Wilwarin

29 de Mayo de 2005, a las 16:59 - Lisswen
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

8. UHARYAINA ARANEL

No le gusta el galope de los caballos.

Valglin43

lo sabe.

No le gusta el destino al que la acercan.

Los cascos rítmicos repiten en su cabeza una sola frase: "Man ná inye? . Man ná inye? Man ná inye?" (Quién soy yo?).

Hace ya años que le persigue esta pregunta.

Nació en un bosque, ante un Elfo que le dijo ser su padre y empezó a hablarle en una tumba que antes había sido un trono.

Y creció en su viaje a través de nuevas tierras, a través de nuevas gentes, a través de ella misma.

Si alguien la comprende es él, que ha sido su preceptor durante aquellos trece años.

"Se me escapa de las manos" -piensa. Y algo le obliga a fijar su mirada de búho en aquella niña, que empieza a entrar con paso orgulloso en una temprana adolescencia. ¿Porqué no podrá jugar unos años más? ¿Porqué a llegado tan pronto aquel momento?. La cabeza le dice que junto a Ninquenís le irá bien, pero su corazón se niega a confirmarlo. Si ella quisiera usar ese poder, él podría ayudarle a controlarlo...¿O no?. Esa duda era el motivo de mayor peso que encontraba para llevarla a Galadriel...

Y aquí estaba ahora, otra vez con ropas nuevas, otra vez con la sensación de pérdida y el orgullo en la mirada cortando el paso de las lágrimas. Primero su madre, después Súlima, más tarde Fango y Lothluin... ahora debía decirle adiós a su padre y a su tío y a él... ¿Qué necesidad había de esto? ¿Qué necesidad?.

"Ah Valglin, viejo caballero de la duda brillante... ¿No habíamos hablado antes de esto?" Se dijo a sí mismo.

- Aranel (princesa)-dice Valglin - las Cascadas del Sirion...

Míriel miró a su maestro de reojo. Y el viejo búho supo que pensaba en Lothluin...

*** *** ***

Lothluin.

Lothluin: la habrá añorado tanto...

Tantas noches habrá querido hablar con ella, sentir como le estiraba el pelo para que las trenzas le aguantaran, oír como la llamaba para comer interrumpiendo sus juegos...

Tantas noches, durmiendo bajo las estrellas, oliendo a caballos, mojada por la lluvia, habrá anhelado despertar viendo los tablones de la casa silvana en que vivió, el calor de su hogar en el invierno...

Pero Míriel jamas la juzgaba, no podía.

"Me voy Wilwa...Míriel... No puedo soportarlo; Los fríos ojos del asesino. Aquellos rasgos....Jamás los olvidaré. Si un recuero esta fijado a mi memoria es el de los labios prietos desdibujados por un grito de rabia, la fiera expresión de su rostro. Y ahora Maglor lo pone a vigilarte a ti.... ¡No puedo! Sentir que el arma que segó la vida a mi padre defenderá la tuya y que día y noche yo veré sus rasgos a mi lado... sus ojos ahora, que cínicos me miran tristes y me preguntan con inocencia insultante "¿qué te he hecho?" desde todos sus brillos.

"¿Y yo?

¿Qué hago yo?" le había preguntado, perdida y confusa, ciega...

"Tu ahora debes seguir a tu padre y a sus gentes, debes descubrir quien eres...Encuéntrate, decídete... Crece. Un día se te pondrá delante de ti el agua y el fuego, tienes una elección por hacer..."

Y partió.

Y la niebla del río fue devorando la pequeña caravana de silvanos.

Y Cirion le dio un beso tristísimo en la sien y le dijo "Annali len" (mucha suerte), tal vez lo único que había aprendido a decir en quenya del asesino de sus padres, aquel Elfo al que le había unido la amistad...

Y Míriel sintió la mano de su padre en la cabeza diciéndole con su preciosa voz:

"Úniennanye vanima (No llores, preciosa): cuatro semanas de lembas y de ampollas en los pies y tu Lothluin será feliz... los Teleri acogerán encantados a unos silvanos como leñadores y ella encontrará sitio en las Casa de Curación."

Y Valglin, apenas más alto que ella, rubios los cabellos y risueños los azules ojos, pasó a ser su maestro.

