La flor de fuego

12 de Agosto de 2004, a las 00:00 - elf-moon
Relatos Tolkien - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

CAPÍTULO 10. FORLINDON

Año 2200 de la Tercera Edad

Isengrim se decía así mismo que jamás un hobbit había llegado tan lejos… o al menos, no conocía de ninguno que lo hubiera hecho y se hubiera alejado tanto de la Comarca como él y por tanto tiempo. A sus ojos, todo lo que lo rodeaba resultaba fascinante y las historias que su compañera le contaba resultaban excitantes, a veces tristes, a veces alegres, a veces terroríficas. Eran historias de los elfos de días antiguos, de sus gestas, de sus luchas, alegrías y pesares, de la llegada de los hombres a la Tierra Media y como habían conocido a los elfos. Naurloth se las explicaba con paciencia infinita, porque a cada momento, él la interrumpía y preguntaba mil cosas. Había conocido las historias de cómo se creó el mundo, de cómo los Valar habían embellecido Arda y como Melkor la había corrompido. Había aprendido como surgieron los elfos y como habían viajado hacia occidente diferenciándose unos de otros, y aunque aún le costaba decir los nombres de cada grupo, ahora sabía lo que era un elfo sindar –palabra que aún de vez en cuando no acababa de pronunciar bien- y que era un elfo noldo. Se entusiasmaba cuando Naurloth le explicaba las luchas entre orcos y elfos y la valentía de los hombres. Se embelesaba cuando oía cantar a la elfa, aún cuando a veces lo hacía en la lengua de los elfos que no entendía y a veces le pedía que repitiera alguna balada pese a no comprender nada. Nunca pensó en ver las Colinas de la Torre tan cercanas y menos pasearse por alguna de sus cotas más baja, emprender dirección norte y recorrer caminos que parecían olvidados y sendas desdibujadas por los bosques. Aunque no habían vuelto a cruzarse con ningún elfo más, el hobbit tenía la impresión a cada instante que daba, que se encontraría alguno más por algún recodo del camino.
Atrás había quedado el río Lune, del que Naurloth le había explicado que desembocaba en el golfo del mismo nombre, en los Puertos Grises, el lugar desde el que los elfos partían hacia occidente, y habían encaminado sus pasos hacia el norte, evitado acercarse a ellos y luego, habían vuelto a bajar hacia el sur, pasando por las faldas de las Ered Luin, alejándose de la costa.
En un recodo del camino, tras un largo ascenso por una estribación de las Ered Luin, Naurloth detuvo su corcel y el hobbit pudo contemplar el paisaje que se extendía ante sus ojos.
-Mira Isengrim, el Golfo de Lune y aquellos puntos lejanos que ves al sur, las Ered Luin en el otro lado. ¿Recuerdas que te dije que las montañas se partieron hace mucho tiempo?
-Sí, me acuerdo. ¿Qué es esa línea grisácea tan grande? –señaló mucho más hacia el oeste.
-El mar –respondió Naurloth.
-¿El mar? ¡Nunca pensé que fuera tan grande!.
Semejante comentario arrancó una carcajada de la elfa. El hobbit la miró de reojo entre avergonzado y molesto.
-Lo siento...
-No me río de ti, joven Tuk... me gusta tu comentario. Sí, el mar es muy grande, más de lo que vemos tú y yo a simple vista –acabó sonriendo a la par que su mirada se perdía en aquella franja grisácea lejana.
Isengrim la miró fijamente.
-Una vez oí que los elfos no pueden mirar al mar.
Naurloth arqueó una ceja.
-¿Qué no podemos mirarlo? Yo por ahora, lo estoy mirando. Lo que ocurre es que nos produce nostalgia. Pero podemos mirarlo, Isengrim. ¿Pueden los hobbits mirarlo?
-¿Eh? ¿Cómo? –respondió confuso. Y miró hacia delante, hacia la franja grisácea -. Yo diría que sí.
Naurloth pasó su mano por su cabeza y revolvió su cabello.
-Pues si un hobbit puede hacerlo, una elfa también –añadió ella riendo.
Isengrim empezó a reír al oírla.
-¿Y ves aquel punto plateado hacia el este?
El hobbit asintió con la cabeza.
-Sí, lo veo.
-Eso es Mithlond, o lo que es lo mismo, los Puertos Grises. Cuando el mar invadió estas tierras y se resquebrajó, la orilla norte del Golfo de Lune se llamó Forlindon y la orilla sur Harlindon. Aunque no las ves desde aquí, en la costa, más al oeste, está Forlond, una ciudad elfa y en el otro lado del Golfo, Harlond.
-¿Iremos a verlas?
-No, Isengrim. Bordearemos las Ered Luin y luego nos dirigiremos al norte.
-Vaya.
El tono de decepción del hobbit no pasó desapercibido para Naurloth.
-¿Quieres ir a los Puertos Grises?
-Pues… me gustaría ver como es una ciudad elfa.
-Bueno… los Puertos son… especiales, diría yo.
-¿Has estado en ellos?
-Sí, hace muchos años.
-¿Y no te gustaría volver?
La elfa no contestó. Isengrim se volvió para verla. Ella lo miró con sus ojos de acero serios aunque una sonrisa surcaba su rostro.
-Algún día, tal vez.
Naurloth azuzó al corcel y este empezó el descenso por el camino.
        
