Caras Sirion y Glorfindel notaba que ya su cabello quizá no era tan rubio, ni tan clara su sonrisa.



47 Anar es el nombre del sol, femenino para el quenya

48 Artanis es el nombre quenya de Galadriel

49 Quiero hacer constar que estoy cometiendo un "error" al hacer aparecer en Caras Sirion a Glorfindel. Este retorna a la Tierra Media durante la Segunda Edad y aún estamos en la Primera Edad. Sin embargo quiero "traerlo" porque me va bien en mi historia. Me tomo, opr tanto una licencia y adjunto los comentarios que hace Tolkien sobre los dos "Glorfindel"

"Porque según las descripciones de la naturaleza élfica y de sus relaciones con los Valar que se dan (independientemente de este caso) en los demás textos, cuando Glorfindel murió su espíritu debió de ir a Mandos y ser juzgado, y luego debió de permanecer en las Estancias de Espera hasta que Manwë lo liberó. Los Elfos están destinados a ser "inmortales" por naturaleza, dentro de los límites desconocidos de la vida de la Tierra como reino habitable, y la separación de cuerpo y espíritu era algo penoso. Cuando eran reencarnados podían permanecer en Valinor o volver a la Tierra Media si ese había sido su hogar. Por tanto, el deber de los Valar era restaurarlos, si habían sido asesinados, para que volvieran a la vida encarnada, si así lo deseaban, a no ser que alguna razón grave (y rara) lo impidiera, como por ejemplo hechos de gran malignidad, u obras de malicia de las que no quisieran arrepentirse."

"Lo que es más importante: Glorfindel había sacrificado su vida en defensa de los fugitivos de la catástrofe de Gondolin contra un Demonio de Thangorodrim,io permitiendo así que Tuor e Idril hija de Turgon y su hijo Eárendil escaparan y buscaran refugio en las Bocas del Sirion. A pesar de que no podía conocer la importancia que tendría este hecho (y los hubiera defendido aunque fueran fugitivos de cualquier rango), esta acción fue de vital importancia para los designios de los Valar. Por tanto, es completamente coherente con el esquema general de El Silmarillion describir la historia posterior de Glorfindel del siguiente modo. Después de purgar toda la culpa en la que había incurrido durante la rebelión, fue liberado de Mandos y Manwë lo restauró. Entonces se convirtió de nuevo en una persona encarnada viva, pero se le permitió morar en el Reino Bendecido; porque había recuperado la inocencia y la gracia primitivas de los Eldar. Durante largos años permaneció en Valinor, junto con los Eldar que no se habían rebelado y en compañía de los Maiar. Ahora era casi igual a los últimos, pues a pesar de ser un encarnado (que necesitaba una forma corpórea no hecha o escogida por él mismo) su poder espiritual había crecido considerablemente gracias a su sacrificio."

"¿Cuándo regresó Glorfindel a la Tierra Media? Probablemente fuera antes del final de la Segunda Edad, el "Cambio del Mundo" y el Hundimiento de Númenor, después de lo cual ninguna criatura encarnada, "humana" o de razas menores, podía regresar del Reino Bendecido, que había sido "apartado de los Círculos del Mundo". Esto se debió a un decreto procedente del mismo Eru; y aunque, antes del final de la Tercera Edad, cuando Eru decretó que había de empezar el Dominio de los Hombres, es posible que Manwë recibiera el permiso de Eru para hacer una excepción en este caso, y que hubiera hallado algún medio para llevar a Glorfindel a la Tierra Media, es algo poco probable y que convertiría a Glorfindel en alguien de mayor poder e importancia de lo conveniente.

Lo mejor será entonces suponer que Glorfindel regresó durante la Segunda Edad, antes de que la "sombra" cayera sobré Númenor, cuando los Eldar daban la bienvenida a los Númenóreanos como poderosos aliados. Su regreso debió de tener el propósito de fortalecer la alianza de Gil-galad y Elrond, cuando éstos advirtieron por fin la creciente malicia de las intenciones de Sauron. Por tanto, pudo tener lugar ya en 1200 de la Segunda Edad, cuando Sauron fue a Lindon en persona e intentó engañar a Gil-galad, pero fue rechazado y expulsado. Sin embargo, es posible, quizá más probable, que no llegara hasta c.1600, el Año del Terror, cuado terminó la construcción de Barad-dûr y se forjó el Anillo Único, y Celebrimbor advirtió por fin la trampa en la que había caído."
(Los pueblos de la Tierra Media, "De Glorfindel, Círdan, y otros nombres")



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