El forastero de Treaselgard

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Emanuel Ramos Peña
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

Khanduras

El lanchero estaba remando debajo de un cielo que poco a poco se iba oscureciendo. El sol se había escondido en el horizonte y el firmamento se había tornado de un brillante color azul a un pálido color violeta en las montañas del horizonte.
Iban avanzando lentamente en las apacibles aguas del río Lu, con su vegetación compuesta de largas espigas y pastizales que crecían desde la orilla del río. Para Ethelred el viaje no se había echo muy largo, se la pasaba dormido la mayor parte del tiempo, de vez en cuando se detenían para comer en los pueblos que llegaban o para que descansara el lanchero. Ethelred en ocasiones lo ayudaba a remar mientras el comía o estaba descansando, así que no perdían mucho tiempo.
Pero la relación entre los dos hombres era fría y rígida, no platicaban entre ellos, no habían establecido durante los tres días de viaje alguna plática de más de cinco palabras. Era obvio el desagrado que se tenían mutuamente, no se llevaban bien, era única y exclusivamente una relación jefe-empleado.
Lo mejor para los dos era que no era un viaje muy largo hasta Khanduras, el viaje casi había concluido. Mientras tanto, Ethelred estaba acostado cubierto con una manta café sobre su cuerpo. Estaba dormitando, pero abría y miraba al lanchero cada cierto tiempo. Desde hace un tiempo había notado que el lanchero se le quedaba mirando muy seguido. Era una mirada aviesa, como si quisiera hacer algo pero no se atreviera. A Ethelred eso lo había puesto en una situación de alerta, realmente no confiaba en ese hombre. Desde el principio vio en el una persona falsa, pero realmente necesitaba sus servicios, necesitaba llegar lo mas pronto posible a Khanduras.
Paso un corto tiempo y ya había oscurecido totalmente, Ethelred seguía recostado, estaba a punto de quedarse dormido pero sintió que el bote se había detenido, quizás era porque el sueño lo vencía, pensó el. Pero de pronto sintió algo frió en su cuello, algo metálico. Abrió los ojos y se encontró de frente con el lanchero que con una expresión nerviosa y perlada de sudor, le tenía un cuchillo en su garganta.

Ethelred sorprendido pero sin tratar de ser amenazante le preguntó - ¿Que te pasa, que es lo que haces?
- ¡Solo dame las monedas! ¡Solo dame las malditas monedas y no te pasara nada!-  dijo el lanchero con voz nerviosa mientras sostenía el cuchillo contra su garganta y la otra mano trataba de quitarle  el cinturón.
- No lo hagas, por tu bien no lo hagas -  se apresuró a decir Ethelred aparentemente tranquilo.
- ¡Cállate!  No empieces a molestarme, ¡dame las monedas y no pasara nada!- dijo el lanchero de manera amenazante.
- No puedo dártelas todas, las voy a necesitar, si quieres te doy veinte mas - dijo Ethelred tratando de convencer al lanchero.
- ¡Las quiero todas, imbécil!, ¿Crees que vine hasta acá por una mísera limosna de un arrogante hombre como tu? - gritó el lanchero a Ethelred presionando mas el cuchillo contra su garganta, apunto de cortarlo.
- Esta bien, tú ganas - declaró Ethelred al momento que se desataba el cinto de linaza rojo donde se encontraban las monedas. Se lo pasó al lanchero lentamente.

El lanchero lo tomó y lo abrió y viendo de reojo a Ethelred que yacía en el piso del bote. El lanchero se le formo una amplia sonrisa al ver que había más monedas de las que se había imaginado. Ya no iba a batallar por el dinero nunca más, con todo ese oro podría comprar una casa y vivir en tranquilidad por el resto de su vida.

- No pienses tan mal de mi, meaaaase; después de todo te traje a donde habíamos quedado, tienes suerte de que no te halla arrojado muerto al río - dijo el hombre con una cínica sonrisa al momento que le señalaba el pequeño muelle a su lado izquierdo. Se había guardado las monedas de oro en el bolsillo de su viejo y sucio pantalón.
- Si claro - contesto Ethelred al momento en que se trataba de levantar.
- ¡Cuidado con lo que hagas! No quiero matarte, levántate despacio y lárgate de mi bote ahora mismo - mascullo el lanchero apuntándolo con el cuchillo.
- claro, no soy tan estúpido... -  dijo al momento que se levantaba lentamente. -  ... ¡Cómo tu! -  se apresuró a decir mientras le propinaba un golpe en el rostro tirándole el cuchillo de la mano.
Pero el lanchero reaccionó rápido y le dio una patada en el pecho, Ethelred casi pierde el equilibrio, pero se controlo rápidamente y embistió al lanchero dándole un codazo en la nariz. Este cayo de bruces sobre una caja de madera que estaba en el bote. Entonces Ethelred se dirigió hacia el y le dio una fuerte patada en el estomago que lo sofoco.
El hombre comenzó a toser pero Ethelred fue hacia el y apoyo su cuerpo contra el y con su antebrazo lo comenzó a asfixiar - ¡Imbécil! - le dijo Ethelred con voz furiosa al tiempo que sacaba las monedas envueltas en la tela roja. Lanzo al lanchero al suelo y se incorporo guardándose de nuevo las monedas. Estaba por salir del bote, cuando rápidamente el hombre se levanto y lo golpeo con el remo en la espalda. El remo se quebró en dos y Ethelred cayo al suelo soltando un quejido de dolor. El hombre en pie confiado por ver a Ethelred en el suelo, tomo el otro remo e iba a propinarle un golpe en la cabeza. Apenas tuvo tiempo de esquivarlo y el remo le paso rozando la cabeza, saco un cuchillo que tenía ceñido al cinto y Ethelred le apuñalo la pierna.
El lanchero soltó un aullido de dolor y de rabia mezclados. Sus ojos parecían estar perdidos en locura mientras le gritaba - ¡Me heriste, mira lo que has hecho! , eres un... -
Ethelred le saco el cuchillo de la pierna haciendo que el hombre chillara de nuevo en gritos y entonces lo amenazo poniéndole el filo del cuchillo en la garganta.
Entonces el lanchero de pronto cambio su actitud furiosa a una azorada por el miedo - ¡Yo no quería hacerte daño, solo quería las monedas! -  dijo quejándose el lanchero.
- ¡No me engañas! Si hubieras tenido la oportunidad me hubieras matado - reclamo Ethelred al momento que se paraba y aventaba al lanchero para que se sentara sobre una caja de madera - toma esto, y presiónate la herida -  dijo lanzándole una frazada que sacaba de su pantalón.
El lanchero solamente se presionaba la herida con un gesto de dolor y decía sollozando - ¡Perdóneme mease, siento lo que paso, realmente lo siento! -  expreso el lanchero apenado y con lagrimas en los ojos.

