Wilwarin

29 de Mayo de 2005, a las 16:59 - Lisswen
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7. HEKILLION34

Exilio.

Aquella palabra espoleó la mente de Nelyo35 durante toda la noche. No había sido fácil explicar a los Silvanos lo que se les venía encima. Cuando los Noldor se retiraran de Brethil, y eso iba a ser ya, los orcos serían imparables. Aquel lugar no era seguro. No con Gondolin caído, no con Melkor fortaleciéndose.

Nelyafinwë estaba contento de que aquellas gentes aceptaran su custodia hasta Ossiriand, aunque en su corazón sabía que para ellos los Hijos de Fëanor no eran más que un atajo de asesinos.

El joven Cirion le había impresionado, sus palabras rezumaban sabiduría y convencieron hasta a los más reticentes.

Exilio.

Viendo las idas y venidas de los Elfos del bosque, que jamás hacían trabajos durante la noche, viendo sus caras de desconcierto ante los equipajes, pensando qué llevar y qué dejar, Nelyafinwë recordaba aquella vergonzosa tarde en Tirion, cuando marchaba siguiendo a su padre hasta Fórmenos, y en los ojos de los curiosos Noldor brillaba el juicio y el deprecio.

Exilio.

También hubo otra tarde; oscura y siniestra. Precipitada, teñida de sangre. En ella solo llevaron las armas. Nada de lo que amaban fue rescatado, engullido todo por la negrura, por aquella oscuridad consistente, casi material, que Ungoliat había traído. Y aquel fue el peor de todos los días. No dejaban un bosque, ni unas cabañas de madera. Dejaban la luz y se hundían en una tiniebla a la que el sol y la luna fueron siempre pálidos consuelos.

- ¿Me habíais llamado?

La voz de Lothluin interrumpió sus pensamientos. Aquella muchacha era muy extraña, parecía haber visto más mundo que el resto de los silvanos, incluso hablaba quenya... Los cabellos cercenados casi salvajemente sorprendieron a Nelyo: eran simplemente impensables en una mujer noldorim...

- Si, Herinya (mi señora) -respondió cortésmente tendiéndole un hatillo- Quisiera darte algo.

- ¿Ropas?

- Sí -respondió el Elda- prefiero que uses estos vestidos.

Ella dudó. Pese a la amabilidad, sus palabras eran imperativas. Lothluin se sentía muy incomoda ante ese Elda imponente. No podía olvidar sus ordenes de carga en el ataque de Doriath... el metal Noldor hendiendo y rajando... el fuego de sus cabellos que parecía traer otro fuego, más material....le tenía miedo.

Miedo.

Lothluin se sentía ante él como si estuviera desnuda y odiaba aquella sensación, porque ella era la víctima, no al revés.

- No me las pondré -se sorprendió diciéndole-. No dejaré de ser jamás una silvana. No me voy a dejar cambiar el nombre por nadie... Vosotros...vosotros...¡Me habéis arrancado lo que yo más amaba!. Wilwarin es una niña y la habéis impresionado... le dais palabras amables y vestidos bonitos... yo parto con vosotros obligada.... pero mil veces preferiría enfrentarme a los orcos...

Sorprendida. De hablar así.Y también de la mirada de Maedrhos.

No era dura, como esperaba. No había en ella ni un asomo de violencia o de enfado por su reacción. Era como si casi contara con su reticencia y aquella espontaneidad le liberara de algún peso.

- No queremos cambiarte, ni arrebatarte nada. De hecho no sabría como expresarte mi agradecimiento por cuidar de Míriel todos estos años...

Su mirada.

- Y mi deseo y el de su padre es que sigas cuidando de ella, hasta Ossiriand al menos, y si tú así lo quieres, evidentemente. Míriel debe asumir quién es y ocupar su lugar, pero tampoco quiero que olvide su vida hasta ahora, ni que se aparte de ti. Por eso había pensado que la ayudaría verte vestida con ropas noldorim...

- Sí. Ya he visto que a ella la habéis disfrazado de princesa... -repuso Lothluin irónica.

El Elfo se mordió levemente el labio superior como si buscara palabras para explicar... y de nuevo la miró largamente. Lothluin tembló, pero no por miedo, sino reconociendo en él la majestad del rey que no llegó a ser. Su poder era tan grande que, aunque no deseara imponerse por la fuerza, parecía dejar en la nada otras posibles alternativas a sus deseos. Por un momento se estremeció al pensar en la facilidad con que el padre de aquel Elfo había arrastrado tras de sí a todo su pueblo.

