La flor de fuego

12 de Agosto de 2004, a las 00:00 - elf-moon
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CAPITULO  3. CANTOS 

Año 2124 de la Tercera Edad

 Celebrían tamborileó sus dedos largos y finos sobre la pulida superficie de madera de la mesa. Elrond arqueó una ceja al oírla y la miró de reojo. Su esposa lo miraba fijamente. El Señor de Rivendel dejó la pluma sobre la mesa y se dispuso a escucharla.
 -¿Ocurre algo?
 -Sí... Arwen se irá pronto a Caras Galadhon y me ha preguntado si puede llevarse a Naurloth consigo.
 Elrond se recostó en su sitial.
 -No creo que ella desee ir hasta Caras Galadhon, aunque sea con Arwen... y es demasiado pequeña aún para semejante viaje. El invierno se acerca y el paso de Caradhras sería muy peligroso para ella.
 Su esposa ladeó ligeramente la cabeza. Una sonrisa divertida asomó en sus labios.
 -La verdad, no me imagino semejante diablillo en Caras Galadhon... sería realmente divertido observar como se comportaría ante mi madre... aunque creo que lo que correría peligro sería su espejo...
 La idea de una Naurloth revolucionando Lothlórien y acercándose al espejo de su suegra, provocó una ligera carcajada por parte de Elrond. Casi al mismo tiempo, se oyó la voz de Elrohir que llamaba a la pequeña lejanamente.
 -Creo que Galadriel preferiría una horda de orcos en sus fronteras a esa chiquilla. Aunque ahora no podemos quejarnos demasiado... tenemos unas niñeras excelentes -acabó burlón.
 -Tu sentido del humor puede resultar muy negro, Señor de Imladris -replicó con rintintín Celebrían -. Aún tengo suerte de que Arahael ponga orden de vez en cuando en esa cuadrilla.
 Un nuevo grito de Elrohir volvió a oírse a lo lejos. Ambos se rieron. Unos golpes suaves en la puerta los interrumpió.
 -Adelante.
 La puerta se abrió y apareció en el umbral una elfa de largos cabellos negros, aún con una capa grisácea de viaje encima, de rostro hermoso y piel blanca, con los ojos brillantes, como si las estrellas los hubieran tocado con su resplandor y sabios, verdes y grises, exhibiendo una maravillosa sonrisa.
 -Mae govannen, Mavrin Ellindalë5 -saludó Elrond sonriendo al ver a la recién llegada.
 Celebrían se volvió y sonrió. Ambos se levantaron mientras la recién llegada se acercaba y saludaba con una reverencia.
 -Mi señor Elrond, mi señora Celebrían...
 -Te hemos echado de menos, querida amiga -anunció Celebrían acercándose a ella para abrazarla -. ¿Cómo ha ido el viaje?
 -Bien, mi señora, aunque el paso empieza a tener demasiada nieve -respondió Mavrin aún en brazos de Celebrían -. Mi señora Galadriel y mi señor Celeborn os envían saludos.
 -Bueno, ahora tu voz nos alegrará las noch...
 Unas carcajadas interrumpieron a Elrond y el sonido de una carrera. La puerta se abrió de golpe y Naurloth entró corriendo, atravesó toda la sala y se fue a esconder detrás del medio elfo. En aquel momento, apareció Glorfindel en la puerta, revueltos sus cabellos dorados y sus ropas.
 -¿Dónde está? -fueron sus primeras palabras.
 La sorpresa se aposentó en el rostro de los tres, no se supo bien si por la situación o por el aspecto de Glorfindel o por su curiosa irrupción en la sala. El elfo tras dar una rápida ojeada, sonrió súbitamente al ver a Mavrin y más menos recomponiendo su aspecto y alisando sus ropas, saludó:
 -Mae Govannen, Mavrin, no esperaba encontrarte aquí.
 -Mi señor Glorfindel -saludó la elfa.
 Glorfindel se acercó, aunque mientras lo hacía echaba una nueva mirada a su alrededor buscando a su presa. Elrond notó como Naurloth agarraba sus ropas por detrás y se escondía. Pero se rió por lo bajo y Glorfindel la detectó. Sonriente, el elfo con un movimiento rápido, casi felino, se colocó al lado de Elrond y triunfal exclamó:
 -Te pillé.
 Naurloth soltó las ropas de Elrond y hubiera salido corriendo de no haber sido porque Glorfindel la agarró de las ropas y la levantó en el aire como si apenas pesara, cogiéndola en brazos. La pequeña empezó a reír.
 -Ahora sólo me faltan dos gemelos...
 Elrond miró a Glorfindel intentando contener una carcajada.
 -Estás horrible...
 -Gracias -respondió el elfo -. Me ha costado un poco conseguirlo -se burló de sí mismo.
 -¿Y tú quién eres? -preguntó Mavrin mirando a la pequeña.
 -Naurloth -se presentó ella misma.
 -Nuestra pequeña revolución -anunció Celebrían.
 -Yo soy Mavrin Ellindalë.
 -¿Y vives aquí también?
 -Sí.
 La pequeña sonrió. Miró a Glorfindel y añadió:
 -¿Vamos a buscar a Elladan y a Elrohir?
 -Vamos, o creerán que ya me he dado por vencido...
 Dejó a la elfa en el suelo, que corrió hacia la puerta. Glorfindel sonrió al resto, les guiñó el ojo y la siguió.
 -¿Ves, Elrond? Ya te dije que Glorfindel resultaría una niñera excelente -se rió Celebrían.
 -Sí... porque le encantan los niños... ¿no te ha dicho que Naurloth le ha pedido que le enseñe a utilizar una espada?
 -¿Y qué le ha respondido?
 -Que se lo pensará... pero si no lo hace él, lo hará Elladan o Elrohir...
 -¿Están aquí? -preguntó Mavrin.
 -Sí. Vinieron junto a Arahael. Últimamente, parece que todos os habéis puesto de acuerdo para volver a casa.
 -Eso me recuerda que mi señor Celeborn dijo que enviaría una escolta para Arwen antes del invierno.
 -Sí, en cuanto llegue, partirá -anunció Elrond.
 -Debes estar cansada, Mavrin. Te acompaño hasta tu habitación -indicó Celebrían -. Porque esta noche, queremos oírte cantar.
 Mavrin se rió.
 -Como siempre, mi señora.
 -Tal vez tengas competencia esta vez, Mavrin -dijo Elrond.
 -¿Competencia?
 Incluso Celebrían se sorprendió al oír a su esposo.
 -Ya lo verás... cuando sea el momento.