Ethelred no dijo nada y de mala forma saco las seis monedas y las tiro con desprecio en el suelo del pequeño bote.

- Gracias mease, muchas gracias -  agradeció el lanchero con una gran sonrisa limpiándose con una mano las lágrimas y rápidamente agarro las seis monedas con gran pericia.

Ethelred no le respondió, solamente agarro sus cosas y las aventó al muelle. Lo mejor era irse, esta persona embrutecida por el alcohol y la avaricia podría ser peligrosa aun. Entonces comenzó a salir del bote, apenas tenia un pie fuera cuando vio una rápida sombra de soslayo. Pudo agacharse justamente cuando vio pasar el remo sobre su cabeza. Con tanta fuerza y rapidez que se escucho el fino silbido del aire y sintió la brisa de aire sobre su cabello.
El lanchero había cambiado entonces completamente, ahora su rostro estaba enmascarado con una expresión de furia salvaje. Sus ojos parecían haberse convertido en dos pozos oscuros y vacíos por la demencia. El hombre lo había tratado de golpear con tanta fuerza que casi se caía, pero se disponía a tratar de golpearlo de nuevo. Alzo hacia atrás el remo, pero Ethelred se abalanzo golpeándolo en el pecho y lo derribo, cayendo los dos al suelo. Estando ahí, el lanchero comenzó a tratar de asfixiar a Ethelred con las manos. El viajero trataba de luchar pero no podía, la fuerza del lanchero lo había sorprendido de sobremanera.
Ethelred no podía respirar, sentía su rostro hinchado, los ojos igual. La sangre amenazaba con hacer explotar el rostro del desafortunado. Trataba de golpear al lanchero pero las fuerzas se le estaban acabando, su visión parecía volverse borrosa y los guturales gritos del lanchero le llegaban como ecos lejanos en una cueva. 
Era una pelea perdida, pensó Ethelred, era una pena que todo acabara así, cuando había tanto por hacer, pero entonces en medio de las visiones y los pensamientos borrosos, Ethelred tuvo una idea. Entonces sus manos dejaron de luchar inútilmente y bajo hacia la pierna del lanchero y de pronto hundió dos dedos en la herida del lanchero. Sintió la calidez de la sangre, y sus manos parecieron mojarse de pronto, estaba sangrando mucho.
El lanchero soltó un estridente alarido de dolor y le dio un golpe en la nariz, pero Ethelred en lugar de soltar la herida comenzó a meter los dedos mas adentro, estaba escarbando en la herida del lanchero, este lo soltó y se alejo de él con una mirada demencial, gritaba y se sobaba la pierna. Sentía un dolor espantoso. Ethelred rápidamente se incorporo intentando irse de ahí, pero el lanchero no queriendo que se fuera ileso, lo tomó de un pie y lo hizo caer.
El lanchero vio en el suelo del bote la pálida hoja del cuchillo que se le había caído anteriormente y se lanzo sobre este. Lo tomo y se lanzo contra Ethelred, pero este sujetaba también una pequeña daga. Entonces Ethelred con un inesperado movimiento con el cuchillo, dibujando un arco en el aire, alzo rápidamente la daga y sintió que su mano había topado con algo pero luego pareció liberarse. Al principio no supo lo que había sucedido, parecía que no había sucedido nada. Estaba muy oscuro y la luna en esos momentos estaba velada por una escurridiza nube, pero entonces miro al lanchero y se dio cuenta de lo que pasaba.
Todo transcurrió en instantes. El lanchero tenia los ojos inundados de terror, había soltado el cuchillo que tenia en la mano. Entonces de pronto se dibujo una fina línea oscura alrededor de su cuello, pero de pronto se hizo mas grande y comenzó a salir una cantidad impresionante de sangre. Ethelred se estremeció al ver lo que había hecho ¡Le había cortado el cuello! El lanchero asustado, aun sin saber lo que ocurría, tomó con sus dos manos su garganta que sangraba profusamente tratando de parar la hemorragia, pero la sangre escurría copiosamente de entre sus dedos y no se detenía, trataba de hablar pero no podía. Solo se escuchaba el gorgoteo de la sangre que se ahogaba en su garganta. Entonces el hombre cayo lentamente de rodillas y luego quedo de costado, con sus ojos vidriosos mirando a Ethelred. Parecía estarlo culpándolo en los minutos finales de su vida.
Debajo de su cuerpo se formo con rapidez un gran charco de charco de sangre, crecía rápidamente bajo su cuello. En la oscuridad de la noche la sangre se veía negra y con reflejos blancos por la luna, y seguían viéndose las diminutas olas de la sangre que seguía siendo bombeada por el corazón del hombre que a cada momento se debilitaba. Antes del ultimo suspiro el lanchero comenzó a estremecerse y las manos parecieron enroscársele con fuerza. Luego su cuerpo se hizo flácido y al poco tiempo la sangre dejó de fluir.
Ethelred se levanto y le puso sobre el cuerpo del lanchero una manta café que se vio luego mas oscura al absorber la sangre del cadáver. El viajero salio del bote y agarro sus cosas limpiándose la sangre que le salía de la nariz por el golpe que le había propinado el lanchero. Se fue de ahí y en casi un susurro lastimero le dijo como si aun lo pudiera escuchar. ¡Te dije que terminarías mal!

