El forastero de Treaselgard

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Emanuel Ramos Peña
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14. Caminos Separados

- ¡Despierten! Tenemos que levantarnos y prepararnos para irnos - dijo Ethelred estirando las mantas con las que se tapaban sus demás compañeros.

Estaban dormidos placenteramente y se quejaban de la interrupción de Ethelred. Se acomodaban de nuevo y se volvían a tapar con las gruesas mantas de lana. Aun estaba oscuro, el frío aun se sentía entrar por la rendija de la tienda que habían levantado. Allá afuera aun estaba esa fantasmal neblina que cubría todo el campamento. La tienda de Demeter estaba silenciosa y callada. Ethelred fue a revisar al anciano y ahí estaba profundamente dormido. Parecía un inocente niño que dormía abrazando a una almohada y babeaba la manta con la que se recostaba.
Había una extraña inocencia detrás de todo en lo que se había convertido.
Ethelred fue hacia donde estaba la fogata que ahora era solo un montón de cenizas humeantes con algunas brazas al rojo vivo. Se sentó en un tronco frente a la fogata, pensando, dejando que los accidentados planes que tenia, fueran tomando forma. Si es que la tenían.

- es temprano, ¿Por qué nos ha levantado a tan temprana hora? - preguntó una voz detrás de Ethelred.
- ah, ya estas despierta, ¿Cómo durmió? - preguntó Ethelred a Bassanti que lucía adormilada y con el cabello un poco desalineado.
- bien, solo que no dejaba de pensar en los que pasó anoche. Realmente le quitaría el sueño a cualquiera, pero... realmente no es algo de lo que quiera hablar tan de mañana - dijo con voz amodorrada y se sentó frente a Ethelred. Sobre un grueso tronco que estaba frente a la fogata a manera de banca.
- si, creo que eso le pasó a todos -
- ¿Por qué tienes que ir solo hacia el norte? - preguntó Bassanti cambiando sorpresivamente el tema de conversación.
Ethelred contestó rápidamente como si lo hubiese visto venir - tengo que adelantarme para cruzar hasta Las Altas Tierras del Norte y llegar hasta los valles de Margawse...
- ¿Dónde está el reino de Scosgleen? - interrumpió Bassanti.
- Sí, exactamente. Tengo que llegar a Scosgleen, pero debe ser pronto. No puedo esperar mas tiempo, así que ustedes tendrán que ir al este para conseguir ayuda pronto y luego tendrán que ir hasta los Paramos Helados de Shargorath, y con ayuda de Njord y su pueblo. Deben ir lo más pronto posible a Scosgleen -
- pero... no puedes ir solo. Esos lugares son muy peligrosos, el simple trayecto de La Rogue hasta los pasos glaciales son peligrosos. Hay muchos pueblos salvajes que matarían a cualquier extraño que pasase por sus territorios, y menos con el estorbo que piensas llevar. Quizás hasta el mismo acabe contigo. Piensa también en el numeroso ejército de Rhutkaran que parece multiplicarse rápidamente a medida que pasan los días. Están cerca de aquí -
- Puedo ir solo, no tienes por que preocuparte y el viejo, no sé... - dijo haciendo una pausa y observando hipnotizado las brazas humeantes - ... no sé que hacer con él. No sé si me pueda realmente servir de algo -

