El forastero de Treaselgard

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Emanuel Ramos Peña
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15. El Jardin de los Reyes

Abrió los ojos mirando hacia un lado. Veía neblinosa la elegante habitación a través de la tela blanca semitransparente que cubría su cama, y ahí estaba a un lado su pequeña lámpara de aceite de color bronce envejecido junto a un libro abierto con hojas viejas sobre la mesa que estaba junto a su cama. Oethen se había despertado con la brillante luz del sol que entraba en la habitación. Aunque había dormido bien, sin ninguna interrupción, tenía un extraño sentimiento de ansiedad. Un malestar que parecía no tener causa, sentía como si no hubiera dormido bien a pesar de que había quedado dormida desde temprana hora. Había algo fuera de ella que la hacia sentir incomoda.
Tomo un reparador baño con agua tibia en una excelsa tina de de mármol negro, y después se vistió y se arreglo el cabello haciéndose un elaborado peinado que se elevaba hacia arriba y acomodándoselo con una peineta de marfil y cintas doradas. Desde sus sienes caían delgados mechones de cabellos color dorado. Se vistió con un elegante vestido rosa pálido con los brazos al descubierto.

Oethen salió de su habitación y cruzó por las pardas paredes del pasillo. Bajó por unas largas escaleras de caracol hasta llegar a una pequeña antesala donde había una pequeña mesa y demás muebles de madera pesada. Cruzó la antesala y llegó hasta un pasillo por donde se encontró en donde estaban dos grandes escaleras que bajaban en una forma de semicírculo. Los escalones de piedra de color gris oscuro, estaban finamente tallados y con inscripciones antiguas en las orillas de cada peldaño. Las escaleras salían desde dos puntos opuestos y bajaban a una grande antesala que se iluminaba por un tragaluz en forma de cúpula que tenía cristales de distintos colores. En la antesala no tenía ningún mueble, solo había a cada lado de la escalera dos estatuas de mármol blanco, con las figuras de dos leones agazapados sobre sus patas. Hacia la derecha estaba el Gran Salón, y Oethen estaba por llegar ahí, pero escuchó a dos personas discutiendo. Tratando de no levantar mucho la voz, pero aun así se escuchaba el pequeño eco de sus murmuros en el salón. Oethen se recargó junto a la pared, tratando de escuchar que era lo que discutían.
Al parecer era su padre y el Comandante en Jefe Gulzar Wak.

- ¿Dónde esta el cuerpo? -
- lo pusimos en las mazmorras, junto con el cuerpo de su compañero, que falleció anteayer en los patios del castillo, su alteza -
- maldita sea, dos accidentes en dos días -
- ¡le repito, señor, que este no fue un accidente!-
- ciertamente no estamos seguros, Gulzar -
- ¿Qué no lo estamos?, Por favor Sir Theodoric, el hombre tenia la garganta destrozada. Fue un asesinato -
- ¡pero no hay que manejarlo como tal! No podemos darnos el lujo de admitir un asesinato. No en Scosgleen, no en nuestra condición -
- aunque no queramos, todos los soldados de Rhutkaran lo saben, ¿Cómo pretendería callarlos, señor?
- lo sé, lo sé, pero tenemos que pensar en algo -
- ¿pensar en que? Tenemos que descubrir quien lo hizo y detenerlo, Alrynor tiene los ojos sobre nosotros, y la muerte de dos de sus soldados en dos días, no le serán de mucha gracia -
-  lo sé, ¿pero que podemos hacer? Alrynor se va a enterar tarde o temprano -
- estoy trabajando en eso, señor, créame que hago mi mayor esfuerzo -
- y es algo que le exijo joven Gulzar. Necesitamos resolver lo más pronto posible esta situación. Necesitamos encontrar a lo culpables lo más pronto posible - dijo Theodoric con una voz que trataba de fingir seguridad
- o inventarlos - dijo Gulzar con una voz que se notaba nerviosa.
- ¿quiere que busquemos a un hombre inocente y lo inculpemos por un asesinato de un cerdo de Rhutkaran, solo para salvarnos el pellejo? - dijo exasperado Sir Theodoric - ¡No, eso es inaudito! -
- por favor señor, ¡ya basta de dramatismos! Estamos hablando del destino de nuestro pueblo. Hablo de sacrificar la vida de uno de nuestros habitantes por el bien de todo nuestro pueblo, píenselo señor, y vera que no estoy errado -
- ¿y quien seria esa persona? ¿A quien piensas elegir para sacrificarse? No soportaría eso Gulzar, ver a uno de mis hombres  ser inculpado injustamente. -
- señor, en el pueblo hay gran cantidad de hombres que no tienen casa, familia, ni amigos. Son personas que nadie extrañaría, personas de las que seria fácil deshacernos sin ningún problema. -
- ¡pero que culpa tienen esos pobres desgraciados! No. Gulzar Wak, mi respuesta es no. Es definitiva. - Dijo firmemente Theodoric - Hay que afrontar los problemas como deben de ser, con hombría y con valor -
- señor, espero que no este poniendo en duda mi valor y mi hombría - Dijo seriamente Gulzar - sepa que soy un caballero leal y honroso a la causa de Scosgleen. Y no hay cosa más grande que podría desear, que la grandeza de su reino, señor -

