El forastero de Treaselgard

28 de Febrero de 2004, a las 00:00 - Emanuel Ramos Peña
Relatos de Fantasía - Relatos basados en la obra de Tolkien, de fantasía y poesías :: [enlace]Meneame

6. La Rogue

A pesar de ya no tener que caminar, el lento andar de Bolchz, un caballo viejo y que además tenia una herida en una pierna, cansaba a Bassanti. En ocasiones prefería bajarse y caminar junto al caballo para poder estirarse un poco y aminorar la carga del viejo y lastimado animal.
 Todavía no amanecía, en el horizonte se podía deslumbrar un cielo azul oscuro mientras caminaba por la amplitud de un valle en cuesta abajo. Después de cruzar un pequeño valle, llego a una zona más boscosa, avanzo junto con su caballo un poco más adentrándose cada vez más en el espeso bosque. Entonces, Bassanti pudo vislumbrar algo entre la semioscuridad y los árboles que a lo lejos había lo que parecía ser una mortecina luz naranja. Bassanti cautelosamente se apeo de su caballo y dejo a Bolchz junto a un árbol y se dirigió hacia la luz que había visto, al acercarse mas ya no se notaba tanto, pues parecía que un muro estaba a lo lejos, frente a ella.
Camino un poco mas con cautela y pudo ver que donde se veía la luz salía también humo. Una fogata, pensó ella. Siguió caminando en esa dirección pero ya estando al mismo nivel de terreno ya no podía observar nada, una pared de piedra y madera obstruía la visibilidad de lo que había visto hace tiempo.
Regreso por Bolchz y fueron hacia donde estaba la pared y la rodearon lentamente. Salieron por un lado donde el bosque se abría hacia un extenso terreno con pocos árboles. Bassanti siguió caminando cautelosamente por un lado de la muralla de piedra que tenia unos tres metros de altura y estaba coronada por estacas y púas cortantes, siempre sujetando una jabalina en caso de ser necesario.
Dio vuelta hacia la izquierda y vio lo que parecía ser una entrada. Una puerta abierta, construida con troncos de madera puestos vertical y horizontalmente a manera de cuadros. Tenía picos filosos de madera en las intersecciones de cada cuadro. Parecía haber sido echa con mucha premura.  De aquella pequeña fortaleza iba saliendo un hombre joven, con aspecto humilde y vestido con pantalones cafés y una gruesa camisa negra.

El joven hombre parecía tener prisa, entonces volvió la mirada hacia Bassanti y le pregunto con cierto tono arrogante - ¿Me piensa atacar con eso? - Dijo el hombre señalando la jabalina que Bassanti sostenía con una mano.
- Solo si es necesario - contestó ella en un tono desafiante.
- No lo creo necesario, señorita. No aquí - Dijo el hombre tranquilizadoramente - Y... ¿De donde viene? Si se puede saber - le preguntaba el hombre que traía colgada en el brazo una canasta con vegetales.
- Vengo de Herzendork, al este - contesto Bassanti aun sosteniendo la jabalina.
El hombre se quedó pensativo un rato y de pronto como si hubiera tenido una gran idea le pregunto - ¿Viene por lo de Treaselgard?
- ¿Treaselgard? - pregunto sorprendida Bassanti. -  en parte sí...
- ¡Ah! ¡Me parece excelente escuchar eso, la esperábamos impacientemente! - Decía un tanto emocionado el hombre - primero que nada, buenos días tenga usted - decía con buen semblante el hombre - déjeme presentarme, soy Geb, soy comerciante y el que abastece de artículos a La Rogue. Tengo amigos comerciantes en algunos pueblos de Erebos y además trabajo haciendo de todo en este lugar - decía dándose importancia el joven hombre de cabello castaño - ¿Cómo se llama usted? -
- Bassanti - contestó ella con voz áspera.
- es un gusto conocerla. Bienvenida a La Rogue - decía Geb con una expresión como si quisiera memorizarse el nombre y luego entro de nuevo al campamento y Dijo - sígame por favor.-
Bassanti aun confundida solo atino a decir - ¿Dijo que me esperaban? pero debe estar esperando a otra persona, tal vez... -
- déjeme le presento a Aradia. Ella la estará esperando y su compañera también - le decía Geb a Bassanti conduciéndola hacia adentro del recinto.