Bassanti lo miró directamente a los ojos. Entonces le dijo con una voz tranquila - sé que nos ocultas algo. Desde el principio lo note pero no he dicho nada. No soy tonta y sé que detrás de todo este embrollo, tu tienes otros planes que nos has ocultado, pero no importa. Solo quiero saber de que lado estas, y créeme que le digo con toda sinceridad que no lo juzgaré por guardar su secreto -
- estoy del lado de la humanidad, de la vida misma - dijo Ethelred seriamente, con una semblanza lúgubre.
- eso quería escuchar y te creo. Veo tu buen corazón, pero dime ¿Qué debemos hacer? Más bien ¿para qué debemos pedir ayuda? No conozco las aldeas del este. Esas junglas jamás las he recorrido -
- primeramente tienen que cabalgar hacia allá - dijo señalando hacia su lado derecho, donde estaba la silueta negra de una montaña no muy alta que resaltaba oscura, sobre el cielo que empezaba a clarear - pasando aquella montaña tendrán que caminar hasta donde la vegetación y el clima se hace más denso. Luego se encontraran con unas grandes lagunas de agua salada. Lagunas creadas por el agua del mar que se meten entre las aberturas de antiguas montañas. Un pequeño golfo formado por el mar Brighantia donde en temporadas de lluvia; el mar se crece y el nivel de las aguas de las lagunas suben considerablemente. Tendrán que cruzarlo en bote. No se les ocurra meterse en esas aguas que aunque pueden antojarse por ser cálidas y deliciosas; en realidad están infestadas de tiburones. Cruzando las lagunas tendrán que caminar hacia el este, no podría ser mucha distancia, y llegaran a la ciudad de Marduk en Tekkeitsertok. Una aislada ciudad que se encuentra en medio de la espesa vegetación del pueblo. Después tienen que pedir ayuda a sus gobernantes -
- pero ¿Qué les vamos a decir? Ningún gobierno, ninguna civilización, ninguna aldea, seria tan bienhechora como para obsequiar parte de su sequito militar a cualquier persona extraña que se lo pida - interrumpió Bassanti que lo miraba atentamente.
- lo sé, pero no les hablaran de guerra. En primer lugar no van ustedes en busca de un ejercito, van en busca de una sola persona -
Bassanti se quedó sorprendida, extrañada por la confusión de ideas y palabras que si sitiaban en su mente. Entonces frunció el ceño y preguntó -  ¿no se suponía que buscábamos ayuda? ¿Una legión de soldados que pudiera destronar a Alrynor de la ciudad de Rhutkaran? -
- si y no - contestó Ethelred con aire de tranquilidad y paciencia.
- no entiendo, entonces... ¿a quien buscamos? -
- a Demeter Esu -
Bassanti se sorprendió, pero de pronto sonrió y la sonrisa se convirtió en una risa burlona que molestaba a Ethelred - mira, si quieres nuestra ayuda. Tienes que dejarte de este estúpidos juegos. No soy una lugareña ingenua y no voy ni quiero estar siguiendo un... -
- ¡cálmate! - Interrumpió Ethelred levantando la voz pero manteniéndose tranquilo - Demeter Esu no es un nombre, al menos, no en el sentido común como lo conocemos. Este nombre es el mismo que llevan todos los sabios de la legión religiosa Hurukan. Este nombre se agregaba a su nombre real. El nombre de la persona quedaba entre el Demeter y el Esu. Era algo ritual. Era como una huella, un tatuaje que marcaba a todos sus miembros, perdiendo así su identidad personal, viviendo exclusivamente para su legión. Es algo complicado y anticuado. Ya ha desaparecido completamente esa organización. Muchas personas ignoran aun su existencia, convirtiéndose así poco a poco en una historia, en una leyenda, un mito, un cuento sin importancia -
- jamás supe de ello -
- si, y ese era el objetivo. Trabajaban de manera secreta, estudiando los secretos del universo, de la gente, de las civilizaciones, de la historia. Pero todo eso se ha derrumbado. El tiempo ha cambiado. La forma en que se resuelven las cosas es diferente, el mundo se desenvuelve de una forma distinta, la vida cambia. Las únicas personas que habían sobrevivido de la Orden, los únicos sabios que quedaban son el que se encuentra en Marduk y el que tenemos nosotros, aquí en La Rogue -
- pero al parecer, este no es lo que esperabas, ¿verdad? -
- si, me ha sorprendido mucho que su mente se halla enfermado de esa manera, que su sabiduría halla caído en un mar de tinieblas oscuras convirtiéndolo en un monstruo, y no sé que hacer con él, no sé si aun pueda ser de ayuda -
- ¿Qué lo hizo estar como esta ahora? -
- no lo sé - mintió Ethelred y se encogió de hombros, estaba manipulando su espada y dibujando con estas figuras sobre la tierra.
Se hizo un largo silencio entre los dos. Después Bassanti volvió a preguntar - ¿Cómo lo encontraremos? -
- Él estará seguramente en los templos de Marduk. Ustedes solo tendrán que dar con él, y explicarle la situación de lo que esta pasando en las tierras occidentales, de la posible guerra de Scosgleen. Tienen que tener cuidado, aquí en las tierras occidentales esta la punta más alta de la civilización - dijo Ethelred seriamente - en cambio en el este, todavía se rigen los nativos por supersticiones que han sobrevivido durante milenios. Hay tribus donde la religión se basa en todas sus reglas y leyes, y no como aquí que se basan en reglas para ayudar a la sociedad. Allá existen zahoríes que no son más que chamanes que practican brujería y hechizos haciendo alarde de rituales con sacrificios humanos. Les encanta la carne humana -
- pues no estamos tan lejos de eso - dijo sarcásticamente Bassanti mirando hacia la tienda de Demeter.
- lo sé, pero allá es más común. Habitan en tribus adentradas en las junglas, algunas de ellas construidas en las copas de los árboles. Esa gente puede ser peligrosa y no les gustan los invasores, en este caso, ustedes. Así es que solo caminen por las veredas, ellas las llevaran fácilmente hacia la única y gran ciudad de las junglas. Deben estar siempre juntos sin salirse del camino o si no, se perderán... -
- y nos encontraremos con ellos - se adelantó Bassanti.
- no, ellos los encontraran a ustedes... - dijo Ethelred con un tono lúgubre - ...y más pronto de lo que te imaginas -
- hablas como si los conocieras. -
Ethelred se quedo callado y esbozo una pequeña sonrisa.
Bassanti sintió su incomodidad y le preguntó. - después de encontrarlo. Si es que lo encontramos, ¿Qué vamos a hacer? -
- regresaran al norte, y ahí si, con la ayuda de Njord y su pueblo, irán hasta los valles Margawse y se sitiaran en Scosgleen -
- ¿pero los aceptaran ahí? Recuerda que Sir Theodoric tiene muy mala saña contra de las culturas vikingas. No sabemos como reaccionaran, podrían verlo como una invasión - dijo Bassanti.
- lo sé, pero Scosgleen hace mucho tiempo fue aliado de Shargorath. Pelaron juntos con los guerreros Strandhugg contra los tiránicos clanes salvajes, venciéndolos y fracturando sus gobiernos. Los pudieron disolver y los dejaron muy débiles, pero se fusionaron y crearon lentamente a un reino poderoso. Un reino llamado Rhutkaran, un reino que expandiéndose cada vez más hasta crear el fuerte reino que tienen ahora... -
- me sé esa historia Ethelred - dijo Bassanti seriamente - pero recuerda que el actual gobierno de Scosgleen no tiene una política muy amigable con Shargorath. A Sir Theodoric Weohstan le asesinaron a su esposa y a su hijo, junto con un pequeño grupo de soldados hace tiempo. Tengo entendido que fueron un grupo de rebeldes vikingos desalojados de sus clanes que asaltaban y robaban para subsistir. Pero el problema es que Sir Theodoric Weohstan acusó generalmente a todos los pueblos vikingos por ese hecho. Cortando así, cualquier tipo de contacto con aquellos pueblos. Shargorath el más importante de ellos -
- si, eso también lo sé, pero no nos queda ningún remedio. Tenemos que intentarlo de esa manera. Yo me adelantaré. No se como, pero me pondré en contacto con su gente para que puedan pelear juntos contra Rhutkaran -
- otra pregunta - dijo Bassanti que se levantó y empezó a estirar sus piernas - ¿de qué batalla estas hablando? No se han corrido rumores de alguna guerra o algo parecido últimamente. Scosgleen sigue sometido por el gobierno de Rhutkaran, pero por lo que sé no hay una ninguna guerra. Ni siquiera una señal latente de que eso suceda -
- ¿crees que Alrynor se va a conformar con lo que tiene? No tardara mucho en que los invadan y tomen la ciudad. Justificara eso con cualquier pequeña razón y me temo que no falta mucho -
- ¿Qué pruebas tienes para decir eso? -
- ninguna, me temo. Solo es un presentimiento -
- Ethelred  - decía Bassanti conteniendo su impaciencia - no podemos mover un ejercito por un mero presentimiento. Ten en cuenta que necesitamos pruebas, hechos, muertes que mostrar para que así alguien, y aun puede ser difícil, que quiera meterse en una guerra que no es suya -
- lo siento pero es todo lo que tengo, y necesito su ayuda. Necesito que busquen a Demeter Esu en el este y luego lleven ayuda a Scosgleen. En ayudar a Scosgleen estará nuestra salvación, Aradia lo dijo. Además, en Shargorath están mas al tanto de la situación y ten por seguro que los apoyaran. Esa gente es buena y generosa. No han olvidado el apoyo que en algún tiempo Scosgleen les ofreció -