Oethen que escuchaba escondida tras la pared, estaba sorprendida de lo que estaba escuchando. Un asesinato de un soldado de Rhutkaran. Los problemas que esto le podrían repercutir a Scosgleen y las asquerosas insinuaciones de Gulzar: Inculpar a un pobre inocente para salvar su sucio pellejo. No lo podía creer de Gulzar, después de esto, nada le sorprendería, como el cambio de su lambisconería hacia su padre, fingiendo amor y compromiso hacia Scosgleen. Solo era una sucia manera de ganarse un puesto. Sabía que lo único que buscaba era llegar a estar lo mas cerca de su padre, esperando su muerte para poder llegar a gobernar la ciudad. Oethen siguió escuchando, sabia que la tendrían desinformada si acaso preguntaba, como si por ser mujer fuese más débil para afrontar algo como eso.

- entonces, te encomiendo que pongas toda tu disposición a investigar ese asunto - dijo Theodoric con aire de tranquilidad.
- tenga toda la seguridad de que lo haré, señor. Tengo a mi disposición a todos mis elementos y haremos todo lo que este en nuestras manos para descubrir al que esta detrás de todo esto -
- confío en ti Gulzar, no me decepciones -
- no lo haré, señor -
- ¿y que ha sido de la tropa de Rhutkaran? -
- aquí siguen señor, se les ha ordenado mantener su posición hasta que resuelvan el accidente. Alrynor aun no esta enterado de lo que paso ayer. -
- entonces no tenemos mucho tiempo -
- así es señor, tenemos que resolver pronto esto. Los soldados están furiosos y quieren culpables. Nos están culpando señor. -
- ¡culpando! ¿De que demonios? Lo que les ha pasado es lo único que se merecen. Esos cerdos han venido a quitarnos nuestras provisiones, maltratan y violan a nuestras mujeres, roban y matan a nuestros habitantes. La gente los odia, Comandante. Y no dudo que algún lugareño se haya encabritado y  haya asesinado a ese soldado. Hasta yo lo hubiera hecho, Gulzar -
- lo entiendo señor, pero ellos no lo ven así. Lo ven como una agresión, usted sabe como son. Han crecido a base de la miseria que le provocan a otros pueblos y tenga por seguro que hallaran estas dos muertes como un insulto a su poderío -

De pronto hicieron una pausa y se escuchó solo el silencio en el salón. Duro un pequeño momento hasta que Gulzar de nuevo comenzó a hablar.

- no se preocupe, Alteza, haré hasta lo imposible por resolver esta incomoda situación. Usted sabe como me importa el pueblo -
- lo sé hijo, sé tus buenas intenciones -
- señor, y créame que mis buenas intenciones van mas allá de su reino. Usted sabe el respeto que tengo por su hija... -
- eres un buen hombre, Gulzar Wak, un gran caballero, noble y valeroso. Y sé que Oethen lo sabe y lo aprecia -
- eso espero señor. Espero que algún día su hija me vea como a un hombre.-

Oethen podía imaginarse desde donde estaba, el rostro de Gulzar tratando de agradar a su padre. Ahora era lo único que faltaba, que el estúpido Comandante intentara llegar al trono por medio de ella. Sabía que aunque sentía algo hacia ella, no era más que un mero camino para llegar a gobernar a Scosgleen. ¡Y su padre no lo notaba! Tenía los ojos cegados. Desde que había  fallecido su hermano Izual, su padre había depositado en Gulzar cierto afecto paterno que ya no le podía obsequiar a su fallecido hijo. Disfrazándolo con ascensiones en su rango hasta convertirlo en el Comandante en Jefe de toda la legión militar de Scosgleen. A su cargo estaban todas las estrategias militares y de asedio. Aunque claro, no cabía duda de que Gulzar Wak era un excelente soldado que a los veinte años era miembro de los caballeros elite a cargo de la seguridad del Rey, donde su padre le conoció mejor, y le tomo un afecto mayor que a los demás; le ayudo mucho la muerte de Izual para llegar hasta donde se encontraba, siendo que había otros caballeros más capaces que él para dirigir esa responsabilidad.