-Son unas montañas muy grandes. ¿Y dices que lo eran más antes?
-Sí, hace mucho tiempo, las Ered Luin eran mucho más grandes, cuando Beleriand aún no se había hundido en el mar.
-Pues debían ser enormes. ¿Y viven elfos en ellas?
-Sí y no, Isengrim. Los elfos de esta tierra van y vienen a su antojo. Aunque tienen unos habitantes digamos, más permanentes. En ellas viven enanos.
-¿Y los veremos?
-Si los elfos podemos resultar esquivos, los enanos aún más, Isengrim. Lo dudo.
-Lástima. Los he visto alguna vez atravesando la Comarca, pero nunca he hablado con uno de ellos. ¿Tú has conocido algún enano?
Naurloth, que estaba a punto de beber de su cantimplora, se detuvo pensativa. El hobbit, sentado a su lado, mientras descansaban al lado del desdibujado camino, la miró atento.
-¿Naurloth? –llamó insistente.
-Sí, he conocido alguno… pero no me acordaba…
Sintió un escalofrío en su cuerpo. La pregunta del hobbit había provocado una oleada de recuerdos olvidados que estaban volviendo a ella.
-Una vez… hace mucho… mucho tiempo. Yo era muy pequeña. Y conocí a unos enanos. No lo recordaba. Qué extraño… muy extraño.
-¿No lo recordabas?
-No… pero no era consciente de ello.
-Yo creía que los enanos y los elfos no se llevaban bien. Tus historias me decían eso.
-No todos los elfos han estado siempre peleados con los enanos, Isengrim. Muchos noldor veían a los enanos como compañeros. Porque los noldor y los enanos comparten el amor por trabajar los metales y crear cosas bellas.
-¿Cómo tu medallón?
La elfa dejó la cantimplora en el suelo y se quitó el medallón. Lo contempló un instante.
-Sí, como mi medallón. Tiene mucha historia, Isengrim, pues no fue creado ni en la Tierra Media ni en Beleriand.
-¿No? ¿Y dónde se creó?
-En Valinor, Isengrim. Se creó en Valinor, cuando los elfos vivían tiempos felices.
-¿Quién lo creó?
Lo miró escrutadora. No dejaba de sorprenderla la inocencia del hobbit y su curiosidad. Sonrió y mostró el medallón a la luz del sol al hobbit, para que lo viera bien.
-¿Ves esta marca, aquí abajo? Pues esa marca indica quien lo creó. Lo hizo Fëanor para su esposa Nerdanel ¿Te acuerdas de Fëanor, Isengrim?
-Sí, fue el elfo que creó los silm… silna… solma…
-Silmarils.
-Eso mismo. El elfo que creo los sil-ma-rils… y que se enfadó porque se los robó… Mar… Mer… quien sea.
-Morgoth.
-Lo que yo decía… y que por él los noldor volvieron a  al Tierra Media… y dijiste que hubo una matanza de Toler… Talor… Telir…
-Teleri.
-Eso… y lo maldijeron, a él y a los que le siguieron. Y tenía siete hijos que juraron con él. Era un poco malo, ¿verdad?
-Malo… no soy yo la más indicada para decírtelo, Isengrim. Hasta cierto punto, Fëanor tenía su razón para tomar las decisiones que tomó y hasta cierto punto, no la tenía. Pero mucho de lo que decidió lo hizo sin pensar. Y eso comportó mucho dolor a los elfos, tanto en Valinor como en la Tierra Media. Pero otros te dirán que si no hubiera tomado la decisión de ir en busca de los Silmarils, la Tierra Media hubiera continuado esclavizada bajo el poder de Morgoth. La respuesta es ambigua, Isengrim, más cuando soy yo quien la da.
-Oh… no lo había pensado.
-Muchos piensan como tú, incluso entre mi gente. Yo no puedo permitirme ese pensamiento –dijo mientras acariciaba el medallón -. ¿Ves los dibujos? Son el Telperion y el Laurelin entrelazados y estas tres estrellas son los tres silmarils. ¿Ves todas estas letras? Son Tengmar y lo que dicen es que la luz de los dos árboles sagrados fue atrapada en tres joyas sin igual.
-¿Y cómo llegó a tus manos?
-Cuando Fëanor se lanzó en pos de Morgorth y los silmarils, su esposa se negó a seguirlo y decidió quedarse en Valinor. Uno de los hijos de Fëanor dudó en seguir a su padre o quedarse. Finalmente decidió irse, pero Nerdanel, en el último momento, le entregó el medallón diciéndole que aún lejos de ella, no la olvidara.
Mientras hablaba, dio la vuelta al medallón, mostrando su reverso.
-Este es el símbolo de la Casa de Fëanor, Isengrim. El segundo de los hijos de Fëanor y Nerdanel, que se llamaba Maglor, lo llevó siempre en su pecho. Si el medallón pudiera hablar, nos explicaría muchas cosas, Isengrim, muchas más de las que se explican en los libros de historias de mi gente.
-No sería una historia agradable, me temo.
-Muchas partes de esa historia, no lo son.
-¿Y qué pasó luego?
-Maglor mantuvo el medallón consigo hasta que tuvo un hijo. Su nombre era Harmalaurë, y decidió dárselo a su hijo para que recordara quién era y lo que implicaba ser de la Casa de Fëanor.
El hobbit escuchaba embobado sus palabras. Al notar su silencio, la curiosidad lo acució de nuevo.
-¿Y quién te lo dio?
Naurloth no respondió inmediatamente. Sus ojos escrutaban el medallón.
-Los elfos tenemos más de un nombre, Isengrim. Muchas veces, nuestros padres nos ponen uno, incluso puede llegar a pasar que tu padre te ponga uno y tu madre otro más adelante. Y luego con el tiempo, se nos puede llegar a otorgar otro, lo que vosotros llamaríais un sobrenombre que muchas veces, es como te llamaran la mayoría de aquellos que te conozcan. Mi padre me dio un nombre y mi madre me dio otro, sin ir más lejos, y es con el nombre que me dio mi madre, Naurloth, como me llaman aquellos a los que conozco. Harmalaurë era el nombre que Maglor dio a su hijo en quenya, la lengua antigua de los elfos, que significa Tesoro de Oro. Y su madre lo llamaba Mîrmalthen, el mismo nombre en sindarin. Pero con el tiempo, adquirió un sobrenombre, aquellos que lo conocieron lo llamaban Glînmallen, Resplandor Dorado. Era mi padre.
Isengrim tardó en reaccionar. Su rostro fue adquiriendo mil y una muecas hasta que de repente, abrió los ojos como platos y dio un resoplido.
-Entonces… ¿Tú eres biznieta de Fëanor?
-Sí.
-¿Y eso es malo?
La elfa lo miró; esta vez la sorprendida fue ella.
-Pues… creo que no.
El hobbit se levantó.
-Debe ser extraño que toda tu gente sepa de la historia de tu familia. Pero por otro lado, debe tener sus ventajas, porque debes tener clarísimo tu árbol genealógico, porque a cualquiera que le preguntes, te lo responderá, no como los hobbits que te encuentras a alguien y es primo tercero por parte de padre tuyo y primo segundo por parte de madre tuyo y sobrino por parte de hermana y primo por parte de suegra y…
Naurloth empezó a reír. La miró extrañado.
-¿He dicho algo raro?
Ella se levantó, se inclinó ante el hobbit y le besó en la frente.
-Eres maravilloso, Isengrim.
Y se alejó hacia el caballo. Tras unos momentos de estupefacción, el hobbit echó a correr tras ella, dispuesto a seguirla.