- No es un disfraz. -siguió- La ropa define simplemente lo que es: una princesa de la casa de Finwë. Los hilos de azul36 y de plata del manto se entremezclan con los demás para indicar que también los príncipes forman parte de las gentes comunes, que nuestras vidas se entretejen con las vidas de nuestras gentes. Y los brocados de su sobrevesta hablan del amor del pueblo hacia ella. ¿Sabes? La pequeña tiene madera de reina... cuando Cano37 se la llevó a presentarla a los soldados llegó llorando, de emoción.... ¿sabes qué dijo?

- Que le apretaban las botas nuevas. -respondió Lothluin con ironía.

Maedrhos sonrió...

- Dijo: "Lloro por estos Elfos. Llevan años lejos de sus mujeres e hijos, de sus madres...solo por mí". ¿Entiendes? Se preocupó por mis Elfos... No se quejó por sí misma, no demostró su extrañeza... los vio a ellos, vio su sufrimiento, su sacrificio...y es solo una niña... tiene madera de reina.

Las palabras de Maedrhos la impresionaron en su sinceridad. En aquel momento se dio cuenta de que si él hubiera querido ahora mismo sería el Rey Supremo de su pueblo, y que seguramente sería un buen rey... Recordó los fastos de Thingol y los de Dior y como miraban a los doriathrin desde su dignidad, desde su altura... Maedrhos podía haber sido así, y, sin embargo era un Desposeído...no tenía ni un reino, ni una tierra, ni un hogar. Solo un puñado de hombres, y un juramento y una maldición...

- Pero... vos renunciasteis al trono... y Wilwarin no es que tenga madera de nada, es que es así -dijo Lothluin con una sonrisa de orgullo en sus labios

Maedrhos no esperaba una interpelación tan directa,

- No podía reinan sobre aquellos a los que condené a los hielos del Helcaraxë... ni podía arrastrar a mi pueblo detrás de un juramento...Pero, -dijo cambiando súbitamente el tono de su voz- No llames jamás a Míriel por ese nombre

- ¿Wilwarin? Así la he llamado durante años. - Se defendió la silvana- Así la llamó el atan (hombre) que le salvó la vida y ningún otro nombre le conocimos hasta ayer, así que, por mucho que digas, no vas a conseguir que le cambie el nombre.

Pero Lothluin calló de golpe.

El muñón de la mano derecha de Maedhros se alzó a la altura de sus ojos verdes y les mostró el dolor, la terrible marca de un sufrimiento físico inhumano, el terror de Thangorondrim, que ella no conocía más que como un eco de lejanas historias.

- De igual manera que rajaría en dos con la izquierda y sin pestañear a quien me llamara manco, así haré con quien llame Wilwarin a Míriel.

Lothluin no pudo decir nada más.

Impresionada, tomó las ropas que le ofrecía Maedrhos y desapareció hacia su casa cabizbaja y confusa.

*** *** ***

La noche fue larga y tensa, como las horas de dolor que preceden a un parto.

Ojos Silvanos miraban con pena las cosas que ya nunca volverían a ver y regaban con lágrimas todo lo que dejaban. Y por fin llegó el día, y con él la partida.

La tristeza era tan densa que se hubiese podido recoger a cucharadas.

Los caballos noldorim no bastaban para todos los silvanos así que algunos compartieron grupa y otros prefirieron caminar, como siempre habían hecho.

Las mujeres pasaron a formar parte del grupo de sanadoras, únicas Elfas que acompañaban a los Noldor. A cargo de ellas estaba Anarsel, siempre vigilante. Lothluin, ya con sus ropas noldorim puestas, cabalgaba a su lado. Por orden directa de Maedrhos iba a encargarse de Wilwa... de Míriel. Ahora la pequeña cabalgaba al lado de su nuevo padre, embutida en sus nuevas ropas de princesa, seria y pensativa. ¿Qué pasaría por su cabeza? Sus ojos jamás habían estado más inexpresivos.

Las notas de un arpa y la bellísima voz de Maglor pautaron la marcha. Y aunque no entendían sus palabras, la canción suscitaba la esperanza, y se filtraba por el espíritu de los exiliados como el agua del rocío.

Uniennatye tauresse

- Dime Lothluin, -preguntó una de las silvanas- qué dice este canto tan hermoso...

- No llores por el bosque....

a hehta holme koatinya

- .... olvida el olor de tu casa...

ilar i orni, ilar i nóri, ilar ehtele, ilar lothi

- ... ni los árboles, ni las firmes tierras, ni las fuentes, ni las flores...

antar alasse indotya.

- ... dan alegria a tu corazón...

Anar firuva, eleni hirala

- ... muere el sol, nacen las estrellas...