Bassanti pudo observar que detrás de la barda de piedra había una empalizada con peligrosos postes largos que terminaban en filosas puntas. En la parte de adentro, entre el muro y la empalizada que tenía un espesor de metro y medio, había un tipo de arbusto llenos de filosas púas en todo el perímetro del campamento. Un sencillo método para evitar que algún enemigo tratase de brincar la muralla.
En el interior de lo que parecía ser un campamento fortificado, se encontraban una veintena de casas de campaña construidas con maderos, telas gruesas y algunas pieles. En el centro del campamento estaba una gran fogata donde estaban asando a un cerdo. La luz que había visto hace tiempo, pensó ella.

- Muchos viajeros pasan por La Rogue, usted sabe, cualquiera que quiera ir cómodamente hacia las Altas Tierras del Norte tiene que pasar por aquí, pero últimamente las cosas han cambiado. Un viajero regreso una vez de Treaselgard diciendo que las cosas en se estaban poniendo feas, no pudo explicar mucho. Murió días después por alguna extraña enfermedad - platicaba Geb, mientras caminaban por el interior del campamento.

Bassanti seguía a Geb que la conducía al lado de pequeños corrales donde tenían tres cerdos y media docena de gallinas, pero los corrales tenían pequeñas divisiones que separaban a cada uno de los animales.
Bassanti miro extrañada eso y Geb le sonrió tímidamente y le Dijo - tenemos que hacer eso, les ha dado a nuestros animales el extraño comportamiento de matarse unos a otros. No pueden vivir juntos -
- entiendo - Dijo ella.