El día empezaba a declinar. Isengrim, que seguía dando zancadas a su compañera y su caballo, empezaba a parecerle que el bosque y las montañas de Forlindon no se acababan nunca mientras viajaban hacia el norte. Habría jurado que alguna vez, por entre la espesura, sombras fugaces los habían acompañado algunos días, pero la elfa, si las había visto, las había ignorado. Y empezaba a estar cansado aquel día, que el terreno se había vuelto más abrupto en algunos trechos y hambriento, sobre todo hambriento. Se hubiera comido un jabalí entero guisado con ricas setas, su salsa y sus verduras si hubiera podido. Y estaba a punto de sugerir una merienda campestre cuando Naurloth frenó en seco y a punto estuvo de estamparse contra los cuartos traseros de su caballo. Lo rodeó un poco contrariado y al llegar junto a ella, vio que miraba fijamente hacia delante. El hobbit la imitó. Aunque le costó, reconoció los restos, aquí y allí, de muros derruidos que el bosque había casi ocultado. Contemplaron aquel lugar en silencio. Isengrim de nuevo volvió la mirada hacia su compañera. Su rostro se había ensombrecido, incluso el hobbit hubiera jurado que había perdido color. Naurloth  anduvo unos pasos y se detuvo. El bosque había tomado las ruinas. Apenas se podían ver los restos de los muros de las casas que una vez, se habían levantado en aquel lugar.
-Nada queda. Y todo se perdió.
Isengrim sintió un escalofrío al oírla.
-¿Dónde estamos, Naurloth?
Tardó en contestar.
-En el lugar en el que nací.
Su voz sonó sombría. El hobbit se arrebujó en su capa. Notó el dolor que translucía en ella.
-Ha pasado mucho tiempo, tanto que el bosque lo ha reclamado para sí. Ningún elfo volverá a vivir en él. Porque la tierra se manchó con la sangre de los eldar y aún llora por ello. Aún recuerda a aquellos que una vez cantaron y vivieron en su regazo, a la sombra de las Montañas Azules.
-Lo siento –susurró casi sin voz el hobbit.
Naurloth no contestó. Se internó por el bosque. Isengrim decidió no seguirla y esperar junto al caballo.
Aún con el tiempo que había pasado y con el bosque invadiendo las ruinas, podía reconocer y recordar como era su hogar. Y podía recordar perfectamente quienes vivían en cada una de las casas.
Silenciosa, mientras se internaba en el bosque, dejó que las lágrimas cayeran una a una por su rostro.