- Veo que se han levantado temprano - dijo Njord detrás de ellos con una sonrisa y caminando toscamente hacia donde estaban ellos.
- tenemos poco de estar platicando - contestó Bassanti.
- ¿ya se levantaron todos? - preguntó Ethelred.
- no, aun están dormidos -
- voy a despertarlos. Tendremos que sepultar a Aradia y más vale que sea temprano, no quiero ver buitres haciendo círculos arriba de nosotros -

El cielo empezaba a clarear. Se había coloreado de un intenso celeste, pero aun se podían distinguir los puntos plateados de las estrellas, y detrás de las montañas, aparecían orgullosos los primeros rayos del sol, dibujando en las montañas líneas y puntos de color verde de la espesa vegetación que tenia. Aun hacia un poco de frío, pero la niebla que cubría los campos se había diseminado casi por completo.

Jumella se despertó con las voces que provenían de afuera. Pero aun tenía los ojos cerrados. Abrió los ojos y estaba boca arriba, mirando hacia el techo echo de mantas de pieles de la hechiza tienda. Quiso sentarse pero sintió un dolor en la espalda y en el hombro. Por fin se recordó lo por que sentía mal. Experimentaba una incomodidad que no la dejo descansar del todo bien, pero el profundo agotamiento que tenia, hizo que cayera en un profundo sueño.
Se sentó quejándose por un palpitante dolor en las espalda y hombros. Miró hacia su pecho y vio las vendas que tenía amarradas al hombro por debajo de su axila. Se notaba como una pequeña mancha color rojo se asomaba entre las vendas y esto hizo acordarse de todo. La mordida que le hizo Demeter, el golpe en la cabeza. Aun no se sentaba del todo, pero sintió un mareo y un dolor punzante en la cabeza. Se tocó la cabeza y sintió las vendas que la cubrían, además sentía adolorida la espalda. En si, le dolía todo el cuerpo, lo tenía entumecido y le costaba mucho moverlo.
Movió un poco el hombro, pero un quejido salió de su boca. Le dolía horrores. Sentía el músculo hinchado y los tendones de su hombro tensos y entumidos que no dejaban mover su brazo. El dolor parecía ir en aumento a medida que despertaba. Su espalda también le dolía, pero no se acordaba habérsela golpeado. Con su mano derecha trato de tocarse la espalda pero no pudo. Un dolor agudo en el otro hombro se lo impedía. Se sentía mal, y no tanto por el dolor, sino porque se sentía enferma, lisiada, impedida por no poder hacer algo tan simple como mover los brazos.
En ese momento vio que entraba Ethelred y se dirigió a ella, sentándose frente a ella.