Oethen decidió entrar en el gran salón. No quería que Gulzar estuviera hablando de ella con su padre, a sabiendas de que él presionaría a Oethen para relacionarse con Gulzar, y era algo que no estaba en sus planes. Aunque jamás había estado comprometida con ningún otro hombre, no se sentía tan desesperada para hacerlo con él. Seria en la última persona en quien pensaría, después de todo los que había pasado, no deseaba salir nuevamente lastimada.
Entró en el Gran Salón iluminado por la luz blanca del sol que entraba por un pequeño tragaluz que tenía en medio la gran cúpula en el altísimo techo. La estela de luz caía sobre el símbolo del león y la lanza que estaban dibujados en el lustroso piso de mármol. Vio a su padre sentado en el trono que era de color dorado y plateado con unos pequeños descansa brazos que terminaban con la forma de una cabeza de águila plateada. El respaldo se elevaba imponentemente detrás de su padre formando una ojiva con adornos angulosos en oro y plata, también tenia incrustados dos rubíes a la altura de sus hombros. A los lados del trono había dos enormes braseros para proporcionar un poco de calor al anciano en vasijas metálicas con exquisitos grabados.
Los dos hombres voltearon al escuchar llegar a Oethen, y ella vio que ahí estaba su padre con un sorpresivo semblante, con su bastón de madera sobre sus piernas, y si, ahí estaba el mayor Gulzar que le regalaba una amplia sonrisa. Enseñando sus perfectos dientes, hincado frente a su padre con un falso respeto, como una lastimera suplica a su Rey.  No podía haber visto un cuadro más patético, le enfermaban las falsas atenciones de Gulzar por agradar a ella y a su padre, pero como siempre, su padre veía en él, un hombre comprometido con su pueblo.
Caminó decididamente hacia donde estaban ellos dos, y Gulzar se levantó rápidamente haciéndole un gesto de cortesía. Trato de tomar la mano de Oethen, pero ella se lo impidió disimuladamente al saludar a su padre. Luego se puso en pie y se alejo un poco de los dos, quedando de frente a su padre, y rápidamente le preguntó.