*** *** ***

Valglin se veía a sí mismo como una luz, más que como un guía. Le gustaba destellar con una frase, con una pregunta, e iluminar un pedazo de la realidad, para luego seguir parpadeando neutralmente, a pesar de que su alumna decidiera seguir caminando entre las sombras de la noche....

Además sabía que Míriel era sabia, como su abuela.

Solo le ensombrecía la certeza de que también tenía el corazón obstinado y orgulloso de su abuelo. A aquel corazón temía Valglin por encima de todas las cosas.

Y no tardó mucho en verlo, porque aquel mismo anochecer brumoso, en que Míriel solo quería mojar de lágrimas su frazada hecha un bultito al pie de cualquier haya, su tía Anarsel la hizo llamar. Y Valglin la acompañó ante Herumor

- Tú se lo has hecho, tu se lo arreglas. -Dijo Anarsel

Valglin recordaba con claridad la expresión divertida de Herumor, siempre tan circunspecto:

- Para mí será un honor Aranel... y colaboraré

Hasta la voz del taciturno Elfo parecía divertida. Míriel vacilaba:

- Pero....si es sólo un labio...

- Y la nariz, Herinya...no olvidéis que me habéis partido la nariz...habéis golpeado fuerte.

- No, no -Míriel protestaba- Estas heridas se curan por sí mismas...

- Lo sé -zanjó su tía, en uno de sus pocos arranques de carácter- sé que no es necesario desatar el poder de sanación, Míriel, pero debo ver si tú lo tienes, como sospecho.... Aquí no hay peligro, las heridas son una bobada, Herumor ha sobrevivido a cosas infinitamente más graves, pero no vas a empezar con alguien que esté a punto de morir... Tu has herido a Herumor, tu lo sanarás.

Míriel volvió a sentir la desgana con la que se acercó a Herumor, volvió a notar la pereza y a oír la voz imperativa de Anarsel:

"A lussa amilesserya láresse" (susurra su nombre en la oreja).

Valglin se adelantó al lado de la hermosa Anarsel esperando presenciar un fracaso.

- Moina Anarsel (querida, de un modo familiar).... Susurró en su oído-. Tal vez no es el momento.... Ella debe estar impresionada; acaba de ver el horror de Menegroth y a Lothluin despedirse de ella... No tiene fuerzas... No la enfrentes ahora a un fracaso. No podrá dejar salir su espíritu...incluso creo que es peligroso...

- ¡Shhh! -Ordenó imperativa Anarsel.

Y Valglin guardó silencio y no pudo menos que reconocer que estaba impresionado: El labio de Herumor se mejoraba su aspecto lo mismo que su nariz. Y el maestro dio un gran paso para evitar que Míriel se cayera al suelo exhausta.

- ¡Lo ha conseguido! -Exclamó Anarsel con sorpresa.

Pero la preocupación había cubierto el rostro de Valglin. Con la niña en sus brazos se dio cuenta de que algo había ido mal, muy mal.

Los sentimientos de Míriel eran tan fuertes que casi tomaban cuerpo en la mente del astrólogo:

Míriel se negaba a ver la facilidad para dejar salir el espíritu.

Se negaba a sentir de nuevo el temblor en las piernas, se negaba a la sensación de mareo, a aquel agobio de ahogado, de cabeza saliendo de la inseguridad del agua, de ganas de toser y de escupir, aquella profunda náusea.

Se negaba a sentir en su cuerpo el dolor de las heridas del otro.

Se negaba a permitir que se mezclaran las impresiones de sus almas.

Ya tenía bastante con volver a Gondolin, con sus llamaradas, con los gritos espeluznantes de los dragones, con el horror sin nombre del valarauko, con la frialdad de Súlima, con los ojos cada vez más tenues, cada vez más muertos de Fango.

No necesitaba cargar también con el rostro medroso de las víctimas de Herumor en Alqualondë, en Doriath, en las innumerables guerras en que había hundido su espada en la boca de muerte. No necesitaba sentir aquella avidez de sangre del filo desnudo, ni escuchar la voz encolerizada de Turcafinwë gritando: "¡Anatema!"

- ¡Avavoro! (Nunca más) -gritó.