Había un pequeño sendero después del muelle y Ethelred se fue caminando hacia el pueblo que estaba cerca de Khanduras. Siguió pensando en lo que había pasado. Había sido un accidente y la verdad no hubiera querido que muriera el desgraciado hombre, pero en parte era lo que se había ganado, ya que el no hubiera titubeado para matarlo por unas monedas. Siguió caminando toda la noche hasta el amanecer por solitarios parajes de pastizales marchitos.
Llego a Khanduras, un pequeño pueblo con casas de madera y con chimeneas humeantes. Estaba muy solitario, quizás por la temprana hora a la que había llegado. A lo lejos se escuchaban ladridos de perros que alertaban de la llegada de un extraño, pero era lo único que se escuchaba. Llego a una pequeña posada de tres pisos y entro al recibidor pero no había nadie quien lo atendiera. Por lo que se podía observar, el primer piso servia como una modesta cantina, había muchas mesas y sillas en el lugar, además había un olor a cerveza pasada impregnada en la madera de los muebles. Se sentó en una silla junto al mostrador y se quedo esperando, casi se quedaba dormido pero llegó un hombre ya viejo y con el cabello despeinado y grasiento, entonces Ethelred se levanto y le dijo:

- Buenos días, ¿tendrá un cuarto desocupado? - 
- Buenos días viajero, creo tener una buena habitación para usted - le dijo el viejo hombre, saco una llave alargada de cobre y después dio un largo bostezó. - Es la habitación cinco, subes la escalera y a la izquierda en el fondo -  le dijo al momento que le daba una llave alargada y oscura.
- Gracias,  ¿pago de una vez? - dijo Ethelred al momento que sacaba unas monedas de su bolsillo.
- Si por favor, para evitar problemas. - dijo el viejo. - ¿Y desde donde viene señor?
- he estado viajando de aquí para allá, usted sabe -  contesto Ethelred seriamente al momento que ponía dos monedas en el mostrador.
- Con una es suficiente señor, este lugar no es muy caro - le dijo el señor regresándole una moneda.
- Quédesela, ¿y por favor prepáreme en una hora más un poco de agua caliente? Quiero darme un baño -
- Claro que si señor, ¿se le ofrece algo mas? -  le dijo el hombre al momento en que agarraba las dos monedas y se las guardaba.
- No gracias, por ahora estoy bien - contesto Ethelred.
- ¿Le paso algún accidente, necesita un medico? - pregunto el señor  señalando su camisa manchada de sangre.
- estoy bien, solo necesito un buen baño caliente. - declaro Ethelred acomodándose la camisa manchada con sangre seca.
- si me disculpa, estaré en mi habitación -  

Ethelred agarro sus cosas y subió las escaleras de madera. Y después escucho que el señor le decía: ¡gracias por la moneda extra, será muy bien atendido aquí, señor! Le dijo con una sonrisa. Ethelred solo asintió con la cabeza y subió al segundo piso. Entro a su habitación que era pequeña y olía a encerrado, como si hubieran pasado años sin abrir las ventanas. Fue directamente a abrirlas, odiaba sentirse encerrado, le gustaban los lugares bien ventilados y con suficiente luz.
La habitación tenia una extraña decoración, no había ni un rastro de polvo en todo el cuarto, pero tenia un grande espejo muy extraño con un marco de tronco seco, y arriba de este la cabeza de un venado disecada. Lo quito de inmediato, le incomodaban los espejos. La cama tenia una cabecera con unas columnas toscas y al final de estas, tenía unas cabezas de linces disecados. El dosel de la cama era de madera gruesa y sin adorno alguno. Había un pequeño tocador de madera pálida y áspera, y sobre este estaba una lechuza también disecada.
Por lo visto el dueño es aficionado a la caza, pensó Ethelred, y piensa también que todos los demás los son también. Se quito la camisa manchada de sangre y la tiro en un bote, se saco su cuchillo que tenia algunas gotas secas de sangre y lo limpio con la camisa que había tirado. Se recostó en la acolchonada cama, estaba tan cansado que se quedo profundamente dormido al momento en que su cabeza toco la almohada.
Después tocaron a la puerta varias veces.