 Una voz exquisita se elevaba mientras la tarde declinaba en Rivendel. Arwen dejó de leer y paró atención. La Estrella de la Tarde sonrió al reconocer la voz que deleitaba sus oídos y volvió a concentrarse en la lectura. Parecía que incluso el devenir del tiempo se hubiera detenido ante aquel canto. Cerró los ojos y en su mente, los maravillosos bosques de Lothlórien aparecieron como si estuviera en ellos, resplandecientes y llenos de luz. Pronto se marcharía a Caras Galadhon, y la voz que escuchaba le recordó las frondas de los sindas del reino de sus abuelos, los mallorns, las flores blancas y doradas, la belleza del Reino de Oro.
 -Arwen.
 La voz de su madre rompió el hechizo, aunque la voz siguiera elevándose. Abrió los ojos. Celebrían estaba a su lado, vestida de blanco, con sus cabellos de plata cayendo por su espalda.
 -Madre...
 Celebrían sonrió. Su mirada se fue hacia el infinito, escuchando la canción.
 -Mavrin está cantando. Prodigiosa voz la suya. Esta noche será maravillosa.
 Arwen cerró finalmente el libro y se levantó, dejándolo en una mesa cercana. Su espléndida cabellera azabache contrastó poderosamente con los cabellos plateados de su madre al colocarse a su lado.
 -Me encanta escucharla. Nunca me cansaría de ello.
 -Ninguno nos cansaríamos de ello... debo pedirte algo -cortó el tema de golpe la Dama de Rivendel.
 -¿Acaso quieres que posponga mi viaje a Lothlórien?
 -No. No quiero que lo hagas.
 -¿Quieres que me lleve a Naurloth conmigo?
 Celebrían miró seria a su hija.
 -No, Naurloth se quedará conmigo en Rivendel. Tu padre considera que aún es demasiado pequeña para ese viaje. Quiero que hagas otra cosa.
 El tono de misterio intrigó a Arwen. Y mientras la deliciosa voz llenaba el atardecer de Rivendel, Celebrían desgranó a oídos de su hija su curiosa petición.