"Avavoro", aunque la nariz y el labio estaban curados...

"Avavoro" aunque había salido de sí misma con una facilidad asombrosa...

"Avavoro" aunque todo el mundo parecía insistir en que tenía un don...

"Avavoro" había sido su última palabra.

"Avavoro"

*** *** ***

Lo cierto era que a Míriel viajar no le importaba.

Valglin le iba mostrando los cambios del paisaje: La sucesión de las hayas y las cicutas de Neldoreth44

eran un bello y majestuoso espectáculo que los ojos de su pupila devoraban golosos.

Después vinieron las llanuras de Estolad y llegando al río Celon siguieron su cauce hasta Dan Elmecht. Allí evocó Valglin el encuentro de Melian con Elu Thingol y también descubrieron viejas ruinas de las forjas de Eöl...

Pero su visita al bosque no era meramente cultural: un pequeño resto de las gentes de Turcafinwë se les unió: refugiados y desertores de Doriath, viudas, algún niño...

Nelyafinwë los acogió.

Eran el triste resto de un pueblo antaño victorioso y fuerte, pero en sus ojos brillaba aún el orgullo y el deseo de ver cumplido un juramento seguía latiendo en sus corazones.

Y rindieron pleitesía a Maedhros y a Maglor.

Míriel estaba tras ellos.

- Otra parte de tu pueblo, Aranel -le dijo Valglin.- Un pueblo de exiliados, de desposeídos, de locos que persiguen sueños porque todas las demás realidades están vacías.

- Uharyaina Aranel (Princesa de los Desposeidos)-dijo ella sonriendo. Sus ropas noldorim estaban empezando a dejar de ser nuevas y las botas ya no le apretaban los pies

*** *** ***

- Pitya (Pequeña), ¿Compartirás grupa conmigo?

Valglin admiraba a Nelyafinwë. Le complacía verle cabalgar con su alumna. Sus melenas tiñendo el aire de rojo eran un hermoso espectáculo.

Sonreía cuando la princesa saltaba de la grupa del caballo de su padre a la del de su tío con una agilidad de malabarista. A Nelyo le gustaba "robársela" a su hermano. Había deseado tener hijos desde que el mismo era un niño. Unos brazos infantiles rodeándole el cuello mientras le llamaban "Atto", una joven vida que proteger, un pequeño al que enseñar a luchar como su propio padre había hecho con él en los amplios patios de la Mindon Eldelieva, bajo la mirada de Nerdanel llena de reproches, la de Canafinwë lleno de ganas de crecer como su hermano y la de Finwë patriarcalmente complacido con el juego...

- ¡Himrig!45

- Su izquierda señalaba al Norte.

La lluvia que había empezado a caer al salir de Nam Elmoth, los martilleaba con una insistencia tal que ni la magia élfica de las capas podía evitar que se filtrara en parte y traspasando las armaduras llegara a sus cuerpos enfriándolos.

Contemplando de lejos las ruinas de la vieja fortaleza un velo de nostalgia cubrió los ojos de Nelyo. Aunque siempre decía que perder aquellos peñascos helados había sido una gran suerte, Míriel sabía que la Nirnaeth Arnoediad era el peor de sus fracasos. La traición le había sonreído en todo momento. La campaña, que hubiera sido definitiva, se habían hundido en la nada. Perder Himrig era una nimiedad si se comparaba con perder toda posibilidad de vencer a Morgoth. Dos Silmarilis brillaban aun en su corona de hierro como un desafío. Todos los sufrimientos, todo el desasosiego... Nelyo le hablaba poco de todo aquello. Sus ojos melancólicos se endurecían si en la conversación aparecía el tema casualmente, como si se toparan con un viejo e irreconciliable enemigo.

"Ilya ná avasanda" (Todo es mentira) murmuraba muchas veces, como para sí mismo.

De él aprendió Míriel a no poner su corazón en las cosas que pasan y perecen.

- Ilya ná avansanda Aranel (Todo es mentira princesa) . -Exclamó rompiendo el silencio- Tu principado no está sobre las tierras sino sobre un pueblo errante y desposeído. Solo querría pitya (pequeña), dejarte en herencia un Silmaril, ponerlo en tu frente y mirar en él todos mis paraísos perdidos. Mientras estén en la corona de Morgoth o en el cuello codicioso de mezquinos reyes a los que la codicia domina no habrá descanso ni paz para nosotros. Nada sin ellos tiene sentido, todo es vano, vacío...atrapar el viento en una jaula.