El hombre platicaba que había querido visitar Shargorath junto con un grupo de viajeros pero en el trayecto de Treaselgard, habían muerto sus compañeros, decía que los mismos habitantes de ahí los habían atacado. Al pobre hombre lo tomaron por loco cuando llego platicando de ello. Geb soltó un suspiro con una notable preocupación - de hecho, yo también lo pensé, pero después todo empezó a cambiar aquí, usted ya sabe la historia -
Bassanti aun trataba de explicarse y le Dijo: - no, en realidad yo no sé lo que esta pasando, yo no... -
- ¡Buenos días extranjera! - le decía un hombre mayor frente de una tienda donde tenia varios artículos y armas.
- Ese es Wad, el comerciante del campamento. Mi consejo es que no le compres nada, todo lo da al doble del precio. - decía Geb murmurándole a Bassanti. - Puede ser encantador cuando trata de vender, pero no es más que un gruñón -
- Oh gracias - contesto Bassanti y luego saludo con un ademán al vendedor.
- ¿Que era lo que me estaba diciendo? - pregunto interesado el joven.
-  Que no estaba enterada de lo que estaba pasando, solo he estado viajando y he tenido la necesidad de venir hasta aquí - se explico Bassanti.
- Pero... usted es de Arskka ¿verdad? - pregunto con interés Geb.
- si, pero tengo mucho sin vivir allá - contesto Bassanti.
- entonces no se preocupe y sígame, por favor - le Dijo Geb conduciéndola por el campamento.
Siguieron caminando pasando entre las casas junto a un pequeño establo donde tenían dos caballos, y frente a este, estaba una carreta grande de madera con una rueda quebrada y algunos otros artefactos que parecían estar en ruinas.
Puede dejar ahí a su caballo - Dijo Geb señalándole donde estaban los otros dos caballos.
- si gracias, eso haré - contesto Bassanti.
Geb la condujo hasta una tienda vieja con la tela raída, luego él empezó a llamar - ¡Aradia! Ha llegado la otra.- decía  en voz alta para que saliera la mujer.
Bassanti aun estaba confundida por lo que decía Geb, ¿cómo que ha llegado la otra? ¿Qué quería decir? Geb es un hombre muy extraño, pensó ella. Pero  esperaba que la mujer de quien tanto hablaba le pudiera responder sus preguntas.
Dentro de la tienda se escucho que se había caído algo de vidrio y luego se escucho una voz de mujer, una voz aguda y chillante - ¡Diablos, Geb! ¡Cuantas veces te he dicho que no me molestes mientras trabajo! - se escuchaba la mujer molesta.
- Perdóneme señora, pero solo le quería avisar que acaba de llegar otra mujer de las Islas - decía Geb un tanto emocionado.
De la tienda salía una mujer mayor, de aspecto agradable, sobre sus ropas negras traía puesto un albornoz color púrpura oscuro que le caía hasta los tobillos, se veía algo maltratado y un poco sucio.
- ¡Buenos días, joven guerrera! - saludo con una sonrisa la mujer - Yo soy Aradia guía y líder espiritual en este campamento. ¿Qué tal tu viaje? -
- Bien, casi sin contratiempos - contesto Bassanti.
- Viene desde Herzendork, después de las montañas del este, mi señora - Dijo Geb metiéndose a la plática.
- Geb, necesito platicar a solas con...- Aradia hizo una pausa.
- Bassanti - completo la oración de Aradia.
- Esta bien mi señora, si me necesitan estaré en la herrería. - Dijo Geb y luego se dirigió hacia donde estaba la fogata.
- ¿Así que eres de las Islas Hermanadas? - preguntó Aradia con muestras de interés.
- si, así es - afirmo Bassanti. - pero primero que nada quiero aclarar bien las cosas. Yo no estoy al tanto de las historias y rumores de los que tanto hablan, yo solo quise venir por una necesidad, algo que tenia que hacer y...
- ¿Fue un sueño? - preguntó interrumpiendo Aradia con seriedad.
Bassanti sorprendida solo pregunto - ¿Por qué la pregunta? -
- ¿Fue un sueño? - volvió a preguntar Aradia.
 - ¿Cómo lo sabes? -
- Así le sucedió a la otra mujer de las Islas,  escucharon el llamado - explico Aradia sin mucho asombro.
- ¿Un llamado? ¿De quien, para que? - pregunto Bassanti bastante confusa.
- Simplemente para ayudar, así funcionan ustedes ¿No? - contestó Aradia.
- Si, eso creo pero... ¿Quién hizo el llamado? - pregunto Bassanti pensativamente.
- por supuesto que yo- Dijo Aradia con una amplia sonrisa que le ilumino el rostro - Lo importante es que estas aquí. Te tengo que mantener un poco al tanto de lo que pasa - decía Aradia sobándose sus delgadas manos - No hay seguridad de lo que sea, pero algo esta cambiando al pueblo, el ganado ha muerto, personas han desaparecido.
- Eso ya me lo sé, es lo que la gente dice, además hace tres días me encontré en el camino a una mujer que vivía aquí, iba con un niño en una carreta tirada por dos caballos - decía Bassanti para que no le tuvieran que repetir la misma historia.
- ¡Ha! Esa maldita, nos robo provisiones y huyo como una cobarde - maldijo Aradia en voz alta y arrugando el entrecejo.
- Mm. Ya veo, y de echo me regalo un caballo, Bolchz - Dijo Bassanti esperando otro grito de Aradia.
- Eso era lo único que le pertenecía. - Dijo Aradia aun enojada.
- Pero entonces, ¿ustedes no saben nada más que lo de las historias? - pregunto Bassanti un tanto decepcionada, mirando a la delgada mujer de piel trigueña y cabellos oscuros.
- es muy poco lo que sabemos - Dijo Aradia pesarosamente - Las personas que hemos mandado a explorar el antiguo Monasterio y los terrenos de Treaselgard han desaparecido, por lo que no hemos podido obtener mucha información -
- ¿entonces no tenemos nada? - pregunto interesada Bassanti.
- Es poco lo que tenemos sobre este asunto - Dijo Aradia - Pero hay otras cosas que nos preocupan -
- ¿Que? -
- La guerra señorita Bassanti - Dijo Aradia en tono sombrío - hemos escuchado rumores acerca de que Erebos ha sido sitiado... -
- ¿Rumores? - Pregunto Bassanti con el ceño fruncido - ¿Lo único que tienen son solo rumores? - Bassanti sacudió la cabeza en desaprobación.
- Si usted viviera aquí sabría como nos sentimos - Dijo la mujer molesta.
- Esta bien, ¿Qué mas tienen? - pregunto Bassanti más tranquila.
Aradia tratando de pensar claramente lo que iba a decir, empezó a platicar - Hubo un hombre llamado Demeter Esu, el ultimo sabio de Hurukan. Este hombre vivió en Treaselgard y desapareció hace años, pero encontramos un manuscrito en el que relata lo que esta pasando en Scosgleen, un reino en las Altas Tierras del Norte, y lo que sucede ahí tiene que ver con la situación en que nos encontramos los habitantes de Treaselgard, es algo confuso. Pero al parecer busca apoyo -
- ¿Esta en problemas? - pregunto Bassanti.
- No, el no. Bueno... - Aradia se quedo callada un momento - de él no sabemos nada, probablemente este muerto. Pero la ayuda es para algo más grande. Un rescate para nuestros pueblos de las frías garras de Alrynor. Habla sobre la preparación para la Ultima Batalla -
- ¿Puedo ver el manuscrito? - preguntó Bassanti aun mas interesada en el asunto.
- Claro que si, te lo mostrare ahora mismo si quieres. Es necesario que sepas lo que esta sucediendo - Dijo Aradia buscando entre sus cosas.
- ¡Con que aquí estas Bassanti! - una voz femenina interrumpió detrás de ellas - Geb me Dijo que acababas de llegar hoy -
- ¡Jumella! ¿Qué haces aquí? - preguntó sorprendida Bassanti.
- Creo que no es necesario presentarlas ¿Verdad? - Dijo Aradia al ver que se conocían.
- ¡Lo mismo que tu, he venido a ayudar para lo que se necesite! - Le contestó Jumella con un tono no muy cordial - ¿Qué te habías echo, pensábamos que  nos habías abandonado? -
- Me gusta vivir en libertad sin las presiones que había en las Islas - contestó Bassanti incomoda a la pregunta.
- Las  dejo solas, veo que necesitan conversar un poco - Dijo Aradia saliéndose de la tienda.