 -¿Quién canta, Glorfindel?
 La voz curiosa de Naurloth reclamó la atención del Señor de la Flor Dorada. Glorfindel  la miró mientras la pequeña permanecía en brazos de Elladan, que le estaba enseñando un hermoso libro espléndidamente ilustrado.
 -Es Mavrin. ¿Te gusta como canta?
 Asintió en silencio mientras escuchaba la canción. Elladan tiró de una de sus negras trenzas y ella lo miró indignada.
 -Puedes pedirle que te enseñe.
 -Naurloth no necesita que le enseñe nadie a cantar -replicó contrariada.
 Los dos la miraron sorprendidos ante su repentino enfado. Glorfindel la escrutó frunciendo el ceño.
 -¿Tú cantas?
 -Sí, yo canto -respondió con cierta aspereza.
 Un extraño brillo se aposentó en los ojos de Naurloth. Sus ojos brillaron glaciales.
 -Nunca te he oído -apuntó Glorfindel.
 La pequeña se escurrió de los brazos de Elladan. Los miró a los dos muy seria. Por un instante, Glorfindel recordó a alguien al verla, pero no supo identificar quien era ese alguien, aunque sintió un escalofrío al darse cuenta.
 -Naurloth sólo canta cuando quiere.
 Se dio media vuelta y salió corriendo, dejándolos solos. Los dos se miraron ante la explosión de orgullo de la que habían sido testigos.
 -¿Qué hemos dicho para molestarla tanto? -dijo Elladan.
 -No lo sé -respondió Glorfindel extrañamente serio. Elladan frunció el ceño al darse cuenta de su cambio de humor.
 -¿Qué te ocurre ahora?
 El interpelado se levantó.
 -Me ha recordado a alguien... ha sido un instante y luego el recuerdo se ha desvanecido. Pero no ha sido agradable.

 Naurloth corrió por los pasillos de Rivendel como una furia mientras oía la voz de Mavrin elevándose en el atardecer. Pero frenó su marcha cuando vio a lo lejos a Arwen y a Celebrían. Ambas bajaban por una escalera y la vieron. Arwen le hizo una seña para que se acercara. Pareció pensar un instante si hacerlo o no, pero finalmente corrió hasta las dos y dejó que Arwen la levantará en sus brazos.
 -¿No estabas con Elladan? -observó Celebrían.
 -Sí -respondió medio enfurruñada la elfa.
 La Dama de Rivendel arqueó una ceja.
 -¿Te has enfadado con él?
 -Sí.
 -¿Qué te ha hecho mi hermano para que te enfades tanto? -preguntó Arwen.
 -¿Tú cantas?
 -Sí, ya me has oído alguna vez. No tan bien como Mavrin, pero sí lo hago.
 Los ojos de Naurloth se aceraron, se volvieron duros y glaciales.
 -¿Y yo canto bien?
 Celebrían tomó su barbilla y la obligó a mirarla.
 -Tú cantas de una forma diferente, pequeña. Mavrin puede elevar su voz y llenarnos de alegría, transformar el mundo y hacer que el tiempo transcurra lentamente. Pero tu voz tiene el temple de los noldor. Tu puedes hacer que los corazones se estremezcan... pero no será siempre de alegría. Pero no por eso cantas mal.
 -Vamos, seguro que cuando escuches bien a Mavrin, se te pasará ese enfado -señaló Arwen dejándola en el suelo y tendiéndole la mano para que la acompañara.
 Naurloth estrechó la mano y acompañó a ambas hasta el pequeño claro donde Mavrin cantaba. Muchos elfos la miraban mientras la escuchaban. Celebrían se sentó en un rincón, y Arwen la acompañó. La elfa, al principio, se sentó con ellas, pero poco a poco empezó a moverse y acercarse más y más.
 Cuando Mavrin acabó su canto, los elfos aplaudieron entusiasmados. La elfa sonrió avergonzada mientras sus pómulos enrojecían. Algunos volvieron a pedir que cantara. Y Mavrin, con un cabeceo negativo, dijo:
 -Más tarde, en cuanto cenemos.
 Más o menos conformes, los elfos aceptaron la negativa y empezaron a salir del claro. Celebrían detuvo a Arwen cuando esta estaba a punto de levantarse y con la cabeza le señaló a Naurloth. Prácticamente, estaba junto a Mavrin y al levantarse ésta, la vio tras ella.
 -Oh... hola, Naurloth -la saludó.
 La pequeña la miró fijamente.
 -Cantas... bien.
 Mavrin se agachó para quedar a su altura. Retiró un mechón rebelde del rostro de la pequeña.
 -Naurloth también canta, Mavrin -se oyó la voz de Celebrían por detrás.
 -¿De verdad?
 -Pero nunca en público.
 -¿Y por qué no cantas en público? -preguntó mirando a su escrutadora compañera.
 -Por que no me gusta que los demás me miren cuando lo hago.
 -¿Quieres cantar conmigo?
 La oferta pareció asustar a la pequeña. Miró a Celebrían y corrió hasta ella, refugiándose en sus brazos y ocultando su rostro en el pecho de la dama.
 -¿Por qué no cantas con Mavrin? Nadie más te mirará, sólo Arwen y yo.
 Mavrin empezó a cantar.
 -¡Blancanieves! ¡Blancanieves! ¡Oh, dama clara!
¡Reina de más allá de los mares del Oeste!
¡Oh Luz para nosotros, peregrinos
en un mundo de árboles entrelazados!