- ¿Cómo estas? -
- bien, al menos eso creo -
- ¿te duele algo, tienes alguna molestia? -
- no, todo esta bien. Solo me siento un poco mareada -
- eso es normal, te golpeaste fuerte la cabeza. Pero déjame ver tu hombro - se acercó Ethelred.
- esta bien - contestó Jumella.

Ethelred le fue quitando los vendajes viendo poco a poco la piel amoratada. Mientras quitaba todos los vendajes, ella sentía un palpitante dolor en la herida. El hombro lo tenía hinchado y la herida de forma ovalada de la mordida tenía un color rojo oscuro. La sangre empezaba a coagularse, pero aun se veía húmeda y palpitante. Le había arrancado un pequeño pedazo de carne. Alrededor de la herida se veían las marcas de los pequeños dientes de Demeter. Suerte que fue en el hombro, pensó Ethelred. Si hubiera sido en un lugar con más carne le hubiera arrancado un pedazo mayor.

- tiene buena dentadura el viejo, ¿verdad? - le dijo sonriendo Ethelred sin mirarla, observando detenidamente la herida.
- muy gracioso - dijo queriendo sonreír un poco, pero no podía - pero si, si tiene buena dentadura el cerdo ese -
- pero no fue mucho, fue lo bueno -
- ¿esta infectada? - preguntó Jumella que no podía voltear por el dolor al mover el cuello.
- no, esta limpia, pero te le voy a tener que limpiar mas tarde. Conseguiré unas hierbas como las que te di ayer, y después te lavaré la herida con agua hervida y si puedo conseguir hongos de Rwlia, te los untaré un poco y sanará más rápido. Pero tengo que advertirte que necesitas tener limpia la herida. No queremos que se infecte.

Jumella sabía a lo que se refería. No sabía que tanta suciedad habrá de tener Demeter en su boca. Le daba asco el solo pensar en eso. Se lo imaginaba ahí en los sótanos de Sant E Mer´se devorando los cuerpos de quienes había conocido, le enfermaba imaginar como se comía los cuerpos de niños. Rezaba por creer que se los comía ya muertos, le aterraba pensar que lo hacia mientras estaban vivos, no podía concebir tanta crueldad y locura. Pero ayer, el anciano había demostrado lo contrario. La había atacado, la había mordido. Recordaba sus ojos diabólicos brillando con la luz de la luna y aquella sonrisa que le erizaba los vellos de la nuca. Volteó para mirar a Ethelred. No quería pensar en eso.

- de la cabeza no es tan grave. Como fue solo un golpe, solo se abrió un poco, pero sanara rápidamente. -
- por cierto  ¿podrías revisarme la espalda? -  Jumella dificultosamente se volteó y le dio la espalda.
- claro que si - le subió la camisa de hilo de lana y vio una enorme mancha violácea en medio de la espalda. En el centro era de color más oscuro con un abultamiento blancuzco. - Ethelred dio un pequeño suspiro de sorpresa.
Jumella lo notó y preguntó - ¿Qué pasa? ¿Es grave? -
- es un golpe muy fuerte, pero nada que el tiempo no pueda curar -
- si lo sé, parece como si una manada de caballos hubiese pasado arriba de mí -
- Sí lo sé -
- pero no recuerdo cuando me golpee la espalda-
- pudo ser cuando caíste al suelo. Había muchas piedras tiradas en el suelo, posiblemente caíste pero no te diste cuenta por el forcejeo con Demeter -
- Sí, posiblemente -

Jumella se levantó con un poco de dificultad y levantó con la mano derecha un jubón de piel curtida color oscuro y trató de ponérsela, pero batallaba por el dolor de su entumecido cuerpo. Ethelred se acercó para ayudarla a cerrarse los botones, pero Jumella se lo impidió.