- ¿Qué asesinato? -
Gulzar se sonrió y se apresuro a decir - no sé de que habla, mi señora, su padre y su servidor solo conversábamos sobre las planeaciones de los trabajadores que habíamos instalado en el bosque Jakzfhye  -
- no me dirigía a usted, señor Gulzar, si lo hubiese hecho, lo hubiera mirado a los ojos - cortó bruscamente Oethen - Estando mi padre no necesito hablar con sus sirvientes - le dijo Oethen a Gulzar lanzándole una mirada llena de ira.
- por favor hija, ¡discúlpate! ¿No puedes tener un poco de educación? - dijo su padre visiblemente molesto.
- no, no se preocupe señor, no tiene su hija porque disculparse. Me agrada que diga lo que piensa. Es una mujer con gran coraje -
- no hay ninguna necesidad para que sea tan condescendiente conmigo - le dijo Oethen rápidamente a Gulzar, y luego se dirigió a su padre  - ¿padre, que fue lo que sucedió ayer? -
- murió otro soldado de Rhutkaran - dijo encogiéndose de hombros.
- ¿Cómo paso? -
- no lo sabemos, justamente de eso estaba hablando con el Comandante en Jefe -
- pero entonces ¿Qué sucedió, como murió?
- mi señora, usted no se preocupe, todo esta en buenas manos. No tiene por que preocuparse por un asunto sin importancia. - dijo Gulzar con un tono de arrogancia que molestaba a Oethen.
- ¿¡sin importancia!?  Escuche claramente que habían asesinado a alguien, y como heredera de mi padre exijo que se me informe de la situación. - dijo Oethen molesta.
- esta bien mi señora, discúlpeme. Lo que sucedió ayer fue que alguien asesino a un soldado de Rhutkaran, no sabemos quien fue, sospechamos de algún lugareño del pueblo, usted sabe que los odian. Pero en si no tenemos ninguna prueba sobre ello -
- ¿Cómo lo mato? Le corto el cuello, ¿no es así? - pregunto Oethen ya un poco más tranquila.
Gulzar respondió un poco dudoso - este... prácticamente así fue -
- ¿prácticamente? ¿A que se refiere? -
- pues si, tenia una herida en el cuello, pero era mas, como si unas garras le hubieran arrancado la garganta. No parecía haber sido con un cuchillo o alguna daga - dijo Gulzar tímidamente, al ver la cara de asombro de Oethen.
- ¿y como fue, estaba en ronda de vigilancia? ¿Quién era ese soldado? -
- ese soldado era el sobreviviente del accidente que pasó anteayer -
- ¿el soldado que se había vuelto loco? -
- así es, mi señora -
- pero entonces, si así fue, quiere decir que... ¿ocurrió dentro de las paredes de nuestro castillo? -
- si mi señora, no nos explicamos como sucedió, pero estamos trabajando en eso -
- ¿Cómo pudo entrar, y escapar? Se supone que la Torre del Homenaje esta custodiada por nuestros centinelas toda la noche ¿Cómo pudo suceder? -
- quizás entro por alguna ventana - dijo Sir Theodoric a quien no le habían prestado atención.
Gulzar le contesto cortésmente - pero aunque así fuera, seria muy difícil. La ventana es muy estrecha, solo sirve para una pobre iluminación en el día, y para que no se concentren malos olores. Además, esta a una altura de dos metros y medio. Supongamos que alguien entro a la habitación y asesino al soldado, pero entonces,  ¿cómo escapo? Y si lo hizo, ¿Cómo lo hizo tan rápidamente y sin que nadie lo notara?, el soldado que descubrió el cuerpo acababa de estar con él apenas algunos instantes, y justo afuera de la ventana, estaba uno de nuestros soldados vigilando la atalaya, por lo menos alguno de ellos lo hubiera visto -
- ¿entonces que es lo que piensa mayor? -  pregunto Oethen.
- no lo sé, pero el que halla sido, lo planeo concienzudamente, conoce el castillo... -
- ¿podría ser alguno de nuestros soldados? - pregunto Oethen.
- ¡por favor hija! Que cosas piensas - dijo un tanto molesto Sir Theodoric.
-  no mi señora, nuestros soldados jamás hubieran hecho algo como eso. No con una persona indefensa y que no opondría resistencia -
- ¡pero aun así, es factible!, algún soldado quiso vengarse por lo mucho que nos han hecho, todo mundo los odia... -
- ¡Basta ya, Oethen! No le des mas vueltas al asunto y deja que este gran caballero haga su trabajo - dijo molesto Theodoric y luego se dirigió hacia Gulzar - gracias por todo, ya te puedes retirar -
- con su permiso su majestad, con su permiso, princesa - dijo Gulzar haciendo un ademán cortes y se retiro lentamente.

Ambos lo siguieron con la mirada hasta que desapareció por la puerta del pasillo que daba hacia el brillante patio frontal del castillo. Oethen miro a su padre, viéndolo débil y frágil a pesar del imponente vestuario de monarca que llevaba. Tenía puesta sobre sus ralos cabellos plateados, una sencilla corona de plata y oro que tenia en el centro una ovalada amatista de un intenso color púrpura. Arriba de su camisa blanca de algodón con mangas holgadas que se ajustaban en el antebrazo con cintillas de color dorado, llevaba puesto una coraza de color gris oscuro, con el símbolo de un león y con demás adornos dorados que le cubría el pecho. Tenía dos broches en los hombros de color plateado de donde se sujetaba su larga capa de un opaco color azul, bordada con oro hilado en sus orillas y complejos dibujos en el centro de ella. El pantalón era color oscuro con una faja del mismo color y traía puestas unas botas negras con unas pequeñas hebillas plateadas a los lados.

Luego Sir Theodoric arremetió contra Oethen susurrándole lleno de rabia, y viendo como se entrecerraban sus grandes ojos azules - ¡porque has dicho eso! ¿Eh?, ¿No sabes el problema en que nos podemos meter? -
- ¿de que habla padre? ¿A que se refiere? -
- sugerir la culpabilidad de alguno de nuestros soldados. Imagínate que Alrynor o Nox se den cuenta de esa posibilidad, no tendrían compasión de nosotros -
- padre, solo estoy viendo todas las posibilidades. No estoy diciendo que un soldado nuestro lo haya hecho -
- lo sé hija, y te entiendo. Puedes pensar todo lo que desees, pero piensa en lo que hablas. Un comentario de ese tipo delante de cualquier persona podría ser peligroso -
- pero padre, ¿Por qué me lo dices? Se supone que a Gulzar le tiene toda su confianza ¿o no? -
- Gulzar es un gran hombre hija, pero tampoco podemos abusar de ello. Sigue siendo un subordinado y no tiene por que saber todo, ¿estas de acuerdo? -
- si, entiendo, pero pensé que no habría problema en que yo dijera eso -
- hija, yo mismo pensé en eso, pero no le quería decir a Gulzar. No deseo formarle un criterio de la situación que posiblemente sea falso. Yo solo quiero que trabaje duro y arregle esta situación, que esperemos que no sea muy grave -
- si padre, te entiendo y lo siento. Hable sin pensar -
- no te preocupes, hija, tienes mucho que aprender -
- ¿Cuándo te enteraste padre? -
-hoy por la mañana, Gulzar no quiso alarmarme en altas horas de la noche -
- se me hace muy extraño padre, nunca había pasado algo como esto, y menos dentro de nuestro castillo -
- no te preocupes, Gulzar duplicara la seguridad en el castillo. Es un hombre capaz -
- si, eso creo -
- Bueno, hija, lo que deberíamos hacer, es desayunar un poco, ¿no crees? -