Jumella era una mujer de la misma edad que Bassanti solo que esta era de menor estatura y de piel trigueña. Un cabello oscuro le caía sobre sus hombros. Habían sido compañeras cuando las dos estaban en la milicia de Arskka, por lo que las dos mujeres eran igualmente fuertes y atléticas. Se conocían desde que eran pequeñas, pero nunca habían tenido una amistad muy fuerte debido a la rivalidad que había entre ellas.
Jumella siempre fue mejor que Bassanti en disciplina y habilidad con las armas, pero era más retraída y no tenía el don de gente que tenia su compañera. Además, cuando las cosas se ponían difíciles el nerviosismo y la duda le ganaban. Tenia que hacer esfuerzos muy grandes por conservar la serenidad en momentos difíciles.
Por su parte, Bassanti gozaba de la buena fama dentro de la milicia de las Islas, pero las presiones militares aunadas terquedad de hacer las cosas a su modo, la hicieron dejar las Islas para vivir a su propio modo

- ¿Hace cuanto llegaste? - pregunto Bassanti.
- Hace dos días, pero no he explorado muy lejos de aquí - Dijo Jumella.
- No tendrás miedo ¿verdad? - Dijo Bassanti en tono burlón.
- No tanto como para estar huyendo de donde provengo - Contesto Jumella sarcásticamente.
- ¡No huía! No es lo que parece - Alzó la voz Bassanti  ya enojada. - Será mejor que tratemos de trabajar en paz, ¿No crees? -
- Si creo que si - Contesto Jumella mas tranquila.
- ¿Entonces no has visto nada fuera de lo normal?- Preguntó Bassanti bajándose el fardo que tenía al hombro y ponerlo en el suelo junto con su escudo y sus jabalinas frente a la entrada de la tienda donde estaba Aradia.
- ¿Normal? Lo que pasa es que aquí no hay nada normal, nada esta bien, el simple aire lo dice - Contestó Jumella preocupada.
- Si lo se, desde que venia en camino se ha sentido algo en el aire, un ambiente mas pesado, no se con exactitud que es, pero se siente. - Dijo Bassanti también preocupada por la situación.
- Creo que necesitas un buen arco y más jabalinas, ¿no crees? - le Dijo Jumella  mientras agarraba sus ya pocas jabalinas.
- El último arco lo perdí en un accidente en un río cuando huía de un oso, y la verdad no había podido reponerlo. Las jabalinas no es mi fuerte. - decía Bassanti con una sonrisa.
- Ven, yo tengo un arco en mi tienda, creo que te podría servir. - Dijo Jumella mientras la conducía por entre las tiendas y caminaban sobre un pasto amarillento.
Caminaron junto al corral y las gallinas gritaban y chillaban de una manera extraña, como si estuvieran furiosas.
Apenas estaban llegando a la tienda cuando escucharon un sonido lejano como de continuos golpeteos,  pudieron ver que a lo lejos sobre una loma verde, venia a todo galope un caballo de color café. Ambas fueron hasta la puerta para observar quien venia. El caballo venia rápidamente, sacando pequeños montones de tierra y pasto al pegar las pesuñas con el suelo. Montando el caballo venia un hombre, vestido de color marrón, con el cabello castaño volándole con el viento.
Siguió acercándose y poco antes de llegar hasta la puerta del campamento el caballo aminoro su velocidad, pero antes de que el caballo se detuviese, el hombre que venia montando el caballo salto ágilmente por un lado del caballo y cayo de pie sobre el suelo. Sin apenas tambalearse un poco.
Bassanti y Jumella que estaban paradas ante la entrada se quedaron absortas de la ágil acrobacia que había echo el hombre. Se miraron la una a la otra con como si estuvieran diciendo ¡presumido! Pero por dentro sabían que jamás habían visto a un hombre hacer algo como eso. El hombre entro a  La Rogue con el caballo a un lado.
 - Buenos días - Dijo el hombre seriamente y solo les hizo un ademán de cortesía al pasar a un lado de ellas, siguió su camino hasta adentro del campamento.
Bassanti y Jumella lo siguieron discretamente con la mirada hasta los interiores del lugar. Vieron que como si nada había puesto su caballo en el establo junto con los otros tres caballos, vieron que se acercaba con Aradia y apenas pudieron escuchar.