*** *** ***

Algunas de las gentes de Curufinwë (Curufin) dispersas por la zona también se unieron al grupo, como habían hecho los Elfos de Turco (Celegorm). Y tras dos días con sus noches de marcha decidieron acampar, pese al peligro inminente de grupos errantes de orcos.

Aquella noche reposaban y festejaban. Los centinelas no dejaban sus posiciones. Ya se habían enfrentado con otros grupos de trasgos aislados y tal vez hubiera alguna refriega durante la noche, pues aunque evitaban el acero noldorim siempre que podían, andaban hambrientos y a la caza.

Valglin estaba contento. Le gustaba el ambiente festivo que se vivía aquella noche, extraño ambiente en un pueblo demasiado grave y trágico. Un pueblo que había perdido las sonrisas entre los juramentos y las maldiciones.

Isil no lucia aquella noche pero cientos de estrellas brillaban con fuerza encima del campamento y su tímida luz cosquilleaba la súbita alegría de los Elfos.

Alrededor de los fuegos sonaban los instrumentos con cantos de reencuentro, con cantos de amor, con cantos de fiesta... Aquella noche más de un Elda se concedió el lujo de reír.

Pero un cuerno desgarró con sus agudos la armonía de la noche y en un momento murieron las hogueras y los cantos y renacieron las espadas y los arcos.

En la cercanía, los metales chocaron y los gritos de la lengua oscura enrarecieron el aire.

Míriel, entre las sanadoras estaba protegida: Un nutrido grupo de guerreros las cercaban. Valglin, con una espada en la mano, no le quitaba el ojo de encima. Sin embargo, sin saber como, uno de los engendros de Morgoth burlando las defensas llegó hasta ella.

Míriel recordaba bien los curvados filos de sus cimitarras y el vientre abierto de su madre.

Tenía ante sí a la bestia.

Y Valglin, que quiso correr hasta ella se vio enzarzado en una pelea que le cortaba el paso. Y sus ojos angustiados vieron como Míriel echaba mano de su espada.

Nunca la había usado, pero no dudó en desenvainarla.

Aunque alta, era solo una niña y el orco le parecía enorme.

Al verla se rió. Relajó su cuerpo como si cobrarse su vida fuera un pequeño caramelo en el menú.

Míriel lo advirtió. No tenía ni idea de que hacer pero no sentía miedo. Su mente estaba lúcida.

El orco aferró la cimitarra con ambas manos he hizo un movimiento circular, destinado a cortarla en dos.

Míriel se aparto ágilmente.

También previó otro movimiento de ataque y otro más y otro y, en un momento, sin saber como, vio el modo de matarlo.

La ultima vez que lo esquivo giró sobre si misma y clavo su espada en un punto de la nuca que Anarsel le había señalado como muy delicado.

Apenas gimió.

Ya estaba... Herumor había abatido al último orco del grupo y Valglin llegó hasta Míriel. Sólo Amarië, una de las sanadoras, había recibido unos rasguñas en un hombro.

- ¡Míriel! -dijo su tía- ¿Estas bien?

No supo que responder: por vez primera había segado una vida y no se sentía ni mal ni bien. De su corazón brotaba un torrente de indiferencia.

De pronto notó que le dolía el brazo. Al clavar la espada se había abierto una muñeca....

La hermosa arma hecha para ella por Nárendur, el mejor Herrero de Endor, estaba sucia de sangre negruzca y viscosa. "¿Qué queréis que le escriba en el filo?" Le había preguntado Nárendur... "No sé". Y el Herrero con una de sus escasas sonrisas le dijo: "La misma espada os revelará el secreto".

Y así era:

Le diría a Nárendur:

"Escribe: Nár emmata i hrave nan ú-emmata i talie (el fuego corroe la carne pero no corroe la nobleza)"

A partir de aquella noche su moina Nelyo le enseñó a usar la espada con la izquierda.