- no, yo puedo sola - y a cada botón que se ponía, su rostro se contorsionaba por el dolor al hacer ese pequeño esfuerzo que recaía en su hombro.
- solo un poco, no es necesario que te lastimes - insistió Ethelred.
- yo puedo sola - dijo tajantemente - además sirve para que se me desentuma el cuerpo. Necesito moverme un poco -
- si, entiendo. Tienes razón -

Jumella siguió poniéndose sus ropas lentamente. De cuando en cuando dejaba salir pequeños gemidos al mover su fracturado cuerpo. Al principio movía sus brazos tensando los músculos y haciendo que se le repartiera más fuerte el dolor, pero a medida que se fue moviendo, el dolor disminuyó un poco.

Geb se levantó unos momentos después. Se vistió con un pantalón color café, una camisa color negro y una ligera cota de malla. Salió de la tienda, notó que todos estaban sentados frente a una pequeña fogata que empezaba a crecer. El sol ya había salido de entre las montañas y ahora iluminaba desde el bajo horizonte, calentando un poco el campamento y desvaneciendo por completo la neblina que estaba en el campamento.

Todos tenían un tarro de metal gastado en las manos y le daban un sonoro sorbo de vez en cuando. Njord levantó su tarro y le ofreció un extraño té de flores silvestres. Geb negó con la cabeza, estaba aun somnoliento y se sentó junto a ellos quedándose callado, apartado de la plática que tenían. Sentía un cierto temor de estar con ellos. De lo que se enfrentaba. El no era mas que un comerciante que llevaba y traía productos entre los pueblos de Erebos, sin mas peligros que ladrones y asaltantes que pudieran esconderse en los espesos bosques, pero ya estaba acostumbrado y sabia lidiar fácilmente con ellos, pero ahora se había metido en una situación que sentía peligrosa.
No sabia a quien se enfrentaba y por lo mismo le temía. El típico sentimiento de temor hacia lo desconocido. Dejó de pensar en ello. El sol le empezaba a dar de frente, que aunque no hacia mucho calor, sentía el picoso rayo de sol en su cara. Volteó hacia donde estaban sus compañeros que en esos momentos parecían haberse puesto más serios. No hablaban y se quedaban mirando unos a otros con miradas pensativas y un tanto tristes. Hasta que Njord habló.

- vamos, mejor que sea de una vez -

Geb se dio cuenta de lo que hablaba. No habían sepultado a Aradia, y el sol ya empezaba a calentar el ambiente.
Se levantaron todos de una vez. Jumella y Bassanti un tanto indecisas, parecían no querer ver el profanado cuerpo de Aradia, se quedaban unos pasos atrás de los que avanzaban hacia el final del campamento.

- yo tengo dos palas en mi tienda - dijo Geb, después le siguieron Ethelred y Njord.
Fueron ha la tienda de Geb y sacaron la pala y regresando de nuevo escucharon unos gemidos lastimosos.
Geb se detuvo de pronto escuchando con más claridad  y preguntó - ¿Qué es eso? -
- ¿no te acuerdas? Es el viejo. Ayer lo atamos y le tapamos la boca, al menos así ya no molesta tanto - contestó Njord.
- es cierto, no me acordaba.

No se molestaron en ni siquiera ir a ver lo que necesitaba el viejo, si tenía sed, hambre o frío. Se habían acabado los buenos tratos y las justificaciones para el viejo.

Después, los tres hombres fueron alcanzados por Jumella y Bassanti y salieron a las afueras del campamento. A unos cien metros de ahí, y en un terreno plano con un pasto húmedo y de un color verde vivo, empezaron a cavar. Terminaron inundados en sudor con el sol abrazándoles de frente. La humedad del pasto se había evaporado, aunque la tierra seguía húmeda y oscura. Ahora lo más penoso iba a ser el tener que traer el cuerpo de Aradia.

Ethelred y Njord fueron por el cuerpo, caminando lentamente sin prisas, mientras que los otros estaban de pie frente al foso viéndolo fijamente. Imaginando que ya estaba ocupado por ellos mismo. Boca arriba, mirando hacia el cielo, viendo como sus compañeros los iban tapando poco a poco con montones de tierra hasta que los cubrían por completo.
Era ese tipo de ocasiones en que la imaginación echaba a volar desagradables pensamientos sobre existencia y vacío. Sobre vida y muerte. Al parecer en ellos reinaba el mismo sentimiento conjunto de letanías de amargura, quizás, por la muerte de Aradia, o quizás por los horribles actos de Demeter. Eran personas muy sensibles y ese tipo de hechos les golpeaban con más fuerza que Njord o a Ethelred.
En ese momento salían por la puerta del campamento Njord y Ethelred. Cargando cada uno de un extremo de una angarilla de madera, sobre la que estaba envuelto en una tela de paño blanco el cuerpo de Aradia. Lo cargaban lentamente. Acercándose sin prisas hasta que llegaron a un lado del foso. Con dos cuerdas que pasaban por debajo de la angarilla y agarrándolas de los extremos, la fueron bajando poco a poco, controlando el peso y la rapidez para que no se ladeara.
La bajaron al foso que tenia un metro y medio de profundidad. Llegó al fondo. Después de quitar las cuerdas, Bassanti y Geb arrojaron dos pequeños ramilletes de flores amarillas y blancas que habían conseguido ahí en los alrededores. Por un momento nadie dijo nada, solo veían el cuerpo envuelto en la tela blanca, escuchando la brisa y el susurro de las hojas de los árboles moverse con el viento. El bosque estaba de luto.
Después de que cada uno rezó en silencio, pidiendo que su alma descansara en paz. Njord y Ethelred que tenían las palas, comenzaron a enterrar el cuerpo. El foso se fue llenando de tierra lentamente. La tierra húmeda cubrió el cuerpo de Aradia y pronto la tierra cubrió completamente el foso.
Se notaba la diferencia del verde pasto con la forma rectangular de la tumba de Aradia. Silenciosa, triste y anónima. Sin lapida, sin inscripción ni recuerdo de la persona que ahí yacía callada. Nadie sabría nunca quien estaría en ese lugar. Momentos después, se fueron los cinco viajantes caminando lentamente sin hablarse entre ellos hacia los interiores del campamento.