- ¡Es un gusto verla! - decía el hombre tomando con sus dos manos la delgada mano de Aradia e inclinándose un poco, como si fuera una especie de reverencia.
- ¡El gusto es mío Ethelred! Tenias muy olvidado a este pobre pueblo, pero bueno ahora estas aquí,  La Rogue te necesita.- Decía Aradia con su voz chillona y llena de alegría.

- Al parecer  se conocen  - se dijeron una a la otra al mismo tiempo.
- Bueno ¿Qué no me vas a enseñar un arco? - pregunto Bassanti para no sentirse tonta al estar escuchando una conversación ajena.
- claro que si, vamos - contesto Jumella.  Y caminaron juntas hacia la tienda de Jumella. Dentro de la tienda, había un unas mantas oscuras sobre el suelo y unos almohadones donde Jumella podía dormir lo mas cómodo posible en esas condiciones. Había una gran cantidad de objetos, dijes y amuletos sobre un cajón de madera que utilizaba como mesa. Del otro lado, tenia una abultada bolsa grande de piel. Jumella saco una daga y algunas otras armas de la bolsa.
- ¿Qué prefieres? ¿Un arco o una ballesta? - pregunto Jumella mientras sacaba un gran arco de madera color claro y una ballesta color café oscuro.
- Siempre se me ha facilitado mas el arco - contestó Bassanti, mientras veía el arco que Jumella le daba en las manos.
- Mas tarde regresamos para darte las flechas, vamos a ver a Aradia, creo que ese hombre que acaba de llegar, viene a lo mismo que nosotras - apuró Jumella  para que salieran  de la tienda.