Isengrim estaba acurrucado al lado de la pequeña hoguera que había conseguido encender. Estaba cayendo la noche e increíblemente, el hobbit había perdido su proverbial apetito desde el momento en el que su compañera había desaparecido en el bosque. Incluso le parecía que el ambiente se había enfriado considerablemente y no conseguía entrar en calor pese a estar prácticamente sobre las llamas de la hoguera. Deseaba que Naurloth volviera, aunque sólo fuera para asegurarse de que estaba bien y a la vez, sentirse protegido. Lejanamente, de vez en cuando, oía un aullido y cada vez que lo oía, se encogía más y más. 
-Por favor, por favor, que vuelva pronto –murmuraba echando más leña a la hoguera.
Y un nuevo aullido rasgó la noche, lo que provocó que incluso se calara la capucha, como si aquello alejara el temor.
De repente, algo cayó sobre él. El conocido tacto de la manta que llevaba Naurloth en su silla fue lo único que impidió que saliera corriendo y casi inmediatamente, la voz de la elfa por detrás de él.
-¿Tienes frío?
El hobbit se volvió y se alegró profundamente al verla junto al caballo, pese a no ver su rostro.
-Ahora ya no.
Naurloth buscó entre sus alforjas.
-¿No tienes hambre?
-Pues… no.
-Mañana cazaré algo –dijo mientras se sentaba en el otro lado de la hoguera.
Isengrim la miró temeroso. Pero no podía ver su rostro oculto en las sombras de su capucha.
-¿Y tú?
-No tengo hambre. No te preocupes por mí.
-Tu viaje… ¿era para venir a este lugar?
-Sí –la voz de la elfa sonó cavernosa.
-¿Y has encontrado lo que buscabas?
-No buscaba nada, Isengrim. Ni siquiera respuestas. Ahora me he dado cuenta. Porque venir a este lugar no me las daría y en el fondo, aunque no lo aceptaba, lo sabía. Las respuestas que me puede dar este lugar las llevo conmigo. Las respuestas a las preguntas que me hacía sobre mi misma... pocas preguntas quedan ya y sé que por mi misma no las podré responder.
-¿Entonces? –dejó en suspenso el hobbit.
Naurloth respiró profundamente antes de contestar.
-Quería recordar.
Cerró los ojos.
-¿Qué pasó?
Abrió los ojos.
-Aquí mi mundo se hizo trizas. Tu tierra, la Comarca, tiene suerte. Tan apacible y tan hermosa. Pero mi casa estaba aquí, Isengrim, en las faldas de las Ered Luin. Yo apenas tenía quince años, para los elfos una minucia. Mis días eran hermosos, alegres y felices. Todo lo que me rodeaba era perfecto. Pero un buen día, mi mundo se destruyó. Los orcos atacaron mi hogar.
Un escalofrío recorrió a Isengrim, que se envolvió aún más en su capa.
-Orcos… no quiero ni pensarlo.
La mirada de la elfa estaba perdida más allá de las llamas, en sus recuerdos. Isengrim se dio cuenta que no lo escuchaba. Estaba reviviendo su tragedia en su memoria.
-Lo perdí todo… a mi madre, a mi padre, a los que me amaban…
-Lo... lo siento.
Levantó la mirada entonces.
-Yo perdí la inocencia aquí, Isengrim. Sólo espero que nunca tú gente la pierda.
-¿Y qué harás mañana?
-Volver a casa. Anda, duerme, lo necesitas.
El hobbit no se atrevió a contradecirla, su hizo un ovillo y se tumbó, sin hambre, con un pesar extraño e intenso en su estómago.
-Cierra los ojos, Isengrim, y piensa en la Comarca, en sus verdes prados, en sus suaves colinas, sus bosques sin peligro.
-Pensar en la Comarca me produce nostalgia en estos momentos –susurró.
-Yo pensaré en mi casa, en Rivendel, el Bruinen deslizándose por las cascadas, las montañas abrazándola, el bosque envolviéndola. Mis amigos me esperan porque quieren que les cante. Y yo me negaré, protestaré diciendo que no quiero cantar únicamente para que insistan y al final, haga lo que ellos desean. Y todos dirán que Naurloth es orgullosa como los noldor y que es fría como el hielo.
-Tú no eres fría. Sólo hay que conocerte, Naurloth –murmuró Isengrim.
-Y tú correrás por los campos de trigo de la Comarca, cruzando caminos en busca de un huerto donde alguna fruta esté ya madura. Y te sentarás a la sombra de esos hermosos árboles y el sueño te invadirá cuando...
La elfa dejó de hablar cuando se dio cuenta que el hobbit se había dormido. Se levantó y lo arropó con su capa:
-Lissi olóri24, Isengrim
 Y miró al cielo. Se alejó unos pasos y se sentó junto a los restos de un muro. Y uno a uno, todos los recuerdos de Forlindon y de sus primeros años de vida pasaron por su mente. Y cuando el primer rayo de la mañana iluminó el cielo, cuando aún el sol no había aparecido pero ya se vislumbraba su luz, la elfa se levantó del muro, contempló una última vez las ruinas y sin más testigos que el bosque, sus palabras se las llevó el susurro del viento.
-Enomentuvalmë25.