Llegaron al campamento. Descansaron un poco mientras se preparaban para partir. Ethelred cubría una alargada caja de madera oscura con extrañas inscripciones en los lados. La envolvió con una tela azul, y la metió en un pequeño fardo y se lo acomodo al hombro. No llevaría muchas cosas, tendría que viajar ligero. Le esperaba un largo recorrido hasta el norte. Llevaba solo lo necesario, un cambio de ropa limpia, su escudo y su espada, y un poco de agua.
Jumella le había obsequiado una pequeña ballesta de unos veinte centímetros que se la guardaba fácilmente en la cintura, junto con una bolsa pequeña de piel oscura en la que llevaba mas de cincuenta arpones de madera de once centímetros de longitud, con la punta de los diminutos arpones de cobre. Seria de mucha ayuda ese obsequio. Podría cazar algún pequeño animal, algún conejo o ave, ya que no llevaba ninguna provisión de alimento, más que los pocos frutos que lograba encontrar en los bosques.

Los demás estaban preparando también sus cosas. Metían sus pertenencias en pesadas envolturas de mantas y robustos fardos que acomodaban en el lomo de los caballos. Njord estaba acomodando sus cosas en su gigantesco caballo, Börr, que resoplaba y se movía inquietamente mientras Njord estaba platicando con Bassanti, que dificultosamente acomodaba su fardo en el viejo Bolchz. Njord con una sola mano agarró el fardo y lo acomodo hábilmente en el viejo caballo.

- gracias - dijo Bassanti. - creo que ya es todo -
- tenemos que viajar ligeros, además en las junglas del este no podremos andar a caballo. Es demasiado espesa y caliente. Nuestros caballos no sobrevivirían, además tenemos que cruzar las lagunas y seria imposible llevarlos, como dijo Ethelred: no queda muy lejos. La ciudad  esta cerca de las lagunas. -
- pero entonces ¿Qué vamos a hacer, donde los dejaremos?-
- Hay unas pequeñas aldeas cerca las lagunas. No dudo en que encontraremos alguna posada donde podamos pagar para que nos cuiden a los caballos- concluyó Njord.
- ¿Cuánto crees que tardemos en llegar? - preguntó Bassanti que acomodaba su dorado escudo amarrado en una cuerda a un costado del caballo.
- no lo se, un par de días, creo. Pero tenemos que hacerlo rápido. No podemos perder tiempo, después tenemos que ir hacia el norte, y llegar a Shargorath -
- ¿crees que quieran ayudar a Scosgleen? -
- no tengo ni la menor duda, aunque aun están resentidos por la injusta acusación de Sir Theodoric, no podemos olvidar cuando ellos hicieron mucho por nosotros, y ahora es cuando ellos nos necesitan. Tenemos a su disposición un buen número de elementos que gustosos pelearan junto con Scosgleen -
- pero el asunto es que no hay guerra. No hay invasión, no la ha habido en veinte años, y Ethelred quiere pedirle a tu pueblo que luche por una guerra inminente que solo esta en sus pensamientos, no hay nada palpable, ¿o si? - pregunto Bassanti con un dejo de esperanza.
- Claro que lo hay. Desde esa guerra en la que luchamos juntos, Rhutkaran ha tratado de destruir a toda costa al reino de Scosgleen, pero ellos han hecho hasta lo imposible, cumpliendo con extenuantes tributos que los dejan sin alimentos cada año. Haciendo tratados humillantes en los que les han quitado más de la mitad de su territorio. La paz que ahí gobierna, pende de un frágil hilo que amenaza con romperse en cualquier momento -
- ¿y porque no los han ayudado? -
- No quiere nuestra ayuda. Recuerda que Theodoric nos culpa por la muerte de su esposa e hijo, además Sir Theodoric tiene miedo de la derrota, de perder todo lo poco que ha podido conservar. Tratara de mantener la paz  hasta donde le sea posible -
- aunque esa paz sea solo una ilusión -
- el no lo ve así, Bassanti -
- pero entonces... se debe de hacer algo, pero no se si nosotros, cinco simples viajantes podamos cambiar el destino de todo un pueblo -
- Si podemos, Bassanti - dijo Njord -  no será fácil pero lo intentaremos, no debemos perder la confianza -