Úniennalle , ela palan, ar Elentari kaluva or elme

- ... no lloréis, mirad lejos, y Elentari brillará sobre vosotros...

Lothluin no imaginaba que aquel primer día de viaje pudiera ser tan largo, tan espeso. Ni para comer ni para dormir. No había pausas en la marcha de los Noldorim.

Durante toda la mañana siguieron el rumbo del Teiglin cuyas tranquilas aguas reflejaban las siluetas elegantes y orgullosas de los caballos noldorim. Orënorno y Tamurilion contemplaban extasiados el curso del agua y escuchaban su rumor sosegado. En los ojos de los niños brillaba el asombro. Jamás habían estado más lejos de su casa que ahora. De momento compensaba, más tarde añorarían su hogar.

Ya Anar estaba sentado en medio del cielo señalando la mitad del día cuando llegaron a los Cruces del Teiglin. Los silvanos estaban muy cansados, desmoronados por la tensión de la noche, marcados por las dudas sobre si habrían hecho bien en dejar sus casas, amedrentados por el salvaje ritmo de los Noldor... Aprovechando la leve pausa del vadeo, algunos Noldor cedieron sus caballos a sus hermanos. La experiencia de dejarlo todo no les era extraña y más que el juicio en sus altivas miradas brillaba la comprensión.

De nuevo Orënorno y Tamurilion, que habían sido confiados a Elenher, el astrólogo para que les enseñara algo de quenya y los instruyera en las antiguas tradiciones, se asombraron. Poco después de vadear el río entraron en la garganta profunda de Cabed-en-Aras.

- Allí -señaló Elenher a los niños- Glaurung fue muerto por Turin.

La mención del dragón emocionó a los pequeños, que contemplaron los Barrancos del Teiglin con la secreta esperanza de ver de nuevo al dragón y a Turambar en lucha a muerte.

- Ahora se llama Cabed Naeramarth, en memoria de Nienor, la Desdichada -apostilló.

- ¿Pero el dragón existió de verdad? -Preguntó Orënorno quien desde la tranquilidad de su vida de Silvano sólo veía los dragones como los tenebrosos habitantes de los cuentos alrededor del fuego y cuya mayor hazaña era no dejar dormir tranquilos a los niños Elfos que escuchaban sus historias.

Elenher sonrió.

- Pregunta , pequeño, pregunta a cualquiera de los Elfos que te acompañan y fueron sorprendidos por él en Lothland ...pregúntale a Maglor, pregúntame a mí mismo que viví el horror de su aleteo y el ardor del fuego de ese uruloke en la Dagor Bragollach, pregunta a los que se unieron a nosotros después de la caída de Nargothrond y ellos te dirán quien fue Glaurung, el Gusano de Morgoth...

Al atardecer la caravana vio cómo la turbulencia del Sirion empujaba con saña a las aguas mansas del Teiglin y bajaron hacia el sur. Al caer la noche se encontraron ante el puente de Doriath, que aún seguía en pie.

- Acamparemos aquí esta noche y por la mañana cruzaremos. -Ordenó Maedhros-, Nárendur, tu y los herreros comprobad en la noche la consistencia del puente. Los silvanos están exhaustos, las sanadoras que los atiendan. Si la Massánie lo estima oportuno que les dé coimas38. Los cazadores que traigan alimento, no levantéis tiendas, para pasar esta noche bastarán unas frazadas en el suelo...

Míriel seguía con atención las indicaciones que daba su tío. Maravillada, veía como cada cual cumplía con su trabajo diligentemente. Cirion jamás daba a nadie una orden directa, sugería, pedía por favor, invitaba... Nelyo hablaba de un modo diferente. Si le pidiera algo así a ella le diría que no. ¿Por qué los orgullosos Noldor le obedecían.?

Maglor vino hacia ella con su arpa.

- A tula, yendenya, nanduvarelve (Ven, hija mía, tocaremos el arpa)

Se le hacía difícil llamarle "Atto" (Papa) y a su vez le sonaba extraña su voz cálida llamándole a ella "yendenya" (hija mía).

Durante la mañana habían compartido grupa. Apenas habían hablado pero ella sentía el cuerpo protector de su padre cubriéndole la espalda y su aliento cálido en la nuca y las ganas de hacerla reír cuando espoleaba el caballo hasta ponerlo al galope o le instaba a encabritarse y la niña chillaba por el susto y él dejaba escapar una carcajada en un juego y Miriel gritaba entusiasmada "¡Ata! ¡Ata!". (¡Otra vez! ¡Otra vez!)