Oethen desayunó un poco de fruta fresca junto con su padre, y después se levanto y salió del Salón Comedor a tomar un poco de aire. Salió a los patios dirigiéndose hacia la biblioteca y el oratorio, sintiendo la mirada sucia de los soldados de Rhutkaran que la veían como animales en celo, y otros, con odio al ver a la hija de un gobernante que había permitido la muerte de uno de sus compañeros. Oethen iba caminando aprisa, fingiendo seguridad, aunque por dentro sentía temblar su cuerpo como si estuviera a punto de caerse.
La ponían nerviosa esos soldados, quería estar lo más lejos posible de ellos. Llego hasta donde estaba la biblioteca y camino por el pasillo exterior porticado, repleto de arcos y columnas rebuscadas hasta llegar al oratorio, y luego una altísima torre. Donde estaban vigilando dos soldados de Scosgleen. Había una puerta de madera junto a la torre y se entraba al oscuro interior de la torre, iluminada solo por unas pequeñas antorchas. Ahí adentro, había unas escaleras que subían hasta la cima de la torre, y a un lado estaba una grande puerta de madera, reforzada con bandas de hierro. Junto a ella estaban un soldado que saludo cortésmente a Oethen.

- buenos días mi señora -
Oethen saludo cordialmente y el soldado le abrió la puerta que llevaba a un túnel no muy largo que daba hacia los jardines del Rey.

En otros tiempos, eran hermosos. Con gran cantidad de árboles y plantas perfectamente creados. Formando una especie de inmensos edificios, laberintos y estructuras echas con plantas. Toda una arquitectura en verde y blanco, por las inmensa cantidad de pasillos, fuentes y estatuas en piedra clara. Estos jardines estaban al cuidado de más de cien personas que plantaban gran infinidad de plantas regionales, así como plantas de otras vegetaciones y climas. A pesar de las frías temperaturas que había en las Altas Tierras del Norte, lo que ahí plantaba parecía nunca secarse. Pero ahora todo eso había cambiado a partir de la peste y las guerras.
El jardín se había quedado sin el cuidado de los expertos jardineros, y ahora lucia tenebroso y seco. En el antiguo laberinto diseñado con arbustos de filosas púas anaranjadas. Ahora se había convertido en un laberinto sin salida por que las plantas crecían sin control y habían tapado algunos pasadizos. Convirtiéndolos en pequeños huecos donde seguramente se saldría lastimado por las púas de aquellos arbustos traídos de los bosques del sur. Las plantas crecían desordenadamente, invadiendo los pasillos y pequeñas estancias, levantando y fracturando los pasillos embaldosados, otras morían y quedaban sus esqueletos troncozos de color café grisáceo. En el suelo había una alfombra de hojas secas y hierbas que crecían entre las orillas de los pasillos de piedra cuarteada.

Oethen estaba caminando a través de un largo pasillo, flanqueado por delgados árboles de hojas amarillentas que se elevaban a gran altura y cubriéndolo con una especie de bóveda de hojas y ramas. Oethen caminaba pateando montones de hojas secas y se dirigía hacia donde estaba una banca gris hecha de piedra. Quitó un montón de hojas secas y se sentó un momento a mirar a su alrededor. Veía la grandísima fuente que ahora estaba vacía, solo con un poco de agua verdosa y una enredadera de hojas en forma de estrella que se trepaba desde el suelo hasta donde estaba una gran estatua de una mujer con sus dos hijos, cubriéndola casi por completo. Las fuentes y pasillos, por la falta de cuidado, ahora solo eran masas grisáceas que se levantaban sin forma y sin sentido, pero aun así, Oethen iba a menudo ahí a despejarse. Para estar sola. A pesar del lúgubre paisaje, tenía aun la esperanza de algún día poder levantar el palacio y que volviera a ser el más grande reino que jamás hubiese existido.

 



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