- Señor, el baño ya esta listo. - le avisaba el posadero desde afuera.
Ethelred  entre dormido y despierto se levanto y abrió la puerta.
- Oh buenos días señor, pase a bañarse, el baño esta abajo en el pasillo junto a las escaleras - Le dijo el viejo hombre hospitalariamente y le dio una bata de lana y un jabón.
- Gracias - solamente dijo eso Ethelred y bajo las escaleras.

Después de haber tomado un baño, Ethelred fue al mostrador pero no había nadie, salio al pórtico que tenia la posada frente  y ahí estaba el posadero sentado en una silla, fumando una pipa. Este volteo al oír la puerta y le dijo.- ¿Cómo estuvo el baño? ¿Relajante? - dijo con una sonrisa mientras le daba otra fumada a la pipa.
- Si, ya me hacia falta - contesto Ethelred y camino hacia el barandal del pórtico viendo el paisaje verde y las montañas lejanas que se notaban azulosas.
- ¿Dónde puedo conseguir un caballo? - pregunto Ethelred.
El señor se quedo pensando un momento, exhalando el humo de la pipa. - no hay muchos que se dediquen a esto, vaya con Lugh, el tiene muchos, ¿Lo piensa comprar? -
- Si, lo necesito para viajar. - contesto Ethelred.
- Pues entonces no habrá problema, pero te advierto que Lugh es un comerciante muy avaricioso, y querrá sacarte todo el dinero que tengas. - adelanto el señor, mientras se levantaba y bajaba los escalones del porche y señalaba hacia un lado de la posada. - Mira es ahí, donde esta esa granja con esos cerdos, la casa es la que esta a un lado y preguntas por Lugh, para que te de un mejor precio, dile que te mande yo, el señor Aballio, el se acordara. Pero ve mas tarde porque es un hombre muy perezoso -
-Gracias Aballio, creo que mientras tanto descansare un poco-  y Ethelred se regreso a su cuarto a descansar.

Había dormido mucho y ya pasaba de mediodía, pero se sentía realmente bien, había repuesto energías. Se vistió nuevamente y bajo las escaleras. Escucho más voces y pudo confirmar lo que había pensado en la mañana, había como quince personas repartidas en toda la planta baja, platicando y tomando cerveza, la mayoría eran hombres, casi todos ellos barbudos y fornidos. Quizás eran trabajadores de campo o herrería del pueblo.

Aballio lo alcanzó mientras daba una vuelta por la taberna y lo invito a comer - gusta algo de comer, hay pollo y cerdo, o si quiere algo de avena o vegetales. - dijo invitándolo a que se sentara a comer.
- Tengo que arreglar lo del caballo y luego vuelvo, pero al regresar creo tomare un plato de pollo y una cerveza solamente -  Ethelred salio de la posada, esquivando a dos señores que apenas estaban entrando.

El allá afuera cielo estaba soleado, creando un día con clima calido y agradable. Caminando por las angostas calles de tierra apisonada, entre las pequeñas casas de piedra y madera, se notaba que a este pueblo no venía mucha gente de otros lugares. La gente al pasar se le quedaba viendo de manera escrutadora. Una señora lo miraba desde su casa por una pequeña ventana y cuando Ethelred volteo hacia ella, rápidamente la mujer se escondió y corrió la cortina, igualmente tres niños que pasaban junto a él se le quedaban viendo. El solamente sonreía y se reía por dentro.
Siguió caminando hacia donde estaba el corral con tres enormes cerdos rosados peleándose por las sobras de comida que se encontraban tiradas en el lodo. Paso junto al corral para llegar a la casa que estaba muy descuidada comparada con las demás, el techo de dos aguas estaba muy deteriorado. Tenía tablas rotas y un agujero en el techo que parecía como si aquella casa estuviera a punto de desplomarse, además tenía unas ventanas rotas y la puerta principal estaba descuadrada y mal cerrada.
Estando frente a la casa, toco la puerta temiendo que se viniera abajo, al poco tiempo salio una pequeña niña adormilada con el cabello rubio esponjado y despeinado, lo miro y asustada se fue corriendo hacia adentro. Solo escucho a lo lejos, en el interior de la casa a la niña decir: ¡Papa, papa allá hay un hombre extraño! Ethelred no pudo contener su risa, le parecía extraño un lugar tan aislado.

Al poco tiempo salio un señor muy blanco, gordo, con una larga barba y cabello negro, una camiseta que años antes pudo haber sido blanca y ahora estaba percudida y manchada de comida, en la barba también se podían notar suciedad de alimentos pasados.