Y de repente, Naurloth empezó a cantar, primero con tono bajo y luego, a medida que la canción seguía, más y más alto.
-¡Gilthoniel! ¡Oh Elbereth!
Es clara tu mirada y brillante tu aliento.
¡Blancanieves! ¡Blancanieves! Te cantamos
en una tierra lejana más allá del mar.

Mavrin sonrió y la voz de las dos se mezcló.
-Oh estrellas que en un año sin sol
ella sembró con luminosa mano,
en campos borrascosos, ahora brillante y claro
vemos tu capullo de plata esparcido en el viento.
¡Oh Elbereth! ¡Gilthoniel!
Recordamos aún, nosotros que habitamos
en esta tierra lejana bajo los árboles,
tu luz estelar sobre los mares del Oeste.

-¿Ves como no era tan difícil? -dijo Celebrían.
-Tienes una voz muy bonita -alabó Mavrin.
Naurloth, aún en brazos de Celebrían, la miró de reojo.
-Gracias -contestó avergonzada.
-¿Cantarás conmigo esta noche?
-Vamos, Naurloth, di que sí -animó Arwen.
La pequeña asintió con la cabeza y volvió a ocultar su rostro en el pecho de Celebrían. Las tres se rieron al verla.
-Una voz como la tuya no debe ocultarse en las sombras.
Todas se volvieron. Arahael las observa. Había estado oculto a su vista desde el principio. El dúnadan sonreía.
-Arahael... nos has espiado -acusó Celebrían divertida.
-No lo niego.
 Naurloth lo miró con el ceño fruncido. Pero de repente se rió, corrió hasta el dúnadan y se plantó ante él.
 -Canta conmigo Arahael. Yo sé que tú también cantas.
 El dúnadan empezó a reír.
 -No, pequeña. Tu voz y la de Mavrin merecen la pena de oír. La mía no.
 -Es verdad -de repente saltó Mavrin-. Yo os he oído y cantáis muy bien.
 -No sigáis... no conseguiréis que Arahael cante con vosotras -advirtió Arwen -. Pero seguro que en privado, os puede enseñar hermosas baladas de los dúnedain.
 Arahael guiñó el ojo a Naurloth.
 -Ya hablaremos de eso, pequeña... pero en privado.
 Ella asintió y tendió los brazos. Arahael aceptó el ofrecimiento y tomándola, como si fuera una pluma, la levantó y se la llevó del claro mientras Arwen los seguía. Celebrían se demoró un instante, esperando a Mavrin, que se acercó a la Dama.
 -Canta muy bien.
 -Si consigues que cante para todo el mundo, te lo agradeceré eternamente.
 -¿Creéis que no lo hará?
 -Con el tiempo, sí... pero me gustaría que la ayudarás a hacerlo lo antes posible.  
 Mavrin miró a Celebrían curiosa.
 -¿Quién le enseñó a cantar? Porque lo hace muy bien, pese a su edad, y no sólo porque tiene un don para hacerlo, sino porque también le han enseñado.
 La Dama pensó la respuesta.
 -Su padre. Eso dijo ella una vez. Pero nunca habla de su vida fuera de Rivendel. Aunque tal vez consigas que te cante alguna canción curiosa. Conoce muchas canciones y algunas no muy conocidas.
 