Ahora Maglor volvía a buscarla y fascinada por los acordes de su arpa le miraba largamente. Él le hablaba más con la música que con palabras. Eran como una pareja que quiere tomarse su tiempo para conocerse y confirmar entre miradas y sonrisas aquellos sentimientos frágiles que brotan en las tierras más profundas del corazón. Macalaurë recuperaba en aquella pequeña la audacia de Vanimeldë, su bien amada, y las facciones y gestos de Nerdanel, su madre, y algo en sus ojos, ya orgullosos, le hacía intuir que en ella ardía todavía viva aquella llama terrible que finalmente había abrasado a Fëanor, su padre.

*** *** ***

Lothluin agradeció poder quitarse las botas.

Recogidas entre sus manos las complicadas faldas noldorim que llevaba sumergió sus pies en las gélidas aguas que arrastraban el frío del norte y cortaban sus tobillos como dagas furiosas. Lothluin se estremeció. Al tiempo que el Sirion lamía sus pies la gula de los recuerdos reprimidos se desató mojando su mente y enfriándola de golpe, como si alguien le hubiera tirado a traición un cubo de agua: pocos años atrás en ese mismo cruce, había decidido no seguir hacia el sur con los doriathrim refugiados sino virar al este y buscar a su hermano en Brethil para decirle que vivía, para decirle que sus padres no. Luego pensaba partir, pero no sabía bien por qué no lo hizo. Tal vez le diera miedo hacer sola el camino, tal vez fuera la nostalgia de los ojos de Cirion, o tal vez que el Destino la quería allí para cuidar de Wilwa... de Míriel.

- Hermanita, no deberías enseñar las piernas... estos Noldor no han visto en años más nissi (mujeres, en el sentido de hembras) que a las recatadas sanadoras...

Lothluin salió del agua con una sonrisa y se sentó al lado de su hermano apoyando su cabeza en el hombro de Cirion. No se habían visto en todo el día.

- ¿Cómo te ha ido, hermanito?.

- ¿Adivina? He ido con los exploradores, con Herumor. Es un Elfo silencioso, pero formidable, se mueve por el bosque como cualquier Silvano: rápido, eficaz...Ah...¡Y he hablado con Maedrhos...! Me ha comentado la ruta que vamos a seguir...debe creerse que soy el jefe. -Cirion lanzó una carcajada- Os llama "tus gentes"... ja, ja, ja, ja... va a hacer que me sienta como un rey...

- Seguiremos el Aros...-aventuró Lothluin- hasta Estolad.

- No. Yo también lo creía, pero piensan ir más al Norte

- ¿Al Norte? ¿Están locos? ¿No decían que está infestado de orcos?

- Quieren ir a buscar a algunos Noldor que quedan dispersos en las antiguas tierras de Celegorm y Curufin

- Vaya, parece que vayan mendigando Elfos...

- Tal vez no estén en su mejor momento, si, pero te aseguro que no me gustaría encontrarme con ninguno de ellos como enemigo...

Lothluin tragó saliva "No, no te gustaría" susurró. El camino del norte atravesaba Doriath, y esas tierras tenían cosas peores aún que orcos o wargos . Tenían recuerdos . Pero Cirion estaba radiante. De hecho nunca lo había visto tan contento, con tantas ganas de hacer cosas. Ella conocía bien esa euforia: la había sentido en Menegroth.

- ¿Qué te pasa? -Le preguntó Cirion.

Lothluin suspiró profundamente mientras dos lagrimas involuntarias asomaron a sus ojos pardos..

- El camino del norte sigue el curso del Esglaudin... iremos a para a Menegroth.. Allí murieron nuestros padres, allí viven todas mis pesadillas. No creo que soporte acercarme a Doriath justo a cargo de aquellos que me arrebataron todo aquel mundo.

Cirion miró a su hermana. Su corazón había que ella siempre quiso partir de nuevo, refugiarse en Caras Sirion con los refugiados doriathrim...

- Si tu quieres, te acompañará hacia el sur, ahora es el momento, podemos seguir el curso del Sirion.

Lothluin extendió su vista a las aguas oscuras del río que parecían sonreír y susurrar "¿Te vienes?". Su cabeza era un revoltijo: la palabra asesinos, no se podía borrar de su memoria, ni la imagen de una Wilwarin cautiva en ropas noldorim y costumbres que no entendía ni le pertenecían. Ella misma, con aquellos vestidos que le estaban grandes, sus cabellos mal cortados y revueltos que no podían competir con la seda negra de las doncellas Noldor... ¿qué podía hacer al lado de su elegante seguridad, de la luz resplandeciente en sus miradas o de sus manos hábiles de largos dedos nacarados?. Se sentía torpe y fea a su lado. Aunque en modo alguno lo era.