- ¿A quien busca? - pregunto el hombre malencarado, frunciendo la cara.
- Busco a Lugh - contesto Ethelred de buena manera.
- Soy yo, ¿para que me necesita? - decía Lugh limpiándose la cara con un trapo sucio que tenia en la mano.
- Necesito comprar un caballo,  Aballio me dijo que usted tenía los mejores. - dijo Ethelred intentando alagar a Lugh.
- ¡Ese viejo metiche! No tiene nada que hacer mas que meterse donde no lo llaman. ¡Y claro que tengo los mejores caballos! Soy el único que cría caballos en este asqueroso pueblo - decía Lugh con una sonrisa, que mas bien parecía un puchero.
Ethelred quiso reírse al oír que Lugh decía que el pueblo es asqueroso, quizás tiene razón, pero si se mirara en un espejo notaria que hay cosas mas asquerosas que este pueblo. Pero se apresuro a decir-  Entonces me va a... -
- Venga hacia acá, le enseñare la caballeriza. - Interrumpió Lugh entusiasmado para que los siguiera.- ¿Qué tipo de caballo busca? ¿De carga o para carrera? Quizás pueda necesitar uno para viaje u ornamental. La verdad es que aquí no viene buscando la gente buenos caballos, todos buscan lo mas barato. ¡Ba! La gente no parece conocer la diferencia entre un buen animal de carrera a un pesado animal de carga. Tengo muchos caballos, hasta tengo caballos enanos para los niños... -
- Voy a viajar, necesito un caballo fuerte que aguante un largo viaje- interrumpió Ethelred exasperado al notar que no dejaba de hablar.
- Ah, pues entonces vera, tengo unos caballos que le podrán interesar - platicaba Lugh emocionado, conduciéndolo detrás de la casa, donde estaba una gran caballeriza con pasto verde y un establo reluciente. La madera oscura de la construcción se veía como nueva, había como unas treinta separaciones para situar caballos. El lugar contrastaba con la vieja y casi destruida casa de Lugh, pero esto era impresionante, como si fuera nuevo.
- Tengo treinta y cinco caballos de distintas razas, la mayoría son de carga, es lo que se necesita en el pueblo, pero veamos algunos que le podrían interesar, ¿y cual es su nombre? -
- Ethelred Gorm -  contesto secamente. En realidad lo que menos le gustaba era hablar sobre sus cosas, no le gustaba contar nada de su vida, por eso trataba de aislarse de la gente evitando preguntas que no deseaba responder.
- Bueno aquí tenemos estos - señalando unos cajones donde se encontraban  unos fuertes caballos.
- Este se llama Rápido, se llama así porque es muy veloz  a campo abierto. Alcanza velocidades increíbles cuando se puede alcanzar a correrlo correctamente - decía Lugh señalando al fuerte caballo color café claro.
Ethelred contuvo su risa por la estúpida explicación del nombre del caballo.
- Este es Brioso, es muy aguantador, pueden correr todo el día sin cansarse - decía orgulloso Lugh, dándole una palmada en el lomo del negro caballo - pero mira este es Placido, es muy tranquilo y fiel, pero a la vez un fuerte corredor. - reía Lugh acariciando la cara del animal - Esta es Nieve, una hermosa yegua muy fuerte-
Lógicamente, Nieve era color blanco.
-Y por ultimo tenemos a mi buen Rebelde, este caballo no te lo recomiendo, porque cuando menos te lo esperes, Rebelde te abra derribado de la montura y habrá regresado conmigo, ya van tres clientes que vienen a reclamarme - dijo Lugh soltando una sonora carcajada, estaba orgulloso de sus animales.

Ethelred no podía creer lo tonto de los nombres de los pobres animales, no quería saber que nombres tenían los otros treinta caballos. Sentía lastima por ellos.

- Pues me llevare a este -  dijo Ethelred señalando al primero que le habían enseñado.
- ¡Ah quieres decir a Rápido! - dijo Lugh corrigiendo a Ethelred.
- Si... me llevare a... "Rápido" - dijo Ethelred, sintiendo vergüenza de llamar de esa manera al caballo, como si el se lo reprochara.
- Esta bien.- dijo Lugh al momento en que ensillaba al animal - ¿Te lo llevas ahora? - preguntó contento por haber tenido una buena e inesperada venta.
- Si, de una vez,  y aquí esta el dinero - Ethelred le dio veinte monedas de oro en la mano.
Lugh se les quedo viendo con disgusto y le dijo - Pues yo esperaba mas, por este caballo me pagarían cuarenta como estas - presumió Lugh. - Aumenta tu oferta o si no, no habrá negocio - amenazo desafiante el ahora malhumorado Lugh.
- Te daré treinta y cinco, ni una mas, tómalo o déjalo. - dijo decididamente.
- Mm... - Lugh parecía estar pensativo -...Pues esperaba más, pero bueno, aceptare solo porque te mando ese viejo metiche de Aballio - terminó de decir Lugh con un tono molesto.

Cuando hubo comprado el caballo, se fue cabalgando hasta la posada donde lo amarro en la pequeña caballeriza que estaba al lado, junto a un abrevadero con agua y alfalfa.  ¡Desde ahora ya no te vas a llamar Rápido! Pensó Ethelred, no se que nombre ponerte, pero se que ha de ser tan vergonzoso para ti como para mi ese estúpido nombre que te puso tu antiguo dueño. Ya pensaremos en alguno, pensó el mientras le acariciaba el lomo al caballo.
Entro en la posada y ya había más gente, el barullo de personas platicando y riendo inundaba el salón, caminando por el salón vio a un hombre de sombrero que se cayó de la silla, estaba totalmente ebrio. El humo de puros y pipas inundaba el lugar. Fue a buscar a Aballio que estaba en una barra sirviendo cerveza.