*** *** ***

Su camino siguió hacia el Este: cruzando el Gelion Pequeño se acercaron a las tierras que Macalaurë había defendido hasta la Dagor Bargolah. Nuevamente, ante las ruinas severas de las edificaciones militares, Míriel se supo aranel de los desposeídos. Y sus ojos se perdieron en la Hondonada de Maglor, que arrasada y triste saludó a la niña que jamás sería su princesa.

Días después cruzaron el Gelion Mayor y Míriel envidió la majestuosa altura del monte Rerir.

Días después se miraría en las oscuras aguas del lago Helevorn.

Le costó reconocerse, con el cabello suelto y rebelde, los vestidos noldorim ya más gastados y un poso de un orgullo que no se conocía en el fondo de sus ojos, grises y profundos.

- Estás creciendo mucho, selde (niña)-le había susurrado Valglin al oído con una de sus amables sonrisas-. Dentro de poco me avergonzarás: ¡Una alumna más alta que su Maestro!

Míriel sonrió irónica:

- Eso no es nada difícil Ingolmo (Maestro)

- Llevo orgullosamente la distinción de ser el Alto Elfo más bajito de Endor... ¡Mi talla me ha sido muy útil! ¡No puedo mirar a los Sindar por encima del hombro ni que me ponga de puntillas!.

Allí encontraron a los últimos del pueblo de Moryofinwë (Caranthir), que se les unieron encantados. Estaban hartos de defender sus vidas miserables frente a los orcos.

La casa de Moryo quedó al servicio de las zarzas y de las pequeñas alimañas, proclamando con su mármol bellamente tallado la amistad con los Naugrim de Belegost y de Nogord.

Míriel aprendió a convivir con la poca clemencia de la climatología: soportaba estoicamente el frío del invierno pisando desdeñosa las nieves bajo las botas. Y conoció también la furia de Anar marcando los rigores del verano, que hacía quemar las armaduras y las cotas que aquel pueblo de guerreros no podían quitarse de encima. La lluvia que les calaba por días y por noches sin descanso y el viento que a veces azotaba impertérrito .

Menos le costo viajar ligera de equipaje, nunca había poseído grandes cosas y ahora, que su ajuar se incrementó, sólo debía preocuparse de su espada y de su arpa y de un anillo con el signo de su casa, una estrella de siete puntas, único signo, junto con la diadema plateada, que la distinguía como princesa. Señora de los desposeídos.

Aquel era el precio de la libertad.

Y lo pagaba gustosa.

Porque pisaba como suya toda la tierra y no sentía abandonarla por que a un hermosos bosque le seguía una magnifica llanura, y a esta un montaña escarpada que era difícil de escalar, y a esta un río y a este una laguna... Recorrió Targelion bajo la sombra ora protectora ora amenazante de las Ered Luin y las atravesó por Sarn Atrud, el trillado paso de los enanos.

Con Valglin y Nárendur, el herrero, acompañó a su padre y a Belegost y a Nogrod a las negociaciones con los Naugrim, y aprendió a enfatizar las oclusivas levemente aspiradas y a dar sonoridad a las fricativas en las sencillas fórmulas de saludo en Khuzdul. Entre ella y los enanos nació una corriente de empatía que años más tarde Míriel aprendería a explotar en beneficio de Telperinquar.

Por ultimo vadearon el Gelion y tras ya no sabía cuanto tiempo de viaje acamparon en Amon Ereb, tierras de Pityafinwë y Telvafinwë. Allí Míriel conoció a los únicos tíos que quedaban con vida y a Antenisss, su poderosa abuela.

*** *** ***

Precedida por Macalaurë y Nelyo Míriel caminaba hacia la tienda de su abuela. Valglin correteaba detrás, con su talla le costaba seguir el paso decidido de Elfos tan altos.

Temía aquel encuentro con todas sus fuerzas. Conocía el carácter de Antenís, se daba más importancia que el mismo Telyafinwë.

Alta y estricta. Así era ella. Siempre envuelta en un manto gris. Siempre activa. Sus ojos de ave rapaz escrutaban sin piedad, siempre atentos, siempre acechantes.

Su corazón se había cansado tanto de amar que ahora solo parecía servirle para bombear sangre, cerrado a cal y canto a cualquier afecto, recóndito y triste.