- ¡Cuánto tiempo Ethelred! - decía contenta Aradia. - ¿quieres un te de wela? - le ofreció Aradia con gusto.
- gracias, necesito relajarme - decía Ethelred limpiándose el sudor de la frente - de echo también mi caballo esta sediento. - Hizo una pausa y se volteo hacia atrás.- ¡Geb! ¿Podrías darle agua al caballo? - gritó Ethelred  saludando con una mano.
- Claro que si señor - Contesto Geb a lo lejos mientras estaba cargando unas pacas de hierba.
Volvió la vista con Aradia y le pregunto preocupado - ¿Cómo están las cosas?
- Mal, muy mal, otra vez es lo mismo. Por razones estrictas no hemos obtenido el apoyo de Erebos que siempre habíamos recibido - contestó Aradia con un semblante de preocupación. Sus ojos castaños mostraban un miedo que Ethelred jamás había visto - ¿Sabes? Encontré algo, es un manuscrito que escribió Demeter contando lo que paso - Dijo nerviosa Aradia mirando fijamente el rostro preocupado de Ethelred.
- ¿Demeter Esu? - preguntó aun mas preocupado Ethelred.
- si, Demeter Esu, el ultimo sabio de Hurukan - Dijo Aradia con un tono sombrío.
- ¿A quien se lo has enseñado? - pregunto Ethelred en voz baja, tratando de que nadie los escuchara.
- A nadie, estaba esperando a que llegaras - Dijo Aradia también bajando la voz.
- ¡Bien! No deben enterarse los demás, pueden echar todo abajo - expuso Ethelred un poco mas calmado.
- Han venido dos guerreras de las Islas - comento Aradia tratando de cambiar su semblante.
- ¿Cuándo llegaron? ¿Ya fueron a investigar? - preguntó Ethelred.
- Una llego hace dos días y la otra acaba de llegar esta mañana, poco antes de que llegaras. Aun no han ido hacia el Monasterio - le decía Aradia y luego señalando hacia atrás de Ethelred le Dijo: - mira ahí vienen, la morena es Jumella y la rubia es Bassanti, la que acaba de llegar -
- les voy a mostrar una parte del manuscrito que escribió Demeter - Dijo Aradia en un susurro.
- No, no deben de saberlo - dijo Ethelred alarmado.
- les mostrare solo lo que nos interesa que sepan. Recuerda, debemos usar las herramientas que sean para poder terminar esto. Terminar completamente todo esto que desde hace tiempo debió de haber acabado - termino de decir Aradia con el semblante serio.

Bassanti había dejado las cosas en la tienda de Jumella y ahora caminaban juntas hacia donde estaban platicando Aradia y Ethelred. Sentían curiosidad por conocer al desconocido, ya que no les parecía que fuese algún comerciante o algún simple habitante de un pueblo lejano.

- ¡Que bueno que han llegado! - les dijo Aradia con una media sonrisa - justamente estábamos hablando de ustedes, el es Ethelred Gorm un guerrero de Zarpanitum. - les decía a las dos mujeres. Y dirigiéndose a Ethelred le dijo: - Como te había dicho ellas son Bassanti y Jumella de las Islas.

 Ethelred se inclino ante ellas y tratando de saludarlas caballerosamente, pero les dio un torpe saludo de mano. Se sintió un poco avergonzado al darse cuenta de su brusquedad. Después de saludarse se hizo una pequeña pausa, donde nadie sabia que decir, hasta que Aradia tomo la palabra.

- pues que bueno que estamos todos - Dijo Aradia mientras entraba a su tienda y buscaba hincada unas cosas entre papeles y frascos de metal que tenia sobre unas tablas a manera de escritorio - Les enseñare el manuscrito de Demeter - Dijo haciendo mas ruido dentro de la tienda.
- ¡Aquí esta! - Dijo Aradia jadeante, mientras se levantaba y volvía hacia donde estaban los demás - Como saben,  hay una maldad que nos ha golpeado al pueblo de Treaselgard y otras regiones del Ultimo Santuario, por eso nos hemos visto en la necesidad de alejarnos y hacer este provisional campamento. Después de que todo esto empezó en Treaselgard, nadie salió vivo de ahí, nosotros alcanzamos a huir cuando apenas empezaba y por eso estamos aquí - Dijo Aradia afligidamente - Nunca supimos realmente lo que paso y el único testigo ha sido el manuscrito que nuestro sabio erudito Demeter Esu hubo escrito.  Las conclusiones que he encontrado al leer esto es que Rhutkaran, el pueblo de clanes corruptos ha puesto un maleficio en nuestro pueblo, y lo hará con  otros más. Debemos detenerlos. 
- ¿A quien mas has llamado? ¿Alguien mas va a venir con nosotros?- pregunto Bassanti.
- no lo se - contesto Aradia mientras sacaba cuatro pequeños vasos de metal y dándole en la mano a Ethelred unas hojas viejas - esto es lo que escribió Demeter, hay mas adentro de mi tienda, pero no tiene la mas mínima importancia, son poemas y canciones, también mucho sobre como era la vida de llevadera en el antiguo Treaselgard.

Ethelred agarro las sucias hojas y puso el viejo manuscrito sobre una pequeña mesa que estaba afuera de la tienda. El manuscrito era de un papel con señales de haber estado expuesto al aire libre por mucho tiempo. Polvo que salía al ponerlo sobre la mesa, en el estaban escritas con tinta negra y una elegante letra manuscrita que decía:


Noviembre 2362

Las fuerzas concentradas en Rhutkaran se alistan para el inminente ataque sobre el reino de Scosgleen, el aliado más importante de los pueblos occidentales, causando que la tiranía de Alrynor emane hasta estos pueblos de paz y tranquilidad.