- Buenas tardes señor, ¿ahora si va a comer algo? - le dijo el posadero con una sonrisa, como si fueran amigos de años.
- Si, quiero un plato de caldo pollo, ¿tendrá algunas verduras? -  pregunto Ethelred.
- Claro que si, tenemos coles y papas, ¿gusta una cerveza también o una limonada? - pregunto Aballio, mientras un hombre con sombrero le pedía mas cerveza.
- déme una cerveza, pero lléveme la comida a mi habitación, prefiero comer tranquilamente allá arriba.- propuso Ethelred.
- Claro que si señor, un rato mas le llevo su comida. - Dijo Aballio, que grito después - ¡No! ¡Váyanse a pelearse fuera de aquí! ¡Fuera, ya van dos veces que rompen mis sillas!- reclamo Aballio porque un hombre totalmente ebrio había golpeado a otro hombre con un tarro de metal, lo había tumbado de la silla, el hombre caído se levanto y al principio se miraron enfadados, pero después siguieron platicando como si no hubiera pasado nada.

Ethelred solo dio la media vuelta notando como las demás personas lo miraban de reojo mientras caminaba, solo una anciana con la cara totalmente arrugada y con el pelo grasiento y blanco lo señalaba con un torcido y nudoso dedo de su mano que flotaba temblorosa Tenia los ojos de un color azul muy pálido, eran celestes y parecía no tener pupila, como si estuviese ciega, pero ahí estaba, mirándolo fijamente, diciendo cosas que el no podía escuchar. Ethelred no le dio importancia, seguramente una vieja demente que no acostumbraba a ver extraños, se dijo.
Después de haber comido el extenso menú que le había traído Aballio,  ya que le había dado una caliente sopa de verduras, el pollo, coles y puré de papa, y dos piezas de pan. Además de dos tarros de cerveza, Ethelred se sentía satisfecho por la comida, entonces se acostó en su cama a descansar un poco. Tenia que seguir el camino esta noche.
Se podían escuchar las risas y el ruido que provenía de abajo, estaba oscureciendo y la luz de las velas hacía más tenebrosa la habitación con sus horrendos animales disecados, con sus ojos falsos mirando fijamente como si tratasen de culparlo por como estaban. Decidió mejor voltear hacia la ventana para no tener que verlos mas, pero se sentía intranquilo, impaciente, necesitaba llegar lo antes posible a La Rogue, no podía perder tiempo. Tenia que ver a algunas personas ahí para saber que era lo que pasaba, esperando que solo fueran rumores, pero sabía que era algo mas. Había vuelto.

No pudo dormir, estuvo solo dormitando pero no pudo conciliar el sueño a pesar de que se sentía cansado, en su mente solo le daba vueltas el tener que llegar al campamento de La Rogue. Sentía cierta culpabilidad y enojo por lo que sucedía, debió de estar mas cerca por si se volvían a presentar los problemas, no debió de alejarse tanto
Decidió que lo mejor era prepararse para irse inmediatamente, ya que no había podido dormir. Tomo sus cosas, la ropa, la caja de madera y algunas pocas cosas que tenia. Salio de la habitación. El pasillo estaba oscuro, iluminado débilmente por la luz de las estrellas que entraba por una pequeña ventana. Estaba por bajar las escaleras cuando escucho un ruido detrás de él, volteo y pudo ver que en el oscuro pasillo frente a la ventana se veía una silueta de una persona.
Ethelred no podía distinguir el rostro de la persona, no veía bien quien era en la oscuridad hasta que se acerco aquella persona y resulto ser la anciana que lo había estado mirando extrañamente allá abajo. A Ethelred le dio desconfianza aquella anciana. Se acercaba muy lentamente sin decir una palabra, parecía demente, con sus fríos ojos y una expresión muerta y maliciosa en su rostro. Estaba vestida de negro con un vestido viejo y sucio, arriba de esas ropas llevaba una capa que cubría su cuerpo y su rostro. La  mujer parecía susurrar cosas que no el entendía y levantaba una temblorosa mano haciéndole un ademán para que se acercara. Ethelred se acerco a ella sin soltar el mango del cuchillo ceñido a su cinturón.
La anciana se acerco más y metió una mano bajo su capa. Ethelred rápidamente saco su cuchillo, pero la anciana se apresuro y le dijo con una voz rasposa y débil - espera, no temas, no soy una ladrona o un chamán, aquí tengo algo para ti - sonrió la anciana y saco temblorosamente de su capa una larga espada que brillaba por la tenue luz de las estrellas.
- ¿Por qué me da esto señora? - pregunto desconcertado Ethelred.
- La vas a necesitar - dijo con su seca voz la anciana, con una sonrisa tenebrosa, y mostrando los pequeños dientes podridos que tenia.
- ¿A que se refiere?- pregunto de nuevo
- Es un largo recorrido el que harás, y te servirá de algo este pequeño regalo que te he dado -  dijo la anciana dándole la espada en las manos de Ethelred.
- ¿Quién es usted? - pregunto confundido Ethelred. Estaba seguro que tenia razón la anciana, le seria de utilidad pero... ¿Qué sabia ella de él? Se preguntaba en silencio.
- Soy una vieja anciana que sabe quien eres, y por eso te hago este regalo. - dijo cambiando la sonrisa por una expresión seria - Se lo que pasó en el río Lu - se quedo callada un momento con los ojos centelleantes y después casi murmurando menciono - esta espada te será útil en el norte, en el prado de los Árboles Muertos, donde las cosas se tornaran obscuras. Cuando la oscuridad llegue esta espada quizás te sirva de algo. Se que harás por fin tu trabajo -
Ethelred se quedo congelado al escuchar esto y le pregunto a la defensiva - ¿a que se refiere? -
La señora respondió seriamente - solo se que debes terminar tu trabajo. Debes terminar lo que debiste hacer hace mucho tiempo -
- Yo no... - se quedo callado sin poder terminar.
- La funda de la espada esta colgada sobre "Rápido" - dijo la señora caminando hacia abajo mientras soltaba una sonora carcajada.