En la lejanía Maglor tocaba con el arpa la cancioncilla que Wilw... que Miriel había inventado...

¿Man ná palan i orni? (¿Qué hay más allá de los árboles?)
¿Man ná palan laika mandello? (¿Qué hay mas alla de su verde prisión?)
Ná Endore quanta harmava úhira... (Está endor, llena de tesoros sin decubrir)
Olorinya vilane oar, (Mis sueños volaron más alla)
Si talinya hilyuva ara olori... (Ahora mis pies seguirán a mis sueños).

- No Cirion, -respondió tras una larga duda.- Tu estás ligado a nuestro pueblo. No sabemos qué nos aguarda en Ossiriand y ellos sonfian en ti. Seré fuerte. Tampoco creo que ellos tengan muchas ganas de pasar por Menengroth.

*** *** ***

Por dos dias y una noche, sin más descanso que el necesario para no reventar a los caballos, comiendo coimas y durmiendo al modo elfico, bordearon el serpenteante Esglaudin, permanentemente envuelto en brumas. Cirion seguía en sus tareas de explorador con Herumor. Maedhros a la vanguardia y Maglor cubriendo con sus elfos la retaguardia. Nárendur y Aracano protegian el centro en donde caminaban las Curadoras con las mujeres silvanas y Elenher con los niños. Lothluin y Anarsel no se separaban de Míriel. Una sensación de irealidad, fantasmal y algo opresiva se adueñó del ambiente. Caminaban en silencio. Los privilegiada visión élfica no bastaba para traspasar los espesos algodones de la niebla. Al tardecer del segundo día Maedrhos ordenó acampar.

Era preciso elaborar más coimas39. Nárendur y los herreros improvisaron un horno mientras las Yavannildi preparaban el grano en silencio. Anarsel invitó a Lothluin a ayudarles, también era doncella, a fin de cuentas, y la Massanie sabia bien lo que se hacía. Miriel debía observar el proceso.

Las doncellas se apresuraban en la labor: se repartieron la molienda y el amasado, estrechamente supervisadas por Anarsel.

Miriel se aburría.

Aprovechando la espesura de la niebla y la distracción del trabajo de las yavvanilde empezó a caminar en dirección a una pequeña figura que apenas se recortaba entre las brumas. Era Orënorno. Míriel, contenta, no lo pensó dos veces y corrió con el. Los Elda que encontró en su camino le abrieron paso algo extrañados y Orënorno sonrió al verla.

- ¡Wilwarin! ¡Qué vestido! ¡Estas preciosa!

Ella sonrió un poco avergonzada y le preguntó qué había hecho.

Orënorno le explicó sus aventuras con Elenher, luego decidieron jugar al escondite y fueron a buscar a Tamurilio. Tamurilion también les explicó sus nuevas aventuras. Solo habían estado un día separados pero la alegría de verse era mayor que cuando en la aldea, no se separaban. Ahora tenían cosas que decirse, aventuras.

"Juguemos al escondite" Propuso Wilwarin... "Vale, yo la paro. Uno...dos...tres...."

Y los tres niños, ligeros como plumas corrieron primero por los alrededores. Después de varios días de viajar sin descanso tenían ganas de jugar en el bosque, y en la inconsciencia del juego no se percataron que se adentraban demasiado en la espesura y así, entre carreras y juegos y risas se fueron alejando y la niebla los engulló en sus blancas cortinas.

- Mira, -dijo Tamurilion-, parece una ciudad ....

En efecto, a lo lejos se veían unas torres semiengullidas por la maleza.

- ¡Vamos a verla! ¡Parecen ruinas! -propuso Miriel, entusiasmada por la novedad.

- ¡No! -dijo Orënorno -puede haber cosas peligrosas...

- ¡Sí! -Bromeó Miriel- Terribles lagartijas y cientos de miles de ratones. ¡El último pierde! -Gritó echándose a correr.

Los niños la siguieron.

Tras cruzar el río por un destartalado puente, unas puertas mutiladas por los arietes les acogieron medio abiertas. Hacía tiempo que allí no vivía nadie. Tiempo atrás se debía haber librado una gran batalla. El camino descendía hasta unas cuevas excavadas en la roca. Míriel había oído cientos de veces la descripción de lo que ahora estaba viendo con sus propios ojos: el lugar donde la bella Lhutien había vivido, las cavernas subterráneas... Pisaba la ciudad de Thingol. Orënorno estaba asustado. Ante ellos había huesos secos despojados por el tiempo de sus carnes y por los saqueadores de cuanto de valor pudieran haber llevado... El pequeño asustado dijo:

- Hay que regresar... Nos estarán buscando...