- Aiya Antenisss -saludo Macalaurë, con el más hermoso de sus tonos.

La Noldo levantó apenas sus ojos del libro en que estaba haciendo anotaciones. Valglin siempre se sentía molesto en su presencia. Como cuando en verano una corriente de aire frío te hiela en tu sudor. Aunque Antenís era hermosa había en sus ojos un brillo helado que diseccionaba secamente a aquellos con los que hablaba.

Pero aquella Elfa distante era sin duda la mejor sanadora de Endor, la más poderosa. Míriel tenía mucho que aprender de ella.

- Veo que la has encontrado -dijo fríamente, sin que su voz transparentara sentimientos.

Macalaurë le indicó a Míriel que se acercara y la niña obedeció y avanzó ante su abuela, pero no se inclinó ni saludó. Se limito a sostener la mirada. Valglin presintió que la miel no sería el liquido que fluyera de aquella relación.

Antenisss le tomó el mentón y examinó con cuidado su aspecto. No dejó pasar ni un detalle. Míriel notó que entraba en su mente.

Nunca se había sentido tan vejada.

- Es una réplica de Nerdanel. ¿Qué nombre le puso su madre? -preguntó en una leve inflexión de la voz, lo justito para indicar el tono interrogativo.

- Náredriel -Respondió Macalaurë

La curadora se irguió de la silla y tomó el brazo derecho de Míriel examinándolo.

- ¿Y esto? -exclamó- ¡Qué chapuza! ¿Es lo mejor que los curadores de Gondolin sabían hacer? ¡Que chapuza!

Dejó caer el brazo de Míriel y, sin molestarse en dirigirle ni una sola mirada, regresó a su libro preguntando a la par que escribía. Nadie sabía bien qué hacer. Hasta que la curadora rompió el silencio, que de tan sólido crujió.

- Y bien Nelyafinwë ¿pensáis quedaros un tiempo? O vais a seguir dando vueltas por Endor arrastrando a mi única hija y a esa niña

Mejor era enfrentarse a un balrog que a aquella Elfa. Macalaurë tomó aire y miró a Antenisss largo rato. Nelyo rió

- Nada hemos decido Antenisss, pero Míriel ha estado hasta ahora al lado de Anarsel y la ha instruido, tiene poder...

Como si pensara.

Callaba y escribía.

Y Valglin no sabia si Antenisss pensaba en la fulmaria de los prados, o en las palabras de Nelyo, o en Míriel...

Tras un buen silencio de esos que se clavan como las chinitas en los zapatos, la abuela habló:

- Ya he visto. Sí. Su poder es tan grande que hasta vosotros os habéis dado cuenta. Que no toque un arma y que venga por la mañana. Y ahora si no tenéis nada más que decirme...., estoy ocupada.

Sus palabras sonaban como sentencias.

Años después, cuando un aprendiz venía a solicitar su admisión a las fraguas de Telperinquar Míriel no podía dejar de recordar aquella tarde... Solo que ella no tenía el interés de los aprendices.

- No vendré -le había dicho con firmeza.

Valglin se estremeció. Macalaurë la miró curioso, como quien presencia un extraño acontecimiento. Y Nelyo volvió a reír.

- ¡Claro! -Dijo Antenisss imperturbable mirando a su yerno, como si algo descubriera de pronto- ¡Son los ojos!.

- ¿Cómo? -preguntó él.

- ¡Los ojos! ¡Esa mirada rebelde! Son de Fëanáro... Eso es lo que me descuadraba, tiene la misma mirada de él... Náredriel...sí...Vanimeldë tubo más tino que tu con el nombre.

Y por primera vez la altiva Elfa se dirigió a Míriel.

- No hablo con las aprendizas, pero voy a quebrantar mi propia ley. Es irrelevante que quieras o no. Tu tienes un don y no te ha sido dado para ti, sino para que lo pongas al servicio de los demás. Un capricho de niña mimada no va a provocar que las vidas que tu tengas que salvar se pierdan. Te debes a tu pueblo. ¿O es que tu padre no te ha dicho que ser princesa es más que llevar un vestido bonito?

- No debes hablarle así -protestó Macalaurë.