Ethelred miro a la mujer con extrañeza y luego se quedo observando la espada que le había dado. Sin duda era una pieza valiosa, pensó Ethelred. Entonces cuando volteo para agradecer a la anciana, esta ya se había ido. Bajó las escaleras rápidamente en su busca pero no estaba. Había mucha gente en la cantina pero no había rastro de ella, busco por todo el salón pero no estaba, salio afuera pero al parecer se había desvanecido. Demasiado rápido para una mujer de esa edad, pensó Ethelred. Al no encontrarla, Ethelred fue a la barra a buscar a Aballio, que lo encontró platicando con otros dos señores mayores.

- Buenas noches, disculpen. Aballio ¿podrías venir un momento?-  dijo Ethelred haciéndole un ademán con la mano para platicar mas retirado de los otros dos hombres.
Presurosamente Aballio fue con Ethelred - ¿si dígame señor?
- ¿Aballio no has visto salir a la anciana? - pregunto Ethelred.
- ¿Cuál de todas? - Pregunto Aballio sonriendo.
- Este...  una anciana de ojos celestes, con una capa negra. Una que estaba sentada al lado de las escaleras poco antes de que usted fuera a llevarme la comida, ¿se acuerda? - decía Ethelred tratando de hacer recordar a Aballio.
- Aaahh  si esa mujer... no le haga caso, esa pobre anciana esta loca, pero no es mala, usted no se preocupe si acaso lo inoportuno con sus tonterías - dijo Aballio como si se tratara de disculpar.
- No, solo es que me dio una espada y quería agradecérselo - dijo Ethelred - ¿podría darme una cerveza? -  pregunto cambiando de tema abruptamente.
- Claro que si,  oiga y... ¿Hablo con usted? -  pregunto extrañado Aballio.
- si, muy poco, pero de pronto se fue sin decir nada - explico Ethelred.
- Que extraño, Amma no habla con nadie desde hace años, de echo yo podría jurar que ya había olvidado hablar - dijo con extrañeza Aballio - ¿Qué le dijo? Si se puede saber - Pregunto Aballio mientras dejaba de lavar unos tarros de cerveza.
- nada importante, solo me regalo la espada diciéndome que la podía utilizar - contesto Ethelred  ocultándole lo demás que le había dicho la anciana. - ¿y porque dice que no habla con nadie desde hace años? -
- Señor, es una historia que nadie sabe con seguridad - decía Aballio dándose importancia al saber el interés de Ethelred - Algunos dicen que ella estaba casada con un guerrero que servia a algún reino de las Altas Tierras del Norte. No recuerdo exactamente a cual reino, pero según cuentan, su esposo murió asesinado en una guerra contra pueblos barbáricos, y desde ese entonces ella a perdió la razón. Amma va y viene al pueblo, siempre anda de un lado a otro completamente sola. Nunca habla con nadie, ella recolecta o roba comida de algún lado para subsistir, por lo que no necesita hablar con nadie. Me contaron que una vez la vieron matar y comerse una rata - declaraba Aballio riéndose sonoramente - A Amma la conocemos por estas tierras desde hace unos diez o doce años y siempre ha sido una mujer sumamente solitaria,  por mas que han intentado, nadie le ha sacado una sola palabra. Por eso le digo señor, que me extraña mucho eso que me platica -
- Si es muy raro, pero dígame ¿entonces como saben que se llama Amma? - pregunto interesado Ethelred.
- Se corrió el rumor de que así se llamaba, la verdad nadie lo sabe con seguridad, pero así le han llamado desde entonces - contesto Aballio tratando de recordar.
- Suele suceder - dijo sonriendo Ethelred - Por cierto ¿mi cerveza?
- ¡Ah!, discúlpeme, aquí esta.- le contesto apenado Aballio, al instante estaba sirviéndole una espumosa cerveza obscura y pesada en un grande tarro metálico- Pero sea lo que le halla dicho, no le haga mucho caso - Le dijo sonriendo el hombre.
- Claro, eso lo se, pero le quería agradecer el obsequio - Dijo Ethelred tratando de explicarse.
- Pues eso si, el regalar una espada pues es algo raro y mas en ella - Decía extrañado Aballio - Pobre vieja loca - Dijo casi suspirando.
- Pues si Aballio, pobre loca - dijo Ethelred al tiempo que le daba un largo trago a la cerveza y dejando el tarro completamente vació - Ya me voy, muchas gracias por la hospitalidad - agradecía al momento que se limpiaba la boca con una mano.
- ¿tan pronto señor? ¿No gusta quedarse más tiempo? - Decía Aballio un tanto suplicante.
- No puedo quedarme mucho tiempo, solo necesitaba descansar un poco y comprar un caballo - Dijo explicándole a Aballio - Gracias por todo y espero que nos volvamos a ver - Decía esto más que todo para evitar las tontas suplicas de ese pobre hombre.
- ¡Claro que si señor! Aquí estaré para servirle - Decía Aballio con una enorme sonrisa.