- ¿Regresar? ¡Qué dices! Toda mi vida he querido estar aquí -dijo Miriel que empezaba a descender a las hermosas estancias de Melian...

- ¿A dónde vas?

- A la derecha esta la cámara del tesoro... allí estuvo el Silmaril alguna vez, quiero tocar sus paredes. -Dijo Miriel como en trance. A cada paso que daban Orënorno temblaba un poco más.

- ¿Para que? - Preguntó Tamurilion

- ¿Cómo que para que? -Dijo Miriel acelerando su paso.

A medida que bajaban formas caprichosas labradas en la roca viva los acogían, los techos se abovedaban y elevaban de un modo sorprendente. Pero apenas se veía y los pies tropezaban con huesos y algún cráneo rodó haciendo un espantoso ruido sobre la piedra que el eco de la gruta se encargó de multiplicar.

- Wilwarin...esto es siniestro... -dijo Tamurilion- yo no seguiría....

- Y yo me voy -añadió tembloroso Orënorno que dio media vuelta y echó a correr.

- Vamos, ven -dijo Miriel - ya debe estar cerca.

- No. Estás loca...yo no sigo... no se ve nada....

- Está oscuro, si, pero se ve...venga...por aquí debe estar el salón del trono, no ves que el pasillo se ensancha? Y detrás estará la cámara del tesoro....

- Pero Wilwarin...allí ya no hay nada...no ves que todo está saqueado, destrozado... ¿que buscas? -Tamurilion jamás había visto asi a su compañera. Empezaba a estar muy inquieto.

- Ya te lo he dicho, el sitio donde estuvo el Silmaril...el Nauglamir....-murmuró la niña

Finalmente llegaron al salón del trono de Thingol. Por una gran cúpula unas linternas permitían el paso de la luz de las estrellas que se filtraba siniestramente pálida. Allí parecía haberse librado una batalla cruenta. Hasta los inexpresivos cráneos pelados parecían reflejar un gran horror. Tamurilion estaba traspuesto.

- ¿Quién pudo haber hecho algo así? -Preguntó en medio de su espanto.

- Pareces bobo, Tamurilion... -Dijo Miriel con un aplomo y una frialdad cada vez mayores- esto es Menegroth y lo que ves la lucha por el Silmaril...si no hubieran saqueado este lugar podría identificarte los cadáveres... ese de ahí debió ser Dior

- ¿Por qué lo sabes? - Preguntó el chico cada vez más asombrado

- No lo sé, pero es el más cercano al trono.

Tamurilion estaba asustado, no sabría decir si más por la escena de destrucción y muerte que presenciaba o por el brillo frío de los ojos de Wilwarin, que parecían querer anotar cada detalle de aquel paisaje escabroso...

Un ruido de pasos los sobresaltó.

- ¿Tienes armas? -Preguntó la pequeña

- No

- Coge un hueso -le ordenó ella echado mano de un fémur

- ¿Qué dices? -Balbuceó él claramente asustado

- ¿Te vas a dejar matar como un conejo?

Wilwarin aferró el fémur y se ocultó en las sombras de la puerta. Tamurilion, incapaz de moverse, se quedó allí en medio, esperando ¿Qué?

*** *** ***

Los niños no estaban. Nárendur recordaba haberlos visto juguetear con la Aranel al lado suyo. Lothluin, Anarsel y las doncellas aseguraban que Miriel estaba observando cómo se hacían las lembas... la niebla era cada vez más impenetrable a medida que la noche la apoyaba con sus sombras. Maedrhos y Maglor tenían en el rostro pintada una viva preocupación y un vivo enfado. ¡No se podía dejar a los niños solos en aquellos tiempos!

- Yo iré a buscarlos -Dijo Lothluin

- No -le prohibió Maglor- No necesitamos más gente perdida

- Yo conozco esta zona, yo he vivido en Menegroth...-dijo Lothluin con decisión.

- ¡Herunya! -Se oyó a Cirion, Herumor ha encontrado a Orënorno... dice que están en Menegroth, en las ruinas. Ya ha salido ya para allá

- ¡Insensatos! -dijo Maglor arrancando a correr con una expresión descompuesta por la rabia.

Lothluin le siguió, también con el pánico en la cara, zafándose del brazo de Maedrhos que intentaba retenerla.

La oscuridad era total. Hería los ojos de tan intensa. Algunas ramas le golpeaban la cara, como si también quisieran evitar que regresara a la cuna de sus horrores. Con sorpresa llegó a las puertas de la ciudad cuya madera destartalada ya era un lamento de hechos que jamás debieron suceder.