Pero Antenisss no pudo oírlo por que le interrumpió una explosión de ira:

- Yo no he pedido nada: ni nacer, ni un vestido, ni que nadie me llame Aranel ni tener un don, ni nada de nada y no pienso ser sanadora, ni por mi pueblo ni por nadie. Tu no me puedes exigir que use nada y si ese poder es un privilegio que se lo den a otra. Yo no pienso usarlo. No lo quiero

*** *** ***

Valglin recordaba aquellos tres años como los peores de su vida. Una guerra de voluntades. Hubiese sido incluso un buen espectáculo si él no estuviese en medio. Ante Antenisss Míriel obedecía escrupulosamente: aprendió herboristería, anatomía, patología de las enfermedades más graves que aquejaban a los humanos, diseccionó cadáveres, mejoró las técnicas de sutura y cauterización de heridas, asistió algún parto y hasta amputó miembros... todo lo hacía sin interés y también sin esfuerzo, lo que molestaba indeciblemente a su exigente abuela.

A poco que la curadora se descuidara, Míriel se había colado en las fraguas de Nárendur, uno de sus lugares predilectos, o se había ido de caza con Telufinwë y Pityafinwë. Ni un solo día dejó de aprender esgrima con su moina Naylo y muchas veces huía con los chiquillos a bañarse en el río o se escondía en la tienda de Valglin que debía mentir a la Dama Antenisss diciendo "No, no. Míriel no está aquí".

Ni en un solo momento sacó su poder

*** *** ***

- ¿Tu qué opinas , Valglin? Después de todo eres su maestro...

Valglin calló por un momento y se acarició el mentón.

- Yo pienso que si aprende.... pero justo lo que Antenisss no quiere enseñarle.

Nelyo rió. Valglin siempre le provocaba la sonrisa. Pero Cano lo miraba con una ceja levemente arqueada.

- Sé más explícito -le pidió.

Valglin carraspeó levemente.

- Bueno, creo que Míriel es la única persona que ha sido capaz de cerrarle la mente. -Los dos hermanos miraron al astrólogo, que les guiñó un ojo mientras el otro destellaba un brillito pícaro- Pero yo no he tenido nada que ver...

A Nelyo le encantó la noticia. Es cierto que a Antenisss le debía la vida, pero muchas veces tenía la sensación de haberle saldado la deuda y hasta con intereses.

Pero el rostro de Maglor estaba serio. Valglin se encontró con sus ojos y le dijo.

- Pienso lo mismo que tu Cano... Tiene que sacar ese poder o la abrasará... pero Antenisss no conseguirá nada... no tal como están las cosas...

- ¿Y tu? -Preguntó Cano

- ¿Bromeas? -dijo irónico- ¿No me ves? Me temo que yo no doy la talla.

De nuevo Nelyo rió por la ocurrencia. Pero Cano apenas si sonrió.

- No son buenas noticias: si ni tu ni Antenisss podéis ayudarla...

Macalaurë salió de la tienda pensativo, cabizbajo incluso y poco después se escuchó un arpa lamentándose.

- Malo Valglin...cuando Cano empieza así es que hay algo que le acecha el corazón...

*** *** ***

- Aranel -dice Valglin- Tasarian46

... al sur el río Narog incrementará las aguas de Sirion con su cauce...

Míriel no contesta. Valglin tampoco sigue hablándole. Conoce bien aquellos estados neblinosos de la niña y sabe que la mejor política es dejarla en paz. El astrólogo sabe que Míriel no acaba de entender la necesidad de quedarse con la Dama Galadriel.

A medida que avanzan hacia el sur sus rasgos se endurecen, su mirada cobra intensidad y su cuerpo se tensa.

Su voluntad es seguir junto a su padre, junto a Nelyo y quizá, por que no, junto a él. Si la llevaran a matar pondría esa misma cara.

Isil asomaba y su luz se colaba entre los sauces que la filtraban en todos los pálidos matices que puede lograr el color verde.

- Cabalgaremos toda la noche y mañana al atardecer habremos llegado a las Bocas del Sirion -dispuso Nelyo.