Ethelred salio de la posada, fue por su caballo y vio que estaba ahí la funda de la espada. Una funda de piel marrón con adornos metálicos. Ató las cosas que tenia en un abultado fardo sobre el caballo y se subió a él saliendo a todo galope del lugar.

Estuvo cabalgando durante toda la noche sin descansar, pudo ver el lento amanecer en el horizonte con sus cambiantes combinaciones de colores mientras amanecía. Ethelred decidió descansar debajo de un frondoso árbol sobre una pequeña loma. El árbol le cobijaba con una buena sombra, sus hojas eran verde oscuro y en forma de estrella. Pequeñas flores rojas tapizaban el árbol hasta la copa. Al caballo lo ató a una baja rama del árbol después de que hubo tomado suficiente agua en el pequeño arroyo que estaba a unos cuantos pasos.
Ethelred se dejo caer en el verde pasto a descansar un poco. Desenfundo la espada que le habían regalado la noche anterior y la observo cuidadosamente. Artesanalmente era muy bella, una gran sencillez en su acabado. Era una espada de poco mas de un metro de largo, la hoja tenia un pálido color ocre opaco con un surco en medio de la hoja. La guardia de hierro estaba ligeramente inclinada hacia atrás y la empuñadura estaba envuelta con delgadas tiras de cuero marrón y una rueda de hierro cobrizo en el pomo. Ethelred le era difícil concebir el porque se la había regalado y eso que le había dicho ¿Qué significaba? podría ser que aquella anciana fuera una bruja, quizás lo era, pensó, pero no había porque preocuparse por ello.
Ethelred se incorporo y decía en voz baja mirando la espada. Una espada de corte y empuje excelente y además muy fácil de maniobrar, decía el mismo tiempo que hacia rápidos movimientos de ataque con la espada como si estuviera peleando con un ser invisible. Fugases reflejos del sol brillaban en la hoja del arma. Será mejor descansar, se dijo a si mismo y se sentó de nuevo sobre el pasto, sintiendo la frescura en del pasto en sus manos, entonces enfundo la espada y se acomodo con la bolsa que tenia sobre el suelo para dormir.

Después de mediodía comió algunos sobrantes que había guardado del día anterior y siguió su camino hasta Treaselgard. Estuvo cabalgando toda la tarde, se adentró en el denso bosque pasando por peligrosas laderas con pequeñas piedras donde era fácil que los caballos pudieran resbalar o caerse, por lo que hacia que perdieran mas tiempo. Ethelred quería salir lo más pronto posible del denso bosque porque ya estaba oscureciendo y de noche no quería tener encontrarse con algún oso u otro animal salvaje que le produjera algún problema.
La fría noche le gano mientras estaban en el bosque y tuvo que ser más cauteloso al seguir su camino, ponía atención a cada sonido que escuchaba. Los búhos empezaban a ulular, un lejano aullido de lobo se escuchaba después, pero todo estaba en silencio, además de eso, las hojas y las ramas que pisaban eran los únicos sonidos que escuchaban.
Por fin después de haber recorrido un tiempo el bosque, salieron a un valle más despejado, donde solo había unos cuantos árboles y arbustos pequeños. Era difícil andar de noche, pero con la luna y el cielo totalmente despejado, les podía iluminar muy bien toda la amplitud del valle.

Después de otra noche cabalgando sin descansar, amaneció de nuevo, pero esta vez con una brisa húmeda que refrescaba el rostro de Ethelred. El caballo estaba sediento, de su boca salía espuma blanca y viscosa y resoplaba más de lo normal. Ethelred se detuvo un momento para que el caballo tomara agua en un pequeño charco que estaba frente a ellos,  pero el caballo no quiso tomar agua. La olisqueo un poco pero y respingo al tocar un poco de esa agua con la nariz. Que extraño, se dijo Ethelred, y fue a ver que  pasaba.
Entonces lo supo, había muchos pececillos y sapos que flotaban muertos en la superficie del lago, pero los mas raro de todo es que no había moscas o insectos que se estuvieran comiendo los cadáveres. Entonces el semblante de Ethelred se agravo por la preocupación. Ya no estamos muy lejos, se dijo. Entonces se subió a su caballo, y emprendió de nuevo el galope.
Había un clima agradable en esa mañana, la bruma había desaparecido por la invasión de los rayos solares que comenzaban a secar la humedad y propiciar un ambiente mas calido. Los verdes campos estaban bañados por el sol y estos parecían estar alegres. Ethelred estaba subiendo por una alta ladera y a lo lejos lo pudo ver. Apenas si podía distinguir lo que el creía que eran un conjunto de casas pequeñas que estaban agrupadas por una pared de maderos, una empalizada. En el centro del lugar, en medio de las casas, había una pequeña columna de humo blanco que se elevaba a poca altura.
Ethelred pareció tensar su rostro por la preocupación y entonces espoleo su caballo y cabalgo a toda velocidad.



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