 La noche había caído sobre Rivendel. La voz de Mavrin volvía a elevarse en medio de la oscuridad y llenaba los corazones de los presentes con su voz cálida y dulce mientras desgranaba las hermosas canciones que tanto agradaban a los elfos. Muchos formaban corrillos y se deleitaban con el espectáculo. Celebrían y Elrond, ocupando un lugar destacado, sonreían con las manos entrelazadas. La Dama apoyaba su plateada cabellera en uno de los hombros de su esposo y entrecerraba los ojos escuchando la melodía. No muy lejos de Mavrin, agazapada en las sombras, Naurloth escuchaba y observaba a la elfa. Pese a que había dicho que cantaría, no parecía muy dispuesta a ello dada la concurrencia y como mucho, tarareaba con voz muy baja. Sin que se diera cuenta, Glorfindel la observaba e intentaba sin mucho éxito, recordar lo que aquella tarde había pasado por su cabeza ante su explosión de orgullo. El elfo de cabellos dorados incluso se estaba enfadando consigo mismo al no recordarlo y daba vueltas una y otra vez al tema. De repente, Naurloth se volvió y lo vio. Sus ojos acerados se clavaron en él al descubrirlo. Y el elfo de cabellos dorados le devolvió la mirada. Fue extraña. Aún envuelta con el cariño que ambos se profesaban, algo turbaba sus miradas. Y por un instante, Glorfindel tuvo la impresión de no estar en Rivendel. De nuevo, aquella impresión volvió a él y por un instante, por su mente pasó una imagen, ahora mucho más nítida. Una imagen antigua, de un tiempo pasado, que lo trasladó a un lugar amado... una imagen terrible de un momento aciago para todos los noldor. Y en aquel instante, cuando más viva empezaba a ser aquella imagen, la voz de Mavrin tañó una nota que rompió su visión y lo devolvió a la realidad, cuando Naurloth volvió súbitamente la cabeza hacia ella e incluso Glorfindel la miró. Los aplausos se elevaron al unísono y Naurloth cruzó el claro hasta Elrond y Celebrían, y pareció refugiarse en brazos del Señor de Rivendel, que la sentó en sus rodillas. Vio como Celebrían le decía algo y ella negaba con la cabeza.
 -Naurloth -llamó Mavrin.
 La aludida la miró de reojo.
 -¿Cantarás conmigo?
 Todos miraron a la pequeña, que se quedó agarrotada en brazos de Elrond. Pero el Señor de Rivendel susurró unas palabras a su oído y entonces Mavrin, volvió a repetir su pregunta:
 -¿Cantarás conmigo?
 Naurloth miró a Elrond con sus ojos de acero. El señor de Rivendel le devolvió una mirada de comprensión.
 -Él lo querría, pequeña. Y honrarás su memoria si lo haces. Porque su deseo fue tu vida y sabes que debes vivirla.
 Ella asintió. Se volvió hacia Mavrin, que esperaba sonriente. Se deslizó, bajando de los brazos de Elrond y se acercó a Mavrin. La miró fijamente y cuando la elfa empezó a cantar, Naurloth la acompañó, elevando juntas sus voces, maravillando a todos los que las escuchaban. Y mientras Rivendel se estremecía con sus voces, sus habitantes descubrieron que su pequeña revolución, a parte de tener ciertamente mucho carácter, sabía cantar.


5Mavrin Ellindalë  es un personaje creado por Lily Bleeckler-Bolsón para su relato Corazón de Hobbit. Muchas gracias por dejarme jugar un poquitín con ella, Lily ;-).



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