Yo, Demeter Esu, ultimo sabio de Hurukan, he visto como compañeros y amigos que han estado en las Altas Tierras del Norte han caído por los soldados de Rhutkaran, que están al mismo tiempo sometiendo al pueblo Scosgleen, y viendo que poco a poco lo están consumiendo. Muchos inocentes han muerto y cada vez es peor.  Tenemos que defender a Scosgleen porque ahí se encuentra la salvación para Treaselgard, donde la muerte y la oscuridad asechan hambrientamente.

Yo estoy aquí atrapado en el Paso Glacial, esperando la ayuda para abatir la amenaza de Rhutkaran sobre Scosgleen. En las junglas del este de Tekkeitsertok en la ciudad de Marduk y en Shargorath en las frías tierras vikingas del norte, podrán encontrar aliados.

Es necesario hacer algo antes de que sea demasiado tarde.

- ¿pero que tiene que ver esto con las desapariciones en Treaselgard? - pregunto Jumella decepcionada al no haber obtenido información que le despejara sus dudas.
- ¡nada!, Absolutamente nada. - crispo de enojo Bassanti.
- tiene que ver en todo - corrigió Aradia a Bassanti - Scosgleen, tiene la llave que salvara a nuestro pueblo. - Dijo subiendo la voz mientras platicaba - por lo que tenemos que salvaguardar primero a Scosgleen y con ello nos salvaremos a nosotros mismos. Debemos alertar a todos que Rhutkaran esta reuniendo fuerzas, debemos evitar que llegue a Scosgleen -
-¿Qué llave? ¿De que se trata esto? - pregunto Bassanti desesperada de no entender aun la situación.
- Eso lo sabrán cuando lleguen a Scosgleen - Dijo tristemente Aradia. - siento no poder decírselo, pero es por el bien de todos -

Bassanti y Jumella no la veían con buenos ojos, después de haber pasado tantos peligros para venir hasta La Rogue con la total intención de ayudar, lo menos que podía hacer esa vieja mujer que se creía vidente, era decirles todo lo que sabía. Dudaba de la palabra de Aradia, quizás solo eran inventos de una imaginación muy activa, pero le causaba inquietud la seriedad con que Ethelred tomaba las cosas. Era algo extraño.

 - usted haga lo que crea mas conveniente - Dijo en un tono un tanto artificial Ethelred dirigiéndose hacia Aradia.
- gracias por entender - contesto amablemente Aradia que estaba sirviendo el té de wela en los cuatro pequeños tarros de metal.
La wela es una planta de hojas pequeñas y redondas, crece comúnmente en las zonas húmedas y boscosas con suelos nutritivos por los pinos ondulados y la picéa de tejo flexible, bosques que se encuentran en todas partes de la zona occidental.
 - Aquí están, les reanimaran un poco - Dijo Aradia al darles a cada uno su tarro.

Cada uno tomo su té y a diferentes tiempos le daban un sorbo al tarro. Después de  haberse bebido el té mientras platicaban sobre la necesidad de pasar por Treaselgard y visitar el antiguo Monasterio. Quizás podrían encontrar escritos de monjes que pudieran decirles algo sobre lo que pasaba en Treaselgard, o algún dato que pudieran recabar para que les ayudara en la misión que tenían. En eso, escucharon la voz de Geb que les gritaba desde atrás - ¡la comida ya esta lista! Vengan pronto o si no, no podrán alcanzar nada -
- bueno creo que debemos ir-  Dijo Ethelred mientras dejaba el tarro vacío sobre la pequeña mesa.
- si vamos - Dijo Jumella y le siguió Bassanti detrás de ella. Y se dirigieron hacia la enorme fogata, donde Geb las saludaba placenteramente.
- Ethelred - llamo Aradia en voz baja - ven acá un momento -
Ethelred fue con Aradia que se notaba temblorosa y con la frente sudando ligeramente. Ethelred se acerco y le sonrió - ¿Lo falsificaste verdad?-
- si, tuve que hacerlo - se quejaba penosamente Aradia.
- eres buena mintiendo - dijo el sonriendo.
 - tengo que protegernos, no podemos jugar con esto, además las necesitamos - dijo ella seriamente.
- Si, lo se, has hecho un buen trabajo - decía Ethelred tratando de tranquilizar a la mujer - Ese manuscrito que enseñaste es una copia perfecta de la letra de Demeter -
Aradia solo hizo una sonrisa triste al tiempo que sacaba algo de sus cosas - aquí esta - le dijo a Ethelred dándole unas hojas que se veían mas sucias y amarillentas que las del manuscrito anterior. En estas, el polvo y la suciedad se veían mas penetradas, y con un pesado olor a papel viejo - Recuerda, no pueden saber de esto, no hasta que esto termine - termino por decir Aradia más nerviosa que nunca.
- Se lo que tengo que hacer, no te preocupes. Lo debí de hacer hace mucho tiempo - Dijo Ethelred suavemente mientras se guardaba  las hojas en la bolsa donde guardaba sus cosas.