- Bien creo que es hora de irme - dijo desde atrás Ethelred que venia hacia ellos con un pesado fardo al hombro. Jumella y Geb se acercaron.
- Jumella esto es para ti - y le dio un manojo de hierbas de tanaceto y tallos de sauce, como los que le había dado anteriormente.
- gracias, eres muy amable - agradeció Jumella.
- aquí también están estos hongos de Rwlia. No tuve tiempo de limpiarte la herida. Tendrás que hacerlo tu sola. Hierve los hongos en un poco de agua, y estando ya fríos, te los frotas cuidadosamente. Memoriza lo que te he dado por si los necesitas. Creo que esto será suficiente para unos tres días, pero si te los acabas, necesitaras buscarlos tu sola - le dijo dándole un pequeño montón de hongos morados con manchas blancas que tenían la forma de una arrugada oreja.
- claro que si, ya tengo todo grabado en la cabeza - dijo Jumella y le dio sorpresivamente un débil abraso. Ethelred respondió cuidadosamente, tratando de no tocarle su lastimada espalda.
Ethelred se separó de Jumella y se dirigió a todos - entonces creo que ya saben que hacer. Así es que los veré en unos días en Scosgleen. Quiero ver a todos, no quiero que nadie este ausente - dijo seriamente.

Los demás se quedaron callados mirándolo con seriedad. Sabían  a lo que se refería, y ninguno de ellos quería ausentarse.

Se despidió de todos como viejos amigos que nunca volverían a verse, deseándose la mejor de las suertes. Después fue a su caballo, comenzó a ponerle el pesado fardo en el lomo, y lo estiró de las riendas para sacarlo del establo caminando entre las tiendas. Después fue hacia la tienda donde estaba Demeter, y lo saco casi a rastras, estirándolo de una cuerda. El viejo estaba atado de pies a cabeza. Inmovilizado completamente, sin poder mover manos ni pies. Lo habían amordazado y solo se le veían los negros ojos que miraban con rabia a sus captores. Estaba sudando copiosamente de la frente.

Entonces Jumella le preguntó al viejo - ¿tienes sed? -
El viejo asintió con la cabeza. Entonces Jumella saco de su espalda un tarro de agua y se la lanzó a la cara del viejo, empapándole la cara. Demeter solo cerraba los ojos y se notaba claramente enojado. Los demás no dijeron nada.
Ethelred subió al anciano al caballo como si fuera un bulto de granos, quedando su cabeza viendo hacia el suelo. Ethelred subió de un salto a su caballo. Trotando lentamente se dirigió hacia la puerta del campamento mientras lo seguían silenciosos sus compañeros.
Se detuvo ante la puerta y se despidió con un ademán con la mano, y luego agitó las riendas del caballo y cabalgó rápidamente por la extensa hondonada subiendo la pequeña loma y perdiéndose de la vista de sus compañeros.

- creo que también nosotros debemos irnos - dijo Geb mirando hacia donde había visto por ultima vez a Ethelred.
- vamos, no tenemos por que esperar, ¿ya tienen todo listo? - preguntó Bassanti.
- si, creo que ya no hace falta nada - dijo Njord.
- esperen un momento. Tengo que limpiarme la herida, necesito tu ayuda Bassanti - decía Jumella mientras le daba una mordida a las hierbas que Ethelred le había  dado.

Fueron hacia donde estaba la fogata y pusieron a calentar un pequeño hongo en agua. El agua empezaba a burbujear calentándose rápidamente. El agua se empezó a colorearse de un color púrpura que a medida que iba evaporándose más el agua, iba tomado una consistencia mas espesa, pastosa, de apariencia desagradable. Lo dejaron enfriar mientras preparaban las ultimas cosas que les hacia falta. Querían salir temprano. Aunque era de mañana, tendrían que viajar demasiado tiempo, y querían aprovechar lo más que les fuera posible la luz del día.
Jumella regresó por la solución pastosa que había echo del hongo, y le pidió a Bassanti que se lo untara después de haberle limpiado la herida con agua. Al principio, sintió un poco de ardor al sentir el agua humedecer la herida y hacerla mas palpitante que antes. Después Bassanti le aplicó con cuidado el hongo molido y hervido.
Al primer contacto, Jumella sintió un poco de molestia, pero después sintió el toque tibio de la pasta que parecía desplazarse bajo su piel y adormecer la herida. Se sentía bien, un poco relajante, y notaba como la herida absorbía rápidamente aquella solución. Bassanti terminó la aplicación y procedió a vendar de nuevo el hombro para que el viento y la tierra no le ensuciaran.