Y Míriel se envolvió en su manto para evitar el relente de aquella noche angustiosa y la constelación de Wilwarin la miró desde el cielo y sus estrellas le sonrieron... pero ella cerró los ojos

**** *** ***

Los acordes del arpa competían con las alas de las gaviotas sobrevolando el mar. La profundidad de los acantilados dejaba ver a lo lejos pueblos de casas blancas, en los que el verde de los jardines brillaba como si fueran esmeraldas diminutas.

Y el mar, golpeando inútilmente las rocas con sus puños de espuma.

El sol arrastraba penosamente del ocaso.

Nelyo escrutaba el camino a la espera de Valglin con noticias de Caras Sirion, acariciando en el alma la posibilidad de una negativa. Viendo como entonces abrazaría a Míriel y partirían de nuevo, rápidos y alegre como quien gana una batalla temida. Se dejaría cortar allí mismo la otra mano para que esto fuera así.

La voz de Cano, en lucha con la emoción, entonaba una melodía punzante como los puñales,

Henunya hautar luine nénnssen
(mis ojos descansan en las azules aguas)
tyelpe marenta ruitar ambarynya
(sus plateadas manos persiguen mi destino)

Míriel simplemente trataba de discernir dónde empieza el cielo, donde acaba el mar en la endeble línea del horizonte.

Arie liruvan falmassë
(un dia cantaré en la playa)
mirima imbe i maiwi
(libre entre las gaviotas)
ar i falamar únótimë
(y las olas innumerables)

Y Herumor escrutaba, como siempre hacía, en busca de un enemigo. Con el alma empapada por el hermoso canto de Macalaurë, anunció por fin, el regreso de Valglin.

tyaluvan lindenia lilómea
(tañerán mi melodía nocturna.)
¿nai aure yestaruvan entulë valinoranna
(¿El día que desee regresar a Valinor,)
hiruvarnyë ómalye lauka,
(encontraré tu voz cálida)
hyrunanyë henulya melinor?
(encontraré tus ojos amantes)

- ¡La ha aceptado! -anunció sin ni siquiera bajarse del caballo- ¡Y ha sido mil veces más sencillo de lo que esperaba! Le he hecho llegar tu carta Cano, y sus pupilas de han humedecido. ¡Has logrado emocionar a Ninquenís! Me ha dicho que te transmita este mensaje: "Cuidaré de tu hija Macalaurë, como tu hacías conmigo las largas tardes que pasaba en casa del abuelo Finwë."

Pero en vez de la alegría en las pupilas de todos se pintó la decepción.

lala vanturan eresse
(o por el contrario caminaré solitario)

- Dice que ella misma y su esposo vendrán aquí a recogerla al amanecer.

Nelyo interrumpió su canto:

- ¿Y Herumor?

Valglin suspiró:

- Eso es ciertamente complicado. No ha dicho ni sí ni no. Supongo que quiere conocerle antes de tomar una decisión.

Herumor clavó sus ojos en el suelo.

- Pero...-añadió Valglin- Bueno... me tomé la libertad de dar a Míriel su amilesse, no me pareció politicamente correcto llamarla Míriel en presencia de una descendiente de Indis....

El arpa de Macalaueë prosiguió sus acordes y su voz estremecida entonó los últimos versos:

ranyaruvan hrestassen
(deambularé por las playas)
ar cenuvan vanyaë runyarnya
(y veré desaparecer mis huellas)
lasala nénnen maileä
(lamidas por las aguas lujuriosas)


Notas de la autora:
Quiero agradecer a Elanta el personaje de Valglin a quien he usado miserablemente. Igualmente a Lothluin cuya Elfa está siendo tan importante para Náredriel/Wilwarin/Míriel/Náredriel. XD. Asimismo agradezco a Dernix y a Lothluin sus sugerencias y comentarios por msn y a Nárya el tiempo que pierde corrigiéndome el quenya y buscando lemas para mis espadas.

A los que me leéis os suplico reviews que ni os imagináis lo que me ayudan. A los que los dejáis muchísimas gracias.



43 Valglin es un personaje que le he "robado" a Elanta de su fic "Historia de la Dama Blanca"

44 Es uno de los bosques de Doriath

45 Las tierras perdidas de Maedrhos (Nelyafinwë) en la Nirnaeth Arnoediad (La batalla de las lagrimas innumerables)

46 Un bosque



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