24 Lissi olóri: Dulces sueños ( Quenya )

25 Enomentuvalmë: Nos volveremos a ver. (Quenya )



1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13

  
 

subir

Películas y Fan Film
Tolkien y su obra
Fenómenos: trabajos de los fans
 Noticias
 Multimedia
 Fenopaedia
 Reportajes
 Taller de Fans
 Relatos
 Música
 Humor
Rol, Juegos, Videojuegos, Cartas, etc.
Otras obras de Fantasía y Ciencia-Ficción

Ayuda a mantener esta web




Nombre: 
Clave: 


Entrar en el Mapa de la Tierra Media con Google Maps

Mapa de la Tierra Media con Google Maps
Colaboramos con: Doce Moradas, Ted Nasmith, John Howe.
Miembro de TheOneRing.net Community - RSS Feed Add to Google
Qui�nes somos/Notas legalesCont�ctanosEnl�zanos
Elfenomeno.com
Noticias Tolkien - El Señor de los AnillosReportajes, ensayos y relatos sobre la obra de TolkienFenopaedia: La Enciclopedia Tolkien Online de Elfenomeno.comFotogramas, ilustraciones, maquetas y todos los trabajos relacionados con Tolkien, El Silmarillion, El Señor de los Anillos, etc.Tienda Amazon - Elfenomeno.com name=Foro Tolkien - El Señor de los Anillos