Un Elfo robusto habló con Maglor indicándole la cámara del trono. No era posible que fuera para allí. Se conocía de memoria Menegroth de memoria, había escuchado cientos de veces sus descripciones...pero...¿qué muestra de horrores podría encontrar allí dentro?

Lothluin empezó a correr con la idea fija de detener al Wilwarin...

Pero un Elfo le cortó la carrera, Traía de la mano a Tamurilion que temblaba.

- Déjala -dijo con su voz autoritaria, dura.- Su padre debe hablar con ella a solas.

Lothluin alzó la vista y se encontró con sus ojos fríos, hirientes como el mithril. Un grito ahogado luchó contra sus cuerdas vocales:

- ¡ASESINO! ¡ERES TU! ¡ASESINO!

Y sus puños, diminutos como chinitas, se hundieron en la armadura de cuero de Herumor, que miraba asombrado a aquella Elfa. ¿Asesino? ¿Él? ¿Por qué?

La Elfa, realmente conmocionada, se desplomó entre sus brazos.

*** *** ***

Un golpe seco dio de lleno en el rostro de Herumor, que con la vista fija en Tamurilion no esperaba el golpe. El fémur se partió en dos en su nariz y su labio, que empezó a sangrar. Instintivamente el noldo se llevó las manos a la cara cuando una mano infantil intentó desenvainar su espada. Herumor reaccionó a tiempo : su oponente parecía no saber que una espada pudiera pesar tanto o ser tan larga.

- ¡Aranel! -dijo Herumor- un buen golpe... si vuestro tío me da permiso yo mismo os enseñaré como mejorar el método del robo de espadas....Tamurilion, tu ven conmigo, Canafinwë desea hablar a solas con la princesa.

*** *** ***

- ¿Estás enfadado conmigo? -preguntó la niña

Macalaurë se agachó hasta estar a su altura y la tomó por los hombros.

- Estoy preocupado por ti... ¿por qué has venido aquí?

Los ojos de la niña brillaban a preguntas.

- Querría ver el sitio donde había estado el Silmaril. -Contestó

- Ya....-alegó Macalaurë con un suspiro de desesperación- y has descubierto otra cosa ¿no?

Miriel calló. Lo que veía no le sorprendía, ni le horrorizaba, solo testimoniaba lo que ya sabía. Macalaurë habló a su hija:

- De alguna manera me alegro de que veas esto. Conozco el peso que soporta tu corazón. Conozco la inquietud que hay en tus ojos. -Cano miró a su alrededor- Ojalá pudiera decirte que todo son mentiras y falacias... pero no... Ese fémur roto ahora era de Moriofinwë40, tu tío, de cabellos pelirrojos como los tuyos...aquel cadáver de junto al trono es Dior, ya no tan bello... si no hubiesen saqueado este lugar su espada estaría en el pecho de eses esqueleto, otro de tus tíos, mi querido Atarikä41, Curufinwë, y aquella cabeza perteneció a otro de tus tíos, Celegorm le llaman los Sindar, Turcafinwë, que cabalgó con Oromë por los bosques de Valinor...y.... a ver...-Maglor trató de reconocer a otro de los esqueletos... ese es el cadaver de la Dama Nimloth -Maglor calló un momento, tomó aire y continuó- No sé si algun dia conseguirás perdonarme, no se si me odiarás... pero hagas lo que hagas...al menos lo que sientas por mí estará edificado sobre esta triste realidad. Este elfo triste y fratricida es tu padre.

Los ojos de los dos se encontraron y Macalaurë continuó.

- No puedo presumir de todo esto... me avergüenzo y me arrepiento de ello y quisiera decirte que no se volverá a repetir... que mis manos no empuñarán más las armas contra otro Elfo...pero no te voy a engañar... tal vez vuelva a suceder...

El aire estaba enrarecido, los cristales de la linterna de la bóveda dejaban pasar la luz de las estrellas y estas hacían visibles grandes partículas de polvo acumulado que se metían con furia en los pulmones.

- ¿Amme te dejo por esto? -susurró Miriel. En su vida había hecho a nadie una pregunta más seria.

- Antes de esto, sí. Imaginaba que pasaría. Yo no podía retenerla a mi lado... no sé si ella sabía o no que tu estabas en su vientre...quizá solo lo intuía...yo lo ignoraba....

Míriel suspiro mirando a Macalaurë , sus grandes manos habían tomado las de la niña, y eran cálidas y protectoras. Muy triste le dijo.

- Pero aunque lo hubieras sabido no habrías cambiado tu decisión.

Maglor luchó contra su emoción, contra su miedo...