Después de un rato mas, estaban todos comiendo un cerdo asado que lo acompañaban con agua de fresas y pan recién echo por Geb. No había mucha gente, eran pocos los lugareños que aun estaban en La Rogue.
- ¿Cuántas personas habitan en La Rogue?- pregunto Bassanti mientras cortaba un trozo grande de carne.
- Ahora solo somos veintiuna personas - contesto Aradia tristemente. - Y cada vez se reduce mas el grupo - finalizo con un tono afligido.

A Bassanti le apeno haber echo esa pregunta, porque sabia que eso les recordaba donde estaban, en un área frágil expuesta a la desdicha. Veía a su alrededor una mujer seria y siempre cabizbaja que solo murmuraba a sus dos hijos pequeños. Un hombre joven mal encarado comía viendo hacia todos lados, como si estuviera en alerta a algún peligro. Solo Geb y Wad, el comerciante, eran los únicos habitantes que tenían un poco buen de humor.
Después de comer, Ethelred se alejo del grupo con el pretexto de buscar un poco de leña y hurgó entre sus bolsillos y saco las hojas que le había dado Aradia. Las estuvo leyendo sentado sobre una enorme roca gris, bajo la sombra de un gran árbol. Se quedo más tiempo después de haber leído el manuscrito. Estaba pensativo, con la cabeza recargada sobre sus manos y los brazos sobre sus piernas.
¡No podía ser! Creí que había terminado, pensaba Ethelred con enojo, miedo y un inmenso sentimiento de culpa que lo había acompañado desde hace mucho tiempo. Creyó que todo estaba bien, creyó que nada había pasado, pero entonces... ¿Cómo fue que no supo nada? ¿Por qué nadie se lo dijo? Se maldijo por haber estado tan alejado del mundo, tan alejado física y espiritualmente. Se había bloqueado. Le había dado la espalda a las necesidades a las que había prometido servir. Siguió dándole vueltas al asunto, y solo había una respuesta: el enfrentamiento estaba cerca.

En la tarde, antes del anochecer, levantaron dos tiendas mas para Ethelred y Bassanti. Eran muy pequeñas las otras tiendas y solo cabía una sola persona en cada una. Algunas familias tenían unas más grandes pero solamente cabía la familia.
El día se pasó rápido, estuvieron recorriendo los alrededores de La Rogue a pie, vigilando que todo estuviera dentro de la normalidad. Al parecer lo estaba, a simple vista lo aparentaba, pero algo había en el lugar. Se respiraba en el aire.
La neblina pareció inundar el lugar al anochecer, una húmeda brisa hacía más lúgubre el ambiente en el atribulado campamento. Las pocas personas que habitaban en La Rogue tenían un especial sentimiento de pesimismo que contagiaba e inundaba el ambiente, a excepción de Geb un hombre joven siempre de buen humor y con plática amena.
La noche cayó y la temperatura bajo considerablemente, por lo que tuvieron que buscar una buena cantidad de leña para calentarse un poco después de haber comido algo de cena. Además, la enorme hoguera era para tener un poco de luz por la noche. Los moradores del campamento odiaban dormir a oscuras. Peligrosos animales se acercan por la noche, la gente tiene malos sueños cuando la oscuridad inunda el lugar.
Bassanti tardo en poder conciliar el sueño, las historias que contaban sobre lo que sucedía realmente la inquietaba, no podía decir si en realidad era miedo, pero era algo que la mantenía despierta, pero al final durmió tan bien como los demás.



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