- creo que es todo - dijo Bassanti cuando terminó de vendarle el hombro y le subió la camisa de lana clara que llevaba puesta.
- gracias, ahora si creo que debemos irnos.-

Subieron todos a sus caballos y salieron los cuatro a todo galope por la puerta del campamento escuchando los cascos de los caballos como resonaban en la tierra húmeda de aquel verde valle. Se dirigían hacia el este. Hacia unas montañas con los picos planos pero con coloraciones de distintos verdes por la extensa vegetación que tenían.
Debían de cruzar primero un extenso trayecto de limpio valle, sin muchos árboles. Después se internarían en un bosque más denso y accidentado. Plagado de árboles viejos y grandes que cubrirán los rayos del sol. Después de ahí, el paisaje se va a tornar diferente, con mas vegetación pero ahora mas selvática, para llegar a las azules aguas de la laguna, donde ahí la vegetación es completamente tropical y húmeda.


Ethelred iba cabalgando presurosamente, se había alejado de la verde planicie hasta adentrarse por un terreno escarpado. Lleno de árboles y plantas de pequeña altura. Un terreno difícil de andar. Donde se cruzaban de pronto ramas a la altura de la cabeza, que andando sin cuidado, podría derribar fácilmente a un hombre causándole una terrible caída.
Era difícil conseguir mucha velocidad por el accidentado terreno, pero Ethelred hacia todo lo que podía, tenía que aprovechar el día para avanzar lo más que pudiera, la noche seria para dormir y dejar descansar al caballo. El caballo brincoteaba saltando pequeños maderos y troncos tirados en el suelo, esquivando peñascos y charcos de lodo.
Demeter Esu solo se quejaba, posiblemente por los constantes golpes que se daba en el estomago al saltar el caballo. Estaba sin poder decir ni una palabra, amordazado con una frazada de tela que le empezaba a asfixiar. Demeter empezó a gemir mas fuerte por lo que Ethelred tuvo que detenerse. Le tenía que quitar la mordaza. Entonces lo hizo toscamente, lastimándole la nariz al rozarle la tela con esta. Este lo miraba azorado.

- ¡Aguaa! - Decía con una voz rasposa - necesito agua. -

Ethelred le acercó el odre lleno de agua y la volteó dejando caer un delgado chorro de agua. El anciano volteaba su cabeza tomando el agua como si estuviera bebiendo de un grifo, humedeciéndose la barba y sus mejillas. Ethelred le retiró el agua al poco tiempo.

- ¡mas, quiero maaas! - Decía quejoso el anciano - ¿acaso me quieres matar de hambre? -
- si quisiera matarte, no estuvieras aquí. Así es que mejor guarda silencio - exclamó Ethelred.
- pero tengo seed - decía el viejo en tono suplicante.
- te daré agua mas tarde. Pero haré una cosa, ¿estas cómodo así como vas? -
- no, me duelee el estómaaago - decía el viejo que estaba boca abajo sobre el lomo del caballo.
- te voy a quitar los amarres si prometes portarte bien. No quiero ningún problema, o si no, me tentare a matarte y no tendré ninguna contemplación, ¿me entiendes? -
- sii señor, entieendo - dijo asintiendo con la cabeza y con una media sonrisa que se veía desagradable a la vista. Era preferible cuando no abría la boca y no se veían sus dientes podridos.

Ethelred se bajó del caballo y lo desato de manos y pies. El anciano se sobaba las muñecas que tenía coloradas y doloridas, pero sin maldecir a Ethelred, parecía haber entendido lo que le habían dicho. Después, Ethelred subió al caballo y le tendió una mano a Demeter y lo subió al caballo delante de él.
Siguieron cabalgando por una ladera empinada y boscosa. Entre árboles de gruesos troncos que tenían musgo en sus bases. El bosque era muy denso. Enormes árboles crecían muy juntos unos de otros, impidiendo que los rayos del sol tocaran el suelo, por lo que no había muchas plantas pequeñas, solo algunas variedades de pequeños helechos que crecían a montones junto a los árboles. A veces cruzaban por zonas donde se veían estelas de luz bajar desde lo alto de las copas de los árboles hasta el suelo cubierto de hojas secas, iluminando así de una hermosa forma la belleza de aquellos bosques verdes.

Habían estado cabalgando todo el día sin descanso y la tarde empezaba a caer. Poco a poco el cielo empezaba a oscurecerse. Ethelred quiso instalarse a pasar la noche en un pequeño claro, cerca de un pequeño río que traía las aguas heladas de las montañas que a lo lejos se vislumbraban. Era un lugar tranquilo, con muchos árboles y el suelo estaba lleno de redondas piedras de río de todos los tamaños.
Era el mejor lugar que Ethelred había podido encontrar para pasar la noche, había atado de nuevo a Demeter para evitar que quisiese huir o intentar alguna otra cosa. Tendría también que hacer una fogata. Dormirían tranquilos para reponer energías. Mañana debían levantarse antes del alba y continuar el recorrido.



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