- Una tarde, coirenya (vida mía) - le explicó a su hija- frente al cadáver de mi abuelo, Finwë, saqué la espada y pronuncié palabras terribles, palabras que me convirtieron en un esclavo, que me alejaron de tu madre, de ti, y que, tal vez un día nos separen de nuevo:. Nai kotumo ar nilmo, kalima Va la thauza ar poika, Moringothonna, Elda ar Maiya ar Apanóna, Endóresse Atan sin únóna, ilar thanye, ilar melme, ilar malkazon samme,osta ilar harwe, lau Ambar tana,só-thauruvá Feanárollo, ar Feanáró nossello, iman askalyá ar charyá, ar mi kambe mapá, herá hirala ar haiya hatá Silmarille. Sí vandalme ilyai: unqualé son antévalme mennai Aure-mettá, qualmé tenn´ Ambar-mettá! Quettalman lasta, Eru Ilúvatar! Oiyámórenna mé-quetamartya íre queluvá tyardalma. Ainorontesse tirtasse lasta ar ilma-vandá enyalaz, Varda Manwe! 42

Miriel no sabía qué pensar. De pronto todo aquel espeluznante festín de mutilación y muerte dejaba el horror para entrar en la misericordia. Su mente parecía vaciarse de emociones, como si estudiara las cosas desde fuera, como si todo aquello solo fuera la teoría de un libro. Y sin embargo aquella masacre había marcado su vida y formaría ya parte de su historia. Aquel Elfo, arrodillado ante ella era su padre y el nombre de Fëanor planearía por todas las edades sobre ella ciñendo su cabeza como una diadema.

- Atto... ¿Y que pasará cuando lo encuentres? -Le preguntó por fin. Era la primera vez que Míriel le llamaba "papá"

- ¿Qué dices? -preguntó Maglor sorprendido

- Cuándo encuentres el Silmaril ¿Qué pasará? ¿Serás libre? ¿Qué harás si un día lo tienes en tus manos?

Maglor miró a su hija sorprendido.

Años más tarde, la voz infantil de Miriel aún resonaba en su cabeza.

Y el mar tenía los ojos tan grises como ella.



34 De los exiliados.

35 Nombre familiar de Maedhros, viene de Nelyafinwë (Tercer Finwë)

36 El azul era una tintura muy dificil de conseguir por lo que su uso no era común, Se reservaba a personajes muy destacados.

37 Cano es el nombre familiar de Maglor,

38 Es el nombre quenya de las lembas. La massçanie es la Dama más noble, la Reina si es posible. Es la encargada de hacer las coimas y de repartirlas.

39 Bueno, notita sobre las lembas o coimas.
"Los Eldar dicen que recibieron este alimento de los Valar, al principio de los días del Gran Viaje. Porque estaba hecho de un cereal que Yavanna creó en los campos de Aman, y les envió un poco por medio de Oromë para socorrerlos en la larga marcha."

"Sólo los Eldar sabían cómo preparar este alimento. Se hacía para reconfortar a los que tenían que emprender un largo viaje por las tierras salvajes, o a los heridos cuya vida corría peligro. Los Eldar no se lo daban a los Hombres, salvo sólo a unos pocos a quienes amaban, en caso de gran necesidad.*

* El motivo no era la codicia o los celos, aunque en ningún momento hubo una gran cantidad de este alimento en la Tierra Media, sino que a los Eldar se les había encomendado conservar este don para sí y no ponerlo en común con los habitantes de las tierra mortales. Porque se dice que, si los mortales comen de este pan con frecuencia, se cansan de la mortalidad, desean vivir entre los Elfos y anhelan los campos de Aman, adonde no pueden ir."
(Los pueblos de la Tierra Media, "De las lembas")

40 Caranthir

41 Curufin

42 El Juramento de Fëanor
Sea amigo o enemigo, ominoso o luminoso,
engendro de Morgoth o brillante Vala,
Elda o Maia, o Después Nacido,
Hombre aún por nacer en la Tierra Media,
ni ley, ni amor, ni alianza de espadas,
temor ni peligro, ni el destino mismo,
lo defenderán de Fëanor, y de la prole de Fëanor,
a quien ocultase o atesorase, o en su mano tomase,
encontrando vigilado o lejos arrojado
un Silmaril. Esto juramos todos:
muerte le daremos antes que acabe el día,
maldito hasta el fin del mundo! ¡Oíd nuestra palabra
Eru Ilúvatar! Con la sempiterna
Oscuridad seamos malditos si el juramento rompemos.
Sobre la montaña sagrada oídlo como testigos
y nuestra promesa recordad, Manwe y Varda!



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